martes, 22 de septiembre de 2015

Los puentes de los millennials

(este artículo fue publicado originalmente en el número de Septiembre de 2015 de la revista ETHIC)

Hace unos meses visitó España el almirante con cuatro estrellas de la Marina de Estados Unidos  James G. Stavridis. El militar, ya retirado, dirigió hasta 2013 las operaciones mundiales de la OTAN como comandante supremo aliado y fue invitado por el visionario español Eugenio Galdón, para entregar los premios de emprendimiento de la Fundación Everis. A alguien le parecerá antagónico empezar esta reflexión sobre los millennials, con dos nombres propios, James y Eugenio, no solo porque son casi septuagenarios sino porque esa generación que apenas supera los 30 años comparte unos valores que aparentemente son contrarios al uso de la fuerza militar, pero si el lector tiene paciencia y aguanta hasta el final del artículo podrá quedarse tranquilo con los articulistas que elige la revista Ethic.

En Madrid, el almirante que dirigió operaciones de combate en el Golfo Pérsico durante la guerra de Iraq, habló al público convocado -entre los que estábamos profesores, directivos de empresas y  emprendedores- sobre ciberseguridad, el auge del extremismo, regímenes autoritarios y posibles pandemias. Pero más allá de estos asuntos, todos recordaremos cómo terminó su intervención con una fotografía del Pentágono, la inexpugnable sede del departamento de defensa americano en Arlington, Virginia. En ella podía verse el potente edificio, la mayor sede de oficinas del mundo en el que trabajan más de 25.000 militares,  unas horas después del ataque del 11 de septiembre de 2001, destruido totalmente por el impacto de un avión de American Airlines secuestrado por los terroristas de al-Qaeda. El laureado militar, señalando su despacho hecho cenizas, afirmó “los muros, como queda de manifiesto al ver este bunker derruido, no crean seguridad, solo los puentes, únicamente el soft power salvará al mundo”.

Durante mucho tiempo pensamos que solo las grandes actuaciones provocaban cambios. Una ley, una gran inversión, un cambio de gobierno o una alianza supranacional. Pero la nueva generación del milenio nos está demostrando que hoy los cambios ya no vienen de arriba abajo sino, como dicen los anglosajones, son bottom-up. El respetado economista venezolano Moisés Naim en su libro “El fin del poder” ha bautizado este cambio de escala de lo grande a lo pequeño como el auge de los micro poderes. Snowden o Assange poniendo en jaque a la CIA, unos inmigrantes  ucranianos con Whatsapp reventando el modelo de negocio de las “telcos”, o la economía colaborativa liderando el turismo mundial con las plataformas globales de intercambio de habitaciones son demostraciones palmarias de que hoy es posible cambiar desde abajo cualquier estructura.

Los millennials son los actores protagonistas de este nuevo paradigma donde todo es posible. Pero eso no quiere decir que sea un camino de rosas. La crisis que llegó en 2007 para no abandonarnos ha destruido las ilusiones de miles de jóvenes con sus tres jinetes del apocalipsis: el paro, la precariedad y el fracaso escolar. Sin embargo, esa situación, con el concurso de la disrupción digital, ha movido a los nacidos entre los años 80 y los 90 a buscar soluciones a la ingente cantidad de problemas. Los investigadores del MIT lo llamaron hace ya unos años «el gran desacople», la velocidad del cambio tecnológico deja atrás a demasiadas personas y está provocando que las soluciones no surjan a la misma velocidad que los problemas.

Los millennials están siendo pioneros en la irrupción de una nueva escala de valores que les lleva a no aceptar trabajar o consumir en contra de su ética. Quieren cambiar el mundo con sus startups o usando el emprendimiento social, dando soluciones nuevas a los viejos problemas de nuestra sociedad. Creen en la cooperación frente a la descarnada competencia. Su activismo les ha llevado a actualizar antiguos conceptos como la economía circular, el comercio justo o la lucha contra las corporaciones multinacionales para, con la ayuda de la tecnología y el emprendimiento, convertirlos en banderas a levantar. Hoy la defensa del medio ambiente a través del reciclaje está presente en el mundo del moda gracias a Mingo y Blanca con Madrid Fashion Show.  En Sevilla, Pedro ha reinventado el comercio justo con su red de descuentos para desempleados “tarifas blancas”Un ingeniero,  Manu, pasando por Ciudad Real, está pudiendo poner en marcha la primera impresora 3D portátil con el apoyo del programa de emprendimiento corporativo de Telefónica Open Futures.

Son los puentes que los jóvenes del milenio están construyendo para unir no solo generaciones diferentes sino hacer un planeta mejor. Un mundo millennial es un mundo donde se colabora aunque se compita, donde se acuerda aunque se discrepe, donde se crea y no destruye, donde se puede ser ecologista y emprendedor a la vez, donde el activismo toma forma de empresa, donde el poder no es absoluto y está compartido. Son esos puentes que el viejo militar norteamericano nos contó en la Casa de América en Madrid.


Iñaki Ortega es doctor en economía, profesor de la Universidad de Deusto y autor del libro “Millennials, inventa tu empleo” (ediciones UNIR)

lunes, 7 de septiembre de 2015

El político emprendedor

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico ABC  el día 6 de septiembre de 2015)

Son muchos los tópicos que han triunfado criticando nuestro sistema económico.  Uno de los errores más comunes a la hora de referirse al capitalismo es identificar esa forma de organizar‎ la economía con un sistema dominado por grandes empresas y poderes fácticos. En cambio, si analizamos los territorios más dinámicos del mundo con eficientes economías de mercado, como Dinamarca o Canadá, veremos que  disfrutan de lo que se ha venido a llamar  capitalismo emprendedor.

Alfred Marshall. allá por el 1890. situó a los emprendedores como el cuarto factor de producción por encima del capital, la tierra y el trabajo. Para este economista la actividad del empresario era clave como proveedor de bienes para la sociedad pero también como fuente de innovación y progreso. El austroamericano Schumpeter. dos décadas después. consideró a los emprendedores vehículos de innovación puesto que generan nuevos productos, nuevos métodos de producción, nuevos mercados y nuevas formas de organización. Gracias a estos dos autores hoy sabemos que no existe capitalismo sin los emprendedores ya que son el vehículo en que las ideas se implementan y por ello, los agentes más importantes en la creación de nuevos empleos,  lo que les ha convertido en el motor del desarrollo económico-social y del progreso en la nueva economía.

De hecho, en la literatura de la política económica, se considera la primera ley de apoyo a los emprendedores, la Sherman Antitrust Act de 1890 en los Estados Unidos de América, precisamente, porque pretendía luchar contra la existencia de unas pocas grandes corporaciones que impedían con su capacidad de decisión que surgiesen y creciesen nuevas y pequeñas empresas. 

En nuestro país, el encomiable trabajo, desde su creación en 2013, de la  Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) con el profesor Marín Quemada al frente, nos recuerda con su expedientes sancionadores contra los acuerdos colusorios de las grandes empresas, caiga quien caiga, que nuestra economía aun necesitaba reformas y  actuaciones públicas que defiendan a los propios empresarios.

‎La doctrina económica explica que la situación ideal para una economía es la de competencia perfecta, puesto que maximiza el bienestar de todos los agentes implicados. Sin embargo, y está podría ser la segunda más repetida mistificación respecto al capitalismo, son los impersonales y descarnados mercados los que deciden todo en nuestra economía. Nada más lejos de la realidad, lo más democrático es el funcionamiento de la economía de mercado, donde mediante el acuerdo entre  muchísimos oferentes y demandantes, se decide la asignación de los recursos. Y esa grandeza se alcanza siempre que se respeten las cuatro condiciones de la competencia perfecta, a saber, la no existencia de barreras de entrada ni de salida, la permanencia de un número elevado de productores que ofertan y consumidores que demandan y por último que todos esos dispongan de la misma información.  

Pero no solamente lo económico está abonado para los clichés. El sistema político de España, modelo estudiado en medio mundo con la Transición como paradigma, está padeciendo en los últimos tiempos los efectos de la demagogia. Nuestra democracia ha pasado a ser, al parecer, un cúmulo de imperfecciones. No obstante,  las condiciones para alcanzar el bienestar en una economía, que acabamos de ver, nos pueden servir de guía para chequear el estado de la política patria. 



