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domingo, 19 de mayo de 2019

Nos mandan unos pocos

(este artículo se publicó originalmente el día 19 de mayo de 2019 en el diario 20 minutos en la sección de opinión)


Son pocos. De hecho nunca hubo tan pocos. Solamente siete millones de españoles sobre una población de 46 millones. En diez años se ha reducido su cifra en más de un 30%. Pero cada vez tienen más influencia. La publicidad y la música se hace para ellos. La tecnología, por supuesto, pero también tus gustos, aficiones o hasta la ropa que compras está pensada para ellos. Son la generación z: aquellos  chicos y chicas nacidos a partir de 1994, año en el que comenzó el despliegue masivo de internet. 

Pero cómo es posible que influyan tanto si jamás en la historia de nuestro país ha habido tan pocos veinteañeros como ahora. Cómo se entiende que nunca antes la riqueza estuvo tan concentrada en los mayores de 60 años pero los que dictan el futuro son los más jóvenes, precisamente los que menos dinero tiene. 


La respuesta está en la tecnología. Los chavales de menos de 25 años son los primeros que se encuentran con internet desde el comienzo de sus vidas. Para los demás es algo que nos pilló mayores. Los z, gracias a internet, se han acostumbrado a no depender tanto de padres y profesores para adquirir conocimientos, a recibir cantidades ingentes de datos y a discriminarlos con arreglo a su propio criterio. Por ello, la capacidad para organizar y transmitir la información de estos jóvenes es extremadamente flexible y compartida, lo que les hace estar muy preparados para ser  ciudadanos en la era digital y ocupar las nuevas profesiones que están surgiendo.

Un reciente informe de Deusto Business School y la consultora Atrevia puso de manifiesto cuatro hábitos que definen a los más jóvenes en cuanto a su consumo. El primero, la compra de productos low cost y de uso efímero. Segundo, la red de redes como el lugar donde mayoritariamente fijan opinión sobre qué comprar. En tercer lugar, el rastreo intensivo de la web para obtener el mejor precio y oferta. Por último, el llamado shoowrooming o la compra por internet tras la búsqueda en tiendas físicas.

Si repasas las cuatro tendencias anteriores verás que tú también, aunque no tengas menos de 24 años, las practicas. Compras por la noche con el móvil algo que allí mismo te han recomendado; cada vez más, esos productos que adquieres,  son más baratos porque tienes la capacidad de encontrar entre una amplísima oferta el mejor precio; además no tienes problemas alguno para luego cambiarlos en una tienda física si no te gustan.

Todos nos hemos contagiado de la forma de comprar de esta generación tan pequeña en número pero con arrolladora personalidad. Si eso ha pasado con el consumo, dejo a tu reflexión, si también está impactando en otras facetas de nuestra vida y si siempre es para bien.



domingo, 21 de enero de 2018

La letra que mide la alta capacidad

(este artículo fue publicado originalmente el día 19 de enero de 2018 en la revista Claves de Comunicación)

Cada año generamos más contenidos que todos los que se habían creado en 2.000 años de civilización. Recientemente, unos científicos cuantificaron la información disponible. Para medir esa ingente cantidad de información usaron zettabytes. Si no sabes qué es un zettabyte no pasa nada, quédate con que es sinónimo de alta capacidad. El prefijo de los zettabyte coincide con el nombre con el que se conoce a la cohorte de chicos y chicas educados con internet en sus hogares. Es decir, la llamada generación z, los nacidos a partir de 1994, fecha consensuada por los informáticos como el inicio del internet moderno. Irreverentes, inmediatos, son toda una incertidumbre para las marcas y empleadores, pero también para sus padres y profesores. Un zettabyte es un 1 byte seguido de 21 ceros. Está demostrado que a partir de cierta cantidad de ceros nuestra mente es incapaz de poner en perspectiva una cifra tan elevada. Si no entiendes los zettabytes pero tampoco a tus colegas de trabajo y clientes más jóvenes te animamos a que leas nuestro nuevo libro sobre la generación z.

“Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para entrar en el mundo del saber”. La frase, atribuida a Eisntein, no fue nunca tan cierta como con la generación que ha dejado antiguos a los millennials. Los chicos y chicas que hoy tienen veinte años no han considerado la tecnología como una asignatura, a diferencia de los que superamos la treintena. Para ellos, los conocimientos técnicos en programación, por citar un ejemplo, no suponen una obligación sino una expresión del mundo en el que se desenvuelven desde que tienen uso de razón. Si quieres comunicarte con ellos has de hablar su idioma, y su idioma hoy es la tecnología. Los expertos insisten en que entre 2030 y 2050 la ficción se hará realidad y la inteligencia artificial superará al ser humano. La automatización está penetrando en actividades tan humanas como el razonamiento o la percepción, desplazándose, por tanto, desde el sector manufacturero al de servicios. El blockchain dejará sin trabajo a los notarios. Los chatbots están ya vaciando de personal los departamentos de atención al público. La impresión aditiva cambiará la vida de las factorías. Por ello y volviendo al principio de esta brve reflexión basta con que recuerdes que zettabytes es una medida para almacenar datos y que además sus primeras letras son el apelativo con el que se conoce a una nueva generación. Ambos, esa medida y esos jóvenes son sinónimos de altas capacidades y ambos no se explican sin la importancia de los cambios tecnológicos. Así que no habrá más remedio que abrazar la tecnología de la mano de la nueva generación de clientes, empleados y ciudadanos.

