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sábado, 27 de mayo de 2023

¿Puede presentarse Biden a la reelección?


(este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el día 17 de mayo de 2023)

A finales de abril el presidente Biden anunció su intención de presentarse a la reelección. Inmediatamente se abrieron las compuertas de un edadismo embalsado en nuestra sociedad que ha arrasado a su paso con cualquier otro argumento. “El presidente más anciano que ha ocupado la Casa Blanca”, “el mandatario con achaques” y hasta “el político con demencia” han opacado la carrera impecable de servicio público de Biden. Edadismo o discriminación por la edad es un término que la RAE ha reconocido hace menos de un año. De alguna manera al incluirlo en el diccionario se ha constatado la marginación que sufren los seniors en nuestros días. A partir de una edad son invisibles para los contratadores y para los publicistas. En los peores momentos de la pandemia se les aplicó el triaje y ahora -visto lo visto- tampoco van a poder ejercer sus derechos civiles como presentarse a unas elecciones.

Churchill selló la paz de Yalta con más de 71 años, Adenauer siendo octogenario estampó su firma en el acta fundacional de la Comunidad Europea y la premio nobel Teresa de Calcuta con 82 años seguía cuidando enfermos y liderando las Misioneras de la Paz. Todos ellos vivieron en el siglo pasado cuando las tasas de esperanza de vida eran por lo menos veinte años menores que la actualidad lo que nos llevaría a colegir que la edad biológica de Churchill en ese momento serían como los 90 años de hoy y más de 100 la de Adenauer y Teresa de Calcuta.

Y es que los científicos diferencian la edad cronológica de la biológica. La primera es la suma de años que han transcurrido desde el nacimiento. En cambio, la biológica es la edad que tienen los sistemas, tejidos y células de un organismo con relación a su normal funcionamiento, muy influida por el momento histórico en el que se viva. La escritora española Pardo Bazán muere con 69 años en 1921 pero la esperanza de vida entonces era de 40 años, de modo y manera que su edad biológica sería muy superior a la cronológica de entonces y si hubiese vivido hoy posiblemente alcanzaría los 100 años.

 

La Sociedad Geriátrica de Japón ha puesto sobre la mesa nuevos datos que cuestionan el umbral fijo de la ancianidad y ofrecen argumentos a quienes desde la economía abogamos por redefinir el concepto de vejez. Los gerontólogos nipones han analizado datos objetivos sobre el estado físico de las personas mayores y han comprobado que las de 75-79 años presentan la misma velocidad de marcha y la misma fuerza de agarre en la mano que las de 65-69 años de veinte años antes, por lo que no ven apropiado considerar como ancianos a los septuagenarios actuales. Por eso, en ese país, un comité ha propuesto reclasificar la vejez en tres grupos: la prevejez, referida a las personas entre los 65 y los 74 años; la vejez, para quienes están entre los 75 y los 90, y la supervejez, para el grupo de supermayores, los que cuentan con más de 90 años. Antonio Abellán, investigador del CSIC suscribe la tesis de que la entrada en la vejez esté marcada por un umbral móvil vinculado a la esperanza de vida, de modo que ser mayor no depende de la edad del DNI sino de la edad prospectiva, de los años que teóricamente a uno le queden por vivir. Abellán sostiene que, según las tablas de mortalidad oficiales, a los españoles de 65 años, por ejemplo, les quedaban 21 años de vida en 2015, exactamente los mismos que a quienes tenían 58 en 1976, que eran personas a las que nadie osaba considerar como «viejas».

 

Los septuagenarios de hoy están mejor que nunca. ¿Alguien se atreve a dudar de la fuerza de Josep Borrell que con 76 años ha parado los pies  desde Europa al tirano ruso Putin? Carmen Martín Gaite escribió sus mejores novelas con más de setenta años.


En la Encuesta Nacional de Salud quienes ahora están en los 74-75 años reportan niveles de salud como los de 65 de hace nueve años. Hemos ganado dos décadas de vida en apenas medio siglo. "La cuestión es si esos años ganados se los queremos añadir a la vejez o a la madurez». Yo lo tengo claro viendo a septuagenarios en activo como el psiquiatra Rojas Marcos o la catedrática Adela Cortina. ¿Acaso alguien ha dejado de ir a la consulta del doctor Guillen por mucho que supere los ochenta años? 

 

Es profundamente edadista, hablar solo de la edad de Biden y no de sus logros en este mandato. Poner el acento en sus arrugas y no en su experiencia. Fijarnos en su cojera y no en su resiliencia vital. Llamar la atención de sus equivocaciones, olvidando todos sus aciertos. La pregunta que tendríamos que hacernos no es si la edad incapacita al presidente sino si el mundo sería mejor sin Biden.

Todos los que defienden que los 80 años inhabilitan han de saber que con ese argumento Platón no hubiera enseñado a discípulos como Aristóteles, Miguel Ángel no habría terminado la Basílica de San Pedro, Saturno devora a sus hijos de Goya no existiría y muchas obras de Picasso o de Tapies no hubieran visto la luz. ¿De verdad queremos perdernos todo ese talento?

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y LLYC

sábado, 31 de agosto de 2019

Todo es mentira en el G7

(este artículo se publicó originalmente el 31 de agosto de 2019 en La Información en la columna #serendipias)

He tenido la suerte este verano de estar muy cerca de Biarritz antes, durante y después de la cumbre del G7. Desde el balcón todos las noches veía el faro de la ciudad elegida por Macron para su estreno como anfitrión del grupo de los países más poderosos de Occidente. En cada resplandor del faro de Biarritz, pensando en la cumbre, me venía a la cabeza una película española de los años 90 titulada «Todo es Mentira». El protagonista de la cinta, el cantante Coque Maya, se da cuenta que todo a su alrededor es una farsa y nada es como aparenta ser. 

En la primera quincena de agosto, días antes del inicio del G7, en el País Vasco  y en sur de Francia, sólo se hablaba de dónde aterrizaría el presidente Donald Trump. Los aeropuertos franceses fueron descartados así como los de San Sebastián y Bilbao por carecer de pistas de aterrizaje suficientemente largas para el tamaño del Air Force One. El aeródromo de Vitoria-Gasteiz que cumplía las características sería el elegido. Mentira. Trump finalmente aterrizó en Biarritz. 

Unos días antes de la llegada del presidente americano los rumores se aceleraron y no pocos recibimos fotos de montajes del portaaviones JFK patrullando en la ría del Bidasoa. Mentira. Trump viajó con un discreto operativo de seguridad que se redujo a un helicóptero Marine One.

Por supuesto los veraneantes de la zona asumimos que esos días, del 16 al 26 de agosto nos avisaron las autoridades, no podríamos disfrutar de las playas de la zona. Mentira. No dejamos de pasear y bañarnos con total normalidad y además el tiempo acompañó (lo cual es mucho más milagroso). 

El tráfico en la frontera de España y Francia sería un infierno conforme a todas las previsiones. Estrictos controles aduaneros volverían décadas después de la entrada de nuestra pais en la UE. Mentira. La circulación fue fluida por mar, tierra y aire. Menos colapso que cualquier operación retorno de final de vacaciones.

Pero si revisamos las crónicas de los días previos a la cumbre veremos que Trump, al parecer. tenía la intención de sabotear cualquier acuerdo de libre comercio, en especial para perjudicar a Francia y Europa. Mentira. Trump acordó con Macron pero también con el japonés Abe y el nuevo Premier británico acuerdos para mejorar el intercambio de bienes y servicios. La imagen de la primera dama americana visitando una bodega francesa es sintomática.

La prensa de esos semanas también nos informó de que el presidente español Pedro Sánchez jugaría un papel importante en el G7 por ser aliado y amigo de Emmanuel Macron. Mentira. Su presencia se redujo a asistir a una cena protocolaria junto a invitados del nivel del presidente de Australia o Sudáfrica. 

Más noticias. La contracumbre alojada en las localidades cercanas de Bayona e Irun se movilizaría a favor de un mundo más justo con expertos de todo el mundo. Mentira. La imagen de unos encapuchados tirando piedras y de una manifestación en la que compartieron pancarta el último dirigente de ETA, David Pla, y diputados de Podemos y Bildu nos abrió los ojos sobre porqué Macron no está muy contento con Pedro Sánchez y los aliados que le llevaron a La Moncloa.

El G7 agonizaría en Biarritz por los ataques de Trump a pesar de los loables intentos de Macron. Otro titular. Mentira. Trump mantuvo una intensa agenda bilateral con destacados acuerdos y hasta asumió con deportividad la jugarreta francesa de meter por la puerta de atrás a Irán en la cumbre. Incluso Estados Unidos asumió el gesto también hacia la galería (francesa) de crear un fondo económico para frenar los incendios en el Amazonas. Con lo fácil que hubiese sido para Trump defender a su amigo Bolsonaro recordando que no muy lejos de Biarritz, en España y Portugal, sufren incendios todos los veranos igualmente de destructivos sin que se aborde el asunto en el orden del día en ninguna cumbre.

El G7 mostraría la mejor imagen de Francia al mundo en el lugar donde se inventó el veraneo. Mentira. Biarritz nace como destino turístico gracias a España y a la tradición de la realeza española y de su corte de veranear en el Norte de España (San Sebastián, Santander y Lekeitio). Esto llevó a que Eugenia de Montijo casada con Napoleón III imitase esa costumbre en la localidad costera francesa. Pocos han reparado en que las primera damas del G7 fuesen agasajadas con productos tan españoles como la sangría y alpargatas como si de inventos franceses se tratasen.  Como nadie ha comentado tampoco que desde el Hotel Du Palais donde se celebró la cumbre se puede ver en la plaza de Clemenceau una enorme bandera española, al lado de  una francesa y una ikurriña. Qué pena que Sánchez no cruzase ni una palabra con Trump porque de haberlo hecho le podría haber preguntado el mandatario americano a nuestro presidente por qué en Biarritz o en San Juan de Luz siendo Francia se ven banderas españolas y en cambio en Fuenterrabia o en Zarauz es imposible. Todo mentira, como en la película.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

martes, 3 de abril de 2018

Justin Bieber contra Trump. La generación z se moviliza contra las armas en los colegio

(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información en la columna #serendipia el 2 de abril de 2018)


Piensa qué edad tenías en 1994. Ese año no sucedió nada especialmente relevante que nos marcase de por vida. Pero hubo un hecho que pasó desapercibido y es clave para entender el mundo actual. En 1994 comenzó el llamado internet moderno, gracias al primer navegador de uso abierto y público. A partir de entonces se acelera el despegue del uso de la red de redes por todo el mundo hasta llegar a nuestros días donde no se entiende la vida cotidiana sin internet. De hecho, por lo anterior, las personas que nacieron a partir de esa fecha son tan diferentes respecto a las que les precedieron que se les ha puesto un nombre, la generación z. Son casi 8 millones según la estadística española y suponen algo más que el 25% de la población mundial o lo que es lo mismo más de 2.000 millones.

Pero también pasó otra cosa, en el año 1994 nació el cantante Justin Bieber que se ha convertido en una estrella global gracias a las herramientas que internet puso a su disposición (y a la de su madre que colgó sus primeros videos en youtube y así pudo ser descubierto).  Los asiduos a esta columna pensarán que es una simple serendipia porque  no hay nada especial en el éxito de un cantante adolescente. La generación de la posguerra española creció con los gorgoritos de la película “El Pequeño Ruiseñor” que protagonizó el niño cantante Joselito en los años 50; a los  babyboomers les acompañó en su niñez y juventud, de 1960 a 1980 un fenómeno musical como fue Marisol, con canciones como “Tómbola”. La generación de la EGB en España no se entiende sin las canciones de los grupos de música de niños como Parchís y su célebre “Cumpleaños Feliz” o Enrique y Ana recordando la muerte del naturista Félix Rodríguez de la Fuente con su “Amigo Félix”. Todos esos niños arrastraron también detrás multitud de seguidores en nuestro país pero jamás hubieran soñado con ser figuras mundiales y escuchadas en el rincón más recóndito del planeta de la noche a la mañana. Hasta el “rey del pop”, Michael Jackson, que empezó a actuar con apenas 8 años necesito más de quince años de carrera musical para empezar a ser una estrella con su mítico “Thriller”. Por eso que en 20 meses, Justin Bieber, hijo de madre soltera en un pueblecito de Canadá, pasase de ser un anónimo niño a en 2010 la celebridad más buscada en google, el video de su canción,  el más visto en youtube; tener el mayor porcentaje de tráfico en twitter por no comentar que varias estudios le situaban con mayor un grado de conocimiento en el mundo que el propio presidente de los Estados Unidos, nos indica cómo de rápido pasan las cosas en la generación z. Pero a la velocidad del cambio hay que sumarle la democratización del acceso a las oportunidades. Por primera vez en la historia, con la generación z, ya no importa quién es tu familia, dónde has nacido sino la clave es el talento, cosa que pocos le niegan a Bieber. Su madre ya era consciente en el año 2007 que colgando un video en youtube, red social que apenas había nacido hacía dos años, estaba dando una oportunidad para que el mundo conociese a su hijo (y también, como así fue, los productores musicales le descubrieran). Desde ese momento Bieber no ha dejado de colgar videos musicales en las redes sociales y no se entiende su éxito sin ese acceso universal y gratuito a su obra, también inédito en la música hasta la llegada de su generación.


