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miércoles, 28 de septiembre de 2016

Ni Clinton, ni Trump. Los millennials

(este artículo fue publicado originalmente en los diarios del grupo Vocento, El Norte de Castilla, El Diario Montañés, La Verdad de Alicante y Las Provincias los días 28 y 29 de septiembre de 2016)

Obama lo sabía.  Los millennials, los jóvenes nacidos a finales de los años 80, fueron decisivos en su triunfo electoral en las dos pasadas elecciones presidenciales. Ahora la llamada "generación y" parece que también puede inclinar la balanza hacia Hillary Clinton si van a votar, o hacia Trump, si se quedan en casa y no acuden a su cita con las urnas.

Según las últimas publicaciones del US Census Bureau del mes de abril, el número de millennials alcanzó los 75,1 millones, sobrepasando por primera vez al hasta ahora segmento demográfico más numeroso, los baby boomers -que protagonizaron la explosión demográfica de los 50- ahora son 74,9 millones y tienen edades entre 51 y 69 años.   Lo más revelador de esos datos, es que el 40% de los así denominados millennials, son de origen hispano y asiático, y como el resto de los jóvenes, se inclinan en su gran mayoría por las propuestas demócratas.  Obama capturó su admiración, utilizando un estilo de comunicación fresco y mensajes dirigidos a ellos, y sobre todo, haciendo uso de los medios de comunicación que la generación del milenio entiende: redes sociales, móviles, audiovisuales...

Estas elecciones se presentan algo distintas. No sólo porque los dos candidatos podrían ser sus abuelos, y con achaques como estamos viendo, sino por otro factor intestino del partido del burro. El masivo apoyo que obtuvo Bernie Sanders entre los jóvenes en las primarias demócratas, con sus vehementes demandas de libertad y equidad social, ha desfigurado la percepción de la candidata demócrata entre esta cohorte de edad. Hillary Clinton, a quien la mayoría de los millennials perciben como una persona epítome del establishment, alejada de sus pensamientos y costumbres, hace que tengan muchas dudas en apoyar la candidata demócrata o quedarse en casa nostálgicos, viendo videos del senador Sanders. Trump les parece de otro planeta, pero Hillary no despierta la ilusión, que en su día emanó el todavía idolatrado presidente Obama o hace unos muy pocos meses el venerable revolucionario senador por Vermont.   Un reciente sondeo del New York Times concluye que para lo jóvenes americanos ni Clinton, ni Trump son hoy las opciones.

En un intento de contrarrestar esa patente apatía de los millennials hacia el voto a Hillary Clinton, los estrategas de campaña están promoviendo de manera decidida, el voto anticipado por correo, posible solo en 33 estados.  Con este movimiento, la candidatura demócrata busca captar los votos de los millennials, animándoles a votar anticipadamente y así evitar la posibilidad de que finalmente se queden en casa el día de las elecciones. Pero como se ha visto en recientes contiendas electorales en el ámbito internacional, sin ir más lejos, el todavía sorprendente Brexit, la disputa generacional en la pelea presidencial se presenta apasionante con inciertos resultados.  En Reino Unido, las encuestas daban ganadora a la opción preferida de los millennials, pero la batalla la ganaron los motivados “boomers”, que no se quedaron en casa y fueron a votar en masa.  En España durante la última campaña electoral parecía que sólo las personas mayores apoyaban al PP pero volvió a ganar en junio las segundas elecciones en seis meses.

Los millennials han llegado también a la política y ya no sólo quitan el sueño a los directores de recursos humanos de las grandes compañías por su rebeldía o a los responsables de marketing por su infidelidad a las marcas sino también hasta el mismísimo futuro presidente de los Estados Unidos de America.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y publicó en 2014 el libro Millennials, inventa tu empleo.


Gregorio Bustos es directivo de empresa y actualmente está cursando en USA un Master en la Kennedy School of Government de Harvard. 

miércoles, 17 de agosto de 2016

270

(este artículo se publicó originalmente el día 17 de agosto en los periódicos del grupo Vocento)

Pitágoras situó en el número 7 un cúmulo de increíbles cualidades para ser considerado como mágico. El 666 solo con ser mencionado en una oscura sala de cine te provoca un demoniaco escalofrío. El 10, para los que disfrutamos hace muchos años viendo jugar al futbol a Maradona, nos evoca nuestra infancia y esa mítica camiseta albiceleste. Incluso algún colega matemático todavía se empeña, para demostrar su memoria, en recitar la interminable lista de decimales  del número π. Los números han generado atracción desde que alguien hace 37.000 años grabase en un hueso los primeros ordinales. Nuestra particular lista de números mágicos podría completarse con el 3, por la Santísima Trinidad o el 13 por la mala suerte entre otros muchos pero este año en el planeta Tierra vamos a tener que incorporar el 270.

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos están alcanzando velocidad de crucero con las celebraciones de las convenciones del partido demócrata y el republicano en estas últimas semanas.  El número mágico con el que sueñan los candidatos y sus equipos de campaña es el 270.  Según la Constitución americana, cada uno de los Estados solo puede elegir a un candidato, de modo y manera que el total de los votos asignados al Estado y basados en los censos de población, irá a parar a una u otra candidatura ganadora.  Es decir, o consigues todos los votos o ninguno.

Según la última encuesta publicada por el Toss-up Map 2016, la candidatura de Hillary Clinton cuenta con 217 votos electorales a su favor. Entre los Estados que serán favorables a la candidatura de Clinton, destacan los de la costa oeste con California a la cabeza sumando 55 votos electorales, y el Estado de Nueva York con 29 votos, donde la señora Clinton fue senadora.  Le faltarían 53 votos para alcanzar el número mágico.

La candidatura de Donald Trump tiene 191 votos asegurados.  Prácticamente todo el sur con Texas a la cabeza con 38 votos, y todo el mid-west, con Estados grandes en extensión, pero bajos en población, como, Montana, Nebraska o Kansas.  Al polémico empresario le faltarían 61 votos para alcanzar los ansiados 270 votos.

Teniendo en cuenta lo anterior los equipos de campaña están dedicando todo sus recursos e imaginación a influir sobre los Estados indecisos que más peso tienen sobre los futuros votos electorales. El territorio con dudas por excelencia, que ya decidió pasadas elecciones presidenciales, y que tiene el mayor número de votos de este grupo es Florida con 39.  Le sigue Pensilvania con 20 votos, Carolina del Norte con 15 y Virginia con 13. 

Es ahí donde se va a desarrollar la batalla a pesar de lo que pensemos desde Europa con nuestra visión sesgada sobre la realidad americana que se circunscribe a ambas costas. A día de hoy y según diferentes estudios demoscópicos quedan 130 votos a repartir de dichos Estados indecisos.
No es casualidad que el equipo de Clinton haya celebrado su convención en Filadelfia, la capital de Pensilvania, en busca de protagonismo para alcanzar los 20 votos de los phillies.  La elección de Tim Kaine, en el ticket con Hillary Clinton como candidato a vicepresidente, tampoco es gratuita si tenemos en cuenta que fue gobernador de Virginia y al mismo tiempo un referente en la populosa y cada vez más influyente  comunidad hispana.                                                      
Por otro lado, la estrategia del equipo de Trump parece ir encaminada a robarle los Estados de Illinois y Michigan a los demócratas aprovechando los malos tiempos que atraviesa la industria de automoción en esos lares, culpabilizando de dicha situación a las decisiones tomadas por la administración Obama en la que Hillary fue Secretaria de Estado.

La pelea política por alcanzar los 270 se presenta apasionante.  Serán los temas escogidos para ganar la batalla en dichos Estados, los fallos ajenos así como la presencia física y en medios, los que decidan el futuro del país más influyente del mundo.

Una vez que el número 3 ha desaparecido como esperanza de los observadores europeos y se ha desvanecido absolutamente la opción del ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, como tercero en liza, solo nos queda encomendarnos a los poderes mágicos de los números y que quien alcance el 270 consiga que la capacidad de influencia de Estados Unidos de América sirva para conseguir un mundo más humano.


Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la Universidad Internacional de la Rioja UNIR.

Gregorio Bustos es directivo de empresa y  actualmente está cursando un posgrado en Harvard Kennedy School of Government

domingo, 14 de agosto de 2016

La economía de lo raro

(este artículo se publicó originalmente en el diario económico CINCO DÏAS día 12 de agosto de 2016)

Este verano en España, sin tener en cuenta el culebrón de los pactos, estamos sufriendo dos polémicas que tienen mucho que ver con el libro que el economista americano Steven Levitt público en 2005 con el título de Freaknomics. La negativa a ponerle el nombre de Lobo a un niño en un registro de Madrid y las meteduras de pata de un candidato a presidir la primera potencia del mundo que tiene el mismo nombre que un célebre, por torpe, personaje de Disney están protagonizando las noticias estivales. 

Steven D. Levitt, es un prestigioso economista de Harvard que junto al periodista Stephen J. Dubner publicaron un libro rápidamente se convirtió en un bestseller y que podríamos traducir como La economía de lo raro‎. En el libro dedicaron su sexto capítulo al original asunto de los patrones socioeconómicos de los distintos nombres de las personas. ‎Los autores defienden y demuestran en su manual infiriendo datos desde modelos económicos, la importancia que tiene el nombre en el futuro de un bebé.‎ Estudiando los nombres de miles de californianos llegaron a la conclusión que aquellos niños con nombres menos vinculados a la raza negra tenían más posibilidades de éxito, incluso si el análisis se hacía solo teniendo en cuenta a niños de color. Su conclusión es que Si un Estado quiere velar por el bienestar de un niño, más que prohibir ciertos nombres, tiene que procurar que todos los niños tengan acceso a las mismas oportunidades. Con una buena educación, hasta alguien llamado Lobo podrá hacer algo grande en la vida.


Lo que nos lleva a la segunda noticia del verano. Las supercherías de Donald Trump, siguiendo la teoría anterior, tienen mucho que ver con la decisión que tomaron sus padres cuando le bautizaron en el año 1946 con el mismo nombre que el famoso pato de Disney. Conviene recordar que la primera aparición del pato Donald fue en el año 1934 y que en los años 40 ya era todo un fenómeno en estados unidos del que no se pudieron abstraer los padres del polémico empresario al ponerle su nombre. El Pato Donald es un personaje de Disney, caracterizado como un pato blanco que generalmente viste una camisa de estilo marinero y un sombreroDonald suele intentar ver las cosas con positivismo y alegría, aunque la mayoría de las veces acaba montando en cólera cuando se le tuercen las cosas. Uno de sus movimientos más característicos es su singular manera de saltar sobre uno de sus pies cuando se enfada, a la vez que grita de manera incoherente.


‎Así ha debido reaccionar el candidato Trump en la intimidad al ver que sus colegas republicanos le afeaban en masa sus desprecios a la familia del soldado americano de origen musulmán o cuando los economistas cercanos al partido del elefante se han hartado de criticar sus alegatos en contra de la economía de mercado, por no mencionar lo que los cientos de miles de votantes latinos del partido de Bush le han hecho saber por sus xenófobos comentarios. Al igual que al personaje de la factoría Disney a Trump no le basta con ser ocurrente para que la gent‎e le siga sino que, como se está viendo y sin duda leeremos en lo que queda de campaña, sus frivolidades le están saliendo muy caras. La economía de lo raro también fructifica en nuestro personaje cuando vemos como inopinadamente toda la izquierda mundial acaba coincidiendo con el icono de la derecha ultramontana americana en su odio al nuevo acuerdo de libre comercio entre Europa y USA conocido por sus siglas en inglés TTIP

Es poco probable que el nombre marque diferencia alguna, pero los padres al menos pueden sentirse mejor al saber que, desde el principio, hicieron todo lo posible" concluyen Levitt y Dubner, en algún momento de su estudio. Así lo debieron de pensar los señores Rodham cuando pusieron a su hija el nombre de origen latino, Hilaria, que significa "la que es alegre", y que como pronostica esta "teoría de lo raro" puede ser todo un indicio de que nos alegrará con políticas a favor de la igualdad de oportunidades, la apertura de fronteras al libre comercio y la defensa de un orden mundial más humano. Lo raro no es malo per se sino que lo raro, por incoherente, sería echar por tierra años de envidiadísimas políticas de apoyo a la atracción de talento que han hecho de Estados Unidos de América desde hace más de un siglo el mejor lugar del mundo para poder poner en marcha un proyecto empresarial y personal. Lo raro crece en nuestro mundo, lo acabamos de explicar en el caso americano pero también con el Brexit, o con los millones de jóvenes persiguiendo pokemon por las ciudades o con nuevos partidos políticos como el Movimiento Cinco Estrellas en Italia. Pero lo raro siempre tiene explicación e incluso la economía puede ayudarnos a entender que en ocasiones la frivolidad tiene consecuencias irreparables.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad de Deusto