lunes, 27 de julio de 2020

Renovarse o morir

(este artículo se publicó originalmente el día 27 de julio de 2020 en el diario 20 Minutos)

En la semana en la que nos hemos dado de bruces con la crisis del turismo y las previsiones de destrucción de empleo, sólo queda acordarse de Miguel de Unamuno y su genial afirmación «el progreso consiste en renovarse». La decisión del gobierno británico de exigir una cuarentena a los turistas que viajen a España ha asestado un duro golpe a los ya maltrechos datos de nuestra primera industria nacional. Canarias o Baleares sufrirán caídas de dos dígitos en su PIB, o lo que es lo mismo ,cientos de negocios cerrarán y miles de trabajadores serán despedidos. A partir de ahora todos los esfuerzos irán orientados a sostener esta fuente tan importante de riqueza y vendrá financiación a espuertas y millonarios planes de ayudas.
Pero hace un siglo Unamuno, sin saber que una pandemia castigaría a su país, adelantó la solución. Su llamada a renovarse se ha convertido en el popular dicho «renovarse o morir». Pero antes de que nos empecemos a lamentar de ser españoles y nuestro mísero destino conviene recordar que en todo el mundo renovarse e incluso reinventarse está detrás del éxito de empresas, países y profesionales. Compañías suecas, americanas, francesas o japonesas lo ha probado con éxito: IKEA empezó vendiendo bolígrafos y hoy es la referencia mundial en mobiliario, Coca-Cola era un jarabe medicinal antes de ser la bebida refrescante por excelencia, Peugeot ofrecía molinillos de café y ahora vende coches en los cinco continentes y Nintendo fabricaba barajas de cartas antes de liderar el negocio de las consolas de videojuegos. El milagro de países como Corea o Israel tiene su base es saber renovarse y aprovechar las crisis como acicate. Corea pasó de ser más pobre que Ghana a uno de los diez países más ricos del mundo.  La clave de este espectacular desarrollo es el continuo cambio; de la agricultura a la industrialización, de un modelo de importaciones a otro basado en la exportación y de una competitividad de costes a otra centrada en la innovación. “La historia del milagro económico de Israel” escrito por los periodistas Senor y Singer explica el éxito de una economía emprendedora que en apenas unas décadas pasó de ser un país agrario a una potencia tecnológica. ¿Cómo es posible conseguir ser el principal inversor del mundo en investigación y desarrollo por habitante siendo un territorio en guerra y sin recursos naturales? La respuesta es la innovación y el emprendimiento. Israel crea anualmente miles de empresas de alto potencial gracias a un perfecto ecosistema de sector público, universidades y talento con un denominador común: poner en cuestión lo establecido.
Pablo Isla abandonó una brillante carrera de abogado del estado para probar fortuna en la empresa y hace pocos meses fue nombrado el mejor CEO del mundo por su trabajo en Inditex. Letizia Ortiz cumplió su sueño de presentar el informativo de referencia, pero lo dejo todo por ser la Reina de su país. Ricardo Fisas fue despedido con cincuenta años, pero eso le llevó a crear la empresa Natura Bisse, referencia mundial en cosmética. Si Peugeot, o IKEA no hubieran cambiado estarían hoy cerradas. Sin una reinvención radical Corea o Israel no serían las economías que hoy admiramos. Quizás también nos hubiéramos perdido el liderazgo de Isla, Fisas o la Reina Letizia ¿A que esperamos a hacer caso a Unamuno?

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

miércoles, 22 de julio de 2020

Cuidado con el efecto péndulo


(este artículo se publicó originalmente el 20 de julio de 2020 en el blog del Banco Interamericano de Desarrollo -BID-)

Isaac Newton ha pasado a la historia como uno de los científicos más relevantes de la humanidad, entre otros descubrimientos, por la ley de la gravedad. Se cuenta que este físico inglés encontró la inspiración durmiendo la siesta debajo de un árbol tras despertarse súbitamente por el golpe de una manzana en su cabeza. A partir de ahí estudió las fuerzas que rigen el universo y que explican desde la rotación de los planetas al porqué una manzana cae al suelo cuando su peso es demasiado para el árbol que la vio crecer. Esas mismas leyes casi 500 años después nos ayudan a entender cómo tenemos que reaccionar ante lo que está pasando con la pandemia y las personas de más edad.


El virus conocido como covid-19 se ha cebado con los adultos mayores. La gran mayoría de los fallecidos pertenecen a ese grupo de edad, si usamos la ratio de adultos mayores fallecidos sobre el total, nos daremos de bruces con que en España supera el 90%, en Brasil se sitúa en el 80% y en Perú muy cerca del 70%. Aunque las cifras varíen entre países nos permiten concluir que la cohorte de los 60 años en adelante es, con mucho, la que más han sufrido el coronavirus. En América Latina y el Caribe son más de 70 millones de personas con esa edad que han vivido en primera persona este drama y es imprescindible actuar en consecuencia.

A medida que los datos sobre la crisis sanitaria se han ido conociendo, el foco se ha puesto, especialmente en muchos países europeos, en las residencias para adultos mayores. Conforme a Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) en Europa los fallecimientos en residencias representan más del 50 por ciento del total. Especialmente sangrante es el caso español, para el cual dos terceras partes de las muertes derivadas del covid-19 se han producido en centros residenciales. Si ponemos la lupa veremos que hay regiones españolas donde más del 90 por ciento de los adultos mayores fallecidos vivían en residencias. Queda tiempo aún para que conozcamos otras lacerantes realidades, por ejemplo, los miles de mayores que han muerto en la soledad de sus casas por miedo al contagio en un hospital o porque no han podido acceder a la atención médica adecuada en su momento. La aplicación a los mayores del sistema de triaje en los hospitales (selección de pacientes empleado en la medicina de catástrofes) que poco a poco se va constatando con la aparición de pruebas documentales, como, por ejemplo, las instrucciones oficiales de los gobiernos competentes. ¿Debería ser la edad un criterio de selección de pacientes? La reflexión ética es contundente en su respuesta: no.

La primera ley de Newton afirma que todo cuerpo permanece en estado de reposo a no ser que sea obligado por una fuerza externa a cambiar su estado. Y precisamente la pandemia ha sido esa fuerza maligna que ha de obligarnos a movernos y revisar el sistema de cuidados que nos hemos dotado para los adultos mayores. Hemos estado parados demasiado tiempo sin darnos cuenta de que la demografía era imparable; cada año le estábamos ganando unos meses a la vida de un modo implacable hasta convertir nuestros países en sociedades envejecidas. Sin duda, un auténtico triunfo de las sociedades modernas pero que requiere procesos de adaptación y cambio. En este sentido nuestro sistema de cuidados a los mayores es el mismo que hace medio siglo. El BID nos recuerda que en el año 2050 en América Latina y el Caribe vivirán cerca de 30 millones de adultos mayores en situación de dependencia, la covid-19 nos exige a dar pasos valientes (ver Envejecer con Cuidados)

La segunda ley de Newton establece que el cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz externa. Nadie duda que el mazazo de la pandemia ha sido brutal, el FMI estima que el PIB global en 2020-21 será unos 9 billones de dólares inferior al que hubiera alcanzado en ausencia del virus; una pérdida superior al tamaño conjunto de las economías de Alemania y Japón. Por ello, siguiendo al genial físico, las inversiones públicas y privadas para adecuar nuestro sistema de cuidados han de ser proporcionales al daño que nos ha causado el virus. Nuevas y ambiciosas políticas, mucho más gasto y nuevos profesionales que darán sentido a la llamada economía plateada o economía del envejecimiento.

La tercera ley de Newton reza que tras toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria. Es lo que explica el movimiento de los péndulos y el efecto del mismo nombre en psicología, pero también en política; cómo pasamos de una situación emocional a la contraria o de unas opciones ideológicas a las antagónicas. Ojalá que este efecto no se ponga en marcha con el sistema de cuidados ahora empecemos a promover soluciones cuasi hospitalarias para los mayores como modo de vida cotidiana. Eso supondría pasar, como peligrosamente se empieza a detectar, del modelo residencial actual al modelo hospitalario o de instituciones medicalizadas, sin darnos cuenta de que la clave reside en  los cuidados de larga duración centrados en la persona .

Desde hace décadas, el deseo de las personas es expresado con claridad cuando se investiga esta cuestión: vivir en casa, en su entorno, aun cuando necesiten ayuda. Sin embargo, los esfuerzos planificadores y presupuestarios en los modelos de protección social a la vejez se siguen focalizando en las residencias, con fuerte influencia institucional. Pero hay alternativas respaldadas por suficientes evidencias científicas que promueven modelos domésticos, agrupados en unidades de convivencia cuando no es posible continuar viviendo en el hogar habitual. Su diseño y organización facilitan un mayor control de la transmisión ante pandemias como la que padecemos: espacios pequeños, profesionales del cuidado estables, que se convierten en valedores de estas personas y una vida cotidiana familiar.

Para terminar nos gustaría citar a otro genio que ha pasado a la historia -esta vez iberoamericano- el arquitecto, profesor e inventor Francisco Javier Sáenz de Oiza dejó escrito que “el espacio íntimo en un mundo inmenso dignifica el oficio de habitar y el arte de construir (…) también facilita su humanización y la de las personas que le dan vida, desde la soledad y en ocasiones desde el sufrimiento (…) La casa, que no es solo el lugar donde vivir, es un espacio íntimo y protector”.

Avanzar en esta nueva dirección exige imaginativas políticas públicas y muy diferentes inversiones privadas, pero también la solidaridad comunitaria y una profesionalización de los cuidadores. Estamos a tiempo.



Iñaki Ortega es economista y profesor de Deusto Business School y de la UNIR.
Mayte Sancho es psicóloga y gerontóloga






lunes, 20 de julio de 2020

¿Eres elefante o gacela?

(este artículo se publicó originalmente el día 19 de julio de 2020 en el suplemento Actualidad Económica del periódico El Mundo)


Recuerdo de pequeño los domingos después de comer esos maravillosos documentales de National Geografic sobre la sabana africana en los que siempre la veloz gacela acababa siendo abatida por algún poderoso carnívoro. En cambio, el elefante, en manada y con su paso lento pero firme sobrevivía a los rigores de su ecosistema. Si entonces me hubieran dado a elegir entre ser gacela o elefante, mi opción sería una larga vida de paquidermo.

No he tenido la oportunidad de preguntar a los profesores Birch del Instituto Tecnológico de Massachusetts y Belasco de la Universidad de San Diego sobre sus aficiones de sobremesa, pero sí he leído sus artículos académicos sobre los emprendedores. Ambos han usado el símil con estos animales para ilustrar la relación entre corporaciones y emprendedores. A finales de los 70, David Birch sorprendió al mundo con su informe “Job generation process”, todo un hito en la superación del paradigma dominante de la gran empresa, demostrando que las nuevas y pequeñas unidades empresariales generaban en Estados Unidos la mayor parte del empleo neto. Para Birch, los elefantes son grandes multinacionales que sufren rígidas burocracias. Las gacelas, en cambio son empresas muy débiles -por pequeñas y jóvenes- pero tan ligeras que casi vuelan. Años más tarde el profesor Belasco quiso enfatizar la imperiosa necesidad de mantener vivo el espíritu de innovación en las grandes empresas en su libro “Enseñar a bailar al elefante”. Las grandes compañías se comportan del mismo modo que los elefantes, no solo por su tamaño, sino también por ser animales de costumbres que raramente olvidan lo aprendido en el pasado. Esas enseñanzas hoy ya no sirven; pero se siguen cumpliendo como si fuese religión en las grandes organizaciones, cuando las bases de la economía son radicalmente diferentes. Sólo olvidando esas obsoletas lecciones, el elefante aprenderá a bailar. 

