miércoles, 12 de noviembre de 2014

"Los millennnials. Inventa tu empleo"

El profesor Iñaki Ortega opina que la nueva generación del milenio, llamada a escribir el futuro, deberá estar formada en la regla de las cuatro S para poder inventarse su empleo.

El libro Millennials, inventa tu empleo, fue presentado en CaixaForum de Madrid el día 2 de diciembre.
El profesor de economía de UNIR y director de programas de Deusto Business School, Iñaki Ortega, asegura que es importante entender bien a los llamados jóvenes del milenio o millennials, que son aquellos que han crecido con el nuevo siglo y que no han conocido otra economía que la de la crisis. Son aquellos que se han hecho mayores con el milenio, tienen entre 18 y 33 años, son nativos digitales, se sienten ciudadanos del mundo y están muy preparados. En 2025 constituirán el 75% de la fuerza laboral mundial y por ello están siendo objeto de estudio por los más prestigiosos informes, como los de McKinsey, Gartner o Deloitte.

Iñaki Ortega, doctor en economía y que acaba de publicar su nuevo libro Millennials, inventa tu empleo (editado por UNIR dentro de su colección UNIR emprende), afirma que es importante entender bien a estos jóvenes, ya que ellos son los llamados a escribir el futuro. A pesar de que a esta generación se le ha puesto todo tipo de etiquetas, desde frívolos a perezosos, son los inventores de la economía colaborativa, los actores de la nueva innovación abierta en las empresas, los emprendedores que hacen que nuestra vida sea mejor y los protagonistas de las revoluciones que demandan democracia en medio mundo, explica el director de programas de Deusto Business School.

En su libro, a través del que pretende mostrar cómo son los millennials, entenderles y comprender cuáles son sus aspiraciones, Ortega señala que éstos ya han comenzado a  inventar sus propios empleos, creando nuevas empresas; ideando nuevas profesiones y generando nuevas necesidades.

El profesor vasco, postula en su libro que para lograr sus objetivos esta generación no tendrá más remedio que tener muy en cuenta la llamada regla de las cuatro S (de STEM, Startups, Sharing Economy y Switch).

Es decir, deberán tener una sólida formación en STEM (Science, Technology, Engineering, Mathematics ?ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas). Utilizarán las Startups para inventarse su propio empleo y contratar a otros. Tendrán que aprovecharse de la Sharing Economy o economía colaborativa para tratar de solucionar los problemas sociales del mundo. Y sobre todo, tendrán que estar dispuestos a cambiar continuamente de profesión, industria o país (Switch).

El libro Millennials, inventa tu empleo, contiene los consejos de diez empresarios visionarios, los ejemplos de actuaciones de grandes empresas y administraciones que están canalizando su creatividad, gracias a los que será posible conocer mejor a esta generación del milenio y 15 retratos de millennials españoles.

Así, empresarios como Carlos Barrabés (Barrabes.com y Barrabes next), Elena Gómez del Pozuelo (Womenalia o Incipy), Juan José Azcárate (CCC) o Antonio Ucelay (ToysrUs),  entre otros, ofrecen su particular visión de las profesiones más demandadas en el futuro cercano, el intraemprendimiento o los principales valores que comparten los jóvenes del milenio.

Además, empresas como La Caixa (Caixa Capital Risc), Ferrovial (Smart Lab) o Telefónica (Open Future) desgranan algunas de sus mejores prácticas relacionadas con los millennials. Se trata de actuaciones promovidas por multinacionales españolas de diferentes sectores que se acercan a los millennials con el objetivo de generar valor para la sociedad usando las innovaciones de estos.

El libro Millennials, inventa tu empleo contiene, asimismo, las historias personales de algunos de estos millennials. Son historias como la del abogado Joaquín Muñoz (Abanlex), quien consiguió que el Tribunal de la UE le diera la razón frente a Google respecto al ?derecho al olvido? en internet, o la de Sergio López (Hiberus), que dirige un hólding de 20 empresas en el que el trabajador más joven es él. Otras millennials, como Ángela Borreguero (ESI, Cerca de ti) cuentan cómo han dejado todo para irse a vivir a un valle recóndito y montar una empresa de ayuda domiciliaria en el entorno rural.

El libro puede comprarse pinchando aqui o en las siguientes librerías de Madrid:


Librería MARCIAL PONS
c/ Bárbara de Braganza, 11, 28004 Madrid

ECOBOOK
C/ Cristo 3, 28015 Madrid 



viernes, 31 de octubre de 2014

Las nuevas empresas como clave para la creación de empleo

 (este artículo fue publicado originalmente en Nueva Revista en su número 149 de octubre de 2014)


David Birch, un profesor del MIT, demostró empíricamente en 1979 que los nuevos empleos no los creaban las grandes corporaciones, sino las pequeñas empresas. Fue sin duda uno de los grandes hallazgos de la ciencia económica del último tercio del siglo, pero pasó en gran medida desapercibido porque la segunda crisis del petróleo acabó acaparando en aquel momento la atención de políticos y estudiosos.

Afortunadamente las tesis que Birch plasmó en The job generation process  no cayeron completamente en el olvido, y otros académicos unos años más tarde han acabado siguiendo su estela con estudios que también han confirmado el mayor dinamismo de la pequeña iniciativa empresarial en la creación de puestos de trabajo.

Se trata de una línea de investigación que  ha servido de guía  a la administración de Estados Unidos en las últimos décadas. Algo que se aprecia en el importante cambio de orientación que ha protagonizado la Small Business Administration (SBA). En efecto, esta agencia gubernamental ya existía desde los años 50 con una función muy clara; atender las demandas del colectivo de los pequeños empresarios como una extensión de las políticas sociales del gobierno federal. Sin embargo,  las nuevas evidencias científicas  aportaron a la SBA un poderoso aliado para reivindicar el apoyo a los emprendedores como un instrumento de política económica.

Esta concienciación de las instituciones norteamericanas acerca del papel de las nuevas empresas ha auspiciado que este país lidere la transición hacia lo que desde algunos círculos se viene denominando 'economía emprendedora'.

Bien es cierto que al principio académicos y policymakers utilizaron un enfoque que trataba al emprendedor y al pequeño empresario de manera indiferenciada, pero con el tiempo  ambas esferas se han ido segregando en Estados Unidos primero, y en otros países avanzados después.
Como me referiré más adelante, la actuación a favor de los emprendedores exige de un enfoque mucho más amplio que el que tradicionalmente se ha empleado para respaldar a la pyme, pues implica no solo intervenir en el plano empresarial de una forma distinta, sino también hacerlo en nuevos ámbitos que afectan al individuo y la sociedad, como son las motivaciones, las capacidades y la cultura.





Contribución al empleo neto de las nuevas empresas vs las existentes en Estados Unidos
Startups-Kauffman-Foundation
Fuente: Fundación Kauffman (2011)
Nuevamente la investigación académica ha aportado datos que justifican esta atención especial y diferenciada sobre los emprendedores en las estrategias de fomento del empleo.   La Fundación Kauffman, una entidad de prestigio mundial  en el estudio del  emprendimiento, publicó hace cuatro año un trabajo que tuvo una gran repercusión. En él se analizaba  exhaustivamente los registros empresariales de Estados Unidos entre 1977 y 2005, llegando a la conclusión de que todo el empleo neto generado en ese periodo es atribuible a empresas de menos de un año de antigüedad; en particular, se señala que las firmas existentes han sido responsables de la destrucción de un millón de puestos de trabajo en cada ejercicio mientras que los nuevos negocios habrían generado, en promedio, tres millones de empleos.

