(este artículo fue publicado originalmente en el número de abril de 2016 de la revista Diario 16)
El primer globo terráqueo que
incluyó el continente americano data de 1507, es uno de las tres
representaciones más antiguas que se conservan de nuestro planeta y se conserva
en la Biblioteca Pública de Nueva York. El Globo de Hunt-Lenox, que toma su
nombre de los dos restauradores norteamericanos que lo descubrieron en Francia
y finalmente lo exhibieron en Estados Unidos, es también el único mapa
histórico que contiene literalmente la mítica expresión en latín hic svnt
dracones. “Aquí hay dragones”, es una frase utilizada a lo largo de la historia
para referirse a territorios inexplorados o peligrosos. Tiene su origen en la
costumbre medieval de poner en los mapas criaturas mitológicas, en los
territorios aún sin explorar.
Vivimos un momento en el que
el progreso tecnológico se ha acelerado. Las predicciones de la ley de Moore se
han ido cumpliendo fielmente desde que en 1965 las formuló el fundador de
Intel. La capacidad de computación de los chips se ha duplicado y a su vez el
precio de esos procesadores se ha dividido por dos, todos los años desde la década setenta. Ya nos
estamos beneficiando de todo ello y hoy es más fácil y barato que nunca acceder
a la educación, viajar, comprar, financiar tu nueva empresa o denunciar las
injusticias. De hecho son numerosos los expertos que auguran que estamos muy
cerca de la llegada de la llamada “singularidad”. Se entiende por ese término
el advenimiento de una super-inteligencia artificial que superará la capacidad
intelectual de los humanos y por tanto el control que tenemos sobre ella. Los
buscadores, el big data o el internet de las cosas, nos ponen en la pista de
que ese momento no está tan lejano.
Por ello, parece que queda
ya poco por descubrir en nuestro mundo,
ya no hay dragones que temer, ni territorios ni especialidades sin explorar.
Avanzamos hacia un mundo donde nos dicen que todas las enfermedades podrán
curarse y el desarrollo llegará a todos los territorios. Pero conviene recordar
que solo tenemos identificados el dieciséis por ciento de los seres vivos del
planeta o que de los 6300 kilómetros de radio de la tierra solo hemos penetrado
en los primeros catorce. O que muy cerca de nuestras fronteras el hambre, el
frio y la injusticia campa a sus anchas. En nuestras propias ciudades la
violencia de género, el racismo o la relativización del terrorismo perviven por
mucho smartphone que tengamos en nuestros bolsillos. Es verdad que la
tecnología, ha avanzado exponencialmente
pero como acuñaron en el Massachusetts Institute of Technology nuestro mundo
vive en un «gran desacople». La intensidad del cambio tecnológico está
provocando que las soluciones no surjan a la misma velocidad que los problemas.
Muy cerca nuestro siguen habitando dragones y tenemos que promover las armas
para luchar contra ellos.
La revista The Economist
hace unos meses publicó un artículo en el que hablaba de una batalla económica
en este momento entre los llamados insurgentes y los incumbentes. La tesis
final era que solo trabajando juntos estos últimos, es decir las viejas
empresas, con los emprendedores, que se comportan como insurgentes en las
industrias que operan reventando las obsoletas estructuras, conseguiremos
mejores y más baratos bienes y servicios. Precisamente Deusto Business School
ha presentado estos días un informe sobre los jóvenes que están saliendo de las
universidades. La generación z ha tomado el relevo a los millennials y tiene
esas armas para vencer a los dragones. Un carácter multicultural a la vez que irreverente, porque pone en
cuestión lo establecido. Son autodidactas, no obstante no dejarán nunca de
estudiar y de preocuparse por lo que sucede a su alrededor. Son los primeros en
aplicar el “pensamiento lateral”, en desafiar la ortodoxia y buscar inspiración
y alianzas con especialidades aparentemente alejadas que permiten llegar mucho
más lejos a la hora de solucionar problemas. Abogados tecnólogos, médicos
ingenieros, químicos artistas, comerciantes expertos en computación, misioneros
directivos de empresa… serán lo habitual como lo es ya que el Premio Nobel en Economía
sea matemático.
Por desgracia quedan
demasiados dragones viviendo en nuestro mundo, la crisis de los refugiados o el
terrorismo yihadista nos lo recuerda casi cada día, la esperanza está en que
esa tecnología que avanza tan rápido combinada con el carácter de las nuevas
generaciones y las reformas que debemos impulsar el resto de los habitantes del
planeta, nos permitan conseguir un mundo más humano.
Iñaki
Ortega es doctor en economía y director de Deusto Business School en Madrid.
NOTA: Este artículo fue inspirado y pensado por Daniel Martín, investigador e innovador del Grupo Correos
NOTA: Este artículo fue inspirado y pensado por Daniel Martín, investigador e innovador del Grupo Correos