jueves, 30 de septiembre de 2021

Una nueva era (New Age)

Este artículo se publicó originalmente en el blog del centro de investigación ageingnomics de la Fundación MAPFRE el día 23 de septiembre de 2021


Recuerda el filósofo francés Pascal Bruckner en su libro “Un Instante Eterno” que una persona de 50 años hoy está en la misma situación que un recién nacido en el Renacimiento, la esperanza de vida de ambos es de unos 30 años. Esto es exactamente lo que ocurre en España donde los varones pueden esperar vivir al nacer 81 años y las mujeres algo más de 86. El envejecimiento es imparable y la cohorte entre los 55 y 70 años, representa ya un 19,4% de la población total española frente al 8,8% de los jóvenes de entre 16 y 24 años, esa brecha seguirá aumentando sin freno en las próximas décadas.

Esta nueva longevidad, al mismo tiempo nos lleva a situaciones inéditas e insostenibles. El intervalo entre la esperanza de vida media -83 años- y la edad legal de jubilación es de 16 años que se convierten prácticamente en 20 años si se tienen en cuenta los años reales de salida del trabajo -63- y en muchos más en el caso de aquellos que se ven sometidos a una prejubilación o salida temprana por diferentes motivos. El abandono del trabajo puede llegar a producirse, en estos últimos casos, a una edad tan anticipada como los cincuenta y pocos años, lo cual alarga el periodo sin trabajar desde entonces hasta el fallecimiento a más de 30 años, un tiempo equivalente o incluso más largo al de toda la actividad a lo largo de una vida.

Pero además de un complejo reto para cualquier sistema público de pensiones, como recuerda FEDEA en su informe de junio de este año, lo anterior supone una demostración de poca inteligencia ya que las empresas del mercado laboral desprecian la capacidad de producir de millones de personas, solamente en España más de 15 millones de personas mayores de 55 años que representan uno de cada tres españoles. Esto es un sinsentido desde todos los puntos de vista: personal, económico y social. Hoy la mayoría de las personas de entre 50 y 70 años tienen unas condiciones físicas y mentales buenas. Junto a la esperanza de vida, crece la llamada esperanza de vida con buena salud que hace aptas para la actividad a más personas que nunca. El envejecimiento demográfico es en realidad un rejuvenecimiento porque permite a más personas vivir más años en unas condiciones mejores.

Estos años ganados a la vida no han hecho más que empezar. Y avanzamos hacia una nueva era que nos permitirá vivir más y mejor gracias a la tecnología. Este mes de septiembre el Word Economic Forum (WEF) ha publicado el informe “Diseñando tecnologías de inteligencia artificial para adultos mayores” en el que se afirma que la inteligencia artificial (IA) probablemente sea una de las tecnologías más transformadoras para el ser humano en un futuro próximo. Gracias a la IA, afirman desde el WEF, podremos vivir una vida plena y robusta, aunque seamos adultos mayores. Pero las aplicaciones de la IA no deben circunscribirse a la dependencia o la salud, fruto de una visión paternalista del envejecimiento, sino apoyar que los mayores puedan seguir trabajando o manteniendo un ocio activo. Inteligencia artificial en forma de robots para ayudar en el trabajo, coches autónomos para facilitar la movilidad y luchar contra la soledad o casas inteligentes para no abandonar el hogar, son algunos ejemplos. Rafael Yuste, catedrático español de la Universidad de Columbia defiende que por cada uno de los escenarios distópicos sobre la tecnología que tanto oímos hay diez beneficiosos. Por ejemplo, aplicar la neurotecnología en pacientes con la enfermedad de Parkinson o con depresión a través de estimulación cerebral; en personas sordas con implantes cocleares en el nervio auditivo que incorporan un micrófono que recoge sonidos del exterior y estimulan zonas del cerebro para que puedan oír. Son algunos ejemplos como también que en el futuro se espera que este tipo de tecnología también se aplique a personas ciegas, así como otras con Alzheimer a través del refuerzo de los circuitos neuronales de la memoria. “Va a ser un cambio de la especie humana a mejor” según Yuste.

A mediados del siglo pasado surgió un movimiento conocido como New Age que consideraba que habíamos entrado en una nueva época de paz, bienestar y armonía mundial. El New Age se extendió a la música, la literatura y hasta surgieron tribus urbanas que seguían ese optimismo. La unión de la madurez de tecnologías disruptivas como la IA junto a la revolución de la longevidad que vivimos desde hace unas décadas, nos lleva a pensar que igual ahora sí es posible el ideal de bienestar del New Age con esta nueva edad que vivirán las personas mayores.

 

Para leer el informe completo del WEF 

Para leer el informecompleto de FEDEA

Para leer el libro de Pascal Bruckner 


Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de la Rioja


viernes, 24 de septiembre de 2021

El metaverso de Mark

 

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 20 de septiembre de 2021)

Mark Zuckerberg no gana para disgustos. Hace un año, se demostró que Facebook fomentaba la polarización partidista para así retener más tiempo a sus usuarios (e ingresar más dinero). En 2018 la red social vendió, sin permiso, los datos personales para fines políticos. Estos días nos hemos enterado de que Instagram escondió un informe que alertaba de las perniciosas consecuencias en la salud mental de las usuarias más jóvenes de esta aplicación.

Este Mark tan preocupado está en la lista de las cinco personas más ricas del mundo, pero sobre todo es un chico listo. Ya destacaba en la escuela y por eso logró matricularse en la Universidad de Harvard. Entonces creó Facebook hasta convertirla en la mayor red social del planeta. Pero ahí no paró y si vemos la lista de las tres aplicaciones más descargadas de la historia, además de las dos redes ya citadas, está WhatsApp que también le pertenece. En cuestiones de internet, Zuckerberg sabe de lo que habla, aunque le toque ponerse colorado de vez en cuando.

Ahora lleva un tiempo obsesionado en todas sus intervenciones con el metaverso. Visto lo visto, deberíamos ponernos al día sobre este concepto porque nos acabará afectando. Metaverso surge de la unión del prefijo griego “meta” -después- y la palabra “universo”. Es, por tanto, un nuevo mundo muy diferente al que conocemos, casi como una dimensión inédita que va mucho más allá. Un metaverso sería una conjunción del mundo analógico y el digital, un universo en el que lo presencial y lo virtual confluyen.

Los expertos en tecnología de Voxel School me cuentan que no es algo nuevo. Metaversos o universos paralelos generados por un ordenador se conocen desde hace dos décadas. Lla película Matrix en la que no se distingue lo real de la pesadilla, la red social Second Life en la que tu avatar cobraba vida, pero también los videojuegos de Epic Games han explorado con éxito estos mundos virtuales ficticios de los que puedes formar parte y escuchar un concierto de un famoso rapero. Hasta el youtuber español más conocido, El Rubius, tiene sus metaversos particulares cuando él mismo aparece en un videojuego.

Por mucho que la pandemia baje su intensidad algunas cosas nunca volverán a ser iguales. Las oficinas o las aulas no serán ya solo físicas, sino que -como en estos meses pasados- trabajaremos en remoto y recibiremos clases desde nuestras casas. Al mismo tiempo las empresas o las escuelas tendrán trabajadores y estudiantes híbridos, muchas veces de forma presencial pero otras virtualmente. Por eso, Zuckenberg, y también el primer ejecutivo de Microsoft, apuestan por los metaversos como el gran paradigma del tiempo pospandémico. Creen que después de tantos años hablando de metaversos, el momento ha llegado. El coronavirus nos encerró en casa, pero nos llevó a estar todo el tiempo conectados virtualmente. Por eso ahora son posibles esos nuevos mundos virtuales en los que viviremos como en el real. Los gigantes de Silicon Valley apuestan por que las reuniones, pero también los exámenes o el ocio y las compras serán en un metaverso. Esperemos que estos metaversos sean buenos para todos y Mark no vuelva a hacer de las suyas.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja

 

lunes, 13 de septiembre de 2021

La buena tecnología


(este artículo se publicó originalmente en Actualidad Económica el suplemento económico del diario El Mundo, el día 12 de septiembre de 2021)



Las noticias falsas, el perverso uso de los datos personales, el cibercrimen, la precariedad laboral o el ciberactivismo han traído una profunda desconfianza hacia la tecnología.  Algunas de las grandes plataformas tecnológicas ya son más poderosas que los gobiernos de la mayoría de las naciones del mundo y saben más de nuestra vida que nosotros mismos. Este verano Apple ha anunciado que el nuevo iPhone tendrá un sistema que analizará las imágenes que se hagan con todos sus dispositivos en busca de material inapropiado. No sabemos si esta tecnología se implantará finalmente en todos los móviles, pero en el caso de hacerse miles de millones de usuarios podrían ser vigilados permanentemente. Yuval Harari cree que la inteligencia artificial será capaz de saber la orientación sexual antes que el propio adolescente simplemente por los datos acumulados de su navegación en internet o redes sociales.

Pero a pesar de lo anterior, es imprescindible defender la tecnología en la era de la covid19. Porque sin los avances tecnológicos hubiera sido imposible encontrar y dispensar una vacuna en tiempo récord, mantener la cadena logística de abastecimiento sin interrupciones, permitir la asistencia sanitaria universal, impartir millones de horas de clases en colegios y universidades, y un sistema de telecomunicaciones que ha permitido sobrevivir a la economía y a las familias. La buena tecnología ha estado disponible en los momentos más difíciles, fue buena porque resistió y porque ayudó al bien común.

La pandemia ha sumido a países como España en una profunda crisis que exige reconstruir las bases de nuestro modelo económico. Pero, al mismo tiempo, la alarma sanitaria ha permitido en un año avances tecnológicos que sin ella habríamos necesitado más de un lustro en conseguir. Quiero pensar que tantos sectores económicos devastados, con lo que ello supone en términos de destrucción de empleo y empobrecimiento, será un incentivo para acelerar, de una vez por todas, el proceso de transformación digital. Las empresas tecnológicas en España en plena emergencia sanitaria fueron declaradas sector esencial, esto demuestra que también son esenciales para cualquier otra industria del país y para el nuevo tiempo que nos toca vivir.

Ha tenido que ser la pesadilla de la alarma sanitaria la que nos ha hecho ver cómo la tecnología nos ha cambiado la vida para bien ya que está detrás de la erradicación de muchas enfermedades mortales o que la pobreza se esté reduciendo e incluso está haciendo posible un mejor planeta para las minorías. La esperanza de vida no ha dejado de crecer y apenas hay diferencias en la edad media por ejemplo entre Argelia y Hungría; la mayoría de la población del mundo vive en países que no son pobres y la energía ha llegado a la inmensa mayoría del globo. 

El coronavirus ha marcado un antes y después en nuestras vidas, pero también en la historia. Acabamos de iniciar, por tanto, la era de la pandemia. La época que recién empieza está por definirse, pero ya hay una certeza, la tecnología lo impregnará todo. Mi apuesta es que será para bien. Aquellos territorios que abracen el cambio tecnológico -sin esperar a que todo vuelva a ser igual que en marzo de 2020- conseguirán empresas, empleos y sistemas de bienestar resilientes. En la era de la pandemia no puede mirarse hacia atrás con nostalgia sino hacia el futuro con ilusión. Cada día la tecnología nos da buenas noticias en todo el mundo: aplicaciones que nos permiten viajar con garantías, hospitales que se construyen en semanas, sistemas logísticos eficientes, infraestructuras seguras de datos, empresas que no contaminan con el hidrógeno verde y administraciones soportando la economía a través de ayudas para las pymes y ciudadanos. Por supuesto que los problemas seguirán ahí y sufriremos episodios que la tecnología no podrá resolver e incluso en ocasiones empeorará.

No obstante, por cada uno de esos escenarios distópicos, hay diez beneficiosos, según el investigador Rafael Yuste. La neurotecnología se aplicará en pacientes con Parkinson a través de estimulación cerebral o en personas sordas con implantes que incorporan un micrófono que recogerá sonidos del exterior. En el futuro también se espera que con estas tecnologías puedan llegar a ver personas ciegas, o curar el Alzheimer finalmente gracias al refuerzo de los circuitos neuronales de la memoria.

Tenemos que aprovechar esta buena tecnología que nos permite lo anterior pero también hace posible abrirnos al mundo, trabajar a distancia, asumir con naturalidad la irreverencia de las nuevas generaciones, encontrar valor en los datos o competir con cualquiera. La reconstrucción económica y social de países como España ha de basarse en el talento de las personas y las instituciones que utilicen estas buenas tecnologías. Ortega y Gasset postulaba que la técnica solo adquiere sentido si está al servicio del hombre, en nuestra mano tenemos, ahora, darle la razón al filósofo español.


NOTA: el contenido del artículo se desarrolla en el libro LA BUENA TECNOLOGIA editado por PLANETA y que verá la luz en noviembre de 2021 y del que Iñaki Ortega es coautor


Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) 

 

 

lunes, 6 de septiembre de 2021

Volver

 

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 6 de septiembre de 2021)


“Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos. Van marcando mi retorno (…) Y aunque no quise el regreso. Siempre se vuelve (…) Volver. Con la frente marchita (…) Sentir. Que es un soplo la vida” El tango Volver tiene muchos años, casi un siglo, pero estos días de septiembre la canción interpretada por la voz de Carlos Gardel, con esa letra y la lenta melodía se me antoja más actual que nunca.

Veo a mis hijos suspirando a todas horas por la vuelta al colegio, a mi familia con el vértigo de afrontar los problemas de la vida cotidiana que las vacaciones atemperaron, a mis amigos resignados ante el nuevo abrazo de la rutina y yo mismo con el mismo cuerpo que se te queda cuando coges un avión a las 6 de la mañana.

Pero no somos los únicos que volver nos causa tristeza como la canción del mismo nombre. Los cientos de miles de despedidos por el fin de la campaña de turismo saben de lo que hablo. También los autónomos y las pymes que ven con pánico cómo la factura de la luz no deja de subir. Y los miles de damnificados por la gota fría de septiembre que se repite todos los años a pesar de tanto big data e inteligencia artificial. Los socios del gobierno de España que saben que les espera un curso de navajazos con peleas intestinas, los bancos españoles que tienen que seguir cerrando sucursales y echando a gente a la calle, los jóvenes que saben que no encontrarán trabajo porque viven en el país con mayor tasa de desempleo juvenil de Europa, los empresarios españoles que ya se les ha amargado el primer café de septiembre con la subida de los costes salariales que se unen a la inflación galopante. Y uno de cada dos españoles que cada noche mira con pánico ese horrible invento que es el despertador.

Pero, mucho peor vuelta al cole tienen los millones de catalanes que sufrirán en unos días una Diada que les recuerda que no son queridos en su propia tierra.  Esas víctimas del terrorismo que no dan crédito a lo pronto que se ha olvidado que dieron la vida por su país y a nadie le importa ya que se jalee impunemente a los asesinos etarras. O el presidente Biden que en breve estará en el veinte aniversario de los atentados del 11 de septiembre y que tendrá que justificar a sus compatriotas que de nuevo Afganistán es refugio de la yihad. Una pesadilla casi como la que afronta la Ministra Teresa Ribera que ha de explicar la factura de la luz que no ha dejado de subir a pesar de la claridad de sus ideas cuando estaba en la oposición.

Dicen que el tango es un pensamiento triste que se baila. Bailemos con el nuevo curso porque igual de ese modo se nos va la nostalgia. Algunos padres de niños pequeños, que no me oiga nadie, ya bailan porque la guardería ha vuelto a abrir y necesitaban vacaciones de las vacaciones.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

domingo, 5 de septiembre de 2021

La economía de la soledad

 (este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el 30 de agosto de 2021)


En estas semanas en las que hemos visto ciudades como Madrid vacías por el verano he recordado que en París la mitad de la población vive sola durante todo el año, en Estocolmo son seis de cada diez los que residen sin compañía. Reino Unido ha visto como la proporción de personas que viven solas se ha doblado desde 1960 hasta alcanzar el 31 por ciento. Son datos que leí en un informe del World Economic Forum que empezó a estudiar este fenómeno hace un par de años por sus implicaciones económicas.

En España, según un informe de la Universidad Pompeu Fabra son casi cuatro millones de personas los mayores de 65 años que viven sin compañía o lo que es lo mismo, el 43 por ciento de todos los que superan esa edad. Entre las mujeres de esa cohorte la proporción sube hasta el 55 por ciento.

Vivir solo o con alguien podría ser un mero dato estadístico si no supusiese un hecho añadido que aporta el catedrático de economía Guillem López Casasnovas: aproximadamente el 70 por ciento de las personas que viven solas también se sienten solas. Y cuando ese sentimiento aparece los especialistas de la salud defienden que es causa generadora de enfermedad, muchas de ellas mentales. Está demostrado que la soledad es uno de los factores de riesgo de mortalidad prematura, hasta se ha constatado una relación positiva entre soledad y deterioro del funcionamiento del sistema cardiovascular.

Los profesionales del sector del cuidado lo conocen de primera mano. En España, un 26% de las personas atendidas por Cruz Roja se sienten solas, para Sanitas es un 30 por ciento de sus pacientes. En el resto de Europa, el relato es muy parecido. Alemania tiene dos tercios de la población que consideran la soledad como un problema grave. Casi un tercio de los ciudadanos holandeses admitió sentirse solo, y uno de cada diez lo estaba gravemente. En Suecia, hasta una cuarta parte de la población dijo que con frecuencia se sentía sola. En Suiza, dos de cada cinco personas informaron que a veces, a menudo o siempre se sienten así. Pero no es una cuestión de edad, aunque la soledad se cebe con los adultos mayores, por ejemplo, uno de cada cuatro adultos en el Reino Unido ha experimentado soledad excesiva durante el confinamiento, especialmente entre los 18 y 29 años; uno de cada ocho dijo no tener ningún amigo. La escritora superventas Noreena Hertz cuenta estos datos en su último libro The Lonely Century en el que califica como la nueva pandemia a la soledad no solo por los problemas de salud que ocasiona sino porque está detrás del auge de los populismos. La economista defiende su tesis usando datos demoscópicos recientes y basándose en estudios sociológicos pretéritos que vinculan la falta de interacciones sociales con la propensión a rendirse ante ideologías intolerantes que aportan una sensación de pertenencia.

En cualquier caso, los costes económicos de la soledad son enormes. En Reino Unido se calcula que, para las personas de más de 75 años, la soledad incrementa los costes sanitarios en 6.000 libras por persona, precisamente porque la mitad de ellas viven solas, y muchas de ellas no han hablado con un pariente o amigo en más de un mes. El profesor Moreno-Ibáñez de la Universidad de Navarra defiende que la soledad es tan tóxica como fumar unos 15 cigarrillos al día.

Pero lo que es un hecho es que en los próximos años la soledad no va a dejar de aumentar en sus diferentes acepciones, desde vivir solo pasando por la soledad elegida o por el conocido como aislamiento social. Uno de cada cuatro ciudadanos de la Unión Europea declaró sentirse solo el año pasado, el doble con respecto a 2016. Las causas son conocidas pero me permito recordarlas: la población del mundo envejece alcanzándose edades extremas; la sociedad se transforma de la mano de nuevos hábitos y estilos de vida que rompen con la tradicional vida en familia; la tecnología y la inteligencia artificial han irrumpido haciendo innecesarias muchas interacciones sociales como ir a la compra, conocer a los vecinos o quedar con amigos y pandemias como la covid19 exigirán distancia social en ocasiones y han consolidado el teletrabajo evitando un espacio clásico de socialización.

Pero ante estas amenazas es cuando surge con fuerza la economía de la soledad. Una oportunidad para ofrecer nuevos bienes y servicios, desde la iniciativa privada con el impulso de lo público, que luchen contra esa soledad no deseada. Una buena noticia porque siguiendo esta vez a Renee Mouborgne de la prestigiosa escuela de negocios INSEAD, el mercado de la soledad es una océano azul -apenas hay operadores que han visto esta oportunidad - y los pioneros se beneficiarán de ello.

La economista-jefe de Singular Bank, Alicia Coronil, me ha recordado este verano que, según McKinsey, el consumo global aumentará aproximadamente en 19 billones de dólares en los próximos diez años, una cifra equivalente a un 22 por ciento del PIB mundial de 2020. No obstante, la mitad de este avance se concentrará en Asia apoyado en el incremento del peso de la clase media. De hecho, uno de cada dos hogares de ingresos medio-altos estará en el continente asiático, frente al 33 por ciento del total mundial en 2010. Pero lo más relevante de lo que me contó la profesora Coronil es que de aquí a 2030 los patrones de consumo estarán mediatizados no solo por la economía plateada (silver economy) sino por el crecimiento del número de hogares unipersonales, que representan actualmente un 35 por ciento del total en las economías avanzadas asiáticas y en el caso de China un 15 por ciento Una tendencia que también se observa en India, donde el tamaño medio de familias ha retrocedido un 15 por ciento en los últimos 10 años. Este hecho, para Mckinsey, está impulsando la economía de la soledad (lonely economy) asociada no sólo a una adaptación del tamaño de los envases de los productos y al aumento de uso de servicios a domicilio, compra de bienes y servicios online de entretenimiento digital o de salud, sino también a cambios en el urbanismo ante el incremento de la demanda de viviendas de menor tamaño.

En Estados Unidos, aunque suene a broma hay empresas que alquilan amigos (rent a friend), en Corea discotecas especializadas para senior solteros (colatecs). Es más seria la contribución económica que aportan las plataformas de citas entre solteros que alcanza los mil millones de euros en España según Ourtime. Las compañías que ofrecen paquetes turísticos para personas que viajan solas se han multiplicado en todo el mundo siendo el único colectivo que crece a dos dígitos y el auge de los espacios de trabajo colectivo, los conocidos como coworking, no se entiende sin explicar la necesidad que cada vez más profesionales autónomos tienen de salir de la soledad de su casa.

En España la plataforma Soul Auto se ha especializado en este público subastando coches de coleccionista usando tecnologías disruptivas; en el mundo Harley Davidson, la empresa líder en venta de motocicletas en Estados Unidos, tiene como uno de sus principales públicos objetivo a las personas que viven solas y tienen ingresos por ello.

Para finalizar no pido desde estas líneas lo que hizo en 2018 Theresa May, la primera ministra británica que creó un ministerio de la soledad sino simplemente que en la economía resolver problemas siempre tiene premio.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)