En
el país más envejecido del mundo, Japón, se superó en 2013 la frontera de un 25
por ciento de la población mayor de 65 años. Pero sin necesidad de irse tan
lejos, en Barcelona la esperanza de vida de una mujer alcanza los 87 años y el
22% de los ciudadanos catalanes tiene en estos momentos más de 65 años; y en
Europa se prevé que en 2050 el primer grupo de edad serán los mayores de 65
años, que en el año 1960 solo representaban un 10 por ciento de la población
El
de la longevidad es un fenómeno que parece ser global. De hecho, según las
estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, la esperanza de vida al
nacer a nivel mundial ha venido creciendo desde 1950 a un ritmo de más de tres
años por cada década. A partir del año 2000 se ha incrementado en una media de
cinco años. Este aumento de la esperanza de vida implica, sin duda, buenas
noticias para el género humano que permitirá que millones de personas de esa
edad sigan trabajando, ahorrando, creando y consumiendo. Se trata de una nueva
revolución, la revolución de las canas, que hará posible que nazcan nuevas
industrias para servirles y nuevos emprendedores, muchos de ellos séniores, que
encuentren oportunidades donde nadie pensó que podía haberlas.
En
2005, el escritor americano Dan Buettner publicó en la revista National
Geographic un reportaje titulado «Los secretos de una vida larga» que
popularizó el término «zona azul» para referirse a aquellos lugares del mundo
en los cuales las personas son más longevas. El nombre de «zona azul» tiene una
sencilla explicación: cada vez que el equipo de investigadores encontraba algún
hallazgo estadístico que demostraba una elevada longevidad en determinados
territorios, marcaban en el mapamundi esa zona con un círculo en tinta azul.
Después de señalar con grueso trazo azul Okinawa, en Japón, las siguientes
localidades descubiertas ya pasaron a ser referenciadas como las zonas azules.
A la ya citada Okinawa le acompañaron en ese mapa con trazos en azul Icaria
(Grecia), Nicoya (Costa Rica), Loma Linda (Estados Unidos) y Cerdeña (Italia).
Los
expertos en longevidad han identificado algunos factores que están relacionados
con la dieta y el estilo de vida y que pueden sintetizarse en dos: mantener un
estilo de vida sano, lo que implica practicar ejercicio de intensidad regular,
con rutinas para «romper» con el estrés diario, incluir principalmente
productos a base de plantas en nuestra dieta, comer sin llenarse y no beber en
exceso. Y, por otro lado, tener vida en comunidad, es decir, integrarse en
grupos que promuevan y apoyen las «buenas prácticas» anteriores, como familia,
comunidades religiosas o grupos sociales.
Tras
leer las zonas azules, en las que esas longevidades extremas no están
circunscritas exclusivamente al llamado primer mundo y al momento actual,
podría colegirse —equivocadamente— que estamos ante un fenómeno global que
siempre ha existido.
Al
contrario, si hoy pintásemos de un color el mundo, el azul estaría en muchas
partes del planeta y en unos años pronosticamos que todo el planeta se teñiría
de añil. Pero actualmente hay muchas zonas rojas, si nos permiten el juego de
palabras, zonas donde se ha encendido la «alarma roja» porque no están haciendo
lo suficiente para prepararse para el nuevo mundo longevo. Lugares donde no se
legisla pensando en la sostenibilidad del sistema público de pensiones o no se
facilita el ahorro, se ponen trabas para que los mayores sigan trabajando, las
empresas expulsan el talento senior, incluso no se fomenta la vida saludable o
la sanidad no avanza al ritmo de la tecnología. Pero dejemos a la elección del
lector el color de la zona donde vivimos.
No
son pocos expertos los que creen que estos nuevos patrones tienen efectos en el
funcionamiento económico y, en última instancia, en la dinámica de crecimiento
de la economía.
Pocas
dudas caben de que nuestro sistema económico envejece y esto produce que se
genere un cada vez mayor desencanto en muchos estratos de la sociedad que
sienten que se han quedado fuera del sistema. El reto es rejuvenecer la
economía con una población que peina canas y no olvidar que el talento no
parece tener fecha de caducidad. Miguel de Cervantes escribió la segunda parte
de El Quijote con 68 años; Steve Jobs convirtió Apple en la empresa de mayor
capitalización del mundo con 56 años y la bioquímica Margarita Salas fue la
primera mujer española en formar parte de la Academia de Ciencias
Estadounidense a los 69 años. Hay más ejemplos: Nelson Mandela llegó a ser
presidente de Sudáfrica con 76 años y Goethe publicó su Fausto a los 80.
Además, las tres personas más ricas del planeta tienen más de 54 años, que es
la edad media de los asistentes en los últimos años al Foro Económico Mundial
de Davos. ¿Alguien se atrevería a jubilar o prejubilar a todos estos personajes?
Carlos Slim, emprendedor mexicano septuagenario y conocido mundialmente, lo
tiene claro: «En una sociedad del conocimiento postindustrial, a los 65 años
uno está en su plenitud, en su mejor momento profesional».
Hay
que tener en cuenta que la extensión de la vida laboral debiera producir una
mayor satisfacción personal y, con ella, una mayor transferencia de la
experiencia laboral acumulada, afectando positivamente a la productividad.
Algunas encuestas ya reflejan que cada vez son más quienes se plantean seguir
trabajando después de la edad legal de jubilación, al menos con contratos a
tiempo parcial o temporal. En el Reino Unido, el 25 por ciento de los jubilados
vuelve a trabajar a los cinco años de retirarse y porcentajes muy similares se
están dando en Estados Unidos desde 2010.
Por
otra parte, la aparición de un nuevo modelo social, con personas cada vez más
longevas, propiciará la aparición de nuevas industrias de todo tipo, desde las
vinculadas al ocio hasta las relacionadas con la salud, que bien aprovechadas
por emprendedores, pueden generar importantes oportunidades económicas para los
territorios que apuesten por ello.
Emprendedores
que, por cierto, son mucho más mayores de lo que sugeriría el lugar común, que
lleva a pensar en un joven millenial de zapatillas y pantalones rotos. Por el
contrario, en la actualidad el número de personas mayores que trabajan por
cuenta propia en el mundo ya supera al de los jóvenes de entre 18 y 29 años, de
acuerdo con los datos que se desprenden del Informe Especial GEM (Global
Entrepreneurship Monitor) sobre emprendimiento sénior. Este documento puntualiza
que considera como emprendedor sénior a toda aquella persona de más de 50 años
que ha estado involucrado en actividades emprendedoras en los últimos 42 meses.
Asimismo, ese informe llama la atención sobre el hecho de que son muchos los
programas de apoyo al emprendimiento que están orientados hacia los segmentos
más jóvenes, cuando el apoyo complementario a los emprendedores de más edad
podría generar también importantes beneficios para la estabilidad económica.
Si
se analizan los países de la OCDE encontramos que existen importantes
diferencias que señalan que países como España y Francia muestran los niveles
más bajos de emprendimiento sénior, mientras que los más altos se dan en Chile
y México. En cualquier caso, podemos afirmar que las personas de 50 años están
encontrando una vía en autoemplearse para seguir activos y saltar la trampa de
un mercado laboral que todavía hoy les estigmatiza. La mayor longevidad está
abriendo paso a una nueva etapa vital donde la “despreciada” tercera edad
formada por pensionistas se convierte en la de los nuevos emprendedores.
Además,
la tecnología ofrece una ventana de oportunidades únicas para crecer y
prosperar, pero es necesario dejar de hablar de problemas y comenzar a ver las
posibilidades que ofrece esta nueva etapa de la vida. La irrupción tecnológica
se dará la mano con sectores como la salud y el turismo, las finanzas y los
seguros, el urbanismo y la vivienda e incluso el mercado laboral para
transformarse y ofrecer nuevos escenarios adaptados a la extensión de la
longevidad.
Gracias
a los avances médicos disfrutamos de un extra de quince años de vida. Esto ha
propiciado la aparición de una nueva etapa vital entre los cincuenta y setenta
años que se ha bautizado como la generación silver o como nosotros preferimos,
la revolución de las canas.
El
nuevo mundo que nos ha tocado vivir está repleto de buenas noticias. Más años
de vida para disfrutar, menos enfermedades y nuevas tecnologías a nuestra
disposición. Además, sin darnos cuenta, ha surgido un nuevo grupo social a
medio camino entre el retiro y el trabajo que tiene en su mano liderar lo que
hemos llamado la revolución de las canas. Esta revolución pasa por abandonar
los planteamientos catastrofistas alrededor de la longevidad para poner el foco
en las oportunidades de nuestro momento histórico.
Antonio
Huertas es presidente de MAPFRE.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business
School.
Ambos han escrito el libro LA REVOLUCIÓN DE LAS CANAS editado por la
Editorial Planeta en diciembre de 2018.