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jueves, 30 de diciembre de 2021

2022 y los prosumidores

(este artículo se publicó originalmente en el diario económico La Información el día 28 de diciembre de 2021)


El año que empieza, si la covid19 no lo impide, puede ser el inicio de la era de los prosumidores. Aunque se le atribuye a Jeremy Rifkin, este término fue acuñado en 1980 por el futurólogo Alvin Toffler en su libro “La tercera ola”. La tesis de Toffer es que la civilización está en una tercera ola que deja atrás la primera o agrícola en la que se vivió hasta la revolución industrial que es la segunda. Esta ola permitirá pasar del autoabastecimiento preindustrial y el consumo masivo de las últimas décadas a uno nuevo posindustrial en el que se podrá producir y consumir al mismo tiempo.

Hace apenas dos años Rifkin explicaba este fenómeno en una conferencia en la Fundación Rafael del Pino de Madrid. Para este profesor de Wharton College, la economía colaborativa, es el primer sistema económico que se consolida desde el surgimiento del capitalismo y el socialismo, de hecho, ya coexiste con la economía de mercado. Este nuevo paradigma está llamado a transformar radicalmente la vida económica porque -según este sociólogo de Denver- permite el coste marginal cero, es decir que no habrá costes añadidos si se aumenta la producción de un bien o servicio. Es el sueño que siempre han perseguido las empresas y no es ciencia ficción porque es lo que está empezando a suceder. Y es en este escenario de economía colaborativa, en el que la figura del consumidor desaparece y aparece una inédita: el prosumidor. Son aquellas personas que han empezado a producir o compartir a través de internet. Desde su propia música, a sus videos en YouTube, sus conocimientos en Wikipedia o sus propias noticias en redes sociales. Todo esto comenzó hace más de un lustro, pero ya ha tenido su impacto en sectores económicos como el turismo, el transporte en las ciudades, pero también en la industria del entretenimiento con periódicos, discográficas y hasta productoras de cine quebradas.

Hasta aquí nada nuevo, pensará el lector, pero lo disruptivo viene ahora con la economía de la energía. La tecnología ya permite a millones de prosumidores producir y compartir su propia energía renovable, con un coste marginal casi nulo. Rifkin defiende que no es algo residual y que son decenas de millones los americanos que ya participan de forma activa en esta tendencia, bien compartiendo automóvil o vivienda y ahora produciendo energía.

Si las búsquedas en internet anticipan tendencias de futuro, Google España ha confirmado en un informe de la Fundación MAPFRE que casi la mitad de los mayores de 55 años en España están muy cerca de ser prosumidores porque forman parte del movimiento conocido como Do It Yourself. Son los que quieren hacer las cosas por ellos mismos, generalmente aficionados al bricolaje que tienden a construir, modificar o reparar cosas que poseen sin contar con la ayuda de un profesional. Sus actividades abarcan desde mejoras para el hogar hasta proyectos de jardinería y mantenimiento de vehículos. Están en internet viendo tutoriales o buscando herramientas para el hogar o su coche. Y crecen a ritmo de dos dígitos.

Esta nueva forma de autoconsumo al mismo tiempo que la economía circular del reciclaje, se ha acelerado con el confinamiento de la pandemia formando un cóctel que diferentes analistas han llamado neoecología. Un nuevo activismo orientado hacia una forma de consumir diferente protagonizado por el uso inteligente y sostenible de los recursos. Esta neoecología es mucho más que la mera protección de la naturaleza o la oposición contra el consumismo desaforado. Cada vez más consumidores eligen empresas que no sólo ofrecen un mero producto, sino el compromiso de hacer una contribución a la vida de sus clientes, empleados y de la sociedad en su conjunto. En el mundo anglosajón las multinacionales con propósito se han unido a este movimiento bautizado como Tech4Good y que por estos lares me he atrevido a resumir como “La Buena tecnología” título de mi último libro escrito junto al presidente del Sur de Europa de Hewlett Packard Enterprise, José María de la Torre.

La organización ecologista, WWF, habla incluso de un futuro energético descentralizado gracias a lo anterior. La generación de energía a partir del viento y el sol, pero también de otras fuentes de energía renovable, estará descentralizada. En lugar de unas pocas grandes centrales eléctricas, en el sistema energético del futuro, millones de pequeñas centrales generarán energía. Y, aquí viene lo mejor, muchas de las partes involucradas -incluso en países pobres- en este proceso serán al mismo tiempo productores como consumidores de energía, es decir prosumidores.  La empresa francesa Schneider en boca de su directivo Jordi García, defiende que la descentralización no se limitará a las fuentes de energía sino al propio control de esa red. En este sentido, los consumidores se están empezando a empoderar, convirtiéndose en prosumidores activos, capaces de generar, almacenar y redistribuir energía cuando sea necesario, es decir, capaces de gestionar activamente sus propios recursos energéticos, no solo consumir la energía que les llega de la red. Evolucionaremos de consumidores energéticos unilaterales a prosumidores energéticos multidireccionales.

Pero esto no ha hecho más que empezar. Según otro estudio de PwC y Siemens hasta los edificios de la España 5.0 serían prosumidores de energía, mucho más activos y con potestad para generar electricidad, usarla, venderla, almacenarla o distribuirla a las redes inteligentes, formando así un ecosistema integrado. En la multinacional española, Soltec, han dado un paso más con un nuevo concepto, la ecovoltaica. La generación de energía fotovoltaica y la agricultura pueden coexistir en el mismo terreno. Basándose en estudios de la Universidad de Oregón la convivencia de las dos actividades aporta beneficios recíprocos a los prosumidores. Por ejemplo, la sombra de los paneles solares ayuda a producir hasta un 12% más de cultivo que en los campos tradicionales, otra consecuencia es la reducción de la evaporación del suelo, que así mantiene el ambiente más húmedo y, por lo tanto, genera un menor consumo de agua para el riego. Finalmente, el gobierno de España se ha sumado a esa tendencia de la mano de una nueva regulación, la Orden TED/1247/2021 de 15 de noviembre regula los coeficientes de reparto variables en autoconsumo colectivo, y va a facilitar que muchos pequeños industriales y hasta agricultores pasen a ser prosumidores, en un contexto en que cualquier ahorro de la factura eléctrica será bien recibido.

Buenas noticias para cientos de miles de españoles que podrán beneficiarse y a la vez ayudar al planeta siendo prosumidores. Ahora solo necesitamos, crucemos los dedos, que la cadena de suministro global se normalice incluidos los chips y el acero chino para que florezca esta nueva industria de los prosumidores energéticos. Pero eso es otro cantar. Feliz 2022.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de dirección de empresas en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

lunes, 13 de septiembre de 2021

La buena tecnología


(este artículo se publicó originalmente en Actualidad Económica el suplemento económico del diario El Mundo, el día 12 de septiembre de 2021)



Las noticias falsas, el perverso uso de los datos personales, el cibercrimen, la precariedad laboral o el ciberactivismo han traído una profunda desconfianza hacia la tecnología.  Algunas de las grandes plataformas tecnológicas ya son más poderosas que los gobiernos de la mayoría de las naciones del mundo y saben más de nuestra vida que nosotros mismos. Este verano Apple ha anunciado que el nuevo iPhone tendrá un sistema que analizará las imágenes que se hagan con todos sus dispositivos en busca de material inapropiado. No sabemos si esta tecnología se implantará finalmente en todos los móviles, pero en el caso de hacerse miles de millones de usuarios podrían ser vigilados permanentemente. Yuval Harari cree que la inteligencia artificial será capaz de saber la orientación sexual antes que el propio adolescente simplemente por los datos acumulados de su navegación en internet o redes sociales.

Pero a pesar de lo anterior, es imprescindible defender la tecnología en la era de la covid19. Porque sin los avances tecnológicos hubiera sido imposible encontrar y dispensar una vacuna en tiempo récord, mantener la cadena logística de abastecimiento sin interrupciones, permitir la asistencia sanitaria universal, impartir millones de horas de clases en colegios y universidades, y un sistema de telecomunicaciones que ha permitido sobrevivir a la economía y a las familias. La buena tecnología ha estado disponible en los momentos más difíciles, fue buena porque resistió y porque ayudó al bien común.

La pandemia ha sumido a países como España en una profunda crisis que exige reconstruir las bases de nuestro modelo económico. Pero, al mismo tiempo, la alarma sanitaria ha permitido en un año avances tecnológicos que sin ella habríamos necesitado más de un lustro en conseguir. Quiero pensar que tantos sectores económicos devastados, con lo que ello supone en términos de destrucción de empleo y empobrecimiento, será un incentivo para acelerar, de una vez por todas, el proceso de transformación digital. Las empresas tecnológicas en España en plena emergencia sanitaria fueron declaradas sector esencial, esto demuestra que también son esenciales para cualquier otra industria del país y para el nuevo tiempo que nos toca vivir.

Ha tenido que ser la pesadilla de la alarma sanitaria la que nos ha hecho ver cómo la tecnología nos ha cambiado la vida para bien ya que está detrás de la erradicación de muchas enfermedades mortales o que la pobreza se esté reduciendo e incluso está haciendo posible un mejor planeta para las minorías. La esperanza de vida no ha dejado de crecer y apenas hay diferencias en la edad media por ejemplo entre Argelia y Hungría; la mayoría de la población del mundo vive en países que no son pobres y la energía ha llegado a la inmensa mayoría del globo. 

El coronavirus ha marcado un antes y después en nuestras vidas, pero también en la historia. Acabamos de iniciar, por tanto, la era de la pandemia. La época que recién empieza está por definirse, pero ya hay una certeza, la tecnología lo impregnará todo. Mi apuesta es que será para bien. Aquellos territorios que abracen el cambio tecnológico -sin esperar a que todo vuelva a ser igual que en marzo de 2020- conseguirán empresas, empleos y sistemas de bienestar resilientes. En la era de la pandemia no puede mirarse hacia atrás con nostalgia sino hacia el futuro con ilusión. Cada día la tecnología nos da buenas noticias en todo el mundo: aplicaciones que nos permiten viajar con garantías, hospitales que se construyen en semanas, sistemas logísticos eficientes, infraestructuras seguras de datos, empresas que no contaminan con el hidrógeno verde y administraciones soportando la economía a través de ayudas para las pymes y ciudadanos. Por supuesto que los problemas seguirán ahí y sufriremos episodios que la tecnología no podrá resolver e incluso en ocasiones empeorará.

No obstante, por cada uno de esos escenarios distópicos, hay diez beneficiosos, según el investigador Rafael Yuste. La neurotecnología se aplicará en pacientes con Parkinson a través de estimulación cerebral o en personas sordas con implantes que incorporan un micrófono que recogerá sonidos del exterior. En el futuro también se espera que con estas tecnologías puedan llegar a ver personas ciegas, o curar el Alzheimer finalmente gracias al refuerzo de los circuitos neuronales de la memoria.

Tenemos que aprovechar esta buena tecnología que nos permite lo anterior pero también hace posible abrirnos al mundo, trabajar a distancia, asumir con naturalidad la irreverencia de las nuevas generaciones, encontrar valor en los datos o competir con cualquiera. La reconstrucción económica y social de países como España ha de basarse en el talento de las personas y las instituciones que utilicen estas buenas tecnologías. Ortega y Gasset postulaba que la técnica solo adquiere sentido si está al servicio del hombre, en nuestra mano tenemos, ahora, darle la razón al filósofo español.


NOTA: el contenido del artículo se desarrolla en el libro LA BUENA TECNOLOGIA editado por PLANETA y que verá la luz en noviembre de 2021 y del que Iñaki Ortega es coautor


Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)