miércoles, 25 de mayo de 2016

El Padrino IV

(este artículo se publicó originalmente en el periódico ABC el domingo 22 de mayo de 2016)

Mucho se ha escrito sobre una cuarta parte de la saga cinematográfica de “El Padrino” que supo reflejar  como nunca antes el funcionamiento de la mafia.  De hecho periódicamente surge el rumor de que Francis Ford Coppola ha empezado ya a grabarla con una estrella del cine americano con apellido italiano, ora Leonardo DiCrapio ora Sofía Loren, como protagonista recogiendo el testigo de Robert de Niro o Al Pacino.  Pero desde la muerte en 1999 del guionista que escribió los libretos de las películas, Mario Puzo, una nueva entrega sobre la familia Corleone, es muy improbable.

Los orígenes de la mafia, que significa en vernáculo “lugar de refugio” se sitúan en el siglo XIX en Sicilia coincidiendo con la creación de la Italia moderna. Ese  vacío de poder y la necesidad de defender del vandalismo el floreciente negocio de los cítricos en aquella isla fueron su caldo de cultivo. Pese a la bondad de la causa que hizo que apareciese la Cosa Nostra, nombre con el que se conoce a la mafia en esas latitudes, pronto esta sociedad secreta derivó en  una de las organizaciones más criminales de la historia gracias a su aterrizaje en Estados Unidos. Hoy nadie duda que la extorsión, los robos y los asesinatos son las herramientas que usa la mafia para sembrar el terror y conseguir sus fines que no son otros que manejar el poder a su antojo.

Los hackers o piratas informáticos también tienen un origen idílico pero como los mafiosos no han tardado en dar muestras de su gran capacidad para hacer el mal, aunque como pasó en el siglo pasado con la Camorra, algunos, cegados por la leyenda romántica se empeñan en verles un aura salvadora o incluso en minusvalorar sus efectos. Es conocido como hasta hace una década a los hackers les movía la fama. Parece ser que en los años 70 varios expertos en computación crearon en el entorno del Instituto Tecnológico de Massachusetts -MIT- una comunidad cuyos fines era ayudarse mutuamente a programar de forma doméstica. Rápidamente sus miembros encontraron fallos de seguridad en los sistemas cercanos y se propusieron, como divertimento, demostrar al mundo esos agujeros y de paso agrandar su ego.

Pero coincidiendo con la universalización de internet y la llegada del nuevo siglo toda cambió y los hackers pasaron de buscar la fama a buscar el dinero ajeno.  Hoy cada minuto se crean 3000 nuevos malware, contracción de las palabras inglesas malicious y software, que podemos traducir como códigos malignos, un programa informático  que tiene por objetivo infiltrarse en una computadora sin el consentimiento de su propietario. Llevan años causando estragos no solo entre empresas y particulares sino también en infraestructuras críticas, como el reciente ataque a una central nuclear iraní o al sistema eléctrico de Ucranuia. Todos los informes especializados y las memorias oficiales de delitos de los países desarrollados alertan de su crecimiento exponencial y ya lidera el ranking de las más importantes amenazas de nuestros días.

Se empezó con las famosas cartas nigerianas en las que un correo electrónico te avisaba de que eras beneficiario de una extraña herencia que te exigía pagar unas costas previas para poder disfrutarla. Luego llegó el phising donde alguien suplanta la personalidad de tu banco y acabas tu mismo dándole las claves de tus cuentas para que te robe. Ahora el uso masivo de redes sociales, la proliferación del comercio y la banca electrónica y especialmente la irrupción de una nueva moneda, virtual pero aceptada como medio de pago, el bitcoin, han traído una versión más perfeccionada de estos ataques informáticos, son los llamados ramsomware, otra contracción de palabras para referirse a un programa informático de rescate. Un día mientras trabajas con tu ordenador aparece en la pantalla un mensaje que anuncia que tu equipo queda bloqueado hasta que pagues un rescate, si no lo haces nunca más podrás volver a ver esas fotos tan queridas que están en tu disco duro o el trabajo de años se echará a perder. El rescate se pagará por internet en bitcoins y en ese momento recibirás una contraseña que desbloqueará todo y que te permitirá volver a usar tu dispositivo. En caso contrario, los hackers no solo destruirán tus archivos sino que, para evitar que les denuncies a la policía, te chantajearán con difundir orbi et orbi que eres un consumidor de material pedófilo. La realidad es que esta extorsión crece como la espuma pero son muy pocos los que se atreven a denunciar y los valientes que lo hacen ven como la Policía se encuentra inerme para luchar contra estos nuevos criminales a los que se pierde la pista en países como China o Rusia.

Hoy el cibercrimen es quizás la empresa más rentable del mundo y por eso cada vez es más difícil ponerle freno. Los sistemas antivirus apenas repelen una fracción de estos programas y las agencias de seguridad de los países más poderosos del mundo reconocen que luchan contra un enemigo que tiene cada vez más dinero y más gente preparada a su servicio. Conviene, por tanto, dedicar unas líneas a explicar que el cibercrimen es ya una industria como la automoción o la banca. Una industria criminal pero lucrativa y en expansión. Con diferentes productos como los “troyanos” o la “denegación de servicio”, con trabajadores como las llamadas “mulas” o los “pitufos”, y hasta con software al servicio de los “clientes” que mejora la eficiencia de los ataques. Con sus propios buscadores, como Tor, y un internet oculto, deep web, con miles de páginas privadas no indexadas por google, imposible de rastrear, donde nadie te impide contratar un kit para elaborar un código malicioso que se salte todos los cortafuegos y te garantice, como asegura el proveedor, rentabilidades del 1500% de tu inversión, vía extorsiones en la red. Poco extraña por tanto que según datos del FBI en Estados Unidos el 70% de los sistemas han sido infectados por estos malwares y que muchos de estos vienen ya de serie en muchos dispositivos. En España hemos sufrido según datos oficiales más de 7000 “incidentes” en infraestructurar críticas y somo el tercer país del mundo con más ataques después del Reino Unido y Estados Unidos. Ante este panorama, desengañémonos, las agencias de seguridad de las grandes potencias poco puede hacer y simplemente nos queda aspirar a minimizar daños concienciando a empresas y particulares para que por ejemplo hagan copias de seguridad. Inevitablemente a lo largo de nuestra vida vamos a ser hackeados así que solo nos quedará dar una respuesta rápida al ataque.

Pero queda una posibilidad, conseguir crear una industria de ciberseguridad, un ejército de empresas y hacker buenos que luchen, con sus propias armas, en su terreno, para vencerles y así alimentar toda una economía del bien que genere importantes beneficios que se reinviertan para innovar en nuevos productos y servicios más potentes que los del mal. Todavía estamos muy lejos de lograrlo pero la aparición de una serie de startups, con talentosos emprendedores también en nuestro país como blueliv o countercraft, son la esperanza de que está guerra puede ganarse.

Si Mario Puzo hubiera vivido unos años más para llegar hasta nuestros días y terminar de escribir El Padrino IV sin duda tendría a toda la cuarta generación de los Corleone, a los bisnietos de Vito, ya no en un restaurante manejando los hilos del narcotráfico o el juego ilegal sino  trabajando a destajo, desde cualquier playa paradisiaca, en la deep web, robando bancos online, chantajeando cibernéticamente a inocentes o boicoteando los servidores de los aeropuertos de medio mundo a cambio de rescates pagados en criptomoneda. Serían la misma mafia de siempre pero usando las nuevas armas de mal en el siglo XXI, el cibercrimen.


Iñaki Ortega es profesor de Deusto Business School y ha lanzado en Madrid este curso el Programa de Innovación en Ciberseguridad (PIC) con título propio de la Universidad de Deusto

lunes, 23 de mayo de 2016

El Mundo se mueve

(este artículo se publicó originalmente en el periódico EL MUNDO el día 22 de mayo de 2016)

