(este artículo fue publicado originalmente en el número de abril de la Revista de Economía Aragonesa)
INTRODUCCIÓN
Los
emprendedores son el vehículo por el cual las ideas se implementan y desempeñan
un rol clave en la innovación, lo que les ha convertido en el principal agente
de la nueva economía.
A
este respecto existen pocas dudas en el ámbito académico, político e incluso en
la opinión pública. No obstante, para llegar a esta afirmación se ha necesitado
toda una nueva área de investigación en la ciencia económica que ha tomado por
nombre su vocablo en inglés entrepreneurship.
Las externalidades positivas de las
nuevas iniciativas empresariales están detrás del hecho de que las
administraciones públicas hayan querido apoyar al colectivo emprendedor. Las sucesivas
crisis, además, han impulsado estas políticas, pero también han acentuado la
necesidad de resultados visibles en el corto plazo, desdeñándose -equivocadamente-
las actuaciones más lentas de ecosistema en favor de programas de impulso a determinados
colectivos.
Este artículo ofrece un sencillo marco
teórico a políticos y administraciones, pero también a empresas, instituciones
educativas y medios de comunicación para que acierten con sus actuaciones a
favor de los emprendedores.
DESARROLLO
Para
diversos autores los principales problemas que se encuentran los gestores
públicos a la hora de aplicar políticas de apoyo a los emprendedores son tres. La
ausencia de una teoría que aglutine todas las perspectivas del fenómeno
emprendedor; la inexistencia de un consenso en la definición del término emprendedor y por último, la desconexión entre las políticas
públicas y los fallos de mercado[1] que las causan. Estas cuestiones serán
abordadas en este artículo a continuación.
I. EL CAMPO DEL ENTREPRENEURSHIP
El
entrepreneurship es un área de
investigación enmarcada en las ciencias sociales que puede considerarse
relativamente joven o que por lo menos no ha alcanzado su plenitud con
importantes avances muy recientes.
De
hecho, es muy difícil encontrar una traducción comúnmente aceptada del término
al castellano. Es habitual el uso de denominaciones tan dispares como factor empresarial,
función empresarial o iniciativa emprendedora. La tendencia de la literatura en
habla hispana es el mantenimiento del vocablo en inglés entrepreneurship[2].
A
pesar de que aún no existe un consenso sobre la definición de este campo de
estudio, un gran número de investigadores coinciden en que la creación de
nuevas empresas es una de las principales manifestaciones del entrepreneurship
(Morales y Roig, 2005).
II. LOS EMPRENDEDORES: SU DEFINICIÓN[3]
Existe
una abundante literatura económica al respecto de la definición del
emprendedor. Con el propósito de aclarar el concepto Sternberg y Wennekers (2005)
identifican dos vertientes en la actividad emprendedora. Por un lado, se
encuentra la ocupacional, que “se refiere a la propiedad y administración de un
negocio que corre por cuenta propia y del que se asumen todos los riesgos”. Por
otro se sitúa la acepción conductual de la actividad emprendedora.
Para
ésta última, la iniciativa emprendedora no es más que las habilidades que
poseen determinadas personas. Cuando esos rasgos de personalidad guían la
actividad mercantil de los individuos se asume un rol predominante de
emprendedor. Pero medir rasgos discontinuos de la personalidad emprendedora de
las poblaciones o actitudes emprendedoras de los individuos en las empresas se
antoja imposible para la estadística. Por ello, los estudios empíricos en entrepreneurship
han usado la visión ocupacional de la definición de emprendedor.
La perspectiva ocupacional
ha llevado a identificar emprendedores con figuras jurídicas mercantiles. Las asociaciones
más frecuentes son empresario individual, pequeña empresa y joven empresa.
La debilidad de usar la primera de ellas radica en que se vincula actividad
emprendedora con trabajo autónomo dejando fuera las pymes, y por tanto
circunscribiendo el fenómeno emprendedor al autoempleo. También son conocidos los inconvenientes de la identificación con
pyme, puesto que no todas las pequeñas empresas asumen comportamientos
emprendedores y no solamente en las empresas de reducida dimensión están los
emprendedores. En opinión de Reynolds (2004), para definir emprendimiento las diversas tendencias
tienen al menos en común que lo relacionan con la creación de algo nuevo. Lo
que nos permite introducir a la joven
empresa o empresa recién creada[4] como el tercer y último
concepto identificado con emprendimiento a la hora de facilitar su medición. La
creación de empresas es para muchos investigadores el foco más adecuado para
aproximarse al entrepreneurship[5]. Esta identificación ha triunfado hasta el extremo de aparecer en
la mayoría de los discursos institucionales el concepto de emprendedor asociado
inexorablemente al adjetivo joven.
Sin duda, la perspectiva ocupacional ayuda a medir la actividad
emprendedora, pero eso no debe llevarnos a asumir que el emprendedor es un
empresario en pequeña escala. Al contrario, un emprendedor se asocia más con la
novedad que con el tamaño. La definición recomendada en este artículo para
entender el fenómeno emprendedor es “persona que pone en marcha una idea
arriesgada con efectos económicos usando una empresa[6]”.
III. LOS EFECTOS EN LA ECONOMÍA DE LA ACTIVIDAD EMPRENDEDORA. LAS POLÍTICAS PÚBLICAS
La
abundancia de actuaciones públicas a favor de los emprendedores tiene su causa
en las bondades económicas de las nuevas empresas. En primer lugar conoceremos
esos efectos, para después recapitular las políticas.
1.
Los efectos en la economía de la
actividades emprendedora
Para
poner en valor esas externalidades conviene repasar los más importantes autores
que han estudiado este campo. Aunque gran parte de la producción es reciente,
se pueden distribuir en etapas que abarcan desde principios del siglo XVIII a
nuestros días y que se resume en la Tabla 1.
Fuente:
Ortega
Cachón (2012)
|
i. Aparición y definición del término emprendedor
Esta primera etapa se
inicia con la obra de Cantillon (1755) y abarca desde el siglo XVIII hasta
finales del siglo XIX. Los principales economistas que escriben sobre el tema
son Cantillon, Say y Mill[7]. Say es quien popularizó el término
emprendedor (entrepreneur), aunque es
Cantillon quien lo utiliza por primera vez.
En la definición de Cantillon,
es empresario quien asume riesgos en su intento de crear riqueza en un entorno
de incertidumbre, mientras Say (1840) lo definió como un ser capaz de coordinar
y combinar factores de producción. Finalmente Mill (1848) en su libro Principios
de Política Económica usa el término emprendedor para referirse a aquella
persona que asume tanto el riesgo como la gestión en una empresa.
ii. Los emprendedores como elementos de desarrollo económico: finales s. XIX a años sesenta.
Es aquí cuando, gracias a
la obra de Marshall y Schumpeter, se puede hablar del inicio de un cuerpo
sólido de conocimiento en relación con el impacto económico de la acción
empresarial.
El trabajo de Marshall
(1890) Principles of Economics destaca la actividad del empresario como
proveedor de bienes para la sociedad, pero también de innovación y progreso. En
su esquema conceptual de la economía de mercado, el empresario desempeña un rol
central, es él quien maneja los procesos de producción y distribución
coordinando la oferta y la demanda en el mercado y los factores productivos en
la empresa. Marshall afirmó que la capacidad organizativa “era el cuarto factor
productivo” detrás de la tierra, el capital físico y la mano de obra.
Schumpeter es, sin duda, uno
de los autores que más ha enriquecido el entrepreneurship al centrar su
análisis en la innovación en lugar de en la gestión, como era habitual hasta la
publicación de su obra en 1911 The Theory of Economic Development. El
emprendedor, para el autor austriaco, es el factor clave del desarrollo
económico, porque en su búsqueda de beneficios introduce cambios e innovaciones
que rompen el equilibrio y mueven el flujo circular de la economía hacia un
estadio superior. Para Schumpeter el emprendedor no ha de ser necesariamente el
empresario, sino que es aquella persona que en la empresa, no acomodándose a la
situación establecida, introduce las innovaciones que finalmente a través del
proceso que denomina “destrucción creativa”, provoca desarrollo económico.
Pero
lo relevante de la obra de Schumpeter no puede ocultar que las décadas posteriores
a la Segunda Guerra Mundial son un campo baldío para el entrepreneurship.
En parte debido a la aparición en la escena económica del auge de las grandes
empresas y las multinacionales. Pero también por la divulgación de las tesis de
Galbraith (1967) anunciando las excelencias de la gran empresa, la era de la
tecnoestructura y la desaparición del empresario, lo que llevó a centrar en la
gran empresa la docencia e investigación universitaria.
iii. Medición de las consecuencias económicas de la actividad emprendedora
Durante la década de los
ochenta y los noventa y debido a la situación de estancamiento y alto desempleo,
los gobiernos especialmente en los Estados Unidos empiezan a abandonar la
estrategia de atracción y fidelización de grandes empresas en sus territorios
en favor de la promoción de los emprendedores.
Al mismo tiempo son
diversos autores, entre los que pueden destacarse Baumol o el premio Nobel de economía North, quienes sitúan el marco
institucional como fundamental para la actividad empresarial y determinante
para que el carácter de la misma sea compatible con el progreso y el
crecimiento económico.
Pero quien provoca la
explosión de la investigación científica en este terreno es Birch, con la publicación
en 1979 de The job generation process.
La presentación de este informe en el Congreso de los Estados Unidos en el que
se ponía de manifiesto que la mitad de los nuevos puestos de trabajo en ese
país fueron creados por nuevas empresas, tuvo un enorme eco. Es a partir de esas
reveladoras cifras cuando políticos de todos los colores descubren al
empresario y la necesidad de fomentar nuevas empresas. Son muchos los estudios
posteriores que siguen esa estela, pero merece la pena destacar el trabajo de
Reynolds (1987) por su búsqueda de indicadores que midan la iniciativa
emprendedora y sobre todo, porque sin su obra no hubiese podido nacer a finales
de los noventa el informe Global Entrepreneurhip Monitor (GEM).
iv. La economía emprendedora
En la frontera del cambio
de siglo se inicia el periodo más prolífico para esta producción literaria. Los autores destacados
son los americanos Audretsch, Acs y el holandés Thurik. Todos ellos basan sus
investigaciones en los escritos de Marshall y Schumpeter y desarrollan un
cuerpo teórico al respecto de la iniciativa emprendedora como una suerte de
cuarto factor productivo que les lleva a hablar de entrepreneurial economy.
La base teórica que permite establecer la relación entre entrepreneurship y crecimiento económico es provista por las nuevas
teorías de la evolución de la industria de Jovanovic (1982).
Frente a los que sugerían
que los emprendedores retardaban la actividad económica (eran menos eficientes
y estaban fuera de la actividad innovadora por falta de recursos), Jovanovic
sugiere exactamente lo contrario: el emprendimiento estimula y genera
crecimiento. La iniciativa emprendedora se convierte, por tanto, en el vehículo
por el cual las ideas, en muchas ocasiones, son implementadas (Audretsch, 2002).
La explicación que dan a este empoderamiento del entrepreneurship tiene su base en la globalización que ha hecho
migrar la ventaja competitiva hacia actividades basadas en el conocimiento. Los
cambios tecnológicos han reducido el papel de las economías de escala,
aumentado la competencia en los mercados y mejorado la capacitación de los
agentes económicos, lo que ha beneficiado a las nuevas empresas.
Estos
autores lo resumen así: “la nueva economía es aquella en la que la tecnología y
los productos se vuelven obsoletos mucho más rápido que décadas atrás. Está
claro que estamos entrando en la era de las jóvenes empresas. El rol que jugarán
será mayor que el que nunca antes ha tenido en los últimos setenta años”.
…………………………………………………………………………………………….
Para
el lector que quiera profundizar sobre la vinculación entre emprendedores y externalidades
positivas puede ser útil la Tabla 2 que aglutina, por una parte las principales
variables y por otra, los autores que lo han demostrado.
Fuente: Ortega
Cachón (2012)
|
2. Las políticas públicas de apoyo a los emprendedores
La
demostración de la positiva relación de la actividad emprendedora con el
empleo, el crecimiento, la productividad, la innovación y la cohesión social ha
hecho que gobiernos de toda ideología hayan impulsado esta figura con
diferentes políticas. Unas veces en el más puro estilo keynesiano con políticas
de demanda[8], pero
otras muchas también con políticas de oferta[9] como
la defensa de la competencia o la reducción de trabas burocráticas e impuestos.
Son ya cien años de estas actuaciones,
por ello y para facilitar su conocimiento a los nuevos agentes que se
incorporen a este apoyo se han aglutinado en cinco etapas históricas. Además,
se sugieren varios programas que pueden considerarse buenas prácticas (Tabla 3).
Tabla 3: Etapas y buenas
prácticas de políticas públicas de emprendimiento
Fuente: Elaboración
propia
|
a)
Las
leyes anti trust en Estados Unidos (desde finales del siglo XIX hasta los años
cuarenta)
Las
leyes anti trust no
estuvieron motivadas únicamente por la preocupación del gobierno federal de
evitar comportamientos abusivos de la gran empresa sobre los consumidores, sino
también sobre los pequeños negocios. En este sentido, la ley Sherman de
1890, que prohibía la concentración empresarial bajo la forma de trust[10], es considerada
la primera norma a favor de los emprendedores
La
aparición temprana de este tipo de actuaciones en Estados Unidos no debe
extrañar, ya que el espíritu emprendedor puede ser entendido como una extensión
de aquel que impulsó a los primeros colonos de la emergente nación. Concibiéndose,
bajo la óptica jeffersoniana[11], a
los pequeños empresarios como un elemento clave para la consolidación de la
clase media y, por ende, del sistema democrático.
A
raíz de la Gran Depresión de los años treinta y, posteriormente, del estallido de
la Segunda Guerra Mundial, se produce un impulso importante en la actitud del
gobierno de Estados Unidos hacia el pequeño tejido productivo. Surgen en este
momento las primeras políticas activas[12] de
apoyo a la pequeña empresa, cuya implementación será encomendada a agencias
públicas de carácter temporal.
b) Primeras actuaciones permanentes a
favor de la pequeña empresa (años cincuenta y sesenta)
Como
se ha comentado, estas décadas constituyen la edad de oro de la gran empresa, aparecen
y se consolidan buen número de multinacionales a ambos lados del Atlántico. No
obstante, impulsada por la creciente preocupación de la clase política por el
pequeño empresario ante ese auge, es en esta época cuando nace la política de
fomento a la pyme en Estados Unidos, Canadá y Holanda. Muchas de las medidas
adoptadas por estos gobiernos se centrarán en la prestación de apoyo financiero
a las empresas, siendo paradigmática la actuación de una agencia de Estados
Unidos: Small Business Administration[13] (1953). De hecho, en los años 60 esa agencia
se convirtió en una de las herramientas de las que se sirvió la nueva
administración demócrata para llevar a cabo su política de promoción social
entre determinadas minorías, introduciendo para ello medidas encaminadas a
favorecer el autoempleo en dichos colectivos.
c)
Generalización
y consolidación de las políticas de apoyo a la pyme (años setenta y ochenta)
Hasta
las crisis del petróleo de 1973, el paradigma de la gran empresa apenas si se
había cuestionado y la defensa de las pymes estaba todavía más ligada a la
protección de elementos sociales que a la eficiencia. Sin embargo, a partir de
entonces se produce un cambio en esta tendencia, cobrando la pequeña empresa un
destacado protagonismo y, por extensión, el emprendedor. Los gobiernos, acuciados
por el aumento del paro y la caída de la actividad renuevan su interés en la pyme,
tomando en consideración los primeros estudios que acreditan la pérdida de
tamaño de las grandes empresas y el abandono de ciertas actividades a favor de
las organizaciones más pequeñas, así como las investigaciones sobre el efecto
de la pequeña iniciativa en el empleo y la competitividad.
En
esta etapa, los instrumentos públicos de promoción empiezan a diversificarse no
tratándose ya meramente de facilidades financieras, sino también de servicios
de asesoramiento y consultoría, junto a actuaciones de simplificación
administrativa y adecuación del marco jurídico. Es también en este periodo cuando
surgen las incubadoras empresariales[14] y las agencias de desarrollo económico,
tanto a nivel local como regional.
En
este periodo tiene lugar un hito en la política pública de estímulo empresarial
al crearse en Estados Unidos un nuevo instrumento que facilitaría
específicamente el surgimiento de empresas tecnológicas: Small Business
Innovation Research Program (SBIR)[15]. Este programa
obliga a las principales agencias federales de I+D a destinar una parte de su
presupuesto de investigación a la financiación de pequeñas empresas
innovadoras. El apoyo financiero cubre, a través de un itinerario compuesto de
tres fases, desde la concepción de la idea hasta la comercialización del nuevo
producto o servicio. Tuvo un gran éxito en la financiación de proyectos
innovadores, estando detrás del surgimiento de empresas como Intel, Apple o Compaq.
d)
Nacimiento
de las políticas de apoyo al emprendimiento stricto sensu
En
muchos países, también en España, desde finales de los años ochenta, surgen
nuevas actuaciones que abordan aspectos distintos de los financieros como la
cultura empresarial, la asistencia en la definición del plan de negocio o la
puesta a disposición de espacios adecuados, por citar algunos.
Será también a partir de mediados de
los noventa cuando la OCDE (1995) y la Unión Europea (Comisión Europea, 1998,
2000) empiecen a reconocer el papel que tienen los emprendedores en el
logro de una economía próspera y a estudiar vías para promover la creación de
empresas.
Entre
las actuaciones públicas introducidas en este periodo, ha de ser mencionado el Programa Yozma (1993) de Israel.
Esta iniciativa tenía por objetivo desarrollar un sector del capital riesgo
orientado hacia startups de alto
componente tecnológico. A tal efecto, la administración destinó cien millones
de dólares para la constitución de diez fondos de capital riesgo en los que
participarían también inversores privados, ascendiendo su aportación hasta el
60% de la cuantía total. El programa logró atraer a importantes vehículos financieros internacionales,
interesados no solo por la posibilidad de invertir en proyectos de gran
potencial, sino también por la opción de adquirir, al término de cinco años, la
participación pública en los mismos a un precio fijado de antemano. Es de
recomendable lectura, para entender Yozma en el contexto de una estrategia
nacional, el bestseller escrito por Senor y Singer en 2009 con el título Israel, la historia de una nación startup.
e)
Auge
de las políticas de apoyo a emprendedores
La
crisis desencadenada en 2007 por las hipotecas subprime extendida a todo el mundo un año
después con la quiebra de Lehman
Brothers, marca la última etapa en esta intervención pública.
Acuciados por la necesidad de reactivar el empleo y la actividad empresarial
sin desequilibrar las cuentas públicas, los gobiernos han visto en la creación
de empresas una eficaz estrategia de estímulo.
Por
otro lado, la madurez y democratización del acceso a la tecnología han hecho
posibles nuevas y eficaces políticas. Se caracterizan por tener en cuenta la
movilidad internacional del capital emprendedor, estar dirigidas a proyectos
empresariales de fuerte componente innovador y tender puentes de colaboración
con el sector privado. Los casos de Estados Unidos (Startup America[16]), Chile (Startup
Chile[17]) y España (Rising
Startup Spain[18])
son paradigmáticos de esta reinvención de las actuaciones de apoyo a los
emprendedores. En el campo de la eliminación de trabas fiscales y
administrativas, destaca la Ley del Autoemprendedor de Francia de 2008, la cual
ha creado una nueva forma mercantil con un régimen de IVA y de seguridad social
específicos para las nuevas empresas.
La Unión Europea, por su parte,
también dio un paso importante mediante la aprobación en 2008 y 2011 de una
resolución denominada Small Business Act for Europe. En cuanto a España,
desde el cambio de coyuntura económica se incrementó notablemente la
sensibilidad de la administración pública y la clase política hacia el
emprendimiento en su vertiente de fuente de autoempleo y generador de actividad.
Fruto de ello, se han multiplicado las iniciativas que se dirigen a los nuevos
empresarios, destacándose la Ley de apoyo a los emprendedores del año 2013.
Este
crecimiento en todo el mundo del apoyo al emprendimiento por las
administraciones llevó a que la economista Mariana Mazzucato escribiese en 2014
el libro El estado emprendedor que
combina la perspectiva keynesiana con la schumpeteriana para afirmar que el
estado es una de la organizaciones más emprendedoras del mercado y la que asume
inversiones de mayor riesgo.
Hay
un fenómeno que por su importancia reciente, rápido crecimiento y
caracterización como de ecosistémico ha de ser mencionado expresamente en este
apartado. El emprendimiento corporativo, también conocido como
intraemprendimiento o incluso innovación abierta, se ha convertido en los
últimos cinco años en una de las estrategias más habituales de las grandes
empresas. Buscan adoptar el modelo de éxito de innovación de las startups y para ello han empezado a
trabajar con ellas y/o convertir a los trabajadores en emprendedores. El
estudio que he tenido el honor de coordinar bajo el título Emprendimiento
Corporativo en España (2017) pone de manifiesto que el 86% de las grandes
empresas con actividad en España tienen programas de fomento de
intraemprendimiento en marcha a partir del año 2014. De hecho, el
emprendimiento corporativo ha desbordado lo empresarial y son ya muchas
organizaciones públicas en todo el mundo que han empezado a implementar
programas de intraemprendimiento como el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID) en Washington o el Ayuntamiento de Madrid con el apoyo de la Fundación COTEC.
…………………………………………………………………………………………
Pero,
a pesar de las buenas intenciones, la intervención pública a favor de la
creación de empresas puede no funcionar, por razones de índole muy diversa que
se resumen en la Tabla 4.
Tabla 4: Causas de las
políticas fallidas de apoyo a los emprendedores
Fuente: Elaboración
propia
|
La
falta de rigor técnico a la hora de diseñar las actuaciones; la rigidez del
funcionamiento de la administración o el uso de una estrategia indiferenciada
para apoyar a los distintos tipos de son algunas de las causas de que fallen
estas políticas. Uno de los errores más comunes es impulsar estrategias
cortoplacistas, cuando los efectos positivos de estas políticas suelen tardar
en manifestarse. Es por esto que, desde este artículo, se recomienda a los policymakers
paciencia y tenacidad en este campo. También hay que denunciar la falta de
realismo de los gobiernos que tratan de alcanzar en un lapso de tiempo muy
reducido las cifras y tipología de nuevas empresas surgidas en Estados Unidos simplemente
emulando las políticas de este país, obviando el hecho de que su desarrollo fue
el resultado de un proceso que duró décadas y que cada país exige actuaciones
propias.
En
cualquier caso, buena parte de las críticas a fallidas actuaciones se centran no
en la decisión gubernamental de beneficiar a emprendedores o nuevas empresas
frente al resto, sino en la forma en que dicha decisión se materializa, lo cual
tiene que ver con cuestiones propias de la teoría del Public Choice[19]. Por otra parte,
la ineficiencia de estas políticas a menudo no es achacable solamente a la
dinámica político-administrativa o a la naturaleza del instrumento concreto
elegido, sino a la falta de un enfoque global y coherente en la acción dirigida
a los emprendedores.
Cuadro
1. La regla 4E
Se propone una
sencilla regla nemotécnica para acertar a la hora de poner en marcha
actuaciones de apoyo a los emprendedores. La regla 4E, nos recuerda cuatro
conceptos que han de seguirse y que empiezan por la letra e. En primer
lugar estudiar en profundidad los estorbos (1E), obstáculos, a la actividad
emprendedora y las instituciones que están en su origen o solución.
Utilizar el ecosistema emprendedor (2E), todos los agentes públicos o
privados que estén en la cadena de valor de la vida de una empresa como
aliados en la actuación. La tercera es perseguir no solo la mejora de un
colectivo o el corto plazo, sino la consecución a largo plazo de una
economía emprendedora (3E) frente a la vieja economía dominada por las
grandes empresas y la obsesión por la eficiencia. Por último, evaluar (4E)
periódicamente los recursos usados y su retorno para buscar la eficiencia
de los recursos públicos.
|
Los emprendedores han emergido como el
motor del desarrollo económico-social y están cambiando radicalmente las
economías más avanzadas. En el auge actual de este fenómeno y con una difícil
coyuntura, los gobiernos se aferran a la promoción de los emprendedores con la
desesperación que lo hace el náufrago al barco hundido. Por ello se hace
necesario ganar coherencia y foco en la acción pública en este terreno. Pero no
bastará con que las políticas públicas de apoyo sean eficaces, eficientes y
sostenibles, sino que tienen que ir en la buena dirección, que para este autor es
conseguir una sociedad más emprendedora. La recomendación a los responsables de
la promoción económica es que sus actuaciones se inserten en la lógica de la
nueva economía donde el conocimiento, junto con la capacidad para emprender, es
el nuevo factor de producción.
La nueva economía emprendedora no se
conseguirá nunca con actuaciones al nivel de la empresa sino tocando también
los aspectos ambientales que incidan en los sustratos individual y
macroeconómico. Esta tarea reformista no afecta únicamente a lo público, al
contrario, sin la intervención del resto de agentes no podría llevarse a cabo.
Y es que solo uniendo fuerzas y coordinando estrategias por parte de gobiernos,
empresas, emprendedores e instituciones educativas podrá conseguirse un
auténtico capital emprendedor que garantice una economía basada en el
conocimiento, que crezca, cree empleo y además sea sostenible.
En
este sentido la tarea pendiente en España para conseguir una auténtica economía
emprendedora es ingente. Las políticas públicas tienen que seguir profundizando
en el cambio de escala, iniciado en los años ochenta en otros países, desde las
grandes empresas a los emprendedores. Para ello, son necesarios menos programas
públicos de apoyo a emprendedores pero más alineados y coordinados. La política
emprendedora en nuestro país no puede ser un elemento retórico y en cambio se
necesitan programas integrales, público-privados e insistentes frente a la
provisión de servicios concretos o las ayudas coyunturales.
También
los empresarios y sus asociaciones han de huir de polémicas absurdas al
respecto de minusvalorar el término emprendedor y su reciente auge. Frente a la
miope visión de que los emprendedores son aprendices de empresarios merece la
pena aprender de los territorios más dinámicos, donde esa figura goza de la
mayor consideración social. El análisis que Deusto Business School e ICADE
Business School realizaron sobre los programas electorales de los cuatro
principales partidos españoles en el año 2016 demostró el consenso político
sobre el apoyo al emprendimiento. De hecho, el éxito de la denominación
emprendedor frente a otros términos indica en sí mismo una victoria de las
tesis que propugnan una legitimación de esa figura. El triunfo de la palabra
emprendedor facilita que se rompa con los estereotipos negativos del término empresario.
Es el camino para poner en valor su nuevo papel en la actividad económica,
frente a la polémica cainita que solo da alas a aquellos que quieren recuperar
trasnochados discursos de lucha de clases. Las grandes corporaciones en todo el
mundo lo han entendido perfectamente y el emprendimiento corporativo es buena
muestra de ello.
Este artículo ha pretendido ofrecer a
todos los agentes involucrados un marco teórico, además de buenas prácticas y
actuaciones fallidas que, a modo de caja de herramientas, les ayude a entender
mejor el emprendimiento, y así elegir las mejores actuaciones para conseguir
una economía más emprendedora.
Para
finalizar, los responsables de las actuaciones públicas, que sirven a la
sociedad en general, son los primeros que han de aplicarse los principios de la
economía emprendedora. Si seguimos la definición que Holcombe (2002) hace del político
emprendedor como “aquel que está siempre alerta para captar oportunidades que
le permitan conseguir la eficiencia en las actuaciones públicas y la
consecución de la redistribución de la riqueza”, veremos que ambas figuras no deberían
estar tan lejos.
Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor universitarios
RESUMEN
Los emprendedores han emergido como el
motor de desarrollo de las economías más avanzadas. Los beneficios que provoca
su actividad y las sucesivas crisis han llevado a las administraciones -pero
también a otras instituciones- a apoyar al colectivo emprendedor durante los
últimos cien años.
Este
artículo pretende ofrecer a los agentes políticos, administraciones, empresas,
instituciones educativas y medios de comunicación, un marco teórico, además de
buenas prácticas y actuaciones fallidas que, a modo de caja de herramientas,
les ayude a entender mejor el fenómeno y así conseguir una economía y una
sociedad más emprendedora.
RELACIÓN
DE PALABRAS CLAVE
Ecosistema
emprendedor, emprendimiento, emprendimiento corporativo, entrepreneurial
economy, entrepreneurship, externalidades, GEM, innovación,
intraemprendimiento, nueva economía, policymaker, político emprendedor, políticas
públicas, SBA, SBIR, startup y Yozma.
CURRICULUM
VITAE DEL AUTOR DEL ARTÍCULO
Iñaki Ortega
nació en Bilbao en 1972 es doctor en economía, profesor de universidad y
consultor. Actualmente es el director de Deusto Business School en Madrid
además de profesor de la Universidad de Deusto y de la Universidad
Internacional de la Rioja -UNIR-. Ha sido director general de Madrid Emprende
durante los ocho primeros años de vida de esa agencia pública.
Es
habitual articulista en El Mundo, ABC, Expansión y Cinco Días y escribe en
medios de comunicación americanos como Forbes y América Economía. Ha dirigido
proyectos de investigación para el BID, Microsoft o GEM. Es autor de varios
libros entre los que está el primero que se editó en castellano sobre la nueva
generación digital, los
millennials. Además ha asesorado a gobiernos
en España, Guatemala, Paraguay, México o República Dominicana en sus programas
de apoyo a emprendedores. Ha trabajado para Ferrovial, Telefónica o Repsol entre
otras grandes empresas, en el lanzamiento de sus actuaciones de innovación
abierta. Ha dictado conferencias en más de diez países de Europa, América y
Asia. Es emprendedor, inversor, patrono
de la Fundación Créate y miembro del consejo editorial de la revista Ethic.
Por
todo lo anterior y por su paso por el legislativo como diputado en el
Parlamento vasco tiene una visión sistémica que le ha permitido ser considerado
uno de los mayores expertos en España en materia de ecosistema emprendedor.
IDEAS
FUERZA DEL ARTÍCULO
1.
Los emprendedores son las personas que
ponen en marcha una idea arriesgada con efectos económicos usando para ello una
empresa.
2.
La actividad emprendedora tiene
importantes consecuencias en la economía en términos de empleo, riqueza e
innovación, que se han reforzado con la llegada de la nueva economía.
3.
Los gobiernos llevan más de cien años
con políticas para los emprendedores, primeramente buscando la equidad y en los
últimos tiempos por sus externalidades positivas.
4.
Existen buenas prácticas pero también
ejemplos de políticas fallidas por el enfoque cortoplacista, partidista o
erróneo de aplicar unas mismas actuaciones en diferentes territorios.
5.
La regla 4E para políticas exitosas.
Estudiar los estorbos (1E) que sufren los emprendedores, actuar con el
ecosistema (2E), buscar una economía emprendedora (3E) y evaluar (4E) los programas.
6.
El término emprendedor y la necesidad
de su apoyo por parte de las instituciones es un consenso político por encima
de las ideologías.
7.
Hay que huir de la identificación de
emprendedor con aprendiz de empresario, ya que solo refuerza estereotipos
negativos de la actividad mercantil.
8.
La economía emprendedora es aquella
que elimina barreras de entrada, busca la igualdad de oportunidades y promueve
vocaciones empresariales para conseguir innovaciones que aporten bienestar.
BIBLIOGRAFIA
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Development Strategies. Indiana University & Centre for economic policy.
Research (Cepr). Prepared for the european commission, enterprise directorate.
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Cantillon, R. (1755). Essai
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Holcombe, R. G. (2002). Political entrepreneurship and the democratic allocation of economic resources. The Review of Austrian Economics,
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[1] En microeconomía los
fallos de mercado son situaciones en las que el mercado no asigna
eficientemente los recursos con consecuencias que lesionan el interés público.
[2] Aunque puede
encontrarse en castellano el término “emprendimiento” como traducción. En
cambio la Real Academia de la Lengua no admite los muy usados “emprendeduría” y
“emprendizaje”.
[3] La Real Academia de
la Lengua define el adjetivo emprendedor “que emprende con resolución acciones dificultosas
o azarosas”. Y el verbo emprender.
“(Del lat. in,
en, y prendĕre, coger) cometer y comenzar
una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o
peligro”.
[4] La identificación de startup con nueva empresa no es
automática puesto que la primera añade un componente tecnológico y una
capacidad de crecer rápido que no tiene porqué tener la segunda.
[5] El Global
Entrepreneurship Monitor (GEM) es el informe de medición del emprendimiento más
citado que se realiza cada año en más de 100 países y mide la actividad
emprendedora usando la definición siguiente “personas entre 18 y 64 años de
edad que han iniciado una actividad empresarial en los últimos 42 meses”.
[6] La definición utiliza
los conceptos clave de las tres principales escuelas que han estudiado el
emprendimiento. Propensión al riesgo (Knight, 1921), innovador (Schumpeter,
1911) y buscador de oportunidades (Kirzner, 1973).
[7] En dicha lista
Veciana (1999) no incorpora ni a Adam Smith ni a David Ricardo, porque según
afirma, para ellos no existe la figura
del empresario, sino sólo la del capitalista.
[8] Keynes es un
economista británico considerado como uno de los más influyentes del siglo XX y
padre de la macroeconomía moderna. Su teoría apuesta por el gasto público para
alimentar la demanda agregada y conseguir crecimiento económico. De ahí que a
las políticas que siguen esa máxima se les denomine como keynesianas y sean consideradas políticas de demanda.
[9] Las políticas
económicas de oferta son aquellas que confían en la fuerza del libre mercado y
del individuo como agentes económicos y por ello buscan reforzar la oferta
agregada dando facilidades a los oferentes, es decir, a los empresarios.
[10] Trust es un cártel o
acuerdo entre empresas para limitar la competencia en beneficio propio.
[11] Jefferson fue el
tercer presidente de los Estados Unidos de América a principios del siglo XIX y
considerado uno de los padres de esa nación por su defensa de la libertad, la
democracia y en contra del imperialismo británico.
[12] Las políticas activas
de empleo son aquellas que buscan introducir a los parados en el mercado
laboral con medidas como la formación. Los subsidios de desempleo en cambio
palían los efectos de la falta de empleo y son consideradas políticas pasivas.
[14] Una incubadora es una infraestructura que ayuda con
diferentes servicios a las nuevas empresas en sus primeros años de vida.
[16]
www.startupamericapartnership.org
[18]
www.investinspain.org
[19]La
teoría de Public Choice también
conocida como de la Elección Pública, estudia en el ámbito económico las
decisiones de los agentes políticos para desarrollar un marco institucional que
refuerce la sociedad civil. Su máximo representante fue el premio Nobel y
economista americano Buchanan.