Han pasado décadas desde la publicación de estos estudios y desde mis sentadas ante la televisión para ver documentales y ya no tengo tan claro si quiero ser elefante o gacela.   Los elefantes siguen siendo grandes compañías bien asentadas pero muy lentas; las gacelas, por el contrario, son startups que mueren en su mayoría en los primeros años de vida por muy disruptivas que sean. Pero mis dudas se acrecentaron aún más hace cuatro años cuando un grupo de académicos nos pusimos a investigar el fenómeno del emprendimiento corporativo o lo que es lo mismo la colaboración entre grandes empresas y emprendedores para innovar. La tesis de nuestra investigación se resumía en que solo cooperando (bailando) ambos animales podrían sobrevivir. En la nueva economía, el elefante no es tan fuerte y la gacela no es tan frágil. Nuestra encuesta a las más grandes empresas con operaciones en nuestro país así lo ha demostrado. El trabajo de campo realizado hace unos pocos meses constató que el 86% de esas grandes empresas usaban la innovación abierta frente al 23% que decían eso mismo hace apenas dos años. De nuevo el elefante volvía a jugar bien y ganaba la partida.

Pero en esas estábamos cuando apareció en el mes de junio de este año una noticia muy extraña. En el delta de Okawango (Bostwana) aparecieron 169 elefantes muertos sin razones aparentes. Los animales no tenían muestras de violencia, pero tampoco de enfermedad alguna. Los expertos alertaban de las consecuencias de estas muertes en la cada vez más exigua población de elefantes precisamente por la ansiedad causada de ver morir a tantos de su especie. Inmediatamente me puse a chequear el ranking de Bloomberg de las empresas más importantes. En apenas unas décadas se han evaporado la mayoría de los elefantes corporativos. No solo los elefantes mueren en África sino también en la bolsa americana. Ser grande ya no es garantía de nada y muchos de esos paquidermos empresariales empiezan a tener miedo; un miedo que las startups huelen y les impulsa a seguir saltando cada vez más lejos, cada vez más fuertes. Por eso, ahora, si tengo que elegir, escojo ser gacela.


Iñaki Ortega es profesor de Deusto Business School y director del II Informe de Emprendimiento Corporativo de Santander Universidades y CISE.

martes, 14 de julio de 2020

Cisnes, rinocerontes e impuestos

(este artículo se publicó originalmente el día 13 de julio de 2020 en el diario 20 Minutos)

El gobierno quiere subir los impuestos. Nadie puede sorprenderse porque es algo firmado en el acuerdo de los partidos que sostiene la presidencia de Pedro Sánchez. Pero ese documento tiene fecha de enero de 2020 y aunque han pasado pocos meses, ahora todo es muy diferente. Hace medio año, la economía crecía en el entorno de los dos puntos y España había enlazado seis períodos consecutivos de crecimiento del PIB Las previsiones macroeconómicas hablaban de una ligera desaceleración, pero garantizaban en 2020 y 2021 ratios positivos. Nada permitía atisbar el cisne negro de la pandemia en el horizonte. Un cisne negro es una expresión acuñada por el investigador Nassim Taleb para referirse a un suceso muy improbable, pero de alto impacto social. Así que, de bruces, en marzo, la sombra de un inmenso ánade de color negro tiñó de escuro todos los informes con sus previsiones. El último conocido, el de la Comisión Europea, estima ahora que la economía española retrocederá en 2020 un 10,9%.
Lo que sí sorprende es que en España sigamos anclados en enero de 2020 mientras nuestros pares europeos han ido anunciando sus medidas para luchar contra la recesión provocada por el parón económico que exigió la emergencia sanitaria. Coincidiendo con el inicio de la campaña de verano Alemania, Inglaterra o Italia rebajarán el IVA del turismo y la hostelería o el que afecta a bienes de consumo duraderos, Francia después de años bajando la fiscalidad se ha comprometido a no revertir esa dinámica. Holanda, Suecia, Lituania y Suiza aplazarán el cobro de impuestos como el IVA o el IRPF hasta 2021. Pero en España el reloj se paró en enero de 2020 y continuaremos con la hoja de ruta que exigió Podemos como si nada hubiera pasado. Subir impuestos como el de sociedades, patrimonio, los especiales o el de la renta o incluso crear nuevas figuras impositivas para gravar la actividad de las multinacionales.
A los economistas nos encantan los símiles con animales. Un rinoceronte gris es un fiero espécimen que vive en El Congo, después del elefante es el mamífero terrestre más pesado del planeta. Se conoce su peligrosidad, pero, a pesar de ello, todos los años pierden la vida algunos turistas que subestiman el riesgo de acercarse al bicho. La analista Michele Wucker explica que frente al cisne negro que nadie puede prever, este fenómeno es altamente probable porque ya ha sucedido en el pasado, pero por alguna razón el riesgo es ignorado.
El Banco de España ha alertado recientemente de las consecuencias de subir los impuestos, Bruselas insiste en sus nefastas consecuencias para una economía maltrecha y la historia económica está trufada de gobiernos que usando los impuestos con inteligencia hicieron prosperar a sus países. Ojalá que al Gobierno no le pase como el turista que visita la sabana africana y se acerca a fotografiar al rinoceronte gris muy ufano porque está montado en una potente camioneta. Porque cuando el rinoceronte se pone a correr ya no hay protección ni punta de velocidad de coche que aguante la embestida de su cuerno y solo queda lamentarse de la imprudencia.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

miércoles, 8 de julio de 2020

Enseñar a bailar al elefante, el reto de las grandes empresas españolas


(este artículo se publicó originalmente el 1 de julio de 2020 en el diario La Información)


Una analogía entre el mundo animal y el de la innovación ha servido para titular el informe que se ha presentado en el mes de junio de 2020 sobre emprendimiento corporativo promovido por Santander Universidades con un equipo de investigadores de varios centros españoles de enseñanza superior.  “Enseñando a bailar al elefante como una gacela” pretende conseguir que las empresas “desaprendan” la cultura de rigidez propia de una gran corporación en favor de una gestión ágil y un espíritu de innovación.  

En 2017 se conoció el primer informe sobre este fenómeno del emprendimiento en las grandes empresas. En aquella ocasión se tituló “Gacelas y Elefantes bailan sin pisarse” y también contó con el impulso del CISE (Centro Internacional Santander Emprendimiento). Se usó la metáfora de los animales inspirándose en el trabajo del investigador del MIT, David Birch, en el cual los elefantes se correspondían con compañías que cuentan con un tamaño que les procura seguridad y capacidad para conseguir ingentes recursos, aunque se ven lastradas por pesados organigramas y procedimientos. Las gacelas, por el contrario, son empresas muy pequeñas, jóvenes y vulnerables, pero gozan de una agilidad a la hora de innovar que les permite dar grandes saltos y alcanzar velocidades impensables para el elefante. El reto de ese informe fue demostrar con datos empíricos y casos reales que estas dos especies tan distintas podrían ensayar un baile sin que las gacelas -las startups- corriesen el riesgo de ser apisonadas por los 5.000 kilos del paquidermo -las multinacionales-.

Ahora la nueva entrega -firmado por Deusto Business School, ICADE y la Universidad Autónoma de Madrid- analiza las herramientas que hacen posible la colaboración entre emprendedores y grandes empresas, además de actualizar con una nueva encuesta, la fotografía del fenómeno del emprendimiento corporativo en nuestro país. El título del informe alude de nuevo a los animales precisamente porque demostrado que han empezado a danzar muchos elefantes con gacelas, urge enseñarle a perfeccionar su baile para evitar pisotones de consecuencias irreversibles. De nuevo los profesores firmantes se han apoyado en otro investigador, esta vez James Belasco de la Universidad de San Diego State, que en 1991 utilizó este símil en su libro “Enseñando a bailar al elefante” para enfatizar la necesidad de mantener vivo el espíritu de innovación en las grandes empresas. Las grandes compañías se comportan del mismo modo que los elefantes que raramente olvidan lo que aprendieron hace muchísimos años. Las corporaciones tienen que olvidar una cultura de gran empresa para volver a sentir el ansia de innovación de una startup.

Por supuesto que los elefantes han empezado a bailar con gacelas, pero por desgracia son pocos los que han perfeccionado esta danza. Los sucesivos informes para España del Global Entrrepreneurship Monitor (GEM) que lleva años midiendo la evolución del emprendimiento corporativo siguen mostrando un tono bajo del fenómeno en nuestro país. Año a año, como incidió Adriana Tortajada directora de innovación de Santander Universidades España no supera la cota del 2% de personas activas realizando procesos intraemprendedores o lo que es lo mismo no crecen los empleados que activan sus capacidades emprendedoras en organizaciones que promueven nuevos productos o servicios, nuevas líneas de negocios o nuevas empresas con la finalidad de generar valor y llegar a ser más competitivas. Estos indicadores nos sitúan lejos de la media europea, que está por encima del 5%, o de EE. UU. con un 8% lo que exige ir más rápido. Para ello el informe ha estudiado seis herramientas de fomento de la innovación (corporate venture capital, partenariado público-privado a favor del emprendimiento, intraemprendimiento, aceleradora global y el crowdsourcing) así como seis buenas prácticas seleccionadas (Ferrovial, Enagás, Telefónica, Ecoembes, MAPFRE y Repsol) que servirán de inspiración para que muchos más elefantes aprendan, siguiendo los pasos de otros congéneres, a bailar como gacelas. De esa manera muchas empresas españolas podrán mejorar su capacidad de innovación.

El emprendimiento como vehículo para la innovación se ha convertido en uno de los vectores de la nueva economía. Conscientes de ello, cada vez mayor número de grandes corporaciones en todo el mundo están adoptando la forma de pensar y los modelos de negocio de las startups como palanca de competitividad. Incubadoras, aceleradoras o fondos de venture capital son algunas de las herramientas que los responsables de innovación deben conocer y saber gestionar para aprovechar las oportunidades de colaboración con startups. Al mismo tiempo, las organizaciones tienen en sus manos canalizar el talento intraemprendedor de sus empleados y aprovechar el impulso que el sector público está dando al emprendimiento.
Pero no conviene olvidar que a pesar de que el emprendimiento corporativo ha pasado en unos pocos años de ser una realidad desconocida en las grandes empresas a convertirse en uno de los ámbitos de actuación más recurrentes en cualquier plan estratégico, todavía queda mucho camino por explorar.  Ante un escenario cada vez más cambiante y competitivo, las empresas incumbentes han visto en el emprendimiento corporativo una vía relativamente sencilla para adoptar los exitosos modelos de innovación característicos de las startups, ya sea tendiendo puentes de colaboración con éstas, mediante fórmulas de innovación abierta, o promoviendo el espíritu emprendedor de sus propios trabajadores, pero la tarea no es fácil y los fracasos superan a los éxitos.
Para llegar a estas conclusiones además de las bases de datos del informe GEM, el estudio ha encuestado en el año 2019 a una muestra representativa de 58 grandes empresas, que supone más del 65% de la capitalización del IBEX 35 con una facturación conjunta de 379.000 millones de euros. Las respuestas han permitido concluir a los investigadores que el 84,5 % de las grandes empresas promueve activamente el emprendimiento corporativo (una subida de cinco puntos frente al 2017) o que el 86% de ellas fomentan la innovación abierta frente al 23% del anterior informe.
Las grandes compañías tienen una tendencia, casi genética, a comportarse del mismo modo que los elefantes, no solo por su tamaño, sino por ser entidades de costumbres que raramente olvidan lo aprendido en el pasado. Muchas enseñanzas de antaño hoy ya no sirven; pero se siguen cumpliendo a rajatabla en las organizaciones, sin asumir que la economía ha cambiado radicalmente hacia una actividad sin apenas barreras de entrada y en la que las ventajas competitivas ya no se derivan del tamaño sino de la capacidad de innovación. Cuando una empresa decide abandonar su ritmo cansino y ponerse a bailar, está aprendiendo a comportarse como un agente tan diferente como son las startups. Bailando, los elefantes empiezan, por tanto, a parecerse a las gacelas.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR. Ha sido el coordinador del II Informe de Emprendimiento Corporativo en España.