miércoles, 27 de marzo de 2019

“No me trates de usted” y otras pequeñas alegrías


(este artículo se publicó originalmente el día 25 de marzo en el diario 20 minutos en la sección de opinión)


Todas las semanas, casi todos los días alguien me dice “no me trates de usted”. Si no es el conductor del autobús, es mi compañera de pilates o un alumno en clase. Lo siento, me educaron así. Recuerdo aquellas interminables diatribas después de cenar en las que mi padre, castellano de Soria, no entendía porqué mi madre, vasca, trataba a todo el mundo de tú, aunque no le conociese. Para mi padre era incomprensible la confianza del tuteo con un desconocido. El usted, era una barrera a interponer ante el desconocido pero también una muestra de respeto, sobre todo, a la autoridad, fuese mestro, policía o anciano. De eso te quiero hablar hoy.

La semana pasada se celebró el Día Mundial de la Felicidad y con ese motivo leí un informe de UCLA que situaba el secreto para ser felices en las palabras, en la capacidad que tenemos para dar sentido a las emociones por medio de lenguaje. Lo llaman granulidad emocional o lo que es lo mismo la capacidad para nombrar con precisión lo que sentimos en un determinado momento. De eso modo, dice la universidad californiana, ayudamos a nuestro cerebro a generar sentimientos más adaptados a nuestras emociones, acercándonos a la felicidad. La verdad es que me quedé sorprendido porque conocía indicadores como la riqueza, el clima, la dieta y hasta el amor en pareja para medir la felicidad, pero eso del lenguaje era nuevo para mí. Dándole vueltas me di cuenta que era cierto que algunas palabras me hacían sentir bien. Tratar de usted al revisor del metro o dar las gracias por un buen café, me gusta y por eso sigo haciéndolo aunque ya no se estile. Entonces, a modo de prueba de concepto, consulté en la universidad a mis compañeros qué palabras les hacían felices. “Vacaciones” y “descanso” salieron varias veces, pero también “por favor” y “sonrisa”  por parte de las personas que están de cara al público. Nadie dijo “alumno” y tampoco “cliente”. Llegué a casa ansioso por seguir con el experimento y pregunté a mi mujer y a mis hijos. “Verano”, “amigos” así como “mar”, “campo” o “planazo” engrosaron la lista. Los niños añadieron “futbol”, “pizza”, “albóndigas” y el maldito videojuego “fornite”. “Dinero” no surgió espontáneamente. Finalmente a punto de dormirme apunté en las palabras felices “rodaballo” “bicicleta” y “viernes”.

Por la mañana con la mente más despejada encontré el proyecto de Tim Lomas, un profesor londinense de psicología, que con el nombre happy words, está recolectando palabras en 50 idiomas diferentes para expresar sentimientos y experiencias positivas que te acercan a la felicidad. En español aparece “fiesta” y también “gratis” como este periódico que tienes en tus manos. Yo ya me he convencido de esta teoría americana de la felicidad por eso solo te pido que pruebes y verás cómo hay una palabra que te arranca siempre una sonrisa: eso te acercará a la felicidad.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

martes, 19 de marzo de 2019

El edadismo, esa desconocida discriminación

(este artículo se publicó originalmente el 18 de marzo en el diario 20minutos en la sección de opinión)


Aunque será difícil que en tu cabeza este mes de marzo entre otro “ismo” que no sea el del feminismo, quiero hablarte de otra forma de discriminación que te afecta ahora o sino con seguridad en el futuro. El edadismo es el conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que sufren las persones mayores simplemente por tener esa edad. Los datos que demuestran que este fenómeno es imparable se amontonan: el desempleo de los mayores de 45 años no ha dejado de crecer en la última década al mismo tiempo que las empresas tiran directamente a la papelera la mitad de los currículos de los mayores de 50 años. Para las empresas, pero también para la publicidad y para lo público eres ya un anciano desde que estás rondando los 50 años. La ciencia hace años que ha desterrado el edadismo y habla, en cambio, de la edad biológica frente a la cronológica, es decir exclusivamente entraremos en una fase vital de descanso, de jubilación, quince años antes de la esperanza de vida; de modo y manera que si en España estamos en el entorno de los 85 de esperanza de vida, solo seremos viejos a partir de los 70 años.
Pero nadie presta atención a lo anterior y  el edadismo avanza inexorablemente  porque como en el viejo poema alemán “primero vinieron a por los judíos y yo no dije nada porque yo no lo era”. Pero que no te sientas o seas viejo no te salva del edadismo, ya que es cuestión de tiempo. Quiero que recuerdes cuando te diste cuenta que tu cantante favorito era más joven que tu o cuando comprobaste que el mejor futbolista de tu equipo podría ser tu hijo; en ese momento comprendes que el tiempo ha pasado y ya no eres el niño que suspiraba por esa estrella. A partir de ese momento todo pasa muy rápido y te encontrarás de repente siendo fiscalizado por un entrevistador que tiene señalada con fluorescente tu edad en el CV. Nadie quiere mayores en su empresa porque el edadismo ha implantado la gran falsedad de que solamente puede promover lo digital un millennial, obviando que la computación no es algo reciente sino que los primeros graduados en informática, ya se han jubilado. Pero además el edadismo ha borrado de un plumazo las virtudes que aporta la edad en un profesional como es la templanza, la resiliencia o la experiencia acumulada.
Ahora que viene una época en la que otros “ismos” tomarán el relevo al feminismo como el fascismo, el centrismo el comunismo, el socialismo o el liberalismo, mi humilde consejo es que estés atento a si los representantes de esos “ismos” dedican tiempo y propuestas a luchar contra una discriminación tan irracional como la fecha de nacimiento de tu DNI.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR


viernes, 8 de marzo de 2019

Ambidiestro


(este artículo se publicó originalmente el día 5 de marzo de 2019 en el diario La Información en la columna #serendipia)

El antiguo dios Jano ha llegado a nuestros días en el lenguaje, el mes de enero tiene su etimología en la Roma Clásica ya que se dedicaban los primeros días del año a su invocación, de ahí que del latín Ianuariaius evolucionásemos al primer mes de año en castellano o al vocablo January en inglés. Pero hay algo más que las empresas de todo el planeta llevan un tiempo practicando que tiene su origen en el culto a Jano. En la mitología romana a este dios se le representaba con dos caras, ambas de perfil una mirando hacia delante y otra hacia atrás. De hecho Jano es el dios de las transiciones, de los comienzos y de los finales. En las puertas y los portales romanos era habitual una efigie de Jano delante de la puerta (para entrar) pero también una representación del mismo dios en la parte de dentro de la puerta (donde se sale). Jano protege, por tanto, en las dos acciones precisamente porque tiene dos caras y cada una de ella sirve para una función.

Desde hace décadas las organizaciones más dinámicas han previsto la incertidumbre del momento actual. Cabe recordar que el concepto de sociedades líquidas fue acuñado por el filósofo polaco Bauman ya en los 80 del siglo pasado o el recurrido acrónimo VUCA (volátil, incierto, completo y ambiguo) se utiliza por la inteligencia americana desde finales del milenio pasado.  Por ello para adaptarse a los continuos cambios que cada vez son más rápidos e imprevistos, las empresas globales han pergeñado nuevos perfiles para sus empleados que les permitan gestionar estas situaciones. Profesionales que gestionen una empresa con estructuras eficientes y optimizadas para servir al negocio actual pero a la vez abiertos al ingente reto de manejar cambios exponenciales y superar cualquier estructura pasada. Directivos que cumplan con las demandas de sus accionistas haciendo crecer la facturación y el beneficio pero que no dejen de monitorizar las innovaciones disruptivas que hoy ya surgen en cualquier lado. Altos cargos empresariales que sean exploradores para descubrir oportunidades en las tecnologías exponenciales pero también guerreros que defiendan el modelo de negocio de su compañía ante agresiones externas. Ejecutivos que soporten rígidos mandatos pero promuevan liderazgos ligeros. Dos caras de una misma moneda, como la representación del dios Jano. Un líder incumbente que a la vez sea un líder insurgente que solamente puede lograrse en las llamadas organizaciones ambidiestras. Ambidiestras como esas personas que tienen la capacidad de usar aparentemente con la misma habilidad la mano izquierda la derecha. Un deportista ambidiestro, como Rafa Nadal, es diestro con ambas manos, maneja por tanto las dos extremidades con la misma soltura, y a la vista están las consecuencias de esa pericia. Las empresas del futuro serán aquellas que tengan la misma soltura en innovar que en facturar, la misma habilidad en contentar a los accionistas que a la sociedad, la misma pericia en servir con eficacia a sus clientes que a sus empleados.

Por eso han visto ustedes estos días a los mismos presidentes de grandes compañías quitarse la corbata para pasear casi en camiseta y vaqueros por el Mobile de Barcelona como enfundarse en sus más oscuros trajes para comunicar sus resultados y previsiones de dividendos. En esta lógica la presidenta del Banco Santander se declara un día feminista para otro apostar por los emprendedores o las promociones comerciales más agresivas. Por no mencionar a otras grandes corporaciones que se pelean no por estar en la cabeza de los rankings de beneficios sino en los índices de sostenibilidad. Solamente desde la “ambidestreza” se entiende también la carta abierta de este año del Consejero Delegado  de uno de los mayor fondos de inversión del mundo, Blackrock. Larry Fink conocido por ser uno de los mejores gestores del planeta no escribe a sus participadas para comentar ratios u otros indicadores sino para pedir diversidad e incorporar “la mentalidad millennial” en las viejas estructuras empresarial. Otro ambidiestro en el panorama de las organizaciones.

Pero la novedad es que este fenómeno se está capilarizando a otras disciplinas y la política española la va a necesitar en buenas dosis y bien aplicadas. Partidos políticos que sean coherentes con su programa electoral pero a la vez tengan capacidad para pactar. Líderes que sean atractivos pero con solidez intelectual. Candidatos que busquen el bien común sin traicionar a su electorado. Coaliciones que permitan la gobernanza pero no a costa del erario público y el bienestar de las siguientes generaciones.

Por eso un aviso final para los aprendices de esta nueva destreza. Un ambidiestro no aparenta simplemente el dominio de ambas manos porque, por ejemplo en el tenis, al cabo de unos intercambios de bolas se deshace el engaño. Las organizaciones y los líderes ambidiestros no se consiguen simplemente con gestos a la galería sino que detrás de esa destreza lo que hay es horas y horas de esfuerzo, lo que hay es coherencia. Prueben sino a escribir con su mano izquierda si son diestros, a al revés en el caso de los zurdos, el partido al que van a votar estas elecciones generales. El resultado les ayudará a pensar en lo difícil que es ser ambidiestro sin mucho entrenamiento detrás.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR