(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 10 de febrero de 2020
Es el número siete de una lista de diez que millones de cristianos,
musulmanes y judíos intentan cumplir en su día a día. Los diez mandamientos
resumen las bases morales de estas tres religiones que a su vez han conformado
la ética de todos los que vivimos en esta parte del mundo. «No robarás» ocupa
el séptimo lugar del decálogo y nos recuerda que no se deben usurpar los bienes
ajenos. Pero también ha permitido consagrar el respeto a la propiedad privada
en la que se basa la economía de mercado.
Según la Biblia el profeta Moisés, hacia el siglo XIV aC, subió al monte
Sinaí y el mismo Dios le entregó unas tablas con esos diez mandatos que
ayudarían a los hombres a convivir en paz y a armonía. Varios miles de
años después, por desgracia, conviene seguir recordando lo que está bien y lo
que no. La semana pasada, otra Biblia, esta vez económica, como es el periódico
Financial Times, informaba que un directivo del banco americano Citi había sido
despedido por robar comida en la cantina de la oficina. En el mismo artículo se
contaba que el máximo ejecutivo de una entidad financiera japonesa había
corrido la misma suerte por sustraer una pieza de la bicicleta de un colega
aparcada en la propia oficina. Para terminar con los despropósitos, se contaba
que un cargo muy bien remunerado del fondo de inversión BlackRock había sido
expulsado de la compañía tras comprobarse que se colaba todos los días en el
Metro de Londres. En nuestro país nos hemos enterado también estos días como según la Fiscalía un
grandísimo banco español «robó» fondos de la entidad para espiar y chantajear a
sus rivales de la mano de un conocido comisario. Y acaso no están robando
también esas empresas tan modernas y tecnológicas, en las cuales todo el mundo
quiere trabajar, cuando usan nuestros datos sin permiso.
Que tire la primera piedra el que esté libre de pecado, decía el Nuevo
Testamento. Por eso en esta fea lista está la política española que durante los
últimos 40 años ha demostrado como el séptimo mandamiento puede ser pisoteado
sistemáticamente, sin que ningún partido político ni ideología se libre. Pero
también miles de españolitos a la luz de los informes que por ejemplo tasan en
500 millones el valor de los hurtos de los empleados en los supermercados o en
40.000 millones el fraude fiscal de la economía sumergida.
Pero a la vez, y aquí la buena noticia para terminar, está surgiendo con
fuerza un movimiento desde las empresas que quieren perfeccionar el capitalismo
para hacerlo más inclusivo y así siga generando oportunidades para todos.
Porque cumplir el séptimo mandamiento también supone pagar mejor a los
empleados, no discriminar a nadie por su edad o comprometerse con los problemas
más cercanos. La otra opción para obligarnos a hacer las cosas bien no parece
muy recomendable y la aplican en Singapur hace muchos años, cortar la mano al
que roba.
Iñaki Ortega Cachón es director de
Deusto Business School y profesor de la UNIR
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