martes, 29 de diciembre de 2015

La buena nueva

(este post se publicó en el blog de GEM España el día 29 de diciembre de 2015)


2015 está terminando con una buena noticia, un año record en la captación de fondos por las startups. El volumen total de inversión en firmas de reciente creación en España supera los 600 millones de euros, conforme a la información  que recoge Expansión del observatorio europeo Venture Watch. Los datos demuestran el aumento de la financiación de los proyectos emprendedores respecto a años anteriores pero además ponen de manifiesto algo más importante, la madurez de la industria del venture capital en  nuestro país. Así lo atestigua, por ejemplo, que los inversores extranjeros superan a los nacionales o que las operaciones no solo se localizan en Madrid y Barcelona sino que Valencia ha irrumpido con fuerza, sin olvidar la creciente importancia de las inversiones ángel y de los instrumentos de co-inversión públicos y privados frente a los clásicos vehículos de private equity. Las operaciones ya no son solamente en proyectos de ecommerce sino que fintech o ciberseguridad reciben importantes rondas de financiación. Si profundizamos aún más veremos como dos empresa de venta de segunda mano, Letgo y Wallapop, ha levantado 90 y  35 millones de euros respectivamente o una joven compañía de búsqueda de empleo, Job&Talent ha recibido capital por 23 millones de euros.

Este verano visitó Europa la responsable del fondo mulitlateral de inversiones, FOMIN,  del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La ejecutiva argentina, Susana García-Robles, en una conferencia en la sede de la Universidad de Deusto en Madrid, proponía el uso del término “capital emprendedor” frente al de “capital riesgo” para referirse a las inyecciones de fondos que hacen crecer a las empresas nacientes. Ya sea inversiones semilla, business angels, préstamos participativos, crowdfunding, fondos corporativos, fondos públicos o aceleradoras, todo ellos son imprescindibles para que una startup pueda crecer y convertirse en un proyecto generador de riqueza y empleo como nos recuerda todos los años el apartado sobre el entorno emprendedor del informe GEM.

Ha pasado muchos años desde que se publicó en 1867, El Capital, de Carlos Marx y aunque nadie duda su aportación a la ciencia económica, informaciones como la que ha dado origen a este post, demuestran que el tiempo no pase en balde, y que el capital empieza a ser también emprendedor. La lucha de clases entre los trabajadores y los empresarios por el capital, la alienación de la mano de obra porque no recibe más que un salario de un capitalista… se antojan ya obsoletas en un mundo como el actual en el que solo con talento, como demuestra la lista de los emprendedores citados, puedes conseguir el capital que quieras para hacer crecer tu proyecto empresarial.


Esa sí es la auténtica noticia del año, hoy la tecnología está haciendo posible una revolución inimaginable en siglo XIX: la universalización de los medios de producción. Hoy el acceso al conocimiento y al capital es más democrático que nunca, gracias a Internet y a la financiación no bancaria, están al alcance de todos. La combinación de talento y tecnología está permitiendo nuevas soluciones a viejos problemas. Los protagonistas son los emprendedores y pueden consiguir un mundo mejor.

Iñaki Ortega es profesor de Deusto Business School y forma parte del equipo GEM de la Comunidad de Madrid.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

COP21. Empezar es la mitad del camino

(este artículo se publicó en el Diario Cinco Días el día 16 de diciembre de 2015)

‎Horacio, es considerado el principal poeta de la Roma clásica. Su influencia desde el año 35 a.C. ha llegado hasta nuestros días, de modo y manera, que una de las expresiones que este lírico latino acuñó, puede resumir las conclusiones de la conferencia del cambio climático de París. «Empezar es la mitad del camino».

El acuerdo que han firmado este sábado 195 países de todo el mundo, sitúa en el 2020 el inicio de los compromisos para frenar la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Pero gracias a la atención generada en los meses previos y a los debates celebrados en la capital francesa desde el 30 de noviembre, en la llamada conferencia de participes (COP21), gran parte del camino está ya andado, aunque todavía falten cuatro años para la fecha de implementación  del nuevo pacto climático.

París nos ha hecho abrir los ojos ‎y ya nadie duda, ni en la ciencia ni en la ciudadanía, de que tenemos un problema, causado por la propia acción humana. La eyección de dióxido de carbono fruto de los combustibles fósiles captan la radiación infrarroja produciendo calentamiento global. Si no hacemos nada por parar este uso, cuando termine el siglo XXI la temperatura del planeta habrá aumentado cuatro grados con efectos devastadores para la humanidad. Aun ejecutando planes como el de París, bajar a dos grados el aumento del calentamiento global, traería desequilibrios que harían desaparecer miles de poblaciones costeras y bosques en medio mundo.

Ahora, parar esa tendencia esta en nuestra mano y ya no podemos escudarnos en la falta de acuerdo de los Estados, la inoperancia de los políticos o la codicia del capitalismo de las multinacionales. El acuerdo de la cumbre de París junto con las oportunidades que hoy ofrece la tecnología, son las palancas sobre las que impulsar un nuevo activismo ciudadano, que no responde a ideologías, y que empieza por nosotros mismos, en nuestras casas y en nuestras ciudades.

El cambio climático no está causado solo por las chimeneas de grandes industrias en China o India, sino que tiene su base en nuestro desaforado consumismo, nuestra indolencia para reciclar o nuestro complejo cuando no egoísmo para usar más el transporte público‎. De hecho el 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero se producen en nuestra actividad diaria.  Tenemos al alcance de nuestra mano el poder de contribuir a su freno a través de pequeños gestos cotidianos pero a la vez poderosos como, por ejemplo, los 15 millones de toneladas de CO2 no emitidas gracias al reciclado de los envases del contenedor amarillo y azul en España. En 2030 seremos nueve mil millones de habitantes en el planeta, por ello es imprescindible repensar, como nos recuerda el Papa Francisco en su encíclica “Laudato si” sobre el cuidado de la casa común, la forma que tenemos de producir y consumir cuando los recursos serán cada vez más escasos. El ecodiseño, la economía circular, el reciclado y el consumo responsable sin olvidar la acción de los emprendedores, en un momento en el que se ha democratizado el acceso al capital y al conocimiento, son las heramientas que tendremos que usar. El ya mítico emprendedor en serie, Elon Musk, con Tesla, está acercando, por fin, el coche eléctrico a los consumidores gracias a sus nuevas baterías que harán posible también un menor consumo en nuestros hogares. También, desde España, estamos ayudando con los disruptivos contadores eléctricos de los emprendedores de Green Momit, catalogados como una de las 50 startups de mayor impacto en Europa, puesto que con sus dispositivos smart, alineamos compromiso mediombiental y ahorro en la factura de la luz.

