(este artículo se publicó originalmente el 11 de junio de 2018 en el diario La Información en la columna semanal #serendipia)
El profesor Jonathan Haidt de la Universidad de Nueva
York es un psicólogo americano considerado por la revista Foreign Policy uno de los principales pensadores del momento. En el
libro La rectitud de la mente explica
su teoría de los fundamentos morales a través de un estudio muy detallado del
comportamiento moral para concluir que los juicios morales basados en la rectitud
del comportamiento no son una invención social, sino innatos al ser humano.
“Las intuiciones vienen primero, el razonamiento estratégico viene después”.
Para explicar este principio usa la metáfora de un jinete (razonamiento)
montado en un elefante (intuición). El jinete es la racionalidad consciente –la
corriente de palabras e imágenes de las cuales somos del todo conscientes. El
elefante es el otro 99% de nuestros procesos mentales que ocurren fuera de nuestra
consciencia pero que en realidad
gobiernan la mayor parte de nuestro comportamiento.
Porque imaginémonos cómo sería nuestra vida si en cada momento, en cada
situación, elegir lo correcto para hacer o decir fuese como elegir la mejor
lavadora entre diez opciones, minuto a minuto, día tras día. Acabaríamos locos
o dedicando tiempo increíble a decisiones que no lo merecen. Por ello el
razonamiento requiere de las pasiones. Pero también, en sentido contrario, la
gente sigue cometiendo estupideces como fumar o comer en exceso sabiendo que es
perjudicial para la saludo. El profesor neoyorkino se inspira en la escuela la economía del comportamiento de
los premios nobeles Khaneman y Thaler para concluir que no siempre tomamos las
decisiones más racionales a pesar de tener la información adecuada.
Ahora llevémoslo a la actualidad política española
donde el lado emocional es un elefante (fuerte y pesado, compuesto por 171
escaños y ocho partidos unidos por su odio al PP) y por otro lado la parte
racional, un jinete, de nombre Pedro Sánchez. El jinete ha dirigido con pericia al elefante estos días, nombrando un
gobierno atractivo y capacitado. El paquidermo que es lento por naturaleza no
ha reaccionado o por lo menos nadie se ha dado cuenta.
La metáfora de Haidt continúa un poco más que la hasta
ahora breve historia del gabinete Sanchez y para el profesor, por muy hábil que
sea el jinete que dirige al elefante, termina teniendo poco control sobre el
animal, que es robusto e impulsivo.
En otras palabras, nuestras emociones suelen
determinar nuestras decisiones, pero nuestro lado racional puede guiarnos en el
camino correcto. La teoría de los fundamentos morales no nació para explicar
las ideologías sino las variaciones en el razonamiento moral de las culturas a
lo largo de la historia, pero la fascinación de Haidt sobre la política y sus
análisis sobre los partidos americanos lo hicieron posible.
Jonathan Haidt se crió y educó rodeado de liberales
(izquierdistas en el lenguaje político de los Estados Unidos) por eso es
considerado como muy cercano al partido demócrata, sin embargo ha defendido que
«hay que despertar bruscamente a los progresistas porque entienden mucho peor a
los conservadores de lo que los conservadores les entienden a ellos». Haidt es
un soplo de aire fresco que ayuda a ver más allá del humo del partidismo
americano. La esencia de la democracia está en continuo intercambio de ideas
opuestas, no con el objetivo de que una venza a la otra, sino de escuchar todas
las perspectivas, respetar la pluralidad y lograr encontrar un punto medio
donde todas las partes salgan satisfechas. Por eso Haidt nos pide que no
perdamos el tiempo en discutir con el jinete sino más bien encontrar la manera
de cautivar al elefante, porque si se mueve no hay quien lo pare, como se ha
visto con la moción de censura. Hoy nos ciega todavía la destreza de Pedro
Sánchez en sus primeros pasos como presidente del Gobierno pero no debemos
olvidar el elefante que le ha llevado a la Moncloa. Ese elefante, como todos
los de su especie, no olvida y si se pone en marcha se llevará todo por delante
incluso al habilidoso jinete.
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