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domingo, 28 de abril de 2024

¡A pagar

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 15 de abril de 2024)


Los mayores del lugar se acordarán de un concurso televisivo de los años noventa que consistía en acertar el precio exacto de un producto. Presentado por el mítico Joaquín Prats comenzaba el programa con un recordado gesto con su mano derecha mientras gritaba ¡a jugar!

Han pasado treinta años y ya no se emite este formato, pero miles de españoles recordamos el concurso del precio justo ahora que comienza la campaña de la renta. Lo explico rápidamente. Hasta el primero de julio habrá tiempo para regularizar el IRPF con la hacienda pública con la certidumbre de que habrá que pagar más a la vista de los informes que hemos conocido esta semana. El servicio oficial de estadística europea ha confirmado que en España en los últimos cinco años la presión fiscal ha subido 30 veces más que la media de la Unión Europea. La suma de impuestos, cotizaciones, nuevas figuras recaudatorias y la desaparición de las rebajas del IVA y otras ayudas como la de la gasolina, sitúa a los españoles como los europeos con mayores alzas de impuestos.

Nada que deba sorprendernos porque este gobierno se ha jactado con la ministra de hacienda de portavoz de que hay que subir los impuestos para financiar los crecientes gastos del estado. Montero defiende que hay margen para alcanzar los impuestos de alemanes o franceses, olvidando que no tenemos la riqueza de esas naciones. Lo de los nuevos tributos a los bancos y las eléctricas ya lo sabíamos porque se han empeñado en recordárnoslo, pero me temo que ahora en la campaña del IRPF nos daremos cuenta en primera persona de las subidas en la renta y en las contribuciones extraordinarias para pagar las pensiones. Al mismo tiempo las peticiones para actualizar las tarifas impositivas a la subida de los precios no han sido tenidas en cuenta por el gobierno. No es fácil de entender, así que aquí va un resumen: mientras los españoles, fruto de la inflación y de estos impuestos, tenemos cada vez menos dinero en la cartera, el gobierno ha recaudado como nunca en la historia de la hacienda pública española.  En este contexto ha de entenderse la petición del presidente de los empresarios para que la nómina llegue a los trabajadores sin descontar impuestos, de modo y manera que así millones de empleados se diesen cuenta de la cantidad de impuestos y contribuciones que pagamos al estado. Nada como verlo en tus cuentas corrientes (y no en las ajenas).

En cualquier caso, como nada de esto va a pasar, ni los impuestos bajarán ni la nómina nos llegará integra, nos toca gritar rememorando a aquel presentador de los años noventa ¡a pagar! Esa es la única certeza en los próximos meses para millones de españoles, aunque la renta te salga a devolver (enhorabuena) pagaremos todos los días más impuestos indirectos como el IVA y otros impuestos invisibles asociados a la subida de los precios. Que no abra ya los informativos la inflación no oculta que acumulamos dos años de subidas de los precios en los alimentos y eso unido a que en las nóminas nos retienen más y más dinero, cada vez somos más pobres. Y las arcas públicas a rebosar.  Qué nostalgia de ese precio justo con el que se titulaba el concurso, quizás así podría equilibrarse mejor el dinero del bolsillo y el dinero de hacienda.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

jueves, 21 de diciembre de 2023

Los seniors no roban

(este artículo se publicó originalmente en el blog del centro de investigación ageingnomics el 22 de diciembre de 2023)

La idea de que los mayores están drenando recursos de los jóvenes no es nueva, pero últimamente ha cogido fuerza a la luz de las estadísticas que demuestran la dificultad que tienen los menores de 30 años para acceder a una vivienda. La tesis de este supuesto atraco a las nuevas generaciones trae su causa en el imparable crecimiento del gasto de pensiones, como si este hecho fuese culpa de los séniors y no fruto del inevitable cambio demográfico o de decisiones políticas tomadas en años electorales.

También suelen repetirse otro viejo sofisma que no es otro que los mayores impiden que los jóvenes entren en el mercado laboral por su empeño en seguir activos y no retirarse. Esta idea se basa en una falacia muy extendida que considera que el número de empleos en una economía es fijo. El mercado laboral no es un juego de suma cero en el que si una persona encuentra empleo otra tiene que perderlo. De hecho, es más bien al contrario, un aumento de la ocupación genera su propia demanda, incrementa el PIB potencial y supone un acicate para la contratación de todos los estratos de la población. Al mismo tiempo, los datos en los países de referencia en dinamismo laboral en la OCDE indican una correlación positiva entre la evolución del empleo de los mayores y la de los jóvenes. Corea del Sur, Japón, Nueva Zelanda e Israel tienen las edades de jubilación efectiva más tardías de todos los países de la OCDE –todos por encima de los 70 años– y precisamente tienen menores tasas de desempleo juvenil. Grecia y España tienen las edades efectivas de jubilación más bajas y se encuentran, en cambio, entre los que más paro juvenil.

Los investigadores que hemos firmado la tercera edición del Mapa de talento sénior, a través de un amplio arsenal numérico, hemos contrastado la realidad laboral en España de los menores de 30 años con la de los séniores de 55 a 70 años. Pretendemos con este análisis participar en el debate público sobre la situación de ambos colectivos en España, defendiendo la necesidad de la colaboración entre las dos cohortes de edad.  Al mismo Apostamos por la economía plateada, impulsada por el creciente consumo de los sénior, el margen de crecimiento de la aportación de los séniores al mercado laboral y las transferencias de los séniores hacia los colectivos más jóvenes, como motor de riqueza (y empleo) para ambos colectivos.

Pero para conseguir lo anterior es preciso desmontar una serie de falsedades muy presentes en el imaginario social. Por ejemplo, es sencillo desmontar con datos, el mito de que apenas hay trabajadores séniors en el mercado laboral ya que la mayoría se han retirado. La realidad es que son más de 4.600.000 los séniores en activo, siendo un 20 % de la población activa y habiendo aumentado 2.000.000 desde 2008.

Otro embuste muy presente es que la mayor parte del mercado laboral la ocupan los jóvenes. Lo cierto es que los menores de 29 años son 800.000 menos que los séniores. Se han reducido en casi 2.000.000 los jóvenes activos desde 2008, y suponen un poco más de uno de cada diez activos.

Son muchas más las falsedades que se descubren con el análisis de los datos del III Mapa de Talento Senior. pero quiero terminar este artículo con la que vincula el fenómeno emprendedor con la juventud cuando la realidad es muy distinta ya que hay 1.000.000 de séniors autoempleados frente a algo más de 100.000 jóvenes. Los séniores que optan por ser autónomos son un 23 % del colectivo de mayores, en cambio los autoempleados de 25 a 29 años solamente suponen un 6%.

 

Con la verdad que aportan los datos defendemos una serie de actuaciones en materia de políticas públicas, pero también de cambio cultural en las empresas y los ciudadanos para conseguir que el cambio demográfico sea un dividendo para los jóvenes y los propios mayores. Algunas medidas urgentes a poner en marcha serían:

1. Un régimen fiscal amistoso con los séniores que atraiga tanto a profesionales como a jubilados sénior internacionales en busca de un buen entorno en el que envejecer.

2. El impulso de la economía sénior, favoreciendo la creación de empresas y la formación y empleabilidad de profesionales en las áreas de salud, cuidados, turismo, ocio, reformas y promoción inmobiliaria.

3. El fortalecimiento del talento sénior y su permanencia en el mercado laboral. En España, los séniores se forman menos y tienen tasas de actividad hasta 20 puntos por debajo de la media europea.

Iñaki Ortega es doctor en economía y consejero asesor del centro de investigación Ageingnomics de la Fundación MAPFRE.

 

lunes, 24 de abril de 2023

Las canas olvidadas

(este artículo se publicó originalmente en El Periódico de Cataluña el día 22 de abril de 2023)

El FMI ha actualizado las previsiones macroeconómicas para España elevando unas décimas el crecimiento del PIB y dejando a la mitad la inflación. Buenas noticias que han ocultado la mención del organismo a nuestro mercado laboral. Según Georgieva seguiremos este año y el siguiente con una tasa desempleo que no bajará del 12% liderando las cifras de paro en Europa. Triste estadística que comparten los jóvenes españoles y los mayores de 55 años, ya que, en ambos, el paro juvenil y el paro senior, es de los más altos del continente.

A la vez que desde Washington se presentaba este informe, en Valencia la empresa Ford, los sindicatos y los gobiernos autonómico y estatal, daban el visto bueno a prejubilar con 53 años a 1124 trabajadores de la compañía de automoción. Fruto de un pacto tripartito, más de mil trabajadores pasarán los siguientes quince años sin trabajar, pero cobrando de la empresa y de la administración hasta que llegue la pensión pública. O lo que es lo mismo, treinta años por delante de ingresos asegurados sin trabajar. En la mayoría de los casos los trabajadores estarán muchos más años cobrando de lo público que años empleados. El caso de esos mil seniors es sintomático de lo que sucede en España con un colectivo de 6.588.873 personas (población entre 55 y 65 años) en el que apenas 3.600.000 están trabajando.

Esta penosa situación, empero, ayuda a poner foco en el camino que nos queda por recorrer. Por ejemplo, alcanzar las cifras de los suecos en tasa de empleo senior del 85% frente al 65% de los españoles, lo que supondría ganancias medidas por el PIB de entre cinco y diez puntos, conforme a estudios citados por el centro de investigación ageingnomics de la Fundación Mapfre. El discurso del ministro Escrivá de alargar la vida laboral, convertido ahora en papel mojado tras el acuerdo de Ford que él mismo ha defendido, pone de actualidad la apuesta de un grupo de docentes -entre los que me encuentro- por el talento senior. Con una legislación que contemple el retiro como un derecho no como un deber, facilite el trabajo -al menos voluntario- por encima de la edad de jubilación, mejore la fórmula para compatibilizar pensión y trabajo, acerque la edad real de salida del trabajo a la edad legal y penalice las jubilaciones anticipadas y las prejubilaciones.

En una suerte de acuerdo colusorio, la empresa y el sindicato UGT con la bendición del Estado han olvidado que la generación de las canas no se agota con los mil prejubilados de Ford, sino que millones de españoles padecen tener una carrera laboral más corta, hasta ocho años, que los suecos o los alemanes. Menos años trabajando es sinónimo de pobreza en la vejez y una mayor probabilidad de morir por el efecto de la soledad.

Para luchar contra el olvido de las canas urge el establecimiento de un gran pacto de país para el fomento del empleo senior que corte de raíz el derroche de talento de los mayores españoles. Este pacto, cuyo compromiso superaría los cinco años, debería firmarse públicamente por los principales representantes políticos, de trabajadores y empresarios. El acuerdo se incorporaría a los programas de gobierno, planes estratégicos empresariales e institucionales de los firmantes.

El gran reto laboral no es retirar con 53 años a empleados con plenas facultades sino trabajar más años, lo cual es posible en todas aquellas ocupaciones focalizadas en el sector terciario o en la servindustria que no demanden un gran esfuerzo físico. 

Al mismo tiempo el trabajo autónomo y el emprendimiento de los seniors ha de fomentarse desde los poderes públicos con atractivas bonificaciones fiscales, ayudas públicas y reducciones de las cuotas de autónomos. Las empresas siguiendo el ejemplo de compañías pioneras de otros lares han de propiciar esta fórmula como vía para alargar la vida laboral de sus antiguos empleados y hacer real “segundas carreras”.

La formación a lo largo de la vida de los trabajadores seniors españoles es una asignatura pendiente que las administraciones, pero también las empresas han de superar. Los datos del Banco de España sobre la distancia de los empleados mayores españoles respecto a sus pares europeos en actividades formativas realizadas, exige una actuación concertada para fomentar con instrumentos públicos nuevos programas de recualificación profesional (reskilling y upskilling)

La prolongación de la actividad exige cambios también culturales. Una nueva mentalidad por parte de todos los actores del mercado laboral para comprender que, en una próxima vida muy cercana a los cien años, la prolongación del trabajo se va a convertir en una necesidad ineludible. En especial los propios mayores han de concienciarse de que por muy atractivo que parezca adelantarse a la edad oficial del retiro, es inviable económicamente y perjudicial para su salud física y emocional, dejar de trabajar con más de treinta años por delante de vida. 

Por último, los seniors se han convertido en el más importante grupo en el campo económico (consumo y patrimonio) y político (censo electoral) pero esta realidad no es conocida por la opinión pública. Una suerte de activismo senior en España inspirado en la exitosa asociación americana de retirados (AARP) promovida desde la sociedad civil, no solo visibilizaría el colectivo, sino que haría inviables actuaciones flagrantemente edadistas. Un reciente experimento del Gobierno Vasco lo ha constatado al mandar a reclutadores idénticos currículos de mayores de 50 años y de menores de esas edades y obtenerse la mitad de entrevistas para los seniors. Propiciar la presencia en la opinión pública de españoles que superan los cincuenta años y siguen aportando a la sociedad con su trabajo en campos como la ciencia, el funcionariado, la docencia o el emprendimiento, ayudaría a desterrar esta discriminación. 

En definitiva, por mucha giga factoría de baterías que cree Ford y que la acabe inaugurando el presidente del Gobierno, es infinitamente más rentable económicamente para el país no olvidar las canas.

 

Iñaki es doctor en economía en La Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y LLYC

martes, 18 de octubre de 2022

Las otras pensiones

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 17 de octubre de 2022)


Todos los días 1 de octubre se celebra el día de la persona mayor. La ONU en 1990 pensó que era bueno fijar un día al año para recordar que las personas, aunque envejezcan, siguen teniendo derechos.  La lucha contra la discriminación laboral, el mantenimiento de los servicios públicos presenciales, el trato digno en los últimos años de la vida o la denuncia de los triajes en la pandemia, han aparecido en la agenda otros años por estas fechas.

Pero en este octubre de 2022, las pensiones de los mayores han sido el monotema. No parece que el gobierno haya querido hacer coincidir la presentación de los presupuestos con el mes de los mayores, pero la realidad es que estos días se ha conocido que las pensiones subirán un 8,5%. Sea o no por lo anterior, ha surgido una polémica que en poco ayuda a defender los derechos de los mayores, a saber: los pensionistas están drenando ingresos del sistema que corresponderían a los jóvenes. Toda una batalla intergeneracional, inédita en nuestro país y que atenta contra las bases de nuestro actual bienestar, basado en la convivencia solidaria.

Lo curioso es que, al mismo tiempo, a unos pocos kilómetros, otro gobierno, el portugués, aprobaba sus presupuestos con una menor subida de las pensiones en especial para las más altas, pero con un paquete fiscal muy atractivo para que personas -mayores o no- de todo el mundo fijen su residencia en el país luso. Portugal daba un paso más para convertirse en el territorio del mundo más amable con los que vienen de fuera sobre la base de un sencillo argumento económico: si se quiere seguir creciendo, con tan bajas tasas de natalidad, ha de contarse con más mano de obra y personas que tributen en el país.

El plan busca atraer a profesionales que quieran trabajar en remoto desde Portugal ofreciendo un visado y un país estable con una presión fiscal menor que la española, por ejemplo. La medida se une a las que tomó en el pasado para atraer a retirados de todo Europa con bajos impuestos o aquella que busca que grandes patrimonios se instalen en la república portuguesa con una presión fiscal de risa comparada con la que por estos lares se quiere promover. Grecia ha seguido su estela y quiere beneficiarse de que cada vez hay más mayores de 55 años en Europa -150 millones- que tienen ahorros y ganas de ocio, mediante un plan de incentivos fiscales.

Por aquí seguimos pensando en los mayores como un grupo de edad a los que proteger en lugar de considerarlo una fuente de desarrollo económico. Ya hoy los que superan los 55 años son el 30% de la población, tienen más de la mitad del patrimonio patrio, quieren consumir y muchos -gracias a la tecnología que lo permite- seguir trabajando. Por suerte en España, no todos piensan así, esta misma semana el Gobierno de Canarias ha presentado un plan turístico enfocado solo a los seniors, mayores europeos que puedan pasar largas estancias en las islas, descansando, pero también trabajando. Su argumento es que los cincuentones son el 40% de los directivos continentales. Esos ingresos que buscan Canarias, Portugal y Grecia, pagarán las nuevas jubilaciones, pueden ser ya las otras pensiones que necesitamos.

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad de Internet (UNIR) y LLYC

sábado, 17 de septiembre de 2022

No les llames pensionistas, son séniors.

(este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el día 4 de septiembre de 2022)


A las puertas de la temida estanflación, o lo que es lo mismo una recesión económica conviviendo con altas tasas de inflación, Bruselas nos va a obligar a ajustar las pensiones de millones de jubilados españoles. En el contexto de los conocidos como pactos de rentas en los que trabajadores y empresarios habrán de comprometerse a moderar sus salarios y beneficios, Europa (y la teoría antinflacionaria) exigirá también que los gastos pensionarios dejen de crecer al mismo tiempo que los precios.

Hasta que llegue ese momento, que llegará, conviene recordar cómo ha cambiado el colectivo de jubilados en España. Tanto que habrá que rebautizarles y dirigirse a ellos ya no como pensionistas sino como séniors. Este cambio de nombre no es caprichoso, sino que obedece a la necesidad de modificar la mirada sobre el colectivo de los mayores en España. Una cohorte de edad que es más numerosa que la de los jóvenes en edad de trabajar y con unos ingresos sustancialmente mayores y más estables. Las causas son ya conocidas, pero no por ello hay que dejar de poner en valor las excelentes infraestructuras sanitarias españolas que nos ha permitido ser uno de los países del mundo con mayor esperanza de vida. Al mismo tiempo gozamos de unos de los sistemas de pensiones más generosos del mundo, envidia de los mayores franceses o alemanes. Por desgracia, el mercado laboral patrio tiene pocas razones para presumir: generamos parados y empleos precarios entre los jóvenes y ha arraigado un nuevo fenómeno en la última década que ha vaciado de talento senior las empresas españolas.

Los informes del centro de investigación ageingnomics han demostrado que los mayores españoles gozan de un patrimonio y unos ingresos inéditos en la historia que las empresas pueden aprovechar. Aunque, todo hay que decirlo, en España una vez que superan los 55 años trabajamos menos que nuestros pares europeos. Peores tasas de ocupación y de actividad en este colectivo, también mayores tasas de desempleo y líderes en paro femenino en comparación con países como Italia, Portugal, Francia, Alemania, Polonia o Suecia.

Si queremos dejar de hablar del envejecimiento o de las pensiones como un problema y en cambio centrarnos en el potencial de los 18 millones de españoles, urge hablar de seniors en lugar de viejos.

Hablar de seniors, como recuerda el profesor Benigno Lacort, es tener en cuenta el talento que pueden seguir aportando a la sociedad los mayores, bien sea con el trabajo por cuenta ajena, cuenta propia o el voluntariado. Hablar de seniors es mejorar la fórmula para compatibilizar pensión y trabajo, penalizar las jubilaciones anticipadas, así como las prejubilaciones. Si pensamos en seniors en lugar de en pensionistas, las empresas encontrarán en este colectivo palancas de crecimiento con nuevos clientes y bienes y servicios. Seniors que demandarán a las empresas a las que compran, que midan y hagan público su impacto social no solamente en los aspectos medioambientales y de género sino también en lo que concierne a la diversidad generacional. Las personas seniors querrán voluntariamente prolongar su actividad por encima de la edad de jubilación, quizás explorando la fórmula del trabajo a tiempo parcial. El trabajo por cuenta propia y el emprendimiento de los seniors podría fomentarse con atractivas bonificaciones fiscales, ayudas públicas y reducciones de las cuotas de autónomos. Y las empresas siguiendo el ejemplo de compañías pioneras de otros lares deberían propiciar esta fórmula como vía para alargar la vida laboral de sus antiguos empleados y hacer real “segundas carreras”.

Por último, un senior lo será si sigue formándose a lo largo de la vida. Los datos del Banco de España sobre la distancia de los empleados mayores españoles respecto a sus pares europeos en actividades formativas realizadas, exige una actuación concertada para fomentar con instrumentos público-privados nuevos programas de recualificación profesional (reskilling y upskilling)

Los mayores se han convertido en el más importante grupo en el campo económico (consumo y patrimonio) pero también político (censo electoral) aunque esta realidad no es conocida por la opinión pública. Una suerte de activismo senior en España, no solo visibilizaría el colectivo, sino que haría inviables actuaciones flagrantemente edadistas de la administración y empresas. Pero nada de lo anterior servirá de nada si los propios mayores no se conciencian de que por muy atractivo que parezca adelantar la edad oficial del retiro, es inviable económicamente y perjudicial para su salud física y emocional, dejar de trabajar con más de treinta años por delante de vida. Entonces, sí se podrá decir en nuestro país “no me llames jubilado, llámame senior”.

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad de Internet (UNIR) y LLYC

viernes, 11 de diciembre de 2020

¿Los robots pagarán las pensiones?

(este artículo se publicó originalmente en el blog del Centro de Investigación Ageingnomics de la Fundación MAPFRE en el mes de diciembre de 2020)

Han pasado muchos años desde que las principales fuerzas políticas decidieron sacar del debate electoral el futuro de las pensiones. Corría el año 1995 y en un parador en Toledo se reunieron los cuatro partidos más votados del momento y acordaron una serie de recomendaciones para la sostenibilidad del sistema. Dado el éxito de la herramienta en 1999 el pacto se convirtió en una comisión del Congreso de los Diputados para apuntalar el sistema de previsión social de una manera institucionalizada.  Aunque no se reúnan en la capital manchega sino en la Carrera de San Jerónimo de Madrid los representantes de la soberanía nacional siguen acordando recomendaciones, como en el parador de Toledo, que ahora suponen un mandato para el Gobierno que ha de convertir dichas recomendaciones en ley.

 El pasado 27 de octubre de 2020 tras casi cinco años desde el anterior acuerdo esta comisión aprobó un informe de recomendaciones, inédito desde hace una década, además con un alto grado de consenso. El pacto de Toledo propone 21 recomendaciones que suponen toda una reforma ya que afectan al funcionamiento de la Seguridad Social y al sostenimiento y revalorización de las pensiones.

 Entre los puntos recogidos destacan los que tienen el objetivo de cerrar el déficit que arrastra el sistema desde 2011, así como los ajustes para afrontar la próxima jubilación de la generación del baby boom y el impacto sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones. Las recomendaciones recogen asimismo la intención de acercar la edad de jubilación real a la edad de jubilación legal. Así como que se vuelva a fijar la revalorización de las pensiones basándose en el IPC. También se contempla un cambio en el régimen de cotización de los autónomos para que coticen de acuerdo a sus ingresos. Además, se plantea una apuesta decidida por el segundo pilar del ahorro, los conocidos como planes colectivos de empleo, aquellos que se negocian en el seno de empresas y en el que tanto los empresarios como los trabajadores aportan para la futura jubilación.

 Pero hay una recomendación, la 19, que ha pasado desapercibida y plantea que las empresas coticen a la Seguridad Social por la productividad lograda por el avance tecnológico que está provocando menos cotizantes a la Seguridad Social.  Es decir, estudiar un eventual nuevo impuesto cuyo objetivo sea contribuir a la financiación de las pensiones o dicho de otro modo que coticen los robots para financiar el Estado del Bienestar.

 A la espera de conocer si las maquinas pagarán a la Seguridad Social en el futuro, hay que impulsar un amplio debate político, económico y social con expertos de todos los ámbitos que ayuden a evaluar adecuadamente los beneficios y riesgos asociados a un modelo impositivo sobre las actividades que pasan a ser realizadas por máquinas o robots, para que se evite cargar sobre la actividad productiva más innovadora la corrección de los desequilibrios del sistema. Toda la teoría económica avala que la innovación empresarial y la digitalización son las palancas clave de competitividad de las empresas y de un país, por lo que este debate debe llevarse también a la esfera internacional, de la mano de organismos internacionales y la Unión Europea, para evitar que la regulación en este campo cambie las reglas de competencia entre países.

Iñaki Ortega es profesor de la Universidad de Deusto

jueves, 1 de octubre de 2020

Viviremos menos, pero trabajaremos más

 

(este artículo se publicó originalmente el día 1 de octubre de 2020 en el diario económico La Información)


Entre tanta gresca política hay noticias que pasan desapercibidas. La bronca entre los partidos ha conseguido (quizás porque así lo pretendió algún estratega) que nada nos importe y que hasta los hallazgos más sorprendentes caigan en el olvido. El aumento de decibelios por las discusiones entre las administraciones con sede en Madrid ha dejado sin eco estos días el anuncio del Instituto Nacional de Estadística (INE) de que se había roto la tendencia de décadas de aumento de la vida. La pandemia, según el INE, ha provocado un aumento de 50.000 fallecidos respecto al año anterior lo que ha provocado que baje cerca de un año la esperanza de vida de los españoles. Según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud la esperanza de vida a nivel global ha venido creciendo desde 1950 hasta el año 2000 a un ritmo de más de tres años por cada década. A partir de entonces y hasta el 2015 se ha incrementado en una media de cinco años. Situación que se ha calcado en España. En los últimos 30 años la ganancia media en la esperanza de vida patria ha sido de casi 2 meses por año, es decir que le hemos ganado casi 4 horas cada día a la vida hasta llegar a los más de 83 años de esperanza actual. Pero esto no siempre ha sido así, en la España en 1920 no se superaban los 40 años, la misma ratio que en la Hispania romana de dos mil años antes.

Conviene recordar que la esperanza de vida calcula el promedio de años que se espera que viva una persona bajo las condiciones de mortalidad del período en cuestión, es decir que si la esperanza de vida en Turquía en 2016 es de 76 años significa que se estima que una persona nacida en Ankara en 2016 vivirá de promedio 76 años. La clave de la definición es la palabra promedio, ya que algunos vivirán 95 años y otros morirán con 57, pero conforme a la mortalidad registrada en ese periodo, la media aritmética serán esos 76 años.

Para su cálculo se parte de un instrumento de carácter estadístico-matemático que permite medir las probabilidades de muerte o de vida de una población en función de su edad. Este instrumento se denomina tabla de mortalidad o tabla de vida. La lógica de la construcción de las tablas de mortalidad se basa en el principio de la teoría de probabilidades y se parte en su elaboración de obtener las probabilidades de muerte o de vida de la población a partir de los datos reales de defunciones, nacimientos y la población. Es decir, se calculan las tasas de defunciones por edad y por un procedimiento matemático se convierten en probabilidades de muerte y a partir de éstas se derivan las otras funciones de la tabla hasta llegar a obtener este indicador demográfico. La esperanza de vida, por tanto, simplemente nos dice el promedio de edad de las personas fallecidas en un año. Es decir que este año de coronavirus los españoles nos hemos muerto, de media, un año antes. Un año de la vida de 46 millones de personas se ha esfumado, pero a nadie le ha preocupado, absortos como estamos en seguir el espectáculo de las ruedas de prensa que anuncian medidas médicas en un sentido y en el contrario. No sé ustedes, pero a mí no me gusta que nadie me robe y menos un año de mi existencia.

Y mientras pasaban estas cosas, en una destacable unanimidad, los expertos aconsejan que para salvar nuestros sistemas de pensiones tenemos que retrasar la edad efectiva de jubilación. La lógica es aplastante: si viviremos hasta cerca de los 85 años, no podemos dejar de trabajar a los 64, edad media de jubilación en nuestro país. Dos décadas cobrando la pensión es demasiada presión para las maltrechas cuentas del sistema de Seguridad Social, cuando de media solo cotizamos para una docena de años.

 

Limitar la jubilación anticipada, incentivar la jubilación activa, promover el talento senior, ampliar los años cotizados que se tienen en cuenta para calcular la pensión y los planes de pensiones de empleo son algunas de las propuestas que la AIREF y el Consejo General de Economistas proponen. En reciente informe publicado por esta última institución, titulado «El reto del envejecimiento desde una perspectiva integral (cómo abordar de forma multidisciplinar el envejecimiento)» se analiza exhaustivamente el retiro de los españoles y del sistema que nos hemos dotado. Entre las recomendaciones de los economistas están medidas que pueden situarse en la nueva disciplina conocida como la economía plateada. Es decir, las oportunidades en términos de ganancias de productividad, riqueza y empleo que la longevidad puede acarrear. La posibilidad de establecer innovaciones financieras para convertir en líquidos ciertos bienes inmuebles a través de fórmulas como las rentas vitalicias o las hipotecas inversas -muy poco usadas en nuestro país- que permitan sostener los gastos personales asociados a la longevidad; dotar de mayor flexibilidad al mercado laboral para que los seniors no sean expulsados de las empresas; promover que los mayores de 60 años puedan seguir trabajando a la vez que se cobra una pensión. Por último, también incentivar desde los poderes públicos los sistemas de ahorro para la jubilación desde las empresas al estilo de los sistemas de previsión social complementaria del Reino Unido o auto-enrolment estaría dentro de este paquete de medidas de la también conocida como ageingnomics.

Mientras la jauría seguía sin dejar oír apenas nada, también va desgranándose por parte de la Comisión Europea más detalles sobre el Fondo de Recuperación y Resiliencia. Lo relevante -como recuerda el economista Antonio Carrascosa- es que más allá de las medidas contra la pandemia se han incluido algunas recomendaciones del Consejo Europeo a España: reformas para la sostenibilidad de las pensiones y para el mejor funcionamiento del mercado de trabajo, entre otras. Si por un momento el ruido dejase de sonar, escucharíamos alto y claro lo que la estadística, la economía y nuestros socios europeos nos están diciendo que, aunque la pandemia nos está haciendo vivir menos, tendremos que trabajar muchos más años.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

martes, 17 de marzo de 2020

Señor Escrivá, un empujoncito, por favor

(este artículo se publicó originalmente en el diario El Mundo el 12 de marzo de 2020)



Lo diga o no lo diga un ministro, parece claro que los cambios demográficos implican que el monto del ahorro generado a lo largo de la etapa laboral terminará resultando insuficiente para sostener el ritmo de consumo en la parte final de nuestro ciclo de vida. Es un hecho incontestable que cuando nacieron los sistemas actuales de pensiones, sistemas de reparto en los que los trabajadores pagan la pensión de los retirados, la supervivencia más allá de los 65 años era de apenas unos pocos años; hoy en España superan los 20 años. Conforme a datos oficiales los años efectivos de percepción de la pensión en nuestro país superan los 23, lo que ilustra el esfuerzo de ahorro que ha de hacerse durante la vida laboral para sostener tantos años de jubilación. De hecho, según el BBVA, en España todas las aportaciones al sistema público de pensiones que ha hecho un trabajador que se jubilase ahora mismo se agotarían tras 12 años de pensión, cuando conforme a la esperanza de vida, le quedarían otros 9 años de vida.

Lo diga o no lo diga un ministro, por tanto, la tasa de sustitución o lo que es lo mismo el porcentaje de la pensión sobre el último sueldo se irá reduciendo en las próximas décadas del 80% actual a un 50% si hacemos caso a numerosos informes independientes. “Tan largo me lo fiais” ha sido desde Tirso de Molina algo muy nuestro, por eso desde aquí queremos cambiar esa costumbre tan española e invocamos a la llamada generación Z, es decir a los trabajadores más jóvenes, los nacidos a partir de 1994. Los z, conforme a nuestros datos, deberían ahorrar todos los meses unos 200 euros para compensar el previsible desgaste del sistema público y obtener una pensión vitalicia extra de 1.000 euros mensuales a partir de la edad de jubilación y hasta su muerte. La cifra de ahorro se eleva a casi 300 para los millennial (nacidos entre 1980 y 1993) y se incrementa por encima de los 500 y los 1.000 euros, respectivamente, para los integrantes de la generación X (entre 1961-1979) o los babyboomers (antes de 1960). Ahorrar esas cantidades supone, sin duda,  un esfuerzo. Pero si retrasamos la decisión, el sacrificio será prácticamente imposible.

Para algunos el problema para conseguir ahorrar está relacionado con un sueldo insuficiente, pero para otros muchos es más mental: subestiman la longitud de su vida y sobreestiman lo que les durará su dinero. Siguiendo la escuela de behavioral economics y a uno de sus máximos exponentes, Robert Thaler, premio Nobel de Economía de 2017, nosotros creemos que hay que dar algunos empujoncitos para que haya cambios. Thaler bautizó como nudge (empujoncito en inglés) estas imprescindibles actuaciones para fomentar el incremento del ahorro a largo plazo. Dinamarca, Australia y Holanda «empujan» haciendo la inclusión semiobligatoria en esquemas privados de pensiones. Tendencia a la que se sumó en 2012 el Reino Unido. La semiobligatoriedad (o afiliación automática) consiste en que los empresarios están obligados a suscribir un fondo de pensiones para los trabajadores. Los británicos, por ejemplo, destinan cada año un 5 por ciento de su salario a generar su propia pensión complementaria, siendo su empresa y el Estado quienes ponen otro 3 por ciento; es decir, cada británico termina el año ahorrando un 8 por ciento más que un español. El «empujoncito» reside en que el trabajador tiene un mes para salirse del fondo, y si no lo hace, permanece por defecto, con lo que se consigue automáticamente un ahorro complementario a la pensión pública. El gobierno del Reino Unido llevó a la práctica, de ese modo, el plan Save More Tomorrow que el profesor Thaler formuló teóricamente en 2004. Países cercanos a España, como Francia o Alemania, han introducido también adicionalmente a sus modelos públicos de reparto incentivos para que sus ciudadanos complementen sus pensiones con planes de jubilaciones personales. En el caso germano, dependiendo del trabajador, la empresa incluye en el contrato una contribución mensual a un plan de pensiones privado. Otra vía es que el empleador solamente pague los costes de mantenimiento de dicho plan de pensiones. Son todos ellos conocidos como planes de pensiones de empleo que el ministro Escrivá anunció en su comparecencia parlamentaria.

En España también se dispone de una «pata» privada para la construcción de un sistema mixto, pero por desgracia no ha contado con el suficiente impulso institucional ni en el seno de las empresas, con la notable excepción del País Vasco. Desde 1983 lleva probándose con éxito este sistema mixto promovido por las propias empresas vascas con importantes ventajas de todo tipo para sus aportantes. Hoy, prácticamente la mitad de los trabajadores vascos se benefician de ese ahorro extra, por lo que cuando se jubilen disfrutarán de media unas pensiones totales mucho mayores que en el resto de España.

Cuando se habla de los empujoncitos, cabría referirse a las reticencias que siempre despierta un incremento de la contribución de las empresas para mejorar el ahorro privado de sus trabajadores, y que solo las empresas grandes están en condiciones de hacer. La realidad española es ésta: pocas empresas medianas y prácticamente ninguna pequeña tienen contribuciones adicionales para sus trabajadores. Por ello, en las futuras negociaciones salariales, los agentes sociales podrían llevar incluidos los dos conceptos, incremento salarial directo, algo menor a lo usual, y una contribución directa al fondo de capitalización del empleado, de forma que la suma de ambos sea mayor y sea un incentivo que «llame» al ahorro individual; a la contribución individual del empleado.

Lo diga o no lo diga un ministro si se confía exclusivamente en una fuente de renta pública para el futuro, uno se aboca a una pobreza de nuevo cuño. Por eso nosotros, apostamos por un sistema basado en los tres pilares del ahorro: el sistema público; el ahorro vinculado a la vida laboral que ahora necesita un “empujoncito”, y el puramente individual y directamente relacionado con sus ingresos y voluntad de ahorro, éste último puesto en cuestión estos días por el Gobierno.


Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y coautor del libro La Revolución de las Canas

lunes, 25 de noviembre de 2019

Casandra y las pensiones


(este artículo se publicó originalmente en el diario El Correo el día 24 de noviembre de 2019 )

El síndrome de Casandra es aquella situación en la que alguien predice un hecho certero, pero nadie le cree. Se habla de ese síndrome cuando no nos atrevemos a ser sinceros por las consecuencias que puede tener. Casandra era una sacerdotisa del templo del dios Apolo. Éste, para conseguir su amor, le ofrece el don de la profecía. En el momento que recibe la capacidad de adivinar el futuro, Casandra rechaza a Apolo, lo que lleva al dios a vengarse de su amada incluyendo en el don otra característica: nadie creerá sus pronósticos. Casandra vaticinó la caída de Troya, pero nadie le dio crédito; previó su propia desgracia, pero tampoco pudo evitarla. A los autores de este artículo el mito de Casandra se nos viene a la cabeza cada vez que explicamos el futuro de las pensiones en España.

El sistema de pensiones es uno de los grandes éxitos de nuestro Estado del Bienestar porque ha conseguido que la vejez no sea sinónimo de pobreza. Las sociedades avanzadas organizaron en los últimos años del siglo XIX sistemas para garantizar que cuando las personas dejaban de trabajar a causa de la edad dispusieran de, al menos, una renta básica mensual. Entre otros aspectos se fijaron los 65 años como la edad para dejar de trabajar. Pero hoy el problema en todos los países avanzados es de fondo y se resume en cómo adaptarse a las tendencias demográficas para seguir ofreciendo pensiones adecuadas.

A principios del siglo pasado apenas 1 persona de cada 100 llegaba a los 65 años; hoy son 9 de cada 10.  En España, en 2030 el 25 por ciento de la población tendrá derecho a una pensión porque superará los 65 años, de manera que la previsión es que en 2050 cada trabajador tendría que sostener a un pensionista, exactamente un pensionista por cada 1,34 trabajadores. En la Alemania de Bismarck -el primer país que puso en marcha el actual sistema de pensiones- se estimaba como mucho una supervivencia de una década, hoy la esperanza de vida germana a los 65 años supera los 20 años. En España conforme a datos del INE, los años efectivos de percepción de la pensión superan los 23. De hecho, según BBVA, en España todas las aportaciones al sistema público de pensiones que ha hecho un trabajador que se jubile ahora mismo se agotan tras 12 años de pensión, cuando le quedarían, conforme a su esperanza de vida, otros 9 años de vida.

Como Casandra, los autores de este artículo queremos atrevernos a decir la verdad, aunque esperamos tener más predicamento que la joven helena. Las pensiones cada año serán más bajas y de una tasa de reposición menor. Es decir, en un par de décadas el porcentaje del último sueldo que cubre la pensión pasará del 80% actual a un 50% de este. Pero aún estamos a tiempo de revertir este proceso si aplicamos dos soluciones. Por una parte, incrementar la tasa de ahorro de los españoles y, por la otra, la necesidad de extender en parte el período de vida laboral. Si asumimos que las pensiones públicas irremediablemente serán más bajas, la gran mayoría de la población tendrá un serio problema ya que sólo tiene esa fuente de renta en su retiro. Pero existe una medida para garantizar el nivel de vida de las personas tras su jubilación, y es diversificar las fuentes de renta de los futuros jubilados cuando tienen capacidad de ir acumulando; es decir, mientras trabajan. En resumen, habrá que ahorrar más. En este sentido, la mayoría de los países de nuestro entorno han creado mecanismos de ahorro, más o menos obligatorios, para que grandes capas de la población vayan constituyendo un patrimonio complementario a la pensión pública. España es uno de los pocos que aún no lo ha hecho. Este retraso no es inocuo, a lo largo de toda la vida labora cada mes un español está ahorrando 100 euros menos que un sueco, alrededor de 80 menos que un británico o un holandés, o 44 euros menos, cada mes a lo largo de toda la vida, que un ciudadano que viva en Francia. No es una quimera conseguirlo. En nuestro país, en Guipúzcoa, la exitosa experiencia de GEROA, con los planes de pensiones de empleo, nos anima a defender estos pilares alternativos de ahorro. De hecho, hoy dos de cada tres trabajadores de ese territorio se benefician de una pensión complementaria a la pública que les iguala en ingresos para la vejez con sus vecinos franceses.

Trabajar más es la segunda medida que, como Casandra, nosotros nos atrevemos a reivindicar también en esta reflexión. No hablamos solamente del desplazamiento progresivo de la edad de retiro hasta los 67 años que la mayoría de los países europeos estamos implementando. Nos referimos a la necesidad de parar el edadismo, o la discriminación que sufren los mayores en el mercado laboral. Si conseguimos revertir ese proceso y acercarnos a tasas de actividad de los trabajadores mayores de 55 años equivalentes a economías como Nueva Zelanda o Suecia, no solo conseguiremos mayores ingresos para afrontar el futuro, sino una economía más grande que soporte mejor nuestro sistema del bienestar.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y Antonio Huertas es presidentre de MAPFRE. Ambos son autores del libro LA REVOLUCIÓN DE LAS CANAS

martes, 19 de marzo de 2019

El edadismo, esa desconocida discriminación

(este artículo se publicó originalmente el 18 de marzo en el diario 20minutos en la sección de opinión)


Aunque será difícil que en tu cabeza este mes de marzo entre otro “ismo” que no sea el del feminismo, quiero hablarte de otra forma de discriminación que te afecta ahora o sino con seguridad en el futuro. El edadismo es el conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que sufren las persones mayores simplemente por tener esa edad. Los datos que demuestran que este fenómeno es imparable se amontonan: el desempleo de los mayores de 45 años no ha dejado de crecer en la última década al mismo tiempo que las empresas tiran directamente a la papelera la mitad de los currículos de los mayores de 50 años. Para las empresas, pero también para la publicidad y para lo público eres ya un anciano desde que estás rondando los 50 años. La ciencia hace años que ha desterrado el edadismo y habla, en cambio, de la edad biológica frente a la cronológica, es decir exclusivamente entraremos en una fase vital de descanso, de jubilación, quince años antes de la esperanza de vida; de modo y manera que si en España estamos en el entorno de los 85 de esperanza de vida, solo seremos viejos a partir de los 70 años.
Pero nadie presta atención a lo anterior y  el edadismo avanza inexorablemente  porque como en el viejo poema alemán “primero vinieron a por los judíos y yo no dije nada porque yo no lo era”. Pero que no te sientas o seas viejo no te salva del edadismo, ya que es cuestión de tiempo. Quiero que recuerdes cuando te diste cuenta que tu cantante favorito era más joven que tu o cuando comprobaste que el mejor futbolista de tu equipo podría ser tu hijo; en ese momento comprendes que el tiempo ha pasado y ya no eres el niño que suspiraba por esa estrella. A partir de ese momento todo pasa muy rápido y te encontrarás de repente siendo fiscalizado por un entrevistador que tiene señalada con fluorescente tu edad en el CV. Nadie quiere mayores en su empresa porque el edadismo ha implantado la gran falsedad de que solamente puede promover lo digital un millennial, obviando que la computación no es algo reciente sino que los primeros graduados en informática, ya se han jubilado. Pero además el edadismo ha borrado de un plumazo las virtudes que aporta la edad en un profesional como es la templanza, la resiliencia o la experiencia acumulada.
Ahora que viene una época en la que otros “ismos” tomarán el relevo al feminismo como el fascismo, el centrismo el comunismo, el socialismo o el liberalismo, mi humilde consejo es que estés atento a si los representantes de esos “ismos” dedican tiempo y propuestas a luchar contra una discriminación tan irracional como la fecha de nacimiento de tu DNI.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR


miércoles, 21 de noviembre de 2018

La Revolución de las canas

(este artículo se publicó originalmente en el periódico Expansión el día 20 de noviembre de 2018)

Keynes dejó escrito que “la dificultad no estriba en las ideas nuevas, sino escapar de las viejas”. Es muy viejo despreciar la edad y adorar la juventud. Aunque no siempre fue así, de hecho en las llamadas zonas azules del mundo, aquellos territorios del globo donde se alcanzan los mejores registros de longevidad, el denominador común es el respeto a la edad. El Senado romano es otro ejemplo de que las civilizaciones más relevantes de la historia tuvieron en cuenta la sabiduría de los más mayores. Pero sin irnos tan lejos, en los pueblos donde vivieron los abuelos de los autores de este artículo ser mayor siempre fue algo importante que merecía gran respeto. 

Ahora, siguiendo la sentencia de Keynes, la superación de una economía que envejece solo podrá hacerse jubilando esas ideas tan caducas que nos alarman sobre la nueva demografía. Nuestro modelo económico se ha hecho viejo, no porque haya aumentado la esperanza de vida, envejece porque no prescindimos de viejos dogmas que nos impiden ver las oportunidades de un nuevo mundo en el que viviremos muchos más años y, además, disfrutaremos de altos grados de bienestar gracias a los avances técnicos, si tomamos las decisiones correctas –como territorios y como personas-.  

La salud y la economía se convertirán en la asociación que garantice el futuro de las sociedades más dinámicas. Por ello, habrá que ser capaces de conciliar las revoluciones que se están dando en ambas especialidades. Recordémoslas someramente.  

El catedrático de Historia de la Medicina, Diego Gracia, habla de tres revoluciones por las cuales hoy disfrutamos de la longevidad. La primera la revolución terapéutica, con el descubrimiento de las sulfamidas y los antibióticos. La segunda, la biológica, gracias a la manipulación del código genético y por último, la revolución tecnológica, con la irrupción en las ciencias de la salud de la informática y las modernas tecnologías médicas. De hecho, en los últimos diez años sabemos más del cáncer que en los cien años precedentes y no nos equivocamos si afirmamos que los niños que hoy juegan en los parques vivirán por encima de los cien años. 

Klaus Schwab es un economista alemán conocido por ser el fundador del Foro Económico Mundial de Davos. En su formidable libro sobre la cuarta revolución industrial, afirma que no es únicamente un conjunto de tecnologías emergentes como el big data, la inteligencia artificial o el internet de las cosas, sino una transición hacia un nuevo mundo. Eso sí, con una velocidad de cambio, alcance e impacto inédito en la historia de la civilización que modificará nuestra forma de vivir, trabajar y relacionarnos. Pero nada de esto sería posible si no hubiera habido una primera revolución industrial entre 1760 y 1830, con la introducción de las máquinas en la cadena de montaje. O una segunda, a mediados del siglo XIX que con la electricidad hizo posible la manufactura en masa. Finalmente la tercera, ya avanzado el siglo XX, permitió con las tecnologías de la información y comunicación, la llamada globalización. 

Hace tiempo que las revoluciones no se dan solamente en las instituciones políticas. Hemos pasado de estudiar la Revolución Francesa o la rusa a las de carácter empresarial. Acabamos de ver esas involuciones en la economía y en la medicina, por ello defendemos que en la medida que ambos procesos se alineen estaremos ante otra revolución, la de las canas. El elemento común de ambos procesos disruptivos es el alargamiento de la vida de modo y manera que, en muy poco tiempo, el 40% de la población tendrá más de 55 años y dispondrá de todas las herramientas, además de la experiencia vital, para seguir aportando y generando valor. La revolución de las canas traerá un cambio radical porque permitirá que millones de personas sigan trabajando, sigan creando, sigan consumiendo. Permitirá que nazcan nuevas industrias para servirles y que nuevos emprendedores encuentren oportunidades donde nadie pensó que podía haberlas.  

Pocas dudas caben de que nuestro sistema económico envejece y genera cada vez mayor desencanto en muchos estratos de la sociedad que sienten que se ha quedado fuera del mismo. El reto es rejuvenecer la economía con una población que peina canas. Aunque parezca una contradicción, la cohorte de edad situada entre los 55 y 70 años que hoy las empresas y la legislación han expulsado del mercado laboral, tiene en sus manos salvar la economía. Esta generación de las canas suponen la nada despreciable cifra de 897 millones en el mundo, de los cuales 140 millones en Europa, 59 millones de personas en Estados Unidos, más de 26 millones en Brasil frente a los 12,5 millones de México y los 9,2 millones de turcos o los casi 8 millones y medio de españoles. Todo un potencial de actividad, experiencia y creatividad desaprovechado. Por un momento piensen en los revolucionarios efectos que supondría incluir todos esos millones de almas en nuestra economía. Una auténtica revolución de las canas. 

Antonio Huertas, presidente de Mapfre e Iñaki Ortega, director de Deusto Business School publican en noviembre el libro La Revolución de las Canas con la editorial Planeta.

lunes, 19 de marzo de 2018

Trabajo Permanente Revisable

(este artículo se publicó originalmente el 19 de marzo en el diario La Información en columna semanal serendipias)

En muchas ocasiones nos quejamos que los debates en el Congreso de los Diputados están muy alejados de las preocupaciones de la ciudadanía así que cuando pasa lo contrario hay que reconocerlo. Esta semana los partidos políticos debatieron en Cortes Generales dos asuntos que a una mayoría nos quitan el sueño y que afectan al futuro de los más débiles. El bienestar de las personas mayores con la sostenibilidad de las pensiones y la seguridad de nuestros hijos con la prisión permanente revisable. La Carrera de San Jerónimo se ha hecho eco de las discusiones y cuitas que los españoles hemos tenido esta semana en nuestras casas pero también en la calle. Buena noticia.

Los dos asuntos están pegados a la actualidad pero más allá de la coyuntura que nadie dude que serán estructurales en los próximos años. Me explicaré. Los demógrafos nos recuerdan que cada año ganamos tres meses de esperanza de vida, de modo y manera que si hoy en España alcanzamos de media los 84 años, será una realidad que los que nacimos en los años 70 vivamos hasta los 95 años. Una vida tan larga no estaba prevista por nuestro sistema de previsión social, diseñado cuando pocas personas (y pocos años) sobrevivían a la jubilación. Tampoco el código penal se diseñó pensando en vidas casi centenarias. Cumplir condenas de muchos años de cárcel suponía un tercio de la vida en el siglo pasado y de facto una cadena perpetua; hoy es muy diferente y por las buenas noticia de los avances médicos y la mejora de la calidad de las instituciones penitenciarias, ponerse al día con la justicia no es incompatible con tener largos años posteriores de vida en libertad. 

Dejando de un lado las connotaciones éticas del debate,  me centraré en esta reflexión semanal en otras consecuencias económicas que tiene el alargamiento de la vida. Porque no sólo afectará al sistema de la seguridad social, que parece evidente, sino que como acabamos de ver hay más asuntos sobre los que impactará que no son tan previsibles. La salud, el ocio y el consumo pueden estar en ese primer bloque de asuntos que tenemos en la cabeza porque como reza un reciente informe de BNP Paribas en el año 2020 el 40% del consumo mundial vendrá de los mayores de 65 años pero también hay que recordar que la tasa de dependencia será en España en 2040 de un 79% frente al 53 % actual. Por ello entre los asuntos que se verán afectados por el alargamiento de la vida y quizás no tenemos todavía en la cabeza estarán la formación y los empleos. En el mundo, nos dice la ONU, hay 900 millones de personas que superan los 65 años pero en 2050 serán 2100 millones. Solamente en España hoy son el doble los mayores de 50 años que los menores de 18 años.

La longevidad exigirá más años de vida laboral –porque nos lo podremos permitir por salud y nos lo exigirá nuestro bolsillo- lo que unido a la velocidad de los cambios tecnológicos hará imposible trabajar sin actualizar la formación recibida en la universidad. De hecho volveremos cada pocos años de nuevo a las aulas incluso siendo sexagenarios porque será la única vía para seguir en el mercado laboral. Surgirán nuevos empleos para adaptar las ciudades a una población envejecida por ejemplo con casas inteligentes, coches autónomos y hasta exoesqueletos. Las administraciones no tendrán otro remedio que penalizar las jubilaciones anticipadas e incentivar que los más mayores sigan en activo con empleos por cuenta propia o a tiempo parcial. El informe GEM atestigua que los mayores de 65 años tienen ya una tasa de emprendimiento del 13% superior al 11% de los jóvenes españoles de menos de 29 años. Las empresas, especialmente en nuestro país con apenas un 29% de ellas con planes de retención del talento sénior frente al 52% de la media europea, pondrán en valor  la experiencia acumulada, la ética y la capacidad de solucionar problemas de la generación de las canas –como ha sido bautizada por la OCDE-

Una persona mayor trabajando será algo a cuidar e incentivar porque no solo garantizará más ingresos para su familia y conforme cada vez más estudios confirman mayor felicidad, sino que además apuntalará el estado de bienestar. Pronto este debate también debería llegará al Congreso. Porque trabajar más años, en diferentes empleos y con diferentes regímenes no será una condena sino que será la salvación.

NOTA: Este artículo se inspiró en la charla TEDx del secretario general del Círculo de Empresarios, Jesus Sainz

Lecciones de pensiones y feminismo (Isidoro y María José no solo compartieron apellido)

(este artículo se publicó originalmente el 11 de marzo en el diario La Información en columna semanal serendipias)



No le sorprenda si los datos que a continuación voy a contar no los conocía. Estas semanas ha habido poco espacio en los medios de comunicación para algo que no fuesen las protestas de los pensionistas y las movilizaciones de las mujeres con motivo del 8 de marzo. No acuso a los mass media de parcialidad, simplemente atestiguo que informes con conclusiones relevantes no han encontrado su espacio.

“Panorama de las pensiones”, es un informe que todos los años realiza la OCDE en el cual se estudian exhaustivamente las pensiones de los países más desarrollados del mundo. Este año las conclusiones para España eran las siguientes. Uno: tras la jubilación, la protección social española garantiza que los niveles de pobreza caen a mínimos, situándose en línea con los países con mejores sistemas de protección, como Finlandia, Francia o Noruega. Dos: Los niveles de pobreza relativa de los mayores españoles se sitúan entre los más bajos de los países desarrollados. El mejor dato de todos es el de Dinamarca, uno de los países del mundo con un estado del bienestar más avanzado. Su riesgo de pobreza para los jubilados es del 3,2%, esto es, apenas dos puntos mejor que España.

Además coincidiendo con la semana de las movilizaciones del 8 de marzo, se conoció un informe de la prestigiosa Universidad de Georgetown que sitúa España como quinto país en el bienestar para las mujeres. Se trata del Índice Global de Paz y Seguridad de las Mujeres, elaborado por el Instituto de Georgetown para las Mujeres, Paz y Seguridad y el Instituto de Seguridad y el Instituto de Investigación de la Paz de Oslo. El estudio compara 11 indicadores relacionados con la inclusión, la justicia y la seguridad y analizan desde los años de escolarización, la inclusión financiera, el empleo femenino, el uso de móviles  o la violencia en el seno de la pareja. El reporte de Georgetown utiliza esos indicadores para situar a España en la quinta posición de la clasificación general, con una puntuación de 0.860 puntos sobre 1. El listado lo encabeza Islandia, le siguen Noruega, Suiza y Eslovenia.

El convulso momento político actual nos exige poner en valor las grandes cosas que los españoles hemos conseguido en campos en los que tradicionalmente recurrimos a ejemplos de fuera de nuestras fronteras. El estado de bienestar y la igualdad son ejemplos de los que podemos sentirnos orgullosos, pero también la historia de muchas empresas con sus emprendedores.

La vida de Isidoro Álvarez directivo de El Corte Inglés durante cuarenta años o la de María José Álvarez presidenta de la empresa que más personas emplea en nuestro país, Eulen,  son buena prueba de ello. Isidoro lideró El Corte Inglés convirtiéndolo en una de las mayores historias de éxito empresarial en España. Bajo su mandato se crearon cientos de miles de puestos de trabajo y favoreció la creación de un tejido económico que floreció gracias a la generosidad y el efecto multiplicador de los grandes almacenes.  Hoy el grupo es ejemplo para otros grandes almacenes europeos, da trabajo a más de 90.000 empleados y aporta al PIB español cerca de 4.000 millones al año.

María José Álvarez es la presidenta y principal accionista del grupo Eulen. Apenas se la conoce cuando los datos de su empresa y su trayectoria de lealtad y coraje personal, reclaman lo contrario. Emplea más de 95.000 trabajadores con presencia en 14 países,  tiene de clientes a las empresas más importantes del mundo y ofrece servicios en ámbitos tan diversos como el trabajo temporal, el telemarketing, la salud, la seguridad, la limpieza, el mantenimiento o el medio ambiente. Nadie es profeta en su tierra y hace unas semanas reconocieron en Nueva York a María José como la líder empresarial del año.  

En nuestros días, cuando la digitalización amenaza el empleo en cualquier industria o el populismo campa por sus respetos en medio mundo, no es complicado  acordarse del pensador  Nassim Taleb y su parábola de los cisnes negros. Qué pensarían aquellos expedicionarios holandeses, dirigidos por el explorador Willem de Vlaminghen cuando llegaron a Australia Occidental en el siglo XVI y vieron por primera vez un cisne que no era blanco. El negro de sus plumas les hizo pensar en multitud de sombríos augurios que vendrían a continuación. Nada más lejos de la realidad, el mundo no ha dejado de prosperar desde entonces.

Los sencillos datos de esos informes o las historias de estos directivos son una llamada a perseverar en los principios y valores que han permitido que hoy seamos uno de los mejores países para vivir.  España, con ciudadanos informados y líderes honrados, sacará provecho de la adversidad y seguirá siendo referente en el mundo.

martes, 6 de marzo de 2018

Las pensiones de los Modigliani


(este artículo se publicó originalmente el día 5 de marzo de 2018 en el periódico lainformacion.com dentro de la columna semanal #serendipias)

El pintor Amadeo Modigliani pasó a la historia por sus retratos y desnudos muy característicos, con rostros y cuerpos alargadísimos. Contemporáneo de Picasso protagonizó la efervescencia cultural del París de los primeros años del siglo pasado.  Es considerado uno de los más importantes artistas modernos, de hecho sus esculturas y cuadros han alcanzado las más altas pujas en las subastas de arte durante los últimos años.

Pero para los economistas  hay también otro célebre Modigliani. Franco Modigliani no solo comparte apellido con el pintor sino también nacionalidad y familia judía. El profesor Modigliani fue galardonado con el premio Nobel de Economía del año 1985 por su teoría del ciclo vital. Desde su cátedra del MIT explicó que los ingresos de un individuo a lo largo de su vida tienen forma de campana, bajos al inicio, altos en la edad central y de nuevo bajos tras la jubilación. De modo y manera que el ahorro total de una economía está por tanto determinado no solo por factores económicos sino también por factores demográficos como la estructura de la pirámide poblacional o la esperanza de vida.

Modigliani, el pintor, falleció prematuramente en el año 1920 a los 35 años en París por una meningitis tuberculosa que le torturó los últimos años de su vida. Modigliani, el economista, murió apaciblemente en 2003 a los 85 años a las afueras de Boston después de una larga carrera académica en las más prestigiosas universidades americanas.

Quienes leen semanalmente esta columna conocen mi afición por las serendipias, aquellos “descubrimientos” que se obtienen de modo casual.  Casual es que ambos Modigliani tengan el mismo apellido, que naciesen en Italia, que fuesen judíos, que estudiasen en París. Pero parece causal que ambos fuesen perseguidos por su obra en diferentes momentos de la historia europea, el pintor por escandalizar con sus desnudos y el profesor por su denuncia del fascismo. No obstante “el descubrimiento” que da sentido a mi reflexión de hoy no trae su causa en lo anterior sino que tiene que ver con la edad, el año y la razón por la que fallecen ambos personajes de idéntico apellido. Si aguantan hasta el final del artículo descubrirán la serendipia.

Conviene, primeramente, repasar la teoría del ciclo de la vida del profesor Modigliani (1966). A los efectos de las decisiones de los agentes económicos, la vida puede dividirse en tres fases: la etapa previa al inicio la vida laboral, la etapa de actividad laboral, y la etapa de retiro. En la primera de ellas, el nivel de ingreso es inferior a las necesidades de consumo, las cuales se financian a través de crédito o transferencias familiares (des-ahorro). En la segunda etapa, llamada de vida laboral, el ingreso permite cubrir las necesidades de consumo y mantener un excedente bajo la forma de ahorro. Y en la tercera fase o etapa de retiro se presenta un proceso de des-ahorro mediante el cual el individuo emplea el ahorro generado para satisfacer las necesidades de consumo que de otra forma sus nuevos niveles de ingreso (menores a los obtenidos durante la etapa de vida laboral) le impedirían alcanzar.

Estos días donde el debate público ha girado en relación a las pensiones, el esquema de Modigliani es útil, también, para vislumbrar que los efectos que tiene la irrupción de la longevidad hacen inviable algunas de las propuestas que hemos conocido.La longevidad, es decir el fenómeno por el cual los humanos alcanzamos edades muy avanzadas, plantearía una distorsión del ciclo de la vida de Modigliani de modo y manera que el monto del ahorro generado a lo largo de la etapa laboral podría terminar resultando insuficiente para sostener el ritmo de consumo en la parte final del ciclo de vida. Es un hecho incontestable que cuando nacieron los sistemas actuales de pensiones, sistemas de reparto en los que los trabajadores pagan las pensión de los retirados, la supervivencia más allá de los 65 años era de apenas 8 años, hoy en España van en camino de los 15 e incluso alcanzará en breve los 20 años. En 1916 en Alemania se rebajó la edad de jubilación a 65 años, muchas cosas han cambiado en los últimos 100 años salvo esos 65 años que siguen vigentes. Conforme a datos de INE, OCDE y ONU, los años efectivos de percepción de la pensión en nuestro país superan los 23, lo que ilustra el esfuerzo titánico de ahorro que ha de hacerse durante la vida laboral para sostener tantos años de jubilación.

Pero más útil todavía es recordar que la esperanza de vida en el año que muere el pintor era de 40 años frente a la de casi 80 años cuando fallece el profesor. Amadeo Modigliani murió porque todavía no habían llegado los exitosos tratamientos para enfermedades infecciosas como la tuberculosis, la viruela o la polio. El descubrimiento de esas vacunas y antibióticos explican que si hablásemos de un tercer Modigliani, de nombre Daniela, esta vez nacida en el año 2000, tendría una esperanza de vida de cerca de 100 años. Los sistemas de pensiones aguantaban en el año 1920 perfectamente porque había muchas personas como Amadeo, probaron su fortaleza con muchos ancianos como Franco pero reventarán, si no hacemos nada, con Daniela.