Es también el momento de las energías limpias y la movilidad sostenible. En París unos de los temas recurrentes en las sesiones ha sido el papel de las ciudades como agentes del cambio para alcanzar una economía baja en carbono. Ya existen buenas prácticas para seguir, el caso de Islandia, por ejemplo, con el 100% de su energía de origen renovable a través de la geotermia. Adelaida desde Australia explicó cómo una ciudad puede apostar por las energías limpias y por la innovación para conseguir que el 40% de su energía proceda de fuentes renovables, recortando sus emisiones un 20% mientras que ha incrementado su PIB en un 28% y todo ello con un incremento de población de un 27%. Bristol en el Reino Unido ha pasado de ser una de las ciudades más industrializadas del planeta a convertirse en un modelo de sostenibilidad como ha puesto de manifiesto su titulo este año de European Green Capital, cogiendo el testigo de las modélicas Vitoria en España y Copenhague en Dinamarca. 

Convivimos con alertas por contaminación que pensábamos que  no nos afectaban porque estábamos lejos de Beijing, Delhi o México DF pero ya no sólo Madrid sino hasta Oviedo sufren protocolos anti-polución. El problema está aquí pero la solución también está en nuestras manos. En el MIT hablaron hace unos años del Gran Desacople, una coyuntura diabólica en la cual los problemas crecían rápidamente y en cambio las soluciones iban muchísimo más despacio. Hoy, en cambio, conocemos bien los problemas que causa el cambio climático pero también, con una economía digital en que los ciudadanos en todo el mundo se están empoderando frente a las injusticias, tenemos las soluciones en nuestras casas y en nuestros propios hábitos. Por ello, comencemos  a cambiar, porque si lo hacemos, ya sabemos desde hace 2000 años, que «empezar es la mitad del camino».


Iñaki Ortega es director de Deusto Business School.
Oscar Martin es consejero delegado de Ecoembes.


viernes, 4 de diciembre de 2015

Ecosistema vasco

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico El Correo el día 23 de noviembre 2015)

Vivimos en tiempos de revolución tecnológica, las clásicas barreras que impedían el acceso universal al conocimiento y al capital se están derrumbando, los cambios ya no vienen de arriba sino, por fin, de muchas pequeñas actuaciones sistémicas.

El emprendimiento representa esa capacidad de cambiar las cosas y ha mostrado a lo largo de la historia, tal y como atestigua el informe GEM (Global Entrepreneurship Monitor), el potencial suficiente para reducir esa brecha siempre y cuando sea capaz de evolucionar desde sus formas más primarias: autoempleo y emprendimiento de necesidad, hacia proyectos empresariales basados en la innovación, como auguró el siglo pasado el economista austriaco Schumpeter.

Por suerte en el País Vasco, el apoyo a los emprendedores es hoy una de las prioridades de prácticamente todas las instituciones públicas y privadas. Pero apoyar a las nuevas empresas no significa que todo lo que se haga en materia de emprendimiento esté bien hecho. Las experiencias de éxito en territorios tan dinámicos como Israel, Dinamarca o Canadá y el riesgo de una cierta burbuja en este terreno por la inflación de actuaciones, nos lleva a recomendar el seguimiento de la regla de las tres Es para todos aquellos que en Euskadi quieran ayudar a los nuevos empresarios.

Primera EEstorbos. Gaspar de Jovellanos, dejó escrito que la más importante tarea de las leyes era levantar los estorbos que impedían que la actividad económica fluyese. Más de dos siglos después de su cita, eliminar obstáculos a los emprendedores ha de ser la principal tarea de cualquier programa en la materia. Por lo primero es preguntar a los emprendedores cómo se les puede hacer la vida más fácil, qué trabas quitar que les impidan crecer.

Segunda E. Emprender ligero. Las nuevas empresas que están revolucionado industrias como el turismo, el trasporte o la telefonía aplican en su gestión la filosofía lean startup. Podríamos traducirlo como “emprender ligero” puesto que la clave para estos visionarios es no malgastar recursos en proyectos que no se sabe si tendrán respuesta positiva por parte del mercado. Emprender ligero permite cambiar el rumbo del proyecto sin grandes trastornos. Esa coherencia ha de aplicarse también a los recursos dedicados a los emprendedores por las instituciones: programas ligeros que solo crecen si son exitosos, es decir si tienen respuesta positiva de los beneficiarios, que es la validación del mercado.

Tercera EEcosistema. Los ecosistemas de la naturaleza son una serie de cadenas de interdependencia. En economía los ecosistemas emprendedores son la clave para que las nuevas empresas surjan y finalmente generen empleo. Cualquier programa de intervención en este terreno ha de fortalecer ese ecosistema y no romper el equilibrio entre sus agentes, a saber instituciones del conocimiento, administraciones públicas, grandes empresas y los propios emprendedores. Buscar el protagonismo unilateral es síntoma de que no se está respetando la tercera E.


El profesor de la Universidad de Toronto Richard Florida considera que en la sociedad del conocimiento que vivimos, los innovadores, “las clases creativas”, son el principal motor económico. La clase creadora incluye intelectuales, artistas, ingenieros o emprendedores. En su  libro “Cities and creative class” incluye datos estadísticos que respaldan su idea de que las ciudades que atraen y retienen miembros de la clase creadora prosperan mientras que las que no lo hacen se estancan. De acuerdo con sus conclusiones la mano de obra yo no sigue a las empresas sino que son las propias empresas las que siguen a la mano de obra.

Lo más novedoso del profesor Florida no es señalar que la clave del éxito está en el talento, ya que su aportación al desarrollo económico de las sociedades había sido estudiada por buen número de autores. Lo más original es que a diferencia del factor productivo tradicional, la tierra, no constituyen una simple dotación, un stock que viene dado por las características de una determinada sociedad sino un flujo. Se trata de elementos altamente móviles que se desplazan de un lugar a otro. La clave para atraer y retener ese talento está en la tolerancia y la calidad de vida. De esta manera las regiones abiertas, diversas, respetuosas y tolerantes serán las más exitosas.

