(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 27 de noviembre de 2023)
Ya tenemos nuevo gobierno. Como en la fábula de Esopo después de tanta expectación, el resultado ha sido pírrico. El breve cuento clásico se tituló “El parto de los montes” y decía así: “Hace mucho tiempo, en tiempos muy lejanos los montes daban señales de parir y los hombres de aquellos tiempos, esperaban ese parto con mucho miedo, y asombro por saber qué clase de monstruo iban a abortar; y al fin resultó que el temible fruto de los montes era un inofensivo ratón, lo cual causó carcajadas en los hombres”-
Desde el mes julio llevamos escuchando que se iban a reducir los ministerios y que el presidente Pedro Sánchez acometería una grandísima reforma del gabinete. Un nuevo tiempo continental, liderado por un español en la presidencia europea, exigiría dar ejemplo de austeridad y las carteras serían las imprescindibles. Los mejores perfiles formarían parte del equipo y como en las purgas maoístas desaparecerían del círculo presidencial los ministros más relevantes, para dar paso a nuevos y puros perfiles sanchistas. Al mismo tiempo los barones de Extremadura, Aragón y Valencia entrarían en el consejo de ministros en compensación por su salida de los gobiernos autonómicos a causa del voto de castigo a Sánchez en las elecciones de mayo. La antigua alcaldesa de Barcelona, otrora activista contra desahucios, sería la ministra de vivienda e ilustres funcionarios dejarían altísimas responsabilidades en organismos de prestigio internacional para acompañar a Pedro Sánchez en su insigne tarea de explicar el modelo de desarrollo económico y social español que ha parado a la derecha con sus pulsiones golpistas. Un gobierno de campanillas que deslumbraría a todos los españoles.
Pues bien, el parto gubernamental ha sido una camada con el mismo número de ministros, nada más y nada menos que 22. Muchos más que en Alemania, Francia, Bélgica o Holanda. Con la novedad de una vicepresidencia más y alguna que otra secretaría de estado extra. Al mismo tiempo ministerios que antes no tenían esa categoría por apenas disponer de competencias ahora son elevados a dicha condición para contentar a colegas o compañeros de partido. Ni rastro, por tanto, de los famosos ahorros, más bien al contrario, un mayor gasto público. Tampoco nada de la llegada de figuras de reconocido prestigio, únicamente conmilitones con la única experiencia de trienios acreditados en luchas intestinas de partido y hoja de servicios trufada de insultos al adversario político.
El español Félix María de Samaniego reescribió más de dos mil años después la fábula clásica de Esopo y quiso introducir un párrafo final para detallar la moraleja para que a nadie le cupiese duda alguna. “Hay autores que en voces misteriosas, estilo fanfarrón y campanudo nos anuncian ideas portentosas. Pero suele a menudo ser el gran parto de su pensamiento, después de tanto ruido sólo viento”. Ahora que el parlamento vuelve a abrirse y con ello la separación de poderes, clave en cualquier democracia, superará el lapso de seis meses sin control al gobierno, volveremos a escuchar esas voces fatuas que dice Samaniego. Grandilocuentes propuestas con afectadísima voz serán pronunciadas desde la tribuna de la Carrera de San Jerónimo y aunque lo intentaré, lo juro, no tendré otro remedio que acordarme del ratoncillo que parieron los montes.
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC