lunes, 24 de julio de 2023

No hemos terminado


(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 23 de julio de 2023)

Ya han pasado las elecciones. Pero en el cuerpo de algunos seguirán muy presentes. A los más de 180.000 españoles que estuvieron en las mesas electorales durante casi 12 horas les durará el cansancio unos días. 4.892 candidatos que optaban a un puesto en el Senado o en el Congreso de los Diputados, el alegrón o el cabreo les acompañará unas horitas más. Unos miles de militantes acérrimos de la derecha y la izquierda -que los hay en ese número- se han levantado con una jaqueca que no se quitará tan rápido, porque los excesos de la noche electoral se pagan. La mayoría de españoles seguimos sin saber qué pasará y quién gobernará. Y los verdaderos protagonistas de las elecciones, Feijóo y Sánchez saben que esto no ha hecho más que empezar. A ellos dos las votaciones de ayer, les ha marcado de por vida, pero saben que estos días todavía les toca tomar muchas decisiones.

Así es. Las elecciones no terminan hoy, aunque te vayas de vacaciones o ya no te pidan el voto desde la megafonía de una furgoneta. Por mucho que anoche te acostaste pensando que esta pesadilla de dos campañas electorales seguidas se había terminado, la política no se irá tan rápido de tu vida. Igual que los carteles electorales permanecen con las caras de los candidatos unos meses hasta que el viento se los lleve o un diligente ayuntamiento haga su trabajo, los políticos seguirán muy presentes en tu vida.

Por delante les toca tomar muchas decisiones para el futuro de España, pero también para el suyo personal y el de su partido. La democracia es así y hemos depositado en un puñado de personas la capacidad para ello, al mismo tiempo son los partidos la herramienta clave para soportar nuestro régimen constitucional.

Ahora es el tiempo de pensar en nuevas elecciones o bien armar los pactos necesarios, nombrar un nuevo gobierno, elaborar un nuevo presupuesto y actuar. Sobre todo, actuar. Los problemas no esperan y nuestro país no puede perder tiempo en resacas poselectorales. En realidad, todo empieza ahora.

La inflación de la cesta de la compra seguirá machacando la economía familiar, los tipos de interés continuarán haciendo la vida imposible al que tiene una hipoteca, la precariedad de sueldos y el desempleo de larga duración no se solucionarán por arte de magia. Mayores y jóvenes seguirán viendo como el mercado laboral se ha secado para ellos. La guerra en Ucrania traerá tensiones en los precios de la energía, pero también en otros bienes básicos; Europa seguirá exigiendo a España que deje de gastar sin límite y los peajes volverán a nuestro país y quién sabe si la “fiesta” de los fondos europeos tocará a su fin. Violadores, okupas y otros delincuentes no dejarán las calles por mucho que ya haya finalizado el recuento de votos. Las tensiones territoriales abandonarán la tregua de estos meses porque los que las que promueven saben que sin ellas están acabados. Los pequeños negocios abrirán la persiana, aunque sus agobios no han desaparecido; los enfermos continuarán el mismo puesto de la lista de espera y España seguirá siendo un gran país, con no pocos problemas por delante.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC 

lunes, 10 de julio de 2023

Boda o Vota. Los españoles siempre elegimos

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 10 de julio de 2023)

La campaña electoral ha comenzado, pero igual no te has enterado. Desde el jueves pasado está permitido poner la palabra “vota” en los cárteles y por tanto que los candidatos pidan el voto. Lo que pasa es que llevamos tantos meses hablando de las elecciones generales que este hito ha pasado desapercibido, nadie diría que las campañas duran quince días porque esta se nos está haciendo eterna.

Aunque lo que de verdad es inaudito es que, en cambio, todo el mundo hable de la boda de Tamara Falcó. También ha habido antes muchos meses de comentarios sobre el enlace de la marquesa, pero con este tema nadie se ha cansado y todo el mundo ha estado este fin de semana pendiente de los novios. Las votaciones han pasado a un segundo plano por una boda, los mítines opacados por el desfile de invitados, los folletos electorales sustituidos por las páginas de cotilleos, las redes sociales se han teñido de rosa para silenciar los exabruptos de la política   y los partidos políticos han sido opacados en los informativos por los famosos.

Es más fácil de explicar de lo que parece. La etimología, como siempre, nos ayuda a entender nuestra forma de pensar. Las palabras son parte de la cultura de un país y en este caso vota y boda tienen un mismo origen que es la palabra latina “votum” que significa promesa solemne que se hace a los dioses.

Boda, por tanto, proviene de la forma latina “vota” que es el plural de ”votum”. Una boda es donde los contrayentes juran fidelidad, prometen cumplir unos votos, unos compromisos solemnes. Vota es la conjugación verbal de ejercer el voto, o lo que es lo mismo de apoyar el programa de un partido o un candidato en unas elecciones que son el evento clave de cualquier democracia.

Los españoles no estamos eligiendo entre boda y vota esta semana porque es lo mismo. En ambos casos se hacen promesas (otra cosa es que sean fiables o no). Los protagonistas de las bodas, pero también de las votaciones se comprometen con su pareja, en un caso, y en el otro con los electores (o por lo menos eso dicen). Todos afrontamos el día de la boda o el de la votación con nervios. Con expectativas y a la vez con dudas. Otros hasta sienten pánico y vértigo de que llegue el día señalado ¿Saldrá bien? ¿Habré acertado? ¿Hará demasiado calor? ¿Me fallaran los míos? son preguntas habituales para las dos palabras supuestamente enfrentadas.

La boda de la hija de Isabel Preysler pasará y para tu alegría también las elecciones generales, pero me temo que de ambas cosas se seguirá hablando. La cuestión que en los dos casos no se tiene muy claro es si se hablará para bien o para mal. ¿Los votos de los novios se cumplirán? ¿los votos de los electores serán ley para los candidatos? ¿Iñigo Onieva será el Pedro Sánchez de esta historia? ¿Feijóo manejará el plató de los debates televisivos de la misma manera que Tamara lo hace en sus apariciones catódicas? ¿Se repetirán las elecciones y también esa boda? ¿Triunfarán los principios o quien vencerá será el dinero? Boda o vota, siempre los españoles podemos elegir.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC


Wagner, no solo en Rusia

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el 8 de julio de 2023)

Los atajos siempre han existido, son consustanciales al ser humano. Salirse de la seguridad del camino señalizado para llegar antes, aunque eso suponga transitar por una vereda inhóspita, es habitual. La fortísima tentación de ahorrar tiempo, aun sabiendo que en ocasiones no compensa, bien porque te pierdes, bien porque llegas agotado. El peligro está cuando atajar ha funcionado en anteriores ocasiones porque nuestra mente cae en la trampa de que los éxitos pasados aseguran éxitos futuros.

Algo así le ha pasado a Putin con el ejército Wagner, pero no solo a él.  El primer atajo liderado por Prigozhin, líder de los mercenarios, fue hace ocho años para conquistar la región ucraniana de Dombás y funcionó. Luego asistieron a las fuerzas separatistas de las auto declaradas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk y también salió bien. A partir de ahí este ejército de matones participó en guerras civiles donde Rusia tiene intereses, Siria, Libia, Centroáfrica y Malí. La trampa mental se había instalado en el Kremlin y no había razón para pensar que iba a salir mal en la operación especial de Ucrania. Pero este atajo compuesto de expresidiarios y pandilleros ha conseguido poner en jaque al oligarca ruso.

A Pablo Iglesias también le han gustado los atajos. Derrotar en una asamblea del partido a los díscolos es agotador y exige tiempo. Expulsar a los críticos es rápido y mientras Podemos estaba en auge, no tenía desgaste alguno en las elecciones. Por eso fueron cayendo uno a uno todos los fundadores del partido de Pablo Iglesias, desde Errejón a Bescansa pasando por Luis Alegre o Ramón Espinar. El siguiente atajo era cambiar la imagen de Podemos con el trampantojo de Yolanda. Este sesgo cognitivo de que lo que ha funcionado antes volverá a funcionar (y la admiración maoísta de muchos de ellos) llevó a pensar a los directivos podemitas que las purgas periódicas nunca tendrían consecuencia en votos, pero en el 28M se quedaron sin representación en media España. El Wagner de Podemos ha sido Yolanda Diaz con Sumar que se ha revuelto contra Iglesias antes de que fuese ella misma apartada. Para ello, al igual que Prigozhin ha tenido que tomar decisiones drásticas como sacar de las listas a Irene Montero. Putin no olvidará los blindados a las puertas de Moscú, Iglesias tampoco.

Todo lo que acabamos de ver tiene un término que lo resume: la heurística. Es la capacidad que tiene el ser humano para crear o inventar algo, con la finalidad de proporcionar estrategias que ayuden a la resolución de un problema. La RAE va más allá y considera que la heurística, en algunas ciencias, es la manera de buscar la solución de un problema mediante métodos no rigurosos.

En la economía moderna es habitual el uso de la heurística. En concreto en el contexto de la conocida como economía del comportamiento que analiza las razones por las cuales el ser humano no toma siempre las decisiones racionales. Después de estudiar miles de comportamientos fallidos, estos economistas concluyeron que nuestras emociones nos engañan. Y de ahí surgió la fe en la heurística entendida como una serie de reglas de la toma de decisiones rápidas que usamos para simplificar nuestras elecciones diarias y que a menudo funcionan bien, pero en ocasiones crean sesgos o trampas mentales. En otras palabras, en determinadas situaciones, la heurística nos lleva a cometer errores sistemáticos, pero si la usamos adecuadamente puede ayudarnos para bien.


Kahneman y Thaler han recibido respectivamente el premio de la academia sueca por su trabajo en este ámbito.  Existen dos tipos de cerebros, el reptiliano y el racional. El primero es rápido y el segundo es lento. Pero estamos diseñados para funcionar con el primero que es inmediato y no exige esfuerzo como el segundo y eso nos hace tomar decisiones equivocadas. Los atajos son parte de ese pensamiento reptiliano que nos hace fallar tanto. La buena noticia es que estas trampas mentales se pueden vencer e incluso utilizarlas para engañar al cerebro y permitir que se tomen buenas decisiones.

Ahora piensa si en tu empresa se usan atajos para cumplir los planes operativos. O si en tu sector a veces se utilizan métodos no rigurosos para conseguir vender más o a mejor precio situándose en los márgenes de las leyes de competencia. Incluso si en tu desarrollo profesional te has apoyado en atajos para alcanzar antes una determinada posición, aunque por el camino haya quedado una vieja amistad. Hasta el partido político que vas a votar en las próximas elecciones, sea el que sea, quizás en alguna ocasión optó por la vía rápida y sencilla de ocultar sus planes al electorado. Wagner no solo existe en Rusia.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC





martes, 4 de julio de 2023

Fortaleza y agilidad confluyen: cada vez más, grandes empresas y startups trabajan en conjunto

(este artículo se publicó originalmente en The Conversation el día 3 julio 2023)


La colaboración entre startups y grandes empresas ha dejado de ser algo excepcional en España. Al contrario, es una actividad ya presente en el 80 % de las cotizadas en el IBEX 35 y en el 76 % de los 50 mayores grupos empresariales del país. Esta colaboración se conoce como emprendimiento corporativo o innovación abierta (corporate venturing).

Las grandes corporaciones, pesadas como elefantes, pero también fuertes y robustas, ya son capaces de seguir el ritmo de innovación de las startups, ligeras y ágiles como gacelas. Hasta ahora, ese baile acababa perjudicando a los emprendedores, que se veían aplastados por las normas y la cultura corporativa de las grandes empresas.

Una investigación dirigida por la UNIR y auspiciada por el CISE muestra cómo ha mejorado la visión que tienen las grandes empresas españolas sobre las startups: ahora las consideran catalizadoras de la innovación corporativa.

El 76,4 % de las empresas analizadas tienen programas de innovación abierta y el 70,5 % de intraemprendimiento. La mitad de las entidades de la muestra (52,9 %) compatibilizan ambas actividades.

Nuestro estudio constata que el arraigo del emprendimiento corporativo se manifiesta también en la antigüedad de los programas. Casi el 70 % de las organizaciones tienen ya más de cinco años de experiencia en esta actividad. En el informe de 2020 dicho porcentaje estaba 25 puntos por debajo.

También es relevante señalar la fortaleza de las relaciones de colaboración con empresas del mismo sector, incluso potencialmente competidoras: llega al 91,4 % entre las entidades encuestadas.

No obstante, la actividad innovadora no siempre tiene la ambición que se le presupone al emprendimiento corporativo. Si un 86,6 % de las organizaciones la enfoca a la mejora continua de bienes y servicios que ya se comercializan, la cifra baja al 68,6 % en cuanto a innovación disruptiva, aquella que busca competir contra la tecnología dominante mediante una renovación radical de los productos o servicios.

Un campo de mejora pendiente es la escasa presencia de los directivos del área de innovación en los órganos de decisión de la empresa.

En menos de la mitad de las organizaciones analizadas el responsable del emprendimiento corporativo forma parte del máximo órgano de dirección de la empresa. Además, solo en el 17,9 % de los casos esos directivos se dedican de forma exclusiva al área de innovación.

Aunque, en términos generales, los datos obtenidos son positivos, los aspectos relativos al aprendizaje de nuevas tecnologías y a la imagen corporativa están sensiblemente mejor valorados que aquellos que pueden tener un impacto más directo o evidente en la cuenta de resultados.

Que el objetivo de rentabilidad financiera no sea prioritario favorece la función exploratoria del emprendimiento corporativo centrándolo en el negocio futuro. Sin embargo, su lejanía del centro de la actividad empresarial presente hace que los programas de innovación sean especialmente vulnerables a los cambios o reestructuraciones que la alta dirección pueda llegar a adoptar en un momento dado.

Este estudio ha querido mencionar cinco buenas prácticas empresariales en España que pueden inspirar a otras empresas a seguir este camino de colaboración entre pequeñas y grandes unidades empresariales. Los programas seleccionados de MAPFRE, Ecoembes, Soltec, Mercadona y Cofares son la constatación de que España va por el buen camino para lograr que startups y grandes empresas trabajen juntas y la sociedad en su conjunto se pueda beneficiar de ello en términos de generación de empleo y riqueza.


Iñaki Ortega Cachón. Profesor de Dirección de Empresas, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja


domingo, 2 de julio de 2023

Menos macro y más micro

 (este artículo se publicó originalmente en El Periódico de España el día 30 de junio de 2023)

Se ha contado muchas veces, pero hay que volver a hacerlo a la vista de la estrategia de Pedro Sánchez de sacar a pasear a Nadia Calviño con el cuadro macroeconómico. La ministra y sus comparecencias con tablas Excel nos han transportado a la campaña americana de Bush contra Clinton. Corría el año 1992 y en el cuartel general de los demócratas un asesor de nombre James Carville colgó un gran cartel que inopinadamente fue clave para que Clinton ganase las presidenciales. Solo había una frase escrita, sencilla y recordable para vencer al poderoso presidente texano, una simple idea frente a los grandes éxitos en política exterior de Bush padre. Simple porque aludía a la vida cotidiana de los votantes americanos y sus necesidades más perentorias. “Es la economía, estúpido” era la sentencia puesta en ese cartel que se convirtió en un eslogan oficioso de la campaña de Clinton que le llevó a la Casa Blanca al identificarse precisamente con las preocupaciones más acuciantes de los votantes americanos. Desde entonces la frase se ha instalado en la cultura electoral de todo el mundo para poner la atención en lo esencial de determinados momentos históricos.

En España tenemos nuestra versión local de esta mítica frase. “Mas Soria y menos Siria” parece que fue dicha por el ministro Posadas a José María Aznar para reclamarle más atención a los asuntos locales que a la agenda internacional. El consejo del viejo amigo del presidente funcionó porque el PP ganó esas elecciones con una aplastante mayoría absoluta. No se si en la planta séptima de la sede de Génova 13, algún asesor ha pintado esa frase en alguna pizarra ante la obsesión por las citas en el extranjero del presidente Sánchez, pero de lo que estoy seguro es que tampoco estará la sentencia de Carville.

La economía española dispone de unas cifras macroeconómicas que Alemania envidiaría. Un PIB que crece al 2%, un empleo que no deja de crecer hasta rozar los 21 millones de cotizantes y sobre todo una inflación en el entorno del 3%. Si a esto añadimos un sector exterior pujante con exportaciones rompiendo techos históricos, los guarismos son para enmarcar. Quizás por todo lo anterior alguien ha querido resucitar esa campaña de Clinton, aunque igual antes de ponerse a imprimir carteles hay que recordar que las variables macro se complementan con los datos de déficit y deuda en los cuales estamos entre los cuatro peores países de la Unión con un 113% de deuda respecto al PIB y cerca del 5% de déficit. Lejos de las recomendaciones del 60% y el 3% respectivamente.  Aunque no lo diga el cuadro macroeconómico, en la cabeza de todos los analistas y en los bolsillos de los españoles está que seguimos sin alcanzar el nivel de PIB prepandemia o lo que es lo mismo que hemos tirado a la basura tres años de nuestra economía. El Banco de España lo acaba de contar de otra manera, pero no menos dramática: la riqueza per cápita española sigue por debajo de la europea y no hemos reducido ni un euro en los últimos tiempos la brecha con nuestros vecinos.

En primero del grado de economía enseñamos que la microeconomía estudia variables individuales, mientras la macroeconomía se centra en las variables agregadas o nacionales. A la micro lo que le interesa no es la deuda de España sino la deuda de los españoles; le ocupa no la renta del país sino la renta de los paisanos; le obsesiona no la inflación nacional sino las inflaciones sectoriales. La microeconomía analiza las decisiones de los agentes individuales, por qué se compra, por qué se busca trabajo o por qué se pide un préstamo. Y ahí es donde el balance de estos años de gobierno no se sostiene. La comida desde la pandemia ha subido un 27%, las hipotecas un 361%, el paro no ha bajado si descontamos los fijos discontinuos, el empleo creado es de menor calidad por la cantidad de horas contratadas, la presión fiscal ha subido más de un 20% y por todo lo anterior el poder adquisitivo del españolito medio ha caído más de un 5%. Si a esto sumamos que las ayudas sociales no llegan a los hogares -como ha confirmado la AIREF- y que las pymes no han ingresado nada del supuesto maná de Next Generation, el balance individual para los españoles es lamentable.

No tengo claro que el equipo de campaña de Ferraz se atreva a poner un letrero que rece “Es la microeconomía, estúpida” por temor a la reacción de la aludida y su mentor, pero en muchas agrupaciones locales del PSOE lo estarán pensando cada vez que la ministra de economía se vanagloria de su gestión. Al mismo tiempo a Nuñez-Feijóo -que entre su círculo de confianza tiene muchos aznaristas- seguro que le ronda en la cabeza la frase del ministro soriano y quizás la haya adaptado con su pragmatismo a “Menos macro y más micro”. Sea como fuere, la campaña electoral no será la de los indicadores económicos sino la de los indicadores de cabreo y en estos tampoco puede hacer un buen balance el gabinete de Sánchez ya que es difícil encontrar un colectivo a su derecha y a su izquierda, nacionalista o españolistas,  en las pymes o en las grandes empresas que no fume en pipa esta temporada.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC