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jueves, 22 de abril de 2021

Mayores empoderados

(este artículo se publicó originalmente en el blog del centro de investigaciónAgeingnomics el día 22 de abril de 2021)

La palabra empoderamiento existe en castellano como un calco del inglés empowerment. “Hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido” reza el diccionario. Aunque su significado es unívoco se ha usado indistintamente por los movimientos de derechos civiles, por los manuales de gestión empresarial y hasta por los organismos internacionales. En el siglo pasado el término adquirió relevancia con el feminismo que lo usó para referirse a la necesidad de que las mujeres reforzaran sus capacidades y protagonismo para vencer las desventajas estructurales. Pronto migró a la economía y así explicar “una herramienta que consiste en delegar, otorgar o transmitir poder, autoridad, autonomía y responsabilidad a los trabajadores o equipos de trabajo de una empresa para que puedan tomar decisiones, resolver problemas o ejecutar tareas sin necesidad de consultar u obtener la aprobación de sus superiores”. Hasta la ONU comenzó a hablar de empoderar como “un proceso de reducción de la vulnerabilidad y de incremento de las propias capacidades de países pobres y marginados para promover entre ellos un desarrollo humano y sostenible”. En nuestros días de nuevo la palabra se ha convertido en un fetiche, esta vez, para los que protestaban en París con chalecos amarillos.

Empoderarse para acabar con situaciones no deseadas. Unas veces la discriminación racial, otras la pobreza y siempre la desigualdad. Por eso, ahora que la pandemia ha demostrado que no ha habido un grupo etario que haya sufrido tanto como los que superan los 60 años, ha llegado el momento de empoderar a los mayores.

Un reciente informe promovido por el investigador del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Marco Stampini ha recomendado para luchar con esta discriminación una serie de medidas entre las que se incluye “mejorar los ambientes urbanos, la accesibilidad, la movilidad y la vivienda para aumentar la autonomía de las personas mayores”. Este consejo apunta a fomentar la “amigabilidad” en los territorios para integrar a las personas mayores en la vida social y comunitaria. El movimiento Age Friendly Cities and Communities, promovido desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), que actualmente aglutina a más de mil ciudades de todo el mundo, es una excelente herramienta de cohesión social en relación con la edad y también a las situaciones de dependencia. Por desgracia este enfoque ha sido obviado en los clásicos mensajes del envejecimiento saludable, donde solo la alimentación y el ejercicio físico parecía que importaban. Empoderar a los mayores es reconocerles igualdad de responsabilidades y derechos a la participación en la vida social, política y comunitaria. Las ciudades “amigables” (o simplemente “útiles”, como cataloga el profesor Benigno Lacort) con las personas mayores son aquellas que no buscan un miope envejecimiento activo sino una promoción de ciudadanía activa, entendida como un eclecticismo de actividades participativas que incluye la participación política y la acción comunitaria y voluntaria. De modo y manera que los mayores empoderados asumen compromisos, pero también toman decisiones sobre su vida. Elegirán dónde vivir, en qué ciudad, pero también de qué modo, en su casa o en otro lugar. Apostarán por las instituciones, empresas o administraciones, que tengan en cuenta sus necesidades y repudiarán a las que siguen ancladas en la discriminación por la edad.

Este fenómeno tiene diversas administraciones públicas que han comenzado a darle respuesta. Desde el Centro de Investigación Ageingnomics con la ayuda de Deusto Business School se han seleccionado tres instituciones españolas que pueden servir de ejemplo por sus políticas con las personas mayores frente al edadismo pandémico. La ciudad de Zaragoza, la Junta de Castilla y León y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. En un seminario celebrado en la sede la Fundación MAPFRE el día 24 de marzo se conocieron las estrategias de estas tres administraciones de la mano de sus máximos responsables.

España está en disposición de liderar una estrategia mundial para que el alargamiento de la vida suponga una oportunidad económica a través de nuevos productos y servicios para los mayores. Tenemos la mayor esperanza de vida del mundo junto a Japón; una cultura de apertura gracias al turismo y un espíritu emprendedor que hemos demostrado a lo largo de nuestra historia. Solo nos falta acabar con la discriminación absurda de la vejez de la mano de territorios y empresas que sepan ver el empoderamiento de los mayores.

Para ver el contenido completo de la edición del ciclo ageingnomics dedicado a los territorios amigables con los mayores.

Para ver el informe completo del BID “Fragilidad de las instituciones de cuidado a la vejez ante el Covid19”

 

Iñaki Ortega Cachón es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja - UNIR.

miércoles, 14 de abril de 2021

Del edadismo a los territorios amables

(este artículo se publicó originalmente en el diario ABC el día 14 de abril de 2021)


El coronavirus no solo está afectando a la salud, especialmente de los mayores, sino que ha hecho aflorar un latente edadismo en la sociedad y en el sistema sociosanitario que ha lesionado los derechos de las personas mayores, incluso con un tratamiento poco digno en ocasiones. Aunque el concepto de edadismo fue acuñado por Robert Buttler en 1969 para definir la discriminación contra las personas de más edad, han tenido que pasar más de cincuenta años para verlo en su máxima expresión.

Esta actitud se tradujo en los peores momentos de la pandemia, en triaje en hospitales, cierre de servicios esenciales para la salud de los mayores, mala gestión del final de la vida, infravaloración del impacto de las medidas de aislamiento en la salud emocional, no aplicación de la desescalada en las residencias,  ausencia de participación de este colectivo en la toma de decisiones, alarmismo en los medios de comunicación y en general un desequilibrio entre seguridad y derechos de los mayores.

La vejez no fue tratada como un grupo de población de alto riesgo durante la pandemia. Por encontrar alguna explicación a este hecho puede ser que esta cohorte etaria cuenta aún hoy con escasa percepción de valor social, siempre rodeada de estereotipos negativos, sin voz y en ocasiones relegada en el acceso a recursos esenciales como es la atención hospitalaria. Se observó también en los peores momentos de la alarma sanitaria la necesidad de mejorar la gestión de la información que transmiten los medios de comunicación y los propios profesionales sanitarios y sociales, a través de mensajes claros, evitando culpabilizar a los diferentes grupos de edad en relación con su capacidad de contagio. Luchar contra la discriminación y estereotipos por razón de edad sigue siendo una tarea de máxima relevancia si queremos avanzar hacia una sociedad justa.

Este edadismo que ha constatado un reciente informe promovido por la división de protección social y salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), está siendo avalado por numerosos expertos en todo el mundo. El investigador del BID Marco Stampini ha recomendado para luchar con esta discriminación una serie de medidas entre las que se incluye “mejorar los ambientes urbanos, la accesibilidad, la movilidad y la vivienda para aumentar la autonomía de las personas mayores”. Este consejo apunta a fomentar la “amigabilidad” en los territorios para integrar a las personas mayores en la vida social y comunitaria. El movimiento Age Friendly Cities and Communities, promovido desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), que actualmente aglutina a más de mil ciudades de todo el mundo, es una excelente herramienta de cohesión social en relación con la edad y también a las situaciones de dependencia. Por desgracia este enfoque ha sido obviado en los clásicos mensajes del envejecimiento saludable, donde solo la alimentación y el ejercicio físico parecía que importaban en detrimento de un reconocimiento de la igualdad de responsabilidades y derechos a la participación en la vida social, política y comunitaria. Ciudades amables con las personas mayores son aquellas que no buscan un miope envejecimiento activo sino una promoción de ciudadanía activa, entendida como un eclecticismo de actividades participativas que incluye la participación política y la acción comunitaria y voluntaria. De modo y manera que territorios amables con los mayores son aquellos que buscan que las personas que envejecen lo hagan integradas en su entorno, jubiladas o no, que mantienen una vida cotidiana activa, asumiendo compromisos y responsabilidades e incorporando conductas saludables.

Por suerte en España esta búsqueda de “la amabilidad” tiene diversas administraciones públicas que han comenzado a darle respuesta. Desde el Centro de Investigación Ageingnomics con la ayuda de Deusto Business School hemos seleccionado tres instituciones que pueden servir de ejemplo por sus políticas de amabilidad con las personas mayores frente al edadismo pandémico. La ciudad de Zaragoza, la Junta de Castilla y León y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. La capital de Aragón fue la primera ciudad española en sumarse a la iniciativa de la OMS de una Red Mundial de Comunidades y Ciudades Amigables. Además, está implementado un plan de inversiones para mejorar la vida urbana de los mayores, así como una modificación de la ordenanza de accesibilidad que permita que muchos mayores sigan viviendo en la ciudad. Por su parte la Junta de Castilla y León, la comunidad autónoma más extensa y con menos densidad de población del país y también una de las regiones europeas con un número más alto de mayores de 65 años, está aplicando un discurso que huye del paternalismo en beneficio de un trato para la vejez como ciudadanos de pleno derecho y con criterio. Destacan sus actuaciones, como la teleasistencia universal y gratuita, que permitirán que una gran mayoría de mayores puedan permanecer en sus hogares, tal y como es su deseo y recomiendan cada vez más expertos geriatras. Por último, este mes de marzo hemos recibido la buena noticia desde el Gobierno de España de un Plan de medidas ante el Reto Demográfico que contempla una inversión superior a los 10.000 millones y que está destinado a combatir la despoblación y garantizar la cohesión económica y social de millones de adultos mayores que no solo necesitan atención sanitaria, sino también cultura, ocio, movilidad, vivienda y tecnología.

España está en disposición de liderar una estrategia mundial para que el alargamiento de la vida suponga una oportunidad económica a través de nuevos productos y servicios para los mayores. Tenemos la mayor esperanza de vida del mundo junto a Japón; una cultura de apertura gracias al turismo y un espíritu emprendedor que hemos demostrado a lo largo de nuestra historia. Solo nos falta acabar con la discriminación absurda de la vejez (edadismo) usando territorios que apuesten por “políticas amables”, usando la terminología de la OMS, en atraer y retener a las personas mayores.

 

Clara Bazán e Iñaki Ortega. Centro de Investigación Ageingnomics de la Fundación MAPFRE.