En 2008, con la amenaza del terrorismo etarra todavía presente, escribí un artículo también en El Correo en el que me lamentaba de que en el País Vasco de poco servía dedicar esfuerzos a favor de la innovación si no cumplíamos la regla básica del profesor Florida: la tolerancia. Hoy, siete años después, ya no tenemos excusas.


Iñaki Ortega es doctor en economía, profesor de la Universidad de Deusto y director de Deusto Business School en Madrid.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Pangea

(este artículo fue publicado originalmente en el número especial de Noviembre de 2015 de la revista ETHIC con la Fundación EY)

Pangea es el nombre del supercontinente que al parecer existió hace 300 millones de años en nuestro planeta. Agrupaba la mayor parte de las tierras emergidas‎ y se formó por el movimiento de las placas tectónicas ‎que hizo que todos los continentes anteriores se convirtiesen en uno. La palabra Pangea significa «toda la tierra» y procede del griego «pan» («todo») y «gea» («tierra»). Fue usada por primera vez por Alfred Wegener, autor de la teoría de la deriva continental. En su estudio de principios del siglo XX, explicaba que ‎100 millones de años después de la formación de este único continente, comenzó a disgregarse hasta alcanzar la actual distribución continental de la Tierra.

En 2012 la revista Nature publicó un artículo en el que se pronosticaba de nuevo otro movimiento continental, en el que ya estaríamos inmersos, hacia un nuevo Pangea. Otro único continente.

Yo no sé si estamos en plena deriva de placas tectónicas, pero lo que tengo claro es que el mundo está moviéndose, experimentando un cambio que, como nos recuerda la ley de Moore, gracias a la tecnología tiene una velocidad exponencial. ‎Hoy, conceptos que parecían antagónicos se hibridan para hacer posible un mundo mejor.

Lo social y lo empresarial, con las innovaciones de multinacionales como Elecnor desarrollando infraestructuras que den agua y luz en el tercer mundo. 

Lo colectivo y lo mercantil se unen, por ejemplo, con la economía colaborativa de emprendedores como Blablacar.

Lo estético y lo ético ya no son antagónicos con los plumíferos de la marca de ropa Ecoalf que arrasan esta temporada, hechos con el pet de miles de botellas de plásticos recicladas.

El activismo y las instituciones no son conceptos enfrentados. Lo demuestra una empresa como Ecoembes consiguiendo que España sea una referencia en Europa reciclando, con su sistema integral, el 70% de los envases que usamos.

Vivimos una revolución inédita, en la que por primera vez se ha universalizado el acceso a los medios de producción clásicos, como el capital. Hoy los emprendedores levantan fondos como nunca lo había hecho antes ninguna empresa. Estos nuevos insurgentes están de moda y sus ideas son ‎alimentadas por dinero inteligente en todo el mundo. También se ha democratizado la posesión del nuevo factor de producción, el conocimiento. Cualquiera puede aprender las enseñanzas de los profesores de las mejores universidades gracias a los MOOCS (massive open online courses). 

Este es el mundo que se están encontrando las nuevas generaciones que salen de las aulas. Son la llamada Generación Z y, con su desparpajo tecnológico y sus valores éticos, harán posible un nuevo Pangea. Un planeta Tierra que será un continente único para vivir, donde los problemas, por fin, encontraran rápidas soluciones gracias a las nuevas herramientas que la tecnología hoy hace posible: el emprendimiento corporativo, la innovación abierta, la ‎economía colaborativa y el activismo social.

Iñaki Ortega, doctor en economía y director de Deusto Business School Madrid

domingo, 22 de noviembre de 2015

La cuadratura del círculo

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico ABC  el día 22 de noviembre de 2015)


El problema geométrico conocido como “la cuadratura del círculo” es uno de los mayores misterios sin resolver de la matemática. La cuestión reside en hallar un cuadrado que posea un área que sea igual a la de un círculo dado. ‎Desde la Grecia clásica y con especial ímpetu en el siglo XIX se ha intentado resolver sin éxito, así hasta nuestros días. De hecho, el asunto ha sobrepasado la matemática para incorporarse a nuestro lenguaje como una expresión muy habitual para referirse a un problema imposible o muy difícil de solucionar.

Igualmente de irresolubles han sido durante muchos años otros problemas, ya no matemáticos, sino sociales y económicos y que hoy, gracias sobre todo a la tecnología y a una creciente concienciación, están empezando a dejar de s‎erlo.
‎En 1965 un joven científico, en California, formuló un ley que no ha dejado de cumplirse desde entonces. Gordon Moore ‎vaticinó que cada año la capacidad de los microprocesadores se doblaría, a su vez cada año el precio de esos chips sería la mitad. La llamada “ley de Moore” explica, que hoy, en nuestros bolsillos con nuestro móvil, tenemos más capacidad de procesamiento que todos los ordenadores que tenía la NASA cuando el hombre llegó a la Luna. Por ello vivimos una revolución tecnológica, de una velocidad tal, que está permitiendo universalizar el acceso al conocimiento y al capital como nunca antes. Por primera vez en la historia los emprendedores tienen en sus manos las armas para cambiar el mundo.

En 1982 el arquitecto suizo Walter R. Stahel‎ formuló la teoría de la economía circular en un informe, junto a otros colegas, para la Comisión Europea. Una economía lineal que ‎produce, consume y finalmente tira a la basura, es insostenible. Ha de ser sustituida por un sistema circular coherente, como lo que ha hecho siempre la naturaleza, que convierte los residuos en recursos. Stahel nunca pudo imaginar que en un país como España, más de 30 años después, el 74% de los envases se reciclan o que disponemos de un sistema integrado de gestión a la altura de los más avanzados de Europa y que hace posible que desde 1998 se han reciclado más de 15,3 millones de toneladas de envases domésticos en España, cifra que equivale a llenar más de 1.100 estadios de fútbol de envases.

Pero por todo lo anterior conviene que levantamos un poco la vista de lo que consideramos estrategias verdes o políticas medioambientales para darnos cuenta que lo imposible se está dando, de hecho se está empezando a formular una nueva economía circular, donde conceptos enfrentados empiezan a ser conciliables. 

Por ejemplo, la colección de moda del joven diseñador español Moisés Nieto realizada íntegramente con tejidos provenientes de botellas recicladas, premiada recientemente en el primer certamen El Laboratorio, demuestra que la ética no está reñida con la estética‎. O que la primera y única encíclica escrita por el Papa Francisco “Laudato si”, dedicada a la ecología, nos indica que el Poder también puede ir acompañado de la Razón, y que además esas causas, siempre, merecen la pena. Otro caso es la propia actividad a favor del medio ambiente desarrollada por una empresa privada como Ecoembes que desde su creación en 1998 permite que ya no sean antagónicos conceptos como activismo y empresa‎. Por último, hoy, con las plataformas colaborativas que hacen posible compartir coche y por tanto no contaminar tanto, el colectivismo puede tener sentido en una economía de mercado.

Pero si nuestra cabeza se eleva y miramos más allá todavía de la economía circular lo imposible también está empezando a pasar en otros campos. La innovación ha abandonado el paradigma del secreto industrial para zambullirse de lleno en la inteligencia colectiva y colaborativa; es difícil encontrar una gran corporación que no tenga como vector, la innovación abierta en sus laboratorios. ‎Por no hablar del cambio de escala que está dándose en la economía actual donde los emprendedores se han convertido en una especie de insurgentes, como nos recordaba hace unas semanas The Economist, que están poniendo patas arriba industrias tan diferentes como el turismo, el transporte, la financiera o la automoción...y además consiguiendo mejores y más baratos productos y servicios.

A Pitágoras se le considera el primer matemático de la historia y aunque tampoco resolvió el asunto de la cuadratura del círculo‎, pasó a la posteridad por su afirmación de que nuestro planeta era redondo, que la Tierra era un círculo. Hoy sin temor a equivocarnos podemos decir algo más, que la economía empieza a ser circular y que gracias a ello el mundo puede aspirar a ser circular. La cuadratura del círculo empieza a ser posible.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School en Madrid


NOTA: Este artículo es un resumen de la conferencia que pronuncié en el congreso Talking Pack de la Plataforma Envase y Sociedad. En este link un resumen de las conferencias de ese día: youtube

miércoles, 28 de octubre de 2015

El tren

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico El Norte de Castilla el día 27 de octubre 2015)

Durante mucho tiempo pensamos que el éxito profesional era algo parecido a subirse a un tren. Por supuesto que no era fácil coger ese tren y para ello había que tener una buena titulación académica, idiomas o un contrastado desempeño profesional. Pero, eso sí, ‎una vez dentro, solo era cuestión de tiempo que alcanzases tus metas. Sin darnos cuenta, en 2007 llegó la crisis y lo cambió todo. Dejó congeladas las expectativas profesionales de toda una generación. El tren se paró y nunca más volvió a funcionar. Las vías se habían terminado, al igual que en las viejas películas del Oeste.


La buena noticia es que al mismo tiempo que irrumpió la crisis, la tecnología ha hecho posible una revolución inimaginable a principios del siglo XX: la universalización de los medios de producción. Hoy el acceso al conocimiento y al capital son más democráticos que nunca; gracias a Internet y a la financiación no bancaria están al alcance de todos. Esa combinación de crisis y tecnología está permitiendo nuevas soluciones a viejos problemas. La economía colaborativa de Wikipedia que consigue que tengamos una enciclopedia en el bolsillo. La innovación abierta de los juguetes de Lego que incorpora a los propios niños a su proceso de ideación para que Dinamarca gane por goleada en calidad y ventas a sus competidores asiáticos. La innovación social de la empresa alemana SAP que se ha comprometido a llegar a un 1% de empleados autistas por su gran capacidad de concentración para detectar fallos de programación. Todos son ejemplos de cómo hoy el mundo puede ser mejor. Un mundo que ha cambiado el enfoque con el que se analizaban las cosas, de lo grande a lo pequeño. Como lo son los nuevos líderes globales en industrias como la hotelera o la del trasporte, nuevos agentes que como David han vencido a Goliat. Esos nuevos micropoderes de los que alertó hace unos años Moisés Naim representan un nuevo activismo que utiliza sus startups para conseguir un mundo mejor y que actúan en sectores como la ecología y la defensa de derechos civiles, que creíamos solo abonados para las ONG o la política.

El tren que da título a este artículo se paró porque no había ya más vías sobre las que circular, pero la buena nueva es que ya no es necesario seguir los raíles de nadie para triunfar. Hoy gracias a la tecnología somos más libres, más autónomos para ir por donde queramos, para orientar nuestras vidas profesionales. Porque con la disrupción digital tenemos herramientas que nos empoderan y además permitirán hacer un mundo mejor.


Iñaki Ortega es director de Deusto Business School en Madrid y profesor de la UNIR


viernes, 23 de octubre de 2015

Nostalgia (emprendedora)

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico Expansión el día 23 de octubre 2015)

En 1975 los ingenieros vascos con mejores expedientes tenían como destino dorado Iberduero  o incluso Idom. Cuando en el año 1995 terminé de estudiar mi carrera en Bilbao,  los mejores economistas de mi promoción soñaban con trabajar en el entonces Banco Bilbao Vizcaya. Hoy, en 2015, los estudiantes más brillantes del País Vasco son emprendedores.

Euskadi ha sido siempre tierra de emprendedores. Los fundadores de lo que hoy es Iberdrola o BBVA lo son, pero también los innovadores que crearon Gamesa, Sener o Elecnor.  La hoja de servicios del País Vasco para el emprendimiento no se acaba con la llegada del siglo XXI como algunos, imbuidos de la clásica desconfianza entre generaciones, nos trasmiten estos días.

Jon Uriarte y Ander Michelena con Ticketbis están revolucionando el mercado mundial de las entradas a mega-eventos y ya dan empleo a más de 300 personas. Fernando Bacaicoa da servicio a las universidades más importantes del mundo, especialmente en todo el continente americano, con su empresa de búsqueda de alumnos en la red. Natalia Rodríguez con su startup incubada por Deusto Business School acaba de ganar el concurso de emprendedores del Banco Santander entre más de 400 ideas de negocio seleccionadas. Hoy sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que gracias la evolución tecnológica y la llamada ley de Moore, el acceso al conocimiento y al capital se ha democratizado. Emprender es la vía elegida por las nuevas generaciones, los millennials vascos, para cambiar el mundo y de paso desarrollarse profesionalmente.

Las políticas públicas para los emprendedores fueron pioneras en los años 80 en la CAPV con el impulso de la SPRI y las Diputaciones. La primera incubadora de empresas en España, las pioneras ayudas a la creación de clúster o vanguardistas herramientas financieras convirtieron el caso vasco en objeto de estudio. Pero la nostalgia no puede llevarnos a olvidar que la empresa ferroviaria CAF acaba de crear una división, con sede en Beasáin, para impulsar empresas emprendedoras o que hace bien poco, en 2012, volvimos a ser los primeros de la fila en el Estado con la ley vasca de apoyo a las personas emprendedoras o por citar otro ejemplo  que  pymes vascas son capaces de auto-organizarse y crear plataformas de inversión como Emprendiza. La realidad es que no hemos dejamos de generar nuevas empresas de éxito, Eneko Knorr con su plataforma para crear videojuegos levantando fondos estos días en Silicon Valley o Sergio Chalbaud con su aplicación Fintonic anunciándose en prime time todas las noches en televisión, son la muestra de que el gen emprendedor sigue vivo en nuestra tierra.

El reciente informe de medición de la actividad emprendedora, Global Entrepreneurship Monitor (GEM), por cierto dirigido para toda España por un brillante investigador donostiarra de la Universidad de Deusto, Iñaki Peña, pone de manifiesto las carencias y fortalezas de los territorios de nuestro entorno europeo y nos ha de motivar para conseguir un efectivo ecosistema de apoyo al emprendimiento al estilo de Estados Unidos, Israel o el Reino Unido. Los mimbres los tenemos: universidades con historia y capacidad para generar conocimiento y egresar talento, administraciones públicas concienciadas, un tejido productivo implicado en su territorio y jóvenes con ideas disruptivas. Ahora el reto es, como dice el nombre del Instituto Vasco de Competitividad, impulsor del informe GEM en el País Vasco, “orquestar” todos esos agentes para que la música suene bien o traducido a términos económicos, haga posible que todas esas nuevas empresas se conviertan en solucionadoras de problemas y  generadoras de más riqueza y empleo para nuestro territorio.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de Deusto Business School.

domingo, 18 de octubre de 2015

Vivimos en un algoritmo

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico El Mundo el domingo día 18 de octubre 2015, en el suplemento Mercados)

Un algoritmo es lo que atacaron los hacker para hacer pública la sensible información de los clientes que querían ser infieles a sus parejas usando la web Ashley Madison. El algoritmo de tratamiento de los datos de los usuarios de Facebook ha sido puesto en cuestión estos días por el Tribunal de Justicia Europeo y no podrán transferirse informaciones personales de Europa a Estados Unidos. Wikipedia, con su algoritmo de búsqueda, me ha permitido conocer que este término tiene su origen en unos de los padres del álgebra, el matemático persa Al-Juarismi. La red social Twitter y su infalible algoritmo, hizo viral la noticia de cómo un pequeño grupo de investigadores había demostrado que los motores diésel de Volkswagen estaban trucados y le costó el cargo, en apenas unas horas, al presidente de la, entonces, primera compañía de automóviles del mundo. Jan Koum, un matemático ucraniano, ideó un algoritmo para Whatsapp que enterró en la historia los caros mensajes sms y hoy hace posible, por ejemplo, que yo pueda informar a mis alumnos, casi al segundo, de las últimas novedades en materia de innovación. Amazon, me salvó de no tener un regalo para el cumpleaños de mi mujer, con su algoritmo para encontrar y entregar en casa, en menos de 48 horas,  unas zapatillas de running japonesas. El algoritmo que permite que se cuelguen millones de fotos al día en Instagram hace que conozca un poco mejor las aficiones de mi propia hija. Con Google Maps no tendré que levantar la mano y parar un taxi para llegar hoy a mi hotel sino callejear durante diez minutos y encontrar una parada de autobús, algo únicamente posible por el logaritmo que actualizan diariamente cientos de programadores en la compañía de Mountain View.


No es nueva la influencia de la matemática en nuestras vidas, de hecho un algoritmo, entendiéndolo como un conjunto de órdenes que permiten realizar una actividad mediante pasos sucesivos, es lo que hemos usado siempre para resolver problemas cotidianos apoyándonos en divisiones o multiplicaciones. El cambio reside en que internet y la disrupción tecnológica han convertido a la programación informática y las ciencias de la computación en el “patrón oro” de nuestro tiempo. El algoritmo que está detrás de Airbnb le ha convertido en la primera empresa hotelera del mundo sin tener un solo establecimiento. Uber es hoy la más importante empresa de trasporte privado del planeta por un algoritmo que funciona en los cinco continentes para moverte por las grandes ciudades. La misma situación de liderazgo que disfrutan en sus respectivos sectores empresas como Amazon o Facebook sin tener ni tiendas físicas y ni una sola línea impresa en papel.

La buena noticia es que la democratización del acceso al conocimiento y a los nuevos medios de producción está consiguiendo no solo que las empresas de los emprendedores sean las más innovadoras sino, como nos recuerda en un reciente informe la Fundación Kauffman,  las únicas que crean empleo neto en Estados Unidos. Esas startups además  tienen por empleados y fundadores fundamentalmente a jóvenes STEM, es decir científicos, tecnólogos, ingenieros y matemáticos. Ellas, en solitario, suponen ya más del 60% de toda la I+D privada de los Estados Unidos.

No está de más recordar estos datos precisamente ahora que la OCDE nos ha puesto colorados con la precariedad y debilidad del mercado laboral español entre los más jóvenes. Hace unos años la Universidad de Nueva York alertó de las consecuencias de caer en la brecha tecnológica. Una sociedad dual, sin apenas clase media, con trabajadores hipercualificados en ciencia y tecnología en la cúspide, frente a una base de la pirámide con trabajo precario y en riesgo de exclusión repleta de empleados legos en tecnología.

La clave para evitar esos negros augurios la encontramos, de nuevo, en un algoritmo, en la matemática que los desarrolla y sobre la que se apoyan los avances técnicos. La ciencia, que nunca debió de abandonarse, nos permite entender mejor el mundo en que nos ha tocado vivir y también garantizará el empleo que disfrutarán nuestros hijos.

Iñaki Ortega es doctor en economía, Director de Deusto Business School y profesor de la UNIR


lunes, 5 de octubre de 2015

Los z

(este artículo fue publicado originalmente como post en socioseinversores.com el 5 de octubre de 2015)

X, y, z no son sólo las tres últimas letras del abecedario, son además el nombre de las generaciones de los que tenemos menos de cincuenta años. Todo empezó con el fotógrafo Robert Capa que escribió, después de las grandes guerras, sobre la generación desconocida, la x.  De ahí cogió el nombre el grupo de los nacidos entre los 60 y 70. Después vinieron los y, los millennials, que se hicieron mayores con el nuevo milenio de la mano de la crisis y la tecnología. Los z están ahora saliendo de las aulas.

Hace unos días con motivo de la aparición de un informe sobre los hábitos de los estudiantes, un periódico de tirada nacional ilustró la noticia con este titular: “Efecto pavoroso de los estímulos audiovisuales en la educación”. Se lanzaba la voz de alarma sobre el abuso que hacen los adolescentes de los dispositivos electrónicos, a la luz de un estudio realizado por académicos americanos que establecía una relación inversamente proporcional entre el número de horas que los estudiantes están expuestos a las cinco pantallas (tv, móvil, tableta, consola y PC)  y su rendimiento escolar. Al parecer, transcribo literalmente, “los alumnos adoptan hábitos lúdicos que penalizan el esfuerzo que supone, por ejemplo, leer un libro”.

No es el primer informe ni el último sobre este asunto.  Unas semanas antes, investigadores universitarios destacaban que más de la mitad de los menores, de 9 a 16 años, tienen un uso compulsivo del móvil.  Con preocupación, se ponía el acento en que los niños tienen acceso a internet ya con siete años y a los ocho, su primer móvil.

También hace más de dos siglos hubo en Inglaterra quienes alertaron contra los avances tecnológicos. Los luditas, fue un movimiento encabezado por artesanos  que atentaban contra las nuevas máquinas como los telares mecanizados  introducidos durante la Revolución Industrial en el Reino Unido, ya que reemplazaba a los trabajadores menos cualificados.

Y todavía más lejos de nuestros días, Miguel de Cervantes, hace más de 300 años, quiso reírse de otros agoreros que alarmaban de los efectos nocivos del exceso de lectura, coincidiendo con la popularización de la imprenta y el papel, inventándose al hidalgo Don Quijote, enfermo por ingesta de novelas caballerescas.
El lector podrá incluso llegar a identificar esa criminalización de las pantallas, por quienes parece que les cuesta tanto usarlas, con aquellos luditas que quemaban los nuevos telares industriales porque no sabían usarlos o los que satanizaban los best sellers de caballeros porque tampoco sabían escribirlos.
Todos esos que en el siglo XVII y en el XIX luchaban contra el paso del tiempo usaban argumentos  casi tan peregrinos como los que hoy arguyen esos informes que ven tantos peligros en los nuevos soportes tecnológicos. Leer novelas de caballeros no enloquece; los telares mecánicos no son instrumentos del mal; la comunicación social hoy no se entiende sin el móvil; estudiar, jugar y leer a través de una pantalla no te convierte en un patán. Son verdades que en cada momento histórico costó comprender precisamente por aquellos que no están en el corazón de los cambios, por edad, mentalidad o capacitación.

Los chicos y chicas que ahora están en las aulas han sido bautizados como la generación z.  Ellos son el corazón de la disrupción. Son la generación que nació con internet, es decir aquellos que vieron la luz entre 1994 y 2009. Han crecido entreteniéndose con los móviles de sus padres y para ellos las tabletas y  las consolas no tienen secretos. Lo que para nosotros es una experiencia innovadora,  como ojear un periódico digital, leer un libro en un kindle o escuchar música en spotify, para ellos es el soporte natural de esos contenidos. Y ahí está la clave, la tecnología es el medio no el fin y por eso yerran los que auguran catastrofistas fracasos escolares en los estudiantes de esta generación. La lectura es clave en la educación así como el cálculo o el dibujo, y lo seguirá siendo con independencia de que se lea en papel o en una pantalla; se hagan las operaciones matemáticas en calculadora o con excel; se dibuje con rotring o en autocad.

En una serie de entrevistas que desde Deusto Business School, en colaboración con otras entidades, hemos realizado a algunos representantes de esta generación z, Meriem El Yamri, una veinteañera desarrolladora y ganadora del concurso para estudiantes emprendedores de Junior Achievement, nos contó que le resulta chocante aprender con  libros de texto escritos por analfabetos tecnológicos. Luis Iván Cuende, hacker de 19 años  y emprendedor, defiende la informática y la tecnología como elementos claves de esta época y no como simples asignaturas incoherentes con el resto del currículo educativo. Rodrigo Fernández Touza, apenas superados los veinte años y ya consultor de Mckinsey, no entiende que si trabajaremos con móviles y ordenadores, estén prohibidos en las aulas. Por último Sara Izquierdo, Premio Nacional de Bachillerato 2015, apuesta por contenidos más prácticos en la enseñanza y defiende la tecnología como elemento acelerador del esfuerzo de los estudiantes.
Los primeros z en elegir carreras universitarias están aplicando estos consejos apostando por grados con alto componente tecnológico como las ingenierías. En el País Vasco, por ejemplo,  la titulación con nota de corte más alta, este curso, ha sido ingeniería con física desbancando a la histórica líder de este ranking, como era medicina. El dato se repite en el resto de España en los últimos años con el liderazgo de estudios que se han bautizado como STEM (science, tech, engineer and maths). Son ya muchos los analistas que lo usan para medir en los territorios el grado de inserción en la nueva economía a través del porcentaje de egresados en esas especialidades sobre el total de titulados.

El periódico The Guardian quiso analizar en un momento clave de demanda de información, el atentado a la sede de Charlie Hebdo en Paris, cómo llegaban sus lectores a las noticias que escribieron esos días. El resultado no deja lugar a dudas sobre los cambios que estamos viviendo: el 80% procedían de la red social Facebook.

No todo es color de rosa. Y es ahí donde puede disculparse la vehemencia de esos informes contra las pantallas. El peligro del exceso de individualismo y los casos patológicos de jóvenes en Japón enclaustrados en casa son conocidos, aunque anecdóticos. Más ciencia hay alrededor del sedentarismo, y las consiguientes consecuencias en la salud de únicamente jugar en el sofá y con una consola (aunque los avances en la tecnología de los videojuegos están empezando a convertir los salones de las casas con niños en polideportivos…)

Los jóvenes que hoy devoran las pantallas son miembros de la última generación. No porque vayan enloquecer como Don Quijote o embrutecerse por no leer signos en papel…sino porque, los miembros de la generación z, son los últimos de una época. Una era que está  muriendo mientras comienza otra donde la tecnología lo cambiará, lo está empezando a cambiar, todo: los empleos, las relaciones sociales, los viajes, las compras y también la educación. Serán la última generación en hacer las cosas de una determinada manera para empezar a hacerlas de otra muy diferente con la tecnología como aliado. Serán la última generación, también, porque al final y al cabo, la z, es la última letra del abecedario.

Iñaki Ortega es doctor en economía, director de Deusto Business School en Madrid  y profesor de la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja)

martes, 22 de septiembre de 2015

Los puentes de los millennials

(este artículo fue publicado originalmente en el número de Septiembre de 2015 de la revista ETHIC)

Hace unos meses visitó España el almirante con cuatro estrellas de la Marina de Estados Unidos  James G. Stavridis. El militar, ya retirado, dirigió hasta 2013 las operaciones mundiales de la OTAN como comandante supremo aliado y fue invitado por el visionario español Eugenio Galdón, para entregar los premios de emprendimiento de la Fundación Everis. A alguien le parecerá antagónico empezar esta reflexión sobre los millennials, con dos nombres propios, James y Eugenio, no solo porque son casi septuagenarios sino porque esa generación que apenas supera los 30 años comparte unos valores que aparentemente son contrarios al uso de la fuerza militar, pero si el lector tiene paciencia y aguanta hasta el final del artículo podrá quedarse tranquilo con los articulistas que elige la revista Ethic.

En Madrid, el almirante que dirigió operaciones de combate en el Golfo Pérsico durante la guerra de Iraq, habló al público convocado -entre los que estábamos profesores, directivos de empresas y  emprendedores- sobre ciberseguridad, el auge del extremismo, regímenes autoritarios y posibles pandemias. Pero más allá de estos asuntos, todos recordaremos cómo terminó su intervención con una fotografía del Pentágono, la inexpugnable sede del departamento de defensa americano en Arlington, Virginia. En ella podía verse el potente edificio, la mayor sede de oficinas del mundo en el que trabajan más de 25.000 militares,  unas horas después del ataque del 11 de septiembre de 2001, destruido totalmente por el impacto de un avión de American Airlines secuestrado por los terroristas de al-Qaeda. El laureado militar, señalando su despacho hecho cenizas, afirmó “los muros, como queda de manifiesto al ver este bunker derruido, no crean seguridad, solo los puentes, únicamente el soft power salvará al mundo”.

Durante mucho tiempo pensamos que solo las grandes actuaciones provocaban cambios. Una ley, una gran inversión, un cambio de gobierno o una alianza supranacional. Pero la nueva generación del milenio nos está demostrando que hoy los cambios ya no vienen de arriba abajo sino, como dicen los anglosajones, son bottom-up. El respetado economista venezolano Moisés Naim en su libro “El fin del poder” ha bautizado este cambio de escala de lo grande a lo pequeño como el auge de los micro poderes. Snowden o Assange poniendo en jaque a la CIA, unos inmigrantes  ucranianos con Whatsapp reventando el modelo de negocio de las “telcos”, o la economía colaborativa liderando el turismo mundial con las plataformas globales de intercambio de habitaciones son demostraciones palmarias de que hoy es posible cambiar desde abajo cualquier estructura.

Los millennials son los actores protagonistas de este nuevo paradigma donde todo es posible. Pero eso no quiere decir que sea un camino de rosas. La crisis que llegó en 2007 para no abandonarnos ha destruido las ilusiones de miles de jóvenes con sus tres jinetes del apocalipsis: el paro, la precariedad y el fracaso escolar. Sin embargo, esa situación, con el concurso de la disrupción digital, ha movido a los nacidos entre los años 80 y los 90 a buscar soluciones a la ingente cantidad de problemas. Los investigadores del MIT lo llamaron hace ya unos años «el gran desacople», la velocidad del cambio tecnológico deja atrás a demasiadas personas y está provocando que las soluciones no surjan a la misma velocidad que los problemas.

Los millennials están siendo pioneros en la irrupción de una nueva escala de valores que les lleva a no aceptar trabajar o consumir en contra de su ética. Quieren cambiar el mundo con sus startups o usando el emprendimiento social, dando soluciones nuevas a los viejos problemas de nuestra sociedad. Creen en la cooperación frente a la descarnada competencia. Su activismo les ha llevado a actualizar antiguos conceptos como la economía circular, el comercio justo o la lucha contra las corporaciones multinacionales para, con la ayuda de la tecnología y el emprendimiento, convertirlos en banderas a levantar. Hoy la defensa del medio ambiente a través del reciclaje está presente en el mundo del moda gracias a Mingo y Blanca con Madrid Fashion Show.  En Sevilla, Pedro ha reinventado el comercio justo con su red de descuentos para desempleados “tarifas blancas”Un ingeniero,  Manu, pasando por Ciudad Real, está pudiendo poner en marcha la primera impresora 3D portátil con el apoyo del programa de emprendimiento corporativo de Telefónica Open Futures.

Son los puentes que los jóvenes del milenio están construyendo para unir no solo generaciones diferentes sino hacer un planeta mejor. Un mundo millennial es un mundo donde se colabora aunque se compita, donde se acuerda aunque se discrepe, donde se crea y no destruye, donde se puede ser ecologista y emprendedor a la vez, donde el activismo toma forma de empresa, donde el poder no es absoluto y está compartido. Son esos puentes que el viejo militar norteamericano nos contó en la Casa de América en Madrid.


Iñaki Ortega es doctor en economía, profesor de la Universidad de Deusto y autor del libro “Millennials, inventa tu empleo” (ediciones UNIR)

lunes, 7 de septiembre de 2015

El político emprendedor

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico ABC  el día 6 de septiembre de 2015)

Son muchos los tópicos que han triunfado criticando nuestro sistema económico.  Uno de los errores más comunes a la hora de referirse al capitalismo es identificar esa forma de organizar‎ la economía con un sistema dominado por grandes empresas y poderes fácticos. En cambio, si analizamos los territorios más dinámicos del mundo con eficientes economías de mercado, como Dinamarca o Canadá, veremos que  disfrutan de lo que se ha venido a llamar  capitalismo emprendedor.

