(este artículo fue publicado originalmente en el número de Septiembre de 2015 de la revista ETHIC)
Hace unos meses visitó España el
almirante con cuatro estrellas de la Marina de Estados Unidos James G. Stavridis. El militar, ya retirado,
dirigió hasta 2013 las operaciones mundiales de la OTAN como comandante supremo
aliado y fue invitado por el visionario español Eugenio Galdón, para entregar
los premios de emprendimiento de la Fundación Everis. A alguien le parecerá
antagónico empezar esta reflexión sobre los millennials,
con dos nombres propios, James y Eugenio, no solo porque son casi septuagenarios
sino porque esa generación que apenas supera los 30 años comparte unos valores
que aparentemente son contrarios al uso de la fuerza militar, pero si el lector
tiene paciencia y aguanta hasta el final del artículo podrá quedarse tranquilo
con los articulistas que elige la revista Ethic.
En Madrid, el almirante que
dirigió operaciones de combate en el Golfo Pérsico durante la guerra de Iraq,
habló al público convocado -entre los que estábamos profesores, directivos de
empresas y emprendedores- sobre
ciberseguridad, el auge del extremismo, regímenes autoritarios y posibles
pandemias. Pero más allá de estos asuntos, todos recordaremos cómo terminó su
intervención con una fotografía del Pentágono, la inexpugnable sede del
departamento de defensa americano en Arlington, Virginia. En ella podía verse
el potente edificio, la mayor sede de oficinas del mundo en el que trabajan más
de 25.000 militares, unas horas después
del ataque del 11 de septiembre de 2001, destruido totalmente por el impacto de
un avión de American Airlines secuestrado por los terroristas de al-Qaeda.
El laureado militar, señalando su despacho hecho cenizas, afirmó “los muros,
como queda de manifiesto al ver este bunker derruido, no crean seguridad, solo
los puentes, únicamente el soft power
salvará al mundo”.
Durante mucho tiempo pensamos que
solo las grandes actuaciones provocaban cambios. Una ley, una gran inversión, un
cambio de gobierno o una alianza supranacional. Pero la nueva generación del
milenio nos está demostrando que hoy los cambios ya no vienen de arriba abajo
sino, como dicen los anglosajones, son bottom-up.
El respetado economista venezolano Moisés Naim en su libro “El fin del poder”
ha bautizado este cambio de escala de lo grande a lo pequeño como el auge de
los micro poderes. Snowden o Assange poniendo en jaque a la CIA, unos inmigrantes
ucranianos con Whatsapp reventando el
modelo de negocio de las “telcos”, o la economía colaborativa liderando el
turismo mundial con las plataformas globales de intercambio de habitaciones son
demostraciones palmarias de que hoy es posible cambiar desde abajo cualquier
estructura.
Los millennials son los actores protagonistas
de este nuevo paradigma donde todo es posible. Pero eso no quiere decir que sea
un camino de rosas. La crisis que llegó en 2007 para no abandonarnos ha
destruido las ilusiones de miles de jóvenes con sus tres jinetes del
apocalipsis: el paro, la precariedad y el fracaso escolar. Sin embargo, esa
situación, con el concurso de la disrupción digital, ha movido a los nacidos
entre los años 80 y los 90 a buscar soluciones a la ingente cantidad de
problemas. Los investigadores del MIT lo llamaron hace ya unos años «el gran
desacople», la velocidad del cambio tecnológico deja atrás a demasiadas
personas y está provocando que las soluciones no surjan a la misma velocidad
que los problemas.
Los millennials están siendo
pioneros en la irrupción de una nueva escala de valores que les lleva a no
aceptar trabajar o consumir en contra de su ética. Quieren cambiar el mundo con
sus startups o usando el
emprendimiento social, dando soluciones nuevas a los viejos problemas de
nuestra sociedad. Creen en la cooperación frente a la descarnada competencia.
Su activismo les ha llevado a actualizar antiguos conceptos como la economía
circular, el comercio justo o la lucha contra las corporaciones multinacionales
para, con la ayuda de la tecnología y el emprendimiento, convertirlos en
banderas a levantar. Hoy la defensa del medio ambiente a través del reciclaje
está presente en el mundo del moda gracias a Mingo y Blanca con Madrid Fashion Show.
En Sevilla, Pedro ha reinventado el
comercio justo con su red de descuentos para desempleados “tarifas blancas”Un
ingeniero, Manu, pasando por Ciudad
Real, está pudiendo poner en marcha la primera impresora 3D portátil con el
apoyo del programa de emprendimiento corporativo de Telefónica Open Futures.
Son los puentes que los jóvenes
del milenio están construyendo para unir no solo generaciones diferentes sino
hacer un planeta mejor. Un mundo millennial es un mundo donde se colabora
aunque se compita, donde se acuerda aunque se discrepe, donde se crea y no
destruye, donde se puede ser ecologista y emprendedor a la vez, donde el
activismo toma forma de empresa, donde el poder no es absoluto y está
compartido. Son esos puentes que el viejo militar norteamericano nos contó en
la Casa de América en Madrid.
Iñaki Ortega es doctor en
economía, profesor de la Universidad de Deusto y autor del libro “Millennials,
inventa tu empleo” (ediciones UNIR)