Libertad de entrada y salida. La fácil irrupción de nuevos partidos políticos en nuestro país ‎con Podemos y Ciudadanos como máximos exponentes demuestra la buena salud de un sistema que no impide nuevos actores sino, al contrario, lo favorece. A su vez la salida de aquellos que no responden a las expectativas de los electores, como el previsible caso de UPyD, también da cuenta de un sistema que fomenta la excelencia porque nadie está libre de quedarse fuera si baja la guardia.

Muchos oferentes y demandantes. El estudio de los resultados de las últimas elecciones de ámbito estatal, las europeas de 2014, donde obtuvieron representación diez partidos políticos, destierra el runrún de un supuestos bipartidismo. A su vez solo en 2014 y 2015 la convocatoria de cuatro citas electorales: europeas, andaluzas, catalanas y generales, ‎constata un sistema que no se limita a encuestar a la población cada cuatro años. 

Igualdad de información. Acceso a los medios de comunicación y en segundo lugar capacitación para interpretar las demandas de los votantes  y actuar en consecuencia, podrían ser variables que nos ayuden con este último índice de la salud de nuestra democracia. Sin necesidad de grandes análisis puede afirmarse que  cualquier residente en nuestro país ha disfrutado de pluralidad en las apariciones de los agentes políticos en los mass media en los últimos tiempos, lo cual precisamente está ayudando a los buenos resultados que se esperan de los partidos emergentes.

Por último hay que destacar que somos un país donde el sector público tiene un peso muy importante. Nuestra Constitución, definiendo España como estado social y de derecho, marcó el camino de unas políticas públicas que fomenten la igualdad de oportunidades y luchen contra la exclusión. Hoy el gasto público supone en el entorno de la mitad de toda la riqueza generada en España en un año y pone de manifiesto que gestionar esa ingente cantidad de recursos exige, además de voluntarismo, capacitación. Implementar el destino de  500.000 millones de euros hace preciso cuadros con conocimiento de las herramientas para su gestión. Dominio de las políticas públicas, manejo de los ratios de evaluación, aprendizaje de las mejores prácticas mundiales, seguimiento de las últimas tendencias,…La experiencia en el mundo privado sin duda es un ventaja para ello y también la capacidad de estudio de los profesionales que proceden de la universidad, pero no es suficiente para enfrentarse a  esa ingente cantidad de recursos y sobre todo a las altas expectativas de la ciudadanía. El sector público tiene sus propias reglas y lo que puede hacerse sin problemas en una empresa es inviable así como lo que aguanta un informe académico, en la administración no supera el primer control.

Esto no quiere decir que los asuntos públicos hayan de dejarse en manos de altos funcionarios públicos sino que tenemos que ser capaces de hibridar lo mejor de esos mundos: el activismo político, la innovación empresarial y el rigor de la función pública. Hace unos años el economista americano Holcombe introdujo el concepto económico de emprendimiento en la política y definió  el político emprendedor como aquel que está siempre alerta para captar oportunidades que le permitan conseguir la eficiencia en las actuaciones públicas y la consecución de la redistribución de la riqueza.

La propia Real Academia de la Lengua al definir la palabra competencia con dos acepciones claramente diferenciadas nos ha dado la pauta a seguir en los próximos tiempos. Tenemos que competir, rivalizar por ganar, por ser mejores y por poder poner en marcha nuestras ideas pero tenemos que hacerlo con las competencias, aptitudes y pericias adecuadas.




Iñaki Ortega es profesor de Deusto Business School y Marta Muñiz es profesora de ICADE Business School. Estas dos universidades imparten conjuntamente el PLPE, programa de liderazgo público en emprendimiento e innovación, en el que se han  matriculado políticos de los cuatro grandes partidos españoles.

jueves, 3 de septiembre de 2015

El matemático más alto del mundo

(este artículo fue publicado originalmente en el suplemento Innovadores del periódico El Mundo el día 31 de agosto de 2015)

