(este artículo se publicó originalmente en el periódico La Información el día 29 de octubre de 2021)
El teléfono tardó 75 años en
alcanzar los 100 millones de usuarios, para que el móvil consiguiera esos datos
apenas se necesitaron 16 años. Internet logró esos usuarios en siete años y
Facebook solamente precisó de cuatro años. Instagram lo hizo en dos, pero la
aplicación de videos Tik Tok lo ha hecho posible en solo uno. Esa rapidez para
crecer tiene otra cara menos amable que es la increíble velocidad también para
desaparecer. De las cinco primeras empresas del mundo en 2005, hoy solo queda
una en ese listado. En 1964 el promedio de vida de las empresas del índice
S&P500 era de 33 años, hoy es de 22 años y si nada cambia está previsto que
en el 2027 sea de 12 años.
Charles Darwin, con su teoría de
la evolución, demostró que solo sobreviven los animales más dotados para
afrontar el complicado día a día. La época tecnológica que nos ha tocado vivir
está tristemente protagonizada no sólo por el cierre de empresas sino también
por la destrucción de empleos y lo que es peor por la dificultad para crear
nuevos puestos de trabajo. Mientras no asumamos que el mercado laboral, como
las especies de Darwin, está en plena evolución, no conseguiremos solucionar el
problema de nuestro siglo.
La economía, fruto de la
disrupción tecnológica, está viviendo el proceso más profundo y rápido de
cambios de la historia reciente. Eso ha supuesto que los empleos estén
cambiando vertiginosamente. Miles de trabajos que desaparecen, nuevas
relaciones laborales, nuevas profesiones, cientos de oficios amortizados,
nuevos nichos de empleo, nuevas capacitaciones, necesidades inéditas que hacen
que la oferta y la demanda del mercado laboral no casen. Convivimos con
alarmantes tasas de desempleo, pero al mismo tiempo las vacantes no dejan de
crecer.
No podemos dejar de recordarlo
ahora que los debates para mantener el escudo de los ERTEs versan sobre
condicionar estos beneficios a recibir o no una formación. La pandemia no ha
hecho más que acelerar un proceso en el mercado laboral que estará
protagonizado por la recualificación, conocida como reskilling y upskilling en
su terminología anglosajona. No es opinable, sin formación a lo largo de la vida
no habrá espacio en el mercado de trabajo.
Para los que no ven progreso en
la formación de los trabajadores, estén o no en ERTE, estemos o no en pandemia,
los animamos a que sigan leyendo estas líneas. Estudios del Foro de Davos
defienden que la mitad de los empleados tendrán que reciclarse antes de 2030 y
que eso les supondrá de media seis meses de estudio. CoDir´21 es una reciente
encuesta internacional a directivos promovida por la prestigiosa firma
Alexander Hughes cuyo resumen es que el 80% de los comités de dirección de las
compañías líderes ha de mejorar en capacidades, organización y funcionamiento.
Cultura sólida, habilidades
digitales, innovación estratégica, visión compartida y desarrollo sostenido son
los aspectos que han de reforzarse en la fuerza laboral para los consejeros
delegados de las grandes empresas, según me confirma Ignacio Pascual uno de los
expertos de referencia en España en capital humano. Llámese como quiera,
upskilling o reskilling. El primero pretende enseñar a un directivo nuevas
competencias para optimizar su desempeño; el segundo entendido como reciclaje
profesional, aspira a formar a un empleado para adaptarlo a un nuevo puesto en
la empresa. Lo importante es saber que se necesitarán trabajadores más
especializados -upskilling- y empleados más versátiles -reskilling-. Una fuerza
laboral que en el primer supuesto crezca verticalmente y en el segundo
horizontalmente. Ambos conceptos comparten que luchan contra la brecha digital
en el seno de la empresa y la hacen más competitiva; mejoran los procesos de
selección y, en consecuencia, los periodos de adaptación; ayudan a fidelizar y
a retener el talento.
Tampoco puede obviarse la
necesidad de recualificarse para así entender al otro, formarse para dejarse
contagiar de la corriente intergeneracional ¿Acaso no somos cada vez más, como
los nativos digitales, impacientes? ¿O quién no aspira a tener la resiliencia
de los seniors que acumulan crisis en sus espaldas sin rendirse?
Estos procesos de desarrollo a lo
largo de la vida profesional además mejoran la reputación corporativa puesto
que siguen los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, concretamente los
numerados como 8, 9 y 10. Así mismo promueven una cultura de empresa dinámica
adaptada a un entorno en constante evolución. El World Economic Forum ha tasado
en un aumento del PIB español de 6,7% de aquí al 2030 y una nada despreciable
cifra de 230.000 nuevos trabajos si se mejorasen las competencias digitales.
Para terminar, que nadie piense
que esta tarea sólo atañe a los emprendedores, directivos y trabajadores. La
foto de Darwin debería estar en los despachos de todos los rectores
universitarios. Que nadie lo olvide en un sector como el de la educación
superior, que aun con más de 700 años de vida, puede desaparecer de un plumazo
si deja de ser útil para los imprescindibles y urgentes procesos de upskilling
y resikilling que acabamos de describir.
Iñaki Ortega es doctor en
economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)