martes, 31 de diciembre de 2024

Mayestáticos

(este artículo se publicó originalmente en el diario económico La Información el 31 de diciembre de 2024)


«Si no eres parte de la solución, eres parte del problema», esta frase atribuida a un proverbio chino viene como anillo al dedo para explicar el liderazgo necesario en 2025. Demasiados problemas a nuestro alrededor como para esperar que otro los resuelva. Rik Brynjolfsson y Andrew McAfee, dos economistas del MIT, describen el fenómeno como el gran desacoplamiento. Los problemas surgen a mayor velocidad que las soluciones. Por lo tanto, no implicarse en arreglar todo lo malo que tenemos cerca es una forma de hacer que el mal triunfe en sus expresiones de pobreza, violencia o discriminación.

Nos puede ayudar para lo anterior la palabra más repetida por el Rey Felipe VI en su discurso navideño a todos los españoles: el bien común.  La idea del bien común tiene una larga historia vinculada a la filosofía. Platón, pero también Aristóteles, usaron el término. Tomás de Aquino lo circunscribe al gobierno de las instituciones que han de buscar que se «viva de manera buena». Más recientemente, la doctrina social de la Iglesia ha asumido el bien común para conseguir mejores sociedades. Incluso un economista, el austríaco Christian Felber, habla de una economía del bien común. Yo en estas líneas, en el cambio de año, sugiero entender el bien común como aquel que beneficia simultáneamente a toda la comunidad y a cada uno de sus miembros y se explica con las palabras de nuestro monarca y su enumeración de los retos asi como la manera de afrontarlos en el 2025. Implicarse y no ponerse de perfil, aunque eso no guste a todo el mundo.

Un país que crea empleo y genera riqueza es el ideal de bien común. Pero no han alcanzado el deseado bien común aquellos territorios con ingresos, pero mal distribuidos, poseen una riqueza agregada (un PIB que crece al 3% como España) que beneficia al país, pero al ser desigual no llega a todos los habitantes. No hay bien común si los beneficios y las cargas no se distribuyen justamente.

Quizás me permitirá el lector un juego de palabras para entender mejor mi receta para el 2025 inspiradas en las palabras y acciones de Felipe VI en sus diez años de reinado. En 2025 tenemos que abandonar el «trabajo para ti» por el «trabajo contigo» y eso nos llevará a organizaciones en las que deje de conjugarse la primera y la segunda forma del singular por la primera del plural. El término mayestático se aplica para definir a una forma de ser que podemos calificar también como soberbia o importanciosa que siempre busca estar por encima de los demás. Las organizaciones mayestáticas, con sus líderes alejados de sus administrados o de sus trabajadores y clientes, han de evolucionar o están abocadas a ser arrastradas por el mundo que viene.  Por eso defiendo pasar del «líder mayestático» al «líder del plural mayestático». En la lengua castellana, este plural consiste en hablar de uno mismo usando la primera persona del plural, restándose importancia, eliminado el ego. El español es tan rico que cambia el significado absolutamente: un dirigente mayestático es un nostálgico del absolutismo, del “aquí mando yo” frente a una persona que cuando usa el plural mayestático acredita altas dosis de humildad.

La bicicleta, tuvo al navarro Miguel Induráin, ganador de cinco Tour de Francia, campeón en modestia y trabajo en equipo. El tenis, con el añorado Rafael Nadal, ha conseguido que cientos de miles de chicos en todo el mundo comprendan que la humildad es parte del secreto del éxito. Ambos deportistas españoles usaban ese plural mayestático cuando después de sus triunfos en un partido o en una etapa, siempre decían «hemos jugado bien» o «hemos sido capaces de ganar al esprín». Sus triunfos eran individuales, pero el mérito con su forma de hablar se lo otorgaban siempre a un equipo. Exactamente igual que esos directivos de éxito que reparten generosamente la responsabilidad de sus triunfos entre sus colegas huyendo del uso estragante del “yo” de tanto líder ególatra.

Frente al origen histórico del término mayestático usado por el tirano de cada época para engrandecer su figura, hoy, usar el «nosotros» frente al «yo» es una demostración más de la humildad, la modestia imprescindible para liderar las organizaciones en un nuevo tiempo y, además, un reconocimiento al trabajo de los equipos y por tanto un paso de gigante para alcanzar ese deseado bien común del Rey Felipe VI. Así de sencillo y así de complejo.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 23 de diciembre de 2024

No pasará de moda

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 23 de diciembre de 2024)

Hasta hace muy poco las voces de los niños de San Ildefonso marcaban el inicio de la Navidad. El sorteo de la lotería y el premio gordo significaban que ya estábamos en el periodo navideño. Ahora todo empieza mucho antes con el encendido de las luces navideñas en las ciudades, especialmente desde que los alcaldes se han vuelto majaras compitiendo frenéticamente por el número de bombillas; para los más jóvenes, el banderazo de salida son los superdescuentos del último mes de noviembre –el famoso Black Friday– y, para los devotos, con la llegada del Adviento cuatro semanas antes del 25 de diciembre. Incluso algunas tradiciones quedan en el olvido, como poner el nacimiento en el puente de la constitución, no por la carta magna, sino por la celebración el 8 de diciembre de la Inmaculada.

