El año terminó con una mala
noticia para afrontar con garantías los retos del 2015. El cierre de la
plataforma colaborativa UBER en España -propiciado por resolución judicial ante
la demanda de los taxistas- supone la
persistencia de insalvables barreras de
entrada a un mercado, que como recuerda la teoría económica, solo provoca altos
precios y baja calidad.
La noticia tiene consecuencias más allá del sector en el que opera UBER. El recurso de la tecnológica americana ante la prohibición de sus actividades en nuestro país pone el dedo en la llaga al considerar que “en muchas ocasiones las innovaciones han sido consideradas competencia desleal”. Hace ya más de 100 años el economista austro-norteamericano Joseph Schumpeter se refería a la actividad emprendedora como “destrucción creativa” puesto que las creaciones de esos emprendedores acaban por destruir obsoletos productos o servicios que solo se mantienen por la inercia de falta de competencia. El Instituto Tecnológico de Massachusetts, conocido como MIT, define las innovaciones como aquellas novedades que crean valor aunque para ello haya en la mayoría de ocasiones haya que alterar el status quo o como decimos en la academia el estado del arte.
“La regulación a veces restringe la entrada de
servicios más eficientes” continúa la queja de la compañía que busca compartir
el transporte privado en las grandes ciudades. Un vistazo rápido a las
economías más dinámicas del momento demuestra que el estado de derecho puede y
debe ayudar e impulsar la creación de
nuevas empresas con leyes inteligentes.
En este sentido es bueno recordar que Silicon Valley, el territorio
donde nacen las más exitosas compañías, forma parte del país del mundo con más
apoyo público a los emprendedores, bien
en forma de subvenciones o con legislaciones adhoc.
La economía, fruto de las
disrupciones tecnológicas, vive el proceso más profundo y rápido de cambios en
la historia reciente. Hoy, como recientemente recordaba el dirigente español de
IBM Juan Antonio Zufiría, viven el 99%
de todos los científicos de la historia de la humanidad o tiene más tecnología un coche utilitario
fabricado en el 2014 que el propio Apolo 11 que consiguió alunizar en 1969. Precisamente esa misma historia nos enseña que negarse a afrontar los cambios
-como los luditas que quemaban las
primeras máquinas de la revolución industrial en el siglo XVIII o como aquellos
que en el siglo pasado, en los inicios del mercado único europeo, saboteaban en
las fronteras los productos extranjeros- además de irracional es sinónimo de
pobreza futura.
UBER es ya algo más que un unicornio (así definimos los estudiosos del
emprendimiento a las nuevas empresas que alcanza una valoración privada
anterior a su salida a Bolsa de 1.000 millones de dólares) sino que presenta
algunos de los cuatro atributos a poseer en la nueva economía que casualmente
empiezan por la letra s y que algunos países como España y China, que también
está poniendo trabas a este nuevo modelo de trasporte, se empeñan en entorpecer.
La llamada ‘regla de las cuatro S’ nos exigirá para poder afrontar la
complejidad técnica del momento tener una sólida formación en STEM (Science, Technology, Engineering,
Mathematics –ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas) como los
programadores y trabajadores de UBER o
como los brillantes matemáticos que fundaron WhatsApp o Google.
Utilizaremos las startups para
inventarnos nuestro propio empleo y contratar a otros; la Fundación Kauffman,
con sede en Oklahoma, no deja de recordarnos cada año desde el informe del economista David Birch en
1979, que el empleo neto en USA no lo
crean las grandes corporaciones sino las nuevas empresas.
Tendremos que aprovechar la sharing
economy o economía colaborativa, donde prima el uso frente la propiedad,
para tratar de solucionar los problemas del mundo, entre los que estará seguro
el caótico transporte en las grandes ciudades.
Jeremy Rifkin ha pronosticado una nueva economía de prosumidores, donde seremos productores y consumidores a la vez
gracias tecnologías como el internet de las cosas o la impresión 3D. Son ya ejemplos de ello la nueva industria de la
música, el video o el turismo.
Y sobre todo, tendremos que estar dispuestos a asumir a lo largo de nuestra
vida muchos cambios de profesión, de competidores o incluso de residencia (switch). La nueva generación del
milenio, los millennials nacidos en el periodo comprendido entre finales de los
70 y los 80, se aplican este paradigma del cambio continuo y por eso no hay
gran compañía en el mundo que no esté volcando sus políticas de recruitment en atraerles.
En 2015 estamos a tiempo de enmendar el error, con la ley en la mano y
permitir que más empresas como UBER surjan en nuestro país y generen la riqueza que su etimología latina indica.
Iñaki Ortega es director de programas de Deusto Business School y acaba
de publicar MILLENNIALS, INVENTA TU EMPLEO (UNIR ediciones)