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lunes, 24 de junio de 2024

Fuzbol

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 24 de junio de 2024)

En el año 2000 la mayoría de las estrellas de la Eurocopa de fútbol masculino no habían nacido. Ni el inglés Bellingham (21), ni el turco Arda Guler (19) y por supuesto tampoco los españoles Lamine Yamal (16) y Nico Williams (21) saben lo que es vivir en el siglo pasado. Toda su vida ha estado marcada por la red de redes ya que han comprado, hecho amigos y jugado por internet. Son la generación z, que ahora ha disrumpido en el fútbol, y que hace que este artículo se titule así, hibridando el deporte rey con la letra de la generación de estos chavales.

Cuando el rey Felipe IV la semana pasada bajó al vestuario para felicitar a los jugadores tras el inapelable triunfo ante el vigente campeón, Italia, no pudo más que llevarse las manos a la cabeza en señal de sorpresa al saber la edad de Yamal. Así estamos la mayoría de los aficionados al seguir este campeonato con tantos miembros de la generación z arrasando en el campo. Y es que no podemos evitar hacer el cálculo de los años que nos separan y comprobar que somos de siglos diferentes.

Pero lo que ahora vemos en el fútbol lleva un tiempo pasando en la economía. El experto en comercio electrónico Jesús Moradillo ha presentado, coincidiendo con el inicio de la Copa América y la Eurocopa de fútbol, un estudio en el que defiende las nuevas reglas del marketing que ha traído la generación z. Si no quieres llevarte las manos a la cabeza, pero esta vez porque te has quedado sin empleo, te aconsejo que leas las siguientes líneas.

Solamente uno de cada cuatro de los miembros de esta generación es fiel a una marca específica; rechazan los mensajes largos e irrelevantes del estilo del siglo pasado; exigen contenidos breves, facilones, visuales y con humor además detectan con facilidad el postureo social y son implacables para criticarlo. Las redes sociales son su principal canal de consumo porque viven prácticamente allí lo que les ha acostumbrado a la inmediatez y a la investigación de reseñas y opiniones antes de comprar. Ya no usan, como tú, los buscadores tradicionales ni se mensajean con tus aplicaciones, para ellos todo pasa por Tik Tok, YouTube o Instagram. Y para colmo la llegada de las plataformas de venta chinas, con sus superdescuentos, ha hecho que dos de cada tres zetas compren allí y además sean sus mayores defensores sin importarles de dónde vienen o qué reglas se saltan.

Nico Williams está siendo imposible de frenar estas semanas en Alemania cuando coge el balón por la banda, sus coetáneos de generación son igual de imparables cuando compran. Así que, si hemos conseguido acabar con la nostalgia del tiki taka de los mejores años de nuestro fútbol, también podemos adoptar las nuevas reglas de los zeta a la hora de comprar...aunque nos suponga abrir una cuenta en Tik Tok ya mismo.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 7 de noviembre de 2021

De los zeta a los silvers (la ruta para salir de la crisis)

(este artículo se publicó originalmente en el blog de Vida Silver el día 3 de noviembre de 2021)

 

Han pasado más de cinco años desde la primera investigación que dirigí sobre la “Generación Z”, entonces tenía la convicción de que estos jóvenes digitales liderarían el mundo. La irrupción de los nacidos después de 1995 había demostrado la necesidad de adaptar una economía, pero también nos enfrentó a una sociedad que arrastraba los pies frente a los rápidos cambios tecnológicos.

Hasta marzo de 2020 los virus que más nos preocupaban eran los informáticos, pero todo cambió esa primavera marcada por la covid19. No obstante, en plena crisis sanitaria, la tecnología nos permitió sobrevivir. Hizo posible que la atención médica en remoto salvase vidas, garantizó el suministro alimentario y evitó también un colapso de las infraestructuras. A la vez y en tiempo récord, se pudo diseñar unas vacunas que ya han salvado millones de vidas y que apuntalarán la reconstrucción. Ha tenido que ser el coronavirus el que nos ha hecho ver cómo la tecnología nos ha cambiado la vida para bien y no hay marcha atrás.  Los zeta seguían dando pasos para ser la generación clave, pero al mismo tiempo la pandemia ha puesto de manifiesto la fortaleza de un grupo de edad, los mayores de 55 años, que sufrió como nadie pero que son invisibles para el mercado laboral y en muchas ocasiones para las empresas y gobiernos, a pesar de lo que representan.

Ya son varios los informe, como los de CENIE, el Círculo de Empresarios o el centro de investigación ageingnomics, que han demostrado que la mayoría del consumo y el patrimonio recae en España en los seniors. Incluso se ha llegado a tasar en un 26% la aportación de la llamada economía plateada al PIB. Además de suponer ya uno de cada tres habitantes de nuestro país y que con seguridad en 2050 serán ya la mitad de la población.

Sigo pensando que los zeta son una generación clave para liderar el mundo, pero no lo van a hacer solos. Los silvers, es decir, los seniors que superan los 55 años están empezando a aparecer en esta ecuación. Una cohorte de edad sin complejos, decidida a seguir siendo un pilar fundamental a pesar de que los usos y costumbres les quieren apartar, jubilándoles laboral y socialmente. Mi apuesta es que los zeta y los silvers, dos generaciones muy diferentes, son el motor oculto de una sociedad que necesita reinventarse ante los últimos acontecimientos que han puesto en jaque todas nuestras certezas y a las que nos hemos enfrentado con improvisación.

Cada época histórica ha tenido una cohorte etaria que ha sido motor de desarrollo. Los jóvenes en los años 60, las mujeres con la democracia o la inmigración en el nuevo milenio. La combinación de pandemia y avances científicos hace que sean dos generaciones en la sombra (los menores de 25 años y los mayores de 55 años) los llamados a liderar el mundo. Los zeta y los silvers, hasta ahora “invisibles” y damnificados emergerán. Es imposible seguir soportando altísimas tasas de desempleo y de precariedad en el empleo de los jóvenes. Nuestro país tampoco se merece que prácticamente la única forma de seguir empleado a partir de los cincuenta sea ser autónomo. Este abandono de los mayores y los jóvenes que representan el 60% del censo electoral, tarde o temprano tendrá sus consecuencias. Quizás algo tiene que ver que poco más del 30% de los diputados del Congreso están en esas franjas de edad.

La generación Z se puso de moda, como en su día lo hicieron los millennials, pero, con lo que no contábamos en aquel momento, era que iban a compartir el liderazgo con los silvers. Pero la sabiduría popular siempre lo tuvo claro. Conviene recordar algunos refranes que se pierden en el tiempo para entender cómo ambos, zetas y silvers, pueden ser la combinación perfecta para una reactivación económica y social tan necesaria en estos tiempos. “La juventud tiene la fuerza y la vejez la prudencia”. Pero más castiza aún es “A caballero nuevo, caballo viejo”. Ambas nos llevan a entender que la experiencia y resiliencia de la persona madura debe encauzar la osadía e intrepidez de la juventud. Los mayores son quienes mejor pueden guiar a los jóvenes, por su experiencia, sabiduría, ese conocimiento tan importante para acertar en las decisiones y evitar errores. Los jóvenes, a su vez, retando a los mayores con sus innovaciones que ponen en cuestión lo hecho hasta ahora.

La convivencia intergeneracional en las empresas, pero en general en nuestro país traería ventajas indudables. Compañías que entenderían mejor a su público y por tanto serían más rentables y administraciones que servirían mejor a sus administrados, por no hablar de un abanico de oportunidades para generar nuevos bienes y servicios que generen creación de valor y creen empleo. Los profesores David Ruiz y Carlos Arciniega están aplicando con éxito modelos de este tipo en grandes compañías utilizando el tratamiento masivo de datos.

Hasta ahora todos estos retos económicos siempre descansaban en las élites que tenían acceso a información privilegiada o gozaban de insalvables barreras de entrada. Pero una vez que se ha puesto de manifiesto para el gran público este caudal de nuevos negocios, no hay excusas para que emprendedores patrios se beneficien de estas nuevas oportunidades económicas. Tampoco hay ningún impedimento para que nuevos bienes y servicios se ofrezcan a estos silvers y zetas que no han visto satisfechas hasta ahora gran parte de sus necesidades.

Nuestra economía en crisis pide a gritos que empresas, ciudadanos y administraciones se comprometan a situar la economía de la diversidad en la más alta prioridad. Dar alas a dos generaciones, los mayores y los jóvenes, rompiendo estereotipos y miradas sesgadas, buscando las sinergias, pero tomando decisiones valientes.

Iñaki Ortega es doctor en economía, profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y coautor del libro reciénpublicado “De los zetas a los silvers”


lunes, 23 de septiembre de 2019

¿Quién es Greta?



(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 minutos el día 23 de septiembre de 2019)

No exagero si te digo que hoy en el mundo existen solamente dos clases de personas, las que adoran a Greta y las que la odian. Para muchos una superheroína que salvará a nuestro planeta y para otros simplemente un producto de marketing, un juguete al servicio de los lobbys. Una valiente niña que se ha enfrentado al poder establecido por una buena causa o bien una bandera facilona que levantar para lavar conciencias de acomodados ciudadanos del primer mundo.

Si no tienes ni idea de qué estoy hablando y el nombre de Greta te suena a chino me temo que contigo aparece un tercer grupo de personas en el mundo, los que no ven la televisión, ni la prensa, ni las redes sociales. Supongo que te habrás despistado esta temporada y quiero pensar que por ello se te ha escapado el fenómeno mundial de Greta así que te voy a recordar quién es esta chica. Greta Thumberg saltó a la fama hace algo más de un año en Suecia, poco antes de las elecciones de ese país, Greta con 15 años, dejó de ir al colegio y se puso en huelga para que los políticos suecos, en campaña electoral en ese momento, hiciesen algo más para luchar contra el cambio climático. La imagen de una débil niña con una pancarta para frenar el calentamiento global se hizo icónica y pasadas las elecciones decidió seguir todos los viernes con su protesta a la que se unieron cientos de niños en su país pero también en el resto de Europa. Así nació, este pasado otono, el movimiento FFF (fridays for futuro) que se extendió como una mancha de aceite por todo el mundo convirtiendo a Greta en la niña más famosa del planeta en este momento. Asistió a la cumbre de Davos, ocupó la tribuna de oradores en el Congreso de Estados Unidos y en la Asamblea de la ONU. Se ha reunido con Barack Obama y con el presidente Macron. Hasta está nominada para el premio Nobel de la paz. Estos días ha convocado una gran huelga mundial por el clima, verás las imágenes de sus movilizaciones a lo largo y ancho del mundo. Todos nos preguntamos cómo es posible si sólo tiene 16 años y además es una niña que padece el síndrome de asperger, una especie de autismo.

Un compañero profesor que viaja habitualmente a Noruega me ha contado que el fenómeno ya ha superado a Greta y muchos nórdicos han dejado de viajar en avión por turismo. Un reciente estudio ha puesto de manifiesto que el 5% de las emisiones de CO2 tiene por origen los combustibles fósiles quemados por los vuelos comerciales; este año en Suecia por primera vez en la historia han bajado los viajeros de las compañías aéreas. La canciller Angela Merkel, esta misma semana ha aprobado un ambiciosos plan para reducir hasta en un 55% las emisiones de CO2; Alemania dedicará 54.000 millones de euros para acelerar la transición hacia una economía más sostenible. La influencia de Greta se deja sentir. Unos dicen que detrás de ella solamente hay grupos de interés para desestabilizar Occidente porque mientras tanto China sigue aprovechándose en términos de competitividad de saltarse todos los compromisos en este campo; otros que las criticas a la niña vienen bien financiadas por la industria del petróleo. 

En cualquier caso ahora que ya sabes quién es Greta puedes elegir en qué grupo quieres situarte. Yo ya lo he decidido.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

domingo, 19 de mayo de 2019

Nos mandan unos pocos

(este artículo se publicó originalmente el día 19 de mayo de 2019 en el diario 20 minutos en la sección de opinión)


Son pocos. De hecho nunca hubo tan pocos. Solamente siete millones de españoles sobre una población de 46 millones. En diez años se ha reducido su cifra en más de un 30%. Pero cada vez tienen más influencia. La publicidad y la música se hace para ellos. La tecnología, por supuesto, pero también tus gustos, aficiones o hasta la ropa que compras está pensada para ellos. Son la generación z: aquellos  chicos y chicas nacidos a partir de 1994, año en el que comenzó el despliegue masivo de internet. 

Pero cómo es posible que influyan tanto si jamás en la historia de nuestro país ha habido tan pocos veinteañeros como ahora. Cómo se entiende que nunca antes la riqueza estuvo tan concentrada en los mayores de 60 años pero los que dictan el futuro son los más jóvenes, precisamente los que menos dinero tiene. 


La respuesta está en la tecnología. Los chavales de menos de 25 años son los primeros que se encuentran con internet desde el comienzo de sus vidas. Para los demás es algo que nos pilló mayores. Los z, gracias a internet, se han acostumbrado a no depender tanto de padres y profesores para adquirir conocimientos, a recibir cantidades ingentes de datos y a discriminarlos con arreglo a su propio criterio. Por ello, la capacidad para organizar y transmitir la información de estos jóvenes es extremadamente flexible y compartida, lo que les hace estar muy preparados para ser  ciudadanos en la era digital y ocupar las nuevas profesiones que están surgiendo.

Un reciente informe de Deusto Business School y la consultora Atrevia puso de manifiesto cuatro hábitos que definen a los más jóvenes en cuanto a su consumo. El primero, la compra de productos low cost y de uso efímero. Segundo, la red de redes como el lugar donde mayoritariamente fijan opinión sobre qué comprar. En tercer lugar, el rastreo intensivo de la web para obtener el mejor precio y oferta. Por último, el llamado shoowrooming o la compra por internet tras la búsqueda en tiendas físicas.

