jueves, 30 de diciembre de 2021

2022 y los prosumidores

(este artículo se publicó originalmente en el diario económico La Información el día 28 de diciembre de 2021)


El año que empieza, si la covid19 no lo impide, puede ser el inicio de la era de los prosumidores. Aunque se le atribuye a Jeremy Rifkin, este término fue acuñado en 1980 por el futurólogo Alvin Toffler en su libro “La tercera ola”. La tesis de Toffer es que la civilización está en una tercera ola que deja atrás la primera o agrícola en la que se vivió hasta la revolución industrial que es la segunda. Esta ola permitirá pasar del autoabastecimiento preindustrial y el consumo masivo de las últimas décadas a uno nuevo posindustrial en el que se podrá producir y consumir al mismo tiempo.

Hace apenas dos años Rifkin explicaba este fenómeno en una conferencia en la Fundación Rafael del Pino de Madrid. Para este profesor de Wharton College, la economía colaborativa, es el primer sistema económico que se consolida desde el surgimiento del capitalismo y el socialismo, de hecho, ya coexiste con la economía de mercado. Este nuevo paradigma está llamado a transformar radicalmente la vida económica porque -según este sociólogo de Denver- permite el coste marginal cero, es decir que no habrá costes añadidos si se aumenta la producción de un bien o servicio. Es el sueño que siempre han perseguido las empresas y no es ciencia ficción porque es lo que está empezando a suceder. Y es en este escenario de economía colaborativa, en el que la figura del consumidor desaparece y aparece una inédita: el prosumidor. Son aquellas personas que han empezado a producir o compartir a través de internet. Desde su propia música, a sus videos en YouTube, sus conocimientos en Wikipedia o sus propias noticias en redes sociales. Todo esto comenzó hace más de un lustro, pero ya ha tenido su impacto en sectores económicos como el turismo, el transporte en las ciudades, pero también en la industria del entretenimiento con periódicos, discográficas y hasta productoras de cine quebradas.

Hasta aquí nada nuevo, pensará el lector, pero lo disruptivo viene ahora con la economía de la energía. La tecnología ya permite a millones de prosumidores producir y compartir su propia energía renovable, con un coste marginal casi nulo. Rifkin defiende que no es algo residual y que son decenas de millones los americanos que ya participan de forma activa en esta tendencia, bien compartiendo automóvil o vivienda y ahora produciendo energía.

Si las búsquedas en internet anticipan tendencias de futuro, Google España ha confirmado en un informe de la Fundación MAPFRE que casi la mitad de los mayores de 55 años en España están muy cerca de ser prosumidores porque forman parte del movimiento conocido como Do It Yourself. Son los que quieren hacer las cosas por ellos mismos, generalmente aficionados al bricolaje que tienden a construir, modificar o reparar cosas que poseen sin contar con la ayuda de un profesional. Sus actividades abarcan desde mejoras para el hogar hasta proyectos de jardinería y mantenimiento de vehículos. Están en internet viendo tutoriales o buscando herramientas para el hogar o su coche. Y crecen a ritmo de dos dígitos.

Esta nueva forma de autoconsumo al mismo tiempo que la economía circular del reciclaje, se ha acelerado con el confinamiento de la pandemia formando un cóctel que diferentes analistas han llamado neoecología. Un nuevo activismo orientado hacia una forma de consumir diferente protagonizado por el uso inteligente y sostenible de los recursos. Esta neoecología es mucho más que la mera protección de la naturaleza o la oposición contra el consumismo desaforado. Cada vez más consumidores eligen empresas que no sólo ofrecen un mero producto, sino el compromiso de hacer una contribución a la vida de sus clientes, empleados y de la sociedad en su conjunto. En el mundo anglosajón las multinacionales con propósito se han unido a este movimiento bautizado como Tech4Good y que por estos lares me he atrevido a resumir como “La Buena tecnología” título de mi último libro escrito junto al presidente del Sur de Europa de Hewlett Packard Enterprise, José María de la Torre.

La organización ecologista, WWF, habla incluso de un futuro energético descentralizado gracias a lo anterior. La generación de energía a partir del viento y el sol, pero también de otras fuentes de energía renovable, estará descentralizada. En lugar de unas pocas grandes centrales eléctricas, en el sistema energético del futuro, millones de pequeñas centrales generarán energía. Y, aquí viene lo mejor, muchas de las partes involucradas -incluso en países pobres- en este proceso serán al mismo tiempo productores como consumidores de energía, es decir prosumidores.  La empresa francesa Schneider en boca de su directivo Jordi García, defiende que la descentralización no se limitará a las fuentes de energía sino al propio control de esa red. En este sentido, los consumidores se están empezando a empoderar, convirtiéndose en prosumidores activos, capaces de generar, almacenar y redistribuir energía cuando sea necesario, es decir, capaces de gestionar activamente sus propios recursos energéticos, no solo consumir la energía que les llega de la red. Evolucionaremos de consumidores energéticos unilaterales a prosumidores energéticos multidireccionales.

Pero esto no ha hecho más que empezar. Según otro estudio de PwC y Siemens hasta los edificios de la España 5.0 serían prosumidores de energía, mucho más activos y con potestad para generar electricidad, usarla, venderla, almacenarla o distribuirla a las redes inteligentes, formando así un ecosistema integrado. En la multinacional española, Soltec, han dado un paso más con un nuevo concepto, la ecovoltaica. La generación de energía fotovoltaica y la agricultura pueden coexistir en el mismo terreno. Basándose en estudios de la Universidad de Oregón la convivencia de las dos actividades aporta beneficios recíprocos a los prosumidores. Por ejemplo, la sombra de los paneles solares ayuda a producir hasta un 12% más de cultivo que en los campos tradicionales, otra consecuencia es la reducción de la evaporación del suelo, que así mantiene el ambiente más húmedo y, por lo tanto, genera un menor consumo de agua para el riego. Finalmente, el gobierno de España se ha sumado a esa tendencia de la mano de una nueva regulación, la Orden TED/1247/2021 de 15 de noviembre regula los coeficientes de reparto variables en autoconsumo colectivo, y va a facilitar que muchos pequeños industriales y hasta agricultores pasen a ser prosumidores, en un contexto en que cualquier ahorro de la factura eléctrica será bien recibido.

Buenas noticias para cientos de miles de españoles que podrán beneficiarse y a la vez ayudar al planeta siendo prosumidores. Ahora solo necesitamos, crucemos los dedos, que la cadena de suministro global se normalice incluidos los chips y el acero chino para que florezca esta nueva industria de los prosumidores energéticos. Pero eso es otro cantar. Feliz 2022.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de dirección de empresas en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

lunes, 27 de diciembre de 2021

La reforma laboral de la Navidad

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20Minutos el día 27 de diciembre de 2021)

Hoy ha sonado el despertador y todavía medio dormido un esbozo de sonrisa se ha dibujado en su cara porque es el primer lunes desde hace un año que en la agenda no aparece una interminable reunión de horas para negociar. Con el café caliente en la mano, ya no ojea como en los últimos meses un farragoso dossier de legislación laboral y sorprendentemente se escucha tarareando una canción de Bob Dylan. El móvil llama su atención, pero sus ojos sin darse cuenta van a los memes navideños y no a la bandeja de correo electrónico, algo que no sucedía desde ya no sabe ni cuándo. En el coche ha hecho una llamada para reírse con ese viejo amigo al que no respondía sus mensajes desde hace demasiados días porque hoy no siente que una pesada losa le impide bromear sobre el mundo.  Entrando en el despacho no le ha importado mojarse con la inopinada lluvia de Madrid porque ningún funcionario europeo le espera con su impecable traje oscuro sino simplemente una reunión con el equipo que le ha ayudado a conseguir un acuerdo histórico para España. Elige subir por las escaleras, en lugar del ascensor, se ve con energía porque ese maldito contador de la cuenta atrás para conseguir una nueva reforma laboral por fin se ha apagado.

No tengo muy claro si Pepe, Antonio, Yolanda, Unai y Gerardo, las cinco personas que han tenido la responsabilidad de acordar un nuevo marco laboral para nuestro país, se sentirán así este lunes navideño, pero quiero pensar que sí. Me gusta creer que la alegría les invade porque han llegado a un acuerdo, aunque no sea el que ninguno de ellos deseaba cuando empezaron las negociaciones. Me sienta bien pensar que españoles tan diferentes son capaces de limar diferencias para darse la mano porque por encima de sus ideologías está un bien superior que el interés general de su país. A mí me gusta, creo que como a ti, que los que me representan como agentes sociales no se tiren los trastos a la cabeza porque lo que veo en mi día a día no es eso. Los empresarios que yo conozco no son explotadores, los trabajadores no son vagos, los autónomos no son defraudadores, los sindicalistas no solo van a manifestaciones y los que nos gobiernan -sean del color que sean- no quieren arruinar el país. La realidad es que con independencia de a quien voten o en qué territorio de España vivan los empresarios crean empleo, los trabajadores permiten que el país funcione, los autónomos nos hacen la vida más fácil, los sindicatos ayudan a mucha gente y los gobiernos quieren que la mayoría prospere.

La víspera de Nochebuena se conoció que tras años de negociaciones España tiene un nuevo marco laboral que permitirá reducir la temporalidad y seguir creando puestos de trabajo. Ojalá que este final feliz no sea un cuento de Navidad del que acabemos despertando. Por si acaso me atrevo a recordar a los negociadores cómo termina el de Dickens. El “espíritu de las navidades futuras” muestra al Señor Scrooge que por su egoísmo en un año nadie llorará su muerte. Si ante esa visión el viejo huraño pudo cambiar su destino, quizás inspire a los protagonistas de esta columna.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)


viernes, 24 de diciembre de 2021

Los invisibles digitales

(este artículo se publicó originalmente en el blog del centro de investigación ageingnomics de la Fundación MAPFRE el 20 de diciembre de 2021)

 

El pasado 10 de diciembre de 2021 se presentó el II Barómetro del Consumidor Sénior elaborado con una encuesta -como la edición de 2020- pero también con la información recolectada anónimamente por Google. El objetivo al igual que el año pasado es conocer los hábitos de los más de15 millones de españoles que superan los 55 años. La realidad puesta de manifiesto en este estudio se aleja de los negativos clichés sobre esta cohorte de edad y ayuda a acabar con la preocupante discriminación -edadismo- que sufren, basada precisamente en esos falsos prejuicios.

Los sénior españoles tienen más de un ingreso en su hogar (uno de cada dos), ayudan a sus familiares (cuatro de cada diez) y tienen capacidad de ahorro (uno de cada dos). En cuanto a la vivienda, son propietarios (ocho de cada diez), no quieren cambiar de casa (seis de cada diez) pero ha aumentado la incertidumbre sobre este hecho porque hace un año eran ocho de cada diez. Son optimistas respecto al futuro (seis de cada diez) aunque creen que sus gastos de vivienda y energía aumentarán (seis de cada diez). Al mismo tiempo cuidan de su salud a través de la alimentación (siete de cada diez), viajan habitualmente (siete de cada diez) y son minoría los que visitan el médico habitualmente (uno de cada diez). La mayoría está en internet (seis de cada diez), usa el comercio electrónico (cuatro de cada diez) pero también son más de nueve millones los que están en Facebook, se mensajean por WhatsApp o utilizan YouTube. Para finalizar estos titulares del II Barómetro, los seniors españoles están informados en mayor proporción que otros grupos de edad especialmente en todo lo que tiene que ver con la sostenibilidad.

Este informe mide el estado de la población mayor de 55 años en España a través de su consumo. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española un barómetro también se ocupa de medir un proceso y evolución. Por ello, el Barómetro del Consumidor Sénior se ha vuelto a realizar en 2021 para hacer un seguimiento de sus hábitos de consumo. Así, el este nuevo informe permite conocer los cambios en el comportamiento de los mayores españoles como consumidores y corrobora algunos datos de la primera edición. Los adultos mayores españoles mantienen su alto poder adquisitivo y su capacidad de ahorro, a pesar de la crisis pandémica. Son el motor del consumo patrio ya que uno de cada dos euros gastados parte de este grupo etario, según recientes datos de CENIE y Oxford. Como novedad el II Barómetro del Consumidor Sénior ha detectado una tendencia a corroborar que es su capacidad de apoyo económico a sus círculos más cercanos. A su vez, quizás causado por el fin del confinamiento o por cuestiones estructurales, la vivienda y la energía han desplazado a la alimentación en la predicción de mayor gasto futuro para los senior.

Por primera vez, el informe con datos suministrados por Google y Comscore ha analizado monográficamente el impacto de la tecnología en el consumo sénior. Se ha constatado la falsedad de los prejuicios que asocian a los adultos mayores con personas analógicas puesto que el número de mayores activos en internet ha aumentado en casi cuatro millones desde 2017. La pandemia, como en otros ámbitos, ha sido un acicate para su digitalización, y se ha visto cómo el número de usuarios se situaba en los 10 millones, aumentando un millón en 2020 hasta suponer el 60% de todos ellos. A pesar de estos datos para una gran mayoría de las empresas, los seniors en relación con la tecnología no existen, son invisibles.

Ahora toca difundir esta realidad en el tejido económico español de cara a que surjan nuevos bienes y servicios para los seniors que generen empleo y riqueza, pero que también resuelvan sus necesidades, todavía hoy insatisfechas. De este modo, España se beneficiará de este nuevo bono demográfico que desde las instituciones comunitarias se ha bautizado como el ‘euro plateado’. Si nos ayudas a difundir estos datos, estarás ayudando a tu país.

 

Si quiere leer el resumen ejecutivo del II Barómetro, pulse aquí

Si quiere leer el informe completo del II Barómetro, pulse aquí

 

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

sábado, 18 de diciembre de 2021

California en el Mediterráneo

(este artículo se publicó originalmente en el periódico La Verdad de Murcia el día 18 de diciembre de 2021)


El día 10 de noviembre en Madrid volvió a escucharse el clamor de la mitad de España que reclama un corredor a la altura de la riqueza que se genera en las comunidades que recorre, uno de cada dos euros del país. Ese día también se puso de manifiesto que Murcia es el cuello de botella para disponer de una línea ferroviaria desde La Junquera hasta Algeciras. Habrá que esperar hasta 2025 para que ese flujo de riqueza recorra el Mediterráneo español porque en Murcia, como en las viejas películas del Oeste, las vías -inopinadamente- están sin terminar y solo queda polvo por delante.

Pero, décadas de retrasos no pueden nublarnos la vista, y Murcia está hoy en la mejor posición para ser el corazón de ese corredor de prosperidad. La calidad y cantidad de las empresas con base en la región, la apertura al mundo de su tejido productivo, el talento STEM egresado en sus universidades y un marco fiscal favorable a la inversión acompañado de una envidiable calidad de vida. 

El caso de California en Estados Unidos puede ayudar a inspirar a Murcia en estos momentos de zozobra. De hecho, ya son muchos economistas que hablan de que el desempeño del estado californiano está detrás de la ambición económica del mandato del presidente norteamericano, Joe Biden. En el primer trimestre de 2021, la economía estadounidense creció el 6,4 por ciento (el ritmo más acelerado desde 1984), debido al estímulo monetario y fiscal. Un componente fundamental es el poderío en investigación para respaldar la innovación en sectores de crecimiento globales. Estos sectores son los que impulsan el crecimiento de la productividad, crean empleos de calidad y alimentan las exportaciones y la creación de riqueza de todo Estados Unidos. En este sentido no puede olvidarse que California ha liderado la innovación global desde la Segunda Guerra Mundial. Es sede de un sistema universitario de primera con universidades de referencia mundial y seis laboratorios federales de investigación, junto con cientos privados. Los indicadores así lo demuestran. En 2020, más de 440.000 californianos iniciaron una nueva empresa, un 22 por ciento más que en 2019. Asimismo, y son datos de la consultora McKinsey, en 2020 la mitad de toda la financiación de capital de riesgo del país fue a California. De aproximadamente 750 rondas de financiación de capital riesgo superiores a los 1.000 millones de dólares, casi el 70 por ciento han sido en California. Y cerca del 80 por ciento de las startups americanas valoradas en más de 10.000 millones de dólares están radicadas en la zona de San Francisco. Por si fuera poco, Silicon Valley sigue siendo la mayor concentración de empresas de éxito siendo la sede de Google, Facebook, Intel o Apple entre otras muchas. De nuevo el poder de la acumulación.

Pero no siempre fue así. Durante décadas ni siquiera llegaban los trenes y si lo hacían era tras muchas penalidades. El impulso nace a inicios del siglo XX, cuando desde la Universidad de Stanford se promovió una agrupación de empresas de base tecnológica, frente a la tradicional ubicación de la costa Este de Estados Unidos. La acción orquestada de universidades, gobiernos y empresas obró el milagro en apenas unas décadas.

Desde Murcia no podemos convertirnos de la noche a la mañana en California, pero con una ambiciosa promoción del espíritu emprendedor que ya ha conseguido grandes logros en sectores locales como la industria agroalimentaria; con una mentalidad startup en nuestras compañías; buscando la colaboración con las provincias limítrofes en sectores como el calzado, juguete, muebles o logística pero también en inteligencia artificial o turismo sostenible; evitando los colapsos administrativos y apostando por la trasformación digital y la sostenibilidad favoreceríamos este milagro.

Estamos lejos de tener el PIB de California, que es más del doble que toda España, pero tenemos similitudes sobre la que apalancarnos, por ejemplo, una agricultura eficiente que ha abrazado la tecnología para ser más productiva o una aglomeración en el entorno de 60 kilómetros que nos permite ser el tercer mayor cinturón poblacional en España. A California se le conoce como el estado dorado por las horas de sol que disfrutan, tantas como las de Murcia, una oportunidad que ya se está aplicando por emprendedores murcianos con ambición global para producir y exportar energía limpia y que in incluso permitirá convertir a esta parte de España en la capital del hidrogeno verde que descarbonizará la industria europea.

Tenemos que aprovechar que hoy la tecnología nos permite mirar más allá de nuestras fronteras, trabajar a distancia, asumir con naturalidad la irreverencia de las nuevas generaciones, encontrar valor en los datos o competir con cualquiera. Y además abrirnos más al mundo con políticas migratorias capaces de atraer el talento global. Por si alguien no lo sabe, es obligado recordar que aproximadamente la mitad de todas las empresas del Fortune500 en Estados Unidos fueron fundadas por inmigrantes o por sus vástagos. California se ha beneficiado enormemente de su liderazgo en la economía de la innovación en el pasado ¿por qué no Murcia pueden hacerlo usando todas las palancas que acabamos de citar?

En los westerns el tren se para porque no había ya más vías sobre las que circular, unas veces porque los indios impiden las obras otras porque el dinero de los vaqueros se acaba, pero siempre acaba lográndose el milagro y el convoy llegaba hasta una California que entonces era un erial. Ese mismo Estado que hoy es la quinta economía del mundo. Ojalá que este corredor acabe también con final feliz, convirtiéndonos en la California del Mediterráneo. Está en nuestra mano.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

Eduardo de San Nicolás es ingeniero industrial y jefe de estrategia e innovación en SOLTEC

viernes, 17 de diciembre de 2021

El huevo de la serpiente

 

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 13 de diciembre de 2021)


No tengo muy claro si hay un hábitat idóneo para las serpientes y menos en qué parte de nuestro país se crían con más facilidad. La zoología no es lo mío, pero cuando la semana pasada observé la manifestación en contra del niño de Canet no tuve duda alguna: ahí había un huevo de serpiente. En 1977 el genial director de cine, Ingmar Bergman, estrenó la película “El huevo de la serpiente” ambientada en los años previos a la llegada del poder de Hitler. En una escena, uno de los personajes, el Dr. Vergerus dice «cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado». Solo es cuestión de tiempo, y de un inofensivo zigoto, surgirá un peligroso reptil. La película anticipa lo que finalmente sucede en Alemania una década después que no es otra cosa que el régimen nazi que tanto dolor trajo. Pero en los años veinte ya podía preverse porque los huevos de la serpiente ya estaban dispersos por toda Alemania. No se hizo nada.

 

La serpiente ha servido en el cristianismo para representar el mal, precisamente porque en la cultura popular un ofidio supone un gran peligro por su venenosa mordedura. Nadie, en su sano juicio, en esta parte del mundo permite que una serpiente anide en su casa o que deje sus huevos para que en poco tiempo nazcan nuevas culebras. No domino la cría de las serpientes, pero sí he vivido en primera persona durante muchos años las consecuencias de minusvalorar el terrorismo de ETA que tenía por símbolo una serpiente. Los mismos que empezaban acosando con manifestaciones en frente de casas como la mía, seguían poniendo pintadas con insultos para acabar tirando piedras cuando no balas 9 mm parabellum.

 

No he visto nunca un huevo de una serpiente, pero he visto muchas veces en el País Vasco el mismo odio que en las caras de los manifestantes de Canet. ¿Cómo un inocente niño de cinco años puede llevar a la ira a tantas personas? ¿Qué clase de fanatismo es capaz de movilizar a ciudadanos y representantes del pueblo para acosar a un menor? ¿tan poco conocemos la historia reciente de nuestro país o de Europa para no darnos cuenta de que la semilla del odio ya ha germinado y es preciso actuar?

 

Nunca me ha mordido una serpiente, pero sí he sentido en mis carnes el pánico al fanatismo terrorista y me hago una idea de lo qué sentirán ahora mismo los padres del niño de Canet. Ese miedo que miles de familias catalanas van a tener a partir de ahora cuando tengan que tomar la valiente decisión de reclamar el derecho a que sus hijos estudien en el idioma del país en el que viven. La inquina de unos, el terror de otros y mientras tantos los huevos a punto de romperse porque la serpiente ya ha crecido lo suficiente.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

 

 


jueves, 2 de diciembre de 2021

La palabra del año para Cambridge (y para la economía española)

(Este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el día 30 de noviembre de 2021)


Los diccionarios por estas fechas eligen una palabra que acumula méritos para ser considerada la del año. Oxford busca siempre un término o significado nuevo, Cambridge que se haya buscado mucho en su diccionario online y en España, la Fundeu prioriza que forme parte del debate social de ese año. Palabras como confinamiento, cuarentena o posverdad han tenido ese honor en los últimos tiempos.

Este año Cambridge nos ha sorprendido eligiendo a la perseverancia. Ni vacuna, ni criptomonedas y tampoco apagón se han buscado tanto como el nombre de la misión espacial a Marte. Las búsquedas de la palabra se dispararon después de que el vehículo de nombre Perseverance hiciera su descenso al planeta rojo el 18 de febrero del 2021. En la página web de Cambridge se ha encontrado más de 243.000 veces durante 2021. El diccionario inglés ha definido estos días la perseverancia como "el esfuerzo continuado para hacer o conseguir algo, incluso cuando esto es difícil o lleva mucho tiempo". Los expertos han explicado que es normal lo que ha sucedido con esa palabra porque perseverancia no es una palabra común y los usuarios del diccionario, estudiantes de inglés en su mayoría, han debido de buscarla para entender su significado. Pero lo más interesante de la elección de la palabra este año es que los editores consideraron que era perfecta dados los desafíos a los que se ha enfrentado el mundo en 2021. "Al igual que se necesita perseverancia para hacer aterrizar una nave en Marte, se necesita para afrontar los retos y la interrupción de nuestras vidas a causa de Covid-19, los desastres climáticos, la inestabilidad política y los conflictos".

Por mucho que la NASA usase perseverance para bautizar su misión a Marte, es una palabra de origen latino, en concreto del verbo perseverare. En español y para la RAE es la acción de mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión. Por eso, aunque nadie me lo ha pedido, me atrevo a considerarla la palabra del año también para la economía española.

Perseverancia para lograr los fondos europeos y que no pasen de largo -como en los años 40 del siglo pasado el plan Marshall- porque no cumplíamos las condiciones que puso el general americano. Ahora Next Generation son 140.000 millones de euros de los cuales 72.000 millones en subvenciones no reembolsables y 68.000 en créditos, pero sobre todo es un 11 por ciento del PIB de nuestro país y el doble de fondos que hemos recibido en los últimos seis años. Unas ayudas claves para un nuevo modelo económico que nos permita competir y crear empleo sostenible en el tiempo. Pero que exigen constancia de nuestro tejido, a la vista de los retrasos, pero también de los gestores europeos para no desesperarse ante las batallas de los socios del gobierno español.

Perseverancia para vencer a la inflación a pesar de las decisiones políticas que han elevado la factura de las pensiones o la incapacidad para frenar la escalada de los precios de la energía que ya se ha trasladado a los costes industriales con parones y cierres de la actividad en sectores como la automoción o la construcción.

Perseverancia para superar la crisis de suministros porque no somos soberanos desde un punto de vista industrial y nadie pensó en ello en los últimos treinta años. Sin factorías de microchips o de baterías, pero importando provisiones de manera sistemática, estamos condenados a depender del tablero de la geopolítica global en el que no somos nadie.

