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lunes, 6 de mayo de 2024

El tamaño sí que importa

(este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el 6 de mayo de 2024)

Enrico Letta fue primer ministro en Italia hace una década. Comenzó su carrera política en la democracia cristiana para acabar cercano al socialismo. Quizás por esa capacidad para entender a las dos grandes familias políticas, desde la Comisión Europea se le encargó un informe sobre el mercado único. El estudio del italiano fue entregado hace unos días y la principal conclusión es que el tamaño importa.

En economía y me temo que también en sexología el tamaño es un debate recurrente y nunca resuelto del todo. A los lectores de esta columna les gustará que me centré en la primera disciplina. Desde el siglo XVIII los economistas han estudiado las economías de escala. Algunas industrias son capaces de producir cada vez más productos con un menor coste. En esas compañías, cuando alcanzan un tamaño muy grande, los costes unitarios decrecen conforme aumenta la producción. Un chollo. La clave para los directivos es saber cuándo se alcanza ese nivel de fabricación en el que obra el milagro de la reducción de los costes unitarios que hace que se disparen los beneficios y los rivales desaparezcan de un plumazo incapaces de competir. El ingeniero americano Taylor, en la frontera entre el siglo XIX y el XX, propuso una organización racional del trabajo que dividía sistemáticamente tareas y procesos para así ganar productividad. El taylorismo instauró la era de la mecanización de la industria que hizo posible la creación de las grandes corporaciones empresariales.

Henry Ford fue el primero que hizo fortuna en 1908 con la aplicación práctica de los dos principios anteriores. La producción a gran escala del famoso Ford T, permitió no solo la creación de la primera industria global americana sino también la implementación del sistema de producción en cadena o en serie conocida por ello como fordismo. El éxito de esta fórmula basada en el gran tamaño rápidamente se extiende consagrando a mediados del siglo XX la figura de las multinacionales en sectores más allá de los industriales como el gran consumo o la energía. Galbraith llega a proclamar el triunfo inapelable de las grandes empresas frente a las pymes en el momento del inicio de la masiva globalización.

En nuestros días, la abundancia de mittelstand o empresas medianas es la explicación de la innovación y competitividad germana. Un estudio del Circulo de Empresarios estimó que, si España tuviera una distribución de empresas con el tamaño de las alemanas, la productividad agregada de nuestra economía sería un 13% superior. En ese país, pero también en el Reino Unido la proporción de empresas medianas es cuatro veces superior que aquí, donde la inmensa mayoría son micropymes.

No solo las empresas se han beneficiado del tamaño. China, Estados Unidos y ahora India, son naciones inmensas que precisamente por ello son también las principales economías del planeta. Con un mercado interior potente y una oferta imbatible de mano de obra han sido capaces de liderar la producción mundial.  Pero en este ranking podría estar Europa, según Letta, si el gran tamaño geográfico del continente no tuviese fronteras para la economía y sus empresas. Unir mercados, eliminar burocracia y garantizar la efectiva libertad de circulación de mercancías, servicios, personas y capitales que consagran los sucesivos tratados europeos. El ejemplo de la fragmentación del mercado de las finanzas europeo es usado como argumento en el informe para demostrar la debilidad de nuestra economía frente a la americana porque aquí los capitales, en forma de ahorros o empresas, huyen a Estados Unidos. Reteniendo con un mercado financiero único esos capitales podrían financiarse nuevas industrias medioambientales o de defensa. Pero el italiano va más lejos aún y pide una libertad de circulación más: la libertad de movimiento para la innovación y el conocimiento que incluiría los datos para no perder la carrera de la inteligencia artificial. Grandes universidades europeas y grandes proyectos de innovación transnacionales que nos permitirían competir con los gigantes de América y Asía.

Europa es un continente, del tamaño de China o Estados Unidos. Pero, ahora, somos iguales a ellos únicamente en metros cuadrados, para serlo en millones de dólares de producción e innovación, necesitamos eliminar trabas y barreras que persisten a pesar de lo que rezan los tratados. Un mercado único en el que el talento y el conocimiento fluya en la era de la tecnología de la mano de estados y leyes amistosas con las empresas. De otra manera, y que me perdonen por volver a una materia que no es la mía ni la de estas páginas, sufriremos un gatillazo. Europa querrá, pero no podrá. Su historia le dirá que sí y su realidad que no.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC


sábado, 27 de mayo de 2023

¿Puede presentarse Biden a la reelección?


(este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el día 17 de mayo de 2023)

A finales de abril el presidente Biden anunció su intención de presentarse a la reelección. Inmediatamente se abrieron las compuertas de un edadismo embalsado en nuestra sociedad que ha arrasado a su paso con cualquier otro argumento. “El presidente más anciano que ha ocupado la Casa Blanca”, “el mandatario con achaques” y hasta “el político con demencia” han opacado la carrera impecable de servicio público de Biden. Edadismo o discriminación por la edad es un término que la RAE ha reconocido hace menos de un año. De alguna manera al incluirlo en el diccionario se ha constatado la marginación que sufren los seniors en nuestros días. A partir de una edad son invisibles para los contratadores y para los publicistas. En los peores momentos de la pandemia se les aplicó el triaje y ahora -visto lo visto- tampoco van a poder ejercer sus derechos civiles como presentarse a unas elecciones.

Churchill selló la paz de Yalta con más de 71 años, Adenauer siendo octogenario estampó su firma en el acta fundacional de la Comunidad Europea y la premio nobel Teresa de Calcuta con 82 años seguía cuidando enfermos y liderando las Misioneras de la Paz. Todos ellos vivieron en el siglo pasado cuando las tasas de esperanza de vida eran por lo menos veinte años menores que la actualidad lo que nos llevaría a colegir que la edad biológica de Churchill en ese momento serían como los 90 años de hoy y más de 100 la de Adenauer y Teresa de Calcuta.

Y es que los científicos diferencian la edad cronológica de la biológica. La primera es la suma de años que han transcurrido desde el nacimiento. En cambio, la biológica es la edad que tienen los sistemas, tejidos y células de un organismo con relación a su normal funcionamiento, muy influida por el momento histórico en el que se viva. La escritora española Pardo Bazán muere con 69 años en 1921 pero la esperanza de vida entonces era de 40 años, de modo y manera que su edad biológica sería muy superior a la cronológica de entonces y si hubiese vivido hoy posiblemente alcanzaría los 100 años.

 

La Sociedad Geriátrica de Japón ha puesto sobre la mesa nuevos datos que cuestionan el umbral fijo de la ancianidad y ofrecen argumentos a quienes desde la economía abogamos por redefinir el concepto de vejez. Los gerontólogos nipones han analizado datos objetivos sobre el estado físico de las personas mayores y han comprobado que las de 75-79 años presentan la misma velocidad de marcha y la misma fuerza de agarre en la mano que las de 65-69 años de veinte años antes, por lo que no ven apropiado considerar como ancianos a los septuagenarios actuales. Por eso, en ese país, un comité ha propuesto reclasificar la vejez en tres grupos: la prevejez, referida a las personas entre los 65 y los 74 años; la vejez, para quienes están entre los 75 y los 90, y la supervejez, para el grupo de supermayores, los que cuentan con más de 90 años. Antonio Abellán, investigador del CSIC suscribe la tesis de que la entrada en la vejez esté marcada por un umbral móvil vinculado a la esperanza de vida, de modo que ser mayor no depende de la edad del DNI sino de la edad prospectiva, de los años que teóricamente a uno le queden por vivir. Abellán sostiene que, según las tablas de mortalidad oficiales, a los españoles de 65 años, por ejemplo, les quedaban 21 años de vida en 2015, exactamente los mismos que a quienes tenían 58 en 1976, que eran personas a las que nadie osaba considerar como «viejas».

 

Los septuagenarios de hoy están mejor que nunca. ¿Alguien se atreve a dudar de la fuerza de Josep Borrell que con 76 años ha parado los pies  desde Europa al tirano ruso Putin? Carmen Martín Gaite escribió sus mejores novelas con más de setenta años.


En la Encuesta Nacional de Salud quienes ahora están en los 74-75 años reportan niveles de salud como los de 65 de hace nueve años. Hemos ganado dos décadas de vida en apenas medio siglo. "La cuestión es si esos años ganados se los queremos añadir a la vejez o a la madurez». Yo lo tengo claro viendo a septuagenarios en activo como el psiquiatra Rojas Marcos o la catedrática Adela Cortina. ¿Acaso alguien ha dejado de ir a la consulta del doctor Guillen por mucho que supere los ochenta años? 

 

Es profundamente edadista, hablar solo de la edad de Biden y no de sus logros en este mandato. Poner el acento en sus arrugas y no en su experiencia. Fijarnos en su cojera y no en su resiliencia vital. Llamar la atención de sus equivocaciones, olvidando todos sus aciertos. La pregunta que tendríamos que hacernos no es si la edad incapacita al presidente sino si el mundo sería mejor sin Biden.

Todos los que defienden que los 80 años inhabilitan han de saber que con ese argumento Platón no hubiera enseñado a discípulos como Aristóteles, Miguel Ángel no habría terminado la Basílica de San Pedro, Saturno devora a sus hijos de Goya no existiría y muchas obras de Picasso o de Tapies no hubieran visto la luz. ¿De verdad queremos perdernos todo ese talento?

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y LLYC

martes, 9 de agosto de 2022

Los otros pinchazos del verano

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 8 de agosto de 2022)

 

Es el tema del verano. Más de sesenta pinchazos en España y por lo menos dos mil sucesos de este tipo en Europa. Los ataques denunciados por todas esas chicas siguen un mismo patrón: fiesta, noche y gentío. En medio del jolgorio sienten en el brazo o en la pierna como un picotazo. En ocasiones es solo eso, una molestia, pero en otras parece que viene acompañado de una sensación de debilidad lo que ha llegado a concluir que pueden buscar la sumisión química. Nada nuevo más allá de la fórmula usada esta vez. El alcohol, las drogas o medicamentos han sido utilizados todos los veranos por desalmados para abusar de chicas en estos meses de ocio nocturno. Esta vez, gracias a la atención que le están dando los medios de comunicación, estamos avisados y por tanto prevenidos. Que toda la fuerza de la justicia caiga sobre los agresores.

Pero, hay otros pinchazos que están pasando desapercibidos y también son malas noticias ante las que estar alerta. Me refiero a algunas cifras económicas que por dolorosas se sienten como aguijones clavándose en la piel.

La inflación del mes de julio se situó en un 10,8% o lo que es lo mismo que tus 1000 euros de ahorros ahora valen menos de 900 euros. Una extracción de riqueza en toda regla en la economía familiar de los españoles.

Los nefastos datos de destrucción de empleo en el mes julio, en plena campaña veraniega, suponen el pinchazo de la creación de empleo en España. Hacía dos décadas que no se destruía empleo en verano y por desgracia se ha frenado la tendencia de los últimos 16 meses de crecimiento de puestos de trabajo.

El desplome de los pedidos industriales en España anunciado el primer día de agosto es otra aguja clavada en la economía española. Este indicador se elabora encuestando a los responsables de cientos de empresas manufactureras y pone de manifiesto el pesimismo de las compañías y por tanto el adelanto de una crisis.

Pero fuera de nuestras fronteras hemos conocido más pinchazos. La economía de Estados Unidos ha entrada en recesión técnica al acumular dos trimestres con crecimientos negativos. El Reino Unido se encamina a la misma situación a la luz de los informes del Banco de Inglaterra en los que se ha basado para subir los tipos de interés. Y Alemania, conforme a datos de la patronal de la industria bávara, perdería más de un 12% de su riqueza -medida por el PIB- si Rusia le corta el suministro de gas este invierno como ha anunciado Putin.

Muchos boquetes en la economía como para no preocuparse por mucho que estemos en verano. Cómo me gustaría que estos pinchazos también ocupasen los programas de televisión y las redes sociales, porque eso nos permitiría como con los ataques machistas de este verano, estar preparados para lo que viene. Cuanta más gente conozca que la economía está convirtiéndose con tantos pinchazos en un queso gruyere, tomaremos mejores decisiones. por ejemplo, con nuestros gastos- y así afrontaremos mejor la crisis a la que parece que vamos abocados.

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad de Internet (UNIR) y LLYC


lunes, 17 de mayo de 2021

No hay chips

 

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 17 de mayo de 2021)


Los economistas, como todas las profesiones, tenemos nuestro mundo paralelo. Desvelos que no siempre coinciden con el resto de los mortales; un lenguaje que solo nosotros entendemos o aficiones que cualquiera en su sano juicio definiría como friqui. La diferencia con otras ocupaciones es que lo nuestro al impactar sobre el bolsillo de las personas nos empeñamos en que se conozca, aunque en demasiadas ocasiones nadie entienda nada.

Por eso, hoy te quiero hablar de los chips. No de las patatas fritas de bolsa, sino de las diminutas placas de semiconductores que están detrás de la mayoría de los aparatos. Coches, ordenadores, lavadoras, móviles los usan, pero sobre todo las fábricas que producen bienes de consumo dependen de ellos. Los chips se patentaron por la empresa alemana Siemens en los años 50 pero la americana Intel fue quién los popularizó con la famosa ley de su fundador, Gordon Moore. Este científico convertido a empresario se atrevió a predecir en 1965 que cada año los microprocesadores doblarían su capacidad y en cambio serían la mitad de caros. Esta ley se ha ido cumpliendo y permite entender porque los baratos microchips han democratizado el acceso a la tecnología, con internet como su mayor logro. Por si no lo sabes, el principal componente de estas plaquitas es el silicio. Un mineral que además es el elemento más abundante en la Tierra después del oxígeno. De ahí que en California en los años 70 se bautizó como Silicon Valley al territorio cercano a la Universidad de Stanford, dónde siguen estando las empresas basadas en chips más importantes del mundo: Google o Apple, pero también Hewlett Packard Enterprise o Tesla.

Hoy quiero contarte que a pesar de que hay tanto silicio en el mundo, debido a que los productores de los semiconductores se han ido deslocalizando a Asia, periódicamente hay desabastecimiento. Y nunca ha sido tan grave como ahora. La conjunción de la guerra comercial chino-americana, la crisis de los contenedores de Suez y la reactivación tras el parón pandémico, han colapsado el mercado de semiconductores. Empresas como Renault o Ford han tenido que parar por ello su producción y aumentado pérdidas. Las consolas de Nintendo y PlayStation han previsto fuertes caídas de sus ventas y hasta se ha retrasado el lanzamiento del nuevo iPhone; no porque no tengan clientes, sino porque no hay chips.

Pero no siempre fue así. En los años 70, el 90% de la producción de semiconductores estaba en Europa y Estados Unidos. El presidente Joe Biden ha promovido Chips of América para lograr una industria local de semiconductores que evite estar en manos de terceros. En Europa a pesar de los esfuerzos de Macron seguimos sin entender que sin industrias nacionales no hay soberanía. Invertir en ciencia, financiar a nuestros emprendedores o promover ayudas para los productores locales son las recetas que aquí no aplicamos. Por eso del “no hay respiradores” o “no hay mascarillas” pasamos al “no hay vacunas” de este año. Condenados de por vida a la escasez, por no actuar.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)


sábado, 31 de agosto de 2019

Todo es mentira en el G7

(este artículo se publicó originalmente el 31 de agosto de 2019 en La Información en la columna #serendipias)

He tenido la suerte este verano de estar muy cerca de Biarritz antes, durante y después de la cumbre del G7. Desde el balcón todos las noches veía el faro de la ciudad elegida por Macron para su estreno como anfitrión del grupo de los países más poderosos de Occidente. En cada resplandor del faro de Biarritz, pensando en la cumbre, me venía a la cabeza una película española de los años 90 titulada «Todo es Mentira». El protagonista de la cinta, el cantante Coque Maya, se da cuenta que todo a su alrededor es una farsa y nada es como aparenta ser. 

En la primera quincena de agosto, días antes del inicio del G7, en el País Vasco  y en sur de Francia, sólo se hablaba de dónde aterrizaría el presidente Donald Trump. Los aeropuertos franceses fueron descartados así como los de San Sebastián y Bilbao por carecer de pistas de aterrizaje suficientemente largas para el tamaño del Air Force One. El aeródromo de Vitoria-Gasteiz que cumplía las características sería el elegido. Mentira. Trump finalmente aterrizó en Biarritz. 

Unos días antes de la llegada del presidente americano los rumores se aceleraron y no pocos recibimos fotos de montajes del portaaviones JFK patrullando en la ría del Bidasoa. Mentira. Trump viajó con un discreto operativo de seguridad que se redujo a un helicóptero Marine One.

Por supuesto los veraneantes de la zona asumimos que esos días, del 16 al 26 de agosto nos avisaron las autoridades, no podríamos disfrutar de las playas de la zona. Mentira. No dejamos de pasear y bañarnos con total normalidad y además el tiempo acompañó (lo cual es mucho más milagroso). 

El tráfico en la frontera de España y Francia sería un infierno conforme a todas las previsiones. Estrictos controles aduaneros volverían décadas después de la entrada de nuestra pais en la UE. Mentira. La circulación fue fluida por mar, tierra y aire. Menos colapso que cualquier operación retorno de final de vacaciones.

Pero si revisamos las crónicas de los días previos a la cumbre veremos que Trump, al parecer. tenía la intención de sabotear cualquier acuerdo de libre comercio, en especial para perjudicar a Francia y Europa. Mentira. Trump acordó con Macron pero también con el japonés Abe y el nuevo Premier británico acuerdos para mejorar el intercambio de bienes y servicios. La imagen de la primera dama americana visitando una bodega francesa es sintomática.

La prensa de esos semanas también nos informó de que el presidente español Pedro Sánchez jugaría un papel importante en el G7 por ser aliado y amigo de Emmanuel Macron. Mentira. Su presencia se redujo a asistir a una cena protocolaria junto a invitados del nivel del presidente de Australia o Sudáfrica. 

Más noticias. La contracumbre alojada en las localidades cercanas de Bayona e Irun se movilizaría a favor de un mundo más justo con expertos de todo el mundo. Mentira. La imagen de unos encapuchados tirando piedras y de una manifestación en la que compartieron pancarta el último dirigente de ETA, David Pla, y diputados de Podemos y Bildu nos abrió los ojos sobre porqué Macron no está muy contento con Pedro Sánchez y los aliados que le llevaron a La Moncloa.

El G7 agonizaría en Biarritz por los ataques de Trump a pesar de los loables intentos de Macron. Otro titular. Mentira. Trump mantuvo una intensa agenda bilateral con destacados acuerdos y hasta asumió con deportividad la jugarreta francesa de meter por la puerta de atrás a Irán en la cumbre. Incluso Estados Unidos asumió el gesto también hacia la galería (francesa) de crear un fondo económico para frenar los incendios en el Amazonas. Con lo fácil que hubiese sido para Trump defender a su amigo Bolsonaro recordando que no muy lejos de Biarritz, en España y Portugal, sufren incendios todos los veranos igualmente de destructivos sin que se aborde el asunto en el orden del día en ninguna cumbre.

El G7 mostraría la mejor imagen de Francia al mundo en el lugar donde se inventó el veraneo. Mentira. Biarritz nace como destino turístico gracias a España y a la tradición de la realeza española y de su corte de veranear en el Norte de España (San Sebastián, Santander y Lekeitio). Esto llevó a que Eugenia de Montijo casada con Napoleón III imitase esa costumbre en la localidad costera francesa. Pocos han reparado en que las primera damas del G7 fuesen agasajadas con productos tan españoles como la sangría y alpargatas como si de inventos franceses se tratasen.  Como nadie ha comentado tampoco que desde el Hotel Du Palais donde se celebró la cumbre se puede ver en la plaza de Clemenceau una enorme bandera española, al lado de  una francesa y una ikurriña. Qué pena que Sánchez no cruzase ni una palabra con Trump porque de haberlo hecho le podría haber preguntado el mandatario americano a nuestro presidente por qué en Biarritz o en San Juan de Luz siendo Francia se ven banderas españolas y en cambio en Fuenterrabia o en Zarauz es imposible. Todo mentira, como en la película.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

martes, 8 de noviembre de 2016

¿Por qué nos interesan tanto las elecciones de EE UU?

(este artículo fue publicado originalmente en el diario Cinco Días el día 8 de noviembre de 2016)

Este miércoles, sabremos quién va a ser el nuevo, o la nueva y primera Presidente de los Estados Unidos.  Para España, como para el resto del mundo, la elección de uno u otro candidato puede suponer una nueva etapa en las relaciones entre nuestros países, tan necesarias en el mundo global en el que vivimos.  Si como parece que las encuestas anticipan, Hillary Clinton llega a la Casa Blanca, puede representar una oportunidad de oro para nuestro país. 

El programa de la candidata demócrata tiene como objetivo principal revitalizar la economía y la productividad del país a través del mayor programa de inversiones en infraestructuras que se hayan realizado en su país desde la Segunda Guerra Mundial.  Y si hay un sector donde España destaca por su competitividad, es precisamente ese.  Numerosos puentes, carreteras, aeropuertos, y demás infraestructuras de Estados Unidos necesitan modernizarse y, si la economía del país lo permite, esto representa una oportunidad de oro para las empresas y para los intereses españoles.

Pero el programa de Hilary Clinton va más allá.  Siguiendo las iniciativas adoptadas por la administración Obama, su proyecto incluye también inversiones destacadas en sectores de la nueva economía, como las energías alternativas y renovables, donde España también tiene mucho que aportar.  Sin embargo, las cosas no pasan solas, por lo que para llevar estas propuestas a buen puerto, la clave estará en cómo establecer y afianzar una relación cercana a la nueva administración americana.  El flamante ministro de Fomento y Íñigo de la Serna, tiene ante sí la tarea aprovechar todas estas nuevas oportunidades. Y de hacerlo combinando el desarrollo industrial con el necesario respeto medioambiental. La especialización de este ingeniero de Caminos, Canales y Puertos en Hidráulica, Oceanografía y Medio Ambiente deberán ser de ayuda. 

En cualquier caso, podríamos contar con una ayuda adicional en la figura del candidato a la Vicepresidencia, Tim Kaine, un referente en la populosa y cada vez más influyente comunidad hispana. Kaine es un buen conocedor de España y de Latinoamérica, y puede jugar un papel verdaderamente importante a la hora de elevar las relaciones con el país estadounidense a una nueva dimensión.

Pero hay más temas que se deben tener en cuenta.  Desde un punto de vista demográfico, los estadounidenses de origen hispano son ya más de 57 millones. Esta cifra representa el 25% de la población. Un porcentaje que tiene incluso perspectivas de crecimiento, hasta llegar a superar el 30% en un futuro próximo. Además, Estados Unidos es ya el segundo país del mundo, después de México, donde más se habla el español.  Esta circunstancia supone para España un universo de oportunidades para establecer lazos comerciales con esta importante e influyente parte de la población y dar a conocer el origen, y la cultura a esta parte tan considerable del nuevo Estados Unidos.

Asimismo, España puede convertirse en un aliado de referencia dados los intereses que nos unen, como la compatibilidad de nuestros mutuos intereses económicos.  En este sentido, España puede ayudar a Estados Unidos a actualizar sus infraestructuras, y avanzar en nuevas tecnologías.  Pero nuestro país también puede convertirse en un aliado para Estados Unidos dentro de la nueva Unión Europea, después de la salida de Gran Bretaña como aliado histórico de la nación americana.  Nuestra posición geoestratégica es de un interés clave para Estados Unidos, como puerta al Mediterráneo. También son extremadamente interesantes nuestras buenas relaciones y proximidad a Medio Oriente, y a África.

Por último, pero no menos importante, es muy relevante el papel que desempeña nuestro país en Latinoamérica.  En colaboración con Estados Unidos, España puede ser clave para consolidar de manera definitiva, el desarrollo económico y social de los países del Sur de América.  Nuestros lazos culturales, históricos y económicos, son la mejor base para asentar el desarrollo y el bienestar que Latinoamérica se merece. España puede convertirse en el socio económico de los países americanos, ayudando a desarrollar su industria, infraestructuras y servicios de calidad, y abriendo las puertas de Europa para las exportaciones e inversiones americanas.
En fin, es mucho lo que nos jugamos el próximo martes con las elecciones que se celebran en Estados Unidos. Ante esa circunstancia España tiene que hacer memoria y saber cuál es su potencial como país. 

Eso sí, el nuevo Gobierno Rajoy tiene entre sus tareas pendientes la de asegurarnos una mayor visibilidad de nuestro país y la de urdir un programa de estado que sitúe a España en el panorama global de los negocios internacionales. 

Iñaki Ortega, director de Deusto Business School Madrid y Gregorio Bustos, directivo de empresa, ahora cursando un posgrado en Harvard Kennedy School of Government

miércoles, 8 de junio de 2016

Mitomanía y TTIP

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico El País el domingo 5 de junio de 2016)

La mitomanía también conocida como mentira patológica o pseudología fantástica es uno de los términos con los que la psiquiatría se refiere al comportamiento de los mentirosos compulsivos o habituales. La mitomanía fue descrita por primera vez en la literatura médica en 1891, desde entonces esas mentiras patológicas se han definido como una invención inconsciente y demostrable de acontecimientos muy poco probables y fácilmente refutables. Ahora, dos siglos después, los investigadores de la ciencia de las enfermedades mentales pueden encontrar en el debate público sobre el Tratado Transatlántico  de Comercio e Inversiones también conocido por sus siglas en inglés como TTIP, abundante material para seguir documentado la mitomanía.
Todo empezó en 2014 con los documentos filtrados por Greenpeace de la XIII ronda negociadora que desataron una oleada de duras críticas contra el nuevo acuerdo comercial entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos., culminadas con la inefable intervención de Julián Assange recientemente en unas jornadas en Madrid. Sin embargo una revisión serena de los documentos, inéeditosa, a la luz del reciente debate en Madrid y la inefable intervención de Julián Assange, hubiera permitido permite constatar la existencia de importantes puntos de fricción entre las partes americana y europeao. Pero sobre todo se ha revelado la persistencia de una potente mitomaníia en una parte de la opinión pública a la hora de juzgar cualquier relación con Estados Unidos. 
Si partimos de que el libre comercio internacional es una poderosa herramienta que se debe manejar con prudencia, con efectos que deben ser estudiados caso a caso, y que sólo se puede traducir en equilibradas oportunidades de desarrollo para los países que participan en él si existen normas internacionales que gestionen adecuadamente las diferencias en formas de vida, regulación laboral, compromiso medioambiental, cultura o acceso a tecnología. Entonces tenemos una primera conclusión: las negociaciones comerciales internacionales son necesarias.
Ahora bien, la ronda Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sigue sin cerrarse quince años después. Mientras tanto, se han suscrito numerosos acuerdos comerciales entre países que conforman regiones económicas, como puede ser Pacífico, América del Norte o América del Sur, dejando al margen los intereses europeos (por cierto en coherencia con el reciente informe del Círculo de Empresarios que documenta el cambio del núucleo central de la economía de Ooccidente hacíaa Asia-Pacifico). La política comercial de la UE no puede permanecer impasible ante una nueva situación que puede dejarla fuera del corazón de los grandes flujos económicos internacionales. Por eso se han firmado importantes tratados de asociación económica con Colombia, Perú, Corea del Sur o Singapur, mientras otro con Canadá se encuentra en proceso de ratificación. En consecuencia, negociar un acuerdo con Estados Unidos en ningún caso supone una rareza o trato ventajoso alguno. 
Es sabido que los procesos de integración económica y liberalización comercial internacional generan ganadores y perdedores en todos los países que participan y que, aún cuando la valoración global puede ser beneficiosa, los gobiernos deben articular medidas que palien los efectos sobre sectores que puedan recibir impactos negativos. Pero no es menos cierto que decidir no avanzar en la integración económica también provoca ganadores y perdedores. Es decir, seguir igual no es una decisión neutra. No hacer nada es lo que puede permitir que se comercialice en Estados Unidos, por ejemplo, como Jerez a un vino de California. 
Claro que se puede vivir sin TTIP. Hasta ahora lo hemos hecho. La cuestión es si con TTIP se pueden mejorar en el futuro las condiciones para que las empresas europeas, especialmente pequeñas y medianas, exporten a Estados Unidos con más facilidad y menos costes generando nuevas oportunidades y empleo. Conviene recordar que las grandes corporaciones ya están presentes a los dos lados del Atlántico a través de mecanismos que están fuera del alcance de las de menor tamaño. 
Afortunadamente todos los acuerdos suscritos son públicos y se puede comprobar con facilidad que siguen un esquema similar, incluida la resolución de controversias a través de laudos arbitrales dictados sin intervención de los sistemas judiciales formales de los países concernidos. Es más, la propia OMC hereda lo establecido en el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) desde su fundación en los años cuarenta del siglo pasado al prever un sistema de resolución de controversias entre partes diferente a los sistemas judiciales nacionales. Cosa lógica porque de la misma manera que los tribunales ordinarios de cada país no resuelven cuestiones sobre la interpretación de los tratados de la Unión Europea, tampoco deben juzgar asuntos comerciales en los que su país sea parte. 
El problema de cómo resuelven los estados las diferencias de interpretación o de aplicación de los acuerdos firmados entre ellos sigue existiendo y se debe abordar en los tratados de esta naturaleza. Ahora bien, lo que dejan claro los papeles de la filtración de Greenpeace es que sobre este asunto no hay acuerdo y que la posición europea mantiene diferencias relevantes con la estadounidense, entre otras cosas, porque postula como requisito que los árbitros que resuelvan el litigio tengan cualificación de juez, con conocimiento de leyes y comercio internacional, que las deliberaciones sean públicas, que exista posibilidad de revisión de los laudos y que los arbitrajes se limiten a cuestiones muy concretas
Otra cuestión que ha quedado clara tiene que ver con la transparencia, que ya es norma también para las relaciones internacionales. El valor de la filtración no es tanto lo que dice, como que ha desvelado algo parcialmente oculto. La existencia de una mayor demanda de información y una innegable desconfianza hacia las instituciones hacen necesario un esfuerzo informativo y pedagógico acerca del objetivo y del contenido de todas las negociaciones internacionales. Lo excepcional debe ser lo confidencial y en ese caso hay que explicar el porqué. El secretismo induce ahora a la sospecha y a una presunción de culpabilidad que puede dar al traste con proyectos por muy convenientes y bienintencionados que puedan ser.  
El clásico esquema de secreto con el que se iniciaron las negociaciones Europa - Estados Unidos para el TTIP fue cuestionado desde muy pronto desde la sociedad civil europea. El error político de la Comisión Barroso al despreciar las demandas de claridad sobre las conversaciones se ha transformado en una pesada losa en la actualidad. De poco ha servido la acertada decisión adoptada hace año y medio por el actual Parlamento Europeo y la Comisión Juncker de hacer pública toda la información relativa a las posiciones europeas en las negociaciones (está disponible en la dirección). El tardío ejercicio de transparencia no ha calado en una opinión pública que sigue denunciando un secretismo que desde hace tiempo ya no es tan cierto. Y no solo porque la negativa por parte de los negociadores estadounidenses a hacer públicas sus posiciones haya impedido hasta ahora que la totalidad de los documentos sean conocidos, sino porque no parece razonable que en una negociación de buena fe una de las partes haga públicas las posiciones de la otra.  
Finalmente se debe hacer mención a la labor del equipo negociador europeo. A nuestro juicio la ciudadanía europea tiene motivos para sentirse orgullosa del trabajo realizado hasta ahora y de las posiciones que trasladan. En lo que se ha podido leer, la posición europea parece correcta tanto en las cuestiones formales como en lo relativo a las denominaciones de origen, cuestiones culturales o agricultura. Nuestros negociadores no solo respetan escrupulosamente los límites del mandato negociador establecido por el Consejo Europeo sino que defienden claramente los intereses de la ciudadanía y de las empresas europeas. Por cierto, que el control político no se limita al documento inicial, sino que el texto final ha de ser estudiado, debatido y ratificado tanto por el Parlamento Europeo como por los Parlamentos nacionales para que sea válido.
En definitiva, aún cuando no se puede aventurar cómo van a acabar unas conversaciones en las que las diferencias existentes aún son importantes, consideramos que sería un grave error colectivo subirse al carro de la negación preventiva, el prejuicio o si prefieren la mitomanía de cualquier acuerdo con un socio tan relevante como Estados Unidos.

Iñaki Ortega es profesor de la Universidad de Deusto
Santiago Martínez es profesor de la Universidad de Oviedo