(este artículo fue publicado originalmente como post en socioseinversores.com el 5 de octubre de 2015)
X, y, z no son sólo las tres últimas letras del abecedario,
son además el nombre de las generaciones de los que tenemos menos de cincuenta
años. Todo empezó con el fotógrafo Robert Capa que escribió, después de las
grandes guerras, sobre la generación desconocida, la x. De ahí cogió el nombre el grupo de los
nacidos entre los 60 y 70. Después vinieron los y, los millennials, que se
hicieron mayores con el nuevo milenio de la mano de la crisis y la tecnología.
Los z están ahora saliendo de las aulas.
Hace unos días con motivo de la aparición de un informe sobre
los hábitos de los estudiantes, un periódico de tirada nacional ilustró la
noticia con este titular: “Efecto pavoroso de los estímulos audiovisuales en la
educación”. Se lanzaba la voz de alarma sobre el abuso que hacen los
adolescentes de los dispositivos electrónicos, a la luz de un estudio realizado
por académicos americanos que establecía una relación inversamente proporcional
entre el número de horas que los estudiantes están expuestos a las cinco
pantallas (tv, móvil, tableta, consola y PC)
y su rendimiento escolar. Al parecer, transcribo literalmente, “los
alumnos adoptan hábitos lúdicos que penalizan el esfuerzo que supone, por
ejemplo, leer un libro”.
No es el primer informe ni el último sobre este asunto. Unas semanas antes, investigadores
universitarios destacaban que más de la mitad de los menores, de 9 a 16 años,
tienen un uso compulsivo del móvil. Con
preocupación, se ponía el acento en que los niños tienen acceso a internet ya
con siete años y a los ocho, su primer móvil.
También hace más de dos siglos hubo en Inglaterra quienes
alertaron contra los avances tecnológicos. Los luditas, fue un movimiento
encabezado por artesanos que atentaban contra las
nuevas máquinas como los telares mecanizados
introducidos durante la Revolución
Industrial en
el Reino Unido, ya que reemplazaba a los trabajadores menos cualificados.
Y todavía más lejos de nuestros días, Miguel de Cervantes,
hace más de 300 años, quiso reírse de otros agoreros que alarmaban de los
efectos nocivos del exceso de lectura, coincidiendo con la popularización de la
imprenta y el papel, inventándose al hidalgo Don Quijote, enfermo por ingesta
de novelas caballerescas.
El lector podrá incluso llegar a identificar esa
criminalización de las pantallas, por quienes parece que les cuesta tanto usarlas,
con aquellos luditas que quemaban los nuevos telares industriales porque no
sabían usarlos o los que satanizaban los best sellers de caballeros porque
tampoco sabían escribirlos.
Todos esos que en el siglo XVII y en el XIX luchaban contra
el paso del tiempo usaban argumentos casi tan peregrinos como los que hoy arguyen
esos informes que ven tantos peligros en los nuevos soportes tecnológicos. Leer
novelas de caballeros no enloquece; los telares mecánicos no son instrumentos
del mal; la comunicación social hoy no se entiende sin el móvil; estudiar,
jugar y leer a través de una pantalla no te convierte en un patán. Son verdades
que en cada momento histórico costó comprender precisamente por aquellos que no
están en el corazón de los cambios, por edad, mentalidad o capacitación.
Los chicos y chicas que ahora están en las aulas han sido
bautizados como la generación z. Ellos
son el corazón de la disrupción. Son la generación que nació con internet, es
decir aquellos que vieron la luz entre 1994 y 2009. Han crecido entreteniéndose
con los móviles de sus padres y para ellos las tabletas y las consolas no tienen secretos. Lo que para
nosotros es una experiencia innovadora, como ojear un periódico digital, leer un libro
en un kindle o escuchar música en spotify, para ellos es el soporte
natural de esos contenidos. Y ahí está la clave, la tecnología es el medio no
el fin y por eso yerran los que auguran catastrofistas fracasos escolares en los
estudiantes de esta generación. La lectura es clave en la educación así como el
cálculo o el dibujo, y lo seguirá siendo con independencia de que se lea en
papel o en una pantalla; se hagan las operaciones matemáticas en calculadora o
con excel; se dibuje con rotring o en autocad.
En una serie de entrevistas que desde Deusto Business School,
en colaboración con otras entidades, hemos realizado a algunos representantes
de esta generación z, Meriem El Yamri, una veinteañera desarrolladora y ganadora
del concurso para estudiantes emprendedores de Junior Achievement, nos contó
que le resulta chocante aprender con
libros de texto escritos por analfabetos tecnológicos. Luis Iván Cuende,
hacker de 19 años y emprendedor,
defiende la informática y la tecnología como elementos claves de esta época y
no como simples asignaturas incoherentes con el resto del currículo educativo. Rodrigo
Fernández Touza, apenas superados los veinte años y ya consultor de Mckinsey, no
entiende que si trabajaremos con móviles y ordenadores, estén prohibidos en las
aulas. Por último Sara Izquierdo, Premio Nacional de Bachillerato 2015, apuesta
por contenidos más prácticos en la enseñanza y defiende la tecnología como
elemento acelerador del esfuerzo de los estudiantes.
Los primeros z en elegir carreras universitarias están
aplicando estos consejos apostando por grados con alto componente tecnológico
como las ingenierías. En el País Vasco, por ejemplo, la titulación con nota de corte más alta, este
curso, ha sido ingeniería con física desbancando a la histórica líder de este
ranking, como era medicina. El dato se repite en el resto de España en los
últimos años con el liderazgo de estudios que se han bautizado como STEM
(science, tech, engineer and maths). Son ya muchos los analistas que lo usan
para medir en los territorios el grado de
inserción en la nueva economía a través del porcentaje de egresados en esas
especialidades sobre el total de titulados.
El periódico The Guardian quiso analizar en un momento clave
de demanda de información, el atentado a la sede de Charlie Hebdo en Paris,
cómo llegaban sus lectores a las noticias que escribieron esos días. El
resultado no deja lugar a dudas sobre los cambios que estamos viviendo: el 80%
procedían de la red social Facebook.
No todo es color de rosa. Y es ahí donde puede disculparse la
vehemencia de esos informes contra las pantallas. El peligro del exceso de
individualismo y los casos patológicos de jóvenes en Japón enclaustrados en
casa son conocidos, aunque anecdóticos. Más ciencia hay alrededor del
sedentarismo, y las consiguientes consecuencias en la salud de únicamente jugar
en el sofá y con una consola (aunque los avances en la tecnología de los
videojuegos están empezando a convertir los salones de las casas con niños en
polideportivos…)
Los jóvenes que hoy devoran las pantallas son miembros de la
última generación. No porque vayan enloquecer como Don Quijote o embrutecerse
por no leer signos en papel…sino porque, los miembros de la generación z, son
los últimos de una época. Una era que está muriendo mientras comienza otra donde la
tecnología lo cambiará, lo está empezando a cambiar, todo: los empleos, las
relaciones sociales, los viajes, las compras y también la educación. Serán la
última generación en hacer las cosas de una determinada manera para empezar a
hacerlas de otra muy diferente con la tecnología como aliado. Serán la última
generación, también, porque al final y al cabo, la z, es la última letra del
abecedario.
Iñaki Ortega es doctor
en economía, director de Deusto Business School en Madrid y profesor de la UNIR (Universidad
Internacional de La Rioja)