miércoles, 31 de mayo de 2023

Robot en checo significa trabajo

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 29 de mayo de 2023)


Ahora que todo el mundo usa las aplicaciones de Inteligencia Artificial, yo también he decidido experimentar. Esta semana después de cenar hice la prueba para conseguir un artículo como el que estás leyendo.

Para empezar, tuve que descargarme la aplicación de moda, luego registrarme en ella y a continuación leerme un rápido manual de instrucciones. Ahí es dónde me di cuenta de que sólo me daría datos hasta 2021, lo cual me dejó bastante chafado porque a mis lectores les gustan los temas de actualidad. Trasteando en la red descubrí que hay un buscador de una famosa compañía tecnológica que sí tiene datos actualizados hasta 2023. Me pongo con ello. Llevo ya una hora invertida. Ahora me toca descargar este buscador, no sin problemas porque no me lo hace fácil mi ordenador que tiene otro por defecto. De nuevo, he de dar mis datos personales para registrarme y finalmente invertir unos minutos para descubrir dónde está el famoso chat y cómo narices funciona. Mi reloj dice que he invertido casi dos horas y no tengo ni una palabra del artículo. En casa todos duermen.

Ya estoy dentro del chatbot. Le pido que escriba mi artículo y le doy el tema y la extensión. Tras unos segundos de espera viene el chafe porque me responde que no es capaz de hacer eso. Le escribo que cómo es posible cuando me consta que mis alumnos lo están haciendo. Se lo piensa y me responde que en otras aplicaciones se puede pero que tenga cuidado porque puede tener errores.  Me voy a la otra aplicación, que era la que tenía datos antiguos, y esta vez sí obtengo mi artículo de opinión. Pero, aunque no está mal escrito, es una fría sucesión de datos. A base de recomendaciones el artículo va cogiendo alma. Aparecen fallos y hasta falsedades, pero cuando le alertó de ello se disculpa y lo arregla. El tiempo pasa volando y me estoy divirtiendo porque siempre me responde con educación y a la vez me sorprende. Tres horas de trabajo y el artículo está hecho. Me voy a dormir.

A la mañana siguiente antes de mandar el artículo a publicar, lo releo por última vez. Ni con dos cafés bien cargados nadie aguantaría su lectura. Vaya tostón. El artículo es impecable, pero es más aburrido que una ostra. No puedo mandarlo así. A la papelera con él y a por doble dosis de cafeína para mí porque las horas  robadas al sueño por la Inteligencia Artificial se empezaban a notar. Cuando los expresos empiezan a surgir efecto, el folio en blanco sigue ahí delante y vuelvo a mi método tradicional de escritura hasta obtener las líneas que estás leyendo. El título surge del comentario de un colega en una comida que me aseguró que la palabra robot tenía origen eslavo porque significa trabajo forzado. El resto es ir tejiendo un texto con palabras, datos, anécdotas personales y mis propias palabras. Oficio frente a la máquina.

La tecnología será buena o mala en función de lo que hagamos con ella. Y eso es algo que dejó escrito hace ya ochenta años Isaac Asimov en sus leyes de la robótica. Pero lo que está claro es que la etimología de robot es cierta, y los nuevos chatbots nos dan trabajo, mucho trabajo. Ahora esperemos que también creen puestos de trabajo y no solo los destruyan como parece.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor en UNIR y LLYC

sábado, 27 de mayo de 2023

¿Puede presentarse Biden a la reelección?


(este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el día 17 de mayo de 2023)

A finales de abril el presidente Biden anunció su intención de presentarse a la reelección. Inmediatamente se abrieron las compuertas de un edadismo embalsado en nuestra sociedad que ha arrasado a su paso con cualquier otro argumento. “El presidente más anciano que ha ocupado la Casa Blanca”, “el mandatario con achaques” y hasta “el político con demencia” han opacado la carrera impecable de servicio público de Biden. Edadismo o discriminación por la edad es un término que la RAE ha reconocido hace menos de un año. De alguna manera al incluirlo en el diccionario se ha constatado la marginación que sufren los seniors en nuestros días. A partir de una edad son invisibles para los contratadores y para los publicistas. En los peores momentos de la pandemia se les aplicó el triaje y ahora -visto lo visto- tampoco van a poder ejercer sus derechos civiles como presentarse a unas elecciones.

Churchill selló la paz de Yalta con más de 71 años, Adenauer siendo octogenario estampó su firma en el acta fundacional de la Comunidad Europea y la premio nobel Teresa de Calcuta con 82 años seguía cuidando enfermos y liderando las Misioneras de la Paz. Todos ellos vivieron en el siglo pasado cuando las tasas de esperanza de vida eran por lo menos veinte años menores que la actualidad lo que nos llevaría a colegir que la edad biológica de Churchill en ese momento serían como los 90 años de hoy y más de 100 la de Adenauer y Teresa de Calcuta.

Y es que los científicos diferencian la edad cronológica de la biológica. La primera es la suma de años que han transcurrido desde el nacimiento. En cambio, la biológica es la edad que tienen los sistemas, tejidos y células de un organismo con relación a su normal funcionamiento, muy influida por el momento histórico en el que se viva. La escritora española Pardo Bazán muere con 69 años en 1921 pero la esperanza de vida entonces era de 40 años, de modo y manera que su edad biológica sería muy superior a la cronológica de entonces y si hubiese vivido hoy posiblemente alcanzaría los 100 años.

 

La Sociedad Geriátrica de Japón ha puesto sobre la mesa nuevos datos que cuestionan el umbral fijo de la ancianidad y ofrecen argumentos a quienes desde la economía abogamos por redefinir el concepto de vejez. Los gerontólogos nipones han analizado datos objetivos sobre el estado físico de las personas mayores y han comprobado que las de 75-79 años presentan la misma velocidad de marcha y la misma fuerza de agarre en la mano que las de 65-69 años de veinte años antes, por lo que no ven apropiado considerar como ancianos a los septuagenarios actuales. Por eso, en ese país, un comité ha propuesto reclasificar la vejez en tres grupos: la prevejez, referida a las personas entre los 65 y los 74 años; la vejez, para quienes están entre los 75 y los 90, y la supervejez, para el grupo de supermayores, los que cuentan con más de 90 años. Antonio Abellán, investigador del CSIC suscribe la tesis de que la entrada en la vejez esté marcada por un umbral móvil vinculado a la esperanza de vida, de modo que ser mayor no depende de la edad del DNI sino de la edad prospectiva, de los años que teóricamente a uno le queden por vivir. Abellán sostiene que, según las tablas de mortalidad oficiales, a los españoles de 65 años, por ejemplo, les quedaban 21 años de vida en 2015, exactamente los mismos que a quienes tenían 58 en 1976, que eran personas a las que nadie osaba considerar como «viejas».

 

Los septuagenarios de hoy están mejor que nunca. ¿Alguien se atreve a dudar de la fuerza de Josep Borrell que con 76 años ha parado los pies  desde Europa al tirano ruso Putin? Carmen Martín Gaite escribió sus mejores novelas con más de setenta años.


En la Encuesta Nacional de Salud quienes ahora están en los 74-75 años reportan niveles de salud como los de 65 de hace nueve años. Hemos ganado dos décadas de vida en apenas medio siglo. "La cuestión es si esos años ganados se los queremos añadir a la vejez o a la madurez». Yo lo tengo claro viendo a septuagenarios en activo como el psiquiatra Rojas Marcos o la catedrática Adela Cortina. ¿Acaso alguien ha dejado de ir a la consulta del doctor Guillen por mucho que supere los ochenta años? 

 

Es profundamente edadista, hablar solo de la edad de Biden y no de sus logros en este mandato. Poner el acento en sus arrugas y no en su experiencia. Fijarnos en su cojera y no en su resiliencia vital. Llamar la atención de sus equivocaciones, olvidando todos sus aciertos. La pregunta que tendríamos que hacernos no es si la edad incapacita al presidente sino si el mundo sería mejor sin Biden.

Todos los que defienden que los 80 años inhabilitan han de saber que con ese argumento Platón no hubiera enseñado a discípulos como Aristóteles, Miguel Ángel no habría terminado la Basílica de San Pedro, Saturno devora a sus hijos de Goya no existiría y muchas obras de Picasso o de Tapies no hubieran visto la luz. ¿De verdad queremos perdernos todo ese talento?

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y LLYC

jueves, 25 de mayo de 2023

España, la nueva Florida

 (este artículo en su versión original se publicó en el periódico ABC el día 24 de mayo de 2023)


Durante más de 300 años el hoy estado de Florida fue gestionado por el imperio español. De hecho, su nombre fue puesto por el explorador Juan Ponce de León cuando en el año 1513 avistó sus costas el día que se celebraba la Pascua Florida. Menos conocida es la razón por la cual desembarcó que no era otra que encontrar la fuente de la juventud eterna.

Jamás hubiera imaginado el descubridor español que más de 500 años después España y Florida seguirían unidas precisamente por la misma razón que le llevó a introducirse en los manglares de la península norteamericana, lograr ser el mejor lugar del mundo para no envejecer.

El estado de Florida es un símbolo para los seniors americanos. Su favorable clima unido a las ventajas fiscales son el sueño para cualquier persona mayor. Al mismo tiempo una potente industria del ocio, pero también de los cuidados y la salud ha hecho que en algunas ciudades la edad media sea más de 70 años y que la aportación al PIB estatal de los seniors se acerque al 50%. Ponce de León nunca descubrió la fuente de la vida, pero parece que los habitantes de La Florida sí lo han hecho.

Ahora los descendientes españoles de aquel marino vallisoletano, podemos beneficiarnos también de esa fuente de la juventud eterna. España tiene las mejores condiciones para ello con una esperanza de vida de las cinco mejores del mundo, un excelente clima y mejor dieta, así como unas infraestructuras a la altura del segundo destino turístico del planeta. La resiliencia de nuestro sistema sociosanitario -puesta a prueba en la pandemia- es el último elemento de esta fórmula mágica.

Pero esta posición de partida no garantiza alcanzar el objetivo de convertirse en la nueva Florida del mundo. Para ello urge tomar medidas en la dirección correcta que pasarían por el mayor apoyo público-privado para la conocida como la economía plateada o economía senior. Los mayores de 55 años ya suponen hoy en España más del 30% de la población y aportan a la riqueza nacional por lo menos uno de cada cuatro euros. También tienen en sus manos la mayoría del patrimonio y el consumo, precisamente por disponer de una mayor renta que cualquier otra cohorte generacional.

No obstante, es imprescindible promover una industria de la economía plateada en España que genere empleo y riqueza. Un nuevo sector económico a medio camino entre el turismo, los servicios -como el ocio y los cuidados- y la construcción. De ese modo podría diseñarse una oferta imbatible para atraer a los seniors de todo el mundo a nuestro país. Sin duda, somos uno de los mejores países del planeta para envejecer, ahora toca trasformar esa fortaleza en una fuente de bienestar. Convirtiendo España en la nueva Florida, florecerían nuevos trabajos con nuevos bienes y servicios para los mayores en campos como el antienvejecimiento o viviendas adaptadas alejadas del actual modelo institucional de las residencias.

Poner en marcha un país en esta dirección exigirá un gran pacto por la economía plateada que pasaría por diseñar un paquete de medidas desde las instituciones públicas. Medidas de carácter impositivo -vacaciones fiscales- para atraer a mayores de cincuenta años a nuestro país al estilo de las de Portugal o Grecia, que también aspiran a ser La Florida. Los nuevos nómadas no son solamente los jóvenes digitales sino seniors que buscan el mejor ambiente para envejecer y la competición por ellos es global.

Actuaciones en clave de nuestro mercado laboral serán imprescindibles. El derroche de talento senior en España con tasas de actividad 20 puntos por debajo de nuestros pares europeos está lastrando nuestra riqueza y la moral de millones de ciudadanos. Dejar en cero las cotizaciones sociales de los seniors o garantizar el 100% de la pensión si se sigue trabajando más allá de la jubilación irían en la línea adecuada para recuperar el tiempo perdido.

Por último, un apoyo a esta industria emergente con zonas francas para la economía plateada y el uso de los fondos Next Generation para incentivar la migración de empresas de salud, turismo, ocio y construcción hacia este vertical, sin duda ayudarían al objetivo. Como defiende el experto inmobiliario Bruno Bodega, estos nuevos modelos de vivienda favorecerían una jubilación amable -también financieramente- para cualquier ciudadano europeo y gracias a nuestra experiencia en estos sectores podríamos aspirar a ser la referencia del mundo en el diseño de espacios para disfrutar las últimas décadas de la vida. Igualmente, los cuidados -que todos acabaremos necesitando- deberían tener una deducción fiscal y un impulso en el sistema educativo patrio como fuente de empleo asegurada.

España y Florida son dos penínsulas, tienen un PIB muy parecido, pero nuestra superficie es el triple que la de ellos y en población más del doble. Queremos y podemos ser como Florida, el lugar soñado para retirarse. Conseguirlo está en nuestra mano y sus consecuencias cambiarían el destino de España. Encontraríamos la fuente de Ponce de León cinco siglos después.

Iñaki Ortega es consejero asesor del centro de investigación ageingnomics de la Fundación MAPFRE

 

 

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domingo, 21 de mayo de 2023

La Gran Campaña

(este artículo se publicó originalmente el día 15 de mayo en el periódico 20 Minutos)


Ya ha empezado oficialmente la campaña electoral para las elecciones del 28 de mayo. Pero tú y yo sabemos que desde enero estamos en una campaña que durará hasta las generales de diciembre. Serán doce meses en los que el consejo de ministros y el parlamento se transformarán en mítines. Los anuncios electoralistas “okuparán” la gestión de los asuntos públicos, sea en el ámbito local o en el supranacional. Nada quedará libre de ser “manchado” por la obsesión por los votos. Será recordado este año 2023 como el de La Gran Campaña.

Antes de que empecemos a lamentarnos por ello, conviene elevar la mirada y encontrar alguna utilidad de la hipersensibilidad que los políticos van a tener este año. No quedará causa justa sin propuesta electoral, ni drama sin ser escuchado y mencionado en las intervenciones de los líderes. Una inmejorable oportunidad para convertirnos en los mejores lobistas de nuestras cuitas.

Los agricultores con la sequía están consiguiendo que sus demandas estén en el prime time pero también en los programas electorales. Los obreros de Ford en Valencia han logrado prejubilarse con 53 años y así la multinacional y el gobierno de turno podrán seguir con sus planes. Las víctimas del terrorismo han arrancado un rechazo mayoritario -inédito desde los años de plomo- a la inclusión de etarras en listas electorales. Los jueces con una incómoda huelga han visto milagrosamente un plan de inversiones en los juzgados promovido por el gobierno. Los jóvenes un descuento para viajar en interrail este verano. Todos, unas necesarias ayudas para la subida de las hipotecas fruto del encarecimiento de los tipos de interés europeos.

No quiero enfadarte con esta lista, sino lo contrario. Piensa que quizás detrás de estos anuncios hay una buena acción de influencia de algunos sectores. Los gobiernos en este año de La Gran Campaña recibirán a todo el mundo y atenderán muchas reclamaciones. Serán receptivos como nunca. No habrá llamada sin respuesta, reunión sin celebrar o movilización sin ser escuchada.  Es hora de aprovecharlo.

Un urólogo de más de 80 años ha conseguido que la todopoderosa ministra Nadia Calviño le reciba dos veces con su petición en internet “Soy mayor, pero no idiota"

Cerca de mi casa, el ayuntamiento decidió instalar unos cantones de limpieza. Son unas instalaciones destinadas a guardar los vehículos de la basura. Pero en la época de La Gran Campaña todo es susceptible de cambiar. Cuando empezaron los primeros movimientos de tierras, un vecino pintó una sábana blanca con la leyenda “No, al cantón” e inició un increíble movimiento que ha teñido de pancartas muchos barrios de mi ciudad hasta que el consistorio, temeroso del impacto en votos, ha anulado el plan de estas infraestructuras.

Toma nota de este nuevo lobismo que no va de oligarcas ni de poderosos sectores económicos. Simplemente muchos ciudadanos han decidido en esta temporada  sacar rédito al poder que las redes sociales les han otorgado. Date prisa que el tiempo pasa volando y se acabarán las elecciones.


Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor en UNIR y LLYC

Cuando la Inteligencia Artificial falla

(este artículo se publicó oficialmente el día 14 de mayo en el suplemento económico de El Mundo)

Últimamente la Inteligencia Artificial (IA) ha desbordado los centros tecnológicos para llegar al conjunto de la población. Gracias a un popular chatbot, también muchos directivos han descubierto cómo automatizar tareas y están urgiendo a sus equipos a zambullirse en la IA.

