(este artículo se publicó originalmente en el periódico La Informaciónel periódico La Información el día 23 de marzo de 2024)
Esta frase atribuida al filósofo mallorquín Ramon Llull ilustra a la perfección cómo la violencia contra las mujeres se ceba por palabras que leemos y escuchamos. Por supuesto que las armas letales son las pistolas, cuchillos o cuerdas con las que todos los años hombres matan a mujeres aquí y en todos los países del mundo. Claro que los culpables son exclusivamente esos asesinos, pero para llegar a quitar la vida a una mujer hay detrás una cultura ancestral que sigue muy viva a pesar de la luz que en los últimos tiempos se ha puesto sobre tantos crímenes. Pero hay que decir bien claro que la violencia de género se alimenta de manera inconsciente con costumbres adquiridas, frases hechas, sesgos y, también, con noticias en medios de comunicación. Y eso incumbe también a la economía y a la empresa.
El informe “Desenfocadas” ha estudiado el tratamiento de los mensajes en medios online y mensajes en redes sociales, para concluir que queda mucho trabajo por hacer para que la cobertura mediática de la violencia de género cumpla adecuadamente las reglas deontológicas internacionales. El examen pone en evidencia en especial las menciones en redes sociales sobre violencia de género. En concreto una de cada cinco noticias justifica las agresiones. Frases como “La asesinada fue descuartizada y violada por vestir ropa demasiado corta” o “El tribunal condena por agresión al violador de una mujer ebria” acaban siendo munición para la violencia de género.
Tras analizar más de 220 millones de artículos de noticias generalistas, casi seis millones de noticias sobre violencia de género y catorce millones de mensajes en la red social X relacionados con la violencia de género en doce países de Europa y América, se ha demostrado que una de cada seis noticias vulnera la intimidad de las víctimas exponiendo datos personales que estas preferirían evitar. Además, con estas noticias sabemos mucho de las damnificadas y poco del agresor. Hay un 75% más de menciones a los atributos de las víctimas que a los de los agresores, acabamos por tanto sabiendo más de ellas que de los criminales.
Es sabido que los medios de comunicación cumplen un papel fundamental en la sociedad para promover un cambio real. Su labor informativa tiene un impacto muy importante en la conformación de nuestros pensamientos y opiniones, influyendo en las estructuras y sistemas sociales directamente. Es por eso, que, con motivo del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se ha promovido una interesante iniciativa que usa la Inteligencia Artificial para analizar el uso del lenguaje en medios online y mensajes en redes sociales en relación con el machismo, los roles y los estereotipos sociales.
En la investigación se han empleado los conocidos como Large Language Models para identificar y aislar descriptores dirigidos a víctima y agresor, en noticias públicas obtenidas mediante programas automatizados que extraen información, así como técnicas de procesamiento de lenguaje natural en cuatro idiomas para analizar el cumplimiento de 21 reglas de buenas prácticas derivadas de las guías de referencia en este campo. El resultado es un asistente virtual (The Purple Check) que permite saber si las palabras como las armas las carga el diablo. Para ello hay que introducir un titular en la herramienta y la solución comprueba si las palabras que se han utilizado están en línea con las reglas de buenas prácticas. En caso de que no, recomendará cómo decir lo mismo para informar sin promover la desigualdad y así devolver el foco a la comunicación. Yo mismo he metido este artículo así como textos corporativos que he escrito y comprobado los micromachismos que tengo asumidos sin darme cuenta.
Pero volvamos al sentido original de la sentencia de Ramón Llull. El filósofo que hoy da nombre a la prestigiosa universidad de Barcelona viajó en plena Edad Media por el centro de Europa y el Mediterráneo, creía firmemente en el poder de la palabra para acercar las culturas y las personas. Llull en esos tiempos tan duros descubrió, hablando cuatro idiomas, un arma mucho más poderosa que las espadas y las catapultas, la palabra. Con ella, pasó a la historia por acercar culturas y personas desde la ciencia. Han pasado casi diez siglos y las palabras ahora han de ser más fuertes que la desinformación y la polarización. Informar y concienciar a la sociedad sobre la lucha contra la violencia de género es un asunto de interés general pero también de derechos humanos. Solo detectando el sesgo podrá conseguirse que el lenguaje sea esa herramienta de cambio.
La lucha feminista ha exhibido en el último medio siglo una extraordinaria capacidad de transformación social. Las conquistas de las mujeres han traído mayores niveles de justicia social y progreso tanto para ellas como para los hombres. Hasta los economistas hablamos de un dividendo morado (purple dollar) por las positivas consecuencias en términos económicos para las sociedades que alcanzan esa igualdad, un bono del que disfrutan los territorios que avanzan en diversidad de género.
Con no poco esfuerzo y hasta sonados errores que ha habido que enmendar, se han producido cambios legislativos de gran calado en igualdad salarial, libertad sexual y persecución de la violencia machista. Hoy una de cada cuatro mujeres de 15 a 49 años sufre, según la Organización Mundial de la Salud, violencia física o sexual por parte de su pareja. Frente al 27% de la media global, el porcentaje en Europa central es del 16% y en España, del 15%. Cualquier grado de violencia es inaceptable, pero los datos indican un progreso que invita a persistir e intensificar la batalla. La lucha contra la violencia machista se ha colocado en el centro de la agenda pública, pero también debe ser un compromiso intrínseco de las empresas. Desde aquí animo a que las compañías aporten también su granito de arena para desactivar esas palabras que carga el diablo o la inercia. Basta con intentarlo, hoy tecnologías como las explicadas aquí lo hacen posible.
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC