lunes, 31 de enero de 2022

Mayores (o no) pero no idiotas

(este artículo se publicó originalmente como post en la web del centro de investigación ageingnomics de la Fundación MAPFRE el día 28 de enero de 2022)


La denuncia de Carlos San Juan -médico valenciano de 78 años- ha conseguido centrar la atención en la falta de adecuación del servicio prestado al colectivo de seniors que -conviene recordarlo- suponen más de 16 millones de españoles. Los bancos con su atención telemática han dejado “indefensos” a millones de clientes que no se desenvuelven correctamente en internet. Esta campaña con cientos de miles de adhesiones en change.org reclama a los bancos “un trato más humano” con las personas mayores porque casi todas las gestiones son con una maquina. Su título ‘Soy mayor pero no idiota’” no deja lugar a ninguna duda.

Casi al mismo tiempo el gobierno -con un anteproyecto de ley sobre el particular- ha reclamado la inclusión financiera. Pero, como si de un boomerang se tratase este asunto en breve golpeará al sector público que tendrá que aplicar sus propias normas para ser amistoso con colectivos analógicos, ya que la pandemia ha derivado gran parte de los trámites administrativos a la red de redes.

Que un septuagenario use una plataforma digital para denunciar que con su edad no se desenvuelve bien en lo digital, parece una ironía. Pero no lo es tanto si profundizamos en algunos datos. El reciente II Barómetro de Consumo Senior del centro de investigación ageingnomics de la Fundación MAPFRE ha puesto de manifiesto que seis de cada diez seniors españoles están en internet. O lo que es lo mismo, diez millones de mayores de 55 años se les puede considerar población digital. En concreto más de nueve millones gestionan sus cuentas bancarias online, siete millones compran por internet y más de nueve están en Facebook y se comunican por Whastapp. ¿Cómo es posible entonces que tenga razón esa denuncia? La respuesta no es solo por lo heterogéneo de esta cohorte sino también reside en que gracias a que una mayoría son digitales saben lo que es sufrir una mala atención telemática. Por eso conviene poner el foco -no solo en la población que queda excluida de la atención presencial- sino también en la pésima calidad de algunas aplicaciones informáticas que no están pensadas para hacer la vida fácil al usuario, con independencia de su edad. ¿Acaso si no has llegado a los 55 años, hacer trámites en internet es una cosa placentera? No. Se sufre con muchas herramientas informáticas, no solo por la edad sino porque están mal diseñadas o por lo menos no facilitan la vida al que las usa.

Esta denuncia que sufren ahora los bancos, llegará a otros sectores y a la propia administración y hemos de alegrarnos por ello ya que supondrá una mejor atención a los ciudadanos (sean mayores o no). Pero aun así no puede eliminarse el foco de otra cuestión muy importante. Cuando el jubilado valenciano habla de que los mayores no son idiotas, puede referirse a la primera acepción de la RAE “corto de entendimiento” pero igual también a la quinta, a saber, “que carece de instrucción”. Y aquí también hay una batalla por luchar.

En un reciente seminario de la Fundación Edad y Vida se dieron algunos datos para reflexionar por boca del entonces director de economía del Banco de España, Oscar Arce. Los trabajadores españoles mayores  de 55 años dedican menos horas a su formación que sus pares europeos. Al mismo tiempo el porcentaje de españoles de esa edad que reciben formación no reglada es el más bajo comparado con cualquier otra cohorte patria. Son datos de Eurostat e INE. Qué contrasentido, cuando debería ser justo lo contrario, al ser los que más riesgo tienen de obsolescencia, aunque sea solo por los años que han pasado desde su educación formal.  

No conviene lamentarse, sino recordar lo que el foro de Davos ha afirmado respecto a España y la necesidad de recualificar a miles de personas. El World Economic Forum ha tasado en un aumento del PIB español de 6,7% de aquí al 2030 y una nada despreciable cifra de 230.000 nuevos trabajos si se mejorasen las competencias digitales.

Otra oportunidad, estas necesidades educativas, para la economía plateada y un nicho de actividad para emprendedores que ayuden a formar a los seniors pero también a capacitar a profesionales para que atiendan mejor la diversidad.

Si quieres leer el II Barómetro del Consumo Senior pulsa aquí

Si quieres leer el informe del World Economic Forum sobre reskilling pulsa aquí

 

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

miércoles, 26 de enero de 2022

La Gran Renuncia

(este artículo se publicó originalmente el periódico 20 Minutos el día 24 de enero de 2022)


En Estados Unidos solo se habla de esto. Lo mismo políticos que empresarios y por supuesto la mayoría de los mortales que dependen de una nómina. Todos tienen en la boca "La Gran Renuncia" que recuerda a otras expresiones que solo escucharlas ponen los pelos de punta como “La Gran Depresión”. Por alguna razón, de repente, más de 40 millones de personas han decidido dejar voluntariamente su trabajo.  Las estadísticas oficiales de empleo en Estados Unidos desde hace casi un año muestran que cada mes más de cuatro millones de trabajadores renuncian a sus puestos de trabajo. Por poner en escala los datos, es que como si todos los trabajadores de España e Italia -de la noche a la mañana- presentarán su dimisión, lo mismo abogados que profesores, dependientes de supermercados o cuidadores. Un caos.

Y lo que es más grave es que no hay razones para creer que las cifras mejorarán durante 2022. A la vista de estudios como el de Gallup que revela que la mitad de los trabajadores están buscando activamente hacer un cambio, mientras que otra investigación de McKinsey sitúa la cifra por encima aún, en un 58 %. Pero lo más increíble es que, al parecer, uno de cada tres de trabajadores estadounidenses que han dejado su trabajo no tenían otro donde ir.

Un mercado laboral como el americano que goza de pleno empleo hace que 10 millones de puestos de trabajo no se cubran por falta de ofertas, lo que puede explicar esa tranquilidad con la que se renuncia a un empleo. No obstante, conviene conocer algunas otras razones de este súbito fenómeno que sí pueden aplicar en nuestro país.

La pandemia ha cambiado las prioridades de la gente. La mayor parte de nuestra vida adulta la vamos a pasar trabajando, las carreras laborales serán de más de 45 años ya que empezaremos a trabajar con poco más de 20 años y estaremos activos hasta el entorno de los 70. Por eso, no queremos morir diariamente en un atasco, soportar jefes mediocres, compañeros indolentes o estar condenados a no ascender. Tampoco instituciones que dicen unas cosas, pero realmente actúan de otro modo. Meses de confinamiento y miedo a morir han llevado -según el profesor Anthony Klotz que ha acuñado el término que titula este artículo- a darnos cuenta de lo importante. Quiero atender a mis hijos; trabajar, pero no por ello ser un infeliz; sentir que en mi compañía valoran mi trabajo y no solo mi presencialidad.

Ahora piensa en tu vida y aunque estés en España, cambiar para mejorar está en tu mano. La losa del alto desempleo de nuestro mercado laboral no puede pararte. La esperanza es que junto a “La Gran Renuncia” cada vez más analistas hablan de “El Gran Despertar” de los trabajadores que quieren mejorar y ahí la clave sigue siendo la misma de hace siete siglos: la educación. Reciclarte, formarte, cualificarte y volver a estudiar es el pasaporte para encontrar la felicidad en un nuevo trabajo. Millones de personas en Estados Unidos, en su gran mayoría entre los 30 y los 50 años lo están haciendo ya y seguro que no son tan diferentes a ti.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

jueves, 13 de enero de 2022

Djokovic o Pfizer

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 10 de enero de 2022)


Es infinitamente más probable que por tu cuerpo fluya un suero de Pfizer o Moderna que haber escuchado las bases científicas del discurso de Djokovic contra de la vacunación. Por eso quiero contarte cómo surgieron ambas vacunas para que nos centremos en lo que nos afecta de verdad, por mucho que nos guste el tenis del actual número uno del mundo.

Pfizer y Moderna han sido las vacunas que más se han inoculado en nuestro país según datos del Ministerio de Sanidad puesto que a finales de diciembre del 2021 de los 264 millones de dosis disponibles, el 80% corresponden a estos dos tipos. De modo y manera que si el 90% de los que vivimos aquí estamos vacunados, aplicando un simple cálculo, siete de cada diez españolitos tenemos fluidos en nuestro organismo generados por esas farmacéuticas.  

Moderna desarrolló en Estados Unidos una de las vacunas contra el coronavirus en tiempo récord, apenas unas semanas en 2020, gracias a su técnica del ARN mensajero. Fue fundada por varios profesores universitarios que ejercían en Boston y alrededores, sede de las principales universidades del mundo en el campo de la salud. Langer, profesor en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) y uno de los científicos vivos con más patentes presentadas, decidió apoyar un plan para desarrollar avances sobre terapias celulares de Rossi, un investigador de la Universidad de Harvard. A ellos se le unieron otros prestigiosos científicos también de Harvard. Inmediatamente se sumó un inversor armenio -graduado en el MIT- que puso los fondos para hacer crecer la idea y fichar a un francés -con un máster por Harvard- como consejero delegado, que venía de gestionar compañías de éxito. La ubicación de todos ellos en Boston no es casual, de hecho, es causal. Si se hubieran localizado en cualquier otro lugar del mundo, esta vacuna no existiría y 52 millones de dosis de Moderna no se habrían repartido en España.

Pfizer y BioNTech consiguieron pasar de un proyecto a una vacuna aprobada oficialmente en solo diez meses, cuando ese mismo proceso para las vacunas de la varicela, el sarampión o la hepatitis, supuso décadas, conforme a datos de Oxford. Poco se sabe que detrás de ese éxito está la diversidad. Un matrimonio de científicos de origen extranjero funda su empresa en Alemania. Sahin, médico de 55 años, hijo de un trabajador turco de la factoría de la Ford alemana y su esposa y colega Türeci, dos años más joven, igualmente de raíces turcas. Juntos fundaron BioNTech, una farmacéutica alemana que ha desarrollado la vacuna y que sus socios estadounidenses, Pfizer, han producido y distribuido a escala global. Sin ese matrimonio turco acogido en Alemania y apoyado por el sistema de innovación europeo y americano, la vacuna de Pfizer no sería realidad y 152 millones de viales no hubieran llegado a nuestro país.

Como seguimos vivos y por nuestras venas es casi seguro que corre algo de Moderna y Pfizer, es una buena noticia porque eso significa que ese talento, ciencia y diversidad vencen siempre a los mitos, la superstición y el localismo del discurso de negacionistas como Djokovic.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)