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jueves, 26 de agosto de 2021

Un gemelo para la ola de calor

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 23 de agosto de 2021)

 

Una megatendencia, para los economistas, es una fuerza emergente que tendrá un impacto significativo en la toma de decisiones de los consumidores, las empresas y los gobiernos. Suelen ser sugeridas por consultoras y centros de investigación de gran prestigio, generalmente se cumplen y tienen que ver con la tecnología. Algunas de esas megatendencias en el pasado fueron el comercio electrónico o la irrupción de las plataformas de televisión.

 

Estos meses ha surgido con fuerza una nueva predicción que es la creación de gemelos digitales a través de la supercomputación. Se trataría de la generación de una réplica virtual de un producto, servicio o proceso que simula el comportamiento del original, con el objetivo de analizar su reacción ante determinadas situaciones y con ello mejorar su rendimiento. Para conseguirlo es imprescindible una increíble capacidad de computación puesto que es necesario procesar muchísimos datos que hagan que ese gemelo sea una copia perfecta.

 

Me cuentan mis amigos de Hewlett Packard Enterprise, que en medicina, por ejemplo, se están construyendo gemelos digitales de órganos como el corazón para observar y así podrían responder a diversas intervenciones, minimizando el riesgo de los primeros ensayos en humanos y acelerando la disponibilidad de los tratamientos para los pacientes. Pero en un futuro muy cercano uno de los principales retos será la interpretación del ADN, con un gemelo digital, lo que dará lugar a una medicina personalizada y a la cura de la mayoría de las enfermedades. Según Pierluigi Nicotera, director científico de DZNE -Deutsches Zentrum für Neurodegenerative Erkrankungen- un organismo público de investigación alemán dedicado a combatir enfermedades neurodegenerativas, la supercomputación “aumenta la probabilidad de que encontremos una terapia para el Alzheimer en un corto período de tiempo”.

 

Pero hay otros campos como la astrofísica, en la facultad de matemáticas de Cambridge existe una plataforma de computación que permite avanzar a los científicos de manera mucho más rápida en sus investigaciones cosmológicas. Sirva como ejemplo la búsqueda que lleva a cabo este grupo de pistas ocultas en conjuntos de datos masivos, que abarcan 14.000 millones de años de información, y que podrían revelar los secretos de los orígenes del universo y de los agujeros negros.

 

La NASA en el ámbito aeroespacial  dispone del superordenador Spaceborne Computer en una estación interespacial para ayudar a la tripulación a interpretar los datos que ofrecen los distintos instrumentales y realizar pruebas piloto relacionados con la salud y la condición médica de los propios tripulantes con capacidad de procesar gráficamente secuencias de ADN.

 

Pero también empresas de energía están diseñando un océano virtual, que simula el comportamiento de las olas durante miles de años para así poder generar energía mareomotriz con garantías. Y hasta en la Fórmula 1 los fabricantes de coches de carreras están creando gemelos digitales de sus vehículos y los prueban en túneles de viento virtuales. Estas simulaciones ayudan a los fabricantes a diseñar más formas aerodinámicas justo antes de cada carrera.

 

A su vez varias organizaciones meteorológicas están creando gemelos digitales de los sistemas de tormentas. Cuando los observadores meteorológicos observan una determinada formación de nubes en los radares, introducen los datos en un superordenador, y así pueden anticipar la posible llegada de un tornado. Además, pueden construir el gemelo digital del tornado y estudiar su comportamiento -incluido el lugar donde podría tocar tierra- antes de que el tornado real tome forma. El objetivo es simular más rápidamente que en tiempo real, lo que supone un enorme avance en la predicción meteorológica y la seguridad pública. Pero también los científicos del clima están utilizando gemelos digitales de la Tierra para predecir las temperaturas futuras y comprender los efectos del calentamiento global.

 

Por eso ahora que en España hemos sufrido una ola de calor en nuestra ciudades, me atrevo a sugerir aplicar esta tecnología para conseguir espacios mucho más amigables para las personas. Un gemelo digital de una ciudad sería una ciudad virtual en la que ensayar el sueño de Aristóteles de una buena vida en las urbes. El profesor Benigno Lacort, quizás uno de los mayores especialistas en España en tecnologías para la dependencia,  prefiere usar más que el término de ciudades inteligentes el de útiles. Lugares con sombra, más jardines, menos coches, más vegetación, estanques y fuentes o espacios públicos refrigerados. Pero también diseños arquitectónicos y urbanistas además de nuevas políticas públicas para hacer atractivas las ciudades seguro que surgirían en esa ciudad gemela digital que nos hubiera permitido soportar mejor la ola de calor.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

jueves, 22 de abril de 2021

Mayores empoderados

(este artículo se publicó originalmente en el blog del centro de investigaciónAgeingnomics el día 22 de abril de 2021)

