lunes, 25 de marzo de 2024

La palabra es el arma más poderosa

(este artículo se publicó originalmente en el periódico La Informaciónel periódico La Información el día 23 de marzo de 2024)


Esta frase atribuida al filósofo mallorquín Ramon Llull ilustra a la perfección cómo la violencia contra las mujeres se ceba por palabras que leemos y escuchamos. Por supuesto que las armas letales son las pistolas, cuchillos o cuerdas con las que todos los años hombres matan a mujeres aquí y en todos los países del mundo. Claro que los culpables son exclusivamente esos asesinos, pero para llegar a quitar la vida a una mujer hay detrás una cultura ancestral que sigue muy viva a pesar de la luz que en los últimos tiempos se ha puesto sobre tantos crímenes. Pero hay que decir bien claro que la violencia de género se alimenta de manera inconsciente con costumbres adquiridas, frases hechas, sesgos y, también, con noticias en medios de comunicación. Y eso incumbe también a la economía y a la empresa.

El informe “Desenfocadas” ha estudiado el tratamiento de los mensajes en medios online y mensajes en redes sociales, para concluir que queda mucho trabajo por hacer para que la cobertura mediática de la violencia de género cumpla adecuadamente las reglas deontológicas internacionales. El examen pone en evidencia en especial las menciones en redes sociales sobre violencia de género. En concreto una de cada cinco noticias justifica las agresiones. Frases como “La asesinada fue descuartizada y violada por vestir ropa demasiado corta” o “El tribunal condena por agresión al violador de una mujer ebria” acaban siendo munición para la violencia de género.

Tras analizar más de 220 millones de artículos de noticias generalistas, casi seis millones de noticias sobre violencia de género y catorce millones de mensajes en la red social X relacionados con la violencia de género en doce países de Europa y América, se ha demostrado que una de cada seis noticias vulnera la intimidad de las víctimas exponiendo datos personales que estas preferirían evitar. Además, con estas noticias sabemos mucho de las damnificadas y poco del agresor. Hay un 75% más de menciones a los atributos de las víctimas que a los de los agresores, acabamos por tanto sabiendo más de ellas que de los criminales.

Es sabido que los medios de comunicación cumplen un papel fundamental en la sociedad para promover un cambio real. Su labor informativa tiene un impacto muy importante en la conformación de nuestros pensamientos y opiniones, influyendo en las estructuras y sistemas sociales directamente. Es por eso, que, con motivo del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se ha promovido una interesante iniciativa que usa la Inteligencia Artificial para analizar el uso del lenguaje en medios online y mensajes en redes sociales en relación con el machismo, los roles y los estereotipos sociales.

En la investigación se han empleado los conocidos como Large Language Models para identificar y aislar descriptores dirigidos a víctima y agresor, en noticias públicas obtenidas mediante programas automatizados que extraen información, así como técnicas de procesamiento de lenguaje natural en cuatro idiomas para analizar el cumplimiento de 21 reglas de buenas prácticas derivadas de las guías de referencia en este campo. El resultado es un asistente virtual (The Purple Check) que permite saber si las palabras como las armas las carga el diablo. Para ello hay que introducir un titular en la herramienta y la solución comprueba si las palabras que se han utilizado están en línea con las reglas de buenas prácticas. En caso de que no, recomendará cómo decir lo mismo para informar sin promover la desigualdad y así devolver el foco a la comunicación. Yo mismo he metido este artículo así como textos corporativos que he escrito y comprobado los micromachismos que tengo asumidos sin darme cuenta.

Pero volvamos al sentido original de la sentencia de Ramón Llull. El filósofo que hoy da nombre a la prestigiosa universidad de Barcelona viajó en plena Edad Media por el centro de Europa y el Mediterráneo, creía firmemente en el poder de la palabra para acercar las culturas y las personas. Llull en esos tiempos tan duros descubrió, hablando cuatro idiomas, un arma mucho más poderosa que las espadas y las catapultas, la palabra. Con ella, pasó a la historia por acercar culturas y personas desde la ciencia. Han pasado casi diez siglos y las palabras ahora han de ser más fuertes que la desinformación y la polarización. Informar y concienciar a la sociedad sobre la lucha contra la violencia de género es un asunto de interés general pero también de derechos humanos. Solo detectando el sesgo podrá conseguirse que el lenguaje sea esa herramienta de cambio.

La lucha feminista ha exhibido en el último medio siglo una extraordinaria capacidad de transformación social. Las conquistas de las mujeres han traído mayores niveles de justicia social y progreso tanto para ellas como para los hombres. Hasta los economistas hablamos de un dividendo morado (purple dollar) por las positivas consecuencias en términos económicos para las sociedades que alcanzan esa igualdad, un bono del que disfrutan los territorios que avanzan en diversidad de género.

Con no poco esfuerzo y hasta sonados errores que ha habido que enmendar, se han producido cambios legislativos de gran calado en igualdad salarial, libertad sexual y persecución de la violencia machista. Hoy una de cada cuatro mujeres de 15 a 49 años sufre, según la Organización Mundial de la Salud, violencia física o sexual por parte de su pareja. Frente al 27% de la media global, el porcentaje en Europa central es del 16% y en España, del 15%. Cualquier grado de violencia es inaceptable, pero los datos indican un progreso que invita a persistir e intensificar la batalla. La lucha contra la violencia machista se ha colocado en el centro de la agenda pública, pero también debe ser un compromiso intrínseco de las empresas. Desde aquí animo a que las compañías aporten también su granito de arena para desactivar esas palabras que carga el diablo o la inercia. Basta con intentarlo, hoy tecnologías como las explicadas aquí lo hacen posible.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

martes, 19 de marzo de 2024

Una piedra en el zapato

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 MInutos el 18 de marzo de 2024)


Hace tiempo que no recuerdo un año con tanta guerra y tanto conflicto político aquí y en todo el mundo. Pero mi sorpresa ha sido morrocotuda al leer un estudio sobre las preocupaciones de los directivos empresariales y comprobar que para este colectivo que está tan informado, lo que de verdad le quita el sueño es otra batalla, la del talento.

Puestos sin cubrir por la ausencia de candidatos cualificados; la fuga de los perfiles más demandados en el mercado; la desconexión de muchos empleados con sus empresas, el aumento del absentismo (en especial los lunes); la conflictividad de las relaciones laborales; la incapacidad de sus propias compañías para ofrecer salarios atractivos a los mejores candidatos o los retrasos para contratar fuera por el recrudecimiento de las políticas migratorias son algunos de los pensamientos que llevan al insomnio a los consejeros delegados.

Es verdad que la gestión de personas siempre ha tenido un lugar referente en la agenda los primeros ejecutivos. El alto rendimiento empresarial solo se consigue con equipos y no con individualidades, pero en los últimos años, la atracción de determinados perfiles y lograr el compromiso profesional se ha convertido en una incómoda piedra en el zapato que hace tambalear cualquier plan empresarial. Seguro que esos directivos se preguntan de qué les sirve ser haber escalado posiciones ejecutivas en una empresa si cada día sus empleados son menos productivos, sienten pánico a que su puesto de trabajo sea sustituido por una máquina al mismo tiempo que cada día pierden poder adquisitivo y motivación.

Y mientras tanto los dosieres se acumulan en sus despachos con índices de rotación de los más jóvenes que no dejan de crecer o con la negativa de los mejores expedientes a formar parte de una compañía con la que no se sienten identificados. El mundo al revés. Son los candidatos los que examinan a las empresas y éstas suspenden en demasiadas ocasiones por prácticas del siglo pasado.

La profesora experta en recursos humanos, Pilar Llácer, defiende, que en estos tiempos de la velocidad del x2 de los audios que nos llegan a nuestros móviles, pararse a pensar y cuestionarse con honestidad si las políticas de gestión del talento funcionan. Comprobar de primera mano por ejemplo asistiendo a ferias de empleo o participando activamente en redes sociales profesionales, si no hay suficiente talento o es que las empresas no son capaces de atraerlo. Para ser competitivos se necesitan a los mejores y para llamar su atención se me ocurren al menos tres cosas. Tener cierta notoriedad como empresa, una cultura corporativa adaptada a los tiempos y sistemas que eviten las tareas más tediosas. Las herramientas para lo anterior son conocidas. modelos de trabajo flexible con el teletrabajo y los horarios dinámicos como opciones; fortalecimiento de la comunicación interna para que sea tan relevante e impactante como la externa y sea capaz de impactar en toda la fuerza laboral; sin olvidar una oferta potente de programas para mejorar la cualificación y acabe permitiendo una larga carrera profesional.

Tener tiempo para estas cosas será el gran reto que debería regalar la tecnología a estos directivos.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

viernes, 15 de marzo de 2024

De Barcelona al mundo pasando por Estambul

(este artículo se publicó en El Periódico y otras cabeceras del grupo prensa iberica el 9 de marzo de 2024)

Desde el año 2019 varias asociaciones empresariales, con el respaldo de la Casa Real, conceden el Premio Reino de España a la Trayectoria Empresarial a una personalidad que con su empresa haya tenido alto desempeño en la creación de empleo, inversión, innovación e internacionalización. Los círculos de empresarios vascos, catalanes y de Madrid buscan más allá de premiar una carrera, dar un ejemplo para las futuras generaciones a través de figuras empresariales que han promovido el progreso y bienestar de la sociedad española en su conjunto.

España ha gozado de una clase empresarial de primera, reconocida en sus respectivas industrias e incluso a nivel global, pero en demasiadas ocasiones con poco conocimiento dentro de nuestras fronteras, lo que ha lesionado las futuras vocaciones. De hecho, en los últimos tiempos al necesario dinamismo de estos empresarios se les ha exigido un importante espíritu de sacrificio para adaptarse a las dificultades del mercado y a las trabas promovidas desde el sector público. Crisis, pandemias, regulaciones, nuevos impuestos, aumento de la carga fiscal y sobre todo la sombra de la sospecha sobre la actividad empresarial han desincentivado la creación de empresas en España.

El premio de este año al presidente de Mango, Isak Andic, es una oportunidad espléndida para que millones de españoles encuentren la inspiración necesaria para ser emprendedores. Isak nace en Turquía, pero siendo menor de edad y adolescente llega a Barcelona con su familia. Sin cumplir los 18 años ya comienza su actividad mercantil con unas alegres camisas que importa de su país natal y que arrasan en la Barcelona gris de esos años. Han pasado más de cincuenta años, Andik ya no vende en mercadillos, sino que tiene más de 2700 tiendas en los cinco continentes. De tener como empleados a su familia ha pasado a dar trabajo a más de 15.000 personas. De una maleta con 50 camisetas a más de 180 millones de prendas cada año.

Siendo importante esa evolución, lo relevante son los valores de Isak Andic que lo han hecho posible y que se han acabado convirtiendo en la cultura de Mango y en su mejor legado. Peter Drucker alertaba que la cultura se come a la estrategia de desayuno. Para el profesor de NYU no hay plan de éxito sin una cultura potente. Los objetivos por muy sofisticados y ambiciosos que sean no resisten un primer asalto si van en contra de la cultura. Durante los últimos meses he tenido el honor de zambullirme en la cultura de Mango de la mano de sus empleados. Las increíbles anécdotas escuchadas sobre su fundador ratifican lo que el economista Robbins lleva tiempo defendiendo, las historias son una de las formas más potentes para transmitir los principios de una compañía.

No volver nunca a casa, cuando Isak era viajante, hasta que la maleta de prendas para vender estuviera vacía. Por eso en 2024 desde el centro logístico de Lliçà se puede servir género a 115 países del mundo; esa fuerza de voluntad que ha llevado a Andik a trabajar durante cerca de medio siglo, todos los días, desde al alba hasta la noche, ha imprimido en los más de 30.000 colaboradores de Mango la ambición de cumplir con la palabra.

Soñar en grande, tras abrir la primera tienda en Barcelona Andik prometió tener un establecimiento en cada una de las grandes capitales del mundo. Ahora no hay gran capital sin tienda Mango y en breve serán más de un millón de metros cuadrados de superficie de venta en todo el planeta. Siempre desde Barcelona con una vocación de servir al mundo como marca española.

Isak invirtió, casi a ciegas, en lo desconocido como era internet en los años noventa para acabar siendo la primera marca de moda en ver la oportunidad del online. Ahora nuevas plataformas con altas capacidades cognitivas permitirán a los colaboradores de Mango tener copilotos para mantener esa obsesión de su fundador, que cada cliente se sienta como invitado a nuestra casa.

Rodearse de los mejores, pero ante todo de buenas personas. Este año se cumplirán cuarenta años de la creación de Mango y siguiendo la máxima lampedusiana, todo ha cambiado para que nada cambie. Isak sigue siendo el presidente de la compañía, pero con un equipo directivo de altísimo rendimiento liderado por un consejero delegado, Toni Ruiz, que ha conseguido los mejores resultados de la historia cuidando los equipos y que representa a la perfección el espíritu de los primeros tiempos de la empresa.

Isak Andic es un faro para los españoles, un emprendedor que emigró a nuestro país y encontró el mejor lugar para crear su empresa y por tanto generar riqueza para esa tierra. Constancia, ambición, innovación y generosidad. El premio que recibirá en unos días es una llamada de atención para todos porque sin una clase empresarial fuerte, reconocida y apoyada, España no puede pretender ofrecer un futuro esperanzador a sus habitantes y ni mucho menos estar en el grupo de los países más desarrollados del mundo.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

martes, 5 de marzo de 2024

Nos quieren muertos

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 4 de marzo de 2024)

Bastó unos sorbos de té para producirle un coma mortal. Era el año 2020 y Aleksei Navalny ya era el principal opositor al régimen de Putin. Ingresado de urgencia en un hospital de Siberia comienzan las especulaciones a la vez que el mundo teme por su vida. Los médicos rusos descartan el envenamiento y al mismo tiempo Alemania flota un avión medicalizado que le traslada a Berlín. Un laboratorio germano confirma la intoxicación con un compuesto químico aunque semanas después el activista ruso, gracias a los cuidados recibidos en esta parte del mundo, logra recuperarse. 


2014, un joven reunido con la cúpula de su partido, salva la vida gracias a un casco de moto que le oculta la identidad ante la policía política bolivariana que le viene a detener. No corrieron la misma suerte varios de los simpatizantes de Voluntad Popular que fueron asesinados a sangre fría unas horas antes. Leopoldo López pasa a la clandestinidad mientras se convierte en la presa a cazar por la autoridades venezolanas y comienza un sufrimiento infinito de su familia, hoy a salvo en Madrid.


Ambos políticos, con órdenes de búsqueda y captura por gobiernos acusados de violar sistemáticamente los derechos humanos, deciden -inopinadamente para el comun de los mortales- entregarse para defender su inocencia. Con nada que esconder y mucho que temer, Aleksei y Leopoldo, se presentan ante la policía para ser detenidos. Rápidamente se organizan juicios farsa donde son condenados a años de cárcel y enviados a las peores prisiones del planeta. Una sentencia de muerte planificada.


Yulia y Lilian, casadas con ellos pero también con sus causas, como en su día lo hizo Ofelia, repiten a sus maridos y todos sus compañeros de fatigas que tengan cuidado porque "nos quieren muertos". Ofelia es la viuda del opositor cubano Oswaldo Payá y lo recuerda estos días en el que se han celebrado las exequias por Navalny tras aparecer muerto en extrañas circunstancias en un siniestro penal de los Urales. Una mañana de julio de 2012 se despidió en La Habana de su marido con un beso y no le volvió a ver. Un accidente de coche inducido le llevó a la muerte en una inhóspita carretera cubana. Payá amenazaba la omertá de la isla caribeña, una ley de silencio que oculta el hambre y los asesinatos.


Los dictadores de Cuba y Rusia debilitaron con sus muertes la oposición y la defensa de las libertades. Leopoldo pasó más de cuatro largos años encerrado y torturado -explicados magistralmente en el libro de Javier Moro que está semana tuve el honor de presentar-. Sin embargo su causa sigue viva. Maria Corina Machado en su país, también condenada, y otros intrépidos han cogido el testigo en Nicaragua, Irán, Ruanda, Azerbaiyán y también en Rusia. Les quieren muertos como a la democracia, como a la justicia, como a las libertades.


