(este artículo se publicó originalmente en el diario económico La Información el día 28 de diciembre de 2021)
El año que empieza, si la covid19 no lo impide, puede ser el inicio de la era de los prosumidores. Aunque se le atribuye a Jeremy Rifkin, este término fue acuñado en 1980 por el futurólogo Alvin Toffler en su libro “La tercera ola”. La tesis de Toffer es que la civilización está en una tercera ola que deja atrás la primera o agrícola en la que se vivió hasta la revolución industrial que es la segunda. Esta ola permitirá pasar del autoabastecimiento preindustrial y el consumo masivo de las últimas décadas a uno nuevo posindustrial en el que se podrá producir y consumir al mismo tiempo.
Hace apenas dos años Rifkin explicaba este fenómeno en una conferencia en la Fundación Rafael del Pino de Madrid. Para este profesor de Wharton College, la economía colaborativa, es el primer sistema económico que se consolida desde el surgimiento del capitalismo y el socialismo, de hecho, ya coexiste con la economía de mercado. Este nuevo paradigma está llamado a transformar radicalmente la vida económica porque -según este sociólogo de Denver- permite el coste marginal cero, es decir que no habrá costes añadidos si se aumenta la producción de un bien o servicio. Es el sueño que siempre han perseguido las empresas y no es ciencia ficción porque es lo que está empezando a suceder. Y es en este escenario de economía colaborativa, en el que la figura del consumidor desaparece y aparece una inédita: el prosumidor. Son aquellas personas que han empezado a producir o compartir a través de internet. Desde su propia música, a sus videos en YouTube, sus conocimientos en Wikipedia o sus propias noticias en redes sociales. Todo esto comenzó hace más de un lustro, pero ya ha tenido su impacto en sectores económicos como el turismo, el transporte en las ciudades, pero también en la industria del entretenimiento con periódicos, discográficas y hasta productoras de cine quebradas.
Hasta aquí nada nuevo, pensará el lector, pero lo disruptivo viene ahora con la economía de la energía. La tecnología ya permite a millones de prosumidores producir y compartir su propia energía renovable, con un coste marginal casi nulo. Rifkin defiende que no es algo residual y que son decenas de millones los americanos que ya participan de forma activa en esta tendencia, bien compartiendo automóvil o vivienda y ahora produciendo energía.
Si las búsquedas en internet anticipan tendencias de futuro, Google España ha confirmado en un informe de la Fundación MAPFRE que casi la mitad de los mayores de 55 años en España están muy cerca de ser prosumidores porque forman parte del movimiento conocido como Do It Yourself. Son los que quieren hacer las cosas por ellos mismos, generalmente aficionados al bricolaje que tienden a construir, modificar o reparar cosas que poseen sin contar con la ayuda de un profesional. Sus actividades abarcan desde mejoras para el hogar hasta proyectos de jardinería y mantenimiento de vehículos. Están en internet viendo tutoriales o buscando herramientas para el hogar o su coche. Y crecen a ritmo de dos dígitos.
Esta nueva forma de autoconsumo al mismo tiempo que la economía circular del reciclaje, se ha acelerado con el confinamiento de la pandemia formando un cóctel que diferentes analistas han llamado neoecología. Un nuevo activismo orientado hacia una forma de consumir diferente protagonizado por el uso inteligente y sostenible de los recursos. Esta neoecología es mucho más que la mera protección de la naturaleza o la oposición contra el consumismo desaforado. Cada vez más consumidores eligen empresas que no sólo ofrecen un mero producto, sino el compromiso de hacer una contribución a la vida de sus clientes, empleados y de la sociedad en su conjunto. En el mundo anglosajón las multinacionales con propósito se han unido a este movimiento bautizado como Tech4Good y que por estos lares me he atrevido a resumir como “La Buena tecnología” título de mi último libro escrito junto al presidente del Sur de Europa de Hewlett Packard Enterprise, José María de la Torre.
La organización ecologista, WWF, habla incluso de un futuro energético descentralizado gracias a lo anterior. La generación de energía a partir del viento y el sol, pero también de otras fuentes de energía renovable, estará descentralizada. En lugar de unas pocas grandes centrales eléctricas, en el sistema energético del futuro, millones de pequeñas centrales generarán energía. Y, aquí viene lo mejor, muchas de las partes involucradas -incluso en países pobres- en este proceso serán al mismo tiempo productores como consumidores de energía, es decir prosumidores. La empresa francesa Schneider en boca de su directivo Jordi García, defiende que la descentralización no se limitará a las fuentes de energía sino al propio control de esa red. En este sentido, los consumidores se están empezando a empoderar, convirtiéndose en prosumidores activos, capaces de generar, almacenar y redistribuir energía cuando sea necesario, es decir, capaces de gestionar activamente sus propios recursos energéticos, no solo consumir la energía que les llega de la red. Evolucionaremos de consumidores energéticos unilaterales a prosumidores energéticos multidireccionales.
Pero esto no ha hecho más que empezar. Según otro estudio de PwC y Siemens hasta los edificios de la España 5.0 serían prosumidores de energía, mucho más activos y con potestad para generar electricidad, usarla, venderla, almacenarla o distribuirla a las redes inteligentes, formando así un ecosistema integrado. En la multinacional española, Soltec, han dado un paso más con un nuevo concepto, la ecovoltaica. La generación de energía fotovoltaica y la agricultura pueden coexistir en el mismo terreno. Basándose en estudios de la Universidad de Oregón la convivencia de las dos actividades aporta beneficios recíprocos a los prosumidores. Por ejemplo, la sombra de los paneles solares ayuda a producir hasta un 12% más de cultivo que en los campos tradicionales, otra consecuencia es la reducción de la evaporación del suelo, que así mantiene el ambiente más húmedo y, por lo tanto, genera un menor consumo de agua para el riego. Finalmente, el gobierno de España se ha sumado a esa tendencia de la mano de una nueva regulación, la Orden TED/1247/2021 de 15 de noviembre regula los coeficientes de reparto variables en autoconsumo colectivo, y va a facilitar que muchos pequeños industriales y hasta agricultores pasen a ser prosumidores, en un contexto en que cualquier ahorro de la factura eléctrica será bien recibido.
Buenas noticias para cientos de
miles de españoles que podrán beneficiarse y a la vez ayudar al planeta siendo
prosumidores. Ahora solo necesitamos, crucemos los dedos, que la cadena de
suministro global se normalice incluidos los chips y el acero chino para que
florezca esta nueva industria de los prosumidores energéticos. Pero eso es otro
cantar. Feliz 2022.
Iñaki Ortega es doctor en
economía y profesor de dirección de empresas en la Universidad Internacional de
La Rioja (UNIR)
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