lunes, 7 de abril de 2014

Los coreanos

(Artículo publicado originalmente en el periódico ABC el día 7 de abril de 2014)

En el Bilbao de los años 50,  según me contó mi madre, ‘coreanos’ era el apelativo que recibían las personas que se trasladaban a la ciudad procedentes de otras regiones de España para trabajar en la pujante industria vasca. Y es que Corea fue hasta mediados del siglo pasado uno de los países más pobres del mundo,  lo que  empujaba a una parte importante de su población a emigrar a China y Japón para sobrevivir. Hoy, a los coreanos – a los del sur del paralelo 38- ya no se les identifica con mano de obra fabril:  Ban Ki Moon y Jim Yong Kim, los máximos responsables de la ONU y el Banco Mundial, proceden de este rincón de Asia;  igual que el cantante que, al son del ‘gangnam style’, ha protagonizado el vídeo musical más visto de la historia; y coreano es, también, el gigante tecnológico Samsung.

Corea ha pasado de ser más pobre que Ghana o Mozambique a ser uno de los 12 países  más ricos del mundo, estando un puesto por delante de Canadá y dos de España. Además, lo ha conseguido manteniéndose como uno de los países donde las desigualdades sociales son menos pronunciadas.

La clave de este espectacular desarrollo es que este tigre asiático nunca, ni en épocas de bonanza ni en las de  turbulencias, ha perdido el hábito de pisar el embrague y maniobrar para adaptarse a  un mundo en rápida transformación. Son varias las transiciones económicas que ha venido acometiendo a lo largo de las últimas décadas: de la agricultura a la industrialización, de un modelo de sustitución de importaciones a otro basado en la exportación, de un sistema dirigista a otro más descentralizado, y de una competitividad de costes a otra centrada en la innovación.

Es esta capacidad para cambiar de marcha la que puede ser una fuente de inspiración para España en este momento en que vemos ya la recesión en el espejo retrovisor sin que el camino que tenemos por delante aparezca todavía bien trazado. No es que reencontrar la senda que conduce al éxito económico nos resulte algo nuevo en absoluto. Lo que pasa es que ahora nos cuesta más porque durante años nos habíamos acostumbrado a avanzar con la quinta puesta y sin plantearnos rutas alternativas.
Las herramientas que han permitido a Corea ser puntero en una variedad de sectores desde el automóvil a la telefonía inteligente son básicamente tres: inversión constante en I+D+i, que representa el 4% del PIB; la creación de un entorno favorable para la iniciativa empresarial, no en vano es la séptima economía por facilidad para hacer negocios; y la inversión en educación, lo que les hace  figurar sistemáticamente en los primeros puestos de las clasificaciones que hace PISA. A esta triada se une un intangible tanto o más valioso a la hora de afrontar los retos que como nación se le plantean en los momentos difíciles: la alineación de empresas, instituciones y ciudadanos en el esfuerzo colectivo –baste señalar que durante crisis de 1997 más de cuatro millones de coreanos donaron oro por valor de 2000 millones de dólares a su gobierno para ayudarle a pagar la deuda extranjera-.

Corea  desmonta la idea cada vez más extendida de que en una economía globalizada no importan las decisiones que se toman dentro de un Estado.  Por ello, y  porque España  demostró en el pasado que también es capaz de reinventarse en coyunturas complicadas, las lecciones a extraer de Corea del Sur pueden resultarnos muy  útiles para estar seguros de que emprendemos la recuperación por una vía rápida. Si tenemos éxito, recordaremos con orgullo cómo superamos esos años en los que nos llamaban PIGS, exactamente igual que lo hacen en la actualidad los coreanos al mirar atrás.


Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la UNIR