miércoles, 2 de mayo de 2018

Necesitamos polímatas


(este artículo se publicó originalmente el 1 de mayo de 2018 en el diario La Información en la columna semanal #serendipia)
                   
Marie Curie y Steve Jobs, aunque no lo parezca, tienen mucho en común. Evidentemente no es su género, ni la época y el país en que les tocó vivir, tampoco la industria en la que trabajaron, ni la profesión que ejercieron o la nacionalidad que disfrutaron.  Pero a pesar de lo anterior ambos tienen una característica muy relevante que da título a este artículo.

La polimatía no es un término nuevo inventado por consultores ávidos de epatar a sus clientes, sino que como nos recuerda la Real Academia de la Lengua Española, proviene del griego polymathia –aprender mucho- y se usa para nominar la sabiduría que abarca conocimientos diversos. Lo que sí es cierto es que por estos lares hemos usado más el calificativo de “renacentista” que “polímata” para referirnos a aquellas personas con conocimientos que abarcaban varías disciplinas.

Leonardo da Vinci ha sido descrito a menudo como el arquetipo del hombre renacentista, porque fue a la vez pintoranatomistaarquitectopaleontólogo, botánicocientíficoescritorescultorfilósofoingenieroinventor Muchos polímatas notables vivieron durante la época del Renacimiento. Estos polímatas tenían un enfoque de la educación que reflejaba los ideales humanistas de la época. Se esperaba en su tiempo para ser respetado hablar varios idiomas, tocar un instrumento musical y escribir poesía además de destacar en otra actividad. La expresión "hombre o mujer del Renacimiento" ha llegado a nuestros días para describir a una persona bien con dominio intelectual bien con muchos intereses o talentos y no necesariamente  a un seguidor del aprendizaje universal del humanismo renacentista.

Más allá de Galileo Galilei y Da Vinci o los ya mencionados Curie y Jobs, han pasado a la historia como polímatas Voltaire, Adam Smith, Emmanuel Kant o Albert Einstein entre otros porque destacaron en múltiples especialidades. En España tenemos el caso de nuestro primer premio Nobel literatura, José Echegaray, que fue antes científico que literato; Gregorio Marañón, quien además de médico fue ensayista; o Santiago Ramón y Cajal quien destacó en el campo de la fotografía además del de la neurociencia, y también galardonado con el premio Nobel.
Recientemente y gracias al apoyo de la empresa 3M varios investigadores de Deusto Business School liderados por Paco González Bree e Iván Soto presentaron  “Polímatas. Un estudio para entender el fenómeno que llevó el genio humano a sus cotas más altas durante el Renacimiento y por qué va a volver a brillar en la era digital”. No es casual que esta empresa americana apoyase el estudio. Desde su nacimiento hace mas de 115 años uniendo diferentes ramas de la ciencia y la tecnología han sido capaces de crear una cartera de más de 55.000 nuevos productos destinados a dar solución a los grandes y pequeños problemas del mundo. De hecho, uno de los objetivos de la compañía es que el 25% de su facturación proceda de productos que llevan menos de cinco años antes en el mercado y eso solo se consigue con miles de polímatas trabajando en la misma firma. Solo así se entiende que en esa empresa hayan sido capaces de inventar el papel de lija, la cinta adhesiva, los postit, las casettes o las cintas de video por citar solo algunos. “Los polímatas han contribuido no solo generando innovación, sino también aplicando estas invenciones a diferentes áreas de la organización, integrándolas con diferentes tecnologías y convirtiéndose así en los científicos más valiosos de la empresa” resume Estrella Cabrero responsable de innovación de 3M.
Hoy vivimos en una sociedad dominada por el paradigma de la demarcación entre saberes desde los primeros años de escuela, que te exige elegir entre ciencias y letras, como si fuesen incompatibles. Por no hablar de esa hiperespecialización, una vez iniciada la etapa profesional, que lleva a  encasillar, en aras de la eficiencia, a profesionales que hubieran podido aportar en otras muchas áreas. Nuestro sistema educativo pero también la gestión del talento en las empresas de nuestros días hubiese hecho que mentes tan privilegiadas como las de Da Vinci, Galileo Galilei o Aristóteles solo podrían haber tenido éxito bajo una sola etiqueta, ya sea la de artista, científico o médico, cuando en realidad los ejemplos mencionados conjugaron con maestría algunas, si no todas, esas profesiones. De hecho, probablemente ahí estuvo la clave de su extraordinario talento; en la capacidad de entrecruzar conocimientos, habilidades y formas de pensar propias de cada una de sus vocaciones.
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Que no se deduzca de lo anterior una petición de volver a antiguos métodos educativos. De hecho el saber enciclopédico resulta a todas luces inalcanzable en una sociedad que duplica su producción científica cada diez años y en la que el 90% de los investigadores que ha habido en la historia de la humanidad están actualmente vivos. La imposibilidad de abarcar el conocimiento y la existencia de dispositivos digitales que hacen posible la sinapsis entre la inteligencia individual y la inteligencia colectiva hacen que pierda su sentido el modelo enciclopédico de polimatía. Como nos recuerdan Bree, Soto y Cano la polimatía que cabe reivindicar para el siglo XXI debe ser más competente que docta. No se trata de cultivar facetas diversas o adquirir conocimientos variados por el simple afán de atesorarlos y reproducirlos fielmente en el momento oportuno, sino de ser capaz de aplicar genuinamente ese dominio múltiple a la hora de interpretar la realidad y actuar sobre ella. El concepto va más allá de la capacitación  técnica que todo profesional dedicado a una industria o campo emergente debe tener para hacer bien su trabajo, ya que el polímata convierte la interdisciplinaridad tecnológica, científica, artística o humanística en un recurso al servicio de la creatividad.

Dado el papel cada vez más central de la creatividad a medida que avanzamos hacia la cuarta revolución industrial, no es de extrañar que, desde la academia, la cultura y el mundo profesional estén sumándose voces a favor de la supresión del hegemónico patrón de especialización. En este contexto, los trabajadores más valiosos del futuro no serán los mejores ingenieros o programadores, sino los polímatas: personas con grandes conocimientos técnicos, pero también capaces de comprender las necesidades de la empresa y sus clientes. La razón es que el éxito empresarial viene determinado no tanto por el grado de sofisticación tecnológica de los desarrollos, sino por su adaptación a la vida de las personas.

Nunca antes ha estado tan a nuestro alcance la posibilidad de desarrollar la polimatía gracias a las nuevas tecnologías. En la actualidad es posible acceder a cualquier tipo de conocimiento a través no solo de libros y manuales, sino también de videos o MOOCs (cursos online masivos y abiertos) que imparten profesores de las mejores universidades del mundo. En este contexto se rompe la dicotomía de ciencias y letras por la que se trata de categorizar a las personas desde que están en el instituto. Una persona puede destacar en ambas disciplinas y además conviene dar importancia a otras como la creación artística o la práctica deportiva. Ya hay polímatas muy conocidos en Silicon Valley que están revolucionando una industria tras otra. Los emprendedores en serie como  Elon Musk son los Edison del siglo XXI. Su éxito no viene de ser especialistas en una materia, sino de aunar su olfato para los negocios con el diseño, la tecnología y la ciencia.

Durante los últimos dos siglos la sociedad occidental se ha sustentado sobre el paradigma de la hiperespecialización, lo que hace que nos parezca una rareza que haya profesionales que destaquen en campos tan dispares como la ciencia y las artes, por ejemplo. Sin embargo, la era digital demanda “talentos todoterreno” como los que brillaron en el Renacimiento. Por último dejo a la reflexión del lector de esta columna si esa polimatía (sumar a la capacitación otros talentos) no solo ha de aplicarse en las empresas en la era digital si no que también y a la vista de los últimos acontecimientos en nuestro país, a los profesionales de la vida pública.

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