Si repasas las cuatro tendencias anteriores verás que tú también, aunque no tengas menos de 24 años, las practicas. Compras por la noche con el móvil algo que allí mismo te han recomendado; cada vez más, esos productos que adquieres,  son más baratos porque tienes la capacidad de encontrar entre una amplísima oferta el mejor precio; además no tienes problemas alguno para luego cambiarlos en una tienda física si no te gustan.

Todos nos hemos contagiado de la forma de comprar de esta generación tan pequeña en número pero con arrolladora personalidad. Si eso ha pasado con el consumo, dejo a tu reflexión, si también está impactando en otras facetas de nuestra vida y si siempre es para bien.



miércoles, 2 de mayo de 2018

Centennials, la irreverencia al poder

(este artículo se publicó originalmente en el Periodico de Cataluña en su edición en castellano y en catalán el 28 de abril de 2018)


Internet, innovación, irreverencia, inmediatez e incertidumbre son palabras que definen a la generación Z y explican el modo en que estos jóvenes, la primera generación de nativos digitales, están removiendo los cimientos de la educación, el empleo, el consumo, la sociedad y la política.
Son la primera generación en la historia que se ha educado y socializado con internet en sus casas. Algo más de ocho millones de jóvenes enEspaña y el 25% de la población mundial, es decir, 2.000 millones de personas que han forjado su personalidad con acceso libre a la red de redes. Internet ha hecho que la unidad de medida del tiempo se haya acelerado de tal manera que lo que las generaciones anteriores aspirábamos a tener en un mes ellos lo tienen en un minuto. Música, amigos, compras, lecturas, viajes se consiguen ahora casi de forma inmediata.
Nativos digitales, han dejado viejos a los ‘millennials’
Los integrantes de esta generación, también conocidos como centennials, son los nacidos entre 1994 -fecha consensuada por los informáticos como el inicio del internet moderno- y 2009. Son toda una incertidumbre para las marcas y los empleadores, pero también para sus padres y profesores. Nunca han considerado la tecnología como una asignatura, a diferencia de las generaciones que les preceden, porque no la pueden disociar de su vida.
Para los Z, los conocimientos técnicos en programación, por citar un ejemplo, no suponen una obligación sino una expresión del mundo en el que se desenvuelven desde que tienen uso de razón. Estos jóvenes son autodidactas, creativos, sobreexpuestos a la información, innovadores y emprendedores. Hacen un uso intensivo de las nuevas tecnologías de la información; el mundo digital ha conformado su personalidad de una manera más profunda de lo que lo hizo con los millennials. Probablemente, el gran cambio respecto a las generaciones precedentes es su agilidad para crear, modificar y transmitir la información, sin ni siquiera plantearse el hecho de que hace muy pocos años esto era impensable.
Cambia el concepto de autoridad
La generación Z nos obliga a cambiar el concepto de autoridad porque estos jóvenes son irreverentes por naturaleza y se lo cuestionan todo. Gracias a internet acceden de modo inmediato a un conocimiento casi infinito con el cual pueden comprobar si algo es falso o alguien está equivocado. Además, en internet no siguen a un líder o entran en una web porque jerárquicamente esa persona sea más importante, sino porque empatizan mejor y les interesa más.
Por tanto, para vincular a los Z debemos cambiar y  saber escucharles. El mayor reto que tienen las empresas y las universidades es dejarles que aporten desde el primer día, porque ellos esperan que, desde el principio, a la vez que se forman, puedan interactuar y hasta modificar la manera de funcionar de la compañía o de la universidad.
Consumidores empoderados, buscan precio e inmediatez
Las cohortes que pertenecen a la generación Z representan al nuevo consumidor, y cualquier gerente de una empresa, pymes o autónomo, tiene que saber que estos jóvenes son el espejo en el que tienen que mirarse para entender a este nuevo cliente, que es digital y muy exigente, que mira mucho el precio y se mueve por recomendaciones de amigos y redes sociales. Como consumidor el Z es infiel, no le importa tanto lo de siempre como la novedad y que los productos o servicios satisfagan sus necesidades de una manera inmediata.
La sociedad debe ser muy ágil para retener su atención, ya que están acostumbrados a moverse de forma fluida y rápida entre dispositivos. Eso significa que las empresas y marcas que pretendan ganarse a estos jóvenes deben usar todos los canales a su alcance: medios convencionales,bloggersinfluencers, redes sociales sin olvidar el propio puntos de venta. Una comunicación 360 grados que lleve el mensaje de la marca a su público donde quiera que esté, sin importar las fronteras geográficas o culturales.
¿Cómo entender a este nuevo consumidor?
La mejor forma, la más directa, es incorporar a los jóvenes Z a la empresa como trabajadores. Las organizaciones han de ser muy receptivas para aprovechar las cualidades del homo digitalisen la terminología que utiliza el ensayista español José Antonio Marina. La razón es que ahora los jóvenes lo tienen todo al alcance de un clic, y esto hace que se hayan forjado una personalidad distinta: si quieren algo, lo cogen; no esperan a que una empresa o una marca les ofrezca o resideñe un producto. Si un nativo digital no halla lo que busca, quizá lo creará por sí mismo.
La llegada de estos jóvenes a las organizaciones está generando conflictos debido a que, como empleados, ellos ponen en el mismo plano el trabajo y la vida personal. Es decir, los Z demandan flexibilidad laboral, dan por descontado el teletrabajo y exigen condiciones que les permita seguir disfrutando de su vida personal y de su espacio de ocio. Pero, en contrapartida, están dispuestos a trabajar horas extras o los fines de semana, si el proyecto profesional así lo requiere.   
Modernizan mercados obsoletos
El trabajador Z es irreverente y no duda en llevar la contraria a los jefes, como ya lo ha hecho con sus padres en casa y profesores en la universidad. Pero esa irreverencia también puede ser un elemento positivo ya que les sirve -a ellos y a la empresa- para innovar y para que surjan buenas y creativas ideas. La palabra irreverencia puede asustar, pero bien entendida te hace abrazarla porque el mayor problema de las compañías en el mundo es la resistencia al cambio (hacemos las cosas así porque siempre se han hecho) y eso es como nadar con una piedra atada al cuello. En un mundo líquido, en palabras de Bauman, donde los nuevos entrantes saltan fácilmente las barreras de los mercados clásicos con sus disrupciones, hacer las cosas por inercia es una mala estrategia.
Los jóvenes Z prefieren trabajar en red, entenderse con culturas distintas, así obtienen habilidades que les permitirán desempeñar profesiones que aún hoy no existen. En su mayoría, los empleos del futuro estarán relacionados con la creatividad y la innovación. Por este motivo, la gestión del talento joven obliga a los departamentos de Recursos Humanos a trabajar en el alineamiento de las motivaciones de las personas con la estrategia de compañía
Estos chicos y chicas de la generación Z ya están revolucionando muchas industrias, innovando con sus startups, saltándose anticuadas barreras de entrada. Los emprendedores de fintechinsurtech proptech ponen en apuros a la banca, a los seguros y a las inmobiliarias, pero porque con ello están consiguiendo modernizar mercados obsoletos y además dar mejores y más baratos servicios a los consumidores.
Durante la elaboración de nuestro libro Generación Z (Plataforma Editorial, 2017) nos hemos encontrado a socios de consultoras con 24 y 25 años; hay chicos trabajando en departamentos de cibercrimen que tienen 23-24 años y ganando más que un socio. Los expertos en blockchain, indispensable para entender el bitcoin, no superan los 30 años como se demostró este enero en el Foro Económico Mundial con un panel protagonizado por Z y millennials sobre esa nueva tecnología.
Colaboración y activismo
Para las generaciones anteriores, el fin justificaba los medios: trabajar equis horas por sacar adelante a la familia, aguantar jefes impertinentes, que la empresa invirtiera donde no debía, que las compañías no cuidaran el medio ambiente o la responsabilidad social. Ahora ya no, para los jóvenes Z los valores sociales y medioambientales importan mucho a la hora de decidir trabajar en una empresa, comprar un producto o participar en un movimiento. De hecho ya no solo las empresas investigan los currículos de los candidatos, sino que éstos escudriñan la reputación de sus posibles empleadores.
Los valores de la generación Z no son compatibles, por ejemplo, con contratar una persona por 600 euros cuando antes lo hacía por 1.200, ni contratar en verano para despedir en otoño. Habrá organizaciones que lo hagan y quizá podrán obtener beneficios en el corto plazo, pero a largo plazo esa estrategia minará su reputación en la mente de los Z., que no olvidemos son más de 8 millones en España.
Por último, han desterrado el reciente mito de la indiferencia juvenil ante las instituciones. Lo que sucede es que quieren otra forma de ostentar el poder, y de hecho están ya participando activamente en muchos círculos decisorios en think tanks y partidos políticos. En las montañas suizas de Davos todavía resuenan los ecos del panel que la generación Z protagonizó hablando de blockchain. Su irreverenciasorprendió a algunos, pero la mayoría aprendió con ellos.

Núria Vilanova, presidenta de ATREVIA
Iñaki Ortega, director de Deusto Business School
Autores del libro ‘Generación Z. Todo lo que necesitas saber sobre los jóvenes que han dejado viejos a los millennials

jueves, 8 de febrero de 2018

La princesa Leonor y su generación


(este artículo se publicó originalmente el 5 de febrero de 2018 en el diario La Información dentro de la columna #serendipias)


Llevo un tiempo escribiendo sobre las generaciones y su influencia en el mundo de la empresa. Como es sabido una generación es un grupo de personas que por nacer en una misma época tuvieron unos influjos culturales y educativos similares que les lleva a comportarse de un modo diferente. En el año 2014 publiqué el primer libro en castellano sobre los millennials, los jóvenes que se hicieron mayores con el nuevo milenio también conocidos como la generación y. Los millennials revolucionaron el mundo del marketing con su frustración y rebeldía ante lo establecido. Desde hace dos años un equipo de Deusto Business School y Atrevia ha investigado otra generación, los chicos y chicas que se educaron con internet en sus hogares, el resultado llegó a finales del año pasado cuando presentamos el libro generación z, una guía práctica para entender a esta cohorte de edad. En breve le tocará el turno a los babyboomers porque sin duda la longevidad es uno de los asuntos más trascendentes para los próximos años y esa generación que no se jubilará a los 65 años, está llamada a ser protagonista de inéditos cambios económicos pero también sociales.

Para el firmante de esta columna, por tanto, es habitual encontrarse con las generaciones en su día a día durante los últimos tiempos. Pero la semana pasada se sucedieron dos hechos, sin conexión aparente, en los que el término generación inopinadamente fue protagonista que hicieron que la extrañeza y de paso la serendipia apareciesen en mi cabeza y hoy en este artículo.

El  28 de enero, se celebró en todas las universidades y colegios católicos del mundo la fiesta de su patrón, Tomás de Aquino. El pensador y santo italiano del siglo XIII pasó a la historia como doctor de la iglesia entre otras muchas cosas por su estudio de la obra de Aristóteles, hasta entonces considerado incompatible con la fe cristiana. La Universidad de Deusto lo celebró este lunes pasado en Bilbao entregando sus títulos de doctores y estrenando paraninfo después de meses de obras. En las palabras que el rector José María Guibert pronunció ante la comunidad universitaria con menciones a San Ignacio pero también glosando la obra del dominico escolástico, se coló la generación z. Los recién remozados lienzos del paraninfo en los que aparece un Carlos V de Zurbarán si pudiesen expresar su sorpresa seguro que lo harían al escuchar en tan solemne intervención cómo el rector de Deusto recomendó a todos los profesores presentes no esgrimir excusas para no estar en twitter o aprender de la inmediatez y la obsesión por internet de los jóvenes nacidos a partir de 1994, en lugar de proscribirla.

Al día siguiente, 30 de enero, el rey Felipe VI cumplió 50 años y para celebrar su efeméride convocó en el salón de columnas del Palacio Real a los principales poderes del Estado, con los presidentes del Gobierno, Congreso, Senado, Tribunal Constitucional y Tribunal Supremo a la cabeza. Pero no fue un cumpleaños más por muy redonda que fuese la cifra ya que el rey quiso darle una trascendencia especial al imponer el collar del toisón de oro a su hija y heredera al trono, la princesa Leonor. La insigne orden del toisón de oro se creó en 1430 pero fue el emperador Carlos V quien comenzó a nombrar caballeros de la misma entregándoles el collar que esta pasada semana ha recibido la nieta del rey Juan Carlos. “Deberás respetar a los demás, sus ideas y creencias; y amarás la cultura, las artes y las ciencias, pues ellas nos dan la mejor dimensión humana para ser mejores y ayudar a progresar a nuestra sociedad (…) servirás a España con humildad y consciente de tu posición institucional; y harás tuyas todas las preocupaciones y las alegrías, todos los anhelos y los sentimientos de los españoles” fueron algunas de las palabras que el rey pronunció delante de su familia y autoridades. Pero entre esa insigne audiencia un grupo de veinte niños desconocidos llamaba tanto la atención como las palabras del rector vasco el día anterior. Esos niños habían  nacido cerca del año 2005 como Leonor de Borbón y venían de todas las comunidades autónomas. La Casa Real quiso hacer llegar más lejos los consejos del rey a la princesa con la imagen de esos niños y no del collar del vellocino de oro. Con sus 12, 13 y 14 años posaron para todas las cámaras junto a la princesa y acapararon las noticias de medio mundo con su simpatía. Esos chicos y chicas pertenecen a la generación que se ha educado con internet en sus casas y se socializa en las tan criticadas redes sociales. Son la generación z pero la prensa les bautizó como la generación de Leonor.

En Bilbao y Madrid, la generación z en apenas unas horas irrumpió en la formalidad de actos académicos y protocolarios para recordarnos en las palabras que resonaron en el paraninfo deustense y en el palacio real que el amor a la ciencia, la vocación de servicio, la tolerancia y el humanismo no están pasados de moda sino que estos jóvenes y niños los necesitan para crecer en una España donde merezca la pena vivir.


lunes, 12 de junio de 2017

La generación que sustituirá a los millennials

(este artículo fue publicado originalmente en el diario El Economista el 7 de junio de 2017)

Pocos neologismos han tenido tanto éxito y tan rápido en el lenguaje empresarial como la palabra millennial. Los llamados millennials son los miembros de la generación que se hizo mayor de edad con el nuevo milenio. Han sufrido la crisis como los que más y a la vez son protagonistas de las ventajas de la digitalización. Como empleados o clientes han sido analizados tan exhaustivamente que el diccionario de Oxford ha decidido incluirlos como nueva entrada. Pero el tiempo pasa rápido y de repente se han hecho viejos con la irrupción de una nueva generación, la de los Z, nacidos entre 1994 y 2009.

Mientras los millennials han realizado una transición del mundo analógico al digital, los jóvenes Z son los primeros nativos auténticamente digitales: Internet les ha acompañado toda su vida, para estudiar, para tener amigos, para su ocio. La tecnología es su ecosistema natural: aprenden con YouTube, los tutoriales son una herramienta fundamental de su día a día, y reclaman libros publicados recientemente; los manuales más antiguos les parecen una reliquia.

Es por tanto la tecnología lo que define y moldea a los Z, que se diferencian del resto de generaciones también por los dispositivos que manejan: han crecido con la tableta, los smartphones y un entorno donde se usaba de forma masiva WhatsApp, mientras que los millennials lo hicieron con la tecnología 2G, el portátil y el uso del SMS. Por descontado, a los Z, el walkman, el PC de sobremesa o la Game Boy propios de la Generación X ya les parecen herramientas totalmente anticuadas.

A los miembros de la generación Z  les importa su futuro. Ni son “ni-nis”, ni quieren serlo. Les interesa en alto grado la educación, la salud, las relaciones familiares, el éxito en el trabajo y el medio ambiente. Todo ello, por encima incluso de su tiempo de ocio.

Dan gran importancia a la educación, pero demandan una enseñanza más práctica y flexible, orientada a experiencias y habilidades que les ayuden a afrontar un futuro laboral caracterizado por la incertidumbre y el cambio. En este sentido, ya hay voces que alertan sobre la falta de adaptación del sistema educativo a las habilidades, necesidades e intereses de estas nuevas promociones de alumnos.
Si hay algo que distingue a los Z es el uso de las redes sociales. En las redes consumen productos y servicios, pero consumen también a través de estos mismos medios todo tipo de informaciones, opiniones y consejos, que les ayudan a crear sus propias opiniones.

Con los millennials comparten algunos rasgos, como un masivo uso de la tecnología, unos bajos niveles de fidelidad corporativa y la búsqueda de proyectos laborales y vitales que encajen con sus valores. Pero los Z van más allá, y son más inconformistas e irreverentes; unos trabajadores más creativos y emprendedores; y unos consumidores más empoderados, marquistas y concienciados.
Los Z son la primera generación que aspira a equilibrar la relación trabajo-vida privada. Son la generación más interesada en trabajar por cuenta propia, aunque quienes prefieren trabajar por cuenta ajena priorizan el buen ambiente laboral, la conciliación y la posibilidad de desarrollar su carrera profesional, antes que el sueldo o la estabilidad.

Como consumidores los Z son más marquistas que los millennials. Suelen adquirir marcas por gusto o si confían en ellas y no les importa tanto la calidad como el hecho de que le ofrezcan un producto a su gusto con un precio asequible. Tras el precio, la capacidad para dar respuestas inmediatas es el aspecto más valorado, así como la reputación y que la empresa sea respetuosa con el medio ambiente. Además, son más tolerantes a la publicidad online que los millennials, les molesta menos que los anunciantes lleguen a ellos si lo hacen con sus códigos y les gusta que lo hagan con personas reales.

Deusto Business School y Atrevia llevan dos años investigando el comportamiento de la generación z en dos estudios que han visto la luz en marzo de 2016 y abril de 2017. Lo explicado en este artículo es solo una muestra del reto al que se enfrentan las empresas de entender una cohorte de edad que aunque se comporta de modo diferente puede conseguir un mundo mejor donde vivir y trabajar.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School
Isabel LARA es vicepresidenta de Atrevia

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Ni Clinton, ni Trump. Los millennials

(este artículo fue publicado originalmente en los diarios del grupo Vocento, El Norte de Castilla, El Diario Montañés, La Verdad de Alicante y Las Provincias los días 28 y 29 de septiembre de 2016)

Obama lo sabía.  Los millennials, los jóvenes nacidos a finales de los años 80, fueron decisivos en su triunfo electoral en las dos pasadas elecciones presidenciales. Ahora la llamada "generación y" parece que también puede inclinar la balanza hacia Hillary Clinton si van a votar, o hacia Trump, si se quedan en casa y no acuden a su cita con las urnas.

Según las últimas publicaciones del US Census Bureau del mes de abril, el número de millennials alcanzó los 75,1 millones, sobrepasando por primera vez al hasta ahora segmento demográfico más numeroso, los baby boomers -que protagonizaron la explosión demográfica de los 50- ahora son 74,9 millones y tienen edades entre 51 y 69 años.   Lo más revelador de esos datos, es que el 40% de los así denominados millennials, son de origen hispano y asiático, y como el resto de los jóvenes, se inclinan en su gran mayoría por las propuestas demócratas.  Obama capturó su admiración, utilizando un estilo de comunicación fresco y mensajes dirigidos a ellos, y sobre todo, haciendo uso de los medios de comunicación que la generación del milenio entiende: redes sociales, móviles, audiovisuales...

Estas elecciones se presentan algo distintas. No sólo porque los dos candidatos podrían ser sus abuelos, y con achaques como estamos viendo, sino por otro factor intestino del partido del burro. El masivo apoyo que obtuvo Bernie Sanders entre los jóvenes en las primarias demócratas, con sus vehementes demandas de libertad y equidad social, ha desfigurado la percepción de la candidata demócrata entre esta cohorte de edad. Hillary Clinton, a quien la mayoría de los millennials perciben como una persona epítome del establishment, alejada de sus pensamientos y costumbres, hace que tengan muchas dudas en apoyar la candidata demócrata o quedarse en casa nostálgicos, viendo videos del senador Sanders. Trump les parece de otro planeta, pero Hillary no despierta la ilusión, que en su día emanó el todavía idolatrado presidente Obama o hace unos muy pocos meses el venerable revolucionario senador por Vermont.   Un reciente sondeo del New York Times concluye que para lo jóvenes americanos ni Clinton, ni Trump son hoy las opciones.

En un intento de contrarrestar esa patente apatía de los millennials hacia el voto a Hillary Clinton, los estrategas de campaña están promoviendo de manera decidida, el voto anticipado por correo, posible solo en 33 estados.  Con este movimiento, la candidatura demócrata busca captar los votos de los millennials, animándoles a votar anticipadamente y así evitar la posibilidad de que finalmente se queden en casa el día de las elecciones. Pero como se ha visto en recientes contiendas electorales en el ámbito internacional, sin ir más lejos, el todavía sorprendente Brexit, la disputa generacional en la pelea presidencial se presenta apasionante con inciertos resultados.  En Reino Unido, las encuestas daban ganadora a la opción preferida de los millennials, pero la batalla la ganaron los motivados “boomers”, que no se quedaron en casa y fueron a votar en masa.  En España durante la última campaña electoral parecía que sólo las personas mayores apoyaban al PP pero volvió a ganar en junio las segundas elecciones en seis meses.

Los millennials han llegado también a la política y ya no sólo quitan el sueño a los directores de recursos humanos de las grandes compañías por su rebeldía o a los responsables de marketing por su infidelidad a las marcas sino también hasta el mismísimo futuro presidente de los Estados Unidos de America.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y publicó en 2014 el libro Millennials, inventa tu empleo.


Gregorio Bustos es directivo de empresa y actualmente está cursando en USA un Master en la Kennedy School of Government de Harvard. 

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Pangea

(este artículo fue publicado originalmente en el número especial de Noviembre de 2015 de la revista ETHIC con la Fundación EY)

Pangea es el nombre del supercontinente que al parecer existió hace 300 millones de años en nuestro planeta. Agrupaba la mayor parte de las tierras emergidas‎ y se formó por el movimiento de las placas tectónicas ‎que hizo que todos los continentes anteriores se convirtiesen en uno. La palabra Pangea significa «toda la tierra» y procede del griego «pan» («todo») y «gea» («tierra»). Fue usada por primera vez por Alfred Wegener, autor de la teoría de la deriva continental. En su estudio de principios del siglo XX, explicaba que ‎100 millones de años después de la formación de este único continente, comenzó a disgregarse hasta alcanzar la actual distribución continental de la Tierra.

En 2012 la revista Nature publicó un artículo en el que se pronosticaba de nuevo otro movimiento continental, en el que ya estaríamos inmersos, hacia un nuevo Pangea. Otro único continente.

Yo no sé si estamos en plena deriva de placas tectónicas, pero lo que tengo claro es que el mundo está moviéndose, experimentando un cambio que, como nos recuerda la ley de Moore, gracias a la tecnología tiene una velocidad exponencial. ‎Hoy, conceptos que parecían antagónicos se hibridan para hacer posible un mundo mejor.

Lo social y lo empresarial, con las innovaciones de multinacionales como Elecnor desarrollando infraestructuras que den agua y luz en el tercer mundo. 

Lo colectivo y lo mercantil se unen, por ejemplo, con la economía colaborativa de emprendedores como Blablacar.

Lo estético y lo ético ya no son antagónicos con los plumíferos de la marca de ropa Ecoalf que arrasan esta temporada, hechos con el pet de miles de botellas de plásticos recicladas.

El activismo y las instituciones no son conceptos enfrentados. Lo demuestra una empresa como Ecoembes consiguiendo que España sea una referencia en Europa reciclando, con su sistema integral, el 70% de los envases que usamos.

Vivimos una revolución inédita, en la que por primera vez se ha universalizado el acceso a los medios de producción clásicos, como el capital. Hoy los emprendedores levantan fondos como nunca lo había hecho antes ninguna empresa. Estos nuevos insurgentes están de moda y sus ideas son ‎alimentadas por dinero inteligente en todo el mundo. También se ha democratizado la posesión del nuevo factor de producción, el conocimiento. Cualquiera puede aprender las enseñanzas de los profesores de las mejores universidades gracias a los MOOCS (massive open online courses). 

Este es el mundo que se están encontrando las nuevas generaciones que salen de las aulas. Son la llamada Generación Z y, con su desparpajo tecnológico y sus valores éticos, harán posible un nuevo Pangea. Un planeta Tierra que será un continente único para vivir, donde los problemas, por fin, encontraran rápidas soluciones gracias a las nuevas herramientas que la tecnología hoy hace posible: el emprendimiento corporativo, la innovación abierta, la ‎economía colaborativa y el activismo social.

Iñaki Ortega, doctor en economía y director de Deusto Business School Madrid

domingo, 18 de octubre de 2015

Vivimos en un algoritmo

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico El Mundo el domingo día 18 de octubre 2015, en el suplemento Mercados)

Un algoritmo es lo que atacaron los hacker para hacer pública la sensible información de los clientes que querían ser infieles a sus parejas usando la web Ashley Madison. El algoritmo de tratamiento de los datos de los usuarios de Facebook ha sido puesto en cuestión estos días por el Tribunal de Justicia Europeo y no podrán transferirse informaciones personales de Europa a Estados Unidos. Wikipedia, con su algoritmo de búsqueda, me ha permitido conocer que este término tiene su origen en unos de los padres del álgebra, el matemático persa Al-Juarismi. La red social Twitter y su infalible algoritmo, hizo viral la noticia de cómo un pequeño grupo de investigadores había demostrado que los motores diésel de Volkswagen estaban trucados y le costó el cargo, en apenas unas horas, al presidente de la, entonces, primera compañía de automóviles del mundo. Jan Koum, un matemático ucraniano, ideó un algoritmo para Whatsapp que enterró en la historia los caros mensajes sms y hoy hace posible, por ejemplo, que yo pueda informar a mis alumnos, casi al segundo, de las últimas novedades en materia de innovación. Amazon, me salvó de no tener un regalo para el cumpleaños de mi mujer, con su algoritmo para encontrar y entregar en casa, en menos de 48 horas,  unas zapatillas de running japonesas. El algoritmo que permite que se cuelguen millones de fotos al día en Instagram hace que conozca un poco mejor las aficiones de mi propia hija. Con Google Maps no tendré que levantar la mano y parar un taxi para llegar hoy a mi hotel sino callejear durante diez minutos y encontrar una parada de autobús, algo únicamente posible por el logaritmo que actualizan diariamente cientos de programadores en la compañía de Mountain View.


No es nueva la influencia de la matemática en nuestras vidas, de hecho un algoritmo, entendiéndolo como un conjunto de órdenes que permiten realizar una actividad mediante pasos sucesivos, es lo que hemos usado siempre para resolver problemas cotidianos apoyándonos en divisiones o multiplicaciones. El cambio reside en que internet y la disrupción tecnológica han convertido a la programación informática y las ciencias de la computación en el “patrón oro” de nuestro tiempo. El algoritmo que está detrás de Airbnb le ha convertido en la primera empresa hotelera del mundo sin tener un solo establecimiento. Uber es hoy la más importante empresa de trasporte privado del planeta por un algoritmo que funciona en los cinco continentes para moverte por las grandes ciudades. La misma situación de liderazgo que disfrutan en sus respectivos sectores empresas como Amazon o Facebook sin tener ni tiendas físicas y ni una sola línea impresa en papel.

La buena noticia es que la democratización del acceso al conocimiento y a los nuevos medios de producción está consiguiendo no solo que las empresas de los emprendedores sean las más innovadoras sino, como nos recuerda en un reciente informe la Fundación Kauffman,  las únicas que crean empleo neto en Estados Unidos. Esas startups además  tienen por empleados y fundadores fundamentalmente a jóvenes STEM, es decir científicos, tecnólogos, ingenieros y matemáticos. Ellas, en solitario, suponen ya más del 60% de toda la I+D privada de los Estados Unidos.

No está de más recordar estos datos precisamente ahora que la OCDE nos ha puesto colorados con la precariedad y debilidad del mercado laboral español entre los más jóvenes. Hace unos años la Universidad de Nueva York alertó de las consecuencias de caer en la brecha tecnológica. Una sociedad dual, sin apenas clase media, con trabajadores hipercualificados en ciencia y tecnología en la cúspide, frente a una base de la pirámide con trabajo precario y en riesgo de exclusión repleta de empleados legos en tecnología.

La clave para evitar esos negros augurios la encontramos, de nuevo, en un algoritmo, en la matemática que los desarrolla y sobre la que se apoyan los avances técnicos. La ciencia, que nunca debió de abandonarse, nos permite entender mejor el mundo en que nos ha tocado vivir y también garantizará el empleo que disfrutarán nuestros hijos.

Iñaki Ortega es doctor en economía, Director de Deusto Business School y profesor de la UNIR


lunes, 5 de octubre de 2015

Los z

(este artículo fue publicado originalmente como post en socioseinversores.com el 5 de octubre de 2015)

X, y, z no son sólo las tres últimas letras del abecedario, son además el nombre de las generaciones de los que tenemos menos de cincuenta años. Todo empezó con el fotógrafo Robert Capa que escribió, después de las grandes guerras, sobre la generación desconocida, la x.  De ahí cogió el nombre el grupo de los nacidos entre los 60 y 70. Después vinieron los y, los millennials, que se hicieron mayores con el nuevo milenio de la mano de la crisis y la tecnología. Los z están ahora saliendo de las aulas.

Hace unos días con motivo de la aparición de un informe sobre los hábitos de los estudiantes, un periódico de tirada nacional ilustró la noticia con este titular: “Efecto pavoroso de los estímulos audiovisuales en la educación”. Se lanzaba la voz de alarma sobre el abuso que hacen los adolescentes de los dispositivos electrónicos, a la luz de un estudio realizado por académicos americanos que establecía una relación inversamente proporcional entre el número de horas que los estudiantes están expuestos a las cinco pantallas (tv, móvil, tableta, consola y PC)  y su rendimiento escolar. Al parecer, transcribo literalmente, “los alumnos adoptan hábitos lúdicos que penalizan el esfuerzo que supone, por ejemplo, leer un libro”.

No es el primer informe ni el último sobre este asunto.  Unas semanas antes, investigadores universitarios destacaban que más de la mitad de los menores, de 9 a 16 años, tienen un uso compulsivo del móvil.  Con preocupación, se ponía el acento en que los niños tienen acceso a internet ya con siete años y a los ocho, su primer móvil.

También hace más de dos siglos hubo en Inglaterra quienes alertaron contra los avances tecnológicos. Los luditas, fue un movimiento encabezado por artesanos  que atentaban contra las nuevas máquinas como los telares mecanizados  introducidos durante la Revolución Industrial en el Reino Unido, ya que reemplazaba a los trabajadores menos cualificados.

Y todavía más lejos de nuestros días, Miguel de Cervantes, hace más de 300 años, quiso reírse de otros agoreros que alarmaban de los efectos nocivos del exceso de lectura, coincidiendo con la popularización de la imprenta y el papel, inventándose al hidalgo Don Quijote, enfermo por ingesta de novelas caballerescas.
El lector podrá incluso llegar a identificar esa criminalización de las pantallas, por quienes parece que les cuesta tanto usarlas, con aquellos luditas que quemaban los nuevos telares industriales porque no sabían usarlos o los que satanizaban los best sellers de caballeros porque tampoco sabían escribirlos.
Todos esos que en el siglo XVII y en el XIX luchaban contra el paso del tiempo usaban argumentos  casi tan peregrinos como los que hoy arguyen esos informes que ven tantos peligros en los nuevos soportes tecnológicos. Leer novelas de caballeros no enloquece; los telares mecánicos no son instrumentos del mal; la comunicación social hoy no se entiende sin el móvil; estudiar, jugar y leer a través de una pantalla no te convierte en un patán. Son verdades que en cada momento histórico costó comprender precisamente por aquellos que no están en el corazón de los cambios, por edad, mentalidad o capacitación.

Los chicos y chicas que ahora están en las aulas han sido bautizados como la generación z.  Ellos son el corazón de la disrupción. Son la generación que nació con internet, es decir aquellos que vieron la luz entre 1994 y 2009. Han crecido entreteniéndose con los móviles de sus padres y para ellos las tabletas y  las consolas no tienen secretos. Lo que para nosotros es una experiencia innovadora,  como ojear un periódico digital, leer un libro en un kindle o escuchar música en spotify, para ellos es el soporte natural de esos contenidos. Y ahí está la clave, la tecnología es el medio no el fin y por eso yerran los que auguran catastrofistas fracasos escolares en los estudiantes de esta generación. La lectura es clave en la educación así como el cálculo o el dibujo, y lo seguirá siendo con independencia de que se lea en papel o en una pantalla; se hagan las operaciones matemáticas en calculadora o con excel; se dibuje con rotring o en autocad.

En una serie de entrevistas que desde Deusto Business School, en colaboración con otras entidades, hemos realizado a algunos representantes de esta generación z, Meriem El Yamri, una veinteañera desarrolladora y ganadora del concurso para estudiantes emprendedores de Junior Achievement, nos contó que le resulta chocante aprender con  libros de texto escritos por analfabetos tecnológicos. Luis Iván Cuende, hacker de 19 años  y emprendedor, defiende la informática y la tecnología como elementos claves de esta época y no como simples asignaturas incoherentes con el resto del currículo educativo. Rodrigo Fernández Touza, apenas superados los veinte años y ya consultor de Mckinsey, no entiende que si trabajaremos con móviles y ordenadores, estén prohibidos en las aulas. Por último Sara Izquierdo, Premio Nacional de Bachillerato 2015, apuesta por contenidos más prácticos en la enseñanza y defiende la tecnología como elemento acelerador del esfuerzo de los estudiantes.
Los primeros z en elegir carreras universitarias están aplicando estos consejos apostando por grados con alto componente tecnológico como las ingenierías. En el País Vasco, por ejemplo,  la titulación con nota de corte más alta, este curso, ha sido ingeniería con física desbancando a la histórica líder de este ranking, como era medicina. El dato se repite en el resto de España en los últimos años con el liderazgo de estudios que se han bautizado como STEM (science, tech, engineer and maths). Son ya muchos los analistas que lo usan para medir en los territorios el grado de inserción en la nueva economía a través del porcentaje de egresados en esas especialidades sobre el total de titulados.

El periódico The Guardian quiso analizar en un momento clave de demanda de información, el atentado a la sede de Charlie Hebdo en Paris, cómo llegaban sus lectores a las noticias que escribieron esos días. El resultado no deja lugar a dudas sobre los cambios que estamos viviendo: el 80% procedían de la red social Facebook.

No todo es color de rosa. Y es ahí donde puede disculparse la vehemencia de esos informes contra las pantallas. El peligro del exceso de individualismo y los casos patológicos de jóvenes en Japón enclaustrados en casa son conocidos, aunque anecdóticos. Más ciencia hay alrededor del sedentarismo, y las consiguientes consecuencias en la salud de únicamente jugar en el sofá y con una consola (aunque los avances en la tecnología de los videojuegos están empezando a convertir los salones de las casas con niños en polideportivos…)

Los jóvenes que hoy devoran las pantallas son miembros de la última generación. No porque vayan enloquecer como Don Quijote o embrutecerse por no leer signos en papel…sino porque, los miembros de la generación z, son los últimos de una época. Una era que está  muriendo mientras comienza otra donde la tecnología lo cambiará, lo está empezando a cambiar, todo: los empleos, las relaciones sociales, los viajes, las compras y también la educación. Serán la última generación en hacer las cosas de una determinada manera para empezar a hacerlas de otra muy diferente con la tecnología como aliado. Serán la última generación, también, porque al final y al cabo, la z, es la última letra del abecedario.

Iñaki Ortega es doctor en economía, director de Deusto Business School en Madrid  y profesor de la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja)

sábado, 9 de mayo de 2015

Atención a los millennials

(este artículo fue publicado originalmente en los periódico El Correo y Diario Vasco el día 7 de mayo de 2015)

La generación del milenio representa las actitudes y habilidades propias del contexto del tercer milenio. Los jóvenes que tienen entre veintitantos y treinta y tantos años - los millennials – se están desarrollando profesionalmente en un contexto muy complejo y novedoso. Por una parte, la larga crisis les ha inducido a desarrollar actitudes laborales proactivas e innovadoras; por otra, la rápida evolución tecnológica en la que han crecido les han convertido en los mejor preparados para afrontarla. Un joven segmento demográfico todavía minoritario, con un importante potencial de crecimiento e influencia en el conjunto de la sociedad.

El estudio sociológico de esos jóvenes pone de manifiesto que estos tienden a cumplir la regla de las 4 Cs: están dispuestos a cambiar de empleo o de ciudad, son más creativos, propensos a la cooperación y a una mayor preparación científico-técnica. Resulta sintomático que durante éste último año el grado universitario con mayor nota de corte en España haya sido la licenciatura de física con matemáticas, unos estudios orientados al análisis cuantitativo más sofisticado. La omnipresencia de la informática, los dispositivos de telefonía, los programas y aplicaciones de interrelación social promueven el dominio de conocimientos y habilidades para aprovecharse de éste entorno. Un nivel de capacitación científico – técnico que está alcanzando a grandes capas de población en el mundo entero, y que les va a permitir una capacidad de progreso personal y dinamización socio-económica como nunca ha habido en la historia.

Los millenials están creciendo con dos clases de “héroes” en sus cabezas. Por una parte los pioneros “mayores” como Bill Gates (Microsoft) o Steve Jobs (Apple); y por otra los más jóvenes, como Larry page y Serguéi Brin (Google), Mark Zuckerberk (Facebook) y Jan Koum (WhatsApp). Ambos grupos de pioneros tienen en común una característica con un enorme potencial de ilusión y de transformación social; partieron de unas escasísimas bases de recursos financieros y humanos, multiplicando exponencialmente la inversión realizada hasta extremos nunca vistos hasta ahora en la historia del hombre sobre la tierra. Tan irresistible atractivo, apoyado por un entorno inversor extraordinariamente favorable (por los bajos tipos y los innumerables clubs de inversores e incubadoras de internet, además del crowdfunding) está convirtiendo el emprendimiento en la primera opción de un creciente segmento de la población occidental.

Por ello los nuevos yacimientos de empleo de los altamente cualificados millenials son cada vez menos accesibles para las grandes empresas, que durante el siglo XX habían venido acaparando el empleo de los segmentos de población más capacitados. Desde que el economista David Birch publicara en 1979 que el empleo lo provocan los emprendedores, los sucesivos estudios han refrendado su tesis; muchas pequeñas y medianas organizaciones son las que crean los empleos; empresas que se coordinan entre sí en complejas cadenas de valor añadido que van copando crecientes parcelas de la economía. Éste entorno les ha empujado a las grandes empresas a buscar cómo integrar en su cultura las actitudes y las capacidades de éste colectivo incorporándolos a sus plantillas; para ello están promoviendo en sus grupos el intra-emprendimiento (el I+D+I que genera nuevos negocios para diversificar); de hecho, el profesor Christiansen – de la Universidad de Harvard – ha afirmado que las empresas del siglo XXI están abocadas a fracasar si no trabajan con emprendedores. No hace falta dedicar mucho espacio a argumentar que la forma de tratar a los millenials debe de ser sustancialmente distinta a la de los empleados habituales; son personas más asertivas, independientes, e incluso rebeldes; si el entorno no les gusta mucho, se marchan. También tienen el potencial de promover y mantener procesos colectivos de innovación y progreso que creen un extraordinario valor para los accionistas de esas corporaciones.

Éste grupo social ha hecho de la necesidad virtud; son fuertes y resueltos. Y nadie puede vislumbrar todavía cual puede ser llegar a ser su influencia en los gustos del conjunto de la sociedad y en las exigencias que van a plantear a las organizaciones sociales y los partidos políticos. Conforme vaya aumentando su número y el peso de sus decisiones en el conjunto de la sociedad, podremos evaluarlo con más precisión. Ahora, en este momento, lo que es seguro que se puede proclamar ¡atención a los millenials!

Ignacio Suárez-Zuloaga, Presidente de la Fundación Zuloaga e Iñaki Ortega Cachón profesor de Deusto Business School.