lunes, 11 de septiembre de 2017

Alicia y los emprendedores (desterrando cinco mitos del emprendimiento)

(este artículo se publicó originalmente el día 10 de septiembre en el Heraldo de Aragón)

El efecto Reina Roja es una hipótesis que se usa en la teoría evolutiva para describir la necesaria adaptación continua de las especies para mantener el statu quo con su entorno. «Para un sistema evolutivo, la mejora continua es necesaria para mantener su ajuste a los sistemas con los que está evolucionando» es descrito de este modo el efecto por los académicos. El término está tomado de la obra de Lewis Carrol que inventó en su célebre Las aventuras de Alicia, el país de la Reina Roja. Alicia lo visita y la Reina le agarra de la mano y se ponen a correr a toda velocidad, la sorpresa de la niña es que a pesar de su esfuerzo no se mueven de su sitio. La Reina le explica que en su país no basta con correr para avanzar porque como su tierra se mueve hay que hacerlo pero mucho más rápido para no quedarse atrás o en el mismo sitio.

Vivimos en un momento de muchos cambios sociales y económicos que nos exigen movernos para no quedarnos desactualizados, precisamente por ello hace unas semanas Ibercaja organizó en la sede de la CEOE en Madrid un seminario en el que tuve el honor de participar para desterrar una serie de mitos sobre el emprendimiento ante una audiencia de directivos y empresarios.

Durante mucho tiempo se han tenido ancladas cinco percepciones sobre la actividad empresarial. A saber, innovar con éxito solo es posible en una gran empresa. Las generadoras de empleo son las grandes corporaciones. La colaboración entre pymes y multinacionales es una quimera. Los emprendedores son aprendices de empresarios y por último apoyar a las empresas y el emprendimiento es una cuestión que corresponde a los partidos de derechas. La velocidad de los cambios de los últimos tiempos nos ha impedido darnos cuenta que las cinco afirmaciones anteriores son ya cinco mitos falsos del emprendimiento que conviene desenmascarar no solo para salir de nuestro error sino sobre todo saber aprovechar el momento.

Primer mito. Solo se puede innovar en una gran empresa. Coincidiendo con la década de los años 70 se instauró en nuestra mentes que las multinacionales son las corporaciones más eficientes ya que por su tamaño pueden lograr economías de escala. En cambio las pymes son incapaces, por ejemplo, de innovar ya que carecen de esos ingentes recursos. Pero la globalización ha hecho migrar la ventaja competitiva hacia actividades basadas en el conocimiento. Además los cambios tecnológicos han reducido el papel de las economías de escala, aumentado la competencia en los mercados y mejorado la capacitación de los agentes económicos, lo que ha beneficiado a las nuevas empresas. Ejemplos se encuentran en todos los sectores y basta con echar un vistazo a las listas de las más importantes empresas para darnos cuenta que muchas de ellas no existían hace muy pocos años y han sido capaces de escalar innovando en sus productos y servicios desde la pequeña escala. Las conocidas como empresas GAFA, Google, Amazon, Facebook y Apple son un buen ejemplo de ello.

Segundo mito. Las pymes no crean empleo. La obsesión de los gobiernos por atraer las sedes de grandes multinacionales a sus territorios con todo tipo de incentivos con la esperanza de que esas inversiones reactivasen la economía y sobre todo el empleo llevó a situar en el imaginario de los ciudadanos a la gran empresa como el maná de la creación de puestos de trabajo. Pero no hace falta irse a los informes que desde los años 80 del siglo pasado publica la oficina del censo estadístico de Estados Unidos para certificar la falsedad de esa afirmación sino basta con leer el último boletín trimestral de Cepyme que acredita que las pymes crearon el doble de empleos que las grandes empresas de abril a mayo a junio de este año.