Pero más allá de cuándo empiezan estas fiestas, lo que nunca cambiará son las cosas que pasan y sentimos en Navidad. Nadie podrá quitarnos el gusto de ese olor a chocolate caliente el día de Reyes, esa cálida nostalgia de oír un villancico –sea anglosajón, castellano o flamenquito– o la alegría del reencuentro con las que personas que quieres y hace mucho que no ves, aunque acabes discutiendo con ellos a los diez minutos.

Se olvidará el origen de la Navidad, pero no los valores que la inspiraron, que siguen muy presentes hasta en aquellos que repudian la palabra y la transforman en eufemismos variados. Seguiremos haciendo regalos a quien lo merece, como lo hicieron hace dos mil años los pastores al Niño Jesús; seguiremos convocando a los más cercanos en el calor del hogar, al igual que San José y la Virgen María buscaron la calidez del establo de Belén; seguiremos celebrando con alegría la vida, que somos supervivientes del año de turno, exactamente de la misma manera que el Niño Dios sobrevivió a Herodes y su matanza de inocentes.

Pasarán muchas cosas, pero jamás pasará la chispa en la mirada de los niños cuando se acercan estas semanas, las lágrimas en los ojos de los padres y abuelos al ver a los que solo vuelven ahora, el salivar de esa mesa puesta con tantos manjares, el frío polar que recuerda la suerte de tener un hogar y una familia –sea de sangre o de afectos– y la sana pereza de saber que no hay que levantarse pronto, aunque sea durante un par de días.

Sonará en tu casa el discurso del rey, el programa de humor con sus risas desternillantes o la mezcla de canciones superventas, pero habrá siempre una banda sonora de la Navidad muy diferente a otros momentos del año, una melodía que mezcla alegría, bondad y melancolía. Harás desplazamientos kilométricos con muchas o pocas ganas, te arrepentirás o no de haber ido a esa cena familiar, apoyarás o te encenderás ante el que siempre despotrica de estas fechas… pero eso seguirá siendo así. Seguirá siendo la Navidad, da igual que no tengas el regalo que esperabas o el décimo premiado o que no puedas ver a quien amas porque siempre habrá otra Navidad para ello.


martes, 17 de diciembre de 2024

Isak Andic, un español universal

(este artículo se publicó como obituario en el periódico 20 Minutos el día 16 de diciembre de 2024)

Isak Andic pasará a la historia como uno de esos grandes españoles que nacieron fuera de nuestras fronteras. Aunque nació en Estambul, siendo adolescente se trasladó con su familia a Barcelona en la década de los sesenta. En esos años de juventud, y casi por casualidad, pensó que una partida de blusas bordadas turcas recogidas en el puerto de Barcelona tendría buena salida en una ciudad que necesitaba tanto color para salir del gris de la dictadura. Nada que no hubiese hecho antes, como cuando en un viaje de estudiantes a Italia en autobús trajo prendas que no se veían por estos lares. De ahí a un mercadillo en la calle Balmes, luego la primera tienda de Mango en paseo de Gracia y ahora más de 2.800 tiendas en 120 mercados internacionales.

Durante los últimos años he tenido el honor de zambullirme en la cultura de Mango de la mano de su empleados y, gracias a la generosidad de su CEO, Toni Ruiz, pude conocer al gran Isak Andic. Las increíbles vivencias que he escuchado de primera mano sobre el fundador de Mango ilustran perfectamente ese carácter emprendedor que tanto necesitamos en nuestro país.

La Barcelona más universal. Hoy Mango es la empresa más importante de Barcelona en el mundo gracias a la visión de Andic de exportar a todo el planeta los valores de apertura de un ciudad que respira Mediterráneo. Entrar en una tienda de la enseña de moda es sentir que estás en la mejor Barcelona, la cosmopolita, la que recibe a todo el mundo con alegría y luz.

Resiliencia. No volver nunca a casa hasta que la maleta de prendas para vender estuviera vacía. Así lo hacía Andic cuando era viajante, aunque le supusiese duras semanas fuera del hogar durmiendo en cualquier pensión, o como cuando se recorría en coche España de punta a punta para negociar personalmente la compra del mejor local en el centro urbano para situar la penúltima tienda de Mango.


Soñar a lo grande. Tras abrir la primera tienda en la Ciudad Condal, prometió tener un establecimiento en todas y cada una de las grandes urbes del mundo. Ahora no hay una gran ciudad sin una tienda Mango, casi un millón de metros cuadrados de superficie de venta en todo el planeta.

Siempre con las personas. Este año que se ha cumplido 40 años de la creación de Mango, se ha superado la cifra de 25.000 colaboradores. Su generosidad con los empleados era conocida y su frase de "necesitamos los mejores profesionales que sean las mejores personas" traspasó la sede central de Mango hasta convertirse en un fenómeno urbano en Barcelona cada vez que organizaba las famosas fiestas de Navidad para sus trabajadores. Este año lo ha demostrado también cuando después de conocer que Mango había tenido los mejores resultados de su historia anunció que Toni Ruiz, su CEO y hombre de confianza, pasaría a ser accionista de la empresa junto a él.

La fuerza de voluntad le ha llevado a este empresario a trabajar durante cerca de medio siglo, todos los días, desde al alba hasta la noche, arriesgando su patrimonio y su salud para poder decir que siempre cumplía con su palabra de apostar por lo nuevo. Igual que cuando invirtió, casi a ciegas, en algo desconocido como era internet en los años 90 y consiguió ser la primera marca de moda en sacar partido al comercio electrónico.

Andic ha muerto, pero no su ejemplo de constancia, ambición, innovación y democratización de la moda que seguirá en Mango y en todos los que han tenido la suerte de conocerle. España y su familia pueden estar orgullosos de su labor universal. D. E. P. 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 15 de diciembre de 2024

La guerra de los sentidos: visión frente a audición

(este artículo se publicó originalmente los días 13 ,14 y 15 de diciembre en los periódicos de Prensa Ibérica)

En los manuales de liderazgo la teoría considerada más completa es la conocida como la transformacional. De hecho, es la que ha triunfado y se imparte como la fetén en cualquier grado de administración y dirección de empresas a la hora de explicar el jefe perfecto.  

Un líder de este tipo se centra en inspirar y motivar a los seguidores para lograr cambios positivos y significativos en su organización. Estos adalides, además, suelen tener carisma, lo que les permite influir y conectar emocionalmente con sus seguidores. Y una característica imprescindible de ese primer espada carismático es su capacidad de estimular intelectualmente a sus seguidores con una visión clara y convincente del futuro que desea crear. Esta visión, siempre emocionante y motivadora, actúa como una guía que orienta todas las acciones y decisiones, asegurando que todos los miembros del equipo trabajen hacia un mismo objetivo.

Mucho se ha escrito sobre cómo ha de ser esa visión y todos los planes estratégicos invierten cientos de palabras en explicar la visión de la empresa, da igual los años de vida de la compañía, del sector en el que trabaje o la geografía en la que opere. Siempre visión, visión y visión. Palabra mágica que se ha exportado al liderazgo político, de modo y manera que no hay alto representante institucional que no adorne sus intervenciones con un ampuloso desiderátum bien para su territorio o para sus electores.

Aunque no ocupe los titulares de las lecciones académicas del liderazgo hay otro sentido del ser humano más allá de la visión que es imprescindible para triunfar en tiempos como los actuales. Quizás el sentido del oído, la audición, es mucho menos audaz y atractivo que la visión, pero me temo que es irrenunciable en los días que nos ha tocado vivir.

Sin ir más lejos la visita de las autoridades a Paiporta apenas unos días después de la tragedia de la DANA en Valencia me ha recordado la importancia de saber escuchar, frente a la tendencia unánime de la visión poderosa de las ideas fuerza. El Rey Felipe VI sin hablar, solo escuchando atentamente los lamentos de los vecinos y aguantando estoicamente la rabia de los damnificados demostró más liderazgo que cualquier mensaje grandilocuente formulado esos días. La empatía de la Reina Letizia con el dolor de las víctimas ese día es infinitamente más poderosa que cualquier anuncio de extraordinarias actuaciones. Audición frente a visión. Pasarán los años y la estampa de los reyes, manchados de barro, cariacontecidos, pero escuchando las cuitas de los paisanos, será la piedra de toque de su liderazgo como cabezas visibles del Estado español.

De ahí que el anuncio estos días del nuevo estudio de tendencias informativas de Prensa Ibérica y LLYC, sea tan importante y merezca la pena ser leído por cualquiera que aspire a un liderazgo contemporáneo, sea en la política o en la empresa. Se han analizado durante el último año las preferencias informativas de los millones de lectores de los 23 diarios de información general del grupo Prensa Ibérica, así como su conversación en redes sociales. En total se ha estudiado el comportamiento de 191 millones de navegadores únicos que han visto 1.592 millones de páginas. A lo que se ha sumado la escucha especializada en redes sociales, evaluando 133 millones de menciones. Un oído excepcional para saber lo que piensan los españoles. Audición que se antoja indispensable antes de formular cualquier visión.

Pues bien, los temas que más preocupan y por tanto atienden los españoles son aquellos vinculados a su bienestar y progreso en concreto temáticas de sanidad, salud, bienestar, empleo, educación. A continuación, todo lo relacionado con ocio, cultura, deporte. Son esas las temáticas que más siguen los lectores en los diarios de Prensa Ibérica pero también en redes sociales. Esas y no otras que ocupan, por desgracia, los discursos de tantos lideres empresariales o políticos obsesionados con visiones de moda como si fuesen el sabor del día de una heladería. Qué útil agudizar la audición con la lectura de este panel.

En los textos universitarios sobre el líder perfecto existía otra doctrina que no se destacaba en negrita como la visión carismática y solo se mencionaba como una una vieja teoría formulada en un college americano poco conocido allá por los años 40 del siglo pasado. En la universidad estatal de Ohio los investigadores llegaron a la conclusión de que los gerentes con mejor desempeño eran aquellos que escuchaban las preocupaciones de sus seguidores, fomentando un ambiente de apoyo y confianza. Esa conducta de algunos líderes, bautizada como de consideración, daba lugar a increíbles resultados incluso mayores que los de aquellos directivos obsesionados con la productividad. Este comportamiento exitoso se basa en prestar atención a las necesidades de los empleados, pero también las recomendaciones para producir más y mejor. 

Por estos lares y con los que nos está tocando vivir, aunque hayan pasado muchos años les tendríamos que dar la razón a esos profesores del medio oeste americano. Mejor escuchar a las personas antes de ilusionarlas vanamente con vacuas visiones.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 9 de diciembre de 2024

46

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 9 de diciembre de 2024)

No ha habido tarta en el Congreso con esa cantidad de velas para celebrar el cumpleaños de la Constitución, pero debería. Cómo no celebrar la norma que ha hecho posible semejante avance en bienestar en España. Da igual el indicador que se elija, en todos, el avance es espectacular, desde renta per cápita a educación y sanidad pasando por empleo, pensiones o vivienda y por supuesto en libertades individuales. Mucho que celebrar.

Si esta Constitución va camino de ser la que más tiempo ha estado en vigor de la historia de nuestro país –faltan apenas un puñado de meses para ello– es precisamente porque ha sido buena para todos. Un milagro que se estudia en todas las universidades del mundo: cómo un país fue capaz de ponerse de acuerdo en una carta magna que consagraba unos principios de progreso más allá de las ideologías. La libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Todo ello con una separación de poderes que garantiza la convivencia democrática y un orden económico y social justo. Casi el 90% de españoles estuvieron de acuerdo en lo anterior aquel 6 de diciembre de 1978. Gentes de izquierdas y de derechas, nacionalistas o no, del norte o del sur, jóvenes o mayores apostaron por una nueva España que el tiempo ha demostrado que merecía la pena.

46 años de una ley de leyes que es prácticamente la edad mediana de los españoles. Qué casualidad. Si dividiéramos en dos toda la población de España en función de la edad, el punto medio sería aquellos que tienen 46 años. De hecho, habría tantos españoles menores de 46 como mayores de esa edad. La centralidad en la población está en los que tienen por tanto 46 años. El punto intermedio.  Esa misma centralidad y lugar de encuentro que hoy echamos de menos en la celebración del aniversario de la carta magna, donde los extremos han tomado posiciones construyendo exabruptos falsariamente sobre el espíritu del 78. Nada más lejano a una fiesta de cumpleaños en la que muchos faltaron y los que estaban se comportaban de manera contraria a como lo hicieron sus antecesores hace cuatro décadas.

Hace unos días un respetado estudio médico reveló que el envejecimiento humano no es un proceso continuo, sino que se acelera en dos etapas clave, una de ellas alrededor de los cuarenta y tantos.  De los 44 a los 46 se producen cambios moleculares significativos que explican que comiencen a notarse signos de envejecimiento de manera más pronunciada que en otros aniversarios. Aparecen las arrugas, los dolores en las articulaciones, el pelo se cae y se engorda. La buena noticia es que cumplir esa edad no es el final de la vida, la estadística nos dice que a un español medio por lo menos le quedarían cuatro décadas por delante, hasta alcanzar los ochenta y tantos. Es decir, que, aunque empiecen algunos achaques a los 46, queda mucha vida por delante que disfrutar. Achaques como los que hemos visto estos días en el aniversario de la Constitución, que estoy seguro de que superaremos con las recomendaciones de envejecimiento activo de los especialistas. En este caso alimentándonos del consenso y practicando la gimnasia de la centralidad.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC