jueves, 31 de marzo de 2016

El legado para los emprendedores

(este artículo se publicó en el periódico Cinco Días el día 30 de marzo de 2016)  
Los miembros de la llamada Generación Z, los chicos y chicas que están tomando el relevo a los millennials, son aquellos que nacieron en el entorno del año 2000. Están ahora mismo en los colegios y universidades y solo han visto como presidente de Telefónica a César Alierta. Cuando los Z nacieron, la compañía de telefonía española era lo más parecido a un ministerio y por tanto muy lejana de los valores emprendedores que encarna esta nueva generación.

Los 16 años durante los que César Alierta ha ostentado el cargo de presidente de Telefónica han coincidido también con una intensa transformación no solo del entorno empresarial en el mundo, sino también de la propia empresa que ha presidido y que durante ese tiempo ha pasado de ser una operadora de telefonía a convertirse en un gigante digital. Precisamente en este contexto de cambio permanente es en el que se enmarca el anuncio de la sustitución de Alierta en la presidencia de la compañía por su consejero delegado, José María Álvarez-Pallete, al que la operadora considera, según el comunicado remitido ayer a la CNMV como “el directivo más preparado para afrontar con éxito los retos que impone la revolución digital”.
Pero junto con la aportación de Telefónica y de César Alierta a la cabeza a la revolución digital que estamos viviendo, también ha sido notable la aportación realizada a otra de las revoluciones que aún se encuentran en marcha: la del radical cambio hacia una gran empresa con filosofía startup. Telefónica, que pasó de ser una empresa nacional para convertirse en una multinacional, ha sido protagonista del impulso del llamado ecosistema emprendedor, y no solo en España. Su contribución en otras partes del mundo y especialmente en Latinoamérica ha sido más que notable.



Bajo el mandato de César Alierta la operadora ha sido una de las empresas a nivel mundial que antes y más decididamente han apostado por apoyar a las startups como estrategia para afianzarse en la vanguardia de la economía digital y al mismo tiempo contribuir al desarrollo del ecosistema emprendedor en el que opera. El desafío tecnológico al que se han tenido que enfrentar las compañías de telecomunicaciones desde el cambio de Milenio ha sido mayúsculo, y la virtud de Alierta ha sido entender enseguida que los cambios que tenían que acontecer dentro de estas empresas, no ya para liderar sino para sobrevivir a la transformación digital, pasaban por hacerlas permeables al talento emprendedor. Con el paraguas de Telefónica Open Future, la multinacional ha sabido apoyar durante estos años a las nuevas empresas tecnológicas con generosidad y con inteligencia, creando oportunidades para ellas dentro y fuera de su organización. Los espacios de crowdworking, las incubadoras Wayra, las becas talentum, los fondos Amerigo y Telefónica Ventures… son iniciativas que han ido mucho más allá de las fronteras de la responsabilidad social corporativa, convirtiéndose en un pilar fundamental de la empresa para captar talento y generar innovación extramuros. Junto a las impresionantes cifras vinculadas a la matriz que deja Alierta, hay otras de las que probablemente no se hablará tanto estos días, pero que no pueden obviarse; son las más de 850 startups aceleradas, las cerca 600 compañías invertidas y los más de 350 millones de euros comprometidos en su lanzamiento.



Alfred Marshall, allá por el 1890, situó a los emprendedores como el cuarto factor de producción por encima del capital, la tierra y el trabajo. Para este economista la actividad del empresario era clave como proveedor de bienes para la sociedad pero también como fuente de innovación y progreso. El austroamericano Schumpeter dos décadas después consideró a los emprendedores vehículos de innovación puesto que generan nuevos productos, nuevos métodos de producción, nuevos mercados y nuevas formas de organización. Gracias a estos dos autores hoy sabemos que no existe capitalismo sin los emprendedores ya que son el vehículo en que las ideas se implementan y por ello, los agentes más importantes en la creación de nuevos empleos,  lo que les ha convertido en el motor del desarrollo económico-social y del progreso en la nueva economía. 
Aun siendo cierto que los cambios empiezan desde abajo y que los emprendedores no han dejado de ser los protagonistas de la actividad económica por su capacidad para prever el futuro, también lo es que para asegurar su crecimiento y el arraigo de su actividad los emprendedores necesitan un ecosistema adecuado y Telefónica, bajo el mandato de Alierta ha sido junto con muchas otras compañías punteras en España, uno de los agentes que han favorecido, y lo siguen haciendo, el ecosistema adecuado para el emprendimiento. Si tenemos en cuenta que la economía digital se está construyendo con ese cambio de enfoque desde lo grande a lo pequeño sin duda el trabajo con los emprendedores constituye el legado más valioso de Cesar Alierta. La presidencia de Telefónica queda ahora en manos de José María Álvarez-Pallete, precisamente la persona que ha implementado e inspirado la estrategia startup de la compañía. Buena señal, buen legado.



Iñaki Ortega es doctor en economía y Director de Deusto Business School

martes, 15 de marzo de 2016

Revolución z

(este artículo se publicó en la revista Ipmark el día 15 de marzo de 2016)

Cuando en 1971 Klaus Schwab fundó desde su cátedra universitaria de Ginebra el Foro Económico Mundial, que cada año reúne en la estación de esquí suiza de Davos, a las instituciones y directivos más poderosos del planeta, nunca pudo imaginar cómo la tecnología lo iba a cambiar todo.

En las primeras semanas de este año, coincidiendo con una nueva edición del foro de Davos, se ha escuchado afirmar al alemán Schwab que estamos a punto de ser arrastrados por un tsunami tecnológico que cambiará el mundo en el que vivimos de forma que aún no podemos ni imaginar. La cuarta revolución industrial será la de las fábricas inteligentes y tomará el relevo de la primera revolución del siglo XIX con la máquina de vapor, de la segunda con la producción masiva y de la tercera con  la incorporación de los ordenadores. Esta industria 4.0 es la de una nueva economía de máquinas inteligentes. En opinión del viejo profesor alemán, como rezan las crónicas de los debates de estos días, en los próximos diez años vamos a ser testigos de transformaciones más profundas que las experimentadas en todo un siglo. La tecnología va a cambiar radicalmente la forma en la que hacemos negocios, compramos y producimos, pero también cómo nos relacionamos, accedemos a la información e influimos en la sociedad. Todos estos avances científicos suponen una excelente oportunidad para la creación de nuevas empresas que solucionen problemas de nuestro mundo.

El filtro por el cual ese potencial de avances tecnológicos se materializará en realidades son los emprendedores. Nunca antes en la historia las ideas de los emprendedores han sido capaces de ponerse en marcha de un modo tan rápido y sencillo. Estos innovadores atraen fondos y talento de todo el mundo y pueden conseguir un mundo mejor con sus disrupciones.

También en estos días ha visitado Madrid, invitado por la Fundación Everis, David Roberts, antiguo militar y banquero; hoy profesor, emprendedor y filántropo. Con un mensaje optimista, Roberts encara los negros augurios sobre la economía mundial, afirmando que se crearán muchas nuevas profesiones para reemplazar a las que van a destruirse, en campos como la energía, el medioambiente, inteligencia artificial, bioinformática, biología sintética… Roberts es también Vicepresidente de la universidad fundada por Google y la NASA con sede en Silicon Valley. La Singularity University toma su nombre del término científico “singularidad”. En el análisis matemático se usa para aludir a ciertas funciones que presentan comportamientos inesperados cuando se le asignan determinados valores a las variables independientes. La singularidad tecnológica se da en un hipotético punto a partir del cual una civilización sufre una aceleración del progreso técnico que provocaría la incapacidad de predecir sus consecuencias.

En España también vivimos tiempos de singularidad. En nuestro entorno pasan cosas inesperadas, y la incertidumbre se ha instalado en nuestras vidas. Pero como nos recuerdan desde Davos, Suiza y desde Silicon Valley, Estados Unidos, estamos en un momento inédito en el que lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no acaba de morir.  Por primera vez en la historia para protagonizar la revolución que viene, ya no hace falta estar en un lugar determinado del mundo o pertenecer a un grupo social, es posible formar parte de esa vanguardia para todos gracias a la tecnología. Una reciente investigación de la Universidad de Deusto ha estudiado la generación z, llamada así porque va detrás de la generación y -los  millennials- que a su vez fueron precedidos por la conocida como la generación perdida, la x. Los z, están saliendo de la universidad en este momento, nacidos entre mediados de los noventa y la primera década del nuevo siglo, son la cohorte de edad con mayores posibilidades de informarse y de transmitir información, de desarrollar proyectos de toda índole gracias a su conectividad global, de expresar su creatividad y de colaborar en proyectos sin que las distancias supongan una barrera.

Y es en el tratamiento de la información en lo que encontramos una de las mayores diferencias intergeneracionales. La generación z no ha sido entrenada para reconocer el principio de autoridad de los emisores de información. Han crecido en un entorno igualitario en el que todo tipo de voces discordantes tienen igual altavoz. Dan igual jerarquía a todos los emisores. Y a la vez, entienden la información como algo modificable y fusionable, y no conocen límites a la hora de transmitir información de forma masiva.

En definitiva, estamos ante una generación que, con las oportunidades adecuadas, está en disposición de mejorar el mundo y sacar lo mejor del imparable desarrollo tecnológico. Están más preparados para trabajar globalmente en equipo, para aportar y trabajar en entornos diversos, para innovar desde su propia experiencia. Son tolerantes y más éticos y generosos por naturaleza, más abiertos a compartir el conocimiento y defensores del acceso generalizado a la información. Son conscientes de que deberán estar aprendiendo toda su vida, y de que es posible aprender de todo y de todos. El mundo, muy pronto, estará en sus manos y lo van a revolucionar. Esta nueva época, con ellos, abre inmensas posibilidades para conseguir un mundo mejor donde el ser humano vuelva a ser el centro de atención de la acción de los gobiernos y las empresas.

Iñaki Ortega es doctor en economía y director de Deusto Business School en Madrid.


domingo, 13 de marzo de 2016

Todo el mundo puede cambiar el mundo

(este artículo se publicó en el periódico El Norte de Castilla el día 13 de marzo de 2016)


Estos días en Madrid, en cualquier estación de metro o de autobús, puede verse una campaña organizada por la red mundial de emprendedores sociales, Ashoka, con el lema “Todo el mundo puede cambiar el mundo”. Esta ONG pretende llamar la atención sobre la capacidad trasformadora de los emprendedores. Hoy, gracias a la tecnología y usando el vehículo de una nueva empresa, es más fácil que nunca encontrar soluciones a los problemas que acechan nuestras sociedades. No desaprovechar este momento es un reto que todos los territorios han de saber aprovechar haciendo posible, lo que se ha venido a llamar, un ecosistema emprendedor.

Se trata  de ‎alinear los diferentes agentes que intervienen en el proceso por el cual una idea de un emprendedor se convierte en realidad. El camino de un proyecto innovador a una empresa viable es harto complicado, por ello para que eso ocurra, se necesita que todos los elementos que acompañan ese proceso estén perfectamente orquestados. Pero Castilla y León es una región con singularidades evidentes como la dispersión poblacional, la dimensión geográfica y el envejecimiento, que lo hacen más difícil que en otros lugares. Por eso, es tan imprescindible, conseguir ese ecosistema emprendedor con todos los eslabones de la cadena funcionando perfectamente para que nadie, ninguna idea, se quede por el camino.

Por suerte Castilla y León disfruta de todos los elementos para que la capacidad innovadora de sus habitantes pueda desarrollarse en su entorno.


1. Un tejido empresarial colaborativo. Existe una cada vez mayor conciencia de cooperación para escalar nuevos proyectos innovadores entre empresas de nuestro territorio. Diez, son los clúster constituidos sobre sectores de especialización inteligente, un número importante de multinacionales que han confiado en la estabilidad y paz social que otorga Castilla y León y una
creciente clase empresarial regional con indubitable voluntad de
crecer.

2. Un sistema financiero inclusivo. La crisis del sector no ha hecho mella en la cultura ahorradora de nuestra comunidad. Y el proyecto hecho ya realidad de creación de una plataforma financiera, la Lanzadera Financiera de Castilla y León, que agrupa a dieciocho entidades financieras y a la propia Junta de Castilla y León para garantizar financiación, cobertura y capital semilla a todos los
emprendedores, es una excelente noticia.

3. Infraestructuras inteligentes. La extensión de Castilla y León demanda la
existencia de infraestructuras a disposición de las ideas surgidas de los emprendedores. Ocho universidades en Valladolid, Salamanca, León, Burgos, Segovia y Ávila que dan cobertura a todas las disciplinas universitarias de nuestra tierra. Parques científicos- tecnológicos, viveros de empresas, incubadoras y otras infraestructuras de universidades, cámaras de comercio, Junta de Castilla y León, Ayuntamientos y Diputaciones, garantizan espacios y capital inteligente para hacer crecer sus startups. En este sentido, la Junta de Castilla y León ya ha dado el primer paso de este ejercicio garantizando a los emprendedores de base tecnológica espacio gratuito en sus Parques Tecnológicos durante el primer año.

4. Instituciones volcadas con el emprendimiento. Hace unos meses el veterano inversor español, Rodolfo Carpentier, pionero en la creación de aceleradoras de startups, puso el dedo en la llaga al afirmar que en nuestro país a los políticos les ha dado por besar emprendedores en lugar de besar niños. Bonita foto. No es Castilla y León una excepción en este sentido, cada capital de provincia, cada villa o pueblo de cierta dimensión, cada diputación e institución se ha dotado de un  plan de creación de empresas. No creemos que esto sea malo per se, de hecho mejor le hubiera ido a nuestro país si en lugar de la burbuja inmobiliaria hubiéramos apostado por los emprendedores. Pero sí  echamos de menos una coordinación real, ya que una cosa es actuación en campaña electoral y otra bien distinta es una estrategia real para facilitar la creación y crecimiento de empresas, un plan que pasa por poner a trabajar en la misma dirección a los agentes que acabamos de mencionar.

Es ahí donde se sitúa la creación de la red de innovación y emprendimiento de Castilla y León que pretender agrupar a todos estos agentes para crear un verdadero ecosistema regional para
emprendedores en torno a cuatro ejes: los emprendedores de base tecnológica, los emprendedores sociales, los emprendedores rurales –vitales para la fijación poblacional en nuestros pueblos- y los emprendedores inclusivos que buscan la autogeneración de empleo por necesidad.

El emprendimiento ha representado la capacidad de cambiar las cosas a lo largo de la historia. Tiene, según el informe GEM, el potencial suficiente para reducir la brecha entre los problemas y las soluciones. Eso sí, siempre y cuando sea capaz de evolucionar desde sus formas más primarias: autoempleo y emprendimiento de necesidad, hacia proyectos empresariales basados en la innovación, como auguró el siglo pasado el economista austriaco-americano Schumpeter.

‎Por ello no vemos ningún lugar más idóneo que Villarcayo, Almazán, Babia, Guardo, Tordesillas, Toro o Sanchonuño pero también Burgos, Salamanca, Valladolid o Segovia por solo citar algunas poblaciones de esta tierra para defender el lema de los innovadores sociales que citábamos al principio de nuestro artículo: “Todo el mundo puede cambiar el mundo”.

Iñaki Ortega, es doctor en economía y Director de Deusto Business School en Madrid


Carlos Martín Tobalina, es Director General de Industria y Competitividad de la Junta de Castilla y León.