Perseverancia para que la reconstrucción no pase exclusivamente por los fondos europeos, ni por planes gubernamentales o por sofisticados proyectos privados que necesitan al BOE sino por cientos de miles de talentos que trabajen y emprendan en nuestro país. Por acciones concertadas que democraticen el acceso a las tecnologías emergentes también a las pymes. Con estrategias publico-privadas para tener más españoles preparados, respetados y admirados; más emprendedores e innovadores que hagan grandes nuestras empresas y nuestro país.

Perseverancia para no caer en el enfrentamiento y mantener los acuerdos que nos han hecho disfrutar del mayor periodo de prosperidad en la historia de nuestro país. O fuerza suficiente para que nuestra democracia no caiga ante los ataques populistas y nacionalistas. Si prefieren, persistencia para no caer en la trampa de reformar nuestra carta magna que ha hecho posible que seamos uno de los mejores países del mundo para vivir. En definitiva, mantener el rumbo de los acuerdos entre diferentes, sean políticos o empresarios y sindicatos, para reconstruir juntos la España que nos ha dejado la pandemia.

Gracias, por tanto, a la NASA por habernos dado, sin querer, una lección de economía y demostrarnos que, sí a Marte se puede llegar con un coche de nombre perseverancia, también podemos llegar a tiempo para firmar en Bruselas las reformas que hagan posible la llegada de esos fondos europeos que cambiarán el destino de nuestro país.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Ómicron

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 29 de noviembre de 2021)


Es una de las letras del alfabeto heleno y lo lleva siendo durante los últimos dos mil años. Ómicron en griego es la letra “o” breve, frente a omega que es la larga. Ojalá que en unas semanas no tengamos que incorporar en el diccionario otro significado para esta palabra, porque eso supondrá que la nueva variante del coronavirus, bautizada así por las autoridades sanitarias, ha caído en el olvido.

Cuando se descubrió el virus causante de la pandemia, se le puso el nombre de covid19 por el año en cuestión-2019- acompañado de las iniciales de coronavirus y enfermedad en inglés (disease). Pero conforme este virus mutaba, el término Covid19 quedó obsoleto y los expertos decidieron añadir una letra griega. Alpha ante la variante inglesa o Delta por la cepa norteamericana y así hasta este viernes pasado en el que Ómicron ha entrado en escena. La OMS emitió un comunicado avisando de la peligrosidad de la nueva mutación con origen africano y como si fueran piezas de dominó fueron cayendo, una tras otra, las cotizaciones de todas las empresas del planeta, especialmente las vinculadas a los viajes y el turismo. La altísima trasmisibilidad de esta variación del virus es tal que en apenas unas horas ya se han detectado infectados en Estados Unidos, Bélgica, Alemania, Reino Unido o Italia lo que ha acelerado la vuelta en muchos países a las restricciones sanitarias más duras.

Esta desconocida letra griega no solo ha hecho perder en la Bolsa cientos de millones a las empresas, sino que puede frenar en seco la recuperación económica que ya venía languideciendo. Los precios no han parado de subir por la presión de la demanda insatisfecha y ayudados por la escalada de los costes energéticos. Las trabas al comercio internacional en China primero dejaron sin superconductores -chips- a las industrias occidentales y luego les tocó el turno a otras provisiones clave para sectores como la construcción y las manufacturas. La economía real se resintió con rapidez porque fábricas de coches, juguetes y móviles -entre otras- se pararon por la falta de componentes, al mismo tiempo que miles de proveedores y empleados. La electricidad decidió entrar en este cóctel elevando los costes a las compañías lo que hizo que algunas también decidieran dejar de producir al no compensarles esos gastos. Y en esas estábamos, esperando las ayudas europeas que nos salven, cuando Ómicron apareció.

Nadie puede asegurar si este nuevo virus será una falsa alarma o una catástrofe, pero sí podemos certificar lo absurdo de los debates de estas semanas en los que consumimos nuestras fuerzas. Una prebenda más para mi comunidad o una subvención para diferenciarme de mis vecinos. No acabaremos con la pandemia -ni con la crisis que la acompaña- mirándonos al ombligo sino cooperando. No enfrentando territorios sino trabajando codo con codo. Solo funcionando como una orquesta, no desafinaremos. De qué sirve sacar pecho por tener más del 80% de vacunados si nuestros vecinos africanos no lo están. O nos salvamos todos o ninguno se salvará.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)