En el mes de mayo la asociación gallega de la empresa familiar celebró en Santiago de Compostela su XVI Asamblea. Consolidados empresarios que representan cerca del 20% del PIB regional  y de sectores tan variados como el transporte, la banca, el agroalimentario, la siderurgia o el gran consumo se reunieron presididos por un sugerente lema: el mundo se mueve.
La idea de que la Tierra se mueve alrededor del Sol no fue completamente asumida hasta el siglo XVI gracias a un modelo matemático  presentado por el astrónomo Nicolás Copérnico que a su vez se apoyó en observaciones hechas con un telescopio unos años antes por el “padre de la ciencia”, el italiano Galileo Galilei. La Tierra no solo se mueve alrededor del Sol -traslación- en una órbita que da la vuelta completa en 365 días sino que también  lo hace sobre su propio eje -rotación- siendo un giro completo 24 horas. Estos dos movimientos dan lugar a las estaciones pero también al día la noche que guían la actividad en la Tierra desde tiempos inmemoriales. La Grecia Clásica estudió estos fenómenos desde siglos antes de Cristo pero tuvo que ser el científico polaco Copérnico, muchísimos años después, en pleno Renacimiento, quien lograse demostrarlo.
Que el mundo de la empresa se está moviendo en este momento es tan obvio como el día y la noche. Que todos los sectores de la economía están siendo reinventados por las innovaciones de los emprendedores con el impulso de la tecnología, es algo evidente como lo es diferenciar el verano del invierno en Nueva York. Pero al igual que la astronomía necesitó una teoría matemática que lo certificase, la economía y las empresas incumbentes necesitan rápidamente  de un modelo que les convenza que su mundo también se está moviendo y de un modo profundo, antes de que los cambios se lleven por delante sus empresas y sus viejas teorías.
En la ciencia económica llamamos modelo  a una representación simplificada de la realidad, que ayuda a la comprensión de sistemas reales más complejos. A la espera de que llegue el Copérnico de la economía de la empresa, la humilde aportación del profesor firmante de este artículo es fácil de explicar porque es meramente descriptiva. La disrupción de la tecnología ha permitido acceder, de modo universal, a todo el conocimiento acumulado a lo largo de la historia y ponerlo a disposición de los emprendedores que se han empoderado  ideando nuevos productos y servicios, nuevos modelos de negocio y hasta de consumo.
En la venta minorista con el e-commerce, en la música con las descargas online, en el turismo y el transporte con la economía colaborativa, en la automoción con los coches conectados, en la industria con la tercera revolución también conocida como el internet industrial, en la energía con las baterías autónomas en muy breve espacio de tiempo, en los medios de comunicación con las redes sociales y los robots de noticias, en la banca y los seguros con fintech e insurtech respectivamente, en la educación superior con los nuevos agentes online y los MOOCs, en el sector primario con el agrotech que tiene ya robots-tractores funcionando en los campos vallisoletanos, en los despachos de abogados que ven como la e-litigation ha conseguido resolver sin su intermediación más de 60 millones de casos en Estados Unidos, incluso en el mundo del trabajo las discusiones sobre las reformas laborales se quedan obsoletas con la llegada de los nuevos empleos que, como nos recuerdan en el Foro Económico Mundial, ni siquiera atisbamos la cantidad de nuevas profesiones que surgirán en los próximos años.
En Galicia, esos empresarios familiares reunidos para hablar de un mundo en movimiento, demostraron que a pesar de estar muchos de ellos en la tercera generación y alguno superar los 80 años, siguen teniendo el olfato de sus antepasados para saber detectar las oportunidades.
En la historia de la astronomía se enfrentaron el geocentrismo, que colocaba en el centro a la Tierra y el heliocentrismo, según el cual la Tierra y los planetas se mueven alrededor del Sol  que está en el centro del Universo. Tenemos que aprender del pasado de esta ciencia y no convertir el momento tan importante que vivimos en la economía,  en una lucha entre los empresarios y los emprendedores, entre los que están   -incumbentes- y los que llegan dando guerra –insurgentes-. Ni la economía gira solo alrededor de los empresarios ni tampoco únicamente alrededor de los emprendedores. Ni emprender es, como decía el fundador de la CNN Ted Turner, “lo que dicen que hacen nuestros hijos cuando están en paro” ni los empresarios usan chistera y puro para pisotear a los trabajadores.  La economía y nuestro mundo se mueven porque hay ideas que se ponen en marcha gracias a innovadores que puedes ser empresarios o emprendedores. Vivimos en un momento inédito en el que nunca fue tan fácil poner en marcha las ideas. Conciliando la fuerza de las empresas ya establecidas y el vigor de los nuevos agentes conseguiremos solucionar viejos problemas y así el mundo seguirá moviéndose pero además lo hará en la buena dirección.



Iñaki Ortega es director de Deusto Business School en Madrid y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja.