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lunes, 16 de noviembre de 2020

La mediana edad no es la edad de moda

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 16 de noviembre de 2020)


Esta semana he leído en un estudio que los nativos digitales están entrando en la mediana edad, aunque no se hayan dado cuenta. Me hizo reír porque es verdad que la conocida como generación millennial -los jóvenes que cumplían los 18 años en el cambio del milenio- hoy están a punto de cumplir 40 años a pesar de que ellos se ven muy lejos de ser mayores. A la vez empecé a pensar en eso de la mediana edad. La mediana edad se ha entendido como sinónimo de madurez o que dejabas de ser joven. Es aquel momento en el cual se supone has formado una familia, tienes trabajo y has comprado una casa. Eso, en nuestra cultura, pasaba cuando entrabas en la cuarentena.

El informe del economista de Dartmouth College afirma, además, que la edad en la que eres menos feliz es precisamente cuando estás en la década de los cuarenta años. En concreto y después de analizar 500.000 personas de 132 países, concluyó que hoy cuando más infeliz eres es a los 47 años. Si has nacido en 1973 tus hijos siguen dependiendo de ti, el trabajo no es lo suficientemente estable, no has terminado de pagar la hipoteca y el futuro -con la pandemia y la crisis- es más impredecible que nunca,

En esas estaba cuando la etimología de mediana edad me llevó a recordar mis años de profesor de estadística cuando explicamos en clase la diferencia entre mediana, media y moda. Para calcular la mediana de una serie de valores numéricos tenías que ordenarlos de mayor a menor; el número que estaba en el medio era la mediana. En cambio, la media era el promedio y surgía de sumar todos los datos y dividirlos entre el total. Por último, la moda es el dato que más se repetía en una serie. Si ahora esto lo llevamos a la población española podríamos concluir que la edad mediana es 43 años; si estás en esa cifra, hay tantos mayores como menores de tu edad en tu país. La edad promedio por estos lares es un poco más, 44 años o lo que es lo mismo, es la media aritmética de la población.  Pero la moda es dónde está el grupo de edad más numeroso, y en nuestro país está en 40 y 44 años. Cojas la ratio que cojas de la estadística, los cuarenta años te pillan en el medio de todo. Tan cerca de la vejez como de la niñez, de ser un moderno que de ser un supuesto antiguo y, además, cada día, los que integran esa cohorte se acercan -sin prisa, pero sin pausa- a esos 47 años tan infelices.

Visto lo visto, ahora se entiende porque esos millennials no quieren cumplir años y quieren quedarse en los treinta, pero me temo que, aunque manejen tan bien la tecnología, todavía no son capaces de parar el tiempo con sus móviles de última generación.

 

NOTA: Tengo 48 años y he superado los 47 sin problemas.

 

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR


domingo, 21 de enero de 2018

La letra que mide la alta capacidad

(este artículo fue publicado originalmente el día 19 de enero de 2018 en la revista Claves de Comunicación)

Cada año generamos más contenidos que todos los que se habían creado en 2.000 años de civilización. Recientemente, unos científicos cuantificaron la información disponible. Para medir esa ingente cantidad de información usaron zettabytes. Si no sabes qué es un zettabyte no pasa nada, quédate con que es sinónimo de alta capacidad. El prefijo de los zettabyte coincide con el nombre con el que se conoce a la cohorte de chicos y chicas educados con internet en sus hogares. Es decir, la llamada generación z, los nacidos a partir de 1994, fecha consensuada por los informáticos como el inicio del internet moderno. Irreverentes, inmediatos, son toda una incertidumbre para las marcas y empleadores, pero también para sus padres y profesores. Un zettabyte es un 1 byte seguido de 21 ceros. Está demostrado que a partir de cierta cantidad de ceros nuestra mente es incapaz de poner en perspectiva una cifra tan elevada. Si no entiendes los zettabytes pero tampoco a tus colegas de trabajo y clientes más jóvenes te animamos a que leas nuestro nuevo libro sobre la generación z.

“Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para entrar en el mundo del saber”. La frase, atribuida a Eisntein, no fue nunca tan cierta como con la generación que ha dejado antiguos a los millennials. Los chicos y chicas que hoy tienen veinte años no han considerado la tecnología como una asignatura, a diferencia de los que superamos la treintena. Para ellos, los conocimientos técnicos en programación, por citar un ejemplo, no suponen una obligación sino una expresión del mundo en el que se desenvuelven desde que tienen uso de razón. Si quieres comunicarte con ellos has de hablar su idioma, y su idioma hoy es la tecnología. Los expertos insisten en que entre 2030 y 2050 la ficción se hará realidad y la inteligencia artificial superará al ser humano. La automatización está penetrando en actividades tan humanas como el razonamiento o la percepción, desplazándose, por tanto, desde el sector manufacturero al de servicios. El blockchain dejará sin trabajo a los notarios. Los chatbots están ya vaciando de personal los departamentos de atención al público. La impresión aditiva cambiará la vida de las factorías. Por ello y volviendo al principio de esta brve reflexión basta con que recuerdes que zettabytes es una medida para almacenar datos y que además sus primeras letras son el apelativo con el que se conoce a una nueva generación. Ambos, esa medida y esos jóvenes son sinónimos de altas capacidades y ambos no se explican sin la importancia de los cambios tecnológicos. Así que no habrá más remedio que abrazar la tecnología de la mano de la nueva generación de clientes, empleados y ciudadanos.

Nuria Vilanova es presidenta y fundadora de ATREVIA

Iñaki Ortega es profesor y director de DEUSTO BUSINESS SCHOOL

lunes, 12 de junio de 2017

La generación que sustituirá a los millennials

(este artículo fue publicado originalmente en el diario El Economista el 7 de junio de 2017)

Pocos neologismos han tenido tanto éxito y tan rápido en el lenguaje empresarial como la palabra millennial. Los llamados millennials son los miembros de la generación que se hizo mayor de edad con el nuevo milenio. Han sufrido la crisis como los que más y a la vez son protagonistas de las ventajas de la digitalización. Como empleados o clientes han sido analizados tan exhaustivamente que el diccionario de Oxford ha decidido incluirlos como nueva entrada. Pero el tiempo pasa rápido y de repente se han hecho viejos con la irrupción de una nueva generación, la de los Z, nacidos entre 1994 y 2009.

Mientras los millennials han realizado una transición del mundo analógico al digital, los jóvenes Z son los primeros nativos auténticamente digitales: Internet les ha acompañado toda su vida, para estudiar, para tener amigos, para su ocio. La tecnología es su ecosistema natural: aprenden con YouTube, los tutoriales son una herramienta fundamental de su día a día, y reclaman libros publicados recientemente; los manuales más antiguos les parecen una reliquia.

Es por tanto la tecnología lo que define y moldea a los Z, que se diferencian del resto de generaciones también por los dispositivos que manejan: han crecido con la tableta, los smartphones y un entorno donde se usaba de forma masiva WhatsApp, mientras que los millennials lo hicieron con la tecnología 2G, el portátil y el uso del SMS. Por descontado, a los Z, el walkman, el PC de sobremesa o la Game Boy propios de la Generación X ya les parecen herramientas totalmente anticuadas.

A los miembros de la generación Z  les importa su futuro. Ni son “ni-nis”, ni quieren serlo. Les interesa en alto grado la educación, la salud, las relaciones familiares, el éxito en el trabajo y el medio ambiente. Todo ello, por encima incluso de su tiempo de ocio.

Dan gran importancia a la educación, pero demandan una enseñanza más práctica y flexible, orientada a experiencias y habilidades que les ayuden a afrontar un futuro laboral caracterizado por la incertidumbre y el cambio. En este sentido, ya hay voces que alertan sobre la falta de adaptación del sistema educativo a las habilidades, necesidades e intereses de estas nuevas promociones de alumnos.
Si hay algo que distingue a los Z es el uso de las redes sociales. En las redes consumen productos y servicios, pero consumen también a través de estos mismos medios todo tipo de informaciones, opiniones y consejos, que les ayudan a crear sus propias opiniones.

Con los millennials comparten algunos rasgos, como un masivo uso de la tecnología, unos bajos niveles de fidelidad corporativa y la búsqueda de proyectos laborales y vitales que encajen con sus valores. Pero los Z van más allá, y son más inconformistas e irreverentes; unos trabajadores más creativos y emprendedores; y unos consumidores más empoderados, marquistas y concienciados.
Los Z son la primera generación que aspira a equilibrar la relación trabajo-vida privada. Son la generación más interesada en trabajar por cuenta propia, aunque quienes prefieren trabajar por cuenta ajena priorizan el buen ambiente laboral, la conciliación y la posibilidad de desarrollar su carrera profesional, antes que el sueldo o la estabilidad.

Como consumidores los Z son más marquistas que los millennials. Suelen adquirir marcas por gusto o si confían en ellas y no les importa tanto la calidad como el hecho de que le ofrezcan un producto a su gusto con un precio asequible. Tras el precio, la capacidad para dar respuestas inmediatas es el aspecto más valorado, así como la reputación y que la empresa sea respetuosa con el medio ambiente. Además, son más tolerantes a la publicidad online que los millennials, les molesta menos que los anunciantes lleguen a ellos si lo hacen con sus códigos y les gusta que lo hagan con personas reales.

Deusto Business School y Atrevia llevan dos años investigando el comportamiento de la generación z en dos estudios que han visto la luz en marzo de 2016 y abril de 2017. Lo explicado en este artículo es solo una muestra del reto al que se enfrentan las empresas de entender una cohorte de edad que aunque se comporta de modo diferente puede conseguir un mundo mejor donde vivir y trabajar.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School
Isabel LARA es vicepresidenta de Atrevia

domingo, 17 de mayo de 2015

De los ninis a la generación Z

(este artículo fue publicado originalmente en el Diario Montañés el día 17 de mayo de 2015)


El término "ni-ni" saltó a la opinión pública española hace más de seis años de forma paralela al estallido de la crisis económica. Muchos jóvenes estaban abocados a no poder estudiar ni trabajar. En ese contexto de rápida destrucción de empleo, y ante la perspectiva de una larga recesión, no fueron pocas las voces que alertaban del grave riesgo de perder a toda una generación de españoles que iba a tener muy difícil no sólo incorporarse al mercado laboral, sino sobre todo, avanzar hacia la madurez carentes de ilusión y sin ningún proyecto de vida.



Ha pasado mucho tiempo desde 2008 y la crisis ha cambiado nuestra economía, no sin un importante coste para las familias. Muchas de las amenazas siguen ahí, pero España exporta más que nunca -en diversas universidades europeas vuelven a hablar  del "milagro español"-, el crecimiento se consolida  y volvemos a ser atractivos para invertir.

Y sin hacer ruido, buena parte de estos indicadores positivos están directamente relacionados con el constante acceso de integrantes de la generación del milenio -milennials- a puestos y espacios de responsabilidad en la economía española. Ese conjunto de españoles nacidos en los 80 y primeros 90 forman la primera generación que ha convivido con la crisis y la disrupción tecnológica, la más emprendedora y la que mejor ha sabido entender los cambios que nuestro tejido productivo necesitaba para retomar la senda del crecimiento.

Muchos de ellos se han curtido en empleos para los que estaban sobrecualificados; otros no dudaron en inventar su propio puesto de trabajo incluso más de una vez, sin desaliento; y han obligado a las multinacionales a entender su concepto de economía colaborativa y de gestión del talento.

Hace unas semanas en un seminario sobre esta generación impartido en la Fundación Botín, se nos recordó que en su día las grandes compañías incorporaban a sus filas a los trabajadores que entendían más cualificados para hacer crecer sus cifras de negocio dentro de su sector de actividad. Hoy los más demandados son aquellos que aportan ideas para diversificar la empresa, para sumar a nuevos grupos de clientes y para renovar procesos que el propio peso de la compañía había dejado obsoletos. Y a la hora de atraer ese talento, las empresas han tenido que cambiar también determinadas actitudes: por encima del sueldo cuenta el entorno de trabajo, la sensación de pertenecer a un proyecto común y las posibilidades de seguir aprendiendo y desarrollándose.

Los milennials están llevando a cabo en todo el mundo la máxima de que el crecimiento económico actual se genera en espacios de emprendimiento pequeños en los que se unen personas de origen y cualificación diversa. Y en Cantabría, territorio de pymes, pueden ser el estímulo que necesitamos para dejar atrás definitivamente la crisis, renovando nuestra realidad productiva de abajo hacia arriba. Pymes más tecnológicas, más capaces de internacionalizarse y más resistentes a los vaivenes económicos. Los milennials están creando las empresas que darán trabajo a nuestros hijos mientras llevan a España al nivel de I+D+i que el tamaño de nuestra economía exige (el ranking Global Innovation Index nos sitúa aún en el puesto 27).

Además, la segunda mitad de esta década va a ser la de la incorporación masiva de los milennials a los puestos de responsabilidad en la política y en las empresas públicas. Veremos si los nuevos aires que ya han traído a nuestra economía se trasladan a la res pública y obtenemos como resultado un país más proclive al emprendimiento, a la innovación y a la igualdad de oportunidades en el mercado laboral, para afianzar la recuperación que ellos mismos han iniciado desde el sector privado.

Y por último, no podemos olvidar a los que llegan por detrás: la que diversos autores norteamericanos han denominado "Generación Z" (los nacidos aproximadamente entre 1994 y 2002), y cuya principal característica es la de haber llegado a un mundo en el que la World Wide Web estaba ya plenamente desarrollada. Por lo tanto, carecen del concepto -tanto mental como académico- de libros, archivos y orden bibliotecario: desde la infancia han recibido miles de estímulos informativos sin filtrar -todo cabe en Internet- y siempre en forma de ceros y unos.

Sus integrantes de más edad están accediendo ya a universidades y al mercado laboral, destacando por su facilidad para adaptarse a entornos cambiantes, su pluralidad de opiniones y su necesidad de dedicar su tiempo solamente a aquellas cosas que les interesan. Una generación que ya está siendo objeto de estudio entre analistas y universidades de todo el mundo, porque entenderla es clave para vislumbrar el futuro plenamente digital que se desarrollará a lo largo del siglo XXI.

El reto para lo público, la academia y las empresas será alinear sus estrategias para tener muchos “jóvenes z” y en cambio los “ni-nis” sean ya sólo un triste recuerdo del pasado.


Leticia Diaz es Consejera de Presidencia y Justicia del Gobierno de Cantabria
Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad de Deusto.

NOTA: Este artículo se inspiró en la presentación del libro Millennials, inventa tu empleo (ediciones UNIR) en Santander en la Fundación Botín el día 24 de mayo.

jueves, 16 de octubre de 2014

De ninis, millennials y otras leyendas urbanas

(este artículo fue publicado simultaneamente en los periódicos La Rioja, Diario Hoy, El Norte de Castilla y La Verdad el día 15 de octubre de 2014)

“Ayer estuve en un bar con amigos, era como un grupo de whastapp pero nos veíamos y tomábamos copas. Es el futuro”  Twitter, septiembre 2014

Desde que en mayo de 2013 la revista Time dedicó su portada  a los millennials con la leyenda “Me Me Me Generation” rematada en su interior con afirmaciones del tipo de “son perezosos, narcisistas y todavía viven con sus padres” se desencadenó toda una serie de leyendas urbanas alrededor de la generación del nuevo milenio.


Ni estudian, ni trabajan. Son ninis que como en la película de León de Aranoa pasan “los lunes al sol” y según parece también el resto de la semana. La lacerante tasa de desempleo juvenil  y el retraso en la edad de emancipación han llevado a que muchos jóvenes terminen sus estudios y sigan viviendo en casa porque no tienen trabajo. Pero de ahí a considerar que aquellos que han nacido en los 80 y 90 no hacen nada hay un trecho.  Precisamente esta generación no es la que dejó de estudiar por trabajar al albur del boom inmobiliario; ni tampoco son ellos los que despreciaron ser emprendedores por la estabilidad de la función pública. Fueron las generaciones anteriores las obsesionadas por ser funcionarios y las del abandono escolar por el dinero fácil del ladrillo. Los millennials, no vivieron todo eso porque han crecido con la crisis, están superpreparados como ha puesto de manifiesto recientemente la Universidad de Deusto al comunicar que nunca hubo tantos doctores como ahora. Es esta la cohorte de edad que mejor asume la aventura de emprender, aseverado por el informe GEM y son ellos los que están empujando con sus startups a que las grandes empresas innoven. Es el caso de Luis Iván Cuende con 17 años explicado en su libro “ni estudio ni trabajo…monto empresas y hago lo que me gusta”.

Frívolos y egocéntricos. Bailan twerking esa modalidad de baile que consiste en mover las nalgas en distintas direcciones que practican celebrities como Miley Cyrus o Rihanna; se fotografían continuamente y cuelgan sus selfies  en redes sociales como Instragram.  La realidad es que la también llamada generación Y se divierte de un modo más sano que las anteriores con la fiebre del running o aficiones como el parkour y tribus como los surfers o rollers que exigen estar en plena forma. Son los millennials los que movidos por la necesidad y sus convicciones han inventado la economía colaborativa que  con la ayuda del internet de las cosas, como dice el economista Rifkin, nos convertirá a todos en prosumidores (productores y consumidores a la vez).

Snobs y sin compromiso social. Les preocupe estar a la última moda al extremo de convertirse en anoréxicos o en seguidores de la dietas mas cool como los paleos que comen lo mismo que el hombre en la Edad de Piedra. No les interesa la política ni participan en las ONGs como las generaciones anteriores. La verdad es que los millennials no inventaron la comida basura sino sus padres y son ellos los que están patrocinando la filosofía slow food o el “hazlo tu mismo”. Por último, nada mejor que la imagen de las calles de Hong Kong tomadas por miles de jóvenes adolescentes enfrentándose a la dictadura china para demostrar la falacia de esa supuesta pasividad social.


El mundo está cambiando mucho y muy rápido pero eso no nos puede llevar a estigmatizar a la generación del milenio solo por no entenderla. Estamos a tiempo de rectificar al igual que lo ha hecho recientemente el periodista que lo inició todo con su artículo en TIME “son la generación que nos va a salvar, son optimistas y quieren ser vistos pero no dominar a todos. Son emprendedores sin afán de poder”

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de universidad.