Hace unas semanas tuve la suerte de participar como docente en el curso de verano Xpheres College para profesionales del baloncesto. Mi sorpresa comenzó por el perfil de los participantes, jugadores  y entrenadores del deporte de la canasta, cultivados y con ansias de aprender. Nacho Llovet, 24 años, 2.02 m de altura, pívot del Juventut de Badalona e ingeniero industrial por la Politécnica de Cataluña, Pedja Savovic, ex jugador de la NBA y directivo del club Bilbo Basket con dos posgrados de la Universidad de Deusto en su haber, son solo un par de ejemplos de lo que me encontré en este curso organizado en Vitoria, cuna del baloncesto español, por Igor Crespo un representante de jugadores con dos carreras técnicas una de ellas en la Universidad de Minnesota. En Europa no es fácil encontrar deportistas con formación superior, el mundo del deporte tiene una asignatura pendiente al haber sido incapaz de lanzar ligas universitarias, al estilo de las norteamericanas, que garantizan que los deportistas de élite dispongan de una capacitación que les será muy útil para su futuro y evitaría los macabros casos de ex jugadores convertidos en “juguetes rotos” y que todos los años nos encontramos en las noticias.

Mi sesión era sobre la nueva forma de comunicarse de los millennials pero, sin duda, era la menos apasionante de las que tuve la suerte de asistir. Un concierto de guitarra trufado de consejos del propio músico, la historia de un gimnasta olímpico convertido en artista del Cirque du Soleil con espectáculo incluido, un torero hablando del control del miedo  o el director de El Mundo del País Vasco dando las claves de la gestión de información, ponen al lector en la pista de lo multidisciplinar de las materias que los jugadores y entrenadores de baloncesto disfrutaron esos días de finales de julio en la capital alavesa.

Sergio Olmos es un joven pívot alicantino de 2.13 metros de altura graduado en matemáticas por la universidad de Temple en Philadelphia, Estados Unidos. Claudia Calvelo asturiana de 23 años, también es pívot con su 192 cm de altura pero juega en la liga alemana. Los dos participaron  en el curso, son novios, jugadores de baloncesto pero muchas más cosas, además. Son la nueva camada de jóvenes que están ya empujando a los millennials. Se les ha bautizado como la generación Z, los que siguen a la generación Y, también llamada del milenio o millennials. ‎Los primeros miembros de esta Generación Z,  los nacidos entre 1994 y 2009, comienzan a salir de las universidades, a incorporarse al mundo laboral y a reclamar su sitio en el mundo. Se trata de la primera generación de verdaderos nativos digitales, nacida ya con internet presente en los hogares del mundo desarrollado y que ha crecido en estos años de crisis económica global. Entre sus principales rasgos destaca su omnipresente uso de las TIC en toda relación social, laboral o cultural; su creatividad y adaptabilidad a nuevos entornos laborales, su desconfianza en el sistema educativo tradicional, que da paso a nuevos modos de aprendizajes centrados en lo vocacional y en las experiencias, y su respeto a otras opiniones y formas de vida humanas. Y, como gran diferencia en el comportamiento  frente a generaciones anteriores, está su modo de procesar la información recibida: sin jerarquías ni principios de autoridad, reciben cantidades ingentes de información para procesar, dan el mismo valor a todas las opiniones y las almacenan mentalmente de forma muy distinta a sus antecesores.
                                               
Sergio Olmos se presentó públicamente en el curso como el matemático más alto del mundo y también podría haber dicho que es el único matemático que es profesional del baloncesto español o como un matemático  con una novia que toca la gaita… Son la generación que viene, los Z: irreverentes, multidisciplinares, globales, que saben que tendrán que estar aprendiendo toda la vida. ‎

Sin embargo, están llamados a desarrollar un nuevo modelo de innovación. Ya no basta con "pensar fuera de la caja", porque la caja -el volumen de conocimiento humano- se ha desbordado, está llena de informaciones confusas o erróneas y está cada vez más desordenada. Frente a eso, los chicos y chicas de la generación Z se preparan para construir su propia caja, desde su propia experiencia educativa y personal, y las ideas innovadoras surgirán del singular modo en que combinarán información procedente de fuentes de lo más diverso.

Iñaki Ortega es profesor de la Universidad de Deusto y director del programa de liderazgo en innovación deportiva (PLID) de Deusto Business School.