(este artículo fue publicado originalmente en el diario Cinco Días el día 22 de agosto de 2017)
El relato
bíblico de David y Goliat ha sido usado a lo largo de la historia para
demostrar que en ocasiones el débil puede vencer al poderoso. Aunque los combates
sean desiguales siempre hay espacio para milagros. En el mundo del deporte
encontramos muchos ejemplos que encajan con este símbolo. La victoria en la
liga de futbol inglesa en 2016 del humilde Leicester o el Valencia Basket este
año ganando la liga ACB a los imbatibles Real Madrid y Barcelona. Pero las
derrotas en la guerra fría de las grandes potencias en Vietnam o Afganistán o
las inesperadas victorias del Brexit y los partidarios del “no” en Colombia nos
recuerdan que lo inusual puede producirse más allá del deporte.
Solo por que
seas grande y fuerte no significa que puedas hacer lo que quieras.
Aquellos en los que nunca creemos de vez en cuando pueden llegar a la cumbre. Detrás de estas afirmaciones no solo hay
voluntarismo sino también mucho ingenio y la confianza en uno mismo para poder
ganar al más fuerte. Los casos anteriores nos enseñan que además del talento de
los vencedores es imprescindible perder el miedo reverencial al poderoso. Hay
que estar preparado para ganar física y mentalmente. Es imprescindible, por
tanto, tener armas competitivas pero además ser irreverente.
Israel, en
aquella época, estaba en guerra con los filisteos. Un gigante del ejercito filisteo de
casi tres metros de altura llamado Goliat desafió a los militares hebreos,
proponiendo que escogieran a su mejor hombre para hacerle frente. En palabras
de Goliat, si él resultaba derrotado y muerto, los filisteos serían esclavos de
Israel, pero si él vencía los israelitas
serían sus esclavos. Los hebreos fueron incapaces durante 40 días de encontrar
a alguien que tuviese el valor de enfrentarse a Goliat. David, un jovencísimo
pastor que se encontraba por casualidad en el campo de batalla escuchó el
desafío del gigante y se ofreció para luchar. A pesar de lo que pensaron sus
compatriotas y el propio Goliat no era ningún frívolo ya que para defender a
sus rebaños de los ataques de fieras salvajes había desarrollado una
extraordinaria habilidad con un cayado y una honda. De modo y manera que nada
más empezar el combate David le incrustó con su honda una piedra en la frente a
Goliat derrotando al filisteo.
Hoy las
enseñanzas de este pasaje de las sagradas escrituras están más vigentes que
nunca. Es preciso recordar que no existe enemigo desdeñable por pequeño que
sea, si el talento le acompaña. Es incuestionable además el poder
que tiene la constancia frente a un enemigo en apariencia muy superior. Por
último la irreverencia de luchar contra las apariencias se hace indispensable
para siquiera poder optar a la victoria. Talento, constancia e irreverencia son
a su vez las cualidades de una nueva cohorte de profesionales nacidos a partir
de 1994 y que se les conoce como los posmillennials o generación z. Se han
educado y socializado con internet absolutamente desarrollado y eso les ha
llevado a comportarse de un modo radicalmente diferente a sus predecesores. Son
los primeros que han echado por tierra el principio de autoridad de sus padres,
profesores y jefes porque tienen a su disposición herramientas hasta ahora
impensables. El hacker de 23 años que fue capaz de desactivar, desde su casa WannaCry, el más peligroso ciberataque
conocido hasta ahora. Las miles de startups
de veinteañeros que en todo el mundo están amenazando el status quo de las empresas más poderosas del planeta saltándose las
barreras de entrada a esos mercados con disruptivos productos y servicios. Los jóvenes
del Rif marroquí y Venezuela que día tras día se juegan su integridad por
denunciar la injusticia de regímenes que no respetan los derechos humanos. Los
anónimos becarios que asombran a los empleados de las empresas en las que
trabajan con su dominio de las nuevas especialidades de la industria 4.0. Todos
ellos representan una nueva generación que como las anteriores tiene la ilusión
por triunfar, la constancia de las fuerzas intactas por su edad, los
conocimientos más vanguardistas. Pero además los z han perdido el miedo reverencial
al poderoso, llámese Gobierno, Multinacional o profesor porque son nativos de
un nuevo mundo en el que se manejan a la perfección mientras el resto a duras
penas nos mantenemos a flote.
David no solo
ganó a Goliat sino que con el tiempo se convirtió en Rey de Israel. Es
recordado como uno de los mejores gobernantes y que más hizo por unificar su
patria. Precisamente el mes pasado el presidente de la cámara de comercio
hispano-israelí explicó en la Universidad de Deusto el “efecto chutzpah” como una
de las claves de su milagro económico. La palabra hebrea chutzpah puede traducirse al castellano como irreverencia. Es esa
actitud desafiante con la que los estudiantes se dirigen a sus profesores en la
universidad, cómo los empleados desafían
a sus jefes, la forma en que los sargentos cuestionan las órdenes de sus
generales o los funcionarios ponen en cuestión los mandatos del Ministro de
turno. En algún momento de su vida, un
israelí, aprende en la escuela, en casa o en el ejército que lo normal es tener
confianza en uno mismo y cuestionar las órdenes en base a tus conocimientos.
Eso te hace crecer a ti y a tu sociedad.
De ese modo la ciencia y la economía ha podido avanzar increíblemente en ese
territorio al no dar por irresoluble ningún problema a pesar de lo que
generaciones anteriores les hayan trasmitido.
Hoy la
generación z es lo más parecido a ese joven pastor que con su chutzpah venció al soberbio gigante: El
reto será que no solo los más jóvenes encarnen esos valores sino el conjunto de
las instituciones de nuestra sociedad.
Iñaki Ortega es doctor en economía y
director de Deusto Business School.