El monte Valerien es una colina al oeste de París sede
del “Centro Memorial al Combatiente de Francia” porque en ese pequeño
montículo fueron asesinados durante la segunda guerra mundial varios
miembros de la resistencia francesa. El Presidente Emmanuel Macron visitó la
semana pasada Mont Valerien, como lo han hecho todos sus antecesores, sin imaginarse
que se iba a hacer viral su conversación con un adolescente que cantó a su paso
“La Internacional” para después espetarle « ¿qué pasa Manu?».
La respuesta del Presidente de la República de Francia
fue una regañina en toda regla al joven, grabada y luego tuiteada por el propio
mandatario. Además de exigir respeto para su persona «a mi te diriges como Señor Presidente» le mandató tener en consideración a sus compatriotas
homenajeados ese día, que dieron su vida por la libertad de Francia.
Casi a la vez conocimos que Brian Krzanich, el
consejero delegado del gigante de la tecnología, Intel, había sido cesado por
incumplir el código de «non fraternization» que la compañía exige en
sus contratos de dirección, al igual que la gran mayoría de empresas americanas.
Tras una investigación que demostró que el CEO tenía una relación afectiva con
una colega de Intel, el presidente de la empresa de microprocesadores despidió
inmediatamente a su primer ejecutivo.
Es muy improbable que el insolente jovencito francés haya leído el último informe de INSEAD y Russell Reynolds sobre las características de los nuevos CEOs en el que el desafío a la autoridad aparece en primer lugar y ello le llevase a enervar a Macron. Más factible podía haber sido que Krzanich o su pareja hubiesen ojeado ese mismo informe elaborado con técnicas de big data para concluir que los nuevos altos directivos de las empresas digitales disfrutan retando el status quo de la compañía. Sea como fuere, ambos, el muchachito y el directivo, midieron mal las consecuencias de sus actos o tomaron al pie de la letra el reputado estudio sin darse cuenta que los cambios culturales nunca son tan rápidos sino graduales.
La irreverencia es también uno de los rasgos que
Deusto Business School junto a ATREVIA detectaron en su informe sobre la
cohorte de edad siguiente a los millennials, la generación z. Después de entrevistar a cientos de
jóvenes nacidos entre 1994 y 2010 concluimos que ponían en cuestión lo establecido
de un modo innato. Llevar la contraria a sus mayores, sean padres o madres,
profesores o jefas es consustancial a su forma de ser y, no lo olviden si
tienen un z cerca, no hay nada personal en ello. También la investigación
argumentó que las características de estos jóvenes eran tan fuertes que estaban
contagiando a las generaciones anteriores. De modo y manera que todos somos un
poco z, es decir que somos más irreverentes que hace unos años.
Quién hubiera dicho hace apenas unas semanas que el
Partido Popular que en 30 años de vida solo había tenido dos presidentes sin
contestación alguna, hoy se enfrentase a unas primarias con siete candidatos en
liza. Todos ellos, con sus candidaturas, ponen en cuestión la propia historia
de su partido, pero nadie lo ha visto como tal sino como coherente con el
tiempo que nos ha tocado vivir.
Otro informe universitario, en 2013, elaborado por la Universidad de California y la London School of Economics demostró que una parte de los directivos de las más disruptivas compañías, compartían rasgos de personalidad que les llevaba a no tener miedo a romper las reglas, de hecho muchos habrían cometido comportamientos casi delictivos en su infancia.
Macron no fue objeto de ese estudio porque se elaboró
2013, año en el que acababa de entrar como polémico asesor del presidente Francoise
Holland. Dejó una carrera en la banca de inversión por estar cerca del entonces
Presidente de la República sin saber que le iba a sustituir. En esa fecha, hace
cinco años, quizás Emmanuel no hubiera abroncado al niño porque tendría más
presente al jovencito que él mismo fue y que también desafió el orden
establecido iniciando un romance con una profesora casada, con la que años
después se casó y hoy comparte residencia en El Eliseo. Brigitte Trogneux
enseñaba literatura en un colegio de los jesuitas de Amines cuando tuvo como
alumno a Emmanuel, de la edad de unos de sus hijos. La relación entre ambos no
fue fácil ya que a la diferencia de edad, 24 años, se unieron las
circunstancias familiares de Brigitte lo que llevó a Macron a calificarla “como
incomprensible hasta para los que nos conocen”.
Incomprensibles también son
muchas de las noticias de esta pasada semana que hemos repasado en este artículo si las
analizamos con el prisma inadecuado, de modo y manera que para ser hijos de
nuestro tiempo y entender lo que pasa a nuestro alrededor no vamos a tener más
remedio que asumir algo de esa insolencia.