Nuria Vilanova es presidenta y fundadora de ATREVIA

Iñaki Ortega es profesor y director de DEUSTO BUSINESS SCHOOL

martes, 14 de junio de 2016

Los millennials se han hecho mayores

(este artículo fue publicado originalmente en la revista Bez el 13 de junio de 2016)

Cuando creías que ya lo sabías todo porque te enteraste que los millennials no son lectores empedernidos de la saga de novelas Millennium de Stieg Larsson, ha aparecido una nueva generación, la llamada generación z, que te ha vuelto a dejar anticuado.

‎Los millennials también conocidos como la "generación y" son aquellos jóvenes nacidos entre finales de los setenta y mediados de los noventa del siglo pasado; su diferente forma de comportarse como empleados y consumidores hizo sonar todas las alarmas en las grandes empresas de medio mundo. Se les ha analizado desde todos los puntos de vista: cómo viajan, qué leen, si ahorran o no, su ocio, qué estudian y hasta qué comen. Pero el tiempo pasa inexorablemente también para esos jóvenes y ya está aquí la siguiente generación, son los nacidos entre 1994 y 2010. Y de nuevo son objeto de estudio porque como reza la sexta acepción de la palabra generación en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, son una cohorte de edad que han recibido una misma educación e influjos culturales que les ha hecho tener unos comportamientos afines.

La generación z, a diferencia de los millennials, se han educado y socializado con internet absolutamente desarrollado en sus casas y en los móviles de sus padres, con libre acceso para ellos desde que tienen uso de razón: son los verdaderos nativos digitales. En la red han encontrado respuestas a sus preguntas sin recurrir a padres o profesores y eso les ha llevado a ser autodidactas frente a la obsesión de los títulos académicos de la “generación y”.  A un clic tienen acceso a todo el conocimiento del mundo y además de la mejor forma que nunca antes se había dado: los tutoriales han jubilado las clases magistrales. Es por ello fácil de entender su irreverencia con la autoridad ya sea paterna, docente o incluso profesional. Poner en cuestión lo que dicen sus mayores ya no es un rasgo de inmadurez sino que es la forma de ser de una generación que sabe que domina las herramientas de la nueva economía y del nuevo mundo que ellos van a liderar.

Trabajar es un medio y no un fin en sí mismo, de modo y manera que a lo largo de su vida serán freelance, otras veces  trabajadores por cuenta ajena ‎y también buscarán meses sabáticos para disfrutar de un ocio cada vez más barato. Recientemente hemos conocido la encuesta a realizada a 8000 jóvenes por GAD3 con la Fundación Axa, los universitarios españoles quieren emprender cuando terminen de estudiar y por primera vez es una opción que compite con trabajar en una gran empresa o ser funcionario. Esa precocidad para el emprendimiento contrasta con los millennials que esperaban a tener experiencia y bastante más de 30 años para crear su primera empresa según nos dice el informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM).

La inmediatez es también rasgo característico de estos adolescentes aprendida en su uso compulsivo de redes sociales y en la capacidad de las nuevas multinacionales, las llamadas GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) a responder rápida y eficazmente a sus demandas.


Esta generación ha dejado obsoleto el lema de la innovación de estos años "think out the box" porque la caja del conocimiento se ha roto, se ha dispersado libremente por la red y los jóvenes que están saliendo de las universidades tendrán que construir su propia caja‎, elegir e hibridar sus conocimientos y ser polímatas, tener varias habilidades. No es ciencia ficción y hoy ya para ser periodista hay que saber de tecnología como nos recuerda la revista Forbes y los periódicos de Vocento que ya utilizan robots para muchas de sus informaciones. Los nuevos abogados y consultores además de leyes y economía tendrán que dominar el mundo del hacking y las nuevas monedas basadas en la tecnología blockchain. ‎Agricultores que aplicarán algoritmos para que sus tractores sean autónomos o banqueros que utilizan la robótica para invertir el dinero de sus clientes. Qué decir de los profesores que ya estamos cambiando la tiza por las flipped classroom y los MOOCs.

Estos cambios se notan ya en las empresas. En poco tiempo hemos pasado de grandes corporaciones exigiendo a sus empleados la trasformación digital,  a trabajadores de la “generación z” exigiendo a sus empresas herramientas para poder aplicar todo su talento de nativos digitales. En plena década del masivo desempleo juvenil uno de los grandes problemas es la atracción y retención del nuevo talento. Los estadísticos e informáticos tienen tasas de empleabilidad total y los dobles grados en matemática y física han arrasado este año entre los chavales que quieren empezar la universidad.

Vivimos tiempos ‎de cambios rápidos y profundos así que si todavía crees que estás a la última porque has aprendido a usar Facebook y estas enganchado a Whastapp… te recomiendo que hables con chicos y chicas que están estudiando en la universidad ahora mismo, así lo hemos hecho en Deusto Business School y Atrevia en nuestra reciente investigación "Generación z. La última generación". Te sorprenderá saber que para ellos Facebook es cosa de padres porque “lo que de verdad funciona es Snapchat”.


Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de Deusto Business School, en 2014 publicó el libro ”Millennials, inventa tu empleo” (Ediciones UNIR)

lunes, 23 de mayo de 2016

El Mundo se mueve

(este artículo se publicó originalmente en el periódico EL MUNDO el día 22 de mayo de 2016)

En el mes de mayo la asociación gallega de la empresa familiar celebró en Santiago de Compostela su XVI Asamblea. Consolidados empresarios que representan cerca del 20% del PIB regional  y de sectores tan variados como el transporte, la banca, el agroalimentario, la siderurgia o el gran consumo se reunieron presididos por un sugerente lema: el mundo se mueve.
La idea de que la Tierra se mueve alrededor del Sol no fue completamente asumida hasta el siglo XVI gracias a un modelo matemático  presentado por el astrónomo Nicolás Copérnico que a su vez se apoyó en observaciones hechas con un telescopio unos años antes por el “padre de la ciencia”, el italiano Galileo Galilei. La Tierra no solo se mueve alrededor del Sol -traslación- en una órbita que da la vuelta completa en 365 días sino que también  lo hace sobre su propio eje -rotación- siendo un giro completo 24 horas. Estos dos movimientos dan lugar a las estaciones pero también al día la noche que guían la actividad en la Tierra desde tiempos inmemoriales. La Grecia Clásica estudió estos fenómenos desde siglos antes de Cristo pero tuvo que ser el científico polaco Copérnico, muchísimos años después, en pleno Renacimiento, quien lograse demostrarlo.
Que el mundo de la empresa se está moviendo en este momento es tan obvio como el día y la noche. Que todos los sectores de la economía están siendo reinventados por las innovaciones de los emprendedores con el impulso de la tecnología, es algo evidente como lo es diferenciar el verano del invierno en Nueva York. Pero al igual que la astronomía necesitó una teoría matemática que lo certificase, la economía y las empresas incumbentes necesitan rápidamente  de un modelo que les convenza que su mundo también se está moviendo y de un modo profundo, antes de que los cambios se lleven por delante sus empresas y sus viejas teorías.
En la ciencia económica llamamos modelo  a una representación simplificada de la realidad, que ayuda a la comprensión de sistemas reales más complejos. A la espera de que llegue el Copérnico de la economía de la empresa, la humilde aportación del profesor firmante de este artículo es fácil de explicar porque es meramente descriptiva. La disrupción de la tecnología ha permitido acceder, de modo universal, a todo el conocimiento acumulado a lo largo de la historia y ponerlo a disposición de los emprendedores que se han empoderado  ideando nuevos productos y servicios, nuevos modelos de negocio y hasta de consumo.
En la venta minorista con el e-commerce, en la música con las descargas online, en el turismo y el transporte con la economía colaborativa, en la automoción con los coches conectados, en la industria con la tercera revolución también conocida como el internet industrial, en la energía con las baterías autónomas en muy breve espacio de tiempo, en los medios de comunicación con las redes sociales y los robots de noticias, en la banca y los seguros con fintech e insurtech respectivamente, en la educación superior con los nuevos agentes online y los MOOCs, en el sector primario con el agrotech que tiene ya robots-tractores funcionando en los campos vallisoletanos, en los despachos de abogados que ven como la e-litigation ha conseguido resolver sin su intermediación más de 60 millones de casos en Estados Unidos, incluso en el mundo del trabajo las discusiones sobre las reformas laborales se quedan obsoletas con la llegada de los nuevos empleos que, como nos recuerdan en el Foro Económico Mundial, ni siquiera atisbamos la cantidad de nuevas profesiones que surgirán en los próximos años.
En Galicia, esos empresarios familiares reunidos para hablar de un mundo en movimiento, demostraron que a pesar de estar muchos de ellos en la tercera generación y alguno superar los 80 años, siguen teniendo el olfato de sus antepasados para saber detectar las oportunidades.
En la historia de la astronomía se enfrentaron el geocentrismo, que colocaba en el centro a la Tierra y el heliocentrismo, según el cual la Tierra y los planetas se mueven alrededor del Sol  que está en el centro del Universo. Tenemos que aprender del pasado de esta ciencia y no convertir el momento tan importante que vivimos en la economía,  en una lucha entre los empresarios y los emprendedores, entre los que están   -incumbentes- y los que llegan dando guerra –insurgentes-. Ni la economía gira solo alrededor de los empresarios ni tampoco únicamente alrededor de los emprendedores. Ni emprender es, como decía el fundador de la CNN Ted Turner, “lo que dicen que hacen nuestros hijos cuando están en paro” ni los empresarios usan chistera y puro para pisotear a los trabajadores.  La economía y nuestro mundo se mueven porque hay ideas que se ponen en marcha gracias a innovadores que puedes ser empresarios o emprendedores. Vivimos en un momento inédito en el que nunca fue tan fácil poner en marcha las ideas. Conciliando la fuerza de las empresas ya establecidas y el vigor de los nuevos agentes conseguiremos solucionar viejos problemas y así el mundo seguirá moviéndose pero además lo hará en la buena dirección.



Iñaki Ortega es director de Deusto Business School en Madrid y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja.

viernes, 22 de abril de 2016

Aquí hay dragones

(este artículo fue publicado originalmente en el número de abril de 2016 de la revista  Diario 16)


El primer globo terráqueo que incluyó el continente americano data de 1507, es uno de las tres representaciones más antiguas que se conservan de nuestro planeta y se conserva en la Biblioteca Pública de Nueva York. El Globo de Hunt-Lenox, que toma su nombre de los dos restauradores norteamericanos que lo descubrieron en Francia y finalmente lo exhibieron en Estados Unidos, es también el único mapa histórico que contiene literalmente la mítica expresión en latín hic svnt dracones. “Aquí hay dragones”, es una frase utilizada a lo largo de la historia para referirse a territorios inexplorados o peligrosos. Tiene su origen en la costumbre medieval de poner en los mapas criaturas mitológicas, en los territorios aún sin explorar.

Vivimos un momento en el que el progreso tecnológico se ha acelerado. Las predicciones de la ley de Moore se han ido cumpliendo fielmente desde que en 1965 las formuló el fundador de Intel. La capacidad de computación de los chips se ha duplicado y a su vez el precio de esos procesadores se ha dividido por dos,  todos los años desde la década setenta. Ya nos estamos beneficiando de todo ello y hoy es más fácil y barato que nunca acceder a la educación, viajar, comprar, financiar tu nueva empresa o denunciar las injusticias. De hecho son numerosos los expertos que auguran que estamos muy cerca de la llegada de la llamada “singularidad”. Se entiende por ese término el advenimiento de una super-inteligencia artificial que superará la capacidad intelectual de los humanos y por tanto el control que tenemos sobre ella. Los buscadores, el big data o el internet de las cosas, nos ponen en la pista de que ese momento no está tan lejano.

Por ello, parece que queda ya  poco por descubrir en nuestro mundo, ya no hay dragones que temer, ni territorios ni especialidades sin explorar. Avanzamos hacia un mundo donde nos dicen que todas las enfermedades podrán curarse y el desarrollo llegará a todos los territorios. Pero conviene recordar que solo tenemos identificados el dieciséis por ciento de los seres vivos del planeta o que de los 6300 kilómetros de radio de la tierra solo hemos penetrado en los primeros catorce. O que muy cerca de nuestras fronteras el hambre, el frio y la injusticia campa a sus anchas. En nuestras propias ciudades la violencia de género, el racismo o la relativización del terrorismo perviven por mucho smartphone que tengamos en nuestros bolsillos. Es verdad que la tecnología,  ha avanzado exponencialmente pero como acuñaron en el Massachusetts Institute of Technology nuestro mundo vive en un «gran desacople». La intensidad del cambio tecnológico está provocando que las soluciones no surjan a la misma velocidad que los problemas. Muy cerca nuestro siguen habitando dragones y tenemos que promover las armas para luchar contra ellos.

La revista The Economist hace unos meses publicó un artículo en el que hablaba de una batalla económica en este momento entre los llamados insurgentes y los incumbentes. La tesis final era que solo trabajando juntos estos últimos, es decir las viejas empresas, con los emprendedores, que se comportan como insurgentes en las industrias que operan reventando las obsoletas estructuras, conseguiremos mejores y más baratos bienes y servicios. Precisamente Deusto Business School ha presentado estos días un informe sobre los jóvenes que están saliendo de las universidades. La generación z ha tomado el relevo a los millennials y tiene esas armas para vencer a los dragones. Un carácter multicultural  a la vez que irreverente, porque pone en cuestión lo establecido. Son autodidactas, no obstante no dejarán nunca de estudiar y de preocuparse por lo que sucede a su alrededor. Son los primeros en aplicar el “pensamiento lateral”, en desafiar la ortodoxia y buscar inspiración y alianzas con especialidades aparentemente alejadas que permiten llegar mucho más lejos a la hora de solucionar problemas. Abogados tecnólogos, médicos ingenieros, químicos artistas, comerciantes expertos en computación, misioneros directivos de empresa… serán lo habitual como lo es ya que el Premio Nobel en Economía sea matemático.

Por desgracia quedan demasiados dragones viviendo en nuestro mundo, la crisis de los refugiados o el terrorismo yihadista nos lo recuerda casi cada día, la esperanza está en que esa tecnología que avanza tan rápido combinada con el carácter de las nuevas generaciones y las reformas que debemos impulsar el resto de los habitantes del planeta, nos permitan conseguir un mundo más humano.

Iñaki Ortega es doctor en economía y director de Deusto Business School en Madrid.

NOTA: Este artículo fue inspirado y pensado por Daniel Martín, investigador e innovador del Grupo Correos


miércoles, 10 de febrero de 2016

Inconformismo

(este artículo se publicó en el periódico El Economista el día 10 de febrero de 2016)

Vivimos tiempos exponenciales. Todo va cada vez más rápido, la Humanidad atesora más y más conocimiento, la información fluye con una velocidad inimaginable hace apenas unos pocos años. A finales de los años sesenta, en California, varios científicos lograron conectar la primera red de computadoras en tres universidades, dando origen al internet que hoy conocemos. Casi al mismo tiempo y en la misma localización un joven tecnólogo llamado Gordon Moore formuló una ley que no ha dejado de cumplirse desde entonces. Su augurio, la conocida “ley de Moore”, alertaba que cada año la capacidad de los microprocesadores se doblaría, a su vez anualmente el precio de esos chips sería la mitad. Internet y tecnología “buena, bonita y barata” son las claves del momento que está permitiendo universalizar el acceso al conocimiento y al capital como nunca antes. Por primera vez en la historia los emprendedores tienen en sus manos las armas para cambiar el mundo.

Pero a pesar de lo anterior los problemas a nuestro alrededor son más grandes que nunca. El desempleo, la exclusión social, el terrorismo o la violencia de género por citar solo algunos. Y aunque en los últimos meses en España parece que solo atendemos a la crisis política, en una suerte de tregua mediática sobre la recesión económica, pocos expertos dudan que todavía queda mucho camino de esfuerzos y reformas por delante, para recuperar los niveles de bienestar de hace diez años.

Revelarse contra las injusticias, sin duda, está en las motivaciones de los llamados emprendedores sociales. En un reciente informe de Ashoka, se pone de manifiesto como la innovación social de estas personas es capaz de cambiar políticas nacionales y resolver problemas que parecían insalvables. Satyarthi en  la India luchando contra el trabajo infantil, Weetgens entrenando a ratas para detectar tuberculosis o minas antipersona. Jimmy Wales con Wikipedia, democratizando la información y abriendo las puertas al conocimiento colaborativo. Son todos ejemplos de cómo el inconformismo acompañado de talento, hoy, permite un mundo mejor.

De hecho, en los últimos años la llamada generación Y, los nacidos entre finales de los años setenta y finales de los ochenta, han ido cambiando todas las industrias con sus startups. Las finanzas, los medios de comunicación, el ocio o el trasporte están mejorando gracias a sus ideas disruptivas. Los millennials no quieren trabajar en grandes compañías, prefieren probar fortuna y crear ellos mismos las empresas de éxito del futuro, lo que está aportando una gran cantidad de nuevos emprendedores que están refundando los negocios hacia la llamada economía digital. En un mundo en el que muchas cosas son gratis o muy baratas, el tiempo y coste de transformar una idea en una realidad se ha reducido enormemente, lo cual permite a los emprendedores testar rápidamente en el mercado sus productos o servicios con prototipos de bajo coste sin hipotecar el resto de su vida. El salto al vacío que supone lanzar cualquier empresa se suaviza con el paracaídas de la tecnología que permite emprender en pequeño pero pensando a lo grande y sin grandes desembolsos. Esta nueva manera de ver las cosas, basadas en el inconformismo e inmediatez, está igualmente transformando la forma en la que las corporaciones  buscan crear valor, a través de la llamada innovación abierta que ha acelerado procesos de cambio en todo los sectores de la economía.

Ese inconformismo que se percibe en la sociedad y la economía proviene de personas que se salen fuera de la dinámica de la comodidad y que prefieren buscar nuevas formas de pensar y hacer. En un estudio reciente de la Universidad de Deusto sobre la generación z, llamada así porque son aquellos jóvenes que  van detrás de los millennials, nacidos entre mediados de los noventa y la primera década del nuevo siglo, son el grupo con mayores posibilidades de informarse y de transmitir información, de desarrollar proyectos de toda índole gracias a su conectividad global, de expresar su creatividad y de colaborar en proyectos sin que las distancias supongan una barrera.

Y es en el tratamiento de la información en lo que encontramos una de las mayores diferencias intergeneracionales. La Generación Z no ha sido entrenada para reconocer el principio de autoridad de los emisores de información. Han crecido en un entorno igualitario en el que todo tipo de voces discordantes tienen igual altavoz. Dan igual jerarquía a todos los emisores. Y a la vez, entienden la información como algo modificable y fusionable, y no conocen límites a la hora de transmitir información de forma masiva. Todo ello, unido a la masiva cantidad de información que reciben puede paradójicamente llevarles a ser una generación más desinformada en términos objetivos que la anterior.

Pero, en definitiva, estamos ante una generación que, con las oportunidades adecuadas, está en disposición de mejorar el mundo y sacar lo mejor del imparable desarrollo tecnológico. Están más preparados para trabajar globalmente en equipo, para aportar y trabajar en entornos diversos, para innovar y emprender desde su propia experiencia. Son tolerantes y más éticos y generosos por naturaleza, más abiertos a compartir el conocimiento y defensores del acceso generalizado a la información. Son conscientes de que deberán estar aprendiendo toda su vida, y de que es posible aprender de todo y de todos. El mundo, muy pronto, estará en sus manos. Su inconformismo hará posible un mundo mejor.

Iñaki Ortega es profesor, director de Deusto Business School


Pedro Irujo es consultor, Vicepresidente de Neoris

lunes, 5 de octubre de 2015

Los z

(este artículo fue publicado originalmente como post en socioseinversores.com el 5 de octubre de 2015)

X, y, z no son sólo las tres últimas letras del abecedario, son además el nombre de las generaciones de los que tenemos menos de cincuenta años. Todo empezó con el fotógrafo Robert Capa que escribió, después de las grandes guerras, sobre la generación desconocida, la x.  De ahí cogió el nombre el grupo de los nacidos entre los 60 y 70. Después vinieron los y, los millennials, que se hicieron mayores con el nuevo milenio de la mano de la crisis y la tecnología. Los z están ahora saliendo de las aulas.

Hace unos días con motivo de la aparición de un informe sobre los hábitos de los estudiantes, un periódico de tirada nacional ilustró la noticia con este titular: “Efecto pavoroso de los estímulos audiovisuales en la educación”. Se lanzaba la voz de alarma sobre el abuso que hacen los adolescentes de los dispositivos electrónicos, a la luz de un estudio realizado por académicos americanos que establecía una relación inversamente proporcional entre el número de horas que los estudiantes están expuestos a las cinco pantallas (tv, móvil, tableta, consola y PC)  y su rendimiento escolar. Al parecer, transcribo literalmente, “los alumnos adoptan hábitos lúdicos que penalizan el esfuerzo que supone, por ejemplo, leer un libro”.

No es el primer informe ni el último sobre este asunto.  Unas semanas antes, investigadores universitarios destacaban que más de la mitad de los menores, de 9 a 16 años, tienen un uso compulsivo del móvil.  Con preocupación, se ponía el acento en que los niños tienen acceso a internet ya con siete años y a los ocho, su primer móvil.

También hace más de dos siglos hubo en Inglaterra quienes alertaron contra los avances tecnológicos. Los luditas, fue un movimiento encabezado por artesanos  que atentaban contra las nuevas máquinas como los telares mecanizados  introducidos durante la Revolución Industrial en el Reino Unido, ya que reemplazaba a los trabajadores menos cualificados.

Y todavía más lejos de nuestros días, Miguel de Cervantes, hace más de 300 años, quiso reírse de otros agoreros que alarmaban de los efectos nocivos del exceso de lectura, coincidiendo con la popularización de la imprenta y el papel, inventándose al hidalgo Don Quijote, enfermo por ingesta de novelas caballerescas.
El lector podrá incluso llegar a identificar esa criminalización de las pantallas, por quienes parece que les cuesta tanto usarlas, con aquellos luditas que quemaban los nuevos telares industriales porque no sabían usarlos o los que satanizaban los best sellers de caballeros porque tampoco sabían escribirlos.
Todos esos que en el siglo XVII y en el XIX luchaban contra el paso del tiempo usaban argumentos  casi tan peregrinos como los que hoy arguyen esos informes que ven tantos peligros en los nuevos soportes tecnológicos. Leer novelas de caballeros no enloquece; los telares mecánicos no son instrumentos del mal; la comunicación social hoy no se entiende sin el móvil; estudiar, jugar y leer a través de una pantalla no te convierte en un patán. Son verdades que en cada momento histórico costó comprender precisamente por aquellos que no están en el corazón de los cambios, por edad, mentalidad o capacitación.

Los chicos y chicas que ahora están en las aulas han sido bautizados como la generación z.  Ellos son el corazón de la disrupción. Son la generación que nació con internet, es decir aquellos que vieron la luz entre 1994 y 2009. Han crecido entreteniéndose con los móviles de sus padres y para ellos las tabletas y  las consolas no tienen secretos. Lo que para nosotros es una experiencia innovadora,  como ojear un periódico digital, leer un libro en un kindle o escuchar música en spotify, para ellos es el soporte natural de esos contenidos. Y ahí está la clave, la tecnología es el medio no el fin y por eso yerran los que auguran catastrofistas fracasos escolares en los estudiantes de esta generación. La lectura es clave en la educación así como el cálculo o el dibujo, y lo seguirá siendo con independencia de que se lea en papel o en una pantalla; se hagan las operaciones matemáticas en calculadora o con excel; se dibuje con rotring o en autocad.

En una serie de entrevistas que desde Deusto Business School, en colaboración con otras entidades, hemos realizado a algunos representantes de esta generación z, Meriem El Yamri, una veinteañera desarrolladora y ganadora del concurso para estudiantes emprendedores de Junior Achievement, nos contó que le resulta chocante aprender con  libros de texto escritos por analfabetos tecnológicos. Luis Iván Cuende, hacker de 19 años  y emprendedor, defiende la informática y la tecnología como elementos claves de esta época y no como simples asignaturas incoherentes con el resto del currículo educativo. Rodrigo Fernández Touza, apenas superados los veinte años y ya consultor de Mckinsey, no entiende que si trabajaremos con móviles y ordenadores, estén prohibidos en las aulas. Por último Sara Izquierdo, Premio Nacional de Bachillerato 2015, apuesta por contenidos más prácticos en la enseñanza y defiende la tecnología como elemento acelerador del esfuerzo de los estudiantes.
Los primeros z en elegir carreras universitarias están aplicando estos consejos apostando por grados con alto componente tecnológico como las ingenierías. En el País Vasco, por ejemplo,  la titulación con nota de corte más alta, este curso, ha sido ingeniería con física desbancando a la histórica líder de este ranking, como era medicina. El dato se repite en el resto de España en los últimos años con el liderazgo de estudios que se han bautizado como STEM (science, tech, engineer and maths). Son ya muchos los analistas que lo usan para medir en los territorios el grado de inserción en la nueva economía a través del porcentaje de egresados en esas especialidades sobre el total de titulados.

El periódico The Guardian quiso analizar en un momento clave de demanda de información, el atentado a la sede de Charlie Hebdo en Paris, cómo llegaban sus lectores a las noticias que escribieron esos días. El resultado no deja lugar a dudas sobre los cambios que estamos viviendo: el 80% procedían de la red social Facebook.

No todo es color de rosa. Y es ahí donde puede disculparse la vehemencia de esos informes contra las pantallas. El peligro del exceso de individualismo y los casos patológicos de jóvenes en Japón enclaustrados en casa son conocidos, aunque anecdóticos. Más ciencia hay alrededor del sedentarismo, y las consiguientes consecuencias en la salud de únicamente jugar en el sofá y con una consola (aunque los avances en la tecnología de los videojuegos están empezando a convertir los salones de las casas con niños en polideportivos…)

Los jóvenes que hoy devoran las pantallas son miembros de la última generación. No porque vayan enloquecer como Don Quijote o embrutecerse por no leer signos en papel…sino porque, los miembros de la generación z, son los últimos de una época. Una era que está  muriendo mientras comienza otra donde la tecnología lo cambiará, lo está empezando a cambiar, todo: los empleos, las relaciones sociales, los viajes, las compras y también la educación. Serán la última generación en hacer las cosas de una determinada manera para empezar a hacerlas de otra muy diferente con la tecnología como aliado. Serán la última generación, también, porque al final y al cabo, la z, es la última letra del abecedario.

Iñaki Ortega es doctor en economía, director de Deusto Business School en Madrid  y profesor de la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja)

sábado, 9 de mayo de 2015

Atención a los millennials

(este artículo fue publicado originalmente en los periódico El Correo y Diario Vasco el día 7 de mayo de 2015)

La generación del milenio representa las actitudes y habilidades propias del contexto del tercer milenio. Los jóvenes que tienen entre veintitantos y treinta y tantos años - los millennials – se están desarrollando profesionalmente en un contexto muy complejo y novedoso. Por una parte, la larga crisis les ha inducido a desarrollar actitudes laborales proactivas e innovadoras; por otra, la rápida evolución tecnológica en la que han crecido les han convertido en los mejor preparados para afrontarla. Un joven segmento demográfico todavía minoritario, con un importante potencial de crecimiento e influencia en el conjunto de la sociedad.

El estudio sociológico de esos jóvenes pone de manifiesto que estos tienden a cumplir la regla de las 4 Cs: están dispuestos a cambiar de empleo o de ciudad, son más creativos, propensos a la cooperación y a una mayor preparación científico-técnica. Resulta sintomático que durante éste último año el grado universitario con mayor nota de corte en España haya sido la licenciatura de física con matemáticas, unos estudios orientados al análisis cuantitativo más sofisticado. La omnipresencia de la informática, los dispositivos de telefonía, los programas y aplicaciones de interrelación social promueven el dominio de conocimientos y habilidades para aprovecharse de éste entorno. Un nivel de capacitación científico – técnico que está alcanzando a grandes capas de población en el mundo entero, y que les va a permitir una capacidad de progreso personal y dinamización socio-económica como nunca ha habido en la historia.

Los millenials están creciendo con dos clases de “héroes” en sus cabezas. Por una parte los pioneros “mayores” como Bill Gates (Microsoft) o Steve Jobs (Apple); y por otra los más jóvenes, como Larry page y Serguéi Brin (Google), Mark Zuckerberk (Facebook) y Jan Koum (WhatsApp). Ambos grupos de pioneros tienen en común una característica con un enorme potencial de ilusión y de transformación social; partieron de unas escasísimas bases de recursos financieros y humanos, multiplicando exponencialmente la inversión realizada hasta extremos nunca vistos hasta ahora en la historia del hombre sobre la tierra. Tan irresistible atractivo, apoyado por un entorno inversor extraordinariamente favorable (por los bajos tipos y los innumerables clubs de inversores e incubadoras de internet, además del crowdfunding) está convirtiendo el emprendimiento en la primera opción de un creciente segmento de la población occidental.

Por ello los nuevos yacimientos de empleo de los altamente cualificados millenials son cada vez menos accesibles para las grandes empresas, que durante el siglo XX habían venido acaparando el empleo de los segmentos de población más capacitados. Desde que el economista David Birch publicara en 1979 que el empleo lo provocan los emprendedores, los sucesivos estudios han refrendado su tesis; muchas pequeñas y medianas organizaciones son las que crean los empleos; empresas que se coordinan entre sí en complejas cadenas de valor añadido que van copando crecientes parcelas de la economía. Éste entorno les ha empujado a las grandes empresas a buscar cómo integrar en su cultura las actitudes y las capacidades de éste colectivo incorporándolos a sus plantillas; para ello están promoviendo en sus grupos el intra-emprendimiento (el I+D+I que genera nuevos negocios para diversificar); de hecho, el profesor Christiansen – de la Universidad de Harvard – ha afirmado que las empresas del siglo XXI están abocadas a fracasar si no trabajan con emprendedores. No hace falta dedicar mucho espacio a argumentar que la forma de tratar a los millenials debe de ser sustancialmente distinta a la de los empleados habituales; son personas más asertivas, independientes, e incluso rebeldes; si el entorno no les gusta mucho, se marchan. También tienen el potencial de promover y mantener procesos colectivos de innovación y progreso que creen un extraordinario valor para los accionistas de esas corporaciones.

