martes, 29 de mayo de 2018

Blockchain Café


(este artículo se publicó originalmente el 27 de mayo de 2018 en el diario La Información en la columna semanal #serendipias)


El economista americano Nouriel Roubini desde su cátedra de la escuela de negocios Universidad de Nueva York (NYU) ha emprendido su enésima cruzada personal, esta vez contra las criptomonedas y la tecnología que la soporta, el blockchain. Confieso que a pesar de la corriente global a favor del blockchain, he leído varias veces sus tres últimos artículos, el último este mes de mayo, en el que de un modo inmisericorde ridiculiza las expectativas que se han puesto en la tecnología de la cadena de bloques y sus aplicaciones, en especial el bitcoin pero también en las ICO (initial coin offering) y los smart contrats. En estas reflexiones, todas escritas en este año 2018, el profesor de la Escuela Stern de NYU, hace méritos de nuevo para recuperar el apodo por el que durante mucho tiempo se le conoció: “doctor Fatalidad”.

Su conclusión es que el bitcoin es un gran fraude del que detrás solo hay, como poco, evasores fiscales. Tampoco queda bien parado el blockchain que es considerado como una gran tontería defendida por embaucadores puesto que no aporta ventaja alguna, y así lo demuestra Roubini, en campos como la desintermediación o la eficiencia. Un dinosaurio lento y derrochador,  termina el profesor una de sus frases sobre el particular, que por otra parte labró su prestigió precisamente por ser de los pocos que alertó de la crisis de las subprime en 2007.

Quizá porque el apellido del profesor Roubini es muy parecido al del famoso escapista del siglo XX, Harry Houdini; quizá porque el profesor y el mago ejercieron sus profesiones en Nueva York; quizá porque ambos nacieron en la vieja Europa pero encontraron su fama en Estados Unidos; quizá porque Houdini, el mago, nos asombró con sus trucos para salir indemne de una caja fuerte lanzada al rio Hudson y Roubini, el economista, nos sorprende con sus mágicos análisis o quizás por ninguna de las cuatro anteriores y simplemente porque me encantan las serendipias me he acordado del gran Houdini leyendo a Roubini.

Harry Houdini nació en Budapest en 1874 pero emigró con su familia a Wisconsin con cuatro años de edad. Muy joven abandonó su casa para enrolarse en un circo gracias a sus dotes atléticas que usó en el trapecio y toda su vida en la natación. Enamorado de la magia y del espectáculo ha pasado a la historia, a pesar de morir con apenas 50 años, por sus números escapistas de los que siempre salía vivo como estar atado con una camisa de fuera boca abajo en el Empire State o en pocos segundos liberarse de toda suerte de candados, cuerdas y baúles cerrados.

Roubini quiere que nos escapemos de la trampa del blockchain. El profesor es capaz, en los pocos minutos que tardamos en leer sus brillantes artículos, de desatar y abrir los candados que encierran las supuestas utilidades de la cadena de bloques para demostrarnos que estamos ante un gran engaño de charlatanes. Pero no todos tenemos las habilidades de los “primos” Roubini-Houdini y por ejemplo en mi caso si me encierran atado de pies y manos en un baúl solo podría salir con la ayuda de los bomberos. Como también, lo siento, tiendo a creer en aquellas empresas que admiran el blockchain y que se han asociado en un consorcio de nombre Alastria para que España disponga de la infraestructura necesaria para beneficiarse de esa tecnología. Banco Santander, Repsol, Endesa, Metrovacesa, BBVA, Sabadell, Gas Natural y Garrigues son algunos de los socios de esta red de empresas que defienden que el blockchain cambiará para bien el mundo de los negocios. Hoy ya se está aplicando esta tecnología (más allá de las polémicas criptomonedas) en seguros para cancelaciones de viajes, en la trazabilidad de la cadena de suministro, en votaciones electrónicas, en préstamos corporativos, en complejas operaciones de comercio exterior o en subastas online, por solo citar algunos ejemplos.

No tengo claro si otra vez el “doctor Fatalidad” volverá a acertar y el blockchain morirá, pero hasta entonces no veo mucho riesgo en invertir esfuerzos concertados entre tecnólogos, corporaciones y emprendedores para perseguir un loable objetivo: menos desintermediación. El  momento que vivimos exige salir del ensimismamiento y sumar fuerzas para mejorar las bases de nuestro sistema económico. La cadena de bloques parece que permite resolver el problema de la desconfianza de forma colaborativa, no podemos dejar de explorar esa oportunidad.

Hace unos días celebramos un seminario en Deusto Business School junto a Accenture sobre este asunto y entre las utilidades que ya se estaban aplicando, además de las ya citadas y otras como acreditación de pasaportes, títulos universitarios y expedientes sanitarios se habló de una cafetera. Una máquina para hacer café alimentada no por la corriente eléctrica sino por el calor de los millones de ordenadores que al día de hoy trabajan colaborativamente en el blockchain. Así que si Roubini nos asombra de nuevo desatando todos los candados que esconde el blockchain  por los menos nos quedará una taza de café caliente para afrontar con fuerza el siguiente reto económico.

domingo, 27 de mayo de 2018

Los 60 años de hoy son los nuevos 40

(este artículo se publicó originalmente el 21 de mayo de 2018 en el diario La Información en la columna semanal #serendipias)

Juan se disponía a abrir el regalo de sus hijos después de soplar las velas por su sesenta cumpleaños. No tuvo que fingir, su alegría era sincera, eran unas botas de fútbol, eso sí con tacos para césped artificial, el campo en el que semanalmente juega con una docena de colegas.

