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domingo, 9 de junio de 2024

La ventana se mueve

(este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el 9 de junio de 2024)


Cada país tiene sus temas tabúes. Son asuntos que es mejor no hablar de ellos, por motivos culturales o de otro tipo, porque suponen un problema. En España, la vida personal de los políticos, la eutanasia, la guerra, el despido libre, la prostitución, los pactos con EH Bildu o hasta el aborto han sido algunos de ellos, que han pasado a la historia. Eran realidades innombrables que se obviaban ya que provocaban un rechazo tácito por parte de un amplio sector de la sociedad. Sin embargo, todos aquellos temas que se encuentran disponibles para debatir pertenecen a lo que se ha bautizado como ‘ventana de Overton’, una teoría política que describe cómo se puede cambiar la percepción de la opinión pública para que las ideas que antes se consideraban descabelladas sean aceptadas.

Su ideólogo, Joseph Overton, vicepresidente de uno de los mayores institutos de investigación social de Estados Unidos, el Mackinac Center for Public Policy, desarrolló la teoría de cómo un político ganaría votantes siempre que sus propuestas se enmarcasen en el interior de una ventana que guardaba lo que la sociedad aceptaría en el momento. No obstante, la clave de esta tesis es que los líderes habilidosos pueden mover esa ventana o si se prefiere añadir temas de conversación a este marco socialmente aceptable. De este modo, el político más atrevido podría enarbolar la bandera del cambio con la garantía de saber que estos asuntos -antaño prohibidos- no serían rechazados por el pueblo. La teoría de la ventana de Overton tiene sus tiempos y no es una fórmula mágica, sino que posee diferentes fases, en primer lugar, las ideas pasan de ser impensables a radicales, y de ahí a ser aceptables, para terminar siendo sensatas y populares. Inmediatamente nos vienen a la cabeza Trump o Milei, pero también Orban o López Obrador. Artistas en ampliar la ventana para acabar convirtiendo en aceptables temas considerados antaño como anatemas. Pero yo les quiero hablar, como siempre, de economía y cómo la teoría en cuestión también ha llegado a esta disciplina.

Hace pocos días el gobierno español aprobó que pueda ser compatible cobrar el subsidio de desempleo y tener un sueldo en una empresa. Parado y con nomina al mismo tiempo. La medida se ha tomado porque el gobierno tiene claro que las personas que cobran el paro no tienen incentivos para buscar trabajo. Con este empujón desde lo público -dos ingresos en la cuenta corriente- muchos españoles abandonaran el paro. Un gobierno de izquierdas acaba con el tabú de que las ayudas sociales siempre funcionan. Casi al mismo tiempo, el mismo equipo ha promovido que pueda conciliarse pensión y empleo. De nuevo un principio inmutable como que los mayores han de descansar, se supera. Otro ejemplo es cuando se atrevieron a reducir el IVA en plena escalada de la tasa de inflación, esquivando la idea socialmente aceptada de que bajar impuestos perjudica a las clases más desfavorecidas.

En el plano europeo, Bruselas aceptó la taxonomía de energías limpias y las reivindicaciones de los agricultores. La sociedad asumió sin problemas que sus gobiernos apoyarán la energía nuclear o que se cediera al chantaje de las huelgas del agro europeo. Solo porque se supo redirigir la ventana hacia la lucha contra el cambio climático y el bienestar del continente.

Pero no siempre es tan fácil porque cuando te sales de la ventana, pasa lo que le ocurrió a Liz Truss, primera ministra de Reino Unido en 2022. Tras anunciar na agresiva bajada de impuestos sin reducir el gasto público del estado del bienestar, tuvo que presentar su dimisión.  Solamente 44 días después de tomar posesión por una inusitada caída de los mercados bursátiles ante dicha medida.  También le pueden preguntar a Joe Biden, que ve amenazada su reelección por la percepción de la mala situación económica que atraviesa el país, pese a que todos los indicadores aseguran que no es así. Si Trump consigue ganar en noviembre será porque Biden no supo enfocar el tema económico en la ventana. En España, una víctima de la ventana económica de Overton es Rodríguez Zapatero que siendo presidente lanzó el Plan E para paliar la crisis de 2008. Un documento del Banco de España reveló que el Ejecutivo gastó en total 13.000 millones de euros para crear empleo, aunque por cada millón no se generaron ni seis puestos de trabajo. Todo ello mientras negaba que los españoles estuviéramos inmersos en la mayor crisis de nuestra historia. 

Ahora, el Gobierno de España ha decidido intervenir en el libre mercado. Lo hace de dos modos: en Telefónica a través de la SEPI, su brazo económico, y en el BBVA, Talgo o Naturgy a través de la “norma antiopas” que nació en la pandemia para proteger a las empresas patrias de compradores extranjeros de gangas. El pudor se ha perdido y un tabú como participar desde lo público en las empresas privadas parece que está superado. ¿Habrá conseguido también mover esta ventana económica Sánchez?  Seguro que hay muchos indicadores para saberlo, pero el más próximo serán las elecciones europeas.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 5 de mayo de 2024

Mientras tanto…

(este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el 6 de mayo de 2024)


El miércoles 24 de abril a las siete de la tarde se paró el país. Durante cinco días solamente se habló del estado de ánimo del presidente del gobierno, de sus cuitas matrimoniales y de la decisión que finalmente tomaría el lunes por la mañana.

Todos los medios de comunicación durante más de cien horas intentando escudriñar la mente del presidente y buscando explicación a un suceso tan extraordinario en un estado de derecho como que su presidente interrumpa casi una semana sus obligaciones. De hecho, esta decisión de Pedro Sánchez arrastró a su gobierno y a los partidos que le apoyan a salir en tromba a la calle, medios de comunicación y redes sociales, desatendiendo sus responsabilidades de servicio público en ministerios o altos cargos de la administración.

Mientras tanto, aunque parezca mentira, el mundo no se paró y ni mucho menos la economía. La inflación, el desempleo, la deuda, la inversión o la fiscalidad no consultaron esos días manuales de psicología o de estrategia política, sino que, tozudas, siguieron con su preocupante tendencia.

España ha registrado en abril una tasa de inflación estimada del 3,4%, dos décimas más que en el mes de marzo, y ha escalado hasta ser el tercer país con la tasa de inflación más alta de la Eurozona, tras Bélgica (4,9%), Croacia (4,7%).  El Banco de España alertó la semana pasada que las subidas de tipos de interés dejan a más de un millón de hogares (el 7,2% del total) sin poder pagar los gastos básicos.