Tercer mito. Es imposible colaborar grandes y pequeñas empresas. Como si hablásemos de dos especies que no pueden convivir, las startups y las grandes empresas parecía que no podían trabajar juntas porque el poderío de las segundas acabaría con las primeras. Ha tenido que llegar el fenómeno del emprendimiento corporativo para darnos cuenta de lo equivocados que estábamos. Hoy las mayoría de las corporaciones se han  dado cuenta, como dijo hace muchos años el fundador de Sun Microsystems, que por mucho talento que tengas en tu empresa siempre habrá más y mejor fuera de ella. De hecho no existe hoy una gran corporación sin un programa de colaboración para innovar junto a startups.

Cuarto mito. Los emprendedores son jóvenes aprendices de la profesión de empresarios. De hecho las patronales han alimentado este mantra minusvalorando, torpemente, el término emprendedor que sin embargo goza de gran prestigio social. Torpemente porque ni son tan jóvenes, como confirma el informe GEM la media de edad de los emprendedores en nuestro país se sitúa en los 35 años; ni los sectores que eligen para emprender porque los dominan como nadie, por ejemplo la industria 4.0, parece que no tengan futuro. En los países más dinámicos del mundo lo tienen claro y los emprendedores son los referentes sociales.

Quinto mito. Apoyar el emprendimiento es una cuestión ideológica. Únicamente los llamados partidos liberales o de centro derecha están por potenciar a los emprendedores, sin embargo hace unos meses cuatro profesores de Deusto e Icade Business School nos lanzamos a analizar los programas electorales en materia de innovación y emprendimiento de los cuatro grandes partidos españoles: PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos. Nuestra investigación nos llevó a echar por tierra alguno de los estereotipos sobre los partidos de derechas e izquierdas en relación con la actividad emprendedora. Ni los más liberales en España están en contra de la intervención de lo público en la actividad económica, ni tampoco los cercanos a las posiciones más izquierdistas niegan el papel de las empresas como vehículo del progreso. Además todos esas fuerzas políticas apoyaban sin ambages la figura del emprendedor.

Al parecer la niña protagonista de Alicia en el país de las maravillas, tenía 11 años, precisamente esa es la edad que tienen los más jóvenes representantes de la generación que ha sustituido a los millennial, aquellos nacidos a partir del año 1994. Estos chicos y chicas de la denominada generación z no tendrán en sus cabezas estos cinco lastres respecto de la actividad emprendedora, de hecho ya eligen emprender como primera opción cuando les preguntas en qué les gustaría trabajar en el futuro. Una buena noticia para el futuro de nuestro país.

Iñaki Ortega es profesor de la Universidad de Deusto

domingo, 3 de septiembre de 2017

Allegro ma non troppo

(este artículo se publicó originalmente el día 3 de septiembre de 2017 en el periódico El Norte de Castilla)

El término musical allegro significa lo mismo que en italiano: alegre, rápido, animado o con energía. Se usa para indicar la velocidad con la que debe ejecutarse una pieza musical. No obstante acompañado de otra palabra consigue aportar una información más precisa para el intérprete. Por ejemplo allegro molto es muy rápido pero allegro ma non tropo supone que no hay que pasarse de rápido. Cumplir las indicaciones de estos términos es la clave para que una composición suene tal y como la quiso el autor o en cambio se eche a perder.

Los jóvenes que hoy tienen 24 años o menos sienten como las costuras del traje del mundo en el que viven se les han quedado pequeñas. Esta generación z son 100% digitales y dominan las herramientas del mundo actual, por ello saben que -casi por primera vez en la historia- las personas de su edad pueden avanzar muy rápido y ellos quieren hacerlo. Pero chocan con un mundo que a pesar de estar inmerso en pleno proceso de digitalización va mucho más lento que esa cohorte de edad. A los posmillennial les parece esclerótico ese planeta de los mayores. En cambio los que nos somos veinteañeros y por tanto tenemos cierta perspectiva, ponemos en valor que nuestro mundo sí puede cambiar y de hecho lo está haciendo en los últimos tiempos. Nuevos partidos, nuevas empresas, nuevas normas, nuevas instituciones son solo algunos ejemplos. Parecen, por tanto, dos visiones antagónicas que recuerdan a ese cartel que de vez en cuando ves en una autopista con un dibujo de un coche que va muy rápido y  tiene que frenar en seco porque en el carril lento otro automóvil va a su ritmo. El primero piensa que el segundo va muy despacio, el segundo que el primero va demasiado veloz. La solución es encontrar unas normas, en el caso del código de circulación, que permitan convivir. No superar los 120 kilómetros por hora pero tampoco conducir por debajo de los 60 fue la convención para las autopistas que ha funcionado estos años. Necesitamos la velocidad de la generación z pero el resto no podemos asumir cada cambio exasperadamente lentos. Pero si los más jóvenes no son conscientes que ellos solos no pueden cambiar el mundo perderán una oportunidad histórica. Por ello, como las piezas de Vivaldi, el momento actual ha de ejecutarse allegro ma non tropo. Los cambios que vengan rápido pero no demasiado, la generación z tiene que seguir siendo consecuente e ir veloz pero no tanto que se pierdan los que vienen detrás. Esos, que somos sus padres, profesores o jefes también tenemos que ir más ligeros aunque no sea nada fácil y nos exija seguir formándonos toda la vida y renunciar a la comodidad del principio de autoridad.

No son pocos los que todavía consideran que el debate generacional es una tontería porque siempre hubo diferencias entre padres e hijos. Piensan que los millennials y la generación z son inventos de sociólogos con ínfulas  o peor aún fruto de una estrategia para vender productos a unas nuevas generaciones más duras de pelar. Pero las circunstancias orteguianas explican perfectamente que en ocasiones se suceden una serie de hechos que impactan decisivamente en una cohorte de edad. Internet nos ha cambiado la vida a todos pero más a aquellos que estaban en pleno proceso de formación de su personalidad. Los mismos que niegan que exista una generación z y que por ello no hay que adaptar ninguna estructura al fenómeno de la transformación digital y todo ha de seguir como está, seguramente son los mismos que piensan que el título de este artículo es solamente el de una película española de los años noventa en la que participó Penélope Cruz. Por otro lado los más vehementes miembros de esta nueva generación que hemos entrevistado en el informe de Deusto Business School y Atrevia, El Dilema, nos pedían radicales cambios para que el mundo sea idéntico a ellos. Cuando nacieron, allá por el año 1994, esta película de Fernando Colomo se estaba estrenando así que es improbable que el título de esta reflexión les confunda. No obstante, ambos, los que quieren que el mundo se pare y los que demandan cambios radicales, quizás desconocen que Allegro ma non tropo también es un libro de Carlo María Cipolla que sin duda deberían leer. El economista italiano dedica este ensayo a alertar de las consecuencias que la estupidez humana ha tenido en la historia. Su teoría de la estupidez se basa en los perjuicios que la gente estúpida diseminada por la población de un territorio puede llegar a causar. El profesor define la persona estúpida como aquella que causa daño a otras personas sin obtener ganancia personal o incluso  provocándose daño a sí mismo en el proceso. La esperanza para la humanidad, prosigue el libro, es tener muchas personas inteligentes que son las que buscando su beneficio personal consiguen el beneficio ajeno.

Hoy siguiendo al prócer italiano lo inteligente es promover cambios en las empresas que ayuden a que estas sobrevivan y así puedan seguir empleando en el futuro a más personas. Lo estúpido es resistirse a adaptar las estructuras de nuestra economía porque los que con ello pretenden mantener su status no lo conseguirán y solo perjudicarán al nuevo talento que no encontrará los cauces para poder desarrollarse. Estúpido es también querer en un día dar la vuelta a nuestra sociedad, como si de un calcetín se tratase, porque ese 25% de la población que es nativo digital no puede marginar al 75% restante y por tanto todos perderemos. Lo inteligente es ir rápido en los cambios pero no demasiado para que nadie se quede por el camino y todos puedan aportar. Así ganaremos todos.


Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)