Aquí en Europa apareció un año más tarde, promovido por la Comisión, un estudio en la misma línea que el de la Fundación Kauffman. Este trabajo también puso en valor el papel de la pequeña iniciativa empresarial, al analizar la relación entre la evolución del empleo con el tipo de organización que lo genera: el 85% de los nuevos puestos de trabajo en la Unión Europea han sido creados por pymes, siendo las empresas más jóvenes las que más contribuyeron a la generación de empleo en los años previos a la crisis. No deja de ser sorprendente que esta estudio haya tenido escasa repercusión, dados los altos niveles de paro que sufre el continente.

No obstante, es un error pensar que basta con ampliar la base de pequeños negocios para estimular la creación de puestos de trabajo; tan importante es auspiciar la iniciativa empresarial como favorecer su crecimiento. El reducido tamaño medio de la pyme española es una de las debilidades más acusadas de nuestra economía. A título ilustrativo, si se compara el peso en el empleo de la mediana empresa española con el del mittelstand alemán tenemos que su aportación es un treinta por ciento inferior.

De todo lo anterior, se desprende que el paso de la managed economy a la entrepreneurship economy es ya una realidad en el mercado laboral, y es preciso, por tanto que todos tengamos presentes hacia donde caminamos. En este sentido, urge que quienes se incorporan al mundo del trabajo por primera vez vean más allá de la vieja dicotomía entre mandar currículos a las grandes empresas o preparar oposiciones. Se trata no sólo de evitar que una generación especialmente preparada acabe frustrada por falta de salidas acordes a su formación, sino también de procurar que se  encamine hacia aquellas actividades que le permitan desarrollar mejor su potencial con vistas a afianzar las nuevas palancas de la competitividad.

No se puede olvidar que durante muchos años las encuestas que se hacían a los estudiantes de las universidades españolas sobre sus preferencias  laborales sistemáticamente mostraban que casi la mitad de ellos aspiraba a trabajar en una multinacional, mientras que en un porcentaje parecido manifestaban su deseo de ingresar en la administración. Lo cual muestra que la importante transformación que lleva ya décadas experimentando el mercado de trabajo en las economías avanzadas no ha sido plenamente asumida en nuestro país, ni por la sociedad ni por las instituciones.

La teoría generacional nos dice que el contexto histórico en que los individuos viven su infancia y adolescencia tiende a imprimir a éstos de una serie valores, actitudes e inquietudes comunes que marcan un punto de inflexión en el carácter del conjunto de la sociedad cuando llegan a la edad adulta. Sobre esta premisa, Strauss y Howe acuñaron el término millennials para referirse a los nacidos en esa etapa de  prosperidad relativa que cubre las dos últimas décadas del siglo pasado. Es una generación a priori muy prometedora, pues es la mejor preparada de la historia y se caracteriza en términos generales por aceptar el cambio tecnológico y la globalización como algo natural y positivo.
Y sin embargo, en lo que puede ser una anomalía en la historia  el ciclo de los babyboomers va a durar más de lo que cabría esperar porque el talento de los jóvenes no está encontrando suficientes oportunidades para brillar por sí mismo; la incorporación de los primeros grupos de edad  a  la función productiva está siendo muy problemática, especialmente en un país con altas tasas de desempleo como España, ya que la recesión económica les ha cogido  en los inicios de su carrera profesional.

Por si fuera poco, la generación del milenio ha sido maltratada moralmente desde los medios de comunicación, los académicos e incluso los propios padres simplemente por haber disfrutado de mayores niveles de bienestar que quienes les han precedido. Este desdén es injustificado porque criarse en un hogar seguro y confortable no es incompatible con  el desarrollo de una cultura del esfuerzo  que, por otra parte, difícilmente podrá ponerse en práctica mientras el sistema productivo les siga negando oportunidades.

Harto de escuchar críticas hacia quienes constituyen el pilar de las startups más exitosas de Silicon Valley, un exdirectivo de Google publicó esta primavera en la revista Forbes un artículo en el que consideraba a los millennials como la mejor generación de trabajadores de todos los tiempos. Entre las razonas que dio se encontraban las siguientes: 1) están acostumbrados a desenvolverse en entornos virtuales, algo que es especialmente útil para empresas punteras y globales; 2) son unos apasionados de las nuevas tecnologías, pueden desarrollar habilidades técnicas y adaptarse a los cambios muy rápido;3) son más tolerantes y abiertos, funcionan mejor en ambientes multiculturales;  4) muestran una mayor preocupación por el impacto que tendrá la actividad de la empresa en la sociedad; 5) finalmente, tienen una mentalidad más emprendedora, no buscan empleos fijos y muestran menos miedo al fracaso.

 La opinión de quien ha contratado a cientos de millennials para Google viene a coincidir en gran medida con los resultados que ha arrojado una encuesta que realizó Deloitte el año pasado en 26 países entre jóvenes trabajadores con título universitario. Este estudio llama la atención sobre el gran reto que tienen las empresas de adaptar sus estructuras y su cultura a las expectativas de una generación que supondrá el 75% del capital humano en 2025. De lo contrario -tal y como recoge el trabajo- les resultará muy difícil captar y retener el talento que necesitan para ser competitivos. Tal y como la encuesta apunta, probablemente el riesgo de fuga de este factor productivo no venga de los competidores o  de otras organizaciones establecidas.  Y es que el 70% de los millennials que respondieron el cuestionario se ve en algún momento de su vida montando su propia startup como alternativa al trabajo por cuenta ajena.

Si uno coge los rankings de profesiones más demandadas que periódicamente publican algunas consultoras y portales de empleo, es fácil comprobar que son muchas las que no existían hace tan solo una década. Y lo cierto es que algunas de estas ocupaciones parecen  haber surgido por y para los trabajadores del cambio de milenio; community manager, desarrollador de apps, especialista SEO, técnico de marketing digital, etc. son buenos ejemplos de ello.

Se trata de empleos que se ajustan a los que el profesor Richard Florida atribuye a las ‘clases creativas’; profesionales de altas capacidades que buscan entornos urbanos abiertos y dinámicos para desarrollar todo su potencial. No obstante, hay que precisar que dentro de estas categorías no sólo se encuentran quienes trabajan con alta  tecnología, pues Florida incluye también a todos aquéllos que desempeñan actividades con un fuerte componente creativo, tales como diseñadores, publicistas, guionistas, artistas, arquitectos, etc.
Distribución de la mano de obra
Fuente: La clase creativa (Florida, 2002)
El elevado número de personas que ejercen todas estas actividades como trabajadores freelance, cuando no como emprendedores con una organización propia, es sintomático de la penetración de la cultura empresarial entre estos trabajadores del siglo XXI.

De hecho, son  startups o empresas consagradas con espíritu de startup las que  han creado en los tiempos recientes algunos de los yacimientos de empleo más importantes. En este sentido, estas organizaciones de alto componente innovador no solo contratan nuevos perfiles para ellas mismas, sino que también abren el camino para que otras lo hagan a fin de no quedarse atrás.

No es de extrañar que los empleos del futuro surjan de negocios tecnológicos con pocos años de andadura porque son estos mismos los que han creado ex novo sectores enteros, como pueden ser las redes sociales, la publicidad online, el consumo colaborativo, el e-commerce, las aplicaciones para móviles, el crowdfunding o los agregadores de contenidos. A pesar de que los primeros millennials   en incorporarse a la vida activa apenas si llegan a los treinta años, algunas de las startups que han fundado ya poseen una enorme notoriedad; es el caso archiconocido de Zuckerberg en Facebook, pero también de los fundadores de Instagram y Tumblr. No obstante, hay muchos más: todos los años en los alrededores de Palo Alto surgen cientos de startups de la mano de emprendedores muy jóvenes de las que solo oímos hablar en el momento en que son compradas por alguna gran empresa.

Lo anterior es plenamente coherente con las teorías sobre la innovación disruptiva de Christiansen, pues, como este autor recuerda, las organizaciones consagradas tienen menos incentivos para introducir propuestas de valor para las que todavía no hay un mercado definido debido a su carácter novedoso, y es a través de la adquisición de nuevos negocios como pueden integrar tecnologías incipientes en su portfolio.

Por otra parte, merece la pena destacar que son sobre todo miembros de la también denominada ‘generación Y’ los que integran los movimientos que están recuperando las ciudades como centros de producción. Con la  tecnología como aliada,  los makers y DIYers están llamados ha protagonizar un cambio importante en la vida urbana; nuevos  locales tipo fab labs y hackerspaces van a irrumpir con tanta fuerza como ya lo han hecho las oficinas compartidas (coworkings), se sustituirá el patrón de la estandarización por el de la personalización en no pocos artículos y su canal de comercialización será el mismo que el del comercio de proximidad.

Finalmente, también conviene recordar que la innovación que poco a poco están introduciendo los emprendedores sociales en sectores tradicionales como la educación, la salud, el deporte o el trabajo social… también está llamada a abrir para las promociones de profesionales que están por llegar nuevas vías para acceder tanto al autoempleo como al trabajo asalariado.

Pese a que Estados Unidos va muy por delante en la penetración de la entrepreneurship economy, es justo decir que en esas latitudes también existe preocupación por las dificultades que está teniendo la  generación del milenio para encontrar su sitio en el mundo. Las tasas de desempleo juvenil son elevadas para sus estándares -aunque el 16% que sufren parezca irrisorio en comparación con el porcentaje próximo al 50% propio del sur de Europa- y la sobrecualificación es un fenómeno cada vez más frecuente. Sin embargo, al menos en ese país emprender existe como una opción más en la cabeza de todo aquel que termina su etapa formativa, e incluso antes. Cosa que en España todavía no ocurre, lo que resta posibilidades a los recién graduados de trabajar en aquello para lo que se han formado y, al mismo tiempo, presiona a la baja la natalidad empresarial, perdiéndose así, como se ha indicado más arriba, capacidad para generar empleo asalariado.

El problema que tenemos en nuestro país es que todavía quedan reformas pendientes para tener un auténtico ecosistema emprendedor que, por un lado, incentive a los individuos a apostar por tener su propio negocio y, por otro, facilite el despegue de las nuevas empresas.

Ciertamente ha habido en la última década muchas iniciativas públicas, y privadas también, en materia de emprendedores. Pero el nivel de actuación se ha centrado en quienes ya han tomado la decisión de iniciar su andadura empresarial en detrimento de los ámbitos que condicionan tanto la predisposición de la sociedad hacia la asunción de riesgos como las posibilidades de crecimiento de los proyectos nacientes.

El resultado es que España se ha consolidado en plena crisis como uno los países con más plataformas de apoyo a las nuevas empresas -hasta 2.800 entre el sector público y el privado contabilizó la DGPYME en 2011- sin que el número de nuevos empresarios se haya incrementado significativamente; más bien al contrario, pues durante los dos primeros años de recesión el Estado de la OCDE donde más cayó la natalidad empresarial fue el nuestro.

La creación de empresas se está recuperando desde entonces, pero aun así la tasa de actividad emprendedora se mantiene en el 20º puesto entre las economías homologables a la nuestra, tal y como señala el último informe del Global Entrepreneurship Monitor (GEM). El mismo estudio también nos sitúa en un puesto discreto en cuanto a componente innovador de las startups.

A pesar de este posicionamiento en los datos que maneja GEM, somos la tercera nación del mundo en espacios de coworking y la segunda de Europa en programas de aceleración e incubación. Si se reflexiona acerca de esta llamativo  hecho, se puede llegar a dos conclusiones: una es obvia a la luz de las casi tres mil plataformas de promoción censadas; hay que mejorar la coordinación de las iniciativas dirigidas a respaldar a las empresas de reciente creación para hacer su funcionamiento más eficiente; la otra conclusión es que conviene ampliar el enfoque de acción de las políticas públicas, ya que los resultados que se pueden alcanzar operando en un solo plano son limitarlos.

La visión ecosistémica con la que se viene estudiando el fenómeno empresarial en lugares como Silicon Valley, Holanda o Israel, aporta algunas pistas al respecto. En este sentido, el objeto de atención de la actividad de fomento no debe ser exclusivamente el empresario que empieza, sino también las condiciones en las que prende y se desarrolla la iniciativa emprendedora. Bajo este esquema, la responsabilidad de diseñar y ejecutar la política de nuevas empresas, de hecho, rebasa la propia esfera de la administración, llegando a ser necesario crear un marco colaborativo entre instituciones, medios de comunicación, grandes empresas, universidades y entidades de la sociedad civil.

Son varios los modelos teóricos que el ámbito académico ha dado recientemente sobre esta política ‘holística’ de emprendedores, aunque todos vienen a coincidir en señalar como ámbitos de intervención el acceso a los mercados, la formación del capital humano, la educación, los valores culturales, la fiscalidad empresarial, el acceso a la financiación, la seguridad jurídica y los procedimientos administrativos.

La ley de apoyo a los emprendedores aprobada el año pasado supone un hito en la adopción de esta estrategia, puesto que prevé medidas en casi todos estos capítulos.  Desgraciadamente, la norma por sí solo se queda corta, habida cuenta del retraso con el que llega y de lo mucho que hay todavía por hacer. Entre otras cosas, se echa de menos reformas tan profundas en el ámbito de la educación, la cultura empresarial o la inversión en startup  como lo ha sido en materia tributaria la adopción  del criterio de caja en el IVA  para los pequeños empresarios  o en el terreno de la seguridad social la  extensión de la ‘tarifa plana’ a los nuevos autónomos con independencia de su edad. 

Por otra parte, tenemos la tarea pendiente de facilitar que el impulso emprendedor no quede restringido a empresas de pequeña entidad y reciente constitución. Es preciso prestar más atención a los factores que hacen posible el scale-up, esto es, que los negocios bien asentados  y en sectores maduros puedan tener ambición y capacidad para experimentar crecimientos propios de una empresa tecnológica naciente.

Las cifras del registro mercantil nos indican que el ritmo al que se recupera la natalidad empresarial aumenta bastante más rápido que la economía, lo que debe interpretarse como un reflejo de que vamos en la buena dirección. Sin embargo urge mantener el pie en el acelerador de las reformas porque, además de mantener la creación de negocios, tenemos  tres difíciles tareas  por delante: una es mejorar sus tasas de supervivencia, otra  es impulsar su crecimiento y la última hacer partícipes a más jóvenes de la dinámica empresarial. Respectos a esto último, cabe recordar que actualmente el emprendedor medio en España tiene  39 años. Lo que significa que, después de los esfuerzos volcados por administraciones y centros educativos, todavía son muy pocos los que al concluir su periodo formativo barajan esa tercera opción que he mencionado antes de ser su propio jefe.


De igual manera que el agua empieza a hervir por abajo, la entrepreneurship economy  se abre paso de la mano de los millennials en la economía más avanzada del mundo. Por tanto, es lógico inferir que de las facilidades que les demos a los jóvenes de nuestro país  para orientarse hacia las nuevas oportunidades que la tecnología y la nueva cultura productiva abren, dependerá en buena medida nuestras posibilidades de afrontar la recuperación con vigor y asegurar  nuestra posición competitiva en el futuro.

domingo, 26 de octubre de 2014

Los nuevos rockeros

(este artículo fue publicado en el diario ABC el día 25 de octubre de 2014)

Los emprendedores son los nuevos rockeros. Carlos Barrabés, quizás la mente más visionaria en este momento en nuestro país, expresa con ese símil cómo para los jóvenes del milenio, emprender se ha convertido en una filosofía de vida.

Del mismo modo que en los años 60 el rock and roll supuso una rebelión contra las normas sociales y políticas de la época, hoy emprender es una suerte de inconformismo activo porque es la vía para cambiar el mundo y hacerlo mejor.





























Bill Drayton el fundador de Ashoka, la red global de emprendedores sociales, explicaba hace unos años en la revista de la universidad de Harvard su teoría de las cadenas hibridas de valor, en virtud de la cual las grandes compañías y las entidades sociales trabajando juntas con emprendedores pueden resolver los más importantes problemas del mundo sin renunciar ninguno a sus intereses. No es caridad y no es solo negocio, es ser innovador para salvar el mundo. “Los emprendedores sociales no se conforman con ofrecer un pez al que tiene hambre, ni siquiera con enseñarles a pescar sino que no descansarán hasta revolucionar la industria del pescado”

Los jóvenes millennials emprenden porque es la herramienta que les permite ser consecuentes con su forma de ser. Tecnología, libertad y creatividad se fusionan en las miles de empresas que  se crean cada año en nuestro país. Los emprendedores hoy son nativos digitales y sin esa hiperconexión no entienden las relaciones sociales pero tampoco el trabajo. Frente al estereotipo de su narcisismo y falta de compromiso están protagonizando las demandas de democracia desde el norte de África a Hong Kong. Son los inventores de la economía colaborativa que pone el acento en el uso de los bienes y servicios frente a la propiedad que está arrasando en sectores como el turismo.

Vivimos una época de cambios profundos y rápidos. Esa velocidad está causando que las soluciones sean más lentas que el crecimiento de los problemas. Por ello es necesario alinear los agentes que pueden hacer cambiar esa tendencia. Los emprendedores sociales lo llaman co-creación. Un proceso colaborativo entre iguales: grandes empresas, administraciones, instituciones financieras y emprendedores que, juntos, co-diseñen y co-implementen nuevos y mejorados bienes y servicios.

Desde que se inventó el Rock ha habido quienes pensaron que la solución era prohibirlo e incluso mandar a prisión a los rockeros, como hace unos años Putin en Rusia con las Pussy Riots. Es una opción. La otra es dejar de aplicar normas antiguas y paradigmas obsoletos asumiendo que la nueva economía exige abrir las mentes aunque para ello haya que cambiar leyes y viejas costumbres.


Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor en la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR).

jueves, 16 de octubre de 2014

De ninis, millennials y otras leyendas urbanas

(este artículo fue publicado simultaneamente en los periódicos La Rioja, Diario Hoy, El Norte de Castilla y La Verdad el día 15 de octubre de 2014)

“Ayer estuve en un bar con amigos, era como un grupo de whastapp pero nos veíamos y tomábamos copas. Es el futuro”  Twitter, septiembre 2014

Desde que en mayo de 2013 la revista Time dedicó su portada  a los millennials con la leyenda “Me Me Me Generation” rematada en su interior con afirmaciones del tipo de “son perezosos, narcisistas y todavía viven con sus padres” se desencadenó toda una serie de leyendas urbanas alrededor de la generación del nuevo milenio.


Ni estudian, ni trabajan. Son ninis que como en la película de León de Aranoa pasan “los lunes al sol” y según parece también el resto de la semana. La lacerante tasa de desempleo juvenil  y el retraso en la edad de emancipación han llevado a que muchos jóvenes terminen sus estudios y sigan viviendo en casa porque no tienen trabajo. Pero de ahí a considerar que aquellos que han nacido en los 80 y 90 no hacen nada hay un trecho.  Precisamente esta generación no es la que dejó de estudiar por trabajar al albur del boom inmobiliario; ni tampoco son ellos los que despreciaron ser emprendedores por la estabilidad de la función pública. Fueron las generaciones anteriores las obsesionadas por ser funcionarios y las del abandono escolar por el dinero fácil del ladrillo. Los millennials, no vivieron todo eso porque han crecido con la crisis, están superpreparados como ha puesto de manifiesto recientemente la Universidad de Deusto al comunicar que nunca hubo tantos doctores como ahora. Es esta la cohorte de edad que mejor asume la aventura de emprender, aseverado por el informe GEM y son ellos los que están empujando con sus startups a que las grandes empresas innoven. Es el caso de Luis Iván Cuende con 17 años explicado en su libro “ni estudio ni trabajo…monto empresas y hago lo que me gusta”.

Frívolos y egocéntricos. Bailan twerking esa modalidad de baile que consiste en mover las nalgas en distintas direcciones que practican celebrities como Miley Cyrus o Rihanna; se fotografían continuamente y cuelgan sus selfies  en redes sociales como Instragram.  La realidad es que la también llamada generación Y se divierte de un modo más sano que las anteriores con la fiebre del running o aficiones como el parkour y tribus como los surfers o rollers que exigen estar en plena forma. Son los millennials los que movidos por la necesidad y sus convicciones han inventado la economía colaborativa que  con la ayuda del internet de las cosas, como dice el economista Rifkin, nos convertirá a todos en prosumidores (productores y consumidores a la vez).

Snobs y sin compromiso social. Les preocupe estar a la última moda al extremo de convertirse en anoréxicos o en seguidores de la dietas mas cool como los paleos que comen lo mismo que el hombre en la Edad de Piedra. No les interesa la política ni participan en las ONGs como las generaciones anteriores. La verdad es que los millennials no inventaron la comida basura sino sus padres y son ellos los que están patrocinando la filosofía slow food o el “hazlo tu mismo”. Por último, nada mejor que la imagen de las calles de Hong Kong tomadas por miles de jóvenes adolescentes enfrentándose a la dictadura china para demostrar la falacia de esa supuesta pasividad social.


El mundo está cambiando mucho y muy rápido pero eso no nos puede llevar a estigmatizar a la generación del milenio solo por no entenderla. Estamos a tiempo de rectificar al igual que lo ha hecho recientemente el periodista que lo inició todo con su artículo en TIME “son la generación que nos va a salvar, son optimistas y quieren ser vistos pero no dominar a todos. Son emprendedores sin afán de poder”

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de universidad.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Darwinismo laboral

(Este artículo fue publicado originalmente el diario El Heraldo de Aragón el día 9 de septiembre de 2014)


Charles Darwin, con su teoría de la evolución, demostró que todas las especies de seres vivos han ido cambiando con el tiempo mediante un proceso de selección natural. Solo sobreviven  los más dotados para afrontar el complicado día a día. Si el siglo XIX estuvo marcado científicamente por esos descubrimientos, la época que nos ha tocado vivir está tristemente protagonizada por el desempleo y por la dificultad para crear trabajo. Mientras no asumamos que el mundo laboral, como las especies de Darwin, están en plena evolución, no conseguiremos solucionar el problema de nuestra siglo.
La economía, fruto de la disrupción tecnológica, está viviendo el proceso más profundo y rápido de cambios de la historia reciente. Eso ha supuesto que el mercado laboral y sus exigencias estén cambiando vertiginosamente. Nuevas relaciones laborales, nuevas profesiones, nuevos nichos de empleo, nuevas formar de orientar las carreras profesionales y nuevas empresas son una muestra de ese darwinismo laboral.

En 1989, Hardy un economista irlandés predijo la llamada organización trébol en la empresa. Tres tipos de empleados y una sola compañía: un trébol de tres hojas, como el símbolo de su país. El empleo de las grandes empresas solo se mantendría en un tercio porque el resto pasaría a estar fuera de la compañía, bien como colaboradores puntuales bien como profesionales independientes que prestan sus servicios. Su profecía se está cumpliendo escrupulosamente.

La velocidad de las innovaciones tecnológicas está provocando, como el Departamento de Trabajo de Estados Unidos ha puesto de manifiesto, que el 65% de los trabajos de los próximos años aún no se hayan inventado. Los más prestigiosos observatorios  sitúan esos futuros nichos en la salud, en la agricultura, en la energía limpia y en las smart cities. Con nuevas profesiones como tecnobiólogos, analistas de big data, ingenieros de drones o matemáticos corporativos que se unirán al grupo de los ya muy demandados empleos, como son los especialistas en  SEO-SEM o los programadores.

A su vez las carreras profesionales evolucionarán de un modo hasta ahora desconocido. Varios empleos simultáneos, alternaremos contratos por cuenta ajena con el autoempleo y prestaremos nuestro talento a varias grandes y pequeñas empresas a lo largo de nuestra vida laboral. En muchas ocasiones priorizaremos nuestra vida personal y trabajaremos menos, desde casa, con horarios a medida o simplemente nos tomaremos un año sabático. Minijobs, freelance o startups serán términos habituales en el futuro cercano del trabajo. Para los millennials ese futuro ya está aquí. Son los jóvenes  que se han hecho mayores con el nuevo milenio. En 2025 constituirán el 75% de la fuerza laboral mundial. Las economías y las empresas más dinámicas de todo el mundo están dando pasos para que ese nuevo talento se trasforme en riqueza y empleo. Los millennials están ya inventándose sus propios empleos y no entienden de fronteras solo de oportunidades.

Aragón cuenta con una posición excelente para aprovecharse de los nuevos tiempos, la importante industria agroalimentaria, la apuesta decidida por las energías limpias tanto renovables como en el hidrógeno, así como la calidad de los investigadores y spinoffs universitarias en supercomputadores o en nuevos materiales como el grafeno. Pero es necesario que gobierno, agentes sociales, empresas y estudiantes caminen en la misma dirección y de un modo rápido; en estos momentos de vertiginoso cambio la velocidad es crítica desde un punto de vista estratégico.

Hace muy pocos años la Iglesia de Inglaterra pidió disculpas públicamente a Darwin por haber rechazado frontalmente su teoría del evolucionismo y alimentado a sus detractores. “Actuamos erróneamente desde las emociones y no desde el intelecto” dijeron los anglicanos. Les ha costado más de 150 años aceptar que el mundo y la vida es puro cambio. Ojalá que no necesitemos tanto tiempo para asumir eso mismo, que el mercado laboral está evolucionando y que hay que eliminar los obstáculos que ralentizan ese cambio.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

Ricardo Mur es CEO de Hiberus y presidente de los empresarios de Zaragoza.


viernes, 29 de agosto de 2014

Millennials

(Este artículo fue publicado originalmente en el periódico El Ideal de Granada el día 27 de agosto de 2014)

Aquellos jóvenes que en plena burbuja inmobiliaria sobrevivían al mes con mil euros que a duras penas les alcanzaba para pagar la hipoteca, fueron bautizados como los mileuristas. Eran el símbolo de una época que se llevó por delante la llegada del paro masivo  y que dio lugar a los ni-nis, ni estudio ni trabajo, el dinero fácil les llevó a dejar colgada su formación  y por tanto su futuro.

Etiquetar las cohortes de edad  no es algo nuevo y de hecho España tuvo sus niños de la guerra. En pleno desarrollismo, nosotros como el resto del mundo occidental, gozamos de una explosión demográfica que dio lugar a  los baby boom, que nacieron en los años 50 y los 60. Con la crisis del petróleo en 1973 llegó la llamada generación X porque era como la letra, una incógnita, ante los cambios y las crisis que tuvieron que afrontar.

La propia Real Academia de la Lengua Española ha introducido como sexta acepción de la palabra generación “el conjunto de personas que por haber nacido en fechas próximas y recibido educación e influjos culturales y sociales semejantes, se comportan de manera afín o comparable en algunos sentidos”.
Hoy, en plena economía digital, si se teclea en google la palabra generación aparecerán inmediatamente los millennials.  Los jóvenes del milenio más que un término que está arrasando en la red y en todos los artículos de tendencias a lo largo y ancho del mundo, es un símbolo de los nuevos tiempos en los que vamos a tener que estar, queramos o no.

Los millennials tienen hoy entre 18 y 33 años, es decir son aquellos que se han hecho mayores con el nuevo milenio, son nativos digitales, se sienten ciudadanos del mundo y están muy preparados, adoran las matemáticas,  aunque estiren como un chicle su adolescencia  En 2025 constituirán el 75% de la fuerza laboral mundial y por ello están siendo objeto de estudio por los más prestigiosos informes como los de Mckinsey, Gartner o Deloitte.

Son los hijos de la generación del baby boom y aunque no lo van a tener tan fácil como los que les precedieron, son profundamente optimistas y sobre todo piensan y actúan de un modo diferente. Apuestan por la economía compartida, huyen del individualismo usando la co-creación. Con sus startups harán temblar a las grandes compañías.

Joaquín Muñoz es un jovencísimo abogado madrileño que sin estar en un gran despacho ha ganado a Google en el Tribunal de Luxemburgo la demanda del derecho al olvido,  el periódico Times le ha nombrado el abogado de la semana. Pablo Bautista es un ingeniero de León que dejó una envidiable posición en una multinacional para montar ferias con tribus urbanas que usan para su creatividad los tatuajes, el skate, el parkour, los bloggers, los makers, … arrasa en medio mundo y todas las grandes marcas de moda le persiguen. Susana Malón es una joven  física especializada en contaminación lumínica que ha conseguido que la UNESCO y la Organización Mundial del Turismo se fijen en su empresa de smartcities radicada en Vitoria. Antonio Zugaldia es un brillante desarrollador granadino que desde Washington promueve con su startup las apps más disruptivas.

Los millennials ya están aquí y están inventando y protagonizando nuevos empleos porque como ha dicho recientemente una universidad australiana, la mitad de los empleos de nuestros hijos hoy ni siquiera existen. De hecho en estos momentos el 47% de los perfiles que demandan las empresas no se cubren por falta de capacitación de los candidatos. Algo está pasando en la economía, los millennials se están inventado su propio empleo en el ámbito del big data, del 3D, de la genómica, de las weareble tech  pero también en sectores considerados tradicionales aplicando la tecnología por ejemplo a la atención a los dependencia  o a la agricultura.

Nuevos trabajos y nuevas formas de trabajar. Desde casa, a tiempo parcial, como freelance, con joint ventures… Los millennials a diferencia de los que hoy superan los cuarenta no viven solo para trabajar, tienen una profunda conciencia social y por ello trabajarán en muchas empresas pero también la mayoría querrá gozar de la libertad de ser emprendedor o autónomo.

A nadie se le escapa que este potencial de creatividad es una oportunidad para quien sepa aprovecharlo y por eso todas las grandes compañías han puesto el foco en los millennials no solo para contratatarles o usar sus innovaciones sino para conocer mejor a los nuevos clientes de sus productos y servicios. Ningún ámbito quedará fuera de la influencia de la nueva forma de pensar de la generación del milenio. La política, como se está viendo últimamente, no será la excepción y es todo un reto para los partidos y los gobiernos saber escuchar el nuevo mensaje de los millennials, quien no lo haga se quedará antiguo.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la universidad internacional de la Rioja (UNIR)

Carlos Rojas es portavoz de PP en el Parlamento de Andalucía y ex-alcalde de Motril.

domingo, 24 de agosto de 2014

Educación ejecutiva 2.0

(Este artículo fue publicado originalmente en el diario Cinco Días el día 20 de agosto de 2014)

Thomas Edison, el inventor de la bombilla y fundador de GENERAL ELECTRIC,  nunca pisó la universidad pero no dejo de idear nuevos productos toda su vida, en cambio en  su empresa sí trabajó un ingeniero de nombre Henry Ford que aprendió allí el oficio suficiente como para crear años después la multinacional del automóvil FORD. Las tres últimas generaciones de la saga Botín de banqueros españoles se han graduado en economía al mismo tiempo que situaban al BANCO SANTANDER entre las instituciones financieras más importantes del mundo. Los hermanos Garrigues, alumnos brillantes de derecho, crean  en los años cuarenta del siglo pasado, el despacho GARRIGUES que hoy, es uno de los más importantes del continente europeo.

 Autodidactas,  ingenieros, economistas y abogados han sido tradicionalmente los empresarios más exitosos y basta con pensar en los fundadores de ZARA, SONY, MITTAL o APPLE  para ratificarnos en ello.  Pero esta tendencia ha cambiado y se está acelerando una disrupción con la nueva generación de nativos digitales, llamada a dejar obsoleta a las anteriores, son los millennials.

En España, este año, el grado universitario con nota de entrada más alta ha sido la doble titulación matemáticas con física. El cofundador de Google Sergei Brin es hijo de dos matemáticos rusos que fueron fichados por universidades americanas y él mismo se graduó en matemáticas. Una de las operaciones más sonadas en los últimos años la ha protagonizado Facebook al comprar la tecnólogica Whastapp, fundada por un ucraniano experto en matemáticas. Hoy sería imposible tener un premio Nobel en ciencias económicas que no domine la matemática aplicada y los más sonados fichajes de economistas para las faculty de las mejores universidades del mundo ya son matemáticos. De hecho una forma de medir la inserción de una sociedad en la nueva economía es el ratio de alumnos STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas). En Europa estamos por el 17%, en Corea del Sur casi el doble.

Pero si la complejidad del mundo actual exige recurrir al rigor de la aritimética o la algebra, la nueva sociedad con nuevos valores ha desplazado también el ocio de los directivos del culto al espíritu al culto al cuerpo. Su tiempo libre se ha convertido en parte del entrenamiento imprescindible para liderar con éxito las nuevas grandes empresas. De los presidentes de compañías habituales en la ópera o el ballet  hemos pasado a que la lista de participantes del maratón de Nueva York se confunda con la del FORBES 500. Hoy los ejecutivos ya no viajan buscando los museos  más prestigiosos sino los restaurantes de moda o las triatlones más exigentes. Es difícil encontrar un CEO que pinte o componga música porque muchos de ellos se han convertido en expertos sumilliers, dominan los secretos de la alta cocina y todos invierten muchas horas de su escaso tiempo libre en interactuar en las redes sociales.

Los llamados millennials, los jóvenes nacidos desde finales de los 80, son así pero también tienen un fuerte compromiso social que los nuevos fundadores de las más exitosas compañías comparten con ellos. El profesor Manuel Escudero habla de un nuevo paradigma de justicia social de estos directivos que les hace apostar por la cooperación frente a la competición, que defienden y aplican la sostenibilidad en sus empresas además de creer y practicar el poder blando que provoca movilizaciones masivas y cambios importantes.

En otro cambio de época como el que estamos viviendo ahora, en el siglo XVIII, el pensador inglés John Locke se atrevió  cuestionar los métodos educativos de la Universidad de Oxford por su falta de empirismo y defendió adaptarse a los nuevos tiempos. Hoy, como en aquel momento, solo pervivirán aquellas escuelas de negocios que sepan reinventarse y asumir que los nuevos directivos ya no son los del siglo pasado sino emprendedores que crean startups. Internet y por tanto las matemáticas, pero también  la cocina, el deporte, el agrotech o la innovación social son las nuevas disciplinas que los millennials están empezando a aplicar en las empresas. Toca, por tanto, desde la educación ejecutiva, evolucionar como lo están haciendo los negocios en todo el mundo, para seguir siendo útil.


Iñaki  Ortega es doctor en economía

jueves, 21 de agosto de 2014

La regla de las cuatro E

(Esté artículo fue publicado originalmente en el Diario Montañés el día 21 de agosto de 2014)

Durante mucho tiempo se pensó que la prosperidad económica en un territorio solo podría llegar a través de una gran intervención: una inversión mastodóntica, la llegada de una multinacional, la organización de un gran evento internacional, incluso mediante la promulgación de una nueva ley o un cambio de gobierno. La realidad es tozuda y la experiencia de territorios dinámicos como Corea, Dinamarca o Canadá demuestra que los cambios no vienen de arriba sino de muchas pequeñas actuaciones sistémicas, los anglosajones lo llaman BottomUp.


Hace unas semanas se fallaron los premios del programa Nansa Emprende que, por cuarto año consecutivo, ha promovido la Fundación Botín en los valles cántabros más alejados de Santander, con epicentro en el Valle del Nansa, dentro  del programa Patrimonio y Territorio, con objeto de potenciar el tejido económico local y, por ende, empleo sostenible. Los proyectos emprendedores ganadores orientados a tres nichos de futuro: la alimentación saludable, la asistencia social y el turismo deportivo, ponen de manifiesto que los cambios empiezan desde abajo y que los emprendedores no han dejado de ser, como afirmó el siglo pasado el economista austriaco Schumpeter, los protagonistas de la actividad económica por su capacidad para prever el futuro.

Por suerte para  nuestro país, el apoyo a los emprendedores es hoy una de las prioridades de las instituciones públicas y privadas; sin duda hay que reconocer en este hecho el papel desempeñado por el actual Presidente del Gobierno de España y su determinación para que España contase con una Ley de Emprendedores, como la que se aprobó el año pasado. Pero apoyar a las nuevas empresas no significa que todo lo que se haga en materia de emprendimiento esté bien hecho. La positiva experiencia del programa Nansa Emprende, el estudio de los ecosistemas emprendedores más exitosos de todo el mundo y el riesgo de una cierta burbuja en este terreno por la inflación de actuaciones, nos lleva a recomendar el seguimiento de la regla de las cuatro Es para todos aquellos que quieran ayudar a los nuevos empresarios.

Primera E. Estorbos.  Jovellanos dejo escrito en su reforma agraria que la más importante tarea de las leyes era levantar los estorbos que impedían que la actividad económica fluyese. Más de dos siglos después de su cita, eliminar obstáculos a los emprendedores ha de ser la principal tarea de cualquier programa en la materia. Por ello la primera pregunta que se debe hacer a los emprendedores es cómo puedo hacerles la vida más fácil, eliminando un estorbo que depende de mí y que les impide crecer.

Segunda E. Emprender ligero. La multinacional japonesa TOYOTA aplicó los principios de lean manufacturing para,  a través de su productividad, convertirse en la empresa líder en automoción. Las más exitosas empresas en Estados Unidos han adaptado esos principios de Japón para hacer viables sus compañías, lo han llamado lean startup. Podríamos traducirlo al castellano como “emprender ligero” puesto que la clave para estos visionarios es no malgastar recursos en proyectos que no se sabe si tendrán respuesta positiva por parte del mercado. Emprender ligero permite cambiar el rumbo del proyecto sin grandes trastornos. Ellos lo llaman iterar o pivotar el plan de negocio. Esa coherencia ha de aplicarse también a los recursos dedicados a los emprendedores  por las instituciones: programas ligeros, que solo crecen si son exitosos, es decir si tienen respuesta  positiva de los beneficiarios.

Tercera E. Ecosistema. Al igual que los ecosistemas de la naturaleza son una serie de cadenas de interdependencia entre los organismos vivos y el medio físico, en economía los ecosistemas emprendedores son la clave para que las nuevas empresas surjan y finalmente generen empleo. Cualquier programa de intervención ha de fortalecer ese ecosistema y no romper el equilibrio entre sus agentes, a saber instituciones del conocimiento, administraciones públicas, grandes empresas y los propios emprendedores. Buscar el rédito a corto plazo y el protagonismo unilateral es síntoma de que no se está respetando la tercera E.

Cuarta E. Evaluar resultados.  De poco servirá nada de lo anterior si no disponemos de métricas objetivas que nos permitan saber si las actuaciones de apoyo a emprendedores están eliminando obstáculos, reforzando los agentes del ecosistema y lo más importante si están logrando retorno social en términos de empleo o bienestar social. Monetizar los resultados de los programas de apoyo a emprendedores también es una garantía para seguir obteniendo la confianza de los que finalmente asumen los desembolsos, que no son otros que los  contribuyentes, patronos, accionistas y los propios emprendedores.

Al igual que los principios de la física nos dicen que el agua siempre empieza a hervir por abajo,  en economía los emprendedores, cuyos planes examinamos en la Fundación Botín, con su capacidad innovadora, perseverancia, ilusión y conciencia social, son el motor que desde abajo puede promover el cambio hacia una sociedad más sostenible.

Iñaki Ortega, es director de programas de Deusto Business School.

José María Ballester, es director del programa patrimonio y territorio de la Fundación Botín.

sábado, 2 de agosto de 2014

Innovación abierta, una oportunidad

( Este artículo se publicó el día 2 de agosto de 2014 en el periódico El Norte de Castilla )

Por mucho talento y buenas ideas que haya dentro de una empresa siempre habrá más y mejores fuera de ella. No tener en cuenta este nuevo paradigma económico es desperdiciar oportunidades cuando no estar abocado a la bancarrota.

En la empresa, durante mucho tiempo, se pensó que las grandes ideas solo podían surgir en el seno de una gran compañía fruto de la acumulación de recursos y talento. En esa lógica las innovaciones debían de ser protegidas con patentes, con el secreto industrial o incluso aislando los laboratorios del resto de la organización, para mantener la exclusividad y así poder recuperar la ingente inversión


La economía de nuestros días basada en la capacidad de desarrollo de nuevos productos y servicios que permitan competir, ha demostrado lo erróneo de esa forma cerrada de pensar y actuar.

En 2003, Chesbrough, un profesor de Berkeley acuñó el término “Innovación abierta” para referirse  a una nueva concepción de la I+D que aprovecha no sólo los flujos de conocimiento de la propia empresa sino también del mercado. La idea es sencilla y, sin lugar a dudas, ha demostrado su eficacia en múltiples organizaciones y entornos: desde la generación de ideas para campañas publicitarias hasta el planteamiento de algoritmos para resolver una recomendación en una web, pasando incluso por la propuesta de tratamientos para curar la Diabetes. ¿Increíble? Pues es cierto. Emprendedores, en muchos casos ni siquiera contrastados expertos en el tema, con un bagaje diverso y con puntos de vista poco convencionales, son capaces de resolver problemas de un modo brillante y, además, con un coste que puede llegar a ser muy limitado para las organizaciones implicadas. La inteligencia colectiva es imbatible y sirve además de sumario de esta nueva forma de entender la innovación.

Son muchas las empresas en todo el mundo que se están beneficiando de este nuevo torrente de innovaciones: General Electric, 3M, Procter&Gamble y en España con Telefónica, BBVA y Ferrovial a la cabeza, son ya habituales las convocatorias abiertas al ecosistema emprendedor e innovador para que ayuden a resolver los numerosos retos a los que se enfrentan en estos momentos las grandes corporaciones.

La innovación abierta funciona. En muchos casos y de forma muy sobresaliente. Si nos centramos en la generación de ideas, parece sensato concluir que la apertura del proceso al exterior tendrá un efecto inmediato en el incremento exponencial del número de ideas lo que, por pura estadística, aumentará la calidad de la mejor idea obtenida en el proceso. Además, este tipo de procesos también fomenta la diversidad de las propuestas: la desemejanza de puntos de vista, implica esa mayor diferencia en las ideas, lo que también afecta en positivo a que la idea final sea mejor. Es la co-creación de la nueva economía que está surgiendo y es además una expresión de la llamada economía compartida o “sharing economy”.

Christensen, profesor de Harvard, afirmó en 1997 “aunque sigan los mejores métodos de gestión, las grandes empresas están abocadas a fallar si no son disruptivas; en esa tarea los emprendedores les pueden ayudar” El término disruptivo esta traído a la ciencia económica desde la física (“que produce ruptura brusca”) y no es más que una actualización del viejo pero muy actual paradigma de Schumpeter, uno de los padres de la economía moderna, que basaba en los emprendedores la supervivencia de la economía de mercado por su capacidad para innovar a través de la destrucción creativa. Algo que hoy  tienen muy presenten las grandes empresas en todo el mundo y en todos los sectores,  para no acabar destruidas por la creatividad de nuevos jugadores como Amazon, PayPal, AirBnb o Whatsapp.



Iñaki Ortega, es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

Juan José Nájera, es doctor en economía y vicerrector de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC)


jueves, 19 de junio de 2014

Madrid Emprende


Innovar , validar y pivotar. Esa misma filosofía lean que practican las startups a las que  dirige su actividad es la que mejor explica la evolución de Madrid Emprende a lo largo de sus nueve años de andadura.

Lo que empezó  siendo una pequeña agencia del Ayuntamiento de Madrid centrada en la construcción de infraestructuras empresariales, se ha convertido, gracias al aprendizaje y la iteración continuas, en un referente a nivel nacional e internacional en materia de emprendedores.
En 2005, cuando empezamos a poner en marcha Madrid Emprende, éramos conscientes de que otras ciudades nos sacaban una gran ventaja en el terreno de la promoción económica;  Nueva York, Londres y París ya contaban desde hacía tiempo con agencias de desarrollo similares –Barcelona Activa, sin ir más lejos, se había creado a finales de los 80-, y, de hecho, elaboramos nuestra estrategia aprendiendo de su experiencia.

Sin embargo, desde el principio tuvimos muy claro en Madrid Emprende dos cosas: que los emprendedores serían nuestra prioridad y que su apoyo debía ser un campo abierto a la innovación. Ese doble convencimiento  ha dado como resultado un modelo propio, basado en la generación de ecosistemas emprendedores, que el Banco Interamericano de Desarrollo ha tomado como buena práctica y está ayudando a exportar a América Latina.

Fruto de los esfuerzos volcados en las primeras etapas, en el momento en que la  crisis económica sacudió a España, Madrid se había convertido ya en  una de las ciudades de la Unión Europea con más espacios dedicados a los nuevos empresarios.  De la eficacia de la Red de Viveros de la Ciudad, da cuenta la tasa de supervivencia del 90% que las empresas instaladas presentan; y respecto de su eficiencia, cabe señalar que cada euro invertido en las incubadoras se ha recuperado multiplicado por dos en impuestos y contribuciones a la seguridad social.

El que la iniciativa privada tomara el relevo en la creación de espacios de coworking y aceleración en la capital, marcó un punto de inflexión en Madrid Emprende. La ausencia de una oferta especializada en este campo dejó de ser un problema acuciante y se empezó, entonces, a explorar nuevas vías para impulsar el emprendimiento, abriendo en algunos un camino que otras administraciones han acabado siguiendo.

El enfoque se hizo mucho más global, más acorde con la visión ecosistémica con la que se viene estudiando el fenómeno empresarial en lugares como Silicon Valley, Israel o los Países Bajos. El eje de acción dejó de ser exclusivamente la oferta servicios directos a los emprendedores, y se puso el foco en la mejora de las condiciones en las que prende y se desarrolla la iniciativa empresarial.

Así, redujimos a la mitad las cuotas a la seguridad social para jóvenes autónomos, anticipándonos en un año a  la ‘tarifa plana’ del Estado; convertimos un pequeño servicio de asesoramiento a inversores extranjeros en Madrid International Lab, una incubadora de proyectos internacionales única en su especie;  potenciamos la industria del venture capital, constituyendo un fondo de inversión público privada, y nos convertimos en una suerte de lobby dentro del Ayuntamiento, que ha impulsado importantes cambios normativos en beneficio de la actividad empresarial.

Recientemente, el carácter lean de Madrid Emprende ha quedado patente de nuevo en la iniciativa Madrid Tax Free; lo que se concibió como un pequeño incentivo para las industrias culturales y creativas del centro de la capital, ha ido escalando hasta convertirse en un completo programa de estímulo fiscal del que se puede beneficiar cualquier pyme de reciente creación.

Un ecosistema es la suma de muchos, y en nuestro caso han sido cerca de 150 entidades públicas y privadas las que han hecho posible que Madrid Emprende ya se esté asomando a la década de vida, habiendo apoyado a más de 150.000 emprendedores y empresarios.

Hemos procurado en todo momento que la colaboración mantenida con grandes empresas, universidades y otras administraciones fuese de ida y de vuelta, y que se tradujera no sólo en actuaciones concretas, sino también en la asunción de enfoques estratégicos; no en vano, Madrid Emprende  ha contribuido al diseño de programas de innovación abierta como los de Telefónica-Wayra o la Fundación Repsol, así como al de las iniciativas universitarias Compluemprende, Cunef Emprende y las incubadoras de la URJC.

Al hacer balance de estos años, uno se da cuenta de que Madrid Emprende se contagió enseguida del espíritu que guía a los destinatarios de cada una de sus actuaciones. Los intraemprendedores también pueden aparecer en el sector público si se dan las condiciones apropiadas; por este motivo, cuando echo la vista atrás, no puedo sino expresar todo mi reconocimiento hacia todos los que en el Ayuntamiento de Madrid han ayudado, desde arriba o desde abajo, a hacer posible este proyecto.


Iñaki Ortega es doctor en economía y ha sido director general de Madrid Emprende desde el año de su fundación 2005 hasta junio de 2014.

domingo, 18 de mayo de 2014

Smart en madrileño significa libertad

La libertad es el principal atributo de Madrid. El día 15 de mayo asistí a la ceremonia de entrega de las Medallas de Oro de la Ciudad, en la que la alcaldesa defendió esta idea. No puedo estar más de acuerdo; la libertad está detrás de que la capital de España haya alumbrado en los últimos tiempos tantas personalidades y organizaciones merecedoras de reconocimiento y admiración. Se trata de una libertad de ida y vuelta, porque la actividad de estos significados exponentes ha sido uno de los factores que más ha contribuido a hacer más libres al resto de los madrileños.

Los galardonados por el Ayuntamiento de Madrid en la festividad de San Isidro proporcionan un buen ejemplo de ello: la libertad permitió a Cáritas acometer durante mucho tiempo su excelsa labor, sin apenas ayudas, en beneficio de quienes pasan penuria; libres hace el doctor Matesanz a quienes se benefician del sistema de transplantes que puso en marcha hace 25 años. La libertad es también la base de los estudios de Marañón y Ortega, de cuyo compromiso con el progreso es continuadora la fundación que lleva sus apellidos, y Vicente del Bosque no ha dejado nunca de ser un espíritu libre, mal que le pesase en su día a algún futbolista de gran fama.

La estrategia de smart city de la ciudad de Madrid tiene mucho que ver con la libertad porque busca, precisamente, cultivar talento y ayudarle a desarrollar su potencial en beneficio de todos. Los emprendedores hacen posible un nuevo modelo de gestión urbana que se caracteriza no sólo por desplegarse de abajo arriba, sino también por facilitar que los ciudadanos encuentren en el medio urbano menos restricciones y más oportunidades a la hora de llevar su vida.

Una ciudad smart trasciende de este modo la noción de un ayuntamiento inteligente. La iniciativa municipal puede y debe ciertamente mejorar los servicios públicos, pero las posibilidades que abre el espíritu emprendedor, cuando se orienta hacia la mejora del espacio urbano, van mucho más allá. Las soluciones tecnológicas que ayudan a los urbanitas con actos tan cotidianos como hacer la compra, buscar un taxi o encontrar una farmacia no son más que el principio de un nuevo proceso que está llamado a revolucionar las principales áreas metropolitanas del mundo.

Aun en estas etapas tempranas, podemos atisbar la capacidad que las startups tienen para transformar las ciudades delo siglo XXI. Basta con pensar en un ejemplo tan prosaico como el del sector de los cupones de descuento; Groupon, una empresa nacida en Chicago en 2008, es capaz de llenar un restaurante en la calle más escondida de Bangalore o de multiplicar las ventas de una pequeña tienda en Vallecas. O el caso de Airbnb, que gestiona muchos más alojamientos turísticos en destinos urbanos que cualquier inmobiliaria o cadena hotelera.

Esto es sólo el comienzo de una era en la que la relación del habitante con el medio urbano será cada vez más eficiente. Lo que equivale a decir más libre porque las innovaciones que introducen los emprendedores suponen un ahorro de tiempo, dinero o esfuerzos, que se pueden dedicar a cualquier otra cosa.

Madrid quiere sacar partido de su pujante ecosistema emprendedor para detectar necesidades emergentes y oportunidades de mejora en la gestión urbana. Para ello, Madrid Emprende está creando una serie de mecanismos dirigidos a ayudar a las startups a explotar nichos hasta ahora desconocidos o que eran patrimonio del Ayuntamiento y las grandes empresas.

La capital ya goza de reconocimiento internacional en la puesta en marcha de servicios smart por iniciativa de la administración municipal en el terreno de la movilidad y el transporte público (EMT), la seguridad y las emergencias (CISEM), los servicios sociales, la eficiencia energética de edificios y el telecontrol de infraestructuras. Pero ahora, sin renunciar a las metas alcanzadas y por alcanzar en la provisión de los servicios públicos, toca ceder el liderazgo en la construcción de la ciudad inteligente a favor de los emprendedores.

Así, a la actuación del Ayuntamiento se une ahora la fuerza multiplicadora de la actividad emprendedora en beneficio de una noción de smart city muy diferente de la que se ha venido manejando hasta la fecha. Y es que la administración local puede y debe ayudar a mejorar la vida de los vecinos en tanto que responsable de la gestión urbana. Sin embargo, no hay que olvidar que las nuevas condiciones hacen posible que este cometido no dependa exclusivamente de las instituciones. La administración local tiene capacidad de orquestar el ecosistema emprendedor para que sean las ideas de la propia ciudadanía las que resuelvan las necesidades que ésta detecta en su día a día.

De nuevo, la ciudad de Madrid y la libertad.

Iñaki Ortega

Doctor en economía

Director de Madrid Emprende