Durante el retiro espiritual del presidente también hemos conocido los resultados de la Encuesta de Población Activa (EPA) publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). España ha perdido 139.700 ocupados en el primer trimestre del año, lo que supone la mayor destrucción de empleo para este periodo de enero a marzo desde el año 2020. Este dato ha ido acompañado de un incremento en el número de parados en España de 117.000, con lo que el número total de desempleados en el país se sitúa casi en los tres millones (2.977.800) y la tasa de paro ha escalado hasta situarse en el 12,3%, desde el 11,8% en que se encontraba a cierre de 2023.

Respecto a nuestro endeudamiento, estos mismos días Bruselas ha advertido que España es el país de la Unión Europea donde más aumentará el gasto en pensiones, debido al impacto de las reformas del sistema, que según la Comisión Europea supondrán un incremento del gasto de hasta 4,6 puntos porcentuales del PIB en el periodo de proyección, que abarca hasta 2070.  De hecho, según nuestro supervisor bancario, España necesitará 25 millones de inmigrantes en 2053 para mantener las pensiones.

La inversión extranjera en España es otra pieza que encaja -por desgracia- en este puzle. En 2023 cayó un 18,7% con respecto al año anterior, siendo esta más de un 50% inferior al nivel máximo alcanzado en 2018. No hace falta recordar que en una economía como la española el peso de lo público en la inversión es considerable, no solo por el esfuerzo presupuestario sino por las facilidades que puedan darse desde la regulación. Respecto a lo primero sabemos, desde la convocatoria de las elecciones catalanas, que no tendremos Presupuestos Generales del Estado este año y respecto a lo segundo hay que mencionar el papel gubernamental en la nueva regulación para la inversión extranjera. Un mecanismo puesto en marcha hace unos meses para autorizar determinadas inversiones en sectores estratégicos que está ralentizando muchas operaciones. Naturgy, Telefónica o Talgo han visto cómo los sucesos de estos días retrasaban más aún la toma de decisiones que puede hacer que huya el dinero extranjero.

Lo cierto es que mientras Sánchez meditaba, la economía sufría. Cepsa, la segunda petrolera en España, anunció esos días que había alcanzado un resultado neto negativo de ocho millones de euros en el primer trimestre de este año fruto del impuesto a los beneficios caídos del cielo que el gobierno puso en marcha en plena crisis energética. El CEO de la compañía ha explicado que al mismo tiempo en febrero pagaron más de 122 millones por el primer tramo del impuesto lo que ralentiza, sin duda, sus planes de inversión para convertir España en un hub mundial de hidrógeno. El Gobierno lleva meses planteándose cambios en este tributo para preservar estas inversiones verdes pero la agenda medioambiental, a la vista del retraso, es menos importante que la política.

Qué decir de las empresas patrias que por mucho que empatizasen con la aparente desazón del presidente no dejaron ni un minuto de mirar sus cuentas de resultados amenazadas por nuevos impuestos y contribuciones extraordinarias. No pocos accionistas hicieron caso omiso de este culebrón, porque lo que les ocupaba -y ahora más todavía- era saber si el Estado finalmente tomará el control de compañías bandera españolas, bien directamente con la SEPI o con la colaboración de Criteria. Y a la vez millones de españoles con un ojo en la televisión y el otro en la declaración de la renta en la que pagarán este año más porque se no han deflactado las tarifas.

Actuar tiene consecuencias, no actuar también.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

jueves, 21 de diciembre de 2023

Europa, la solución

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 19 de diciembre de 2023) 

Ha pasado mucho tiempo. Más de cien años, pero sigue muy vigente la frase que José Ortega y Gasset pronunció en la sociedad “El Sitio” de Bilbao en 1910. Para el filósofo madrileño en nuestro país la palabra “regeneración es inseparable de europeización” y por eso “Europa es (la) solución». Y como si todos los españoles leyésemos a diario sus obras completas, seguimos defendiendo -sea cual sea nuestra forma de pensar- que la solución a todos nuestros males reside en Europa. Quimera o no, esto concede a Europa una confianza que pocas instituciones tienen hoy en un país tan polarizado como el nuestro. Un rápido repaso igual ayuda a entender lo anterior.

Si pensamos en el medio ambiente, hemos confiado sin rechistar en Bruselas para que nos diga qué energías son las que hay que promover porque ayudarán al futuro del planeta. Aunque la famosa taxonomía europea de las energías limpias incluyese a la energía nuclear, nadie se movilizó por estos lares y en cambio sí hemos abrazado las renovables, el autoconsumo y el coche eléctrico con entusiasmo.

En las guerras recientes, sea en Ucrania o en Israel, los españoles hemos depositado en las instituciones europeas la esperanza de que terminen lo antes posible gracias a su capacidad de interlocución con las partes en conflicto y sobre todo con Estados Unidos. Un español al frente de la política exterior europea como Josep Borrell, sin duda ha ayudado.

Por supuesto que en lo que atañe a nuestro bolsillo llevamos décadas sabiendo que el rigor en las cuentas públicas lo marca Europa, estos días con la esperada vuelta a las reglas fiscales, y aunque suponga el final de muchos subsidios, nadie ha dicho ni mú. La política monetaria, en manos del Banco Central Europeo desde hace veinte años, también ha sido asumida estoicamente en nuestro país, con los tipos altos como ahora, como cuando eran negativos o como cuando se compraba deuda a espuertas. Qué decir de los fondos europeos que con Next Generation tras la pandemia han conseguido inéditos acuerdos en las Cortes Generales. Amén Jesús a todo lo que diga Europa en materia económica.

Por si fuera poco, hasta la solución al equilibrio de poderes de una democracia, esta temporada en la que el poder judicial se ve amenazado desde el resto de poderes, recae en Europa a la vista de las opiniones de unos otros. Una altísima responsabilidad que los españoles concedemos a nuestros socios continentales ante nuestra incapacidad.

La Inteligencia Artificial es la penúltima de las tareas delegadas desde aquí. El acuerdo de la semana pasada convierte a la Unión en la primera región del mundo que regula su uso protegiendo derechos fundamentales, sin frenar su desarrollo. No he oído queja alguna desde aquí, al contrario, muchas loas.

Pero ahora que se acercan las elecciones europeas del próximo mes de junio, conviene recordar otra frase genial de Ortega y Gasset “el equilibrio o balanza de poderes es una realidad que consiste esencialmente en la existencia de una pluralidad. Si esta pluralidad se pierde, aquella unidad dinámica se desvanecería. Europa es, en efecto, enjambre: muchas abejas y un solo vuelo». Así que marquemos la fecha en el calendario para votar ese día y así no fallar a nuestro universal pensador.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Soy un truhán, soy un señor

 (Este artículo se publicó originalmente en El Periódico de Cataluña el 4 de septiembre de 2023)


Corría el año 1977 y España celebraba sus primeras elecciones generales en cuarenta años. El entonces presidente del gobierno, Adolfo Suarez, había convocado esas votaciones para que los partidos políticos que salieran de las urnas elaboraran una constitución democrática. El país esperaba pegado a la televisión el resultado de estas trascendentales elecciones y alguien en Televisión Española debió pensar que había que amenizar esas horas desde el cierre de los colegios electorales hasta el recuento oficial de votos. En ese momento apareció Julio Iglesias para estrenar su canción “Soy un truhan, soy un señor”.  Las elecciones las ganó UCD, sin mayoría absoluta, con una ventaja de 47 escaños sobre el PSOE y la Carta Magna se aprobó un año después. Pero, aunque nadie se acuerde, en esa primera noche electoral de la España democrática, el cantante Julio Iglesias estrenó uno de los mayores éxitos de su carrera ante 20 millones de espectadores. Entonces, como ahora, el título de la canción representa lo que piensan los españoles de sus políticos.

Adolfo Suarez era amado y odiado a partes iguales. Un truhan o un señor. Para unos el heredero del franquismo por haber sido el secretario general del partido que apoyaba al dictador, para otros el artífice de la modélica transición española. Odiado en la izquierda y en la derecha por igual; a los socialistas no les hacía nada de gracia su amistad con el partido comunista de Carrillo y su pasado de camisa azul y para Manuel Fraga era un traidor que se había echado en brazos de la izquierda y los nacionalistas. Pero ganaba elecciones adorado y votado por millones de españoles de todas las tendencias políticas. Un "señor" por traer la democracia junto al Rey Juan Carlos y liderar el país desde la moderación; un "truhan" por ceder a las presiones y dimitir de la presidencia del gobierno además de dilapidar el primer y único partido de centro que ha gobernado nuestro país.

Han pasado casi cincuenta años desde que Julio Iglesias entretuviese una noche electoral, muerto de risa con sus gafas de pasta negra porque todavía no se sabía la letra de la canción. Jamás se hubiera imaginado que “Soy un truhan, soy un señor” sería el mejor resumen de las votaciones del 23 de julio de 2023.

Sánchez un “señor” por parar el fascismo que amenazaba las libertades españolas o por ser el político más resiliente de la historia de España que vence a los poderes fácticos de dentro y fuera de su partido.  El socialista que ha traído la mayor mejora de las condiciones laborales de los trabajadores más humildes con una subida del 47% del salario mínimo o el líder adorado y respetado en Europa que es capaz de epatar a medio mundo cuando organiza cumbres como la de la OTAN en Madrid. El artífice de la mayor creación de empleo del siglo y responsable de que la inflación española sea la envidia de Europa. El único capaz de poner de acuerdo a más de doce partidos, varios de ellos enemigos íntimos, para elegir la presidencia del Congreso de los Diputados.

Y al mismo tiempo un “truhan” con un título de doctor no exento de dudas. Que juraba que nunca pactaría con Podemos ni con Bildu, pero acabaron siendo sus socios de legislatura. El mismo político que ora apoyaba la intervención de la Generalitat con el artículo 155 ora indultaba a los condenados por golpistas contra la democracia. Un presidente incapaz de cesar a la ministra que promueve una ley que deja libres a miles de violadores. Un Pedro Sánchez que llegó para luchar contra la corrupción y acabó rebajando el delito que más les gusta a los políticos chorizos, el de cohecho.

El ángel que resurge siempre de sus cenizas y consigue lo imposible; el diablo que está dispuesto a lo que sea por seguir en el poder.

«Hoy ha sido un día de concordia para todos nosotros, cada uno ha votado por su ideal. Ojalá que de este ideal salgamos ganando todos los españoles» con estas palabras el universal cantante cerró su recital televisivo de junio de 1977. Y se cumplió.  Cinco décadas después en nuestro país se vive mejor si revisamos la estadística que queremos, hemos ganado todos. Más empleo, más riqueza, más igualdad, más pensiones, más universidades, más hospitales, más autónomos y más justicia. Ojalá que tras este otoño siga siendo así y ganemos todos los españoles y no sólo los que ahora inclinarán la balanza.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 24 de julio de 2023

No hemos terminado


(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 23 de julio de 2023)

Ya han pasado las elecciones. Pero en el cuerpo de algunos seguirán muy presentes. A los más de 180.000 españoles que estuvieron en las mesas electorales durante casi 12 horas les durará el cansancio unos días. 4.892 candidatos que optaban a un puesto en el Senado o en el Congreso de los Diputados, el alegrón o el cabreo les acompañará unas horitas más. Unos miles de militantes acérrimos de la derecha y la izquierda -que los hay en ese número- se han levantado con una jaqueca que no se quitará tan rápido, porque los excesos de la noche electoral se pagan. La mayoría de españoles seguimos sin saber qué pasará y quién gobernará. Y los verdaderos protagonistas de las elecciones, Feijóo y Sánchez saben que esto no ha hecho más que empezar. A ellos dos las votaciones de ayer, les ha marcado de por vida, pero saben que estos días todavía les toca tomar muchas decisiones.

Así es. Las elecciones no terminan hoy, aunque te vayas de vacaciones o ya no te pidan el voto desde la megafonía de una furgoneta. Por mucho que anoche te acostaste pensando que esta pesadilla de dos campañas electorales seguidas se había terminado, la política no se irá tan rápido de tu vida. Igual que los carteles electorales permanecen con las caras de los candidatos unos meses hasta que el viento se los lleve o un diligente ayuntamiento haga su trabajo, los políticos seguirán muy presentes en tu vida.

Por delante les toca tomar muchas decisiones para el futuro de España, pero también para el suyo personal y el de su partido. La democracia es así y hemos depositado en un puñado de personas la capacidad para ello, al mismo tiempo son los partidos la herramienta clave para soportar nuestro régimen constitucional.

Ahora es el tiempo de pensar en nuevas elecciones o bien armar los pactos necesarios, nombrar un nuevo gobierno, elaborar un nuevo presupuesto y actuar. Sobre todo, actuar. Los problemas no esperan y nuestro país no puede perder tiempo en resacas poselectorales. En realidad, todo empieza ahora.

La inflación de la cesta de la compra seguirá machacando la economía familiar, los tipos de interés continuarán haciendo la vida imposible al que tiene una hipoteca, la precariedad de sueldos y el desempleo de larga duración no se solucionarán por arte de magia. Mayores y jóvenes seguirán viendo como el mercado laboral se ha secado para ellos. La guerra en Ucrania traerá tensiones en los precios de la energía, pero también en otros bienes básicos; Europa seguirá exigiendo a España que deje de gastar sin límite y los peajes volverán a nuestro país y quién sabe si la “fiesta” de los fondos europeos tocará a su fin. Violadores, okupas y otros delincuentes no dejarán las calles por mucho que ya haya finalizado el recuento de votos. Las tensiones territoriales abandonarán la tregua de estos meses porque los que las que promueven saben que sin ellas están acabados. Los pequeños negocios abrirán la persiana, aunque sus agobios no han desaparecido; los enfermos continuarán el mismo puesto de la lista de espera y España seguirá siendo un gran país, con no pocos problemas por delante.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC 

domingo, 2 de julio de 2023

Menos macro y más micro

 (este artículo se publicó originalmente en El Periódico de España el día 30 de junio de 2023)

Se ha contado muchas veces, pero hay que volver a hacerlo a la vista de la estrategia de Pedro Sánchez de sacar a pasear a Nadia Calviño con el cuadro macroeconómico. La ministra y sus comparecencias con tablas Excel nos han transportado a la campaña americana de Bush contra Clinton. Corría el año 1992 y en el cuartel general de los demócratas un asesor de nombre James Carville colgó un gran cartel que inopinadamente fue clave para que Clinton ganase las presidenciales. Solo había una frase escrita, sencilla y recordable para vencer al poderoso presidente texano, una simple idea frente a los grandes éxitos en política exterior de Bush padre. Simple porque aludía a la vida cotidiana de los votantes americanos y sus necesidades más perentorias. “Es la economía, estúpido” era la sentencia puesta en ese cartel que se convirtió en un eslogan oficioso de la campaña de Clinton que le llevó a la Casa Blanca al identificarse precisamente con las preocupaciones más acuciantes de los votantes americanos. Desde entonces la frase se ha instalado en la cultura electoral de todo el mundo para poner la atención en lo esencial de determinados momentos históricos.

En España tenemos nuestra versión local de esta mítica frase. “Mas Soria y menos Siria” parece que fue dicha por el ministro Posadas a José María Aznar para reclamarle más atención a los asuntos locales que a la agenda internacional. El consejo del viejo amigo del presidente funcionó porque el PP ganó esas elecciones con una aplastante mayoría absoluta. No se si en la planta séptima de la sede de Génova 13, algún asesor ha pintado esa frase en alguna pizarra ante la obsesión por las citas en el extranjero del presidente Sánchez, pero de lo que estoy seguro es que tampoco estará la sentencia de Carville.

La economía española dispone de unas cifras macroeconómicas que Alemania envidiaría. Un PIB que crece al 2%, un empleo que no deja de crecer hasta rozar los 21 millones de cotizantes y sobre todo una inflación en el entorno del 3%. Si a esto añadimos un sector exterior pujante con exportaciones rompiendo techos históricos, los guarismos son para enmarcar. Quizás por todo lo anterior alguien ha querido resucitar esa campaña de Clinton, aunque igual antes de ponerse a imprimir carteles hay que recordar que las variables macro se complementan con los datos de déficit y deuda en los cuales estamos entre los cuatro peores países de la Unión con un 113% de deuda respecto al PIB y cerca del 5% de déficit. Lejos de las recomendaciones del 60% y el 3% respectivamente.  Aunque no lo diga el cuadro macroeconómico, en la cabeza de todos los analistas y en los bolsillos de los españoles está que seguimos sin alcanzar el nivel de PIB prepandemia o lo que es lo mismo que hemos tirado a la basura tres años de nuestra economía. El Banco de España lo acaba de contar de otra manera, pero no menos dramática: la riqueza per cápita española sigue por debajo de la europea y no hemos reducido ni un euro en los últimos tiempos la brecha con nuestros vecinos.

En primero del grado de economía enseñamos que la microeconomía estudia variables individuales, mientras la macroeconomía se centra en las variables agregadas o nacionales. A la micro lo que le interesa no es la deuda de España sino la deuda de los españoles; le ocupa no la renta del país sino la renta de los paisanos; le obsesiona no la inflación nacional sino las inflaciones sectoriales. La microeconomía analiza las decisiones de los agentes individuales, por qué se compra, por qué se busca trabajo o por qué se pide un préstamo. Y ahí es donde el balance de estos años de gobierno no se sostiene. La comida desde la pandemia ha subido un 27%, las hipotecas un 361%, el paro no ha bajado si descontamos los fijos discontinuos, el empleo creado es de menor calidad por la cantidad de horas contratadas, la presión fiscal ha subido más de un 20% y por todo lo anterior el poder adquisitivo del españolito medio ha caído más de un 5%. Si a esto sumamos que las ayudas sociales no llegan a los hogares -como ha confirmado la AIREF- y que las pymes no han ingresado nada del supuesto maná de Next Generation, el balance individual para los españoles es lamentable.

No tengo claro que el equipo de campaña de Ferraz se atreva a poner un letrero que rece “Es la microeconomía, estúpida” por temor a la reacción de la aludida y su mentor, pero en muchas agrupaciones locales del PSOE lo estarán pensando cada vez que la ministra de economía se vanagloria de su gestión. Al mismo tiempo a Nuñez-Feijóo -que entre su círculo de confianza tiene muchos aznaristas- seguro que le ronda en la cabeza la frase del ministro soriano y quizás la haya adaptado con su pragmatismo a “Menos macro y más micro”. Sea como fuere, la campaña electoral no será la de los indicadores económicos sino la de los indicadores de cabreo y en estos tampoco puede hacer un buen balance el gabinete de Sánchez ya que es difícil encontrar un colectivo a su derecha y a su izquierda, nacionalista o españolistas,  en las pymes o en las grandes empresas que no fume en pipa esta temporada.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

viernes, 30 de junio de 2023

A saltar la hoguera


(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 26 de junio de 2033)

Las hogueras han tomado España en la noche de San Juan. Una tradición que se pierde en la historia para conmemorar al mismo tiempo el inicio del verano y el milagroso nacimiento del hijo de una pareja de ancianos, Zacarías e Isabel. Este solsticio es la noche más corta del año y se celebra con verbenas y juergas en las que nunca falta el fuego. En las plazas y en las playas se encienden hogueras alrededor de las cuales se arremolinan los paisanos. El cristianismo nos cuenta que un fuego similar fue hecho por los padres de San Juan Bautista para dar gracias a Dios por el inesperado nacimiento de su hijo cuando ya lo había dado por debido dada su avanzada edad.

El fuego también recupera esa noche un significado purificador y además de dar gracias porque llega una estación luminosa y buen tiempo, aprovechamos para quemar imaginariamente lo peor del frio invierno y del último año. Nuestra mirada fija en las llamas hace que surja el milagro de que los malos recuerdos se calcinen en la lumbre hasta desaparecer de nuestra memoria. Se queman en la pira para afrontar un verano sin lastre alguno.

Pero hay algunos que optan por algo más audaz que es saltar por encima del fuego. Una tradición que protagonizan jóvenes desafiando a la gravedad y a las brasas al rojo vivo.  Porque de padres a hijos se ha trasladado que, si eres capaz de saltar las llamas, tendrás un año por delante de buena suerte. Todos los veranos miles de valientes lo logran, aunque al mismo tiempo unos cientos acaban en urgencias con quemaduras de primer grado en las plantas de sus pies.

Nadie ha visto a los candidatos a presidente del gobierno saltando una de estas fogatas. O por lo menos yo no lo he leído. Pero dejad que mi imaginación fluya. Un vigoroso Pedro Sánchez que ha entrenado durante toda la semana, reclama que todos los candidatos asuman el compromiso de superar la prueba del fuego. Por su parte él brinca con espléndida técnica y la mejor de sus sonrisas mirando a la cámara. Alberto Núñez-Feijóo salta -como haríamos cualquiera de nosotros- con algo de cara de susto sobre una discreta hoguera humeante. Santiago Abascal. nadie sabe cómo pero camina con determinación por encima de las brasas sin mostrar dolor alguno. Yolanda Diaz opta por una hoguera de leds que no contamina y además le permite una estética declaración sin riesgo de quemaduras.

Todos nuestros candidatos logran el objetivo de este imaginario salto y quiero pensar que les queda la duda de si funcionará el embrujo de la primera noche del verano ¿serán los llamados a la gloria o acabarán en la enfermería? ¿serán decapitados como Juan El Bautista o pasarán a la historia como ese mismo santo? Me temo que por mucha fe que tengan en su partido o nosotros en las encuestas, no sabe nadie qué pasará. La buena noticia para todos es que ya queda menos y en cuatro semanas votaremos, si el calor no lo impide, de una manera democrática y afrontaremos un nuevo destino para nuestro país que esperemos que sea tan luminoso como estos días de junio. Lo necesitamos.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

sábado, 27 de mayo de 2023

¿Puede presentarse Biden a la reelección?


(este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el día 17 de mayo de 2023)

A finales de abril el presidente Biden anunció su intención de presentarse a la reelección. Inmediatamente se abrieron las compuertas de un edadismo embalsado en nuestra sociedad que ha arrasado a su paso con cualquier otro argumento. “El presidente más anciano que ha ocupado la Casa Blanca”, “el mandatario con achaques” y hasta “el político con demencia” han opacado la carrera impecable de servicio público de Biden. Edadismo o discriminación por la edad es un término que la RAE ha reconocido hace menos de un año. De alguna manera al incluirlo en el diccionario se ha constatado la marginación que sufren los seniors en nuestros días. A partir de una edad son invisibles para los contratadores y para los publicistas. En los peores momentos de la pandemia se les aplicó el triaje y ahora -visto lo visto- tampoco van a poder ejercer sus derechos civiles como presentarse a unas elecciones.

Churchill selló la paz de Yalta con más de 71 años, Adenauer siendo octogenario estampó su firma en el acta fundacional de la Comunidad Europea y la premio nobel Teresa de Calcuta con 82 años seguía cuidando enfermos y liderando las Misioneras de la Paz. Todos ellos vivieron en el siglo pasado cuando las tasas de esperanza de vida eran por lo menos veinte años menores que la actualidad lo que nos llevaría a colegir que la edad biológica de Churchill en ese momento serían como los 90 años de hoy y más de 100 la de Adenauer y Teresa de Calcuta.

Y es que los científicos diferencian la edad cronológica de la biológica. La primera es la suma de años que han transcurrido desde el nacimiento. En cambio, la biológica es la edad que tienen los sistemas, tejidos y células de un organismo con relación a su normal funcionamiento, muy influida por el momento histórico en el que se viva. La escritora española Pardo Bazán muere con 69 años en 1921 pero la esperanza de vida entonces era de 40 años, de modo y manera que su edad biológica sería muy superior a la cronológica de entonces y si hubiese vivido hoy posiblemente alcanzaría los 100 años.

 

La Sociedad Geriátrica de Japón ha puesto sobre la mesa nuevos datos que cuestionan el umbral fijo de la ancianidad y ofrecen argumentos a quienes desde la economía abogamos por redefinir el concepto de vejez. Los gerontólogos nipones han analizado datos objetivos sobre el estado físico de las personas mayores y han comprobado que las de 75-79 años presentan la misma velocidad de marcha y la misma fuerza de agarre en la mano que las de 65-69 años de veinte años antes, por lo que no ven apropiado considerar como ancianos a los septuagenarios actuales. Por eso, en ese país, un comité ha propuesto reclasificar la vejez en tres grupos: la prevejez, referida a las personas entre los 65 y los 74 años; la vejez, para quienes están entre los 75 y los 90, y la supervejez, para el grupo de supermayores, los que cuentan con más de 90 años. Antonio Abellán, investigador del CSIC suscribe la tesis de que la entrada en la vejez esté marcada por un umbral móvil vinculado a la esperanza de vida, de modo que ser mayor no depende de la edad del DNI sino de la edad prospectiva, de los años que teóricamente a uno le queden por vivir. Abellán sostiene que, según las tablas de mortalidad oficiales, a los españoles de 65 años, por ejemplo, les quedaban 21 años de vida en 2015, exactamente los mismos que a quienes tenían 58 en 1976, que eran personas a las que nadie osaba considerar como «viejas».

 

Los septuagenarios de hoy están mejor que nunca. ¿Alguien se atreve a dudar de la fuerza de Josep Borrell que con 76 años ha parado los pies  desde Europa al tirano ruso Putin? Carmen Martín Gaite escribió sus mejores novelas con más de setenta años.


En la Encuesta Nacional de Salud quienes ahora están en los 74-75 años reportan niveles de salud como los de 65 de hace nueve años. Hemos ganado dos décadas de vida en apenas medio siglo. "La cuestión es si esos años ganados se los queremos añadir a la vejez o a la madurez». Yo lo tengo claro viendo a septuagenarios en activo como el psiquiatra Rojas Marcos o la catedrática Adela Cortina. ¿Acaso alguien ha dejado de ir a la consulta del doctor Guillen por mucho que supere los ochenta años? 

 

Es profundamente edadista, hablar solo de la edad de Biden y no de sus logros en este mandato. Poner el acento en sus arrugas y no en su experiencia. Fijarnos en su cojera y no en su resiliencia vital. Llamar la atención de sus equivocaciones, olvidando todos sus aciertos. La pregunta que tendríamos que hacernos no es si la edad incapacita al presidente sino si el mundo sería mejor sin Biden.

Todos los que defienden que los 80 años inhabilitan han de saber que con ese argumento Platón no hubiera enseñado a discípulos como Aristóteles, Miguel Ángel no habría terminado la Basílica de San Pedro, Saturno devora a sus hijos de Goya no existiría y muchas obras de Picasso o de Tapies no hubieran visto la luz. ¿De verdad queremos perdernos todo ese talento?

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y LLYC

lunes, 2 de marzo de 2020

Breve historia de un político francés


(este artículo se publicó originalmente el 27 de febrero de 2020 en el diario La Información)


Un joven y dinámico analista francés es nominado como candidato a alcalde de París por otro joven y dinámico financiero del mismo país. Ambos, atractivos personajes, forman parte de un joven partido que ha jubilado a la vieja clase política gala. Usando los códigos de la generación millennial, este nuevo partido ha acabado en Francia con la tradicional forma de votar, o bien a la derecha, o bien a la izquierda. Apoyado masivamente por los nacidos a partir del año 1980 -los menores de cuarenta años- este nuevo movimiento despierta también la ilusión de un electorado harto de los desmanes de la élite política.

Benjamin Griveaux y Emmanuel Macron son los nombres de nuestros protagonistas. Ambos participaron en la creación del nuevo movimiento político “En Marcha” que ha revolucionado la política en el país vecino. Benjamin acabó formando parte del Gobierno de la República de Francia que preside, aún hoy, Emmanuel. Pero, rápidamente deja su puesto de portavoz gubernamental para preparar el asalto a la Alcaldía de Paris, feudo de los socialistas durante la última década y quizás el último reducto de la vieja política.

“En Marcha” que comparte iniciales con Emmanuel Macron (toda una declaración de intenciones) ha tenido la habilidad de conectar de un modo increíble con el pueblo francés; en apenas un año desde su creación en 2016, gana las elecciones y corona a su líder como el presidente más joven de la historia de Francia. Su secreto reside, en parte, en utilizar los códigos de los millennials franceses, precisamente porque la nueva forma digital de comunicarse es tan potente que ha acabado contagiando al resto de generaciones. Todos hoy somos un poco millennials y Macron con su equipo supieron leerlo a tiempo. Me explico.


Los millennials y más aún los jóvenes de la generación posterior, los llamados Z, han forjado su personalidad, se han educado y socializado a través de Internet. Y el uso masivo que hacen de la red de redes ha hecho que la unidad de medida del tiempo se haya acelerado de tal manera que lo que las anteriores generaciones aspirábamos a tener en un mes, ellos lo tienen en un minuto. Música, amigos, compras, viajes se consiguen ahora casi de forma inmediata. Además, son irreverentes por naturaleza y se lo cuestionan todo, porque gracias a Internet acceden de modo inmediato a un conocimiento casi infinito. Pero lo más llamativo es que millennials y Z han tenido una increíble capacidad de contagiar esa inmediatez e irreverencia a los que no pertenecemos a su generación. De modo y manera que en estos momentos una gran mayoría de la población piensa, consume y hasta vota con la mentalidad millennial, en Francia y también en el resto del mundo.

Pero volvamos a nuestra breve historia, porque cuando toda parecía que iba sobre ruedas, el brillante candidato a la alcaldía de París anuncia -este mes de febrero- su retirada de la cita electoral, a raíz de la difusión de un vídeo de contenido sexual. Para complicarlo todo es un artista ruso, Piotr Pavlenski, asilado en Francia, quien reivindica la difusión de los documentos para denunciar la hipocresía de Griveaux. "Alguien que se apoya en la permanencia de los valores familiares, que dice querer ser el alcalde de las familias y pone siempre como ejemplo a su mujer y a sus hijos, pero es todo lo contrario”. Fin de la historia y de la fugaz carrera de nuestro protagonista.

La misma semana que sucedía todo esto tuve la suerte de acudir a una conferencia de Charo Sádaba de la Universidad de Navarra. La decana explicaba a los padres asistentes cómo gestionar los conflictos con nuestros hijos ante la todopoderosa llegada de la tecnología a sus vidas. Puso de manifiesto que Internet no es un parque de atracciones para nuestros hijos, sino que son muchos los riesgos que ella resumió en las tres Cs. A saber: contenidos, contactos y conductas. Materiales de alto contenido sexual que se intercambian con el sexting; delincuentes que se ocultan tras falsos contactos con el grooming y conductas de acoso con el bulling.

Inmediatamente la serendipia se apareció con toda crudeza al recordar la noticia de la dimisión del político francés precisamente por sextear, que así recomienda la Fundéu que se use el verbo sexting o el envío de contenido sexual vía Internet. Cómo es posible que el mago de la política francesa, que es capaz de llevar a El Elíseo a Macron por su capacidad de conectar con las nuevas generaciones “muera” probando su propia medicina. Con los mensajes a su amante demostró que aunque sabía ganar elecciones usando Internet, poco había aprendido de lo realmente importante. La red de redes como recuerda Sádaba es también una potente escuela para entrenar valores como la prudencia y la fortaleza.

Hasta aquí la breve historia de un político francés que no supo gestionar los riesgos de los nuevos formatos de comunicación. Griveaux también demostró que, a pesar de su brillante estrategia digital, todavía está en párvulos en saber usar Internet racionalmente.

jueves, 12 de diciembre de 2019

Un futuro de oportunidades

(este artículo se publicó originalmente en el diario Expansión el día 11 de diciembre de 2019)

“En tres tiempos se divide la vida: presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo, el futuro dudoso y el pasado cierto”. La reflexión de Séneca, a pesar de haber sido formulada hace 2.000 años, es más actual que nunca para nuestras vidas, pero también para la de nuestro país, España.

Vivimos un mundo cambiante, marcado por grandes disrupciones socioeconómicas, geopolíticas, tecnológicas, demográficas y medioambientales a las que habrá que dar respuesta. Todo ello en un entorno marcado por la desaceleración económica sincronizada, el debilitamiento del orden multilateral, la crisis de liderazgo, las consecuencias del Brexit y las crecientes tensiones políticas y sociales en Oriente Medio, América Latina y Hong Kong, entre otros factores. Un presente al que España no es ajeno ya que, si bien nuestro país continúa liderando el crecimiento entre las grandes economías europeas, la OCDE ha advertido de que nuestra coyuntura se deteriora a mayor ritmo que en el conjunto de la unión monetaria y también del riesgo creciente que conlleva la actual inestabilidad política. Una incertidumbre que no parece que vaya a despejarse ante el previsible Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, forjado con un acuerdo programático en torno a tres ideas fuerza: más gasto público, apoyado en una mayor carga impositiva sobre las empresas y las familias; más intervencionismo en detrimento de la necesaria libertad de empresa; y más fragmentación frente a la ansiada y necesaria unidad de mercado económica y equilibrio interterritorial. Un conjunto de medidas que impactarán negativamente no solo sobre el crecimiento económico, sino también sobre la sostenibilidad del Estado de Bienestar, la igualdad de oportunidades de los españoles y el futuro de las próximas generaciones. 

Y a pesar de que Séneca nos alertó de que lo único cierto es el pasado, no recordamos apenas datos de nuestra historia reciente que ponen de manifiesto que España y su democracia son un caso de éxito. Desde 1978, se ha multiplicado por 14 el gasto en educación, por 13 el gasto social y por 15 el PIB per cápita, en un contexto en el que se ha duplicado la población activa, principalmente por la incorporación de siete millones de mujeres al mercado laboral. A su vez, el modelo productivo se ha terciarizado, como en el resto de las economías avanzadas, concentrando el sector servicios el 75% del empleo (42% en 1978). Las exportaciones, por su parte, han aumentado de un 13,3% a un 34,3% del PIB, destacando el papel de las multinacionales españolas líderes a nivel mundial. Además, en la actualidad, nuestro país lidera el ranking de Competitividad de Turismo del WEF, y ha sido clasificado como la nación más saludable del mundo por Bloomberg que, a su vez, sitúa nuestro sistema sanitario en tercera posición a nivel global en función de su eficiencia, entre otros hechos relevantes. Todo ello, sin olvidar que la integración al proyecto europeo ha impulsado la atracción de inversión extranjera y dotado a nuestra economía de una mayor estabilidad de precios y de tipos de interés. Y sumado a estos datos económicos, en el plano social, los españoles hemos sorprendido al mundo por nuestra capacidad para trabajar en equipo, por nuestro talento y creatividad; bien sea para coordinar la mejor red de trasplantes de órganos del planeta, o bien por ser el país más longevo de la Tierra.

Pero el futuro es una duda, no solo porque lo afirmara el filósofo cordobés, sino porque la recuperación española no ha sido suficiente para resolver los problemas estructurales que hoy persisten. A los elevados niveles de paro, especialmente el de larga duración y el juvenil, de endeudamiento público y de economía sumergida, se unen la ineficiencia de nuestro sistema educativo, el aumento de la desigualdad, el reto demográfico y el deterioro de la calidad institucional. Circunstancias que, coincidentes en el tiempo con un cambio de coyuntura internacional, nos hacen pensar que el futuro será incierto, pero no por ello ingestionable. En demasiadas ocasiones se nos olvida que la incertidumbre no solo forma parte de nuestras vidas, sino también de la historia de los países. Así, cada generación de españoles ha tenido que superar momentos decisivos, como fue el de la transición de una dictadura hacia un sistema democrático, en la que prevaleció una visión generosa, vertebradora y de largo plazo. En estos días, marcados por la incertidumbre que genera el escenario político español en el que los líderes políticos se cierran a debatir y consensuar con sus oponentes ideológicos las reformas que nuestro país necesita, es urgente recordar que, si bien el futuro siempre es una duda que abre oportunidades, las épocas de progreso en España han estado vinculadas a proteger nuestro legado común.



Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y Alicia Coronil es directora de Economía del Círculo de Empresarios

martes, 3 de diciembre de 2019

Escape Room

(este artículo se publicó originalmente el 2 de diciembre de 2019 en el diario 20 minutos)

Se ha puesto de moda. Todo el mundo lo practica. Un «escape room» es un juego de escape que sirve tanto para celebrar un cumpleaños de un niño de 12 años,  como para una despedida de soltera o incluso para inculcar sentimiento de equipo entre altos directivos de grandes empresas. Básicamente es una actividad lúdica que consiste en que un grupo de personas puedan «escapar de un encierro» resolviendo un enigma a través de varias pistas.

Los «escape rooms» nacen hace una década en Japón y desde entonces se han extendido hasta al último rincón del mundo, aunque donde realmente arrasan es en el sudeste asiático. Hay muchas variedades del juego pero en todas ellas los participantes, una media docena, se enfrentan en un local cerrado durante algo más de una hora y con la presencia de un árbitro o «game master» al reto de «escaparse». El juego ha enganchado a personas de toda edad y condición porque para poder ganar hay que esforzarse, no físicamente, sino mentalmente  -en grupo y a título individual- para encontrar la solución a un difícil acertijo. De hecho, equipos de alto rendimiento del mundo del deporte pero también de las corporaciones empresariales juegan a ser escapistas para mejorar el desempeño grupal, ya que penaliza los individualismos y premia el trabajo cooperativo. Pero también muchas cuadrillas de amigos, sin más motivación que pasar un buen rato, colapsan los locales de «escape room» todos los fines de semana en cientos de ciudades de todo el planeta. En Madrid y Barcelona, el montado por la empresa Atresmedia, inspirado en la serie de televisión "La casa de papel" sigue teniendo el cartel de "no hay entradas" tras decenas de miles de visitantes de todas las edades.

Incluso se habla ya en ciencias sociales como la educación de la gamificación del aprendizaje. Una nueva disciplina pedagógica que usa este tipo de juegos para lograr increíbles resultados. Por eso, si funciona para directivos, estudiantes y equipos deportivos que habían probado otras soluciones sin éxito, por qué no aplicarlo para el principal problema de nuestro país. El desgobierno que vivimos tras cuatro años con cuatro elecciones quizás se solucionaría con una buena dosis de «escape room» para nuestra clase politica. Por qué no animar a Pedro Sánchez, Pablo Casado, Santiago Abascal, Pablo Iglesias e Inés Arrimadas a entrar en una de estas «salas de escape» con la condición de no salir hasta que resuelvan el mayor enigma hoy de España que no es otro que cómo conseguir un acuerdo estable de gobierno que represente a una mayoría de españoles. Si lo piensas no es tan descabellado y de algún modo en la historia reciente algunos acuerdos relevantes se consiguieron así, forzando un encierro para lograr un acuerdo. De esta manera nació el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, con los principales líderes y pensadores del mundo acantonados en Bretton Woods. O la Constitución española con sus «padres» alojados en el Parador de Gredos aislados por la nieve. Y todos los acuerdo europeos sólo se consigue a altas horas de la madrugada tras agotadoras reuniones en Bruselas que no pueden finalizar sin acuerdo. Cualquier cosa antes que otras elecciones, ¿no crees?

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

sábado, 1 de junio de 2019

El secreto de la felicidad es votar

(este artículo se publicó originalmente en el diario económico La Información el día 30 de abril de 2019)

Nunca desde el mundo de la empresa habíamos hablado tanto de la felicidad. Las grandes compañías crean institutos con su nombre; científicos y economistas se han unido a la lista de profesionales que la cultivan hasta hace poco compuesta en exclusiva por poetas y psicoanalistas; el curso más demandado de la Universidad de Yale es para alcanzarla y hasta la ONU ha dedicado un día en el calendario para honrarla; finalmente la lista de los llamados libros de empresa dedicados a ella crecen exponencialmente.

Pero quizás sin darnos cuenta, en España, tenemos muy cerca el secreto de la felicidad. Nuestro país podría pasar a la historia como los inventores del elixir de la felicidad y no estamos siendo capaces de contarlo a todo el mundo.

Sino cómo se explican alguna de las cosas que han sucedido esta semana de resaca electoral. El PSOE no puede estar contento porque su objetivo de alcanzar el poder en Madrid se ha frustrado, el PP ha visto como el mapa municipal se ha teñido de rojo, Ciudadanos no consigue superar a los populares en ningún feudo y Podemos se desploma en todos los territorios. Pero la magia de las urnas ha hecho que estos negativos hechos objetivos se conviertan en la mayor de la felicidad para los votantes de esos partidos. Los socialistas se despertaron el lunes 25 de mayo felices por haber ganado las elecciones europeas pero también las municipales. Los populares durmieron con una sonrisa en la boca por la recuperación de las instituciones madrileñas. Los ciudadanos que apoyaron a ídem están emocionados por seguir creciendo en votos cada vez que hay unas elecciones y ya van cinco o seis. Hasta los podemitas han encontrado la felicidad en el descalabro del “traidor” Iñigo Errejón.
Votar es el secreto de la felicidad. Sea cual sea el partido que votes, el mero hecho de introducir una papeleta en la urna provoca inmediatamente un estado de alegría como hemos visto esta semana poselectoral. Les animo a que pongan a prueba este descubrimiento con otros españoles que han votado a fuerzas distintas de las anteriores, por ejemplo ERC que a pesar de tener a sus líderes en prisión saltan de alegría por haber ganado a Colau en Barcelona o hasta los que apoyaron con su voto al independentismo catalán -que no ha conseguido ser mayoritario estas elecciones- se felicitan ostentosamente porque el fugado Puigdemont es el eurodiputado con mas apoyos en esa parte de España. Y los nostálgicos votantes de VOX que ha pinchado a la primera de cambio, se arrogan con alharacas la derrota de la izquierda en la capital de España. Votar es milagroso y cual bálsamo de fierabrás lo cura todo. Después de ejercer el derecho al voto se arreglan, como con esa poción mágica, todas las dolencias del alma y se alcanza la felicidad.
Mientras tanto otros países como Bután han creado índices de contabilidad nacional para medir la felicidad. Frente al Producto Interior Bruto (PIB) en esa parte del mundo han diseñado el ratio de Felicidad Interior Bruta (FIB) que mide la calidad de vida en términos menos economicistas y más comprehensivos. El término fue propuesto por  el rey de Bután hace unos años como respuesta a las críticas de la pobreza económica de su país. Mientras que los modelos económicos convencionales miden el crecimiento económico, el concepto de FIB se basa en que el verdadero desarrollo de la sociedad se encuentra en la complementación y refuerzo mutuo del desarrollo material y espiritual. Los cuatro pilares de este nuevo índice de la contabilidad nacional de la felicidad son: la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la preservación y promoción de valores culturales, la conservación del medio ambiente y el establecimiento de un buen gobierno.

Incluso Harvard ha creado una cátedra para su estudio y como nos recuerda este mes la revista Ethic, los más conocidos y respetados profesores de esa universidad como Steven Pinker especulan sobre ella. Para Pinker la felicidad tiene dos caras: una experiencial y cognitiva. El primer componente consiste en equilibrar emociones positivas como la alegría y las negativas como la preocupación. El segundo consiste en vencer los sesgos cognitivos que nos conducen al pesimismo lo cual podría lograrse, según Pinker, gracias a la ciencia con un localizador que suene en momentos aleatorios para indicarnos cómo nos sentimos. La medida última de la felicidad consistiría en una suma integral o ponderada a lo largo de la vida de cómo se sienten las personas y durante cuánto tiempo se sienten así.

Quién tendrá la razón Bután, Harvard o las urnas españolas no es fácil de saber, pero Miguel de Cervantes nos dejó una pista sobre la felicidad en El Quijote que conviene repasar de vez en cuando (cambiando la palabra libro por vida) «No hay libro tan malo que no tenga algo bueno».

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

miércoles, 10 de abril de 2019

¿Antihistamínicos para todos?



(este artículo se publicó originalmente el día 8 de abril en el diario 20 minutos)

Llevas dos semanas pegado a un clínex, te levantas de la cama como si te hubiese atropellado un autobús, en tu cabeza se ha instalado una taladradora y pasas de tiritar de frío al sofoco. Si así te sientes, formas parte de una gran mayoría: los damnificados de esta primavera loca. 

Es verdad que todos los años aparece esa astenia o cansancio en marzo y abril y que padecer una alergia se ha convertido en algo tan común como criticar a nuestro cuñado en el café de media mañana. Pero esta vez en una sola semana además del cambio horario que nos han robado una hora de sueño, hemos soportado lluvia, solazo, nieve, calor y nieblas. Por si esto fuera poco en la mayor parte de España habrá cuatro citas con las urnas en la primavera de 2019. 

Pero inopinadamente siempre hay algún colega que soporta estos meses del año como si nada. Para este tipo de personas no hay alergias, ni desgana y jamás rebuscan en sus bolsillos a la caza de un pañuelo de papel. No le eches la culpa a tu mala genética. la explicación es más sencilla y además te ayudará a sobrellevar esta estación. Antihistamínicos.

El antihistamínico es el nuevo chicle. Se reparte en las oficinas y en las cafeterías como el bálsamo de Fierabrás. Ante el mínimo síntoma primaveral, un alma caritativa te ofrece una dosis sanadora. De modo y manera que cada día somos más los que gracias al consumo de esos bloqueadores de la histamina, sobrevivimos a esta época del año. Funciona. Y a cambio, no vendes tu alma al diablo sino simplemente tienes un poco más de sueño.

Últimamente los antihistamínicos parece que se han consumido con fruición porque tengo la sensación de que los españoles vivimos dopados. Si no cómo se explica nuestra indiferencia, por ejemplo, ante tanta manifestación. Tras las concentraciones feministas vinieron las de «la España vaciada» pasando por las de la equiparación salarial de los policías, la defensa de la familia, sin olvidar el tren extremeño o las demandas de los cazadores. Sin embargo, vemos las noticias con la mirada perdida porque todos los días hay una manifestación que parece justa pero ya no nos impacta. 

Cuando tomas un antihistamínico te recomiendan no conducir porque relaja la atención. Así estamos. Ya nada nos sorprende. Ya no nos escandaliza nada en la política. Llevamos quince días de primavera y hemos visto a políticos que cambian de partido en una semana, presidentes que se contradicen en una misma mañana, pactos que ofenden la inteligencia o programas electorales irrealizables. Nada nos afecta. Candidatos que no quieren ir a debates o ser entrevistados en televisión, partidos creados solo para molestar y barbaridades que creíamos que solo se proponían en otros lares. Pero la mayoría seguimos nuestras vidas como si nada. Los antihistamínicos tienen estas cosas, te quitan unos síntomas pero traen otros. 

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR