(este artículo fue publicado originalmente en los periódico El Correo y Diario Vasco el día 7 de mayo de 2015)
La generación del
milenio representa las actitudes y habilidades propias del contexto del tercer
milenio. Los jóvenes que tienen entre veintitantos y treinta y tantos años -
los millennials – se están
desarrollando profesionalmente en un contexto muy complejo y novedoso. Por una
parte, la larga crisis les ha inducido a desarrollar actitudes laborales
proactivas e innovadoras; por otra, la rápida evolución tecnológica en la que
han crecido les han convertido en los mejor preparados para afrontarla. Un
joven segmento demográfico todavía minoritario, con un importante potencial de
crecimiento e influencia en el conjunto de la sociedad.
El estudio sociológico
de esos jóvenes pone de manifiesto que estos tienden a cumplir la regla de las
4 Cs: están dispuestos a cambiar de empleo o de ciudad, son más creativos,
propensos a la cooperación y a una mayor preparación científico-técnica. Resulta sintomático que durante éste último año el
grado universitario con mayor nota de corte en España haya sido la licenciatura
de física con matemáticas, unos estudios orientados al análisis cuantitativo
más sofisticado. La omnipresencia de la informática, los dispositivos de
telefonía, los programas y aplicaciones de interrelación social promueven el
dominio de conocimientos y habilidades para aprovecharse de éste entorno. Un
nivel de capacitación científico – técnico que está alcanzando a grandes capas
de población en el mundo entero, y que les va a permitir una capacidad de
progreso personal y dinamización socio-económica como nunca ha habido en la
historia.
Los millenials están creciendo con dos
clases de “héroes” en sus cabezas. Por una parte los pioneros “mayores” como
Bill Gates (Microsoft) o Steve Jobs (Apple); y por otra los más jóvenes, como
Larry page y Serguéi Brin (Google), Mark Zuckerberk (Facebook) y Jan Koum
(WhatsApp). Ambos grupos de pioneros tienen en común una característica con un
enorme potencial de ilusión y de transformación social; partieron de unas
escasísimas bases de recursos financieros y humanos, multiplicando
exponencialmente la inversión realizada hasta extremos nunca vistos hasta ahora
en la historia del hombre sobre la tierra. Tan irresistible atractivo, apoyado
por un entorno inversor extraordinariamente favorable (por los bajos tipos y
los innumerables clubs de inversores e incubadoras de internet, además del crowdfunding) está convirtiendo el
emprendimiento en la primera opción de un creciente segmento de la población
occidental.
Por ello
los nuevos yacimientos de empleo de los altamente cualificados millenials son cada vez menos accesibles
para las grandes empresas, que durante el siglo XX habían venido acaparando el
empleo de los segmentos de población más capacitados. Desde que el
economista David Birch publicara en 1979 que el empleo lo provocan los
emprendedores, los sucesivos estudios han refrendado su tesis; muchas pequeñas
y medianas organizaciones son las que crean los empleos; empresas que se
coordinan entre sí en complejas cadenas de valor añadido que van copando
crecientes parcelas de la economía. Éste entorno les ha empujado a las grandes
empresas a buscar cómo integrar en su cultura las actitudes y las capacidades
de éste colectivo incorporándolos a sus plantillas; para ello están promoviendo
en sus grupos el intra-emprendimiento (el I+D+I que genera nuevos negocios para
diversificar); de hecho, el profesor Christiansen – de la Universidad de Harvard
– ha afirmado que las empresas del siglo XXI están abocadas a fracasar si no
trabajan con emprendedores. No hace falta dedicar mucho espacio a argumentar
que la forma de tratar a los millenials
debe de ser sustancialmente distinta a la de los empleados habituales; son
personas más asertivas, independientes, e incluso rebeldes; si el entorno no
les gusta mucho, se marchan. También tienen el potencial de promover y mantener
procesos colectivos de innovación y progreso que creen un extraordinario valor para
los accionistas de esas corporaciones.
Éste grupo social ha
hecho de la necesidad virtud; son fuertes y resueltos. Y nadie puede vislumbrar
todavía cual puede ser llegar a ser su influencia en los gustos del conjunto de
la sociedad y en las exigencias que van a plantear a las organizaciones
sociales y los partidos políticos. Conforme vaya aumentando su número y el peso
de sus decisiones en el conjunto de la sociedad, podremos evaluarlo con más
precisión. Ahora, en este momento, lo que es seguro que se puede proclamar
¡atención a los millenials!
Ignacio Suárez-Zuloaga, Presidente de la Fundación Zuloaga e Iñaki Ortega Cachón profesor de Deusto Business School.
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