(este artículo se publicó originalmente el 1 de mayo de 2018 en el diario La Información en la columna semanal #serendipia)
Marie Curie
y Steve Jobs, aunque no lo parezca, tienen mucho en común. Evidentemente no es
su género, ni la época y el país en que les tocó vivir, tampoco la industria en
la que trabajaron, ni la profesión que ejercieron o la nacionalidad que
disfrutaron. Pero a pesar de lo anterior
ambos tienen una característica muy relevante que da título a este artículo.
La polimatía
no es un término nuevo inventado por consultores ávidos de epatar a sus
clientes, sino que como nos recuerda la Real Academia de la Lengua Española,
proviene del griego polymathia
–aprender mucho- y se usa para nominar la sabiduría que abarca conocimientos
diversos. Lo que sí es cierto es que por estos lares hemos usado más el
calificativo de “renacentista” que “polímata” para referirnos a aquellas
personas con conocimientos que abarcaban varías disciplinas.
Leonardo da Vinci ha
sido descrito a menudo como el arquetipo del hombre renacentista, porque fue a
la vez pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor Muchos polímatas notables
vivieron durante la época del Renacimiento. Estos polímatas tenían un enfoque de
la educación que
reflejaba los ideales humanistas de la
época. Se esperaba en su tiempo para ser respetado hablar varios idiomas, tocar un instrumento musical y escribir poesía además de destacar en otra
actividad. La expresión "hombre o mujer del Renacimiento" ha llegado
a nuestros días para describir a una persona bien con dominio intelectual bien
con muchos intereses o talentos y no necesariamente a un seguidor del aprendizaje universal del
humanismo renacentista.
Más allá de
Galileo Galilei y Da Vinci o los ya mencionados Curie y Jobs, han pasado a la
historia como polímatas Voltaire, Adam Smith, Emmanuel Kant o Albert Einstein
entre otros porque destacaron en múltiples especialidades. En España tenemos el
caso de nuestro primer premio Nobel literatura, José Echegaray, que fue antes científico que literato; Gregorio Marañón, quien además de
médico fue ensayista; o Santiago
Ramón y Cajal quien destacó en el campo de la fotografía además del
de la neurociencia, y también galardonado con el premio Nobel.
Recientemente
y gracias al apoyo de la empresa 3M varios investigadores de Deusto Business
School liderados por Paco González Bree e Iván Soto presentaron “Polímatas. Un estudio para entender el
fenómeno que llevó el genio humano a sus cotas más altas durante el
Renacimiento y por qué va a volver a brillar en la era digital”. No es casual
que esta empresa americana apoyase el estudio. Desde su nacimiento hace mas de
115 años uniendo diferentes ramas de la ciencia y la tecnología han sido
capaces de crear una cartera de más de 55.000 nuevos productos destinados a dar
solución a los grandes y pequeños problemas del mundo. De hecho, uno de
los objetivos de la compañía es que el 25% de su facturación proceda de productos que llevan menos de cinco años
antes en el mercado y eso solo se consigue con miles de polímatas trabajando en
la misma firma. Solo así se entiende que en esa empresa hayan sido capaces de
inventar el papel de lija, la cinta adhesiva, los postit, las casettes o las
cintas de video por citar solo algunos. “Los
polímatas han contribuido no solo generando innovación, sino también aplicando
estas invenciones a diferentes áreas de la organización, integrándolas con
diferentes tecnologías y convirtiéndose así en los científicos más valiosos de
la empresa” resume Estrella Cabrero responsable de innovación de 3M.
Hoy vivimos
en una sociedad dominada por el paradigma de la demarcación entre saberes desde
los primeros años de escuela, que te exige elegir entre ciencias y letras, como
si fuesen incompatibles. Por no hablar de esa hiperespecialización, una vez
iniciada la etapa profesional, que lleva a
encasillar, en aras de la eficiencia, a profesionales que hubieran
podido aportar en otras muchas áreas. Nuestro sistema educativo pero también la
gestión del talento en las empresas de nuestros días hubiese hecho que mentes
tan privilegiadas como las de Da Vinci, Galileo Galilei o Aristóteles solo
podrían haber tenido éxito bajo una sola etiqueta, ya sea la de artista, científico
o médico, cuando en realidad los ejemplos mencionados conjugaron con maestría
algunas, si no todas, esas profesiones. De hecho, probablemente ahí estuvo la
clave de su extraordinario talento; en la capacidad de entrecruzar
conocimientos, habilidades y formas de pensar propias de cada una de sus
vocaciones.
.
Que no se
deduzca de lo anterior una petición de volver a antiguos métodos educativos. De
hecho el saber enciclopédico resulta a todas luces inalcanzable en una sociedad
que duplica su producción científica cada diez años y en la que el 90% de los
investigadores que ha habido en la historia de la humanidad están actualmente
vivos. La imposibilidad de abarcar el conocimiento y la existencia de
dispositivos digitales que hacen posible la sinapsis entre la inteligencia
individual y la inteligencia colectiva hacen que pierda su sentido el modelo
enciclopédico de polimatía. Como nos recuerdan Bree, Soto y Cano la polimatía que
cabe reivindicar para el siglo XXI debe ser más competente que docta. No se
trata de cultivar facetas diversas o adquirir conocimientos variados por el
simple afán de atesorarlos y reproducirlos fielmente en el momento oportuno,
sino de ser capaz de aplicar genuinamente ese dominio múltiple a la hora de
interpretar la realidad y actuar sobre ella. El concepto va más allá de la
capacitación técnica que todo
profesional dedicado a una industria o campo emergente debe tener para hacer
bien su trabajo, ya que el polímata convierte la interdisciplinaridad tecnológica,
científica, artística o humanística en un recurso al servicio de la
creatividad.
Dado el
papel cada vez más central de la creatividad a medida que avanzamos hacia la
cuarta revolución industrial, no es de extrañar que, desde la academia, la
cultura y el mundo profesional estén sumándose voces a favor de la supresión
del hegemónico patrón de especialización. En este contexto, los trabajadores
más valiosos del futuro no serán los mejores ingenieros o programadores, sino
los polímatas: personas con grandes conocimientos técnicos, pero también capaces de comprender las necesidades de la
empresa y sus clientes. La razón es que el éxito empresarial viene
determinado no tanto por el grado de sofisticación tecnológica de los
desarrollos, sino por su adaptación a la vida de las personas.
Nunca antes
ha estado tan a nuestro alcance la posibilidad de desarrollar la polimatía gracias a las nuevas tecnologías. En
la actualidad es posible acceder a cualquier tipo de conocimiento a través no
solo de libros y manuales, sino también de videos o MOOCs (cursos online
masivos y abiertos) que imparten profesores de las mejores universidades del
mundo. En este contexto se rompe la dicotomía de ciencias y letras por la que
se trata de categorizar a las personas desde que están en el instituto. Una
persona puede destacar en ambas disciplinas y además conviene dar importancia a
otras como la creación artística o la práctica deportiva. Ya hay polímatas muy
conocidos en Silicon Valley que están revolucionando una industria tras otra.
Los emprendedores en serie como Elon
Musk son los Edison del siglo XXI. Su éxito no viene de ser
especialistas en una materia, sino de aunar
su olfato para los negocios con el diseño, la tecnología y la ciencia.
Durante los
últimos dos siglos la sociedad occidental se ha sustentado sobre el paradigma
de la hiperespecialización, lo
que hace que nos parezca una rareza que haya profesionales que destaquen en
campos tan dispares como la ciencia y las artes, por ejemplo. Sin embargo, la era digital demanda “talentos
todoterreno” como los que brillaron en el Renacimiento. Por último
dejo a la reflexión del lector de esta columna si esa polimatía (sumar a la
capacitación otros talentos) no solo ha de aplicarse en las empresas en la era
digital si no que también y a la vista de los últimos acontecimientos en
nuestro país, a los profesionales de la vida pública.
No hay comentarios:
Publicar un comentario