(este artículo fue publicado originalmente en el diario El Economista el 7 de junio de 2017)
Pocos neologismos han tenido
tanto éxito y tan rápido en el lenguaje empresarial como la palabra millennial.
Los llamados millennials son los miembros de la generación que se hizo mayor de
edad con el nuevo milenio. Han sufrido la crisis como los que más y a la vez
son protagonistas de las ventajas de la digitalización. Como empleados o
clientes han sido analizados tan exhaustivamente que el diccionario de Oxford
ha decidido incluirlos como nueva entrada. Pero el tiempo pasa rápido y de
repente se han hecho viejos con la irrupción de una nueva generación, la de los
Z, nacidos entre 1994 y 2009.
Mientras los millennials han
realizado una transición del mundo analógico al digital, los jóvenes Z son los
primeros nativos auténticamente digitales: Internet les ha acompañado toda su
vida, para estudiar, para tener amigos, para su ocio. La tecnología es su
ecosistema natural: aprenden con YouTube, los tutoriales son una herramienta
fundamental de su día a día, y reclaman libros publicados recientemente; los
manuales más antiguos les parecen una reliquia.
Es por tanto la tecnología lo que define y moldea a los Z, que se
diferencian del resto de generaciones también por los dispositivos que manejan:
han crecido con la tableta, los smartphones y un entorno donde se usaba
de forma masiva WhatsApp, mientras que los millennials lo hicieron con
la tecnología 2G, el portátil y el uso del SMS. Por descontado, a los Z, el walkman,
el PC de sobremesa o la Game Boy propios de la Generación X ya les
parecen herramientas totalmente anticuadas.
A los miembros de la generación Z les importa su futuro. Ni son “ni-nis”, ni
quieren serlo. Les interesa en alto grado la educación, la salud, las relaciones
familiares, el éxito en el trabajo y el medio ambiente. Todo ello, por encima incluso
de su tiempo de ocio.
Dan gran importancia a la educación, pero demandan una enseñanza más
práctica y flexible, orientada a experiencias y habilidades que les ayuden a
afrontar un futuro laboral caracterizado por la incertidumbre y el cambio. En
este sentido, ya hay voces que alertan sobre la falta de adaptación del sistema
educativo a las habilidades, necesidades e intereses de estas nuevas
promociones de alumnos.
Si hay algo que distingue a los Z es el uso de las redes sociales. En
las redes consumen productos y servicios, pero consumen también a través de
estos mismos medios todo tipo de informaciones, opiniones y consejos, que les
ayudan a crear sus propias opiniones.
Con los millennials comparten algunos rasgos, como un masivo
uso de la tecnología, unos bajos niveles de fidelidad corporativa y la búsqueda
de proyectos laborales y vitales que encajen con sus valores. Pero los Z van
más allá, y son más inconformistas e irreverentes; unos trabajadores más
creativos y emprendedores; y unos consumidores más empoderados, marquistas y
concienciados.
Los Z son la primera
generación que aspira a equilibrar la relación trabajo-vida privada. Son la generación
más interesada en trabajar por
cuenta propia, aunque quienes prefieren trabajar por cuenta ajena priorizan el
buen ambiente laboral, la conciliación y la posibilidad de desarrollar su
carrera profesional, antes que el sueldo o la estabilidad.
Como consumidores los Z son más marquistas que los millennials. Suelen adquirir marcas por
gusto o si confían en ellas y no les importa
tanto la calidad como el hecho de que le ofrezcan un producto a su gusto con un
precio asequible. Tras el precio, la capacidad para dar respuestas inmediatas
es el aspecto más valorado, así como la reputación y que la empresa sea respetuosa
con el medio ambiente. Además, son más tolerantes a la publicidad online
que los millennials, les molesta menos que los anunciantes lleguen a
ellos si lo hacen con sus códigos y les gusta que lo hagan con personas reales.
Deusto Business School y Atrevia llevan dos años
investigando el comportamiento de la generación z en dos estudios que han visto
la luz en marzo de 2016 y abril de 2017. Lo explicado en este artículo es solo
una muestra del reto al que se enfrentan las empresas de entender una cohorte
de edad que aunque se comporta de modo diferente puede conseguir un mundo mejor
donde vivir y trabajar.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School
Isabel LARA es vicepresidenta de Atrevia
No hay comentarios:
Publicar un comentario