Hace justo cien años en Estados Unidos comenzó una década que pasó a la
historia por los rascacielos, las interminables fiestas con música de
charlestón y el desenfreno consumista. Los felices años 20, fueron definidos
así porque tras la Primera Guerra Mundial emergió una época de abundancia
en Norteamérica, cebada por el pleno empleo y las nuevas fórmulas de
financiación del consumo. El Nueva York que hoy conocemos fue construido en esa
década y América se convirtió en la fábrica de una Europa que no levantaba
cabeza tras la Gran Guerra. La ausencia de paro y la venta a plazos popularizó
el acceso masivo a bienes de consumo fabricados gracias a increíbles
innovaciones técnicas. La clase media descubrió la Bolsa y los mercados de
capitales vivieron una época dorada. El resultado de todo ello fue un inédito
periodo de expansión económica. El art decó, el cine mudo y los cómics
de superhéroes amenizaron esos locos años. Pero al mismo tiempo Hitler tomaba
el poder en Alemania, Japón expandía su imperio en Asia y la Unión Soviética
construía los primeros campos de concentración conocidos como gulags. El
resto ya lo conocemos. El crac bursátil de 1929 arruinó a millones de familias,
dio paso al auge de los totalitarismos y a una guerra con bombas
atómicas.
Ahora, un siglo después, el mundo ha comenzado otra década de los 20. Y el
charlestón ha sido sustituido por el reggaetón. Vivimos el auge de las energías
renovables, con molinos de viento, coches eléctricos y hasta créditos verdes.
La diversidad se ha implantado en nuestra sociedad y sin temor a equivocarnos
podemos afirmar que no ha habido mejor época en la historia de la humanidad
para vivir si perteneces a una minoría. La esperanza de vida de Argelia es
prácticamente la misma que la de Estados Unidos. Nunca en el mundo hubo tantos
niños escolarizados y la mortalidad infantil tan baja. Más del 80 por
ciento de los habitantes del planeta tiene acceso a electricidad y en los
últimos 20 años hemos sido capaces de reducir a la mitad la población mundial
que vive en condiciones de pobreza extrema.
Pero a la vez la moderación ha desaparecido de nuestros gobiernos con Trump
o Putin, pero también en el Reino Unido o en España los pactos transversales
son imposibles. Los organismos multilaterales languidecen, la Unión Europea, la
ONU o la OMC son buen ejemplo de ello. Cientos de miles de desplazados se
mueven de sur a norte, de este a oeste, por tierra o mar para huir del hambre,
la guerra o las dictaduras... pero buscamos excusas de todo tipo para no
ayudarles. A su vez nuestros hijos se educan y socializan en una red de redes
en la que el mal campa por sus respetos.
Pero tranquilos, sólo estamos empezando el 2020. Nos quedan diez años para
construir una década que pase a la posteridad para bien. Eso sí, la historia
nos ha avisado, así que luego no nos sorprendamos.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR.