jueves, 29 de abril de 2021

Eres un lobista (aunque no lo sepas)

 

(este artículo se publicó originalmente el día 29 de abril de 2021 en el periódico La Información)


No es fácil ir contracorriente. Tener el viento en contra no ayuda, ni en la bicicleta, ni en otras actividades de la vida. Pero en ocasiones la corriente te puede arrastrar donde no quieres y un excesivo viento a favor puede hacerte encallar. Es el caso que nos ocupa en esta columna. Nadie quiere usar el término lobby y mucho menos definirse como tal. Y aunque la Real Academia de la Lengua la ha admitido en su diccionario como sinónimo de grupo de presión, catalogarse como lobby es ir contracorriente. A parecer todos los lobistas son malos, oscuros y por supuesto corruptos.

Me temo que tampoco ayudará a parar este torrente la recomendación de la Fundación del Español Urgente de utilizar la palabra “cabildeo” tan extendido en el español de América. Porque también la definición de esta palabra “hacer gestiones con actividad y maña para ganar voluntades en un cuerpo colegiado o corporación” alimenta esa corriente.

 

Si me permiten los académicos de la lengua, existen otras palabras que al lector le pueden ayudar a entender quiénes son en realidad los lobistas y porque son tan importantes. Quizás las expresiones “grupo de interés” o “asuntos públicos” son más objetivas y no se dejan llevar por ese flujo. Cuando el sector público -o en general una institución- toma una decisión sobre un asunto puede impactar en terceros involucrados que legítimamente querrán ser escuchados. Si un gobierno elimina los conciertos educativos, muchas familias se verán afectadas y defenderán su posición. Si una gran empresa reduce los fondos para su política de becas a la ciencia, los investigadores reclamarán con argumentos la continuidad de estas. O si una televisión pública duda entre usar o no la lengua de signos, los sordos argumentarán las ventajas para su colectivo. Y cuando el ayuntamiento de turno cierra un campo de fútbol siguiendo el planeamiento urbanístico, los chicos federados protestarán.  Esos jóvenes, junto a los becarios, los sordos y los padres son lobistas.

 

El origen del término lobby igual nos ayuda a no dejarnos llevar por este torbellino. A finales del siglo XVIII el acceso a los ciudadanos a la Cámara de los Comunes en Inglaterra estaba prohibido, por lo que se celebraban reuniones con los diputados en los pasillos o en las salas de espera del Parlamento, denominadas lobbies en inglés. También está muy extendida la teoría de que el presidente de Estados Unidos Ulysess S. Grant, tras ser nombrado en 1869 acudía todas las tardes al recibidor del Hotel Willard, muy cerca de la Casa Blanca, a relajarse con un puro, lo que llevó a que muchos interesados en interactuar con el gobierno acudiesen a ese lobby.  Sea como fuere, la realidad es que los legisladores norteamericanos desde finales del siglo XIX han regulado la actividad de los grupos de interés, siendo la primera gran ley, la Federal Regulation of Lobbying Act de 1946, que abrió el camino a que, en todo el mundo tengamos normas sobre el particular. De hecho, ahora mismo en nuestro país está abierta una consulta pública del Ministerio de Política Territorial y Función Pública de cara a una futura ley de transparencia e integridad de las actividades de los grupos de interés.

 

Para ayudar a frenar esa corriente negativa, un grupo de profesores -entre los que me encuentro- aceptamos el encargo de APRI (asociación española de profesionales de las relaciones institucionales) para investigar la utilidad de la tarea desempeñada por los profesionales de los asuntos públicos en nuestro país. A través de una metodología cuantitativa encuestamos en 2020 a más de 120 cargos públicos, para luego contrastar esa información de modo cualitativo con cinco grupos enfocados y entrevistas en profundidad a políticos en activo, se ha obtenido una visión certera. Las conclusiones han sido resumidas en siete hallazgos y un decálogo de recomendaciones a los grupos de interés. Respecto a los hallazgos, por primera vez se ha constatado en España que una mayoría aplastante de políticos tienen una relación estable y natural con los grupos de interés. Valoran especialmente a las organizaciones empresariales como los lobbies más exitosos. Las vías de contacto presenciales son las más frecuentes y preferidas por los políticos para gestionar la comunicación con estos grupos. La utilidad en la relación con los grupos de interés abarca múltiples dimensiones en el ciclo de las políticas públicas, como consecuencia del mejor conocimiento que tienen los agentes afectados de la realidad que les afecta. Los cargos políticos reconocen especialmente el mejor conocimiento que los lobistas tienen de una realidad que les es muy próxima especialmente si se plasma documentalmente. Pero también para los servidores públicos resulta imprescindible mejorar el marco jurídico que regula los asuntos públicos.

 

La participación de los grupos de interés en las políticas públicas se ha normalizado significativamente en los últimos años en España, aunque todavía queda mucho camino que recorrer. A modo de caja de herramientas en este estudio se sugieren diez palancas para mejorar la interacción desde los agentes de interés con los cargos públicos: planificación, estudio de los interlocutores, anticipación, constancia, respeto, conocimiento de lo público, sinergias, rigor, transparencia y neutralidad forman parte del decálogo propuesto. Sin duda, la calidad de la democracia española aumentará con una mayor transparencia y eficiencia en la relación entre los gobernados y los gobernantes. La asunción por parte de la sociedad de la actividad lobista ayudará a avanzar en una mejor gobernanza de los asuntos públicos.

 

Pero, en cambio, dejarse llevar plácidamente por la corriente, puede acabar arrastrándote donde no quieres. Si los lobistas son los malos, quiénes serán los buenos. Acaso queremos que Rusia y otras plutocracias junto a tecnológicas que no respetan los derechos humanos en sus cuarteles generales, acaben dictando con sus poderosos terminales cibernéticos qué tenemos que pensar, comprar o votar en cada elección.  Moisés Naim dejó escrito en su libro “El Fin del Poder” cómo la energía iconoclasta de los micropoderes puede derrocar dictadores, acabar con los monopolios y abrir nuevas e increíbles oportunidades, pero también puede conducir al caos y la parálisis. Cada uno de nosotros gracias a la democratización de la tecnología podemos ser micropoderes, en nuestra mano está ejercer como tales o dejar que otros lo hagan. Ser lobista o no serlo.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)


jueves, 22 de abril de 2021

Mayores empoderados

(este artículo se publicó originalmente en el blog del centro de investigaciónAgeingnomics el día 22 de abril de 2021)

La palabra empoderamiento existe en castellano como un calco del inglés empowerment. “Hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido” reza el diccionario. Aunque su significado es unívoco se ha usado indistintamente por los movimientos de derechos civiles, por los manuales de gestión empresarial y hasta por los organismos internacionales. En el siglo pasado el término adquirió relevancia con el feminismo que lo usó para referirse a la necesidad de que las mujeres reforzaran sus capacidades y protagonismo para vencer las desventajas estructurales. Pronto migró a la economía y así explicar “una herramienta que consiste en delegar, otorgar o transmitir poder, autoridad, autonomía y responsabilidad a los trabajadores o equipos de trabajo de una empresa para que puedan tomar decisiones, resolver problemas o ejecutar tareas sin necesidad de consultar u obtener la aprobación de sus superiores”. Hasta la ONU comenzó a hablar de empoderar como “un proceso de reducción de la vulnerabilidad y de incremento de las propias capacidades de países pobres y marginados para promover entre ellos un desarrollo humano y sostenible”. En nuestros días de nuevo la palabra se ha convertido en un fetiche, esta vez, para los que protestaban en París con chalecos amarillos.

Empoderarse para acabar con situaciones no deseadas. Unas veces la discriminación racial, otras la pobreza y siempre la desigualdad. Por eso, ahora que la pandemia ha demostrado que no ha habido un grupo etario que haya sufrido tanto como los que superan los 60 años, ha llegado el momento de empoderar a los mayores.

Un reciente informe promovido por el investigador del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Marco Stampini ha recomendado para luchar con esta discriminación una serie de medidas entre las que se incluye “mejorar los ambientes urbanos, la accesibilidad, la movilidad y la vivienda para aumentar la autonomía de las personas mayores”. Este consejo apunta a fomentar la “amigabilidad” en los territorios para integrar a las personas mayores en la vida social y comunitaria. El movimiento Age Friendly Cities and Communities, promovido desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), que actualmente aglutina a más de mil ciudades de todo el mundo, es una excelente herramienta de cohesión social en relación con la edad y también a las situaciones de dependencia. Por desgracia este enfoque ha sido obviado en los clásicos mensajes del envejecimiento saludable, donde solo la alimentación y el ejercicio físico parecía que importaban. Empoderar a los mayores es reconocerles igualdad de responsabilidades y derechos a la participación en la vida social, política y comunitaria. Las ciudades “amigables” (o simplemente “útiles”, como cataloga el profesor Benigno Lacort) con las personas mayores son aquellas que no buscan un miope envejecimiento activo sino una promoción de ciudadanía activa, entendida como un eclecticismo de actividades participativas que incluye la participación política y la acción comunitaria y voluntaria. De modo y manera que los mayores empoderados asumen compromisos, pero también toman decisiones sobre su vida. Elegirán dónde vivir, en qué ciudad, pero también de qué modo, en su casa o en otro lugar. Apostarán por las instituciones, empresas o administraciones, que tengan en cuenta sus necesidades y repudiarán a las que siguen ancladas en la discriminación por la edad.

Este fenómeno tiene diversas administraciones públicas que han comenzado a darle respuesta. Desde el Centro de Investigación Ageingnomics con la ayuda de Deusto Business School se han seleccionado tres instituciones españolas que pueden servir de ejemplo por sus políticas con las personas mayores frente al edadismo pandémico. La ciudad de Zaragoza, la Junta de Castilla y León y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. En un seminario celebrado en la sede la Fundación MAPFRE el día 24 de marzo se conocieron las estrategias de estas tres administraciones de la mano de sus máximos responsables.

España está en disposición de liderar una estrategia mundial para que el alargamiento de la vida suponga una oportunidad económica a través de nuevos productos y servicios para los mayores. Tenemos la mayor esperanza de vida del mundo junto a Japón; una cultura de apertura gracias al turismo y un espíritu emprendedor que hemos demostrado a lo largo de nuestra historia. Solo nos falta acabar con la discriminación absurda de la vejez de la mano de territorios y empresas que sepan ver el empoderamiento de los mayores.

Para ver el contenido completo de la edición del ciclo ageingnomics dedicado a los territorios amigables con los mayores.

Para ver el informe completo del BID “Fragilidad de las instituciones de cuidado a la vejez ante el Covid19”

 

Iñaki Ortega Cachón es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja - UNIR.

lunes, 19 de abril de 2021

Muchos zombis, no solo en la economía

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 minutos el día 19 de abril de 2021)


Los economistas llevamos unos meses enfrascados con este asunto de las empresas zombis. Han cogido su nombre de los zombis porque son como muertos que han resucitado por arte de magia. Una compañía zombi es aquella incapaz de pagar los intereses de su deuda con sus beneficios y no cierra, sólo porque refinancian su deuda debido a los bajos tipos de interés de estos años. Ahora en plena pandemia a esta categoría se han unido miles de empresas que sobreviven exclusivamente gracias al arsenal de ayudas públicas en forma de avales, créditos blandos o moratorias concursales. El debate reside en si conviene dejar que vayan a la banca rota y perder empleos o que vivan gracias a los impuestos de todos.