Acabamos de enterrar a Navalny y las imágenes de esos valientes haciendo cola en la iglesia moscovita golpean en nuestra conciencia, mientras vemos las noticias en el calor de nuestro hogar y nuestra democracia. Esos rusos esperando -muertos de miedo- en la fila de la Iglesia nos emplazan a que la libertad siempre gana cuando hay quien la defienda.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 4 de marzo de 2024

Aristóteles y Ábalos

(Este artículo se publicó originalmente en el periódico La Información el 2 de abril de 2024)

Lo sé. Parece un anatema el título de este artículo, pero con un poco de paciencia el lector encontrará la conexión entre las academias de la Antigua Grecia y las marisquerías de Valencia en nuestros días. Aristóteles además de a la filosofía, la física y la astronomía dedicó parte de su producción científica a la oratoria, en concreto a criticar a los sofistas y sus teorías de persuasión. Para el genio heleno los sofistas usaban la palabra para engañar, tejían una tela de araña con trucos retóricos en la que lo importante era cazar a la audiencia y no perseguir la verdad. A Aristóteles, pero también a Platón les indignaba el relativismo de los sofistas que solamente creían en la persuasión, es decir en una inteligencia práctica frente a la búsqueda de la sabiduría o una inteligencia ética.

Aristóteles se reveló, por tanto, contra las falacias y artimañas sofistas. Las más eficaces redes de araña o trampas mentales las resumió en tres: ethos (el comportamiento social), logos (los datos lógicos) y pathos (los sentimientos). Y es aquí donde aparece la actualidad y el caso Koldo para ayudarnos a entender a Aristóteles. José Luis Ábalos ha comparecido en el Congreso compungido y con cara de circunstancias (pathos), paseado por platós y estudios de radio para defender su honorabilidad aduciendo que no está ni imputado ni condenado (logos) y finalmente alardeando de ser un hombre normal y corriente, sin apenas recursos, aplastado por el poder (ethos).

El exministro Ábalos, convertido en un experto sofista manejando las herramientas de la persuasión que tanto le molestaban a Aristóteles. Dicho y hecho, ha salido vivo de los directos con reconocidos periodistas escabulléndose detrás de sentencias y de boletines oficiales (logos). Al mismo tiempo que interrumpía una entrevista en prime time para atender a un familiar que se le habían olvidado las llaves de casa (ethos) o ahogaba unas lágrimas de congoja por sentirse abandonado por sus amigos (pathos).

El diputado valenciano, defiende con aplomo y voz profunda que jamás tirará de la manta y traicionará a los suyos (ethos) aunque eso le suponga un gran sacrificio personal por no tener medios para vivir fuera de la política (pathos) porque no hay prueba, indicio o dictamen de la justicia que le implique en ningún delito (logos).

Aristóteles hubiese sentido lo mismo escuchando al ex vicesecretario de organización del PSOE que cuando asistía a las clases de retórica de los sofistas en Atenas. No se puede defender cualquier cosa con la palabra, es inadmisible usar trucos retóricos para engañar a la audiencia, pensaría el sabio. Hoy como ayer, un sofista es un embaucador y a la vista de las informaciones que estamos conociendo sobre los desmanes de los colaboradores cercanos del exministro, Ábalos está más cerca de la categoría de farsante que la de un ateniense que usaba la oratoria para llegar a la verdad.

Nuestro alumno aventajado de Gorgias, el más conocido de los sofistas, utiliza la calma en sosegadas respuestas como haría alguien que no miente (pathos), viste con la dignidad del traje y la corbata (logos) y conecta con una audiencia antisanchista por haberse atrevido a desafiar al todopoderoso presidente del Gobierno (ethos). Ábalos sigue a pies juntillas uno de los pronunciamientos del maestro clásico “el discurso es un amo poderoso”.

A diferencia de Aristóteles, a otro genio de la época como Sócrates lo acusaron de prácticas sofistas por lo que fue juzgado. Justo antes de ser sentenciado señaló que, de quedar libre tras el juicio, seguiría haciendo lo que había hecho hasta entonces, sabiendo que sería condenado de nuevo y por ello ejecutado. Sócrates finalmente se suicidó con cicuta precisamente por defender su verdad antes de aceptar los atajos que poderosos amigos le ofrecían. No hay quizás convicción más absoluta, más irreversible que ésta. Ábalos ha elegido las argucias cognitivas de la escuela de Sofos y así se ha despojado de su pasado y optado por vivir una nueva vida -en el grupo mixto y fuera del PSOE- que no le gusta demasiado. Veremos lo que le dura (con permiso de la justicia) pero esa propia opción y las formas con las que la ha tomado son ya todo un mensaje. En cualquier caso, la comunicación, una vez más, aparece como la palanca clave ante cualquier situación de crisis.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

viernes, 1 de marzo de 2024

Kennedy tenía razón

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 19 de febrero de 2024)


El que fuera ministro de Podemos, Alberto Garzón anunció hace unos días su fichaje por una agencia de lobby. Al día siguiente tuvo que renunciar por las presiones de sus colegas de ideología, muchos de ellos hoy en Sumar. Me temo que no solo en la cabeza de los militantes de izquierdas, sino en una parte importante de la sociedad, la actividad del lobby es una de las menos honorables. Pero no siempre fue así.

Corría el año 1869 y un héroe de guerra presidía los Estados Unidos de América. El general Ulysess S. Grant había liderado el ejército unionista que había vencido a los esclavistas en la guerra de secesión. El militar acostumbrado al trato con la leva se resistió a encerrarse en las cuatro paredes de la Casa Blanca y todas las tardes las pasaba en el Hotel Willard a escasos metros de la residencia oficial. Con un puro en una mano y en la otra un whisky, paseaba por el lobby del hotel deseando escuchar a unos y otros. Rápidamente la costumbre del 18º presidente americano se hizo conocida y personas de todo el país comenzaron a presentarse en el recibidor del hotel para trasladar sus cuitas. La leyenda cuenta que Grant no tomó la decisión de irse al hotel sino su mujer, harta del fuerte olor de los habanos. Sea como fuere, ciudadanos de toda condición vieron una oportunidad para trasladar directamente al mandatario, sin intermediarios, sus demandas en todo lo relativo a las políticas públicas. Vecinos aislados que reclamaban una línea de ferrocarril, comerciantes ahogados por los precios de los monopolios o viajantes atracados por forajidos trasladaban sus propuestas de nuevas regulaciones e inversiones en seguridad en estos ratos de cigarros y licores.

Pasaron los años y la Casa Blanca se amplió con la famosa Ala Oeste, los presidentes dejaron de visitar el vestíbulo del hotel, pero el término de lobista se consagró para referirse a aquellos que defienden sus intereses ante la administración pública. En Europa no tuvimos un Hotel como el Willard, pero todas las cámaras legislativas, sea en el Reino Unido o en España y ahora en Bruselas, tienen sus lugares de encuentro en los que los políticos se cruzan con periodistas, colegas o representantes de sectores afectados por alguna regulación. Esos salones conocidos como lobbies en el mundo anglosajón, en castellano son los salones de los pasos perdidos y los encontramos en el Senado y el Congreso de Madrid, pero también en Uruguay o Perú. Grandes vestíbulos de entrada a las cámaras de representantes donde se cruzan los pasos de los visitantes con los de los políticos.

Desde Grant a John F. Kennedy muchos presidentes se alojaron en la Casa Blanca, exactamente diecisiete, pero a pesar del tiempo, JFK como el militar, quiso hablar de los lobistas. Son aquellos “que me hacen entender un problema en 10 minutos, mientras que mis colaboradores tardan tres días”. Esos encuentros fugaces con los gobernantes y la necesidad de explicar en poco tiempo problemas complejos, exigían altas dotes de comunicación y de conocimientos para sintetizar propuestas de cambios legislativos.

Los años han pasado y las leyes regulan esta actividad, miles de profesionales trabajan en este sector que no dejará de crecer mientras lo haga el impacto de lo público en la actividad privada. Una economía de mercado dinámica necesita herramientas y profesionales confiables que permitan la colaboración público privada desde el respeto mutuo. Antes de lo de Garzón y después.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC