La economía española no se recuperará en forma de V. China será el único país que crecerá en 2020. Pablo Casado votará “no” a la moción de censura de Vox. Los ERTEs durarán hasta final de año. El Real Madrid ganará al Barca tras sufrir dos humillantes derrotas con desconocidos equipos. Joaquín Sabina sobrevivirá a su mala vida. José Luis Martínez-Almeida sustituirá a Manuela Carmena en la Alcaldía de Madrid. Tik Tok será más popular que Instagram. Un Papa de la Iglesia reconocerá las uniones homosexuales La segunda ola de la covid19 se cebará con España. Trump se acabará poniendo mascarilla. Habrá un toque de queda a las 10 de la noche… Podría seguir con afirmaciones que eran improbables hace unos pocos meses y que han acabado sucediendo. No obstante, si las leemos ahora -y no hace un tiempo- nos parecen absolutamente normales. Así es. Nuestra mente necesita ciertas “trampillas” para no bloquearse y tiende a olvidar lo pasado para centrarse en lo presente. Los investigadores de la llamada economía del comportamiento, una suerte de campo de conocimiento entre la psicología y la empresa, llaman a esos atajos: sesgos cognitivos. Pero conviene no olvidar que son trampas y por tanto pervierten el proceso de toma de decisión.
Un sesgo es un efecto de la mente que da lugar a un juicio inexacto motivado por la interpretación no correcta de la información disponible. En demasiadas ocasiones nuestro cerebro es incapaz de procesar tantísima cantidad de información y tiende a filtrarla en base a diferentes criterios. Por desgracia este cribado puede conducir a tomar decisiones erróneas inconscientemente. Los filtros que usamos para entender nuestro mundo son variados, pero uno de ellos, muy usado por estos lares, es el de retrospectiva. Básicamente es la inclinación que tenemos para considerar los eventos pasados como predecibles y explica porqué ahora nos parecen obviedades las afirmaciones del primer párrafo de este artículo.
El sesgo retrospectivo también conocido como sesgo a posteriori no es más que una ilusión mental. Es sabido que nuestro cerebro no puede recordar todo y muchas veces solo nos acordamos de lo que nos interesa, así sucede con esta trampa cognitiva. Hay un hecho que no se sabe a ciencia cierta si va a suceder, pero cuando pasa nos inventamos retrospectivamente que eso era exactamente lo que pensábamos. El primero que logró demostrarlo fue Baruch Fischhoff. Este profesor americano realizó un experimento con motivo de una gira del presidente Nixon a China; preguntó varias cuestiones de política internacional a un grupo de voluntarios antes de la misión presidencial. Al regresar Nixon de sus viajes, pidieron a las mismas personas que recordaran la probabilidad que originalmente habían asignado a cada uno de los posibles resultados. Y lo que resultó fue muy claro. Si un posible acontecimiento se había producido, los encuestados exageraron la probabilidad que le habían asignado anteriormente. Y si el acontecimiento no se había producido, los participantes recordaron equivocadamente que siempre lo habían considerado improbable.
Pedro Sánchez ganará las primarias del PSOE. La moción de censura contra Rajoy será un éxito. Las sucesivas convocatorias electorales reforzarán al actual presidente del Gobierno. El pacto con Podemos no lesionará la popularidad presidencial. Las apariciones televisivas de Sánchez impulsarán su imagen como líder… ¿Estas afirmaciones achacadas a la gestión en bambalinas del estratega Iván Redondo son también consecuencia del sesgo retrospectivo?
Daniel Khaneman es un psicólogo que sigue ejerciendo como profesor con 84 años. En 2002 ganó el premio Nobel de economía por demostrar que los individuos cuando toman decisiones en entornos de incertidumbre se apartan de los principios de la lógica. A este tipo de decisiones las denominó atajos heurísticos; una de las manifestaciones más típicas de esos atajos es la retrospectiva. En su famoso libro “Pensar rápido, pensar despacio” expone esta interpretación, que igual te ayuda a responder a la pregunta que te acabo de hacer.
“Aunque la retrospección (…) fomenta el temor al riesgo, también
proporciona inmerecidas recompensas a quienes de manera irresponsable buscan el
riesgo, como un general o un empresario que hacen una apuesta temeraria y
ganan. Los jefes y dirigentes que han tenido suerte nunca son sancionados por
haber asumido riesgos excesivos. Por el contrario, se piensa que gracias a su
olfato y previsión anticiparon su éxito, y las personas sensibles que dudaban
de ellos son vistas retrospectivamente como mediocres, tímidas y pusilánimes. Unas
cuantas apuestas insensatas pueden conferir a un líder insensato un halo de
audacia”.
Los países hispanohablantes no tendremos un nobel de economía como Khaneman pero sí poseemos el refranero en castellano. Y este párrafo de Khaneman sobre aquellos gurús que se benefician del sesgo de retrospectiva, nosotros en español, lo resumimos en “Crea fama y échate a dormir”. El Instituto Cervantes sitúa en 1540 la primera vez que aparece en nuestra literatura con lo que podemos concluir que llevamos cinco siglos conociendo personajes que se crean una cierta reputación que, una vez ganada, será difícil de cambiar. No obstante, esta fama sirve no solo para un contexto positivo, es decir, si por suerte o trabajo duro las personas respetan tu trabajo, después de un tiempo no necesitarás probarlo más. Se aplica también en sentido negativo, si transmites que careces de criterio y dices una cosa y la contraria, aunque un día ya no lo hagas va a ser difícil cambiar la opinión de la gente, porque ya creaste una reputación. Igual ahora alguien se anima en el Palacio de la Moncloa a releer los sesgos cognitivos o simplemente a hablar con sus mayores, que siempre recuerdan estos refranes.
Iñaki Ortega es director de
Deusto Business School y profesor de la UNIR