Alfred Marshall. allá por el 1890. situó a los emprendedores como el cuarto factor de producción por encima del capital, la tierra y el trabajo. Para este economista la actividad del empresario era clave como proveedor de bienes para la sociedad pero también como fuente de innovación y progreso. El austroamericano Schumpeter. dos décadas después. consideró a los emprendedores vehículos de innovación puesto que generan nuevos productos, nuevos métodos de producción, nuevos mercados y nuevas formas de organización. Gracias a estos dos autores hoy sabemos que no existe capitalismo sin los emprendedores ya que son el vehículo en que las ideas se implementan y por ello, los agentes más importantes en la creación de nuevos empleos,  lo que les ha convertido en el motor del desarrollo económico-social y del progreso en la nueva economía.

De hecho, en la literatura de la política económica, se considera la primera ley de apoyo a los emprendedores, la Sherman Antitrust Act de 1890 en los Estados Unidos de América, precisamente, porque pretendía luchar contra la existencia de unas pocas grandes corporaciones que impedían con su capacidad de decisión que surgiesen y creciesen nuevas y pequeñas empresas. 

En nuestro país, el encomiable trabajo, desde su creación en 2013, de la  Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) con el profesor Marín Quemada al frente, nos recuerda con su expedientes sancionadores contra los acuerdos colusorios de las grandes empresas, caiga quien caiga, que nuestra economía aun necesitaba reformas y  actuaciones públicas que defiendan a los propios empresarios.

‎La doctrina económica explica que la situación ideal para una economía es la de competencia perfecta, puesto que maximiza el bienestar de todos los agentes implicados. Sin embargo, y está podría ser la segunda más repetida mistificación respecto al capitalismo, son los impersonales y descarnados mercados los que deciden todo en nuestra economía. Nada más lejos de la realidad, lo más democrático es el funcionamiento de la economía de mercado, donde mediante el acuerdo entre  muchísimos oferentes y demandantes, se decide la asignación de los recursos. Y esa grandeza se alcanza siempre que se respeten las cuatro condiciones de la competencia perfecta, a saber, la no existencia de barreras de entrada ni de salida, la permanencia de un número elevado de productores que ofertan y consumidores que demandan y por último que todos esos dispongan de la misma información.  

Pero no solamente lo económico está abonado para los clichés. El sistema político de España, modelo estudiado en medio mundo con la Transición como paradigma, está padeciendo en los últimos tiempos los efectos de la demagogia. Nuestra democracia ha pasado a ser, al parecer, un cúmulo de imperfecciones. No obstante,  las condiciones para alcanzar el bienestar en una economía, que acabamos de ver, nos pueden servir de guía para chequear el estado de la política patria. 



Libertad de entrada y salida. La fácil irrupción de nuevos partidos políticos en nuestro país ‎con Podemos y Ciudadanos como máximos exponentes demuestra la buena salud de un sistema que no impide nuevos actores sino, al contrario, lo favorece. A su vez la salida de aquellos que no responden a las expectativas de los electores, como el previsible caso de UPyD, también da cuenta de un sistema que fomenta la excelencia porque nadie está libre de quedarse fuera si baja la guardia.

Muchos oferentes y demandantes. El estudio de los resultados de las últimas elecciones de ámbito estatal, las europeas de 2014, donde obtuvieron representación diez partidos políticos, destierra el runrún de un supuestos bipartidismo. A su vez solo en 2014 y 2015 la convocatoria de cuatro citas electorales: europeas, andaluzas, catalanas y generales, ‎constata un sistema que no se limita a encuestar a la población cada cuatro años. 

Igualdad de información. Acceso a los medios de comunicación y en segundo lugar capacitación para interpretar las demandas de los votantes  y actuar en consecuencia, podrían ser variables que nos ayuden con este último índice de la salud de nuestra democracia. Sin necesidad de grandes análisis puede afirmarse que  cualquier residente en nuestro país ha disfrutado de pluralidad en las apariciones de los agentes políticos en los mass media en los últimos tiempos, lo cual precisamente está ayudando a los buenos resultados que se esperan de los partidos emergentes.

Por último hay que destacar que somos un país donde el sector público tiene un peso muy importante. Nuestra Constitución, definiendo España como estado social y de derecho, marcó el camino de unas políticas públicas que fomenten la igualdad de oportunidades y luchen contra la exclusión. Hoy el gasto público supone en el entorno de la mitad de toda la riqueza generada en España en un año y pone de manifiesto que gestionar esa ingente cantidad de recursos exige, además de voluntarismo, capacitación. Implementar el destino de  500.000 millones de euros hace preciso cuadros con conocimiento de las herramientas para su gestión. Dominio de las políticas públicas, manejo de los ratios de evaluación, aprendizaje de las mejores prácticas mundiales, seguimiento de las últimas tendencias,…La experiencia en el mundo privado sin duda es un ventaja para ello y también la capacidad de estudio de los profesionales que proceden de la universidad, pero no es suficiente para enfrentarse a  esa ingente cantidad de recursos y sobre todo a las altas expectativas de la ciudadanía. El sector público tiene sus propias reglas y lo que puede hacerse sin problemas en una empresa es inviable así como lo que aguanta un informe académico, en la administración no supera el primer control.

Esto no quiere decir que los asuntos públicos hayan de dejarse en manos de altos funcionarios públicos sino que tenemos que ser capaces de hibridar lo mejor de esos mundos: el activismo político, la innovación empresarial y el rigor de la función pública. Hace unos años el economista americano Holcombe introdujo el concepto económico de emprendimiento en la política y definió  el político emprendedor como aquel que está siempre alerta para captar oportunidades que le permitan conseguir la eficiencia en las actuaciones públicas y la consecución de la redistribución de la riqueza.

La propia Real Academia de la Lengua al definir la palabra competencia con dos acepciones claramente diferenciadas nos ha dado la pauta a seguir en los próximos tiempos. Tenemos que competir, rivalizar por ganar, por ser mejores y por poder poner en marcha nuestras ideas pero tenemos que hacerlo con las competencias, aptitudes y pericias adecuadas.




Iñaki Ortega es profesor de Deusto Business School y Marta Muñiz es profesora de ICADE Business School. Estas dos universidades imparten conjuntamente el PLPE, programa de liderazgo público en emprendimiento e innovación, en el que se han  matriculado políticos de los cuatro grandes partidos españoles.