Diez años antes, Antonio, con la misma edad que hoy tiene Juan, contó a su familia que ya no tendría que volver a trabajar. Había sido prejubilado. Sus hijos se alegraron pero rápidamente le dijeron: “qué pena, Papá, que con lo bien que estás con sesenta años, tu empresa no quiera que sigas”.

Juan es uno de los principales directivos del sector seguros en España, practica un deporte tan exigente como el futbol y además no piensa en ningún momento en retirarse. Antonio volvió a trabajar en 2012 para formar parte del comité de dirección de uno de los principales cinco bancos de nuestro país, donde sigue al día de hoy con sus más de setenta años, y más contento que nunca.

Lucila en plena transición española ayudó a crear uno de los principales think tanks de nuestro país; en 1989 le tocó fundar otra asociación de directivos a la que sigue ligada con la máxima dedicación a pesar de que el calendario le exigiría no estar en activo.

Juan, Antonio y Lucila no son personajes inventados. Existen y son reflejo de una realidad que cada vez tiene más fuerza. De hecho si miramos a nuestro alrededor veremos que no son excepción y que la gran mayoría de sexagenarios no solo están en forma sino que les queda suficiente fuerza para seguir trabajando fuera o en casa –ayudando a la familia-.

La vida ha cambiado mucho en pocos años. Para los padres de nuestros protagonistas la vida activa comenzaba a terminar cuando entraban en la década de los sesenta y de hecho se hablaba de que pasaban a la tercera edad, después de la juventud y la madurez. La tercera edad era la última y además la más corta de esas etapas vitales, baste recordar que en 1960 la esperanza de vida al nacer  en España era de 67 años.  Hoy en cambio una persona que supera los 60 años tiene por delante un mínimo de 20 años de vida pero además con una calidad, economía y autonomía inimaginable el siglo pasado.

El prestigioso Instituto Max Planck propone acuñar el concepto de cuarta edad porque los 72 años de ahora equivalen a los 30 años de hace 2.000 años. Yo no me atrevo a ir tan lejos en el tiempo y simplemente quiero recordar que no son pocos los científicos que suscriben al respecto de la vejez la teoría de la edad prospectiva. Para Scherbov y Sanderson la clave son los años que nos quedan de vida, no los que ya hemos cumplido. La edad prospectiva, por tanto, no se fija en tu fecha de nacimiento sino que ,para estos expertos en demografía, la vejez comienza una docena de  años antes de morirte. Si en España la esperanza de vida hoy supera los 83, pero en apenas una década estaremos en los 90 años, estaremos en disposición de trabajar (porque no seremos viejos) hasta los 75 años.

No solo el indicador de la esperanza de vida nos lleva a la tesis que titula este artículo, también el progresivo aumento de la edad de jubilación, las cada vez mejores estadísticas sanitarias, la edad de los turistas y el protagonismo en el consumo de esta cohorte de edad. Cumplir hoy 60 años supone tener por lo menos una década por delante de actividad profesional y buena salud, exactamente igual que a mediados del siglo pasado suponía cumplir 40 años.

El barómetro VidaCaixa retrataba hace unos meses a los jubilados españoles en el que la edad media de jubilación es 62 años y siete de cada diez se sienten jóvenes para hacer todo tipo de actividades y aprender cosas nuevas. De modo y manera que las personas con más experiencia están en disposición de seguir aportando y mucho a la sociedad, también en la actividad profesional. La Fundación San Prudencio ha ayudado a ello con una reciente encuesta a directivos en la que demostró que los trabajadores seniors no son más absentistas, pero sí son más disciplinados, no tienen resistencia a aprender cosas nuevas ni son menos productivos ni tienen más accidentes. En cambio sí son más leales y tienen más experiencia y ética en el trabajo.

Es ya una tendencia en el Reino Unido y en Estados Unidos contratar a mayores de 55 años en las compañías, no solo se valora la experiencia, sus redes de contactos y conocimiento sino también las nuevas fórmulas de flexibilidad que abaratan sus costes para la empresas y sobre todo la motivación y fidelidad frente a otras generaciones.

Por todo lo anterior podemos afirmar con Juan, Antonio y Lucila, sin temor a equivocarnos, que los 60 de nuestros días son los nuevos 40.






viernes, 18 de mayo de 2018

Blockchain "primus inter pares"



(este artículo se publicó originalmente en el diario Expansión el 16 de mayo de 2018)


Las redes «peer to peer»  o «entre pares» son una interconexión de diferentes ordenadores que comparten información entre ellos sin la necesidad de terceros. Esta forma de trabajar lleva décadas estudiándose en la computación aunque ha sido ahora cuando ha saltado a la fama. Es conocida por su acrónimo  en inglés P2P que alude a la idiosincrasia de la misma que no es otra que funcionar en pie de igualdad entre pares. Algunos ejemplos de este modelo son plataformas de compras en línea como Ebay pero también empresas como Spotify o Netflix que hacen la vida más fácil a sus usuarios debido a que usan esa tecnología P2P.

Estas redes no son nuevas, de hecho en el año 2000 la empresa Napster sorprendió a todo el mundo con su servicio de distribución de archivos de música que usaba la red P2P, con gran malestar en la industria discográfica. El asunto terminó en los tribunales y Napster indemnizó a los artistas por algo que hoy es considerado como la forma normal de escuchar música. Desde entonces suele asociarse a las P2P con redes que fomentan la piratería en internet, ya que periódicamente conocemos operaciones policiales para cerrar plataformas que usan este tipo de red por compartir ilegalmente películas, violando los derechos de autor. No obstante existen gran variedad de aplicaciones que utilizan el peer to peer para operar de manera legal como la empresa Skipe que ha revolucionado la industria de la telefonía aportando imagen además de voz, todo ello en Internet y sin costes para el usuario particular.

No son pocos los académicos que sitúan estas empresas que operan, gracias a las redes P2P, dentro de lo que se ha denominado como economía crowd. La madurez de la tecnología unida a la democratización en su acceso ha dado lugar en este momento a la aparición de estos nuevos modelos. Por ejemplo la economía colaborativa pero también la apuesta por la desintermediación del blockchain y todos los conocidos como crowd (crowdfunding, crowdsourcing o crowdlending entre otros). Precisamente por la profusión de nuevos modelos con el prefijo crowd y por lo gráfico que supone pasar de un sistema económico capitalista dominado por las grandes multinacionales a uno basado en la fuerza de la multitud, de muchos pares, que empoderados toman decisiones en clave económica, ha triunfado el término de economía crowd.

La cadena de bloques, como se acaba de mencionar, es otra expresión de lo anterior en el que a una red P2P se le une un protocolo criptográfico para conseguir una base de datos descentralizada inexpugnable. Ahora, por la influencia de una de sus aplicaciones más conocidas, el bitcoin que pasó de cotizar por cero doláres en 2009 a 20.000 en 2017, vuelven las voces que restan valor a su utilidad o incluso que la sitúan en la ilegalidad.

Por ello es momento de recordar que el blockchain, es una gran base de datos distribuida, replicada en millones de ordenadores –nodos- en el mundo, que registra la información en un bloque que se une al anterior en una secuencia inmutable. La información de cada bloque se registra con un hash - estructura criptográfica-. Esto permite que la información no se pueda manipular. Ni la información en sí misma, ni su secuencia. Es por tanto un sistema P2P, en el que todos los ordenadores conectados son iguales, lo que da lugar a un sistema descentralizado que funciona por consenso entre las partes, sin nadie que lo organice o dirija.

Más allá de su evidente aplicación en las finanzas, ya se está usando en la trazabilidad de bienes como diamantes, en el intercambio de energía, en las cadenas de suministro o en el voto electrónico. Y gracias a los smart contracts (programas informáticos que usando blockchain se ejecutan automáticamente cuándo se cumplen las condiciones escritas en código), podemos intercambiar títulos y valor directamente. Sin mediadores ni intermediarios. Es solo el comienzo. Gartner pronostica que las empresas podrían incrementar sus beneficios en 176.000 millones para 2025  utilizando esta innovación y prevé un crecimiento de más de 3,1 billones en 2030. Para Cisco en el año 2027 el 10% del PIB estará vinculado a blockchain.

“Primus inter pares”, es una expresión latina que ha llegado hasta nuestros días para referirse a aquel que lidera circunstancialmente una organización pero que se encuentra al mismo nivel que los que le eligen, sus pares. Por eso blockchain, ha de ser el “primus inter pares”, la primera gran apuesta de otras muchas innovaciones que va a requerir  un enorme esfuerzo conjunto de colaboración y sabiduría -tecnológica y regulatoria-, si queremos aprovechar todo su potencial.


Mirari Barrena es abogada fintech

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School

martes, 15 de mayo de 2018

Emprender es muy español


(este artículo se publicó originalmente el 14 de mayo de 2018 en el diario La Información en la columna semanal #serendipias)


Hace unas semanas se presentó en la sede de la Fundación Rafael del Pino de Madrid el informe global de medición del emprendimiento conocido por sus siglas en inglés GEM. El estudio, desde 1999, analiza con el apoyo de investigadores universitarios el fenómeno emprendedor, este año han participado 53 países lo que convierte al Global Entrepreneurship Monitor en el mejor observatorio internacional de la actividad emprendedora. La buena noticia del análisis del capítulo español es que por primera vez desde 2008 la actividad emprendedora en fase inicial ha rebrotado, rompiendo la barrera del 6% y acercándose a los niveles pre-crisis. Este aumento se debe en parte al continuo incremento del porcentaje de la población que percibe oportunidades de negocio, alcanzando este año el máximo de la serie histórica con un 32%.

Nuestro país es desde hace años el equipo más numeroso de este consorcio, 19 grupos investigadores  y más de 100 académicos, con una práctica inédita que es la existencia de un informe en cada comunidad autónoma, financiado por instituciones universitarias y entidades privadas. Las personas emprendedoras se han convertido, como se recordó en ese acto de presentación, en la herramienta con capacidad para demoler cualquier frontera y solucionar los grandes problemas de la humanidad. Que el estudio referente en el mundo, fuente imprescindible del conocimiento del emprendimiento, reconozca el liderazgo de los académicos españoles, es algo de lo que nunca se habla, pero que debe hacernos reflexionar.

Tampoco ningún manual de economía en castellano explica que la escuela de pensadores escolásticos españoles de los siglos XVI y XVII, desde la Universidad de Salamanca, impregnaron el ámbito universitario escocés del siglo XVIII inmediatamente anterior a la obra de Adam Smith (que sí ha pasado a la historia con el calificativo del primer economista moderno) como recuerda el profesor Vicente Montes. Tampoco nadie menciona en esos libros de texto que el gran economista del siglo XX, el austro-americano Joseph A. Schumpeter con sus pioneros estudios sobre la innovación disruptiva de los emprendedores, reconoció la influencia del jesuita toledano Juan de Mariana, también escolástico que murió en 1624, y que estudió el dinero y sus fluctuaciones en un escenario histórico en el que medio mundo se asombraba de los descubrimientos españoles y del poderío de nuestras instituciones.

No podemos achacar estas ausencias a la tradición anglosajona de esta ciencia social ni al endémico retraso español porque el primer manual de economía de Alfred Marshall editado en Cambridge, Reino Unido, solo data de 1890 y apenas unos años después, en 1916, nacen los primeros estudios universitarios de empresa en nuestro país con la creación en Bilbao de la Escuela Comercial de la Universidad de Deusto, hoy conocida como Deusto Business School. Más de 100 años de estudios superiores de empresa en nuestro país y no hemos sido capaces de explicar a los cientos de miles de egresados que los españoles estamos detrás del origen de la ciencia social más importante que explica los fenómenos más relevantes de los últimos dos siglos.

El veterano economista del estado, Carlos Espinosa de los Monteros, Alto Comisionado del Gobierno de la Marca España, y ex presidente de Mercedes-Benz explica muchos de estos olvidos con esta frase atribuida al Canciller Bismarck al ser preguntado por el país que más admiraba del mundo: “España. Porque los españoles llevan siglos queriendo destruirla y no lo han conseguido. Lo que da muestras de su fortaleza”.
Ahora que las universidades españolas no pasan por su mejor momento es imprescindible que recordar que a pesar de que no tenemos ningún nobel de economía, detrás de una gran mayoría de ellos está la influencia de los universitarios españoles de la Escuela de Salamanca como Juan de Mariana o Francisco de Vitoria. Y que tampoco hace falta viajar cinco siglos en el tiempo para encontrar referentes españoles en este terreno que hibrida emprendimiento y universidad. Por ejemplo dos de los grandes emprendedores de nuestros días, Amancio Ortega de Inditex y Juan Roig de Mercadona, no solo han revolucionado sus industrias sino que han devuelto a la sociedad parte de lo ganado con sus corporaciones a través de becas universitarias, el primero y una magnífica escuela de negocios el segundo. Pero tampoco ocupan los lugares más destacados de las noticias que dos de las empresas de bandera de nuestro país, Telefónica y Banco Santander, poseen dos de los programas de apoyo al emprendimiento más referenciados en todo el mundo. La incubadora global Wayra de Telefónica es visita obligada en Madrid para cualquier personalidad internacional del mundo económico que nos visita, como best practice de innovación abierta. Por no hablar del fondo de inversión de Telefónica, Amerigo, que fue catalogado hace unos años como el mejor venture capital del mundo. Por último el proyecto Santander Universidades (que sostiene el informe GEM) es la causa de que el banco español sea, según la UNESCO, la empresa del mundo que más invierte en educación con convenios con 1182 universidades y centros de investigación de todo el mundo.

El acto de presentación del informe GEM finalizó con el ranking de los países donde hay más emprendimientos, medido por la tasa de actividad emprendedora (TEA por sus siglas en inglés). España no aparecía entre los diez primeros. Pero estoy seguro que si preguntamos a los cientos de investigadores de más de 50 países que forman parte de este informe global que escriban una lista corta de países emprendedores, España con su historia, sus empresas bandera y sus profesionales emprendedores, no faltaría, a pesar de los españoles.

miércoles, 9 de mayo de 2018

La economía crowd. Susto o muerte.



(este artículo se publicó originalmente el día 7 de mayo de 2018 en el periódico La Información en la columna semanal #serendipias)

El viejo chiste anglosajón “scare or death” que se cuenta en la noche de Halloween nos exige optar entre un susto o que nos maten, pero también nos recuerda que aunque sean obvias hay que acertar con las elecciones.
Hoy vivimos una época en la que nuestras instituciones han de elegir. Y tienen que acertar. No son pocos los autores, con el profesor del MIT Arun Sundarajan a la cabeza, que alertan de la llegada de un fenómeno, que trasformará nuestra economía basada en las corporaciones, en una economía llamada “crowd”, del vocablo inglés traducido al español como muchedumbre. No es el primer autor, ya a principios del siglo pasado Schumpeter habló de la destrucción creativa de los pequeños innovadores y Birch en 1979 abrió el camino para toda una escuela de académicos que defendían la migración de una economía de la gran escala a una economía emprendedora.

Sin embargo sí es nuevo cómo la madurez de la tecnología unida a la democratización en su acceso y la persistencia de la sensación de crisis para millones de ciudadanos en el mundo, ha dado lugar en este momento a la aparición de nuevos modelos. Son la economía colaborativa, los sistemas peer to peer (P2P), la innovación abierta, la apuesta por la desintermediación, el consumo cooperativo y todos los conocidos como crowd (crowdfunding, crowdsourcing o crowdlending entre otros). Precisamente por la profusión de nuevos modelos con el prefijo crowd y por lo gráfico que supone pasar de un sistema económico capitalista dominado por las grandes multinacionales a uno basado en la fuerza de la muchedumbre que empoderada toma decisiones en clave económica, ha triunfado el término de economía crowd.

No es momento ahora de explicar en detalle cada uno de esos nuevos modelos que están bajo el paraguas de la economía crowd. Basta con recordar a las americanas UBER, AirBnB y la francesa BlaBlacar como representativas de la sharing economy, en la que se prima el uso a la propiedad. Al blockchain y sus aplicaciones, más allá de las criptomonedas, en asuntos como los servicios profesionales, como expresión del nuevo P2P que desintermedia frente a los antiguos B2B (business to business) o B2C (business to consumer). Los hackatones, intraemprendedores e incubadoras corporativas nos trasladan a la nueva innovación abierta. Plataformas colaborativas para comprar energía o financiar seguros cuando el mercado no lo hace son ya habituales. Por último el crowfunding logra que miles de pequeños inversores permitan que un concierto se celebre, un libro se publique o una disruptiva startup obtenga fondos. El crowdsourcing hace posible la participación, no solo ciudadana, sino también creativa en las ciudades más dinámicas del planeta y el crowdlending está logrando que entidades al margen de la financiación formal puedan apalancarse para sobrevivir. Por último iniciativas como change.org hoy canalizan de modo global peticiones a los gobiernos y empresas gracias al apoyo masivo de esa muchedumbre que da título a esta nueva economía.
Si todavía no se tiene claro de que estamos hablando, la siguiente definición de la economía crowd puede ayudar. Básicamente se trata de recordar que este nuevo sistema se basa en cinco palabras que empiezan por la letra p en inglés (persons, participate, productive, purpose y platform). La definición del profesor Ludvic Nekaj en el libro “Crowdfundign for sostenible entrepreneurship and innovation” habla de una economía basada en un ecosistema dinámico de personas productivas que participan a través de plataformas con el propósito de obtener beneficios mutuos. Si comprobamos la resistencia de esta definición, por ejemplo con un reciente ejemplo de economía crowd, como es la web de compra-venta de productos de segunda mano, comprobaremos la validez de la propuesta. Las miles de personas que participan en la plataforma Wallapop son productivas porque buscan un propósito: sacar beneficio (en clave de uso o de ingresos) a unos determinados bienes. Cumple las cinco letras p como también, les reto a ello, el resto de ejemplos de economía crowd que hemos ido desgranando en estas líneas.

Las instituciones de medio mundo, por tanto, tienen que optar por adaptar sus obsoletas estructuras, hechas a la medida de un capitalismo de las grandes corporaciones, a un nuevo sistema económico basado en millones de iniciativas. El reto no es fácil porque eliminar barreras de entrada en las industrias, en el mercado laboral y en las regulaciones que solo favorecían a los incumbentes genera un escalofrío a los responsables. El mismo escalofrío que sienten los protagonistas del viejo chiste con el que empezó este artículo cuando eligen susto y les gritan a traición. Pero la otra opción es muerte, no solo en la broma de Halloween sino también en nuestra particular diatriba alrededor de la economía crowd. Porque o permitimos, desregulando y legislando a favor de los nuevos entrantes (como ya muchos países están haciendo con las fintech y los conocidos como sandboxes), que florezca la economía crowd o vendrá otra economía. Una dominada por las grandes plataformas (Google, Facebook, Apple y Amazon) que como si un oligopolio se tratase herirá de muerte nuestra economía de mercado para convertirla en una economía a su servicio.


miércoles, 2 de mayo de 2018

Centennials, la irreverencia al poder

(este artículo se publicó originalmente en el Periodico de Cataluña en su edición en castellano y en catalán el 28 de abril de 2018)


Internet, innovación, irreverencia, inmediatez e incertidumbre son palabras que definen a la generación Z y explican el modo en que estos jóvenes, la primera generación de nativos digitales, están removiendo los cimientos de la educación, el empleo, el consumo, la sociedad y la política.
Son la primera generación en la historia que se ha educado y socializado con internet en sus casas. Algo más de ocho millones de jóvenes enEspaña y el 25% de la población mundial, es decir, 2.000 millones de personas que han forjado su personalidad con acceso libre a la red de redes. Internet ha hecho que la unidad de medida del tiempo se haya acelerado de tal manera que lo que las generaciones anteriores aspirábamos a tener en un mes ellos lo tienen en un minuto. Música, amigos, compras, lecturas, viajes se consiguen ahora casi de forma inmediata.
Nativos digitales, han dejado viejos a los ‘millennials’
Los integrantes de esta generación, también conocidos como centennials, son los nacidos entre 1994 -fecha consensuada por los informáticos como el inicio del internet moderno- y 2009. Son toda una incertidumbre para las marcas y los empleadores, pero también para sus padres y profesores. Nunca han considerado la tecnología como una asignatura, a diferencia de las generaciones que les preceden, porque no la pueden disociar de su vida.
Para los Z, los conocimientos técnicos en programación, por citar un ejemplo, no suponen una obligación sino una expresión del mundo en el que se desenvuelven desde que tienen uso de razón. Estos jóvenes son autodidactas, creativos, sobreexpuestos a la información, innovadores y emprendedores. Hacen un uso intensivo de las nuevas tecnologías de la información; el mundo digital ha conformado su personalidad de una manera más profunda de lo que lo hizo con los millennials. Probablemente, el gran cambio respecto a las generaciones precedentes es su agilidad para crear, modificar y transmitir la información, sin ni siquiera plantearse el hecho de que hace muy pocos años esto era impensable.
Cambia el concepto de autoridad
La generación Z nos obliga a cambiar el concepto de autoridad porque estos jóvenes son irreverentes por naturaleza y se lo cuestionan todo. Gracias a internet acceden de modo inmediato a un conocimiento casi infinito con el cual pueden comprobar si algo es falso o alguien está equivocado. Además, en internet no siguen a un líder o entran en una web porque jerárquicamente esa persona sea más importante, sino porque empatizan mejor y les interesa más.
Por tanto, para vincular a los Z debemos cambiar y  saber escucharles. El mayor reto que tienen las empresas y las universidades es dejarles que aporten desde el primer día, porque ellos esperan que, desde el principio, a la vez que se forman, puedan interactuar y hasta modificar la manera de funcionar de la compañía o de la universidad.
Consumidores empoderados, buscan precio e inmediatez
Las cohortes que pertenecen a la generación Z representan al nuevo consumidor, y cualquier gerente de una empresa, pymes o autónomo, tiene que saber que estos jóvenes son el espejo en el que tienen que mirarse para entender a este nuevo cliente, que es digital y muy exigente, que mira mucho el precio y se mueve por recomendaciones de amigos y redes sociales. Como consumidor el Z es infiel, no le importa tanto lo de siempre como la novedad y que los productos o servicios satisfagan sus necesidades de una manera inmediata.
La sociedad debe ser muy ágil para retener su atención, ya que están acostumbrados a moverse de forma fluida y rápida entre dispositivos. Eso significa que las empresas y marcas que pretendan ganarse a estos jóvenes deben usar todos los canales a su alcance: medios convencionales,bloggersinfluencers, redes sociales sin olvidar el propio puntos de venta. Una comunicación 360 grados que lleve el mensaje de la marca a su público donde quiera que esté, sin importar las fronteras geográficas o culturales.
¿Cómo entender a este nuevo consumidor?
La mejor forma, la más directa, es incorporar a los jóvenes Z a la empresa como trabajadores. Las organizaciones han de ser muy receptivas para aprovechar las cualidades del homo digitalisen la terminología que utiliza el ensayista español José Antonio Marina. La razón es que ahora los jóvenes lo tienen todo al alcance de un clic, y esto hace que se hayan forjado una personalidad distinta: si quieren algo, lo cogen; no esperan a que una empresa o una marca les ofrezca o resideñe un producto. Si un nativo digital no halla lo que busca, quizá lo creará por sí mismo.
La llegada de estos jóvenes a las organizaciones está generando conflictos debido a que, como empleados, ellos ponen en el mismo plano el trabajo y la vida personal. Es decir, los Z demandan flexibilidad laboral, dan por descontado el teletrabajo y exigen condiciones que les permita seguir disfrutando de su vida personal y de su espacio de ocio. Pero, en contrapartida, están dispuestos a trabajar horas extras o los fines de semana, si el proyecto profesional así lo requiere.   
Modernizan mercados obsoletos
El trabajador Z es irreverente y no duda en llevar la contraria a los jefes, como ya lo ha hecho con sus padres en casa y profesores en la universidad. Pero esa irreverencia también puede ser un elemento positivo ya que les sirve -a ellos y a la empresa- para innovar y para que surjan buenas y creativas ideas. La palabra irreverencia puede asustar, pero bien entendida te hace abrazarla porque el mayor problema de las compañías en el mundo es la resistencia al cambio (hacemos las cosas así porque siempre se han hecho) y eso es como nadar con una piedra atada al cuello. En un mundo líquido, en palabras de Bauman, donde los nuevos entrantes saltan fácilmente las barreras de los mercados clásicos con sus disrupciones, hacer las cosas por inercia es una mala estrategia.
Los jóvenes Z prefieren trabajar en red, entenderse con culturas distintas, así obtienen habilidades que les permitirán desempeñar profesiones que aún hoy no existen. En su mayoría, los empleos del futuro estarán relacionados con la creatividad y la innovación. Por este motivo, la gestión del talento joven obliga a los departamentos de Recursos Humanos a trabajar en el alineamiento de las motivaciones de las personas con la estrategia de compañía
Estos chicos y chicas de la generación Z ya están revolucionando muchas industrias, innovando con sus startups, saltándose anticuadas barreras de entrada. Los emprendedores de fintechinsurtech proptech ponen en apuros a la banca, a los seguros y a las inmobiliarias, pero porque con ello están consiguiendo modernizar mercados obsoletos y además dar mejores y más baratos servicios a los consumidores.
Durante la elaboración de nuestro libro Generación Z (Plataforma Editorial, 2017) nos hemos encontrado a socios de consultoras con 24 y 25 años; hay chicos trabajando en departamentos de cibercrimen que tienen 23-24 años y ganando más que un socio. Los expertos en blockchain, indispensable para entender el bitcoin, no superan los 30 años como se demostró este enero en el Foro Económico Mundial con un panel protagonizado por Z y millennials sobre esa nueva tecnología.
Colaboración y activismo
Para las generaciones anteriores, el fin justificaba los medios: trabajar equis horas por sacar adelante a la familia, aguantar jefes impertinentes, que la empresa invirtiera donde no debía, que las compañías no cuidaran el medio ambiente o la responsabilidad social. Ahora ya no, para los jóvenes Z los valores sociales y medioambientales importan mucho a la hora de decidir trabajar en una empresa, comprar un producto o participar en un movimiento. De hecho ya no solo las empresas investigan los currículos de los candidatos, sino que éstos escudriñan la reputación de sus posibles empleadores.
Los valores de la generación Z no son compatibles, por ejemplo, con contratar una persona por 600 euros cuando antes lo hacía por 1.200, ni contratar en verano para despedir en otoño. Habrá organizaciones que lo hagan y quizá podrán obtener beneficios en el corto plazo, pero a largo plazo esa estrategia minará su reputación en la mente de los Z., que no olvidemos son más de 8 millones en España.
Por último, han desterrado el reciente mito de la indiferencia juvenil ante las instituciones. Lo que sucede es que quieren otra forma de ostentar el poder, y de hecho están ya participando activamente en muchos círculos decisorios en think tanks y partidos políticos. En las montañas suizas de Davos todavía resuenan los ecos del panel que la generación Z protagonizó hablando de blockchain. Su irreverenciasorprendió a algunos, pero la mayoría aprendió con ellos.

Núria Vilanova, presidenta de ATREVIA
Iñaki Ortega, director de Deusto Business School
Autores del libro ‘Generación Z. Todo lo que necesitas saber sobre los jóvenes que han dejado viejos a los millennials

Necesitamos polímatas


(este artículo se publicó originalmente el 1 de mayo de 2018 en el diario La Información en la columna semanal #serendipia)
                   
Marie Curie y Steve Jobs, aunque no lo parezca, tienen mucho en común. Evidentemente no es su género, ni la época y el país en que les tocó vivir, tampoco la industria en la que trabajaron, ni la profesión que ejercieron o la nacionalidad que disfrutaron.  Pero a pesar de lo anterior ambos tienen una característica muy relevante que da título a este artículo.

La polimatía no es un término nuevo inventado por consultores ávidos de epatar a sus clientes, sino que como nos recuerda la Real Academia de la Lengua Española, proviene del griego polymathia –aprender mucho- y se usa para nominar la sabiduría que abarca conocimientos diversos. Lo que sí es cierto es que por estos lares hemos usado más el calificativo de “renacentista” que “polímata” para referirnos a aquellas personas con conocimientos que abarcaban varías disciplinas.

Leonardo da Vinci ha sido descrito a menudo como el arquetipo del hombre renacentista, porque fue a la vez pintoranatomistaarquitectopaleontólogo, botánicocientíficoescritorescultorfilósofoingenieroinventor Muchos polímatas notables vivieron durante la época del Renacimiento. Estos polímatas tenían un enfoque de la educación que reflejaba los ideales humanistas de la época. Se esperaba en su tiempo para ser respetado hablar varios idiomas, tocar un instrumento musical y escribir poesía además de destacar en otra actividad. La expresión "hombre o mujer del Renacimiento" ha llegado a nuestros días para describir a una persona bien con dominio intelectual bien con muchos intereses o talentos y no necesariamente  a un seguidor del aprendizaje universal del humanismo renacentista.

Más allá de Galileo Galilei y Da Vinci o los ya mencionados Curie y Jobs, han pasado a la historia como polímatas Voltaire, Adam Smith, Emmanuel Kant o Albert Einstein entre otros porque destacaron en múltiples especialidades. En España tenemos el caso de nuestro primer premio Nobel literatura, José Echegaray, que fue antes científico que literato; Gregorio Marañón, quien además de médico fue ensayista; o Santiago Ramón y Cajal quien destacó en el campo de la fotografía además del de la neurociencia, y también galardonado con el premio Nobel.
Recientemente y gracias al apoyo de la empresa 3M varios investigadores de Deusto Business School liderados por Paco González Bree e Iván Soto presentaron  “Polímatas. Un estudio para entender el fenómeno que llevó el genio humano a sus cotas más altas durante el Renacimiento y por qué va a volver a brillar en la era digital”. No es casual que esta empresa americana apoyase el estudio. Desde su nacimiento hace mas de 115 años uniendo diferentes ramas de la ciencia y la tecnología han sido capaces de crear una cartera de más de 55.000 nuevos productos destinados a dar solución a los grandes y pequeños problemas del mundo. De hecho, uno de los objetivos de la compañía es que el 25% de su facturación proceda de productos que llevan menos de cinco años antes en el mercado y eso solo se consigue con miles de polímatas trabajando en la misma firma. Solo así se entiende que en esa empresa hayan sido capaces de inventar el papel de lija, la cinta adhesiva, los postit, las casettes o las cintas de video por citar solo algunos. “Los polímatas han contribuido no solo generando innovación, sino también aplicando estas invenciones a diferentes áreas de la organización, integrándolas con diferentes tecnologías y convirtiéndose así en los científicos más valiosos de la empresa” resume Estrella Cabrero responsable de innovación de 3M.
Hoy vivimos en una sociedad dominada por el paradigma de la demarcación entre saberes desde los primeros años de escuela, que te exige elegir entre ciencias y letras, como si fuesen incompatibles. Por no hablar de esa hiperespecialización, una vez iniciada la etapa profesional, que lleva a  encasillar, en aras de la eficiencia, a profesionales que hubieran podido aportar en otras muchas áreas. Nuestro sistema educativo pero también la gestión del talento en las empresas de nuestros días hubiese hecho que mentes tan privilegiadas como las de Da Vinci, Galileo Galilei o Aristóteles solo podrían haber tenido éxito bajo una sola etiqueta, ya sea la de artista, científico o médico, cuando en realidad los ejemplos mencionados conjugaron con maestría algunas, si no todas, esas profesiones. De hecho, probablemente ahí estuvo la clave de su extraordinario talento; en la capacidad de entrecruzar conocimientos, habilidades y formas de pensar propias de cada una de sus vocaciones.
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Que no se deduzca de lo anterior una petición de volver a antiguos métodos educativos. De hecho el saber enciclopédico resulta a todas luces inalcanzable en una sociedad que duplica su producción científica cada diez años y en la que el 90% de los investigadores que ha habido en la historia de la humanidad están actualmente vivos. La imposibilidad de abarcar el conocimiento y la existencia de dispositivos digitales que hacen posible la sinapsis entre la inteligencia individual y la inteligencia colectiva hacen que pierda su sentido el modelo enciclopédico de polimatía. Como nos recuerdan Bree, Soto y Cano la polimatía que cabe reivindicar para el siglo XXI debe ser más competente que docta. No se trata de cultivar facetas diversas o adquirir conocimientos variados por el simple afán de atesorarlos y reproducirlos fielmente en el momento oportuno, sino de ser capaz de aplicar genuinamente ese dominio múltiple a la hora de interpretar la realidad y actuar sobre ella. El concepto va más allá de la capacitación  técnica que todo profesional dedicado a una industria o campo emergente debe tener para hacer bien su trabajo, ya que el polímata convierte la interdisciplinaridad tecnológica, científica, artística o humanística en un recurso al servicio de la creatividad.

Dado el papel cada vez más central de la creatividad a medida que avanzamos hacia la cuarta revolución industrial, no es de extrañar que, desde la academia, la cultura y el mundo profesional estén sumándose voces a favor de la supresión del hegemónico patrón de especialización. En este contexto, los trabajadores más valiosos del futuro no serán los mejores ingenieros o programadores, sino los polímatas: personas con grandes conocimientos técnicos, pero también capaces de comprender las necesidades de la empresa y sus clientes. La razón es que el éxito empresarial viene determinado no tanto por el grado de sofisticación tecnológica de los desarrollos, sino por su adaptación a la vida de las personas.

Nunca antes ha estado tan a nuestro alcance la posibilidad de desarrollar la polimatía gracias a las nuevas tecnologías. En la actualidad es posible acceder a cualquier tipo de conocimiento a través no solo de libros y manuales, sino también de videos o MOOCs (cursos online masivos y abiertos) que imparten profesores de las mejores universidades del mundo. En este contexto se rompe la dicotomía de ciencias y letras por la que se trata de categorizar a las personas desde que están en el instituto. Una persona puede destacar en ambas disciplinas y además conviene dar importancia a otras como la creación artística o la práctica deportiva. Ya hay polímatas muy conocidos en Silicon Valley que están revolucionando una industria tras otra. Los emprendedores en serie como  Elon Musk son los Edison del siglo XXI. Su éxito no viene de ser especialistas en una materia, sino de aunar su olfato para los negocios con el diseño, la tecnología y la ciencia.

Durante los últimos dos siglos la sociedad occidental se ha sustentado sobre el paradigma de la hiperespecialización, lo que hace que nos parezca una rareza que haya profesionales que destaquen en campos tan dispares como la ciencia y las artes, por ejemplo. Sin embargo, la era digital demanda “talentos todoterreno” como los que brillaron en el Renacimiento. Por último dejo a la reflexión del lector de esta columna si esa polimatía (sumar a la capacitación otros talentos) no solo ha de aplicarse en las empresas en la era digital si no que también y a la vista de los últimos acontecimientos en nuestro país, a los profesionales de la vida pública.