Éste grupo social ha hecho de la necesidad virtud; son fuertes y resueltos. Y nadie puede vislumbrar todavía cual puede ser llegar a ser su influencia en los gustos del conjunto de la sociedad y en las exigencias que van a plantear a las organizaciones sociales y los partidos políticos. Conforme vaya aumentando su número y el peso de sus decisiones en el conjunto de la sociedad, podremos evaluarlo con más precisión. Ahora, en este momento, lo que es seguro que se puede proclamar ¡atención a los millenials!

Ignacio Suárez-Zuloaga, Presidente de la Fundación Zuloaga e Iñaki Ortega Cachón profesor de Deusto Business School.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Darwinismo laboral

(Este artículo fue publicado originalmente el diario El Heraldo de Aragón el día 9 de septiembre de 2014)


Charles Darwin, con su teoría de la evolución, demostró que todas las especies de seres vivos han ido cambiando con el tiempo mediante un proceso de selección natural. Solo sobreviven  los más dotados para afrontar el complicado día a día. Si el siglo XIX estuvo marcado científicamente por esos descubrimientos, la época que nos ha tocado vivir está tristemente protagonizada por el desempleo y por la dificultad para crear trabajo. Mientras no asumamos que el mundo laboral, como las especies de Darwin, están en plena evolución, no conseguiremos solucionar el problema de nuestra siglo.
La economía, fruto de la disrupción tecnológica, está viviendo el proceso más profundo y rápido de cambios de la historia reciente. Eso ha supuesto que el mercado laboral y sus exigencias estén cambiando vertiginosamente. Nuevas relaciones laborales, nuevas profesiones, nuevos nichos de empleo, nuevas formar de orientar las carreras profesionales y nuevas empresas son una muestra de ese darwinismo laboral.

En 1989, Hardy un economista irlandés predijo la llamada organización trébol en la empresa. Tres tipos de empleados y una sola compañía: un trébol de tres hojas, como el símbolo de su país. El empleo de las grandes empresas solo se mantendría en un tercio porque el resto pasaría a estar fuera de la compañía, bien como colaboradores puntuales bien como profesionales independientes que prestan sus servicios. Su profecía se está cumpliendo escrupulosamente.

La velocidad de las innovaciones tecnológicas está provocando, como el Departamento de Trabajo de Estados Unidos ha puesto de manifiesto, que el 65% de los trabajos de los próximos años aún no se hayan inventado. Los más prestigiosos observatorios  sitúan esos futuros nichos en la salud, en la agricultura, en la energía limpia y en las smart cities. Con nuevas profesiones como tecnobiólogos, analistas de big data, ingenieros de drones o matemáticos corporativos que se unirán al grupo de los ya muy demandados empleos, como son los especialistas en  SEO-SEM o los programadores.

A su vez las carreras profesionales evolucionarán de un modo hasta ahora desconocido. Varios empleos simultáneos, alternaremos contratos por cuenta ajena con el autoempleo y prestaremos nuestro talento a varias grandes y pequeñas empresas a lo largo de nuestra vida laboral. En muchas ocasiones priorizaremos nuestra vida personal y trabajaremos menos, desde casa, con horarios a medida o simplemente nos tomaremos un año sabático. Minijobs, freelance o startups serán términos habituales en el futuro cercano del trabajo. Para los millennials ese futuro ya está aquí. Son los jóvenes  que se han hecho mayores con el nuevo milenio. En 2025 constituirán el 75% de la fuerza laboral mundial. Las economías y las empresas más dinámicas de todo el mundo están dando pasos para que ese nuevo talento se trasforme en riqueza y empleo. Los millennials están ya inventándose sus propios empleos y no entienden de fronteras solo de oportunidades.

Aragón cuenta con una posición excelente para aprovecharse de los nuevos tiempos, la importante industria agroalimentaria, la apuesta decidida por las energías limpias tanto renovables como en el hidrógeno, así como la calidad de los investigadores y spinoffs universitarias en supercomputadores o en nuevos materiales como el grafeno. Pero es necesario que gobierno, agentes sociales, empresas y estudiantes caminen en la misma dirección y de un modo rápido; en estos momentos de vertiginoso cambio la velocidad es crítica desde un punto de vista estratégico.

Hace muy pocos años la Iglesia de Inglaterra pidió disculpas públicamente a Darwin por haber rechazado frontalmente su teoría del evolucionismo y alimentado a sus detractores. “Actuamos erróneamente desde las emociones y no desde el intelecto” dijeron los anglicanos. Les ha costado más de 150 años aceptar que el mundo y la vida es puro cambio. Ojalá que no necesitemos tanto tiempo para asumir eso mismo, que el mercado laboral está evolucionando y que hay que eliminar los obstáculos que ralentizan ese cambio.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

Ricardo Mur es CEO de Hiberus y presidente de los empresarios de Zaragoza.