viernes, 30 de diciembre de 2022

El año de la bajada de impuestos

(este artículo se publicó originalmente en el periódico La Información el día 29 de diciembre de 2022)

Antes de que crean que las fiestas navideñas han causado estragos en mi percepción de la realidad, déjenme que explique las razones por la que he puesto este título a mi artículo de opinión.  Los impuestos bajarán en el año 2023, a pesar de la reiterada negativa gubernamental y lo creo por varias razones y no solamente por el hecho del paquete anticrisis aprobado este 27 de diciembre.

Vamos a por la primera razón. En la literatura económica, en concreto en la conocida como escuela de Public Choice, existen numerosas evidencias de que el gasto público se incrementa antes de cada elección, sobre todo cuando el gobierno no confía en ganar las elecciones. Se ha comprobado a lo largo de la historia de muchas democracias liberales que un incremento en las transferencias a las familias tiene un efecto positivo sobre la posición política del gobierno. Esto es explicado por autores de esta escuela -como el premio Nobel de economía James M. Buchanan- que contemplan el crecimiento en el ingreso disponible como uno de los determinantes en los resultados electorales, de modo y manera que la actuación fiscal del gobierno afecta directamente a su nivel de popularidad y por tanto al éxito electoral. En el año 2023 tendremos como mínimo dos convocatorias electorales en la mayoría del país y en algunos casos hasta tres: votaciones municipales, autonómicas y a cortes generales. El gobierno es consciente de que la crisis inflacionaria se ha colado en todas las familias y se redoblarán los programas de gasto público para compensar la pérdida de poder adquisitivo. Pero el tiempo se agota y los subsidios y subvenciones precisan de una burocracia que consume unos tiempos que no dispone el gobierno. Aprobar la medida, incluirla en los presupuestos, redactar el reglamento, sacar la convocatoria y adjudicar las ayudas supone en el mejor de los casos tres meses y las elecciones de mayo se echarían encima. En cambio, las rebajas impositivas -especialmente en algunos tributos- son inmediatas y los bolsillos de los votantes las perciben al instante.

La segunda razón es que el gobierno ya ha probado la receta de bajar impuestos y le ha gustado. En junio el presidente Sánchez rebajó el IVA de la luz del 10% al 5%, en septiembre le tocó el turno al gas que pasó del 21% al 5%.  En otoño las rentas más bajas vieron cómo se les rebajaba el impuesto de la renta. Finalmente, la ley de fomento del ecosistema de empresas emergentes, conocida como la ley de startups ha entrado en vigor el 22 de diciembre e incluye importantes beneficios fiscales para miles de emprendedores e inversores ángeles. En todos esos casos, la opinión pública ha recibido con agrado la medida y además para la energía ha tenido efectos inmediatos en la bajada de la escalada de precios, como se ha visto en los últimos datos del IPC. Por eso tampoco extraña que ahora el gobierno haya dejado en cero el IVA de los alimentos de primera necesidad o reducido a la mitad el impuesto al aceite y a la pasta. Se trataría de abaratar la cesta de la compra con productos muy demandados para así paliar los efectos de la inflación en los hogares más desfavorecidos (y de paso rascar algún votante).

Europa es la tercera razón para bajar impuestos. No porque Úrsula von der Leyen se lo vaya a pedir a Sánchez, que a pesar de ser elegida por los populares europeos para la presidencia de la Comisión parece que es una socialdemócrata más, sino porque es una vía para ejecutar los fondos Next Generation que tanto nos está costando. Países europeos como Francia, Italia, Dinamarca, Austria, Suecia o Portugal están ya usando estas ayudas comunitarias para rebajar la fiscalidad que soportan tanto las empresas como las familias, así como crear incentivos fiscales. La semana pasada la CEOE envió un informe al gobierno que recoge sus aportaciones a la adenda al plan de recuperación y resiliencia, con una serie de medidas que incluyen reducción de cargas impositivas, el establecimiento de moratorias y aplazamiento de pagos a la Seguridad Social y Hacienda, así como la ampliación y puesta en marcha de nuevas líneas ICO que garantizarían la liquidez, financiación y la solvencia para cientos de miles de empresas españolas y así mitigar los efectos que la crisis inflacionista entre el tejido económico más débil, las micropymes y los autónomos, que suponen por lo menos más de dos millones de personas con derecho a voto. Tampoco puede obviarse que la presidencia semestral para España está a apenas unos meses y hay que gobernar como si se fuese un estadista europeo más y quitar los recelos que en muchos gobiernos continentales hay con el socio de Sánchez; bajando impuestos, demuestra quién manda en el consejo de ministros patrio.

Vamos a por la última razón que tiene que ver con la polarización y la concentración del voto. Son muchos los estudios que explican el aumento de la fractura ideológica en las democracias modernas. El último que he leído ha sido el promovido por LLYC y Más Democracia en el que se explican los territorios de la polarización más extrema, a saber: inmigración y feminismo. El asunto de los impuestos no aparece. ESADE ha estudiado también este asunto y ha concluido que la polarización no afecta al tema fiscal. Estamos mucho más polarizados respecto a cuestiones identitarias (ideológicas o territoriales) que respecto a políticas públicas concretas. En los datos que analizaron en la escuela de negocios catalana, la polarización ideológica y territorial era entre dos y tres veces mayor que la polarización en torno a los impuestos. Así que no tiene porqué preocuparse Pedro Sánchez. Tocando los impuestos a la baja no perderá el tren de la concentración del voto polarizado de la izquierda.

Sea lo que sea lo veremos en breve y nuestros bolsillos lo notarán. Esperemos que para bien.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 26 de diciembre de 2022

Las causas reales

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 25 de diciembre de 2022)

En los años ochenta, el consumo de drogas en el mundo, pero también en España era una auténtica lacra. Cientos de miles de jóvenes enganchados, condenados a morir en la calle sin atención ni tratamiento alguno. En ese momento la Reina Doña Sofía lideró la lucha frente al consumo de drogas y fue la cara de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Muchas familias, más de 330.000, se han beneficiado estas tres décadas de los centros, programas y ayudas que nacieron gracias a que la Reina asumió esta causa como propia.


Esta Nochebuena, el Rey Felipe VI, en su mensaje televisado nos recordó -quizás sin darse cuenta- que a pesar de la gran labor de su madre, algunas drogas siguen muy presentes en la vida de los españoles. Pero esta vez no es la cocaína o la heroína sino la polarización ideológica. El monarca alertó que las democracias en el mundo están en riesgo por la división social, el deterioro de la convivencia y la erosión de las instituciones. España no es una excepción. Conforme a un reciente estudio de LLYC y Más Democracia, el nivel de polarización en nuestro país ha crecido un 35% en los últimos cinco años. Utilizando técnicas de Big Data e Inteligencia Artificial se han analizado millones de conversaciones digitales para concluir que cada vez es menor la confianza en las instituciones y mayor el enfrentamiento y el odio. Apenas hay espacio para el acuerdo. Por eso no extraña que Don Felipe dedicase sus palabras de este año a defender el entendimiento, el diálogo y los lugares de encuentro.  “Un país o una sociedad dividida o enfrentada no avanza, no progresa ni resuelve bien sus problemas, no genera confianza. La división hace más frágiles a las democracias; la unión, todo lo contrario, las fortalece”.


Pero no es tarea sencilla. Conforme a la investigación de los profesores Monge y Sigman, la polarización se comporta como una droga. Es adictiva, nubla el conocimiento y tiene consecuencias fatales. La división política irreconciliable lleva a exclusivamente leer y ver lo que ratifica tu opinión, a ser cada vez más crítico con quien no piensa como tu e incluso hasta disfrutar con la descalificación del que opina diferente. Este fenómeno, acelerado por el auge de las redes sociales, puede ser adictivo y provocar en el organismo -al igual que algunas drogas- la activación de sustancias como la dopamina o las endorfinas. Esto se traduce en que de un modo inconsciente buscamos repetir esas emociones causadas por la polarización y entramos en un círculo vicioso que retroalimenta el enfrentamiento. Y así, al igual que la toma de decisiones bajo las drogas nunca es la idónea, tampoco lo será bajo los efectos de la polarización. Nos cegará el odio y la pertenencia a una tribu y acabaremos errando.


Todos los estadistas necesitan una causa por la que ser recordados. Un legado. Después de escuchar al Rey esta Navidad hay una causa pendiente en nuestro país: la concordia. Una causa muy real para que la abandere Felipe de Borbón durante su reinado.


 


Iñaki Ortega es doctor en economía en la Universidad de Internet (UNIR) y LLYC

sábado, 24 de diciembre de 2022

Los nuevos Robin Hood

(este artículo se publicó originalmente en el diario el Periódico el día 18 de diciembre )

Sam tiene 30 años. Tiene el pelo alborotado, solo viste camisetas y conduce un viejo Toyota Corolla. Sus padres son profesores de la Universidad de Stanford y se graduó en matemáticas en el prestigioso MIT.  Con 25 años gracias a las monedas digitales se convirtió en el joven más rico del mundo. Pero hace unas semanas y en apenas 24 horas perdió más del 90% de su fortuna estimada en 22.500 millones de dólares. Hoy duerme en un calabozo. Bankman-Fried que así se apellida nuestro precoz protagonista es el consejero delegado de FTX, una plataforma de intercambio de criptomonedas que llegó a estar valorada de 32.000 millones de dólares -valor similar a la capitalización de BBVA- y que hoy está en quiebra.

Antes de ese fatídico día, el superdotado Sam fue apodado por la prensa económica como el "monje capitalista" por su apoyo a la filosofía del altruismo efectivo, una escuela que propone utilizar la razón para beneficiar al prójimo. Este movimiento nació en la Universidad de Oxford promovido por dos profesores, trata de encontrar el mayor impacto social en las acciones de caridad usando la teoría del coste-beneficio y sofisticados indicadores. Los fundadores de PayPal, Facebook o Skype son seguidores de esta filosofía que defienden donar eficazmente ya que algunas ONGs son mucho más eficientes que otras.

De hecho, Bankman-Fried había anunciado en varias ocasiones que pretendía vivir con 100.000 dólares para cubrir sus gastos vitales y donar el resto de sus millonarias ganancias a causas benéficas “eficaces”. Dinero obtenido de cientos de miles de anónimos inversores que ávidos de ganar dinero rápido con las criptomonedas confiaron sus ahorros en el gurú de los tokens digitales.  Pero este idílico cuento se vino al traste el 11 de noviembre cuando se supo que había usado -sin permiso- los depósitos de millones de usuarios de su plataforma para operar en inversiones de alto riesgo que sacasen de la bancarrota a su empresa. “La cagué” ha manifestado Sam. Este lunes fue detenido en las Bahamas, donde residía el peculiar filántropo. Fin de la historia del niño prodigio que robó dinero a avariciosos criptoadictos para regalarlo a ONGs.

Seguro que a Sam sus padres le contaron la leyenda de Robin Hood y por algún momento se sintió como el noble de Nottingham que atracaba a los ricos comerciantes en el bosque para repartirlo a los pobres campesinos. La nobleza altruista del siglo XXI son los jóvenes emprendedores educados en las universidades de la Ivy League; los bosques oscuros de la edad media son las desreguladas plataformas de activos digitales y los necesitados campesinos, la población migrante beneficiarios de las becas de fundaciones como la de Sam.

No se sabe a ciencia cierta si Robin Hood existió. Varias son las teorías que defienden que fue un señor feudal arruinado, pero delincuente, porque robaba a los comerciantes de la época que ganaban dinero vendiendo mercancías por los pueblos de Inglaterra. Este Robin y su grupo de forajidos acumularon riquezas que jamás repartieron con nadie, pero la leyenda ya había comenzado y ha llegado hasta nuestros días.

Hay muchos Sam. La aplicación online para compraventa de acciones de nombre Robin Hood -qué casualidad- tiene cientos de miles de usuarios cuya edad media es ¡26 años! y entre otras cosas se dedican al activismo bursátil para desplomar el valor de empresas cotizadas y así ganar dinero arruinándoles. Y en España ¿acaso el discurso político no nos recuerda al héroe inglés? Nuevos impuestos para los bancos, contribuciones extraordinarias de las empresas energéticas, cotizaciones que suben para los empresarios, subidas de IRPF para los que más ganan, más gravamen para el ahorro, un nuevo tributo de nombre solidaridad dirigido a las grandes fortunas y ahora a por los supermercados… Pero siempre con mucha épica, como en Robin Hood. Los ricos amasan dinero caído del cielo mientras los pobres se mueren de frío o de hambre, por eso alguien tiene que ayudarles, de otro modo, la injusticia se instalará en nuestro país. Si las leyes no lo permiten hay que cambiarlas o saltárselas como Robin de los Bosques. La causa merecía la pena en la desigual Inglaterra del siglo XII y al parecer hoy también en España, aunque los tribunales, supervisores y las instituciones europeas no apoyen los nuevos impuestos. Pero Sam ha terminado arruinando a sus clientes y pidiendo perdón, para saber cómo terminan estos nuevos Robin Hood españoles habrá que esperar a las cifras económicas del 2023. El paro, la inflación y el PIB nos darán la medida.

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad de Internet (UNIR) y LLYC

sábado, 17 de diciembre de 2022

Homo economicus

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 12 de diciembre )

Encontrar una causa al fracaso de la selección española en Qatar se ha convertido esta semana en el tema preferido de conversación. Me permito aportar mi particular teoría importada de la ciencia económica, seguramente tan peregrina como cualquier de las que he escuchado.

El homo sapiens marca el paso de primate a ser humano racional. Y el Homo economicus, simboliza la importancia que la economía ha alcanzado durante los últimos dos siglos en las decisiones de las personas. Los humanos nos comportamos de manera que podamos obtener el mayor bienestar posible con la menor cantidad de trabajo, siempre en función de las circunstancias que nos rodean.

Ahora pensemos en los futbolistas españoles. Con una edad media de 25 años se sitúan en lo que se ha definido como la generación z. Es la cohorte de edad nacida a partir de 1995, fecha en la cual internet está presente en los hogares y por tanto en la forma en que se educan y socializan todos esos chicos. Los convocados al mundial por Luis Enrique son reflejo de un mundo en el que lo que manda es el dinero y a la vez miembros de una generación, la de internet, donde además prima la gratificación inmediata.

Justo antes de que empezase el mundial de fútbol un estudio puso de manifiesto que para el 64% de los españoles entre 18 y 29 años el ocio es más importante en su vida que el trabajo. Si cuando eres un joven español que padece -según la OCDE- una de las peores situaciones económicas del mundo desarrollado por sus tasas de desempleo y precariedad, el empleo te importa un bledo, imagina la respuesta si con esa edad te dedicas al fútbol profesional en España y tienes la vida resuelta. Según mi hijo -que por las horas que dedica a ver estadísticas futbolísticas en lugar de a estudiar, puede considerarse un experto- de media los chavales de la selección ganan 5 millones de euros al año en sus clubes.

Los Asensio, Pedri y Unai Simón no lloraron en el campo tras la eliminación, tampoco entraron en un periodo de duelo por haber sumido a su país en la depresión o suplicaron clemencia por el soberano ridículo. Tampoco dieron explicación alguna de porqué permitieron que se hinchara la burbuja de las expectativas de un plantel que no ha ganado nada nunca por sí mismos. En cambio la mayoría se fueron de vacaciones a disfrutar el sol y el mar, mientras los demás nos quedamos en la niebla y la lluvia de la frustración por caer de nuevo en octavos de final de una copa del mundo.

No les culpo, como decía el filósofo madrileño José Ortega Y Gasset "yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo". Esa circunstancia para los Gavi, Ansu Fati o Morata es la economía y sobre todo el ocio.  Como homo economicus que son no tenían incentivos para ganar, son jóvenes, ricos y me dicen que consentidos por su ya ex entrenador. Su única motivación parece que era una playa paradisiaca en pleno otoño, una viral story en Instagram o la mejor partida del videojuego. O no.  Pero ya nunca lo sabremos.

Iñaki Ortega es doctor en economía en la Universidad de Internet (UNIR) y LLYC

viernes, 9 de diciembre de 2022

La economía dopada

(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el día 8 de diciembre de 2022)

El uso de sustancias estimulantes para potenciar el rendimiento del organismo de un deportista está prohibido. Con los esteroides se consigue más musculatura, con la EPO eliminar la fatiga y con los narcóticos ya no hay dolor, pero no es legal ni ético y además perjudica la salud. El dopaje solamente está perseguido en el deporte, pero a la vista de los últimos indicadores económicos quizás se debería extender a la política económica.

Las cifras del desempleo registrado se desploman en España porque no se contabilizan los fijos discontinuos sin actividad o los empleados en ERTE que no están trabajando. Al mismo tiempo los cotizantes crecen con decenas de miles de empleos promovidos por el sector público. Se consigue artificialmente tener menos parados, muy parecido a los boxeadores que toman diuréticos antes de subirse a la báscula y así rebajar su peso.

Cuando los presupuestos generales del estado no cuadran porque los gastos superan los ingresos, basta con introducir en el cuadro macroeconómico un supuesto optimista de crecimiento del PIB del 2,1%, aunque todas las previsiones de los analistas lo sitúen en la mitad. De modo y manera que se consigue equilibrar la cuenta, pero eso sí, con los ingresos hinchados, como los músculos del atleta americano Ben Johnson cuando consiguió la plusmarca de los cien metros lisos, gracias a los esteroides.

Si los sueldos son bajos o nadie contrata a los mayores de 52 años, el BOE viene al rescate subiendo el salario mínimo interprofesional en más de un 30% o estableciendo a los seniors un subsidio vitalicio de 500 euros. Más deuda pública para evitar sentir el dolor de un tejido productivo que no crea empleo de calidad asfixiado por trabas e impuestos. Tampoco sentían dolor en sus piernas tantos ciclistas que recordamos -como el mítico Pantani- porque corrían dopados con anfetaminas pero que luego lo pagaron con sus vidas.

Si, aún así, los compromisos de gasto siguen creciendo fruto de las exigencias de socios insaciables y no hay ingresos que los soporten, siempre se puede recurrir a nuevos impuestos a la banca o a las energéticas. ¿Que no es suficiente? pues se inventa un tributo para los ricos o se suben las contribuciones a los empresarios. Da igual si son legales o no, incluso si finalmente no se recauda ni un euro tras ser desautorizada por los tribunales. Cuántos atletas se han quedado por el camino tras descubrirse por las autoridades que consumían sustancias prohibidas, pero la ambición por ganar les llevó a truncar sus carreras.

No es nuevo. La política monetaria del Banco Central Europeo con los tipos en negativo durante seis años permitió el dinero gratis para los bancos, alimentando enfermizamente una demanda continental. Ahora los fondos Next Generation EU, creen que harán posible lo imposible, como la soberanía industrial o la autonomía energética en Europa. Una lluvia de millones, esta vez sí caída del cielo, porque parece que es gratis. Todo cuesta y las reformas estructurales en nuestro país no se consiguen de la noche a la mañana. A la tenista María Sharapova y al ciclista Lance Armstrong sí les costó y mucho, usar atajos para ganar, y tras descubrirse nunca volvieron a ser los mismos.

Pero pobre del que se atreva a denunciar algo de la anterior, sea un funcionario, un economista o un político. Fascista, trumpista o catastrofista serán los calificativos recibidos, cuando no jubilado o despedido de su posición en la administración. Exactamente igual como cuando hace años un médico o un periodista descubrían el dopaje de un famoso deportista y eran linchado por lesionar el prestigio del ídolo.

La mayoría de las sustancias catalogadas como dopantes son medicinas utilizadas para aliviar enfermedades, por tanto, no son malas per se. Simplemente cuando se usan para otros fines o con otras dosis, es cuando son problemáticas. Exactamente igual sucede con la política económica. Los subsidios son necesarios para corregir fallos de mercado, la política fiscal garantiza la redistribución de la riqueza y la monetaria el acceso al crédito. Pero siempre con la dosis y con el fin adecuado, que en economía es la satisfacción de las necesidades humanas y no ganar elecciones.

Las leyes antidopaje tardaron en llegar, pero finalmente se consiguieron. Lo que antes era legal o por lo menos alegal, hoy está prohibido. Esperemos que más pronto que tarde, una ley impida también el dopaje de la política económica.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

sábado, 3 de diciembre de 2022

Pan y circo

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 28 de noviembre de 2022)

La semana pasada han sido aprobados por amplia mayoría los Presupuestos Generales del Estado y al mismo tiempo ha comenzado el Mundial de Futbol de Catar. La política y el balompié han opacado cualquier otro asunto. Unos presupuestos repletos de ayudas, subsidios, subvenciones y privilegios para funcionarios, jubilados, desempleados y otros colectivos “vulnerables” que suponen cerca de diez millones de españoles.  Y la televisión pública, la misma que en verano estuvo una semana con el logo del orgullo, ha transmitido la copa del mundo catarí sin sonrojarse, eso sí con audiencias que superaban los nueve millones en nuestro país. “Pan y circo” dos milenios después.

Allá por el año 100 antes de Cristo, un afamado poeta latino de nombre Juvenal acuñó la frase panem et circenses para describir la estrategia de Roma de regalar trigo y organizar fastuosos juegos circenses con carreras de cuadrigas y gladiadores. El pueblo -sin hambre y entretenido- caía rendido ante la generosidad de sus gobernantes. “Pan y circo”, por tanto, fue la vía para mantenerse en el poder haciendo desaparecer el histórico espíritu crítico de los romanos. Una forma como otra cualquiera de populismo. Hoy, aunque parezca mentira por el tiempo que ha pasado, parece que sigue vigente.

En Roma, las hogazas de pan repartidas en las casas y el acceso libre al Circo Máximo, silenciaron los muertos en las legiones y la miseria de las calles. En España -no iré tan lejos- los presupuestos y el Mundial permitirán llegar al gobierno hasta las elecciones municipales de mayo sin grandes sobresaltos. Aumentos del salario mínimo interprofesional, cheques gasolina por doquier, empleados sin trabajar y cobrando al estar en ERTE, nuevas ofertas públicas de empleo, funcionarios y pensionistas con subidas de rentas garantizadas por el BOE, generosas subvenciones a los amigos y campañas de publicidad, todas las habidas y por haber, hasta convertir al Gobierno en el primer anunciante de España. Y fútbol, mucho fútbol.

La economía, como esos atletas dopados que aguantan la carrera gracias a la química, resistirá unos meses, pero llegará un momento que no soportará más inyecciones de deuda y se parará. Al igual que el mundial de fútbol terminará, las empresas y las familias no podrán soportar más meses de presión fiscal, aumento de precios y caída de pedidos del resto del mundo. Por supuesto habrá intentos de seguir con el circo, algunos políticos lo intentarán desde la Carrera de San Jerónimo y otros desempolvarán pancartas en vano. Pax Romana era la expresión latina que resumía todos esos años de estabilidad y prosperidad que vivió esta ciudad. Pero no duró siempre. Y tras este periodo llegó la caída del imperio romano…

Pero aquí no hemos venido a hablar de historia clásica,  así que las palomitas que no falten para seguir viendo en las pantallas el mundial de futbol o los pactos y los exabruptos en el parlamento. Que ya no se sabe qué es más espectáculo, si lo uno o lo otro.

Iñaki Ortega es doctor en economía en la Universidad de Internet (UNIR) y LLYC


jueves, 1 de diciembre de 2022

La salud líquida

(este artículo se publicó originalmente en la revista E-Health Trends el día 1 de diciembre de 2022)

En España son 16 millones los mayores de 55 años que han vivido toda su vida considerando que los asuntos relacionados con la salud ocurrían entre cuatro paredes, además siempre con un olor muy característico. Ese aroma a desinfectante y medicamento marcaba la frontera entre estar sano y estar enfermo para los que peinamos canos. Si íbamos a una consulta, al practicante, a urgencias o al hospital el olor estaba ahí. Pero ahora la sanidad de las cuatro paredes está empezando a abandonar la clínica o la consulta.

Desde hace años nos tomamos el pulso o la tensión en casa, pero ahora con un reloj inteligente sabemos además el azúcar y el oxígeno en sangre, ya son habituales las consultas médicas por teléfono y desde la pandemia por videollamada. La telemedicina y la teleasistencia en el hogar han llegado para no irse ya nunca. Por eso se habla de una salud líquida, que rompe la barrera física del hospital y se derrama por doquier, como pusimos de manifiesto en el libro La Revolución de las Canas, el presidente de Mapfre Antonio Huertas y yo mismo.

También podemos hablar de salud líquida en la percepción que cada uno de nosotros tenemos sobre nuestra salud. Hace unos años, la definición de estar sano era no estar enfermo. Y había una frontera entre ambas situaciones, o estoy sano, o estoy enfermo. Hoy enfermo saludable es un oxímoron, porque el concepto de estar sano ha evolucionado hacia la sensación de estar o sentirse bien, es casi un estado de ánimo. Y así la frontera se empieza a resquebrajar por los dos lados. Se resquebraja por el lado de la enfermedad porque como reza un estudio a diabéticos sobre su estado de salud, un porcentaje mayoritario de ellos declaraba sentirse totalmente sano o muy sano. A pesar de su enfermedad. Y es que hoy, si se cumplen los hábitos y las prescripciones correspondientes, muchos enfermos crónicos pueden llevar una vida completamente normal. Y también se resquebrajan por el lado de la salud. Antes empezábamos a cuidarnos cuando enfermábamos y, por ejemplo, la dieta era algo que te recetaba un médico y que abandonabas cuando se acababa la enfermedad. Hoy estamos más sensibilizados, y entendemos que hay que empezar a cuidarse mucho antes y damos importancia a los hábitos saludables en alimentación y ejercicio.

Otro ejemplo del concepto de salud líquida tiene que ver con las personas que se dedican a esto. Hasta hace poco, la salud era sólo tema de médicos y enfermeros. Pero ahora, con este nuevo concepto de salud ampliada, se ha forjado el concepto de «profesionales de la salud», en el que tienen cabida nutricionistas, fisioterapeutas, entrenadores personales, expertos en antienvejecimiento y cuidadores.

Por último, esta salud líquida supera los sectores económicos clásicos y ha irrumpido, por ejemplo, en el turismo. Seniors que viajan para tratamientos “antiaging”, o miembros de la conocida generación silver (por el color de las canas de su pelo) que demandas largas estancias en hoteles para teletrabajar y disfrutar de ocio, pero monitorizados a distancia de su colesterol y con un buen fisioterapeuta in situ para seguir jugando al golf. Miren sino la brillante campaña de Turismo de Canarias que ha presentado estos días en Londres dedicada a los silver.

En resumen, vivimos en un mundo en el que la salud evoluciona rompiendo las barreras tradicionales. Y los seniors son la punta de lanza de esta revolución. Una oportunidad innegable para nuestro país.

Iñaki Ortega es profesor, doctor en economía y consejero asesor del centro de investigación ageingnomics de la Fundación MAPFRE.