La palabra empoderamiento existe en castellano como un calco del inglés empowerment. “Hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido” reza el diccionario. Aunque su significado es unívoco se ha usado indistintamente por los movimientos de derechos civiles, por los manuales de gestión empresarial y hasta por los organismos internacionales. En el siglo pasado el término adquirió relevancia con el feminismo que lo usó para referirse a la necesidad de que las mujeres reforzaran sus capacidades y protagonismo para vencer las desventajas estructurales. Pronto migró a la economía y así explicar “una herramienta que consiste en delegar, otorgar o transmitir poder, autoridad, autonomía y responsabilidad a los trabajadores o equipos de trabajo de una empresa para que puedan tomar decisiones, resolver problemas o ejecutar tareas sin necesidad de consultar u obtener la aprobación de sus superiores”. Hasta la ONU comenzó a hablar de empoderar como “un proceso de reducción de la vulnerabilidad y de incremento de las propias capacidades de países pobres y marginados para promover entre ellos un desarrollo humano y sostenible”. En nuestros días de nuevo la palabra se ha convertido en un fetiche, esta vez, para los que protestaban en París con chalecos amarillos.

Empoderarse para acabar con situaciones no deseadas. Unas veces la discriminación racial, otras la pobreza y siempre la desigualdad. Por eso, ahora que la pandemia ha demostrado que no ha habido un grupo etario que haya sufrido tanto como los que superan los 60 años, ha llegado el momento de empoderar a los mayores.

Un reciente informe promovido por el investigador del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Marco Stampini ha recomendado para luchar con esta discriminación una serie de medidas entre las que se incluye “mejorar los ambientes urbanos, la accesibilidad, la movilidad y la vivienda para aumentar la autonomía de las personas mayores”. Este consejo apunta a fomentar la “amigabilidad” en los territorios para integrar a las personas mayores en la vida social y comunitaria. El movimiento Age Friendly Cities and Communities, promovido desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), que actualmente aglutina a más de mil ciudades de todo el mundo, es una excelente herramienta de cohesión social en relación con la edad y también a las situaciones de dependencia. Por desgracia este enfoque ha sido obviado en los clásicos mensajes del envejecimiento saludable, donde solo la alimentación y el ejercicio físico parecía que importaban. Empoderar a los mayores es reconocerles igualdad de responsabilidades y derechos a la participación en la vida social, política y comunitaria. Las ciudades “amigables” (o simplemente “útiles”, como cataloga el profesor Benigno Lacort) con las personas mayores son aquellas que no buscan un miope envejecimiento activo sino una promoción de ciudadanía activa, entendida como un eclecticismo de actividades participativas que incluye la participación política y la acción comunitaria y voluntaria. De modo y manera que los mayores empoderados asumen compromisos, pero también toman decisiones sobre su vida. Elegirán dónde vivir, en qué ciudad, pero también de qué modo, en su casa o en otro lugar. Apostarán por las instituciones, empresas o administraciones, que tengan en cuenta sus necesidades y repudiarán a las que siguen ancladas en la discriminación por la edad.

Este fenómeno tiene diversas administraciones públicas que han comenzado a darle respuesta. Desde el Centro de Investigación Ageingnomics con la ayuda de Deusto Business School se han seleccionado tres instituciones españolas que pueden servir de ejemplo por sus políticas con las personas mayores frente al edadismo pandémico. La ciudad de Zaragoza, la Junta de Castilla y León y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. En un seminario celebrado en la sede la Fundación MAPFRE el día 24 de marzo se conocieron las estrategias de estas tres administraciones de la mano de sus máximos responsables.

España está en disposición de liderar una estrategia mundial para que el alargamiento de la vida suponga una oportunidad económica a través de nuevos productos y servicios para los mayores. Tenemos la mayor esperanza de vida del mundo junto a Japón; una cultura de apertura gracias al turismo y un espíritu emprendedor que hemos demostrado a lo largo de nuestra historia. Solo nos falta acabar con la discriminación absurda de la vejez de la mano de territorios y empresas que sepan ver el empoderamiento de los mayores.

Para ver el contenido completo de la edición del ciclo ageingnomics dedicado a los territorios amigables con los mayores.

Para ver el informe completo del BID “Fragilidad de las instituciones de cuidado a la vejez ante el Covid19”

 

Iñaki Ortega Cachón es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja - UNIR.

domingo, 30 de junio de 2019

La ciudad de las canas

(este artículo se publicó originalmente en el periódico ABC el 28 de junio de 2019)



La mitad de las niñas que han nacido este año en nuestro país vivirán hasta los 100 años. No es ciencia ficción, simplemente hay que escuchar las previsiones de los demógrafos. En muy poco tiempo hemos pasado de tener una esperanza de vida a partir de cumplir 65 años de apenas un lustro a superar los 20 años. La cohorte de edad más numerosa en España en 2050 serán los mayores de 65, en concreto un 30% de la población. Si prefieren les traduzco estas cifras: prácticamente la mitad de nuestra vida la pasaremos con más de 45 años. Además, si el mercado laboral no cambia radicalmente, una gran mayoría de españoles estará cerca de 60 años de su vida sin trabajar (y por tanto sin ingresar).

Como han podido deducir este panorama de la longevidad nos abre múltiples retos. En nuestro país los gastos pensionarios se han convertido en un tema de máximo interés para la opinión pública, al mismo tiempo que las plazas españolas se convertían en la “zona cero” mundial de las reivindicaciones de los jubilados. En cambio, hay otras derivadas del fenómeno del envejecimiento que no han despertado tanta atención y no por ello son menos importantes.

Algunos datos nos ayudarán a verlo más nítido. El mundo es urbanita. Por primera vez en la historia viven más personas en la ciudad que en el campo y España no es una excepción. Pero sí tenemos una particularidad, somos un país de propietarios; 9 de cada 10 jubilados son dueños de la vivienda en la que residen. Y, además, una mayoría aplastante de esas personas aspira a residir en ella hasta el último día de su vida. Por otro lado, todos los estudios sobre calidad de vida en la vejez confirman que la socialización es garantía de salud. Pasar tiempo con tus amigos, vecinos o comerciantes de siempre, así como con tu familia asegura más y mejores años de vida. Por ello hibridar envejecimiento y urbanismo o conectar longevidad y arquitectura urbana, se antoja imprescindible.

En muy poco tiempo las ciudades tendrán a los mayores como principal grupo de población y deberán adaptarse con más espacios verdes y plazas acogedoras para el asueto y el encuentro, más baños públicos, menos barreras arquitectónicas, más facilidades para las nuevas modalidades de trasporte o más comercio de proximidad. Los mayores de 55 años ya disponen de más del 70% de la renta y protagonizan el 50% de todo el consumo. Por tanto, ¿qué ciudad por no ser amistosa con ellos puede permitirse el lujo de prescindir de ese caudal de riqueza?

Las casas de los mayores, dos de cada tres, no están adaptadas para la dependencia, Y con vidas tan largas como se pronostica todos acabaremos con cierto grado de dependencia. Habrá que preparar las viviendas para la vejez con baños adaptados, anchos pasillos o espacio para robots en los dormitorios y en los aseos. La tecnología, con las smart homes, entrará en los hogares de los seniors con sensores y leds que ayudarán a prevenir caídas, y la sanidad digital evitará desplazamientos y hasta ingresos hospitalarios. Las casas inteligentes no sólo dispondrán de tecnología, sino que serán hogares preparados para vivir muchos años: pisos manejables, fáciles de limpiar, también de calentar o refrigerar, pero con servicios comunes de limpieza, lavandería y enfermería. Estas experiencias de cohousing que son habituales en Suecia o en Alemania además harán factibles nuevas fórmulas financieras que garanticen ingresos en la vejez con cargo a los ahorros en ladrillo de toda una vida.

El concepto smart city ha calado como sinónimo de ciudad inteligente en la última década, aunque la demografía nos indica que queda mucho para alcanzar esa inteligencia al servicio de los ciudadanos que les permitan una «buena vida», como dejó escrito Aristóteles refiriéndose a la polis hace más de 2.000 años.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School. En 2018 publicó junto a Antonio Huertas el libro La Revolución de las Canas

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Viejos debates que ocultan los nuevos

(este artículo se publicó originalmente en la revista Ethic el 13 de noviembre de 2018)



Estos días en Madrid con motivo de la polémica sobre el cierre al tráfico del centro ha reverdecido el anacrónico debate sobre la población ideal para una ciudad. Hace más de 2.000 años Aristóteles ya estudió este asunto y estableció la clave en el equilibrio; los territorios debían contener un número mínimo de grupos sociales, ciudadanos libre y siervos, para poder trabajar políticamente. De manera similar, la población de una ciudad tenía que ser equilibrada con el tamaño del territorio del que extraía sus recursos para permitir que cada ciudadano  tuviera lo que el filósofo de la Antigua Grecia llamó una "buena vida".

El físico Cesare Marchetti, hace más de veinte años, en 1994, publicó un trabajo  en el que formuló lo que luego se ha conocido como “la constante de Marchetti” o “regla de los 30 minutos". El científico italiano planteó que a pesar de que la planificación urbana y los medios de transporte pueden diferir enormemente,  los individuos parecen ajustar gradualmente sus vidas –así como la ubicación de sus hogares y oficinas- de modo que el tiempo medio diario dedicado a desplazarse permanezca constante. En su investigación explicó que el promedio total de tiempo de desplazamiento entre el hogar y la oficina no excede de una hora, en todas las sociedades e incluso a través de la historia. De hecho, calculó que los primeros seres humanos que viajaban a pie a unos 5 km/h se moverían en un radio de 2,5 km, y verificó esta hipótesis mediante la observación de los individuos que viajan a pie en aldeas ubicadas en zonas rurales de Grecia. 

Este simple concepto de que el trabajo cotidiano de la mayoría de las personas, las actividades educativas, de compras o recreativas deben ubicarse a 30 minutos caminando, en bicicleta o en transporte público desde sus hogares va a regir las smart cities y nos permite introducir el tema de la nueva movilidad y sus oportunidades en las ciudades. La movilidad es una necesidad de la sociedad, hoy pero también en el pasado. En 1800, las personas recorrían una media de 3 km al día y en la mayoría de los casos no con medios de transporte sino a pie; en nuestros días recorremos una media de 20 km al día en algún medio de transporte. Pero esa necesidad tiene una serie de impactos, siendo el más importante el medioambiental lo que vincula a las smart cities con la nueva movilidad en todas sus versiones, eléctrica, compartida, autónoma y conectadadigital. Este verano, representantes de grandes empresas, administraciones, tercer sector, académicos, startups y nuevos agentes debatimos en Deusto Business School sob$re este hecho en un encuentro organizado por Mapfre. Algunas de las reflexiones que escuché ese día han inspirado estos párrafos.

Urge abrir un nuevo debate de la mano de los emprendedores y la tecnología sobre las claves y soluciones para gestionar la movilidad de una forma distinta a la que estamos acostumbrados en las grandes ciudades. En Madrid circulan a diario más de 2 millones y medio de vehículos particulares que generan el 25% de las emisiones de dióxido de carbono, los ciudadanos dedican cuatro días al año atrapados en el tráfico y no dejan de producirse accidentes. Pero aunque parezca increíble las nuevas modalidades de movilidad urbana han surgido de abajo, de la $mano de nuevos agentes, sus innovaciones trufadas con las de grandes empresas que acumulan experiencia y fiabilidad en esta industria ayudará a entender esta prioridad para las ciudades inteligentes. Dos son las grandes tendencias al respecto, en primer lugar la multimodalidad y en segundo lugar la sostenibilidad, con los vehículos electrificados, autónomos y compartidos.

La multimodalidad es ya una realidad en las ciudades inteligentes del mundo con diferentes medios de transportes público como autobús, metro o tranvía que puede combinarse con coche, motocicletas, bicicletas o a pie. El futuro diseño de las ciudades debería beneficiar a los peatones, anticipando los cambios que serán necesarios para una población cada vez más envejecida. El caso de la capital danesa, se explica en el libro “¡Copenhaguízate!”, a través de algunos datos como que el 62% de sus habitantes van en bicicleta al trabajo o que 9 de cada 10 tienen bici frente a 4 de cada 10 con coche. Esto se ha conseguido gracias a inversiones (268 millones de euros en los últimos cinco años) para lograr una red integrada para ciclistas urbanos pero también como dice el autor del libro “no intentando que la gente use bici para salvar el planeta, sino haciéndoles ver que es el mejor sistema para su salud y su bolsillo”.  La bicicleta ha dejado de ser un elemento ornamental en la ciudad para convertirse en la solución a los problemas de la movilidad urbana.

En cambio el vehículo eléctrico (en sus diferentes modalidades: coche, moto, bicicleta y hasta patinete) está muy poco extendido todavía. Dentro de 20 años, a nuestros hijos les parecerá una rareza su escasa implantación hoy, igual que para nosotros ahora es una barbaridad que hace dos décadas se pudiese fumar en todas partes. Sin duda una de las tendencias que ha llegado para quedarse es pasar de una movilidad apalancada en el vehículo particular, a una donde poco a poco se vaya eliminando el uso del vehículo particular en favor de vehículos compartidos, que serán movidos por energías no fósiles y estarán coordinados de una manera inteligente mediante plataformas. Porque el coche compartido es racional. Los usuarios de este servicio entienden que existen alternativas inteligentes para hacer un uso sensato de un bien que está infrautilizado, que se utiliza menos de una hora al día y que al final está ocupando un espacio público en las ciudades.  De hecho ya se está produciendo; solo el 1% de los jóvenes se mueve en vehículo en propiedad, frente a un 80% que utiliza nuevas fórmulas. La gran transformación vendrá asociada a su hibridación con el vehículo eléctrico y su positivo impacto medioambiental, y la implantación del coche autónomo será donde confluyan las opciones de car sharing y demás soluciones, dentro de esta gran plataforma que moverá personas de una manera mucho más eficiente. El proceso de transformación está comenzando, pero las nuevas tecnologías lo están acelerando de forma vertiginosa. El impacto será positivo en todos los sentidos: menor contaminación al reducirse las emisiones de dióxido de carbono y de dióxido de nitrógeno, menos vehículos en la calle, mayor espacio disponible (los vehículos aparcados ocupan más del 35% del espacio en las ciudades), y reducción del coste por kilómetro. No es muy conocido el dato de que el 76% de los viajes que se realizan en Europa de entre 100 y 200 km se hacen en coche y con una ocupación media de 1,6 personas por vehículo, lo cual no parece muy eficiente. Los fabricantes han creado unas máquinas estupendas con cinco asientos para trasladar a la familia y los usamos para llevar una persona. 

Lo viejo es prohibir, poner trabas a la innovación o limitar el crecimiento y la movilidad. Mientras gastamos nuestras energías en discutir sobre si la decisión del Ayuntamiento de cerrar el centro de Madrid ha de vincularse a las elecciones municipales, el Gobierno de España aprueba decretos que estrangulan a iniciativas como Cabify que está presente en más de 14 países y es el primer “unicornio” español, con una valoración que supera los 1.400 millones de dólares. A la vez otros territorios, silenciosamente, sí han afrontado el nuevo debate. Hoy nadie duda que Tel-Aviv es la nueva capital mundial de la movilidad: grandes empresas como Volkswagen o Google han situado en Israel sus centros de innovación dedicados a este asunto, y de hecho Google adquirió por cerca de 1.000 millones de dólares una de las startups de mayor éxito: Waze, aplicación móvil de tráfico y navegación por GPS. Otras empresas punteras en Israel son Mobileye, adquirida por Intel por 15.000 millones de dólares, que desarrolla sistemas de asistencia para la conducción y tecnologías avanzadas de desarrollo de vehículos autónomos, o Moovit, una aplicación de transporte público que ha sido adquirida por BMW. En los centros tecnológicos de Tel-Aviv estiman que en el año 2050, más del 80% de la población mundial vivirá en ciudades, de ahí la gran necesidad de desarrollar y optimizar proyectos relativos a la movilidad. Unos discutimos si prohibir o no, otros trabajan sin trabas para liderar el futuro.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

viernes, 21 de septiembre de 2018

Logroño y los emprendedores, a examen

(este artículo se publicó originalmente en el diario La Rioja el 19 de septiembre de 2018)

Tal como advertía a sus alumnos el físico y matemático lord Kelvin allá por el siglo XIX, “lo que no se define no se puede medir; lo que no se mide, no se puede mejorar; lo que no se mejora, se degrada siempre”. Con esta premisa en mente, un grupo de docentes e investigadores han evaluado a la ciudad de Logroño en una de las actuaciones más arraigadas en materia de políticas de emprendedores como son las subvenciones a nuevos empresarios. El compromiso con la transparencia del ayuntamiento de la capital riojana a la hora de medir sus actuaciones de apoyo al emprendimiento y una nueva herramienta desarrollada a tal efecto por Deusto Business School e Ibermática, con financiación de la Fundación COTEC, han hecho posible este examen, cuyas conclusiones se presentaron en la Universidad de La Rioja  el pasado 14 de septiembre en el XII Workshop de investigación basado en el informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM).

Las políticas públicas de apoyo a la creación de empresas han experimentado desde el cambio de milenio un importante desarrollo en los países avanzados. La cada vez más nítida relación entre competitividad y actividad emprendedora reflejada, entre otros, por los trabajos enmarcados en el informe GEM ha llevado a los gobiernos a incrementar los instrumentos de impulso dirigidos al colectivo de los nuevos empresarios. España no ha sido una excepción, pues, impelidas por la necesidad de buscar soluciones al fuerte alza del desempleo que tuvo lugar durante la crisis, las administraciones públicas llegaron a poner en marcha más de 2.500 plataformas de apoyo a los emprendedores.

Son muchas las ocasiones en las que los gestores públicos reciben críticas desde diferentes sectores por las ayudas proporcionadas a incentivar el emprendimiento en detrimento de otros colectivos. Sin duda la ausencia de esfuerzos de una evaluación rigurosa destinada a valorar los resultados no ha ayudado a defender el gasto público en emprendimiento.

Siendo honestos, no es que hasta ahora las diferentes administraciones no hubieran realizado intentos de medir el retorno de sus ayudas al emprendimiento, pero lo cierto es que éstas, cuando se han realizado, no han contado con un marco homogéneo y verdaderamente cuantificable. A su vez en nuestro país y otros del entorno, la cultura anglosajona de la evaluación ha brillado por su ausencia cuando en cualquier área de intervención administrativa hoy se considera esencial tanto desde el punto de vista de la responsabilidad en la gestión pública como de la operatividad. Lo primero es una exigencia para el buen funcionamiento de un sistema democrático, pues sin información difícilmente la ciudadanía podrá enjuiciar la labor de sus gobernantes; lo segundo es un principio básico para buscar el alineamiento de los objetivos con los resultados, asegurando la mejora continua.

Conscientes de ello,  hemos querido diseñar una nueva herramienta destinada precisamente a cubrir este déficit en materia de rendición de cuentas y que es en gran medida la causa de que estas políticas de impulso a empresarial hayan sido puestas en tela de juicio en nuestro país. Bautizada como ROIpe (acrónimo de return on investment de las políticas de emprendedores), la herramienta está concebida para medir la eficiencia de las políticas públicas de apoyo a los emprendedores en base al impacto que estas tienen en los ingresos públicos. Accediendo a este instrumento a través del sitio web (www.roiemprendedores.com), los responsables de las administraciones públicas pueden identificar de una manera fácil e intuitiva los tributos, cotizaciones sociales y otros ingresos públicos que las nuevas empresas beneficiarias de sus programas generan y contrastarlos con los costes en incurridos en la gestión de los mismos. El resultado viene expresado en forma de razón matemática que sintetiza la contribución neta de las actuaciones de impulso empresarial al sostenimiento del gasto público. 

Como se ha señalado, uno de las primeras actuaciones enjuiciadas por la herramienta ROIpe ha sido la subvención para la creación de microempresas del Ayuntamiento de Logroño. Creada en 2012,  esta línea de ayudas se ha venido convocando anualmente hasta contabilizar en 2017 más de 2,7 millones de euros desembolsados. Los responsables municipales siempre han sido conscientes de que la medida tenía un efecto de estímulo notable en la creación de empresas -1.042 nuevos negocios desde la primera convocatoria- y  puestos de trabajo  –1.330 empleos–, y aunque hacían un seguimiento de la supervivencia de los proyectos -88% al final del primer año y en torno al 70% al final del segundo-, desconocían el impacto neto que esta tenía sobre las arcas públicas.

Precisamente el análisis presentado en el congreso científico de este mes en Logroño recoge los resultados de  ampliar la evaluación en términos de ROIpe. Lo cual ha supuesto poner en relación el incremento de la tributación y las cotizaciones sociales que han propiciado, a través de las nuevas actividades empresariales, las dos primeras convocatorias de la subvención con los costes que su gestión ha supuesto para las arcas municipales, a fin de poder valorarla no solo en términos de eficacia, sino también de eficiencia. A la luz de este ejercicio de evaluación, el esfuerzo realizado por el Ayuntamiento de Logroño para apoyar a los nuevos empresarios ha tenido un retorno neto positivo en el erario público. Si en la primer convocatoria del programa el retorno de inversión de la primera convocatoria fue de 1:1, es decir por cada euro invertido por las arcas de Logroño se obtuvo un retorno económico de la misma cantidad; en la segunda convocatoria este ratio subió a 1:21.

De este modo, cabe concluir que la subvención es una medida sostenible para las arcas públicas de la capital riojana. Todo ello al margen del efecto dinamizador que tiene sobre el comercio de proximidad y sin entrar a evaluar otros aspectos de dimensión económica como el efecto multiplicador sobre otras actividades o el ahorro en el gasto público en caso de emprendedores o trabajadores que salgan del desempleo gracias a los nuevos negocios, aspectos extremadamente relevantes para cualquier administración bien gestionada. Enhorabuena al Ayuntamiento y a los emprendedores de Logroño no solo por ser pioneros en este ejercicio de evaluación, sino en demostrar que su actividad económica es muy rentable también socialmente.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

 Iván Soto  es el coordinador del informe ROIpe para COTEC, Ibermática y Deusto Business School
                

jueves, 16 de julio de 2015

La brújula no funciona

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico ABC de Sevilla el día 14 de julio de 2015)

La brújula como instrumento de orientación se inventó en China hacia el siglo IX. Utiliza una aguja imantada para señalar el norte magnético terrestre. Sin ella no podría explicarse el avance de las comunicaciones marítimas y sus consecuencias en clave de intercambios no sólo comerciales sino también culturales. A partir de mediados del siglo XX, como nos recuerda wikipedia, la brújula empezó a ser reemplazada por sistemas de navegación más avanzados con tecnología láser o GPS. No obstante, aún es muy popular en actividades que requieren alta movilidad o que impiden el acceso a energía eléctrica, de la cual dependen los demás sistemas. 

Eso sí, en el Polo Norte y sin electricidad no funcionan ninguna de las dos, ni el GPS ni nuestra vieja amiga la brújula por la convergencia de las líneas de fuerza de los campos magnéticos terrestres.‎ Pero aún así todavía la brújula nos da algunas claves para entender el momento en el que vivimos. 

La conjunción de dos elementos está provocando cambios profundos y rapidísimos que superan lo económico y que están capilarizándose en todos los aspectos de nuestras vidas. Esos dos factores son la disrupción tecnológica y la permanencia de la crisis económica desde 2007. 

Internet, quizás el invento que además de la empresa más ha hecho por la igualdad de oportunidades, está cambiando nuestro mundo. Hoy, la mayor tienda del planeta, Amazon, no tiene un solo establecimiento a pie de calle. La ciencia vive un esplendor como no se recordaba desde el Renacimiento y los matemáticos son las nuevas estrellas que todos admiramos. La red ha permitido, como nos recuerda Moisés Naim, que el poder haya dejado de ser intocable y estemos en un cambio de escala hacia los micropoderes ciudadanos. Este nuevo enfoque que nació en lo económico con las investigaciones de David Birch y su constatación de que el empleo no lo crean las grandes corporaciones sino las nuevas empresas ha traído un nuevo paradigma. De la búsqueda por la eficiencia y la obtención de la calidad total estamos pasando a la obsesión por el cambio continuo. De los laboratorios cerrados protegidos por la propiedad industrial, a la innovación abierta propiciada por miles de emprendedores en todo el mundo. 

Pero a la vez convivimos con situaciones dramáticas fruto de la persistencia de la crisis. En nuestro país, por desgracia, los jóvenes saben bien de lo que hablamos con la funesta triada del paro juvenil, la precariedad y ‎el fracaso escolar. Ese viento en contra ha hecho que los miembros de esa generación que hoy tiene entre veintitantos y treinta y tantos, los millennials, hayan tenido que hacerse fuerte ante las adversidades y buscar sus propias soluciones a los problemas de su alrededor. Ejemplos de ello son las nuevas formas de comunicarse, de viajar, de estudiar o de mostrar la solidaridad que están dentro de lo que se ha venido en llamar la nueva economía colaborativa con un importante peso del emprendimiento social.‎ Además, y de la mano de esa generación, ha llegado a nuestras vidas el internet de las cosas (hoy hay más sensores conectados a objetos que teléfonos móviles en el mundo), el cloud computing (la mayor amenaza para la libertad en el mundo no viene por tierra sino desde el cibercrimen), el 3D (que nos convertirá en proconsumidores como vaticina Joseph Rifkin porque seremos a la vez consumidores y productores) o la movilidad (Tesla con sus baterías está revolucionando el mercado del automóvil y promete romper con el cerrado mercado de las energéticas aplicándose en los hogares).

Por todo lo anterior nuestra brújula no funciona. Hemos perdido el Norte. Seguimos mirándola para que nos indique por dónde dirigir nuestras vidas sin darnos cuenta que ya está obsoleta, que el mundo ha cambiado y necesitamos nuevas coordenadas por las que guiarnos, nuevas herramientas de las que fiarnos.  Las nuevas generaciones de emprendedores con su regla de las 4Cs nos muestran el nuevo Norte. La ciencia, la creatividad, la cooperación y el cambio continuo.


Iñaki Ortega es doctor en economía y director de la escuela de negocios de la Universidad de Deusto en Madrid‎. El día 20 de mayo presentó en Sevilla de la mano de Sevilla Capital Inteligente su nuevo libro Millennials, inventa tu empleo (Ediciones UNIR)

domingo, 18 de mayo de 2014

Smart en madrileño significa libertad

La libertad es el principal atributo de Madrid. El día 15 de mayo asistí a la ceremonia de entrega de las Medallas de Oro de la Ciudad, en la que la alcaldesa defendió esta idea. No puedo estar más de acuerdo; la libertad está detrás de que la capital de España haya alumbrado en los últimos tiempos tantas personalidades y organizaciones merecedoras de reconocimiento y admiración. Se trata de una libertad de ida y vuelta, porque la actividad de estos significados exponentes ha sido uno de los factores que más ha contribuido a hacer más libres al resto de los madrileños.

Los galardonados por el Ayuntamiento de Madrid en la festividad de San Isidro proporcionan un buen ejemplo de ello: la libertad permitió a Cáritas acometer durante mucho tiempo su excelsa labor, sin apenas ayudas, en beneficio de quienes pasan penuria; libres hace el doctor Matesanz a quienes se benefician del sistema de transplantes que puso en marcha hace 25 años. La libertad es también la base de los estudios de Marañón y Ortega, de cuyo compromiso con el progreso es continuadora la fundación que lleva sus apellidos, y Vicente del Bosque no ha dejado nunca de ser un espíritu libre, mal que le pesase en su día a algún futbolista de gran fama.

La estrategia de smart city de la ciudad de Madrid tiene mucho que ver con la libertad porque busca, precisamente, cultivar talento y ayudarle a desarrollar su potencial en beneficio de todos. Los emprendedores hacen posible un nuevo modelo de gestión urbana que se caracteriza no sólo por desplegarse de abajo arriba, sino también por facilitar que los ciudadanos encuentren en el medio urbano menos restricciones y más oportunidades a la hora de llevar su vida.

Una ciudad smart trasciende de este modo la noción de un ayuntamiento inteligente. La iniciativa municipal puede y debe ciertamente mejorar los servicios públicos, pero las posibilidades que abre el espíritu emprendedor, cuando se orienta hacia la mejora del espacio urbano, van mucho más allá. Las soluciones tecnológicas que ayudan a los urbanitas con actos tan cotidianos como hacer la compra, buscar un taxi o encontrar una farmacia no son más que el principio de un nuevo proceso que está llamado a revolucionar las principales áreas metropolitanas del mundo.

Aun en estas etapas tempranas, podemos atisbar la capacidad que las startups tienen para transformar las ciudades delo siglo XXI. Basta con pensar en un ejemplo tan prosaico como el del sector de los cupones de descuento; Groupon, una empresa nacida en Chicago en 2008, es capaz de llenar un restaurante en la calle más escondida de Bangalore o de multiplicar las ventas de una pequeña tienda en Vallecas. O el caso de Airbnb, que gestiona muchos más alojamientos turísticos en destinos urbanos que cualquier inmobiliaria o cadena hotelera.

Esto es sólo el comienzo de una era en la que la relación del habitante con el medio urbano será cada vez más eficiente. Lo que equivale a decir más libre porque las innovaciones que introducen los emprendedores suponen un ahorro de tiempo, dinero o esfuerzos, que se pueden dedicar a cualquier otra cosa.

Madrid quiere sacar partido de su pujante ecosistema emprendedor para detectar necesidades emergentes y oportunidades de mejora en la gestión urbana. Para ello, Madrid Emprende está creando una serie de mecanismos dirigidos a ayudar a las startups a explotar nichos hasta ahora desconocidos o que eran patrimonio del Ayuntamiento y las grandes empresas.

La capital ya goza de reconocimiento internacional en la puesta en marcha de servicios smart por iniciativa de la administración municipal en el terreno de la movilidad y el transporte público (EMT), la seguridad y las emergencias (CISEM), los servicios sociales, la eficiencia energética de edificios y el telecontrol de infraestructuras. Pero ahora, sin renunciar a las metas alcanzadas y por alcanzar en la provisión de los servicios públicos, toca ceder el liderazgo en la construcción de la ciudad inteligente a favor de los emprendedores.

Así, a la actuación del Ayuntamiento se une ahora la fuerza multiplicadora de la actividad emprendedora en beneficio de una noción de smart city muy diferente de la que se ha venido manejando hasta la fecha. Y es que la administración local puede y debe ayudar a mejorar la vida de los vecinos en tanto que responsable de la gestión urbana. Sin embargo, no hay que olvidar que las nuevas condiciones hacen posible que este cometido no dependa exclusivamente de las instituciones. La administración local tiene capacidad de orquestar el ecosistema emprendedor para que sean las ideas de la propia ciudadanía las que resuelvan las necesidades que ésta detecta en su día a día.

De nuevo, la ciudad de Madrid y la libertad.

Iñaki Ortega

Doctor en economía

Director de Madrid Emprende

domingo, 23 de febrero de 2014

¿Smart cities o startup cities?

(Este post fue publicado originalmente el 20-2-14 en el blog pasionie de Accenture y IE Business School)

El agua siempre empieza a hervir por abajo. Este principio de la física también se está empezando a aplicar a las ciudades. La revolución silenciosa que están protagonizando los emprendedores en todo el mundo ha empezado en las urbes, que se asemejan cada vez más a grandes calderos con agua en el punto de ebullición. Esas miles de ideas que se forman en la base y que empiezan a emerger con rapidez son a menudo el producto de la experiencia cotidiana del emprendedor con el entorno en el que vive.


 Son los emprendedores los que están volviendo más smart a los urbanitas. Gracias al binomio talento-tecnología, hoy día el cliente de un restaurante tiene el poder de contribuir a su éxito –o fracaso- comunicando su opinión a todos sus conocidos de una forma instantánea y sin levantarse siquiera de la mesa. De igual manera, una persona que necesite volver a casa puede saber de antemano si le compensa la diferencia de coste y tiempo entre coger el autobús o el taxi. Incluso un amante al deporte puede convertir cualquier parque en un punto de encuentro habitual para cientos de personas que comparten su afición.

 Y es que una startup puede tener una repercusión en la vida de las ciudades totalmente desconocida y por desgracia todavía no suficientemente utilizada por las administraciones públicas. Si no, solo hay que pensar en el sector de los cupones de descuento;  con Groupon, una empresa nacida en Chicago en 2008, capaz de llenar un restaurante en la calle más escondida de Bangalore o de multiplicar las ventas de una pequeña tienda en Vallecas.

 En Madrid Emprende, de hecho, no hemos dejado de recibir a miles de emprendedores con ganas de aprovechar las oportunidades que existen para crear nuevas formas de interactuar en el paisaje urbano.  Con su talento están ayudando a hacer más atractiva las ciudades en las que vivimos. Luis Paris es un emprendedor venezolano que ha utilizado el  Madrid International Lab para lanzar Parclick una aplicación de reserva de plazas de aparcamiento que permite mejorar el tráfico en las ciudades. Pedro Rincón es un sevillano que dejó su puesto de director de sucursal bancaria para sacar adelante un proyecto de emprendimiento social llamado Tarifas Blancas, con está ayudando  a los desempleados a encontrar los mejores descuentos y ofertas de su localidad, todo ello con la ayuda de la incubadora social madrileña UEIA. O el caso de Jorge Rodelgo,  CEO de Iphonedroid, quien acudió a la Red de Viveros de la Ciudad de Madrid para hacer de su hobby una de las primeras empresas de nuestro país dedicadas al desarrollo de aplicaciones, que está detrás de la plataforma digital que utiliza uno de los principales periódicos de nuestro país y que está inspirando a las administraciones públicas en su estrategia de gobierno electrónico.

Este torrente de creatividad que nace y desemboca en la ciudad desborda la noción de smart city que se ha venido manejando hasta la fecha. La administración local puede ciertamente ayudar a mejorar la vida de los vecinos en tanto que responsable de la gestión urbana, pero cada vez somos más los que pensamos que su fortaleza yace aun más en su capacidad para orquestar el ecosistema donde prende la iniciativa empresarial.  Después de todo, la verdadera ciudad inteligente se está construyendo de abajo arriba, a partir de las soluciones que los emprendedores dan a sus necesidades del día a día.
 
Iñaki Ortega
@InakiOrtega