La palabra zombi figura desde hace unos años en el diccionario y aunque su origen es africano se incorporó a nuestro idioma procedente del inglés. Zombi es aquella persona que se supone muerta, pero es reanimada por arte de brujería con el fin de dominar su voluntad. Si eres de mi edad te acordarás del mítico video de Michael Jackson bailando con zombis en un callejón mientras cantaba una pegadiza melodía. En cambio, los millennials tienen en la cabeza la famosa serie de televisión The Walkind Dead con esos zombis que vienen a invadir Estados Unidos. Los más jóvenes, la generación z, saben mucho de muertos vivientes porque aparecen en los videojuegos, comen cerebros y no se les mata con una bala.

Lo que igual no nos hemos dado cuenta es que más allá de las pantallas y los censos empresariales, hay otros zombis en nuestra vida.  Esos amigos de la infancia que ya no soportas pero que sigues llamando en Navidad o esos aburridos primos que la última vez que saludaste fue en una boda hace años. Relaciones muertas pero que se sostienen por formalismos. Pero aún hay más: ministros y partidos que siguen vivos -políticamente- porque nuestro sistema lo permite, aunque todos sepamos que están muertos para sus electores. Funcionarios indolentes protegidos por una oposición. Aficiones que nunca retomarás, pero patines o tablas de surf siguen acumulando polvo.  Matrimonios acabados que permanecen juntos para pagar la hipoteca. Trajes que nunca te volverás a poner pero que te supera tirarlos a la basura. Directivos fracasados que lideran la nada a la espera de que alguien pite el final del partido. Profesores que siguen enseñando lo mismo que hace cuatro décadas, sin cambiar una coma, porque su posición les blinda. Todos, están muertos pero mantenidos artificialmente por intereses espurios.

En el vudú siempre hay alguien que maneja el zombi, pero en la vida real nosotros tenemos la capacidad de acabar con esas prácticas zombis. Los economistas discutimos si lo mejor es evitar las quiebras con subvenciones o bien dejar de malgastar los fondos públicos. A ti te toca decidir si quieres enterrar de una vez esos zombis que están en tu vida o si prefieres que sigan molestándote.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja-UNIR-

miércoles, 14 de abril de 2021

Del edadismo a los territorios amables

(este artículo se publicó originalmente en el diario ABC el día 14 de abril de 2021)


El coronavirus no solo está afectando a la salud, especialmente de los mayores, sino que ha hecho aflorar un latente edadismo en la sociedad y en el sistema sociosanitario que ha lesionado los derechos de las personas mayores, incluso con un tratamiento poco digno en ocasiones. Aunque el concepto de edadismo fue acuñado por Robert Buttler en 1969 para definir la discriminación contra las personas de más edad, han tenido que pasar más de cincuenta años para verlo en su máxima expresión.

Esta actitud se tradujo en los peores momentos de la pandemia, en triaje en hospitales, cierre de servicios esenciales para la salud de los mayores, mala gestión del final de la vida, infravaloración del impacto de las medidas de aislamiento en la salud emocional, no aplicación de la desescalada en las residencias,  ausencia de participación de este colectivo en la toma de decisiones, alarmismo en los medios de comunicación y en general un desequilibrio entre seguridad y derechos de los mayores.

La vejez no fue tratada como un grupo de población de alto riesgo durante la pandemia. Por encontrar alguna explicación a este hecho puede ser que esta cohorte etaria cuenta aún hoy con escasa percepción de valor social, siempre rodeada de estereotipos negativos, sin voz y en ocasiones relegada en el acceso a recursos esenciales como es la atención hospitalaria. Se observó también en los peores momentos de la alarma sanitaria la necesidad de mejorar la gestión de la información que transmiten los medios de comunicación y los propios profesionales sanitarios y sociales, a través de mensajes claros, evitando culpabilizar a los diferentes grupos de edad en relación con su capacidad de contagio. Luchar contra la discriminación y estereotipos por razón de edad sigue siendo una tarea de máxima relevancia si queremos avanzar hacia una sociedad justa.

Este edadismo que ha constatado un reciente informe promovido por la división de protección social y salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), está siendo avalado por numerosos expertos en todo el mundo. El investigador del BID Marco Stampini ha recomendado para luchar con esta discriminación una serie de medidas entre las que se incluye “mejorar los ambientes urbanos, la accesibilidad, la movilidad y la vivienda para aumentar la autonomía de las personas mayores”. Este consejo apunta a fomentar la “amigabilidad” en los territorios para integrar a las personas mayores en la vida social y comunitaria. El movimiento Age Friendly Cities and Communities, promovido desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), que actualmente aglutina a más de mil ciudades de todo el mundo, es una excelente herramienta de cohesión social en relación con la edad y también a las situaciones de dependencia. Por desgracia este enfoque ha sido obviado en los clásicos mensajes del envejecimiento saludable, donde solo la alimentación y el ejercicio físico parecía que importaban en detrimento de un reconocimiento de la igualdad de responsabilidades y derechos a la participación en la vida social, política y comunitaria. Ciudades amables con las personas mayores son aquellas que no buscan un miope envejecimiento activo sino una promoción de ciudadanía activa, entendida como un eclecticismo de actividades participativas que incluye la participación política y la acción comunitaria y voluntaria. De modo y manera que territorios amables con los mayores son aquellos que buscan que las personas que envejecen lo hagan integradas en su entorno, jubiladas o no, que mantienen una vida cotidiana activa, asumiendo compromisos y responsabilidades e incorporando conductas saludables.

Por suerte en España esta búsqueda de “la amabilidad” tiene diversas administraciones públicas que han comenzado a darle respuesta. Desde el Centro de Investigación Ageingnomics con la ayuda de Deusto Business School hemos seleccionado tres instituciones que pueden servir de ejemplo por sus políticas de amabilidad con las personas mayores frente al edadismo pandémico. La ciudad de Zaragoza, la Junta de Castilla y León y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. La capital de Aragón fue la primera ciudad española en sumarse a la iniciativa de la OMS de una Red Mundial de Comunidades y Ciudades Amigables. Además, está implementado un plan de inversiones para mejorar la vida urbana de los mayores, así como una modificación de la ordenanza de accesibilidad que permita que muchos mayores sigan viviendo en la ciudad. Por su parte la Junta de Castilla y León, la comunidad autónoma más extensa y con menos densidad de población del país y también una de las regiones europeas con un número más alto de mayores de 65 años, está aplicando un discurso que huye del paternalismo en beneficio de un trato para la vejez como ciudadanos de pleno derecho y con criterio. Destacan sus actuaciones, como la teleasistencia universal y gratuita, que permitirán que una gran mayoría de mayores puedan permanecer en sus hogares, tal y como es su deseo y recomiendan cada vez más expertos geriatras. Por último, este mes de marzo hemos recibido la buena noticia desde el Gobierno de España de un Plan de medidas ante el Reto Demográfico que contempla una inversión superior a los 10.000 millones y que está destinado a combatir la despoblación y garantizar la cohesión económica y social de millones de adultos mayores que no solo necesitan atención sanitaria, sino también cultura, ocio, movilidad, vivienda y tecnología.

España está en disposición de liderar una estrategia mundial para que el alargamiento de la vida suponga una oportunidad económica a través de nuevos productos y servicios para los mayores. Tenemos la mayor esperanza de vida del mundo junto a Japón; una cultura de apertura gracias al turismo y un espíritu emprendedor que hemos demostrado a lo largo de nuestra historia. Solo nos falta acabar con la discriminación absurda de la vejez (edadismo) usando territorios que apuesten por “políticas amables”, usando la terminología de la OMS, en atraer y retener a las personas mayores.

 

Clara Bazán e Iñaki Ortega. Centro de Investigación Ageingnomics de la Fundación MAPFRE.


jueves, 8 de abril de 2021

Territorios para la economía sénior

(este artículo se publicó originalmente el día 7 de abril de 2021 en el periódico El Heraldo de Aragón)

 

Hace un año la comunidad autónoma española de Aragón parecía el peor lugar de España para vivir si eras una persona mayor. Coincidiendo con la primera ola del coronavirus, los datos de residentes fallecidos a causa de la pandemia situaron a este territorio a la cabeza de las estadísticas. Cientos de miles de familias sufrieron, no solo el temor a morir por el virus, sino la angustia de pensar que vivir en Aragón era un demérito.

Hace un año también, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), encargó a un grupo multidisciplinar de investigadores entre los que me encuentro, un informe para analizar cómo evitar situaciones similares en los cuidados a las personas mayores. El informe que acaba de ver la luz fue promovido por la división de protección social y salud de este banco de desarrollo. Tras analizar una ingente cantidad de información sus conclusiones permiten tranquilizar a los aragoneses con familiares en las residencias. No obstante, deja claro que la cohorte de edad que más ha padecido el Covid-19 en términos de mortalidad ha sido la de los adultos mayores. Además, una gran mayoría de los fallecidos de esa edad, aquí pero también a lo largo y ancho del mundo, vivían en contextos institucionales. El impacto de la pandemia ha puesto de manifiesto, a su vez, una preocupante discriminación (edadismo) en la gestión de la alarma sanitaria y una fragilidad de los sistemas de cuidados. Además, se han identificado los principales elementos a mejorar en la gestión de este tipo de crisis, así como una serie de buenas prácticas en cuatro áreas: servicios residenciales, recursos humanos, apoyo emocional y actuaciones en el ámbito comunitario y cooperativo. Por último, se han sistematizado recomendaciones para avanzar hacia un sistema de cuidados centrado en la persona.

Entre estas últimas hay una en la que la capital de Aragón, Zaragoza, se sitúa a la cabeza de España y que conviene que se conozca. A saber, el informe del organismo internacional habla de “mejorar los ambientes urbanos, la accesibilidad, la movilidad y la vivienda para aumentar la autonomía de las personas mayores”. Este consejo apunta a fomentar la “amigabilidad” en los municipios para integrar a las personas mayores en la vida social y comunitaria. El movimiento Age Friendly Cities and Communities, promovido desde la Organización Mundial de la Salud, que actualmente aglutina a más de 1.000 ciudades de todo el mundo, es una excelente herramienta de cohesión social en relación con la edad y la dependencia, que durante demasiado tiempo han estado al margen de los mensajes de promoción del envejecimiento saludable.

Aunque no se sepa suficientemente, Zaragoza fue pionera en España a la hora de intregrarse en esa red internacional y lo que es más importante en comprometerse con actuaciones concretas para ser amigable con los mayores. Hace unas semanas así lo reconoció el Centro de Investigación Ageingnomics que seleccionó a Zaragoza como el municipio español de referencia en sus políticas para con los adultos mayores. En esta decisión, avalada por Deusto Business School y la Fundación MAPFRE se tuvieron en cuenta algunas actuaciones que el alcalde Jorge Azcón ha promovido en su mandato. En primer lugar, inversiones para la rehabilitación urbana pensando en la diversidad generacional que incluyen mejoras en los barrios y ayudas para rehabilitar viviendas que harán posible el anhelo de los mayores, creciente tras la pandemia, de seguir viviendo en sus casas. En segundo lugar, la adaptación de la ordenanza de accesibilidad como herramienta para que las personas mayores puedan desplazarse con mayor autonomía y seguridad. Aceras más anchas, mejor transporte público, más zonas de sombra, pero también menos trabas para que la dependencia –a la que todos llegaremos- para no renunciar a vivir en tu ciudad. Por último, cada vez más estudios demuestran que el distanciamiento físico necesario para reducir el contagio en la pandemia se convirtió en distanciamiento social y consecuentemente en soledad para muchas personas mayores, con graves efectos en la salud mental y el deterioro cognitivo. Esa soledad no deseada dificulta que dispongan de un ocio activo y que puedan participar en iniciativas colaborativas, como es el voluntariado. El alcalde anunció en su conferencia que se van a promover prestaciones mayores con programas como la extensión del servicio de comedor y las actividades de ocio activo para los usuarios de los centros de mayores.

Zaragoza y Aragón despiertan de la pesadilla de la pandemia con un reto en el horizonte. Los servicios para las personas mayores son una fuente ingente de generación de empleo y una oportunidad económica para los territorios que tomen las decisiones adecuadas desde el ámbito público y privado. Todas las previsiones indican que el número de adultos mayores aumentará considerablemente en los próximos años y con ello se multiplicarán necesidades inéditas que han de obtener respuestas con nuevos bienes y servicios, en el ámbito de la conocida como la economía sénior


Iñaki Ortega es profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Ha dirigido el informe “Fragilidad de las instituciones de cuidado a la vejez ante el Covid 19” promovido por el BID.


lunes, 5 de abril de 2021

Atascado

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 5 de abril de 2021)


La imagen del enorme barco encallado en el canal de Suez ha dado la vuelta al mundo. Durante una semana la ruta que une Oriente con Occidente ha estado bloqueada, dejando a 400 cargueros sin cruzar el canal. El mega buque Evergreen trasladaba más de 20.000 contenedores de China a Europa y quedó varado en las arenas del canal por una fuerte ráfaga de viento. A pesar de su tecnología punta, una simple tormenta ha provocado decenas millones de dólares de pérdidas cada día de colapso, a causa de la paralización de la cadena de suministro de las empresas multinacionales.

Ahora te pido que reflexiones si no te has sentido alguna vez como ese carguero. Atascado. Sin poder avanzar ni retroceder. Hundido. En un problema que no te deja reaccionar. Bloqueado. Porque no puedes o no sabes salir de una situación que te deja sin capacidad de reacción. Superado. Por el peso de una persona tóxica o unos jefes ausentes. Encallado. Sabiendo que cada semana que pasas sin poder salir, estás perdiendo tú y los tuyos. Atorado. Porque te has empeñado en salvar un empleo o una relación que no lo merecía.

La vida, como a los barcos, nos lleva a navegar con el viento a favor y por aguas placenteras. Pero en ocasiones, los vientos rolan y la corriente te arrastra. El barco Evergreen estaba diseñado para todo ello, pero aun así encalló. En lo laboral pero también en lo personal, nos preparamos durante años para no fallar. Incluso sin cometer error alguno, en ocasiones factores exógenos, como la tormenta de arena de marzo en Suez, te dejan varado. Es literalmente imposible gestionar todas las eventualidades, por eso es mejor centrarte en tener un buen desempeño, no dejar de capacitarte y hacer el bien a tu alrededor porque eso te protegerá para cuando vengan malas.

En una larga carrera laboral, como las que viviremos los nacidos después de 1970, habrá tiempo para fracasos, pero también para éxitos; para velocidad de crucero de la mano de buenas empresas y naufragios promovidos por decisiones miopes. Steve Jobs al agradecer el doctorado honoris causa por la Universidad de Stanford, resumió su exitosa carrera en la frase “conectar los puntos”. Para el fundador de Apple en una vida hay sucesos que te marcan para bien o para mal que no lo sabes cuando te suceden. Solamente cuando pasan unos años y miras para atrás, te das cuenta de que todo cobra sentido y tu realidad es la que es gracias a esos sucesos pasados.

Ahora, cuando encalles en el futuro, que lo harás, recuerda cómo ha sido liberado el buque del canal egipcio. Primero eliminando el exceso de peso de la cubierta que le impedía maniobrar con agilidad, segundo con la ayuda de muchos pequeños remolcadores que lograron enderezar el rumbo y tercero gracias a sus propios medios ya que la tripulación y el propio buque disponían de la mejor preparación.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja-UNIR-