Si todavía no ves la relación entre un ídolo de adolescentes y el presidente Donald Trump más allá del carácter repulsivo de ambos, es hora de recordar que la pasada semana se celebró la multitudinaria “Marcha por nuestras vidas” en Washington. Entre las celebridades que apoyaron la protesta estaba Justin Bieber que animó desde twitter no solo a asistir sino a firmar una petición para presionar al inquilino de la Casa Blanca. La manifestación fue convocada para pedir leyes más estrictas en la venta y posesión de armas en Estados Unidos de América. Promovida por los estudiantes supervivientes de la matanza del 14 de febrero de este año en la escuela de secundaria de Parkland (Florida) paralizó la capital americana con millones de chicos y chicas de la generación z indignados por la inacción de los gobernantes. Como recordó desde la tribuna Emma González, una chica de 14 años que compartió escuela con los 17 asesinados “si activamente no hacemos nada la gente seguirá muriendo, así que es hora de empezar a hacer algo”. Ese algo ha sido que miles de jóvenes de la generación z se han inscrito estos días como votantes. Los medios de comunicación de medio mundo han conocido gracias a esta marcha quienes son la generación z y cómo no están dispuestos a dejar de usar las oportunidades que les ha dado el mundo en el que han crecido. Gina Montaner nos recuerda que de poco servirá la movilización a pesar de que los datos les dan la razón, por ejemplo el estudio de Health Affairs fija el índice de homicidios con armas de fuego como 49 veces más alto en Estados Unidos que en otros países o incluso la reciente encuesta de Associated Press constata que siete de cada 10 adultos en Estados Unidos está a favor de que haya mayores restricciones para portar armas. Pero aunque nadie, a pesar de las cíclicas matanzas, haya podido parar la influencia de Asociación Nacional del Rifle, la generación z ha emergido estos días en Estados Unidos para enfrentarse al mismísimo Donald Trump y al todopoderoso lobby armamentístico, si aun así tienes dudas te animo a que sigas el hashtag #MarchForOurLives o entre en su web www.marchforourlives.com

Internet y Justin Bieber. Tecnología y jóvenes son un binomio, inédito en la historia de la civilización, ya que nunca antes el poder del conocimiento y la tecnología estuvo en manos de los de menor edad. Esa unión de juventud y conocimiento ya no puede disociarse y es la que da sentido a una cohorte de edad muy especial, los nacidos del año 1994 al 2010, que se conoce como la generación z y que han marchado la semana pasado en más de 800 ciudades de todo el mundo por conseguir que los legisladores paren la violencia en las escuelas.

miércoles, 3 de enero de 2018

Uber, Macron y Trump frente a la desintermediación

(este artículo se publicó originalmente el 1 de enero de 2018 en el diario La Información dentro de la columna #serendipias)


No intente buscar la palabra desintermediación en el diccionario. No existe en castellano a pesar de que los economistas la usamos habitualmente para describir el proceso gracias al cual la relación entre productor y consumidor será cada vez más eficiente.  Como muchos otros términos empresariales es un calco del inglés, en este caso, del vocablo «disintermediation». 

Comenzó a usarse el siglo pasado en el argot bancario para expresar el fenómeno que eliminaba intermediarios en determinadas operaciones financieras de modo y manera que los inversores pudiesen operar directamente. La irrupción de internet convirtió la desintermediación en el santo grial a buscar ya que haría posible un mundo feliz sin intermediarios, con oferentes y demandantes plenamente satisfechos. Según los exégetas de la desintermediación la economía digital permitiría balancear el poder desde las grandes corporaciones hacia los pequeños proveedores y los indefensos clientes. Incluso se acuñó el acrónimo P2P (peer to peer) para definir esa arcadia feliz en la que  empresas y clientes se comportarían como una red de iguales. Así pasarían a la historia los viejos modelos B2C (business to consummer). Hasta el laureado profesor Jeremy Rifkin inventó la palabra “prosumidor” para reflejar que, con la nueva economía digital, los ciudadanos seríamos productores y consumidores a la vez. 

Pero este mes de diciembre, la aparición de tres noticias casi simultáneas, nos lleva a concluir que no vamos por el buen camino para desintermediar nuestra economía. Casualidad o causalidad es algo que dejo a la voluntad del lector de esta columna que por algo tiene el título de serendipia.

Este 14 de diciembre la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos revocó la llamada neutralidad de internet,  auspiciada por el anterior inquilino de la Casa Blanca, que garantizaba que ningún operador permitiese un acceso discriminatorio en la red de redes. Más allá de la nueva regulación de la era Trump, deberíamos preguntarnos si diez años después de superar los mil millones de usuarios de internet hemos avanzado en la desintermediación o, en cambio, se han propiciado, por mucha «neutralidad» vigente, nuevos intermediarios con más poder que nunca como, por ejemplo, Amazon, Facebook o Google.

La segunda noticia fue la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de 20 de diciembre en la que se daba la razón a los taxis frente a Uber, al considerar a esta última como un servicio de transporte y no una plataforma tecnológica.  A este respecto cabe preguntarse, más allá de la decisión del Tribunal y el ulterior desarrollo en los países miembros, si la llegada de Uber y otros operadores a Europa ha eliminado agentes en la cadena de prestación del servicio de transporte terrestre o bien ha creado uno nuevo más (y con menor control público), como son las plataformas Uber o Cabify.

Por último, esta Navidad un periódico español ha nombrado a Emmanuel Macron el personaje del año tras ser elegido en 2017 presidente de Francia. Entre los méritos que citaba el sesudo análisis periodístico, estaba haber llegado a la República gala sin un partido político detrás. «El triunfo de la desintermediación en la política». Pero si quitamos un poquito de la tradicional fascinación patria por nuestros vecinos encontraremos que, no tener detrás un partido convencional, no significa precisamente que hayamos ganado en transparencia. Más bien al contrario, puesto que los viejos partidos franceses han sido sustituidos por poderosos lobbies más opacos si cabe.

El diccionario de Oxford ha considerado la palabra del año las llamadas “fake news”. La Real Academia de la Lengua Española ha incorporado nuevas palabras también este año como hacker porque quiere acercar el diccionario a la realidad del uso popular. Hasta la Fundacion del Español Urgente, Fundeu,  se ha apuntado a esta moda y  ha considerado «aporofobia», el neologismo de la profesora Adela Cortina que expresa el odio o rechazo a la pobreza, como la palabra del año en castellano. Oxford, la RAE y Fundeu reconocen con esas palabras preocupaciones ciudadanas. 

Podríamos seguir citando listas de palabras de otras instituciones pero no merece la pena porque en ninguna de ellas encontraremos la desintermediación. Y me temo que detrás de esa ausencia encontramos una de las enseñanzas del año 2017 y es que eliminar ineficientes intermediarios en la economía cada vez interesa menos.

viernes, 15 de diciembre de 2017

Ay Carmena, oh Jerusalén

(este artículo se publicó originalmente el día 4 de diciembre de 2017 en el diario La Información dentro de la columna #serendipias)


Esta semana se hizo viral el video de una señora en muletas que protesta airadamente porque la policía de Madrid le impide andar en sentido contrario al que la nueva consigna municipal obliga para evitar aglomeraciones navideñas. La señora con evidentes dificultades de movilidad, indignada con la alcaldesa Carmena, increpa al guardia urbano por no poder moverse libremente por la calle Preciados y la calle del Carmen de una tienda a otra, calle arriba, calle abajo como lo ha hecho durante las últimas cincuenta navidades.

También esta semana Donald Trump anunció el reconocimiento de Jerusalén por parte de los Estados Unidos de América como capital de Israel y el inmediato traslado de su embajada desde Tel Aviv a la ciudad santa. De ese modo la potencia americana se convierte en el primer y único país del mundo que asume la histórica reivindicación de los sionistas. Jerusalén es sagrada para las tres grandes religiones monoteístas y precisamente por eso a la largo de la historia ha sido foco de conflicto para judíos, cristianos y musulmanes.

Que en el mismo periodo de tiempo hayan surgido ambas noticias sin duda es casual pero ello nos permite encontrar una serendipia sobre la que dedicar unas cuentas reflexiones. La alcaldesa de Madrid y el presidente Trump comparten con estas decisiones sus ganas de llevar la contraria, de romper con lo establecido, quizás sin medir las consecuencias que ello traiga.

En la lengua hebrea la palabra chutzpah se usa como sinónimo de insolencia y audacia. El término cogió fama mundial gracias al bestseller “La nación startup”. En ese libro se explica el llamado efecto chutzpah cómo  la irreverencia con la que los estudiantes se dirigen a sus profesores en la universidad,  la manera en que los empleados desafían a sus jefes o los funcionarios ponen en duda los mandatos del Ministro de turno.  En algún momento de su vida, un israelí, aprende que lo normal es tener confianza en uno mismo y cuestionar las órdenes en base a tus conocimientos. Eso hace crecer también a tu sociedad. Para los autores del libro el secreto de que Israel sea uno de los países más innovadores del mundo con miles de patentes, cientos de startups de éxito y decenas de premios nobeles, está precisamente en esa irreverencia para poner en cuestión lo establecido.

Frente a esa chutzpah, por estas latitudes, estamos más acostumbrados al principio de autoridad, que se resume en  el aforismo “magister dixit”. Detrás de “el maestro lo dijo” subyace la milenaria idea de que el conocimiento solo puede proceder de los llamados maestros y de la enseñanza tradicional. El corpus intelectual, de hecho, debía considerarse inamovible y por tanto contradecir al maestro o al padre era casi como contradecir a Dios. Era la garantía del mantenimiento de un orden que no podía ponerse en cuestión por muchas dudas que cupiesen.

Dominique Lapierre y Larry Collins han vuelto a la actualidad estos días por su libro “Oh Jerusalén” escrito en 1972 en el que narraban el nacimiento del Estado de Israel. Quisieron resumir la dureza de esa historia con la interjección “Oh” que en casi todos los idiomas del mundo indica un gemido, un sentimiento profundo de pena. Unos años después, en 1986, el dramaturgo español Sanchís Sinisterra escribió la obra de teatro “Ay Carmela” que narra las vicisitudes de una pareja de actores en plena guerra civil. La obra conocida para el gran público por la película protagonizada por Carmen Maura y Andrés Pajares tomó para su título otra interjección, en este caso “Ay”.  Así se pretendía mostrar el dolor por esa dramática época de la historia de España. La serendipia hubiese sido perfecta si el apellido de la alcaldesa de Madrid tuviese una letra “ele” en lugar de una “ene”.

Dejo a elección del lector si tras la decisión del Ayuntamiento de Madrid y Donald Trump hay esa audacia que hace que el mundo se mueva o solamente causarán más interjecciones como las que titulan las anteriores obras de la literatura. 

martes, 8 de noviembre de 2016

¿Por qué nos interesan tanto las elecciones de EE UU?

(este artículo fue publicado originalmente en el diario Cinco Días el día 8 de noviembre de 2016)

Este miércoles, sabremos quién va a ser el nuevo, o la nueva y primera Presidente de los Estados Unidos.  Para España, como para el resto del mundo, la elección de uno u otro candidato puede suponer una nueva etapa en las relaciones entre nuestros países, tan necesarias en el mundo global en el que vivimos.  Si como parece que las encuestas anticipan, Hillary Clinton llega a la Casa Blanca, puede representar una oportunidad de oro para nuestro país. 

El programa de la candidata demócrata tiene como objetivo principal revitalizar la economía y la productividad del país a través del mayor programa de inversiones en infraestructuras que se hayan realizado en su país desde la Segunda Guerra Mundial.  Y si hay un sector donde España destaca por su competitividad, es precisamente ese.  Numerosos puentes, carreteras, aeropuertos, y demás infraestructuras de Estados Unidos necesitan modernizarse y, si la economía del país lo permite, esto representa una oportunidad de oro para las empresas y para los intereses españoles.

Pero el programa de Hilary Clinton va más allá.  Siguiendo las iniciativas adoptadas por la administración Obama, su proyecto incluye también inversiones destacadas en sectores de la nueva economía, como las energías alternativas y renovables, donde España también tiene mucho que aportar.  Sin embargo, las cosas no pasan solas, por lo que para llevar estas propuestas a buen puerto, la clave estará en cómo establecer y afianzar una relación cercana a la nueva administración americana.  El flamante ministro de Fomento y Íñigo de la Serna, tiene ante sí la tarea aprovechar todas estas nuevas oportunidades. Y de hacerlo combinando el desarrollo industrial con el necesario respeto medioambiental. La especialización de este ingeniero de Caminos, Canales y Puertos en Hidráulica, Oceanografía y Medio Ambiente deberán ser de ayuda. 

En cualquier caso, podríamos contar con una ayuda adicional en la figura del candidato a la Vicepresidencia, Tim Kaine, un referente en la populosa y cada vez más influyente comunidad hispana. Kaine es un buen conocedor de España y de Latinoamérica, y puede jugar un papel verdaderamente importante a la hora de elevar las relaciones con el país estadounidense a una nueva dimensión.

Pero hay más temas que se deben tener en cuenta.  Desde un punto de vista demográfico, los estadounidenses de origen hispano son ya más de 57 millones. Esta cifra representa el 25% de la población. Un porcentaje que tiene incluso perspectivas de crecimiento, hasta llegar a superar el 30% en un futuro próximo. Además, Estados Unidos es ya el segundo país del mundo, después de México, donde más se habla el español.  Esta circunstancia supone para España un universo de oportunidades para establecer lazos comerciales con esta importante e influyente parte de la población y dar a conocer el origen, y la cultura a esta parte tan considerable del nuevo Estados Unidos.

Asimismo, España puede convertirse en un aliado de referencia dados los intereses que nos unen, como la compatibilidad de nuestros mutuos intereses económicos.  En este sentido, España puede ayudar a Estados Unidos a actualizar sus infraestructuras, y avanzar en nuevas tecnologías.  Pero nuestro país también puede convertirse en un aliado para Estados Unidos dentro de la nueva Unión Europea, después de la salida de Gran Bretaña como aliado histórico de la nación americana.  Nuestra posición geoestratégica es de un interés clave para Estados Unidos, como puerta al Mediterráneo. También son extremadamente interesantes nuestras buenas relaciones y proximidad a Medio Oriente, y a África.

Por último, pero no menos importante, es muy relevante el papel que desempeña nuestro país en Latinoamérica.  En colaboración con Estados Unidos, España puede ser clave para consolidar de manera definitiva, el desarrollo económico y social de los países del Sur de América.  Nuestros lazos culturales, históricos y económicos, son la mejor base para asentar el desarrollo y el bienestar que Latinoamérica se merece. España puede convertirse en el socio económico de los países americanos, ayudando a desarrollar su industria, infraestructuras y servicios de calidad, y abriendo las puertas de Europa para las exportaciones e inversiones americanas.
En fin, es mucho lo que nos jugamos el próximo martes con las elecciones que se celebran en Estados Unidos. Ante esa circunstancia España tiene que hacer memoria y saber cuál es su potencial como país. 

Eso sí, el nuevo Gobierno Rajoy tiene entre sus tareas pendientes la de asegurarnos una mayor visibilidad de nuestro país y la de urdir un programa de estado que sitúe a España en el panorama global de los negocios internacionales. 

Iñaki Ortega, director de Deusto Business School Madrid y Gregorio Bustos, directivo de empresa, ahora cursando un posgrado en Harvard Kennedy School of Government

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Ni Clinton, ni Trump. Los millennials

(este artículo fue publicado originalmente en los diarios del grupo Vocento, El Norte de Castilla, El Diario Montañés, La Verdad de Alicante y Las Provincias los días 28 y 29 de septiembre de 2016)

Obama lo sabía.  Los millennials, los jóvenes nacidos a finales de los años 80, fueron decisivos en su triunfo electoral en las dos pasadas elecciones presidenciales. Ahora la llamada "generación y" parece que también puede inclinar la balanza hacia Hillary Clinton si van a votar, o hacia Trump, si se quedan en casa y no acuden a su cita con las urnas.

Según las últimas publicaciones del US Census Bureau del mes de abril, el número de millennials alcanzó los 75,1 millones, sobrepasando por primera vez al hasta ahora segmento demográfico más numeroso, los baby boomers -que protagonizaron la explosión demográfica de los 50- ahora son 74,9 millones y tienen edades entre 51 y 69 años.   Lo más revelador de esos datos, es que el 40% de los así denominados millennials, son de origen hispano y asiático, y como el resto de los jóvenes, se inclinan en su gran mayoría por las propuestas demócratas.  Obama capturó su admiración, utilizando un estilo de comunicación fresco y mensajes dirigidos a ellos, y sobre todo, haciendo uso de los medios de comunicación que la generación del milenio entiende: redes sociales, móviles, audiovisuales...

Estas elecciones se presentan algo distintas. No sólo porque los dos candidatos podrían ser sus abuelos, y con achaques como estamos viendo, sino por otro factor intestino del partido del burro. El masivo apoyo que obtuvo Bernie Sanders entre los jóvenes en las primarias demócratas, con sus vehementes demandas de libertad y equidad social, ha desfigurado la percepción de la candidata demócrata entre esta cohorte de edad. Hillary Clinton, a quien la mayoría de los millennials perciben como una persona epítome del establishment, alejada de sus pensamientos y costumbres, hace que tengan muchas dudas en apoyar la candidata demócrata o quedarse en casa nostálgicos, viendo videos del senador Sanders. Trump les parece de otro planeta, pero Hillary no despierta la ilusión, que en su día emanó el todavía idolatrado presidente Obama o hace unos muy pocos meses el venerable revolucionario senador por Vermont.   Un reciente sondeo del New York Times concluye que para lo jóvenes americanos ni Clinton, ni Trump son hoy las opciones.

En un intento de contrarrestar esa patente apatía de los millennials hacia el voto a Hillary Clinton, los estrategas de campaña están promoviendo de manera decidida, el voto anticipado por correo, posible solo en 33 estados.  Con este movimiento, la candidatura demócrata busca captar los votos de los millennials, animándoles a votar anticipadamente y así evitar la posibilidad de que finalmente se queden en casa el día de las elecciones. Pero como se ha visto en recientes contiendas electorales en el ámbito internacional, sin ir más lejos, el todavía sorprendente Brexit, la disputa generacional en la pelea presidencial se presenta apasionante con inciertos resultados.  En Reino Unido, las encuestas daban ganadora a la opción preferida de los millennials, pero la batalla la ganaron los motivados “boomers”, que no se quedaron en casa y fueron a votar en masa.  En España durante la última campaña electoral parecía que sólo las personas mayores apoyaban al PP pero volvió a ganar en junio las segundas elecciones en seis meses.

Los millennials han llegado también a la política y ya no sólo quitan el sueño a los directores de recursos humanos de las grandes compañías por su rebeldía o a los responsables de marketing por su infidelidad a las marcas sino también hasta el mismísimo futuro presidente de los Estados Unidos de America.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y publicó en 2014 el libro Millennials, inventa tu empleo.


Gregorio Bustos es directivo de empresa y actualmente está cursando en USA un Master en la Kennedy School of Government de Harvard. 

domingo, 14 de agosto de 2016

La economía de lo raro

(este artículo se publicó originalmente en el diario económico CINCO DÏAS día 12 de agosto de 2016)

Este verano en España, sin tener en cuenta el culebrón de los pactos, estamos sufriendo dos polémicas que tienen mucho que ver con el libro que el economista americano Steven Levitt público en 2005 con el título de Freaknomics. La negativa a ponerle el nombre de Lobo a un niño en un registro de Madrid y las meteduras de pata de un candidato a presidir la primera potencia del mundo que tiene el mismo nombre que un célebre, por torpe, personaje de Disney están protagonizando las noticias estivales. 

Steven D. Levitt, es un prestigioso economista de Harvard que junto al periodista Stephen J. Dubner publicaron un libro rápidamente se convirtió en un bestseller y que podríamos traducir como La economía de lo raro‎. En el libro dedicaron su sexto capítulo al original asunto de los patrones socioeconómicos de los distintos nombres de las personas. ‎Los autores defienden y demuestran en su manual infiriendo datos desde modelos económicos, la importancia que tiene el nombre en el futuro de un bebé.‎ Estudiando los nombres de miles de californianos llegaron a la conclusión que aquellos niños con nombres menos vinculados a la raza negra tenían más posibilidades de éxito, incluso si el análisis se hacía solo teniendo en cuenta a niños de color. Su conclusión es que Si un Estado quiere velar por el bienestar de un niño, más que prohibir ciertos nombres, tiene que procurar que todos los niños tengan acceso a las mismas oportunidades. Con una buena educación, hasta alguien llamado Lobo podrá hacer algo grande en la vida.


Lo que nos lleva a la segunda noticia del verano. Las supercherías de Donald Trump, siguiendo la teoría anterior, tienen mucho que ver con la decisión que tomaron sus padres cuando le bautizaron en el año 1946 con el mismo nombre que el famoso pato de Disney. Conviene recordar que la primera aparición del pato Donald fue en el año 1934 y que en los años 40 ya era todo un fenómeno en estados unidos del que no se pudieron abstraer los padres del polémico empresario al ponerle su nombre. El Pato Donald es un personaje de Disney, caracterizado como un pato blanco que generalmente viste una camisa de estilo marinero y un sombreroDonald suele intentar ver las cosas con positivismo y alegría, aunque la mayoría de las veces acaba montando en cólera cuando se le tuercen las cosas. Uno de sus movimientos más característicos es su singular manera de saltar sobre uno de sus pies cuando se enfada, a la vez que grita de manera incoherente.


‎Así ha debido reaccionar el candidato Trump en la intimidad al ver que sus colegas republicanos le afeaban en masa sus desprecios a la familia del soldado americano de origen musulmán o cuando los economistas cercanos al partido del elefante se han hartado de criticar sus alegatos en contra de la economía de mercado, por no mencionar lo que los cientos de miles de votantes latinos del partido de Bush le han hecho saber por sus xenófobos comentarios. Al igual que al personaje de la factoría Disney a Trump no le basta con ser ocurrente para que la gent‎e le siga sino que, como se está viendo y sin duda leeremos en lo que queda de campaña, sus frivolidades le están saliendo muy caras. La economía de lo raro también fructifica en nuestro personaje cuando vemos como inopinadamente toda la izquierda mundial acaba coincidiendo con el icono de la derecha ultramontana americana en su odio al nuevo acuerdo de libre comercio entre Europa y USA conocido por sus siglas en inglés TTIP

Es poco probable que el nombre marque diferencia alguna, pero los padres al menos pueden sentirse mejor al saber que, desde el principio, hicieron todo lo posible" concluyen Levitt y Dubner, en algún momento de su estudio. Así lo debieron de pensar los señores Rodham cuando pusieron a su hija el nombre de origen latino, Hilaria, que significa "la que es alegre", y que como pronostica esta "teoría de lo raro" puede ser todo un indicio de que nos alegrará con políticas a favor de la igualdad de oportunidades, la apertura de fronteras al libre comercio y la defensa de un orden mundial más humano. Lo raro no es malo per se sino que lo raro, por incoherente, sería echar por tierra años de envidiadísimas políticas de apoyo a la atracción de talento que han hecho de Estados Unidos de América desde hace más de un siglo el mejor lugar del mundo para poder poner en marcha un proyecto empresarial y personal. Lo raro crece en nuestro mundo, lo acabamos de explicar en el caso americano pero también con el Brexit, o con los millones de jóvenes persiguiendo pokemon por las ciudades o con nuevos partidos políticos como el Movimiento Cinco Estrellas en Italia. Pero lo raro siempre tiene explicación e incluso la economía puede ayudarnos a entender que en ocasiones la frivolidad tiene consecuencias irreparables.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad de Deusto