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domingo, 27 de agosto de 2023

La casa de Babel

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 21 de agosto de 2023)


No es una errata. No quiero escribir de la serie española más vista en todo el mundo, aunque el juego de palabras me tiente. Te voy a hablar en estas líneas de otra casa, la casa del pueblo que es el Congreso de los Diputados porque es el lugar donde está representado el pueblo español  que ostenta la soberania nacional según reza la Constitución. Efectivamente, podría haber titulado este artículo como la exitosa saga televisiva, “La casa de Papel”, pero hubiera sido un error. Por mucho que, durante un día, el 17 de agosto, todos los ojos estuvieron en el viejo caserón de la Carrera de San Jerónimo y las votaciones fuesen un éxito de audiencia en pleno descanso vacacional. Pero es que todo el mundo no compartiría que en el pleno de constitución del parlamento, como en el serial, han sido muchos los protagonistas pero todos ellos con un objetivo poco loable. Además en la serie una docena de personas son reclutadas por un profesor para robar la casa de la moneda. Y quizás tampoco sería asumido unánimemente que en el congreso también otra docena, esta vez de partidos, como PNV, Bildu, ERC, Junts, BNG y los incluidos en Sumar fueron convocados, a instancias del presidente en funciones, para asaltar el estado de derecho español.

Por eso nada de Casa de Papel y mejor titular la Casa de Babel. En lugar de la serie más vista de la television mejor acudir al libro más visto de la historia, la Biblia y así resumir lo acontecido en el Congreso. Espero que te parezca más certero aunque nos tengamos que remontar al siglo VI a.C.. En el libro del Génesis se cuenta que tras el diluvio universal, los descendientes de Noé se pusieron a construir en la localidad de Babel, en Mesopotamia, una torre altísima para sobrevivir a futuras inundaciones y de paso alcanzar el cielo. Dios se enfadó por la osadía de la familia de Noé; de alguna manera suponía retar su voluntad así que por ello les condenó a hablar en diferentes idiomas. A partir de ese momento, sin posibilidad de comunicarse entre los gremios, el desgobierno se instauró en la construccion de la torre y no hubo ladrillo ni cemento en su sitio. En unos pocos días la increíble estructura de la torre de Babel se derrumbó.

La nueva presidenta socialista del Congreso en sus primeras palabras tras ser elegida anunció en esa casa podrá usarse el catalán, el euskera y el gallego. Fruto de una exigencia de los partidos nacionalistas, el PSOE ha tenido que asumir una reivindicación que en el pasado siempre había rechazado porque "buscaba mezquinamente el separatismo".

Veremos en breve a diputados y ministros que necesitarán traducción, debates que serán ininteligibles para la mayoría de los españoles y las Cortes Generales se convertirán en la sede de lo absurdo al despreciar la mayor herramienta que disponemos los 48 millones de españoles para hacernos entender que es nuestro idioma común, el castellano.

Los partidos que apoyan este acuerdo dicen que buscan apuntalar el armazón institucional para que sea "plurinacional y progresista". El propósito a primera vista parece bienintecionado pero como en la torre de Babel, la consecuencia de no hablar el mismo idioma, de no saber comunicarse y en este caso de deslegitimar para una mayoría de españoles las instituciones, seŕa justo lo que estos socios nacionalistas (y podemitas) llevan años defendiendo que no es otra cosa que la destrucción de la España democrática que nació con la Transición.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC

lunes, 10 de julio de 2023

Wagner, no solo en Rusia

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el 8 de julio de 2023)

Los atajos siempre han existido, son consustanciales al ser humano. Salirse de la seguridad del camino señalizado para llegar antes, aunque eso suponga transitar por una vereda inhóspita, es habitual. La fortísima tentación de ahorrar tiempo, aun sabiendo que en ocasiones no compensa, bien porque te pierdes, bien porque llegas agotado. El peligro está cuando atajar ha funcionado en anteriores ocasiones porque nuestra mente cae en la trampa de que los éxitos pasados aseguran éxitos futuros.

Algo así le ha pasado a Putin con el ejército Wagner, pero no solo a él.  El primer atajo liderado por Prigozhin, líder de los mercenarios, fue hace ocho años para conquistar la región ucraniana de Dombás y funcionó. Luego asistieron a las fuerzas separatistas de las auto declaradas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk y también salió bien. A partir de ahí este ejército de matones participó en guerras civiles donde Rusia tiene intereses, Siria, Libia, Centroáfrica y Malí. La trampa mental se había instalado en el Kremlin y no había razón para pensar que iba a salir mal en la operación especial de Ucrania. Pero este atajo compuesto de expresidiarios y pandilleros ha conseguido poner en jaque al oligarca ruso.

A Pablo Iglesias también le han gustado los atajos. Derrotar en una asamblea del partido a los díscolos es agotador y exige tiempo. Expulsar a los críticos es rápido y mientras Podemos estaba en auge, no tenía desgaste alguno en las elecciones. Por eso fueron cayendo uno a uno todos los fundadores del partido de Pablo Iglesias, desde Errejón a Bescansa pasando por Luis Alegre o Ramón Espinar. El siguiente atajo era cambiar la imagen de Podemos con el trampantojo de Yolanda. Este sesgo cognitivo de que lo que ha funcionado antes volverá a funcionar (y la admiración maoísta de muchos de ellos) llevó a pensar a los directivos podemitas que las purgas periódicas nunca tendrían consecuencia en votos, pero en el 28M se quedaron sin representación en media España. El Wagner de Podemos ha sido Yolanda Diaz con Sumar que se ha revuelto contra Iglesias antes de que fuese ella misma apartada. Para ello, al igual que Prigozhin ha tenido que tomar decisiones drásticas como sacar de las listas a Irene Montero. Putin no olvidará los blindados a las puertas de Moscú, Iglesias tampoco.

Todo lo que acabamos de ver tiene un término que lo resume: la heurística. Es la capacidad que tiene el ser humano para crear o inventar algo, con la finalidad de proporcionar estrategias que ayuden a la resolución de un problema. La RAE va más allá y considera que la heurística, en algunas ciencias, es la manera de buscar la solución de un problema mediante métodos no rigurosos.

En la economía moderna es habitual el uso de la heurística. En concreto en el contexto de la conocida como economía del comportamiento que analiza las razones por las cuales el ser humano no toma siempre las decisiones racionales. Después de estudiar miles de comportamientos fallidos, estos economistas concluyeron que nuestras emociones nos engañan. Y de ahí surgió la fe en la heurística entendida como una serie de reglas de la toma de decisiones rápidas que usamos para simplificar nuestras elecciones diarias y que a menudo funcionan bien, pero en ocasiones crean sesgos o trampas mentales. En otras palabras, en determinadas situaciones, la heurística nos lleva a cometer errores sistemáticos, pero si la usamos adecuadamente puede ayudarnos para bien.


Kahneman y Thaler han recibido respectivamente el premio de la academia sueca por su trabajo en este ámbito.  Existen dos tipos de cerebros, el reptiliano y el racional. El primero es rápido y el segundo es lento. Pero estamos diseñados para funcionar con el primero que es inmediato y no exige esfuerzo como el segundo y eso nos hace tomar decisiones equivocadas. Los atajos son parte de ese pensamiento reptiliano que nos hace fallar tanto. La buena noticia es que estas trampas mentales se pueden vencer e incluso utilizarlas para engañar al cerebro y permitir que se tomen buenas decisiones.

Ahora piensa si en tu empresa se usan atajos para cumplir los planes operativos. O si en tu sector a veces se utilizan métodos no rigurosos para conseguir vender más o a mejor precio situándose en los márgenes de las leyes de competencia. Incluso si en tu desarrollo profesional te has apoyado en atajos para alcanzar antes una determinada posición, aunque por el camino haya quedado una vieja amistad. Hasta el partido político que vas a votar en las próximas elecciones, sea el que sea, quizás en alguna ocasión optó por la vía rápida y sencilla de ocultar sus planes al electorado. Wagner no solo existe en Rusia.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC





domingo, 21 de mayo de 2023

La Gran Campaña

(este artículo se publicó originalmente el día 15 de mayo en el periódico 20 Minutos)


Ya ha empezado oficialmente la campaña electoral para las elecciones del 28 de mayo. Pero tú y yo sabemos que desde enero estamos en una campaña que durará hasta las generales de diciembre. Serán doce meses en los que el consejo de ministros y el parlamento se transformarán en mítines. Los anuncios electoralistas “okuparán” la gestión de los asuntos públicos, sea en el ámbito local o en el supranacional. Nada quedará libre de ser “manchado” por la obsesión por los votos. Será recordado este año 2023 como el de La Gran Campaña.

Antes de que empecemos a lamentarnos por ello, conviene elevar la mirada y encontrar alguna utilidad de la hipersensibilidad que los políticos van a tener este año. No quedará causa justa sin propuesta electoral, ni drama sin ser escuchado y mencionado en las intervenciones de los líderes. Una inmejorable oportunidad para convertirnos en los mejores lobistas de nuestras cuitas.

Los agricultores con la sequía están consiguiendo que sus demandas estén en el prime time pero también en los programas electorales. Los obreros de Ford en Valencia han logrado prejubilarse con 53 años y así la multinacional y el gobierno de turno podrán seguir con sus planes. Las víctimas del terrorismo han arrancado un rechazo mayoritario -inédito desde los años de plomo- a la inclusión de etarras en listas electorales. Los jueces con una incómoda huelga han visto milagrosamente un plan de inversiones en los juzgados promovido por el gobierno. Los jóvenes un descuento para viajar en interrail este verano. Todos, unas necesarias ayudas para la subida de las hipotecas fruto del encarecimiento de los tipos de interés europeos.

No quiero enfadarte con esta lista, sino lo contrario. Piensa que quizás detrás de estos anuncios hay una buena acción de influencia de algunos sectores. Los gobiernos en este año de La Gran Campaña recibirán a todo el mundo y atenderán muchas reclamaciones. Serán receptivos como nunca. No habrá llamada sin respuesta, reunión sin celebrar o movilización sin ser escuchada.  Es hora de aprovecharlo.

Un urólogo de más de 80 años ha conseguido que la todopoderosa ministra Nadia Calviño le reciba dos veces con su petición en internet “Soy mayor, pero no idiota"

Cerca de mi casa, el ayuntamiento decidió instalar unos cantones de limpieza. Son unas instalaciones destinadas a guardar los vehículos de la basura. Pero en la época de La Gran Campaña todo es susceptible de cambiar. Cuando empezaron los primeros movimientos de tierras, un vecino pintó una sábana blanca con la leyenda “No, al cantón” e inició un increíble movimiento que ha teñido de pancartas muchos barrios de mi ciudad hasta que el consistorio, temeroso del impacto en votos, ha anulado el plan de estas infraestructuras.

Toma nota de este nuevo lobismo que no va de oligarcas ni de poderosos sectores económicos. Simplemente muchos ciudadanos han decidido en esta temporada  sacar rédito al poder que las redes sociales les han otorgado. Date prisa que el tiempo pasa volando y se acabarán las elecciones.


Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor en UNIR y LLYC

domingo, 9 de abril de 2023

Un chicle en el zapato

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 3 de abril de 2023)

Seguro que te ha pasado alguna vez. De repente notas que has pisado algo blando. Un par de pasos después el zapato se queda pegado al suelo. Por más que lo intentes, el chicle sigue ahí. Si además hace calor, es misión imposible quitártelo de la planta del pie. La goma de mascar te acompañará haciendo muy incómodo ese rato y dejando perdido de trozos de pegajoso chicle todo tu camino. De nada servirá nada de lo que hagas, el chicle se resistirá a dejar tu zapato.

Los economistas anglosajones califican así a la inflación que estamos viviendo. Pegajosa, como un chicle en una calle de Sevilla. Es aquella situación en la que determinados precios inician una carrera alcista que acaban contagiando a toda la economía. Y cuando esa inflación se introduce en un país, como es España, poco se puede hacer. Y lo estamos viendo. De nada han servido todas las medidas puestas en marcha por el Gobierno, el alza de precios, por ejemplo, se ha incrustado en la cesta de alimentos alcanzando hasta el 20% en el año 2022. La esperanza del gobierno de Pedro Sánchez es que, como un chicle en un zapato, tarde o temprano se despegará de la economía y podrá seguir tranquilamente con su hoja de ruta.

Pero hay más chicles para este gobierno. A Podemos se la ha pegado en el zapato, Yolanda Diaz con Sumar y cada vez les será más difícil disimular como si no pasase nada. Los nacionalistas catalanes tienen el chicle de Puigdemont desde que en 2017 huyó a Bruselas que cada poco tiempo les recuerda que sigue pegado al zapato de la política catalana. El PNV lleva toda la legislatura con el pegote en la suela de Bildu pactando en Madrid y aspirando a sustituirlos.

Hay un truco para quitarte el chicle del zapato. Quizás te acuerdes, yo tengo en la cabeza a mi madre diciéndomelo. No es otra cosa que poner frío, un hielo, sobre la superficie en la que se ha pegado el chicle. Al enfriarse se pondrá duro y ya será fácil despegarlo. Pero hay que hacer toda esta operación rápidamente porque en cuanto se caliente de nuevo, volverá a ser un amasijo pegajoso. La sabiduría de los trucos de las madres podría inspirarnos. En Europa y Estados Unidos sus bancos centrales han seguido este viejo truco y han decidido enfriar la economía subiendo los tipos de interés para acabar con la inflación. En España bastaría con bajar la temperatura de la política, dejarse de descalificaciones, buscar acuerdos entre diferentes y promover grandes pactos de Estado, para lograr el mismo efecto que el hielo sobre el chicle. Enfriar el debate político en nuestro país en favor de los intereses de todos los ciudadanos, permitiría, sin duda, que algunos de los grandes problemas que padecemos: la escalada de precios, el futuro del trabajo y la educación o el sistema de pensiones, fuesen resolubles.

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y LLYC

sábado, 3 de diciembre de 2022

Pan y circo

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 28 de noviembre de 2022)

La semana pasada han sido aprobados por amplia mayoría los Presupuestos Generales del Estado y al mismo tiempo ha comenzado el Mundial de Futbol de Catar. La política y el balompié han opacado cualquier otro asunto. Unos presupuestos repletos de ayudas, subsidios, subvenciones y privilegios para funcionarios, jubilados, desempleados y otros colectivos “vulnerables” que suponen cerca de diez millones de españoles.  Y la televisión pública, la misma que en verano estuvo una semana con el logo del orgullo, ha transmitido la copa del mundo catarí sin sonrojarse, eso sí con audiencias que superaban los nueve millones en nuestro país. “Pan y circo” dos milenios después.

Allá por el año 100 antes de Cristo, un afamado poeta latino de nombre Juvenal acuñó la frase panem et circenses para describir la estrategia de Roma de regalar trigo y organizar fastuosos juegos circenses con carreras de cuadrigas y gladiadores. El pueblo -sin hambre y entretenido- caía rendido ante la generosidad de sus gobernantes. “Pan y circo”, por tanto, fue la vía para mantenerse en el poder haciendo desaparecer el histórico espíritu crítico de los romanos. Una forma como otra cualquiera de populismo. Hoy, aunque parezca mentira por el tiempo que ha pasado, parece que sigue vigente.

En Roma, las hogazas de pan repartidas en las casas y el acceso libre al Circo Máximo, silenciaron los muertos en las legiones y la miseria de las calles. En España -no iré tan lejos- los presupuestos y el Mundial permitirán llegar al gobierno hasta las elecciones municipales de mayo sin grandes sobresaltos. Aumentos del salario mínimo interprofesional, cheques gasolina por doquier, empleados sin trabajar y cobrando al estar en ERTE, nuevas ofertas públicas de empleo, funcionarios y pensionistas con subidas de rentas garantizadas por el BOE, generosas subvenciones a los amigos y campañas de publicidad, todas las habidas y por haber, hasta convertir al Gobierno en el primer anunciante de España. Y fútbol, mucho fútbol.

La economía, como esos atletas dopados que aguantan la carrera gracias a la química, resistirá unos meses, pero llegará un momento que no soportará más inyecciones de deuda y se parará. Al igual que el mundial de fútbol terminará, las empresas y las familias no podrán soportar más meses de presión fiscal, aumento de precios y caída de pedidos del resto del mundo. Por supuesto habrá intentos de seguir con el circo, algunos políticos lo intentarán desde la Carrera de San Jerónimo y otros desempolvarán pancartas en vano. Pax Romana era la expresión latina que resumía todos esos años de estabilidad y prosperidad que vivió esta ciudad. Pero no duró siempre. Y tras este periodo llegó la caída del imperio romano…

Pero aquí no hemos venido a hablar de historia clásica,  así que las palomitas que no falten para seguir viendo en las pantallas el mundial de futbol o los pactos y los exabruptos en el parlamento. Que ya no se sabe qué es más espectáculo, si lo uno o lo otro.

Iñaki Ortega es doctor en economía en la Universidad de Internet (UNIR) y LLYC


miércoles, 29 de junio de 2022

Asimetrías

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 27 de junio de 2022)


Hay asimetrías de derechas y de izquierdas. Para el que ya se ha puesto en alerta pensado que este artículo va de política, le pido que por ahora se relaje porque estoy hablando de ciencia. En estadística cuando una curva tiene la misma cola por delante que por detrás entonces es simétrica o normal, pero si la cola es más larga por la derecha o por la izquierda se da la asimetría. En economía, las asimetrías son profundamente injustas porque impiden la competencia perfecta en la que todos los agentes tienen la misma información y por tanto un resultado justo final. En el arte clásico, la armonía de la simetría representaba el ideal de belleza plasmado en el famoso dibujo de Leonardo Da Vinci y la anatomía humana.

Simetría o si prefieren independencia es también lo que se nos pide, por ejemplo, a los profesores; ante mismas respuestas en un examen de dos alumnos, ha de haber idéntica nota para ambos. Igualmente en la justicia o hasta en las relaciones humanas, no es admisible que comportamientos similares tengan consecuencias dispares. No nos gusta la imparcialidad.

Por eso, y ahora sí atentos porque viene la parte política, resultan tan curiosas las asimetrías del actual gobierno de España. La tragedia de Melilla de este fin de semana con más de 25 inmigrantes fallecidos, es una “gran actuación” de nuestro vecino; cuando con un gobierno de otro color hubiera sido tachada como asesinatos supremacistas. Los acuerdos parlamentarios con los que no condenan el terrorismo de ETA, ahora es una demostración de la “capacidad de pactar con los diferentes”, pero hace unos años los mismos los catalogaban como una traición a las víctimas. Los indultos a los catalanes que quisieron acabar con el orden constitucional son “actuaciones de reconciliación”, que en otra época el mismo Pedro Sánchez las hubiera definido como antidemocráticas. Por no hablar de la factura de la luz que en su día con precios con los que hoy soñamos, los partidos que están en el gobierno calificaron como pobreza energética promovida por la derecha contra la que había que manifestarse. Ahora ni mú.

La lista es larga y les animo a que piensen conmigo. ¿Cómo hubieran reaccionado los socios de este gobierno ante la invasión en Ucrania si no estuvieran en el poder? Me temo que con infinitas pancartas y pegatinas de “No a la guerra”. Y con otro partido en Moncloa, ¿qué dirían de una joven ministra de derechas que pagase su niñera con fondos del gobierno? Políticos de izquierdas y sindicatos hablarían de la explotación de la aristocracia y no volvería a tener un cargo público en su vida.  Eso sí nada comparado a si un político de la derecha hubiese protegido a un abusador de menores desde su cargo público; estoy convencido que no habría sitio donde esconderse ante la virulencia de la reacción de los partidos que hoy nos gobiernan. Manifestaciones, escraches, actores y periodistas defenderían a la víctima sin descanso, pero ahora ¿dónde están? Qué difícil, por tanto, conseguir la simetría en las decisiones pero qué imprescindible es especialmente para gobernar no solo para tu partido sino para todos los españoles.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

 

martes, 4 de mayo de 2021

Yo no odio

 (este artículo se publicó originalmente el día 3 de mayo de 2021 en el periódico 20 Minutos)


Cuenta la mitología que al casarse Pandora los dioses le regalaron un joyero con la condición de jamás abrirlo. La joven helena además de hermosa era muy curiosa y quitó la tapa de la cajita, que, aunque ella no lo sabía, contenía todos los males del mundo. Así aparecieron las desgracias que nos asolan según la tradición griega. De ese recipiente también salió el odio.

No se quién abierto la caja de Pandora en España estos años, pero alguien lo ha hecho. Porque de un tiempo a esta parte el odio se ha extendido por nuestra geografía. Odio al que no piensa como tú, odio al que no lleva tu bandera, odio al que no vive en tu tierra, odio al que es rico, oído al que es pobre (aporofobia diría la filósofa Adela Cortina), odio al diferente, odio a las personas mayores, odio a la religión, odio a los jóvenes, odio a los toros y hasta odio a ser normal.

Si tienes dudas de cuándo y dónde Pandora abrió la caja, yo te las resuelvo rápidamente. Cada vez que hay unas votaciones comprometidas. El Brexit en Gran Bretaña, las elecciones en las que participe Donald Trump, los plebiscitos convocados por sátrapas como Maduro o estos días, por desgracia, en Madrid con la campaña electoral. De repente al convocarse las elecciones, el odio campa por sus respetos. Insultos, amenazas y hasta agresiones convierten la fiesta de la democracia en un funeral de la concordia que precisamente es lo que hace progresar a los países.

Hilario dice que votará a Vox, María Eugenia está orgullosa de apoyar al PNV, Miriam es de Podemos, Lucia cogerá la papeleta del PP como siempre, Begoña a Ciudadanos, Joan de ERC, Irene ha votado alguna vez a Más Madrid y mi admirado Juan siempre al PSOE. Pero todos son mis amigos y aunque votemos diferente, no nos odiamos. Y eso es lo habitual no en mi entorno sino en la mayoría de las familias españolas. En tu casa, en la oficina, en el campo de futbol y hasta en los bares no todo el mundo piensa ni vota como tú. Lo sabemos, lo aceptamos y no les odiamos por eso. Al revés, nos gusta que sea así. Qué aburrido si todos pensásemos lo mismo pero qué peligro convertir la diferencia en una herramienta para el odio.

Cuando Pandora abrió la caja se dio cuenta que dentro quedaba algo sin salir. El mito dice que era el espíritu de la esperanza. El único bien que habían metido los dioses en ese cofre era el que no había salido al exterior aun y que podría salvar al mundo. Por eso, estos días de campaña en el que el odio al otro nos sacude, no podemos perder la esperanza porque el día 5 de mayo llegará y nos quedaran unos años hasta las siguientes. Pero lo más importante, tendremos tiempo -con la ayuda de ese espíritu que todavía queda en la caja que todos tenemos- para reconstruir la concordia.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)


viernes, 15 de diciembre de 2017

Ay Carmena, oh Jerusalén

(este artículo se publicó originalmente el día 4 de diciembre de 2017 en el diario La Información dentro de la columna #serendipias)


Esta semana se hizo viral el video de una señora en muletas que protesta airadamente porque la policía de Madrid le impide andar en sentido contrario al que la nueva consigna municipal obliga para evitar aglomeraciones navideñas. La señora con evidentes dificultades de movilidad, indignada con la alcaldesa Carmena, increpa al guardia urbano por no poder moverse libremente por la calle Preciados y la calle del Carmen de una tienda a otra, calle arriba, calle abajo como lo ha hecho durante las últimas cincuenta navidades.

También esta semana Donald Trump anunció el reconocimiento de Jerusalén por parte de los Estados Unidos de América como capital de Israel y el inmediato traslado de su embajada desde Tel Aviv a la ciudad santa. De ese modo la potencia americana se convierte en el primer y único país del mundo que asume la histórica reivindicación de los sionistas. Jerusalén es sagrada para las tres grandes religiones monoteístas y precisamente por eso a la largo de la historia ha sido foco de conflicto para judíos, cristianos y musulmanes.

Que en el mismo periodo de tiempo hayan surgido ambas noticias sin duda es casual pero ello nos permite encontrar una serendipia sobre la que dedicar unas cuentas reflexiones. La alcaldesa de Madrid y el presidente Trump comparten con estas decisiones sus ganas de llevar la contraria, de romper con lo establecido, quizás sin medir las consecuencias que ello traiga.

En la lengua hebrea la palabra chutzpah se usa como sinónimo de insolencia y audacia. El término cogió fama mundial gracias al bestseller “La nación startup”. En ese libro se explica el llamado efecto chutzpah cómo  la irreverencia con la que los estudiantes se dirigen a sus profesores en la universidad,  la manera en que los empleados desafían a sus jefes o los funcionarios ponen en duda los mandatos del Ministro de turno.  En algún momento de su vida, un israelí, aprende que lo normal es tener confianza en uno mismo y cuestionar las órdenes en base a tus conocimientos. Eso hace crecer también a tu sociedad. Para los autores del libro el secreto de que Israel sea uno de los países más innovadores del mundo con miles de patentes, cientos de startups de éxito y decenas de premios nobeles, está precisamente en esa irreverencia para poner en cuestión lo establecido.

Frente a esa chutzpah, por estas latitudes, estamos más acostumbrados al principio de autoridad, que se resume en  el aforismo “magister dixit”. Detrás de “el maestro lo dijo” subyace la milenaria idea de que el conocimiento solo puede proceder de los llamados maestros y de la enseñanza tradicional. El corpus intelectual, de hecho, debía considerarse inamovible y por tanto contradecir al maestro o al padre era casi como contradecir a Dios. Era la garantía del mantenimiento de un orden que no podía ponerse en cuestión por muchas dudas que cupiesen.

Dominique Lapierre y Larry Collins han vuelto a la actualidad estos días por su libro “Oh Jerusalén” escrito en 1972 en el que narraban el nacimiento del Estado de Israel. Quisieron resumir la dureza de esa historia con la interjección “Oh” que en casi todos los idiomas del mundo indica un gemido, un sentimiento profundo de pena. Unos años después, en 1986, el dramaturgo español Sanchís Sinisterra escribió la obra de teatro “Ay Carmela” que narra las vicisitudes de una pareja de actores en plena guerra civil. La obra conocida para el gran público por la película protagonizada por Carmen Maura y Andrés Pajares tomó para su título otra interjección, en este caso “Ay”.  Así se pretendía mostrar el dolor por esa dramática época de la historia de España. La serendipia hubiese sido perfecta si el apellido de la alcaldesa de Madrid tuviese una letra “ele” en lugar de una “ene”.

Dejo a elección del lector si tras la decisión del Ayuntamiento de Madrid y Donald Trump hay esa audacia que hace que el mundo se mueva o solamente causarán más interjecciones como las que titulan las anteriores obras de la literatura. 

miércoles, 8 de junio de 2016

Mitomanía y TTIP

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico El País el domingo 5 de junio de 2016)

La mitomanía también conocida como mentira patológica o pseudología fantástica es uno de los términos con los que la psiquiatría se refiere al comportamiento de los mentirosos compulsivos o habituales. La mitomanía fue descrita por primera vez en la literatura médica en 1891, desde entonces esas mentiras patológicas se han definido como una invención inconsciente y demostrable de acontecimientos muy poco probables y fácilmente refutables. Ahora, dos siglos después, los investigadores de la ciencia de las enfermedades mentales pueden encontrar en el debate público sobre el Tratado Transatlántico  de Comercio e Inversiones también conocido por sus siglas en inglés como TTIP, abundante material para seguir documentado la mitomanía.
Todo empezó en 2014 con los documentos filtrados por Greenpeace de la XIII ronda negociadora que desataron una oleada de duras críticas contra el nuevo acuerdo comercial entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos., culminadas con la inefable intervención de Julián Assange recientemente en unas jornadas en Madrid. Sin embargo una revisión serena de los documentos, inéeditosa, a la luz del reciente debate en Madrid y la inefable intervención de Julián Assange, hubiera permitido permite constatar la existencia de importantes puntos de fricción entre las partes americana y europeao. Pero sobre todo se ha revelado la persistencia de una potente mitomaníia en una parte de la opinión pública a la hora de juzgar cualquier relación con Estados Unidos. 
Si partimos de que el libre comercio internacional es una poderosa herramienta que se debe manejar con prudencia, con efectos que deben ser estudiados caso a caso, y que sólo se puede traducir en equilibradas oportunidades de desarrollo para los países que participan en él si existen normas internacionales que gestionen adecuadamente las diferencias en formas de vida, regulación laboral, compromiso medioambiental, cultura o acceso a tecnología. Entonces tenemos una primera conclusión: las negociaciones comerciales internacionales son necesarias.
Ahora bien, la ronda Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sigue sin cerrarse quince años después. Mientras tanto, se han suscrito numerosos acuerdos comerciales entre países que conforman regiones económicas, como puede ser Pacífico, América del Norte o América del Sur, dejando al margen los intereses europeos (por cierto en coherencia con el reciente informe del Círculo de Empresarios que documenta el cambio del núucleo central de la economía de Ooccidente hacíaa Asia-Pacifico). La política comercial de la UE no puede permanecer impasible ante una nueva situación que puede dejarla fuera del corazón de los grandes flujos económicos internacionales. Por eso se han firmado importantes tratados de asociación económica con Colombia, Perú, Corea del Sur o Singapur, mientras otro con Canadá se encuentra en proceso de ratificación. En consecuencia, negociar un acuerdo con Estados Unidos en ningún caso supone una rareza o trato ventajoso alguno. 
Es sabido que los procesos de integración económica y liberalización comercial internacional generan ganadores y perdedores en todos los países que participan y que, aún cuando la valoración global puede ser beneficiosa, los gobiernos deben articular medidas que palien los efectos sobre sectores que puedan recibir impactos negativos. Pero no es menos cierto que decidir no avanzar en la integración económica también provoca ganadores y perdedores. Es decir, seguir igual no es una decisión neutra. No hacer nada es lo que puede permitir que se comercialice en Estados Unidos, por ejemplo, como Jerez a un vino de California. 
Claro que se puede vivir sin TTIP. Hasta ahora lo hemos hecho. La cuestión es si con TTIP se pueden mejorar en el futuro las condiciones para que las empresas europeas, especialmente pequeñas y medianas, exporten a Estados Unidos con más facilidad y menos costes generando nuevas oportunidades y empleo. Conviene recordar que las grandes corporaciones ya están presentes a los dos lados del Atlántico a través de mecanismos que están fuera del alcance de las de menor tamaño. 
Afortunadamente todos los acuerdos suscritos son públicos y se puede comprobar con facilidad que siguen un esquema similar, incluida la resolución de controversias a través de laudos arbitrales dictados sin intervención de los sistemas judiciales formales de los países concernidos. Es más, la propia OMC hereda lo establecido en el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) desde su fundación en los años cuarenta del siglo pasado al prever un sistema de resolución de controversias entre partes diferente a los sistemas judiciales nacionales. Cosa lógica porque de la misma manera que los tribunales ordinarios de cada país no resuelven cuestiones sobre la interpretación de los tratados de la Unión Europea, tampoco deben juzgar asuntos comerciales en los que su país sea parte. 
El problema de cómo resuelven los estados las diferencias de interpretación o de aplicación de los acuerdos firmados entre ellos sigue existiendo y se debe abordar en los tratados de esta naturaleza. Ahora bien, lo que dejan claro los papeles de la filtración de Greenpeace es que sobre este asunto no hay acuerdo y que la posición europea mantiene diferencias relevantes con la estadounidense, entre otras cosas, porque postula como requisito que los árbitros que resuelvan el litigio tengan cualificación de juez, con conocimiento de leyes y comercio internacional, que las deliberaciones sean públicas, que exista posibilidad de revisión de los laudos y que los arbitrajes se limiten a cuestiones muy concretas
Otra cuestión que ha quedado clara tiene que ver con la transparencia, que ya es norma también para las relaciones internacionales. El valor de la filtración no es tanto lo que dice, como que ha desvelado algo parcialmente oculto. La existencia de una mayor demanda de información y una innegable desconfianza hacia las instituciones hacen necesario un esfuerzo informativo y pedagógico acerca del objetivo y del contenido de todas las negociaciones internacionales. Lo excepcional debe ser lo confidencial y en ese caso hay que explicar el porqué. El secretismo induce ahora a la sospecha y a una presunción de culpabilidad que puede dar al traste con proyectos por muy convenientes y bienintencionados que puedan ser.  
El clásico esquema de secreto con el que se iniciaron las negociaciones Europa - Estados Unidos para el TTIP fue cuestionado desde muy pronto desde la sociedad civil europea. El error político de la Comisión Barroso al despreciar las demandas de claridad sobre las conversaciones se ha transformado en una pesada losa en la actualidad. De poco ha servido la acertada decisión adoptada hace año y medio por el actual Parlamento Europeo y la Comisión Juncker de hacer pública toda la información relativa a las posiciones europeas en las negociaciones (está disponible en la dirección). El tardío ejercicio de transparencia no ha calado en una opinión pública que sigue denunciando un secretismo que desde hace tiempo ya no es tan cierto. Y no solo porque la negativa por parte de los negociadores estadounidenses a hacer públicas sus posiciones haya impedido hasta ahora que la totalidad de los documentos sean conocidos, sino porque no parece razonable que en una negociación de buena fe una de las partes haga públicas las posiciones de la otra.  
Finalmente se debe hacer mención a la labor del equipo negociador europeo. A nuestro juicio la ciudadanía europea tiene motivos para sentirse orgullosa del trabajo realizado hasta ahora y de las posiciones que trasladan. En lo que se ha podido leer, la posición europea parece correcta tanto en las cuestiones formales como en lo relativo a las denominaciones de origen, cuestiones culturales o agricultura. Nuestros negociadores no solo respetan escrupulosamente los límites del mandato negociador establecido por el Consejo Europeo sino que defienden claramente los intereses de la ciudadanía y de las empresas europeas. Por cierto, que el control político no se limita al documento inicial, sino que el texto final ha de ser estudiado, debatido y ratificado tanto por el Parlamento Europeo como por los Parlamentos nacionales para que sea válido.
En definitiva, aún cuando no se puede aventurar cómo van a acabar unas conversaciones en las que las diferencias existentes aún son importantes, consideramos que sería un grave error colectivo subirse al carro de la negación preventiva, el prejuicio o si prefieren la mitomanía de cualquier acuerdo con un socio tan relevante como Estados Unidos.

Iñaki Ortega es profesor de la Universidad de Deusto
Santiago Martínez es profesor de la Universidad de Oviedo



viernes, 26 de febrero de 2016

Innovación y política: ¿un barco en una botella?

(este artículo se publicó en el periódico Cinco Días el día 26 de febrero de 2016)

La innovación se ha convertido en la palabra mágica para las grandes empresas que sufren para adaptarse a la transformación digital pero también para los territorios que aspiran a seguir generando empleo y riqueza para sus habitantes. 

Desde que el economista Schumpeter formuló su teoría de la destrucción creativa sabemos que los emprendedores son el vehículo que pone la innovación en marcha. Son ellos los que hacen posible que la ciencia se trasforme en soluciones para el gran público. Precisamente son las nuevas empresas las que hoy están cambiando todas las industrias con sus innovaciones ayudadas por el acceso universal al conocimiento y al capital que la economía de internet está haciendo posible.

Los profesores de MIT y Harvard, Acemoglu y Robinson nos recordaron en su bestseller «Por qué las naciones fallan» que el marco institucional es más importante que los recursos de los que un territorio disponga. El premio Nobel de economía Douglas North años antes puso el acento en que los cambios en las instituciones son los que mejor explican el desarrollo económico de los países.

Animados por todo lo anterior cuatro profesores de Deusto e Icade Business School nos lanzamos este otoño a analizar los programas electorales en materia de innovación y emprendimiento de los cuatro grandes partidos españoles: PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos. Con la mente puesta en el último eurobarómetro que situaba a nuestro país en el último lugar con Grecia en desconfianza social hacia los políticos, el objetivo ha sido encontrar fronteras comunes entre las cuatro sensibilidades políticas. Fronteras para el acuerdo que hagan posible que España disponga de una política de innovación y emprendimiento a aplicar sin vaivenes en los próximos años. Este estudio ha cobrado mayor virtualidad, si cabe, por la aritmética electoral y la necesidad imperiosa de acuerdos transversales.

Porque no se puede entender la democracia, principal institución del mix que garantiza el desarrollo, sin los partidos políticos, hemos analizado sus propuestas para las elecciones generales del pasado 20 de diciembre, a la vez que los sucesivos documentos para el acuerdo de estas últimas semanas. Ayer mismo pudimos conocer el texto del acuerdo PSOE-Ciudadanos que dedica, buena señal, su primer capítulo a la innovación y los autónomos.

La primera sorpresa ha sido comprobar que esos textos dedican espacio e importancia al asunto en sus programas; la calidad e incluso profundidad de las propuestas son dignas de resaltar.‎ La segunda conclusión es el apoyo sin ambages de todas las fuerzas políticas al papel de lo público en el impulso a la innovación mediante, por ejemplo, herramientas de financiación público-privadas y normas que eliminen los obstáculos creados por las propias administraciones. En tercer lugar, los grandes partidos apuestan por las nuevas empresas y las personas emprendedoras como elementos claves en nuestra economía y para ello no escatiman propuestas que les empoderen en aspectos relacionados con la financiación del emprendimiento, la fiscalidad de nuevas empresas y de sus inversores, la potenciación del I+D+i, la retención y atracción de talento o el apoyo al sistema de ciencia.

Otra dimensión a tener en cuenta, es menos positiva pero ha sido coincidente‎ en todos ellos. La falta de concreción de las propuestas, muy cercanas a la ambigüedad, la mención a eslóganes y lugares comunes como disponer de un Silicon Valley en nuestro país; por último la profusa adopción de argot que convierte el esfuerzo en ininteligible para el público no experto: startups, crowdfunding, clusters, hubs, stock options, business angels,... son solo una muestra de los innumerables anglicismos detectados. 

En cualquier caso nuestro análisis nos ha llevado a echar por tierra alguno de los estereotipos sobre los partidos de derechas e izquierdas en relación con la actividad empresarial. Ni los más liberales en España están en contra de la intervención de lo público en la actividad económica, ni tampoco los cercanos a las posiciones más izquierdistas niegan el papel de las empresas como vehículo del progreso. O al menos eso se trasluce de sus programas electorales, en un contexto en el que los programas se han trasformado en una suerte de contrato social.

Por último no podemos dejar de mencionar que nuestra sensación tras el análisis fue como estar observando esas maquetas a escala de barcos históricos introducidas en botellas de cristal traslúcido. El resultado de los cuatro programas en materia de innovación es de calidad, incluso alguno muy sobresaliente. No sabemos si han dedicado el mismo tiempo que se precisa para meter las maquetas de barcos a través de esos estrechos cuellos de botella,  de 1 a 3 años dicen, unas 1500 a 5000 horas. Pero si podemos afirmar que de poco sirve ese esfuerzo en la redacción de propuestas porque lo importante empieza ahora.

‎Olvídense los lectores de ‎intentar saber si los programas se han copiado de un manual de macroeconomía, de una conocida fundación o incluso entre ellos mismos; si son coherentes o incluso incompatibles con el resto de las propuestas de su partido. El reto es conocer si, como con esas maquetas de barcos en una botella, sirven para algo más que para admirar. Si servirían para algo al salir de la botella, del corsé del programa electoral, y en la realidad de un río o un lago serían capaces de navegar.

En el caso que nos ocupa, más pronto que tarde sabremos si esas políticas son factibles de aplicarse para conseguir que nuestro país abandone, por ejemplo, el puesto 27 del mundo en capacidad de innovar. Sabremos si son las políticas adecuadas para acelerar la capacidad de emprender e innovar de los españoles en motor de desarrollo y bienestar. Lo necesitamos.


Iñaki Ortega y Francisco González Bree son profesores de Deusto Business School; Juan Antonio Gil y Alberto Colino son profesores de Icade Business School.

sábado, 23 de enero de 2016

La Generación z

(este artículo se publicó originalmente en el diario El Correo, el día 23 de enero de 2016)

Para los que todavía se frotan los ojos de incredulidad por los nuevos inquilinos del Congreso de los Diputados les animo a que puedan leer los siguientes párrafos para que no se lleven más sobresaltos en el futuro próximo. El 20 de diciembre fueron más de un millón de jóvenes menores de 22 años que votaron por primera vez y que se decantaron masivamente por los nuevos partidos políticos, las imágenes de la constitución de las Cortes Generales no deberían, por tanto, sorprendernos en exceso si profundizamos en el cambio generacional, inédito, que estamos viviendo.

Los primeros miembros de la denominada Generación Z, la de los nacidos entre 1994 y 2009, comienzan ahora a salir de sus centros de estudio, a incorporarse al mundo laboral y a reclamar su sitio en el mundo, por ejemplo votando. Se trata de la primera generación que ha incorporado Internet en las fases más tempranas de su aprendizaje y socialización, y también aquella a la que la crisis –económica y política- ha marcado más directamente su personalidad, porque la han padecido sus familias crudamente.

Estos días, también, han llegado a las instalaciones para emprendedores de Deusto Business School los jóvenes del programa de aceleración de talento “YUZZ” del Banco Santander. Con poco más de 20 años, la mayoría son futuros STEMs, acrónimo anglosajón por el cual se conoce a los egresados en grados universitarios científico-técnicos. A diferencia de sus hermanos mayores son precoces en usar la creación de empresas como herramienta de cambio social en materias como el medio ambiente, la desigualdad o la participación ciudadana, por ello se enrolan en iniciativas como esta que les permitan lanzar sus “startups”.

Existen grandes expectativas en torno a los jóvenes Z, al ser la primera generación que ha asumido que el mundo se ha hecho pequeño, que la diversidad es consustancial a cualquier sociedad moderna, y que el desarrollo democrático, unido al tecnológico, es imparable y genera nuevos derechos humanos. Entre sus rasgos más sobresalientes, se encuentra el omnipresente uso de las herramientas digitales en toda relación social, laboral o cultural; su creatividad y adaptabilidad a los entornos laborales emergentes; la desconfianza hacia el sistema educativo tradicional, que da paso a nuevos modos de aprendizaje más centrados en lo vocacional y en las experiencias, y el respeto hacia otras opiniones y estilos de vida.

Como gran diferencia respecto a las generaciones anteriores, está el modo en que las nuevas tecnologías han condicionado su forma de aprender: gracias a Internet se han acostumbrado desde pequeños a no depender tanto de padres y docentes para adquirir el conocimiento; a utilizar de manera inmediata fuentes tan dispares en su naturaleza como indiferenciadas en la forma de acceder a ellas; a recibir cantidades ingentes de datos y a discriminarlos con arreglo a su propio criterio. Lo que se traduce en que la capacidad para organizar y transmitir la información de estos jóvenes es extremadamente flexible. Algo que les hace estar muy preparados para ser no solo ciudadanos en la era digital, sino también para ocupar las nuevas profesiones e integrarse en entornos de trabajo multiculturales y globales.

La otra cara de la moneda es que, desaparecido el principio de autoridad e instalados en la creencia de que toda voz merece ser escuchada y tenida en cuenta, es posible que estemos ante una generación peor informada que la anterior, pese a su gran facilidad de acceso a fuentes del saber de todo tipo. El conocimiento humano crece sin parar y cada vez es más evidente que los contenidos escolares ya no pueden limitarse a los de la cultura local, con la consiguiente presión al alza sobre el currículo educativo. Además, los alumnos Z parecen tener menor capacidad para la educación teórica y demandan una enseñanza más práctica y flexible, menos formal, orientada a experiencias y habilidades que les ayuden a afrontar un futuro laboral caracterizado por la incertidumbre y el cambio, con profesiones novedosas y vinculadas a proyectos colectivos de trabajo en red con la creatividad como componente principal. Por otra parte, la temprana familiaridad con la tecnología les coloca en una situación de ventaja para sacar el máximo partido a los dispositivos actuales y futuros; pero también se alerta acerca de importantes riesgos aparejados, como el autismo digital o el sedentarismo.

La particular organización del conocimiento en su mente  les llevará a alumbrar también un nuevo modelo de innovación. Ya no bastará con “pensar fuera de la caja” como nos decía el aforismo usado por los consultores del ramo, porque la caja -el acervo del conocimiento humano- se ha desbordado, está llena de informaciones confusas o erróneas, y el desorden es cada vez más acusado. Frente a eso, los miembros de la generación z se preparan para construir su propia caja, desde su propia experiencia educativa y personal; las ideas innovadoras surgirán del singular modo en que combinan información procedente de fuentes de lo más diverso.

En cuanto al futuro laboral, nadie duda que habrá que estar aprendiendo toda la vida y que la movilidad va a ser constante. Esta asunción les anima a afrontar la vida de una forma muy constructivista: cada paso supone generar competencias para los demás y para uno mismo, y su objetivo vital es el propio camino en sí, que pasa por desarrollar el espectro de habilidades necesario para participar en los proyectos que a uno le interesan o le hacen feliz. Su entrada de en el mercado de trabajo acelerará el esfuerzo que están haciendo las empresas para instarse en la cultura digital y para atraer a los mejores las organizaciones tendrán que preocuparse no solo por las condiciones que ofrezcan a los trabajadores sino también por su reputación corporativa.

Por ello en lugar de escandalizarnos por su forma diferente de comportarse hemos de hacer todo lo posible para que este relevo generacional  sea una oportunidad para toda la sociedad. Algo que solamente se alcanzará si trasformamos el entorno educativo, social y cultural de modo y manera que  les facilite la puesta en práctica de sus extraordinarias capacidades, para que lideren el siglo XXI y con el desarrollo tecnológico, reinventen la economía y el empleo para hacer un mundo más humano, y así aspirar a ser el mayor espacio de paz y prosperidad que haya visto la historia.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de Deusto Business School.


lunes, 4 de enero de 2016

Aftale

(este artículo se publicó en el Correo de Andalucía el día 4 de enero de 2016)

Existe un país en el mundo en el que la transparencia en la acción de gobierno es innegociable, a la vez que tienen la monarquía más antigua de Europa junto a la española.  Sus ciudadanos gozan de una de las mayores cotas de bienestar, como nos recuerda el índice de desarrollo humano de la ONU y aunque pagan muchos impuestos para que, por ejemplo sus universidades sean gratuitas, también se dan las mayores facilidades de la OCDE para crear una empresa, conforme al informe Doing Business del Banco Mundial . Su salario mínimo interprofesional es el más alto del mundo pero a la vez su mercado laboral es el más flexible de Europa. Tres de cada cuatro trabajadores pertenecen a a un sindicato y su tasa de desempleo es tan baja que roza el llamado paro técnico. Su agricultura tecnificada es líder global; aplican la llamada economía circular con normalidad, reutilizando sus recursos y usando energías renovables. Al mismo tiempo su economía es muy dependiente del exterior con mucha importancia de las exportaciones.

En ese país, el matrimonio homosexual fue legalizado antes que en ningún otro y los jóvenes se emancipan diez años antes que los españoles.  La corrupción política es la menor del planeta y sus habitantes aparecen en los rankings de Forbes como los más felices y satisfechos con su país. Su capital ha sido elegida este año  por la revista Monocle ‎como la mejor del planeta para vivir en ella.

Más de la mitad  van a trabajar en bicicleta pero también  son miembros activos de la OTAN participando, con apoyo ciudadano, en misiones militares en Iraq y Afganistan.  Ocho de cada diez habitantes confirman su pertenencia a la iglesia local y una aplastante mayoría están bautizados y confirmados.

Los juquetes más preciados para los Reyes Magos estos días vienen de ese país y no del sudeste asiático. Allí nació LEGO y sigue liderando la industria juguetera compitiendo no por precio sino aplicando la llamada innovación abierta, son los propios niños los que diseñan las nuevas colecciones. 

El secreto para conciliar todos esos contrastes y hacerlo de modo exitoso se llama en su lengua «aftale». Acordar, que es su traducción al castellano,  es lo habitual en sus gobiernos desde 1909, fecha de la última mayoría absoluta. ‎Pactos de partidos de centro izquierda y centro derecha son habituales porque lo importante es sostener un sistema que funciona y genera igualdad de oportunidades, progreso y a la vez es competitivo.

Ese país es Dinamarca pero podríamos ser nosotros también, por todo lo que tenemos en común con ellos: historia, estado social y de derecho, monarquía constitucional, cultura y calidad de vida. Hay otras cuestiones que nos separan, y mucho de los daneses, que han protagonizado la vida española -por desgracia- en los últimos años: corrupción, exclusión social o falta de vertebracion. Aftale -​acuerdo-​, es la fórmula mágica que aplican y en la cual, los españoles, tras el resultado de la generales, vamos a tener que doctorarnos, ​si queremos parecernos a nuestros vecinos los daneses

El acuerdo y el consenso es así, hoy, una necesidad de este tiempo que reivindica la figura de estadistas frente a la de los oportunistas, de quienes tienden puentes para construir un proyecto en común frente a quienes los dinamitan en su propia miopía del momento que hoy vive España.

Y es que, nuestro país asiste hoy a un tiempo de retos y desafíos en los ámbitos políticos, territoriales, políticos y sociales. Aspectos fundamentales para la construcción de la España del siglo XXI que marcan la apertura de un nuevo tiempo de consenso entre todos. Un tiempo alejado del cultivo del odio frentista que sirva para lo más importante: construir un espacio de progreso y bienestar en común.

Algo que ya hicimos con éxito en una transición democrática considerada como patrimonio de la humanidad por la ejemplaridad de su ejecución. Tiempo aquel protagonizado por personalidades como Adolfo Suarez, Felipe González, Santiago Carrillo, “La Pasionaria”, Tierno Galván, Solé Tura, Enrique Curiel, Manuel Fraga, Marcelino Camacho, Herrero de Miñon, Pasqual Maragall o Arzallus, todos ellos estadistas, con sus luces y sus sombras, pero que  fueron capaces desde sus diferencias construir espacios en común para todos.

Hoy cuando la renuncia al patriotismo y el sentimiento cainita vuelven a aparecer es imprescindible reivindicar, nuestros éxitos y nuestra capacidad de superación en la historia. De ese modo serviremos a la construcción de un tiempo nuevo en donde igualar lo mejor de países como Dinamarca e incluso superarlos no será una quimera sino una realidad alcanzable. 

Iñaki Ortega, es profesor de la Universidad de Deusto
Josu Gómez es presidente de la Fundación Glocal


lunes, 7 de septiembre de 2015

El político emprendedor

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico ABC  el día 6 de septiembre de 2015)

Son muchos los tópicos que han triunfado criticando nuestro sistema económico.  Uno de los errores más comunes a la hora de referirse al capitalismo es identificar esa forma de organizar‎ la economía con un sistema dominado por grandes empresas y poderes fácticos. En cambio, si analizamos los territorios más dinámicos del mundo con eficientes economías de mercado, como Dinamarca o Canadá, veremos que  disfrutan de lo que se ha venido a llamar  capitalismo emprendedor.

Alfred Marshall. allá por el 1890. situó a los emprendedores como el cuarto factor de producción por encima del capital, la tierra y el trabajo. Para este economista la actividad del empresario era clave como proveedor de bienes para la sociedad pero también como fuente de innovación y progreso. El austroamericano Schumpeter. dos décadas después. consideró a los emprendedores vehículos de innovación puesto que generan nuevos productos, nuevos métodos de producción, nuevos mercados y nuevas formas de organización. Gracias a estos dos autores hoy sabemos que no existe capitalismo sin los emprendedores ya que son el vehículo en que las ideas se implementan y por ello, los agentes más importantes en la creación de nuevos empleos,  lo que les ha convertido en el motor del desarrollo económico-social y del progreso en la nueva economía.

De hecho, en la literatura de la política económica, se considera la primera ley de apoyo a los emprendedores, la Sherman Antitrust Act de 1890 en los Estados Unidos de América, precisamente, porque pretendía luchar contra la existencia de unas pocas grandes corporaciones que impedían con su capacidad de decisión que surgiesen y creciesen nuevas y pequeñas empresas. 

En nuestro país, el encomiable trabajo, desde su creación en 2013, de la  Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) con el profesor Marín Quemada al frente, nos recuerda con su expedientes sancionadores contra los acuerdos colusorios de las grandes empresas, caiga quien caiga, que nuestra economía aun necesitaba reformas y  actuaciones públicas que defiendan a los propios empresarios.

‎La doctrina económica explica que la situación ideal para una economía es la de competencia perfecta, puesto que maximiza el bienestar de todos los agentes implicados. Sin embargo, y está podría ser la segunda más repetida mistificación respecto al capitalismo, son los impersonales y descarnados mercados los que deciden todo en nuestra economía. Nada más lejos de la realidad, lo más democrático es el funcionamiento de la economía de mercado, donde mediante el acuerdo entre  muchísimos oferentes y demandantes, se decide la asignación de los recursos. Y esa grandeza se alcanza siempre que se respeten las cuatro condiciones de la competencia perfecta, a saber, la no existencia de barreras de entrada ni de salida, la permanencia de un número elevado de productores que ofertan y consumidores que demandan y por último que todos esos dispongan de la misma información.  

Pero no solamente lo económico está abonado para los clichés. El sistema político de España, modelo estudiado en medio mundo con la Transición como paradigma, está padeciendo en los últimos tiempos los efectos de la demagogia. Nuestra democracia ha pasado a ser, al parecer, un cúmulo de imperfecciones. No obstante,  las condiciones para alcanzar el bienestar en una economía, que acabamos de ver, nos pueden servir de guía para chequear el estado de la política patria. 



Libertad de entrada y salida. La fácil irrupción de nuevos partidos políticos en nuestro país ‎con Podemos y Ciudadanos como máximos exponentes demuestra la buena salud de un sistema que no impide nuevos actores sino, al contrario, lo favorece. A su vez la salida de aquellos que no responden a las expectativas de los electores, como el previsible caso de UPyD, también da cuenta de un sistema que fomenta la excelencia porque nadie está libre de quedarse fuera si baja la guardia.

Muchos oferentes y demandantes. El estudio de los resultados de las últimas elecciones de ámbito estatal, las europeas de 2014, donde obtuvieron representación diez partidos políticos, destierra el runrún de un supuestos bipartidismo. A su vez solo en 2014 y 2015 la convocatoria de cuatro citas electorales: europeas, andaluzas, catalanas y generales, ‎constata un sistema que no se limita a encuestar a la población cada cuatro años. 

Igualdad de información. Acceso a los medios de comunicación y en segundo lugar capacitación para interpretar las demandas de los votantes  y actuar en consecuencia, podrían ser variables que nos ayuden con este último índice de la salud de nuestra democracia. Sin necesidad de grandes análisis puede afirmarse que  cualquier residente en nuestro país ha disfrutado de pluralidad en las apariciones de los agentes políticos en los mass media en los últimos tiempos, lo cual precisamente está ayudando a los buenos resultados que se esperan de los partidos emergentes.

Por último hay que destacar que somos un país donde el sector público tiene un peso muy importante. Nuestra Constitución, definiendo España como estado social y de derecho, marcó el camino de unas políticas públicas que fomenten la igualdad de oportunidades y luchen contra la exclusión. Hoy el gasto público supone en el entorno de la mitad de toda la riqueza generada en España en un año y pone de manifiesto que gestionar esa ingente cantidad de recursos exige, además de voluntarismo, capacitación. Implementar el destino de  500.000 millones de euros hace preciso cuadros con conocimiento de las herramientas para su gestión. Dominio de las políticas públicas, manejo de los ratios de evaluación, aprendizaje de las mejores prácticas mundiales, seguimiento de las últimas tendencias,…La experiencia en el mundo privado sin duda es un ventaja para ello y también la capacidad de estudio de los profesionales que proceden de la universidad, pero no es suficiente para enfrentarse a  esa ingente cantidad de recursos y sobre todo a las altas expectativas de la ciudadanía. El sector público tiene sus propias reglas y lo que puede hacerse sin problemas en una empresa es inviable así como lo que aguanta un informe académico, en la administración no supera el primer control.

Esto no quiere decir que los asuntos públicos hayan de dejarse en manos de altos funcionarios públicos sino que tenemos que ser capaces de hibridar lo mejor de esos mundos: el activismo político, la innovación empresarial y el rigor de la función pública. Hace unos años el economista americano Holcombe introdujo el concepto económico de emprendimiento en la política y definió  el político emprendedor como aquel que está siempre alerta para captar oportunidades que le permitan conseguir la eficiencia en las actuaciones públicas y la consecución de la redistribución de la riqueza.

La propia Real Academia de la Lengua al definir la palabra competencia con dos acepciones claramente diferenciadas nos ha dado la pauta a seguir en los próximos tiempos. Tenemos que competir, rivalizar por ganar, por ser mejores y por poder poner en marcha nuestras ideas pero tenemos que hacerlo con las competencias, aptitudes y pericias adecuadas.




Iñaki Ortega es profesor de Deusto Business School y Marta Muñiz es profesora de ICADE Business School. Estas dos universidades imparten conjuntamente el PLPE, programa de liderazgo público en emprendimiento e innovación, en el que se han  matriculado políticos de los cuatro grandes partidos españoles.