Al mismo tiempo, casi como un juego, miles de profesionales han conseguido demostrar -simplemente con alguna sofisticada pregunta- que estos chats aun no son tan inteligentes como pensamos. La IA falla y lo seguirá haciendo. También la inteligencia humana lleva siglos fallando, pero en el caso de las personas hay formas contrastadas para evitar esos errores. Con las máquinas no hemos llegado tan lejos. Por es, quizás en el mundo empresarial, convendría seguir explotando las posibilidades de la inteligencia humana, antes de abrazar ciegamente este nuevo credo de la infalibilidad de la IA.

Intentar entender y explicar los mecanismos cerebrales para la toma de decisiones viene de antiguo. No siempre actuamos conforme al sentido común y en demasiadas ocasiones hacemos justo lo contrario. Desde Platón y Descartes, con su defensa de la racionalidad humana, hasta Aristóteles y Spinoza, con una visión más integrada, el afán por entender el comportamiento de las personas ha ocupado a los pensadores, hasta llegar a nuestros días con dos investigadores como Kahneman y Thaler premiados por ello con el Nobel.

Todos ellos beben de un mismo argumento que conviene recordar. Nuestro cerebro es fruto de la evolución del ser humano. Al principio de los tiempos ese cerebro era reptiliano porque su función era la supervivencia. Posteriormente se desarrolla el cerebro límbico o emocional, el de los mamíferos, y más tarde el cerebro humano o racional. Los tres siguen conviviendo en nuestros días y eso explica que en ocasiones las respuestas a determinadas situaciones activan antes el cerebro rápido -reptiliano- que el racional. Esto es tremendamente útil ante una situación de emergencia, por ejemplo, con efectos reflejos como apartarnos del fuego, pero en otras ocasiones nos lleva a fallar por no pensar con profundidad las respuestas a algunos impulsos.

En economía y en entornos de incertidumbre, es habitual que falle la razón ya que -cada vez más- los humanos para poder responder con rapidez, tomamos atajos. Es decir, tomamos decisiones basadas en sesgos que en muchas ocasiones desafían a la racionalidad, pero, eso sí, nos permiten actuar muy rápidamente.

Si desde el mundo empresarial conocemos esos sesgos, conseguiremos entender mejor a los empleados, clientes, proveedores e inversores que son humanos y por tanto susceptibles de fallar. Por supuesto que esta apuesta por entender el comportamiento humano no se agota en la empresa sino que tiene aplicación directa en otros campos como la política y las políticas públicas.

Los experimentos en todos estos campos son muchos y se han trasladado a exitosas estrategias. El llamado efecto Barnum que suelen usar las marcas con sus sugerentes eslóganes para hacernos sentir únicos pero que beben de la misma trampa mental que los horóscopos que pronostican obviedades.  El efecto inercia usado en Suecia consiguió aumentar la tasa de donantes simplemente cambiando el formulario para que por defecto haya que donar órganos y darse de baja para no donar, y no al contrario como era habitual. El efecto mágico del gratis, basado en la aversión humana a perder una oportunidad. Los precios gancho en Amazon o el efecto ancla en Starbucks para diferenciarse de sus competidores. Hasta la mosca en los urinarios de Ámsterdam que ha conseguido reducir en 50 % los costes de limpieza, son ejemplos de que la ciencia empírica funciona al trasladarse a la empresa.

¿Cómo mostrar y fijar los precios? ¿Cuántas opciones presentar? ¿Cómo diseñar los argumentarios comerciales? ¿Cómo diseñar un proceso de bienvenida a un nuevo empleado para que la retención sea mayor? ¿Por qué las personas nos damos de alta en el gimnasio y no vamos? ¿A partir de qué importe no cobrar los costes de envío? ¿Por qué los indecisos acaban votando al partido que va delante en las encuestas? Son algunas de las muchas preguntas que pueden responderse con el estudio de los sesgos mentales. Economía del comportamiento se le ha llamado en la academia y algunos directivos preclaros han decidido que los departamentos de esta disciplina salten de la universidad a sus propias compañías. La creación de áreas especializadas, sin duda, puede llevar a mejorar los resultados de negocio y ya se habla como de una gran tendencia empresarial. La española Carmen López Suevos -una de las mayores expertas en este ámbito porque lo ha probado en su exitoso desempeño en multinacionales- no se cansa de repetir que somos irracionales, pero predeciblemente irracionales. Es una pena que estemos tan poco avanzados en nuestro país.

¿Quién dijo que fuese fácil? Como indica el filósofo José Antonio Marina: “el cerebro es un gran continente con la mayor complejidad del universo”. Ahí está el verdadero reto y donde hay que poner el esfuerzo, en entender al humano y no en ganar a ChatGPT.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor en UNIR y LLYC

martes, 2 de mayo de 2023

¿Dejará de celebrarse el día del trabajo?

(este artículo se publicó originalmente el día 1 de mayo de 2023 en el diario 20 Minutos)

 

En todo el mundo, salvo en algunos países anglosajones, tienen el primero de mayo como el día del trabajo. Allá por 1886, en Chicago, una manifestación de trabajadores que reivindicaban la jornada de ocho horas finalizó en una masacre. La norma se acabó implantando ese mismo año en Estados Unidos y con la llegada del siglo XX, en el resto del planeta a la vez que se consagra el 1 de mayo como el día internacional de los trabajadores. En España es festivo oficial desde hace 92 años y las celebraciones han estado protagonizadas siempre por sindicatos y partidos de izquierdas.A la vista de cómo está evolucionando nuestra tierra, tengo mis dudas de que lleguemos al aniversario redondo de los 100 años en el año 2031. Habrá poco que celebrar y pocos que lo celebren. 

Hoy somos algo más de 20 millones los españoles que trabajamos, pero hay que decir alto y claro que cada vez trabajamos menos en nuestro país. No es una opinión sino una realidad puesta de manifiesto por las estadísticas oficiales.

ü  Primer dato: en España las horas medias trabajadas en el año 2023 han bajado respecto al año 2019.


ü  Segundo dato: una carrera laboral media española es de 34 años frente a los 42 de los suecos o los 37 de los portugueses.


ü  Tercer dato: somos el país europeo con una de las más altas tasas de desempleo de Europa (lo que incluye el paro juvenil pero también el paro sénior).


ü  Cuarto dato: apenas 6 de cada 10 españoles trabajan o buscan trabajo, frente a los 8 de Alemania o Países Bajos.


ü  Quinto dato: la edad de inicio del trabajo se ha ido retrasando (por encima de los 25 y debajo de los 29 años) porque se ha alargado la formación; pero la del retiro se ha adelantado situándose de media en los 62 años.

Además, millones de trabajos desaparecerán antes de 2030 por la digitalización. McKinsey ha pronosticado que con el actual desarrollo tecnológico la mitad de los actuales empleos podrán ser automatizados, es decir sustituidos por una máquina. En concreto han calculado que fruto de lo anterior en España alrededor de 1,6 millones de trabajadores se verán empujados a cambiar de ocupación, incluyendo 1,4 millones obligados a un cambio total de ocupación y categoría. Estos analistas creen que cinco millones de españoles verán como su empleo ya ni existe en el 2030.

La tendencia es clara, cada vez queremos trabajar menos y cada vez habrá menos trabajos. Y qué decir de las cifras de afiliación de los sindicatos convocantes del primero de mayo y de los asistentes a las manifestaciones. Según un estudio de la OCDE, en España la afiliación sindical no ha dejado de caer en las últimas décadas siendo uno de los países desarrollados con menor tasa de sindicación. En cuanto a las movilizaciones del primero de mayo basta con echar un vistazo a las fotografías de las movilizaciones de los años 80 para sacar conclusiones.

Poco ayuda un país como el nuestro cada vez más polarizado, en el que abanderar desde una posición ideológica una causa supone el rechazo inmediato de la otra parte. Unirse a una manifestación del primero de mayo para la mitad de la población española sería imposible, no porque no apoyen las demandas de ese día sino porque se sentirían agredidos por los lemas y pancartas de las marchas.

La única esperanza que nos queda para seguir celebrando el primero de mayo es que fallemos en las previsiones. Que la tecnología cree más empleos porque nos formamos más y mejor. Que los españoles decidamos trabajar más para poder financiar mejor nuestra vejez y el desarrollo de nuestro país. O que la política no manche las causas justas como la del trabajo. Soñar es libre (por ahora).

Iñaki Ortega es doctor en economía en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y en LLYC