miércoles, 24 de marzo de 2021

Pandenomics

(este artículo se publicó originalmente en el periódico La Información el día 23 de marzo de 2021)

El cambio del milenio trajo la vana ilusión de conseguir alinear empresa y sociedad. En la agenda, súbitamente, en 1999, apareció la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) y los objetivos del milenio (ODM) de Naciones Unidas. También, ese año, nació el índice Dow Jones Sustainability y Global Compact, el pacto mundial por la sostenibilidad. Michael Porter comienza entonces a formular desde lo que llamó filantropía corporativa, su teoría del valor compartido. Básicamente el profesor de la Universidad de Harvard defendía alinear el éxito de la empresa con el éxito de la comunidad en la que se opera, para ello hay que retribuir a la sociedad con parte de los beneficios de la compañía. La realidad es más tozuda y este intento de socializar el capitalismo se quedó en estético y la RSC en una cortina de humo. La brecha entre empresa y sociedad lejos de reducirse se agrandó. No es fácil. Son muchos siglos en los que la economía y el humanismo han sido dos ríos que nunca llegaban a juntarse.

La economía, desde que existe como tal, defiende la existencia de ventajas competitivas. Adam Smith en el siglo XVIII matizó en su libro “La Riqueza de las Naciones” esa ventaja por la existencia de una mano invisible (el mercado) que llevaba al bien común. En el siglo XX, para Schumpèter, esa ventaja reside en la fuerza creativa de los emprendedores y para Keynes es el Estado en que garantiza que el ventajismo no genere desigualdad. Pero Milton Friedman en 1970 acuña su célebre frase que aún permanece en la mente de muchos directivos, “la única responsabilidad social de los empresarios es incrementar sus ganancias”. Aunque en 1993 el nobel Douglas North postuló la importancia de las instituciones, entre ellas las empresas, para evitar las injusticias económicas, la corriente de la escuela de Chicago de Friedman siguió ganando adeptos en las corporaciones durante todo el siglo XX. 

Ya desde Aristóteles, la filosofía ha reflexionado sobre el humanismo. Tomás de Aquino postulando por la dignidad del ser humano; Rousseau con su “contrato social “que inspiró la Revolución Francesa frente al absolutismo o la defensa de las libertades civiles en el nacimiento de los Estados Unidos de América frente al dogmatismo de la metrópoli, permitieron el surgimiento en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1948 de Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero por más que en 1999 se intentó seguir esa línea con los objetivos de desarrollo del milenio y en 2015 los ODS (objetivos de desarrollo sostenible), todavía la economía y la sociedad seguían caminos diferentes.

Pasaron los años y el tercer milenio avanzó inexorablemente hasta la crisis del 2008 que agrandó la brecha entre la empresa y la gente. El mejor caldo de cultivo para un populismo que comenzó a hacerse notar en el mundo y también en nuestro país. El Brexit, la era Trump o el auge de los movimientos antisistema como los chalecos amarillos en Francia o el 15-M en España alertó a muchos directivos a retomar una agenda del cambio. De modo y manera que en 2019 la patronal American Business Round Table pide redefinir las reglas del capitalismo; el periódico Financial Times exige al mismo tiempo reinventar el capitalismo y en el foro de Davos de ese año solo se habla de un nuevo capitalismo del propósito. Los acontecimientos se precipitan y el primer ejecutivo del mayor fondo de inversión del mundo, BlackRock, amenaza con dejar de invertir en empresas que no sean sociales y en España se traspone la directiva comunitaria que exige, por ley, dar información sobre la labor social de las empresas (ley 11/18 de información no financiera y diversidad). Nace el acrónimo ESG (sostenibilidad en materia medio ambiental, social y de gobierno corporativo) como mantra que han de seguir las empresas que quieran sobrevivir en la nueva economía. Hasta la CNMV en la modificación de su código de buen gobierno en 2020 decide sustituir la RSC por la sostenibilidad de la ESG. 

Y de repente la pandemia. La economía de la pandemia o pandenomics ha venido para quedarse. En Argentina el catedrático Javier Milei idéntica pandenomics con mega recesión, inflación y crisis global. En España, la economista jefe de Singular Bank, Alicia Coronil usa pandenomics como sinónimo de inestabilidad ante el auge de China y la desaparición de Abe en Japón y Merkel en Alemania. Yo prefiero una visión más optimista. La economía de la pandemia permitirá el milagro de que los dos ríos condenados a no juntarse nunca -la economía y la sociedad- finalmente lo hagan. La emergencia sanitaria logró que en la fábrica de SEAT de Martorell los motores de los parabrisas se convirtieran en respiradores. El confinamiento permitió comprobar lo sencillo que era tener ciudades con el aire respirable, si conducimos menos. Los fondos públicos bien usados, como en España con los ERTEs y los ICOs salvan a empresas que así mantienen los empleos. Los tenedores de grandes locales comerciales rebajaron los alquileres a los comercios sin actividad. Al mismo tiempo, sin trabas públicas ni organizativas, pudo diseñarse en tiempo récord una vacuna que salva millones de vidas todos los días. Se concilió vida profesional y laboral, con los niños y padres en videoconferencias. Nadie se quedó sin luz o conexión telefónica y de datos. 

Pero lo mejor está por llegar en pandenomics. Europa con el plan de su presidenta Úrsula Von der Leyen, Green New Deal o pacto verde, para hacer que Europa sea climáticamente neutral en 2050. O los fondos Next Generation que ayudarán a que empresas de la mano de la administración modernicen nuestra economía. El capital privado de todo el mundo movilizado para invertir en tecnologías que frenen el cibercrimen, mejoren la salud global o eliminen la huella de carbono. Tecnológicas y startups con nuevos marcos amistosos promovidos por los gobiernos, conseguirán una economía competitiva que genere empleo de calidad y no deje a nadie atrás. Llámenme iluso. Pero la economía de la pandemia puede obrar el milagro. El dolor de este año nos ha hecho descubrir que solo desde la unión de lo público y lo privado, lo económico y los social, se conseguirá vencer al coronavirus pero sobre todo construir un mundo mejor.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

lunes, 22 de marzo de 2021

Hasta aquí hemos llegado

(Este artículo se publicó originalmente el día 22 de marzo de 2021 en el diario 20 Minutos)


La noticia saltó a la opinión pública esta semana. Un grupo de jóvenes analistas del banco americano Goldman Sachs había demandado a su empleador por largas jornadas laborales de hasta 95 horas semanales.  Todos los días, incluidos viernes y domingos salían de la oficina más allá de la media noche. Históricamente los jóvenes más brillantes tras estudiar en las mejores universidades comienzan su carrera profesional en este tipo de entidades: grandes consultoras o banca privada. Era y sigue siendo el primer escalón hacia el éxito, pero a cambio -como si vendieran su alma al diablo- tienen que soportar dos o tres años de jornadas interminables, presión salvaje por los resultados y niveles de desempeño más que exigentes. Bajo la supervisión de profesionales del sector “dopados” por estratosféricas nóminas que se multiplican en función de los éxitos anuales, aprenden que la mera presencialidad y la total disponibilidad es tan importante como su capacitación. Tres generaciones llevan soportando esta presión sin aparentes quejas, de hecho, pasan los años y los directivos que en su día fueron analistas de primer año explotados, acaban por reproducir esos mismos hábitos.

De vez en cuando aparece un renglón torcido, nos escandalizamos, pero pronto se olvida y todo vuelve a ser igual. En 2013, en Londres, un becario de Bank of America con 21 años perdió la vida tras trabajar 72 horas sin descanso. Clientes exigentes, directivos implacables, jóvenes hipermotivados e incentivo económico desorbitados han persistido hasta nuestros días. Este modelo de negocio enfermizo no se ha debilitado por la covid19 sino al contrario, ya que las peores perspectivas para el empleo juvenil han cebado la competencia entre los recién egresados por llegar a estas posiciones.

Pero detrás de esos jóvenes de Nueva York que han documentado las enfermizas prácticas laborales de la banca de inversión, no solo está su valentía sino una irreverencia que caracteriza a la generación nacida a partir de 1994. La conocida como generación z (porque son el grupo etario posterior a los millennials o generación y), son la primera generación en la historia que se ha educado y socializado con internet en sus casas. Algo más de ocho millones de jóvenes en España y 2.000 millones de personas en el mundo que han forjado su personalidad con acceso libre de modo inmediato a un conocimiento casi infinito.  Precisamente por eso los z son irreverentes por naturaleza y se lo cuestionan todo. El mayor reto que tienen las empresas y las universidades es saber escucharlos. Un directivo no los escuchó y hoy gracias a twitter pero también a Financial Times, este banco de inversión tiene un problema. “Hasta aquí hemos llegado” han gritado esos brillantes jóvenes desde sus oficinas en Manhattan.

Pero esto no ha hecho más que empezar y como ha recordado el filósofo coreano Byung-Chul Han en el teletrabajo y “zoom” está una de las más potentes explotaciones contemporáneas. Esa es la siguiente batalla de los z. Al tiempo.

 

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

viernes, 19 de marzo de 2021

¿Los seniors emprenden por necesidad o por oportunidad?


El principal estudio de medición del fenómeno emprendedor, el GEM (Global Entrepreneurship Monitor) distingue entre el emprendimiento de oportunidad y el de necesidad. El primero es aquel que se realiza para cubrir una situación perentoria, generalmente la necesidad de entrada de nuevos ingresos de manera rápida; frente al emprendimiento por oportunidad que busca capitalizar una idea innovadora en el mercado. Los territorios más dinámicos del mundo acumulan emprendimientos del segundo tipo con altos impactos en el empleo y la riqueza patria. 

Para España el aumento de la esperanza de vida ofrece una ventana de oportunidad única para convertir la nueva longevidad en empleo y actividad económica en sectores como la salud y el turismo, las finanzas, el urbanismo, la educación o la vivienda. Pero, además hay otra buena noticia, la tecnología y los nuevos empleos permiten alargar las carreras profesionales. Tímidamente ya se están dando pasos para que la oferta de bienes y servicios para los mayores se sofistique y los seniors son los que mejor conocen las necesidades de su grupo etario. Miles de negocios se crean todos los años por emprendedores mayores de 55 años que son conscientes del gran mercado que se ha abierto. Emprendimiento de oportunidad. 

Pero no sucede lo mismo con la demanda de trabajadores seniors. El mercado laboral, por desgracia, prácticamente se ha cerrado para los que superan los cincuenta años y las empresas han emprendido una triste carrera por anticipar la jubilación con lo ello supone de pérdida de talento. Solamente dos de cada 10 seniors trabajando, más de medio millón de desempleados en España que superar los 55 años y la mitad de ellos lleva más de un año buscando trabajo. Por ello, el trabajo por cuenta propia se ha convertido -para una gran mayoría de adultos mayores- en la única opción para que el talento sénior pueda seguir aportando a la economía. Emprendimiento de necesidad. 

Al mismo tiempo hay que decir alto y claro que el número de mayores que trabajan por cuenta propia en el mundo supera al de los jóvenes de entre 18 y 29 años, conforme a los datos del Informe Especial GEM sobre emprendimiento sénior. En Estados Unidos de América, las personas entre 55 y 65 están ahora un 65 por ciento más dispuestas a iniciar compañías que los de 20-34, según la Fundación Kauffman. En el Reino Unido, el 40 por ciento de los nuevos fundadores de empresas tienen más de 50 años, y casi el 60 por ciento de los mayores de 70 que aún trabajan, están autoempleados. España, con los datos de 2020, confirma que los seniors son la cohorte de edad que más creció en el régimen de autónomos. A su vez cada vez son más las investigaciones académicas que demuestran que la productividad no se pierde con la edad y con la disrupción tecnológica. Acemoğlu y Restrepo defendieron en 2018 una relación positiva entre implantación de la robótica y trabajadores longevos. En 2019 investigadores del MIT consiguieron demostrar que la edad de los fundadores de las empresas de más alto crecimiento en USA está más cerca de los 55 que de los 25 años. 

Por todo lo anterior no es casual que uno de los primeros trabajos del Centro de Investigación Ageingnomics sea un manual para fomentar el emprendimiento senior. La guía, elaborada por un equipo de docentes de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) busca movilizar el talento de las personas mayores a través del trabajo por cuenta propia. De modo divulgativo, sin renunciar al rigor, Fundación MAPFRE con esta guía, pretender incentivar a que cada vez más seniors encuentren en el emprendimiento una vía para poder seguir aportando su talento a la sociedad a la vez que encuentran una alternativa para obtener ingresos. Si es de necesidad o de oportunidad el emprendimiento, será algo a estudiar, pero ahora lo importante es apoyar que cuando los seniors emprenden eso es bueno para ellos y para la sociedad.

Puede ver el contenido completo de la Guía de Emprendimiento Senior en este enlace: https://ageingnomics.fundacionmapfre.org/publicaciones/guia-emprendimiento-senior/

 

Iñaki Ortega, director de Deusto Business School y profesor de la UNIR


domingo, 14 de marzo de 2021

Economía Sénior. El reto de financiar la longevidad

(este artículo se publicó originalmente en la Revista Capital en el número de marzo de 2021



Qué buen momento para recordar que la palabra sénior no procede del inglés, sino que es una voz latina, del comparativo senior, más viejo. La pandemia nos exige dignificar la posición de los más mayores que han sido golpeados dos veces por el virus. Primero, por ser el 92% de todos los fallecidos y segundo, al haber padecido una inaceptable discriminación en los peores momentos de la crisis sanitaria.

Sénior se opone a júnior y su origen es también romance, de iunior, más joven.  Ambas palabras se han revitalizado por influjo anglosajón, de hecho, en las ofertas de empleo es habitual esta clasificación. Se añade júnior o sénior a un puesto para hacer referencia al nivel de conocimiento o los años de experiencia de candidato. Un trabajador júnior es un principiante con un nivel de autonomía bajo. Un empleo catalogado como sénior es para un experto que anticipa problemas para resolverlos a tiempo.

Fruto de lo anterior ha surgido el concepto de economía sénior. El conjunto de las oportunidades que derivan del impacto de las actividades realizadas y demandadas por las personas con experiencia acumulada. Actualmente ya representa el 25% del PIB en territorios como Europa, pero esto no ha hecho más que empezar, ya que en 2025 la previsión es que el peso de las personas que superen los 55 años en la economía de la Unión Europea sea del 31,5% del PIB y del 37,8% del empleo. En Francia, la cohorte de edad por encima de los 55 años representa más de la mitad del consumo nacional. En España, conforme el barómetro de consumo sénior, una aplastante mayoría dispone de una casa en propiedad que además está ya pagada. Si a ese dato se une que en gran parte de esos hogares hay dos fuentes de ingresos, resulta coherente -siguiendo ese estudio- que los propios seniors son optimistas con su futuro y creen que van a gastar y viajar más.

Hoy son más de quince millones los españoles en ese segmento de edad. Esos séniors cada vez viven más y mejor. Si hace un siglo en nuestro país apenas se sobrevivía unos pocos años a la jubilación hoy se superan las dos décadas de esperanza de vida a partir de los 65 años.  Pero tanta buena noticia no puede ocultar que nuestro sistema de previsión social en breve será incapaz de sostener las pensiones de un grupo tan amplio -20% de la población- y durante tanto tiempo -más de 20 años-. Además, los gastos asociados a una larga vida no disminuyen precisamente con la edad. Conforme nos acerquemos a los setenta y cinco años (ver estadística del INE de esperanza de vida con buena salud) es muy probable acabar siendo dependiente y por tanto necesitar (y pagar) cuidados durante el resto de la vida.

Por eso, para financiar nuestra longevidad tendremos que recurrir a pilares diferentes que la seguridad social. Ahorrar será imprescindible para compensar la insuficiencia de las pensiones públicas, bien sea con productos financieros (planes privados de pensiones) o propiciado por las empresas que nos emplean (EPSV de empleo también llamados planes de empleo) Pero por alguna razón, hacer líquido el ahorro inmobiliario de toda una vida no se usa en España. Siendo un país de propietarios apenas se ha movilizado la vivienda como complemento de la pensión. Siguiendo al profesor José Antonio Herce, los activos inmobiliarios pueden ser la base de un flujo de rentas o servicios previsionales vitalicios. Más allá de la hipoteca inversa (préstamo vitalicio que se otorga al dueño de una casa utilizando como garantía de devolución el valor de mercado de la vivienda) hay muchas otras figuras posibles. La renta vitalicia, la nuda propiedad o el alquiler vitalicio (también conocido como vivienda inversa que permite recibir una mayor renta ya que solo se descuenta el valor actualizado de un alquiler vitalicio) son otras fórmulas que han de florecer en España en beneficio de una mayor calidad de vida de las personas adultas mayores. De nuevo la colaboración público-privada mediante un nuevo marco que de garantías a la vez que incentive y con agentes valientes y honestos que comiencen a operar, será la fórmula de éxito. Economía senior para la economía de los seniors.

NOTA: Mi enhorabuena al directivo y emprendedor Benigno Lacort por haber sido pionero en promover la visibilidad del concepto de economía senior con sus encuentros de economía senior en Madrid.

Iñaki Ortega es profesor de la Universidad de Deusto y autor del libro “La Revolución de las Canas” (editorial Planeta, 2018)

martes, 9 de marzo de 2021

No funciona la centrifugadora

 

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 9 de marzo de 2021)


Igual todavía te acuerdas de cuando estudiábamos la fuerza centrípeta. Las leyes de Newton demostraban que existía una fuerza hacía el centro en la trayectoria circular de un objeto. La pandemia no ha hecho más que consolidar una potente tendencia socioeconómica de situar todo el protagonismo en las cohortes centrales de edad, es decir entre los 25 y los 55 años. Una fuerza centrípeta imparable que deja fuera del foco a los jóvenes de la generación z y a los seniors. Me explicaré.

Acaban de conocerse los datos de desempleo juvenil y España lidera esta estadística en Europa con más de un 40%, casi triplicando la media de los países desarrollados (14% en la OCDE). Somos el peor país de nuestro continente para encontrar trabajo entre los 16 y 24 años. Al mismo tiempo 2020 terminó como uno de los peores de la historia para el talento senior. Trabajar y tener más de 55 años es casi ya una utopía en nuestro país con la tasa de actividad en esta cohorte de edad más baja de Europa.

La crisis social que ha traído la covid19 también ha seguido fielmente esta fuerza centrípeta. La población que está en la edad central, por debajo de los 50 años, asiste cómodamente al espectáculo de criticar todos los fines de semana a los inconscientes jóvenes que hacen lo que todos hicimos a su edad. De la misma forma que con un miope paternalismo defienden medidas más estrictas para los que superan los 55 años y así protegerles del virus. Simple y llanamente edadismo o discriminación por edad lo han bautizado los expertos.

¿Cómo es posible que la mitad de la población quede fuera de las prioridades de nuestras autoridades y de la lógica de la economía? No se entiende, pero así es. Más de 25 millones de españoles que no están en esa franja de edad central, de entre los 25 y los 55 años, y por tanto no diseñan las políticas públicas, no elaboran los presupuestos ni tampoco las campañas de publicidad y por supuesto no participan de las estrategias empresariales.

Junto a la fuerza centrípeta en el colegio nos enseñaban la centrífuga. La fuerza centrífuga como su etimología indica -huir del centro- es la tendencia a alejarse del eje sobre el cual gira. Las aplicaciones de esta fuerza son muchas, pero la que más usamos es la función de su mismo nombre en las lavadoras. Las rápidas vueltas del tambor permiten eliminar la humedad y por tanto secar la ropa.

A la luz de los tristes datos económicos y sociales de los más jóvenes y los adultos mayores, tenemos que gritar que la centrifugadora en España no funciona. No hay planes, políticas ni actuaciones público-privadas para luchar con esa fuerza que prioriza las edades centrales y que discrimina a la generación z y a los conocidos como silvers. No nos queda otra que arreglar la centrifugadora en nuestro país, lograr una fuerza que nos saque de la inercia y así tener en cuenta a los jóvenes y los seniors.

 

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

sábado, 6 de marzo de 2021

¡La pyme ha muerto! ¡Viva la pyme!

 

(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el día 28 de febrero de 2021)


La expresión ¡El Rey ha muerto! ¡Viva el Rey! simboliza la continuidad de esa institución y se utiliza en casi todas las realezas. La frase aparentemente contradictoria busca llamar la atención anunciando al mismo tiempo la muerte del monarca y asegurando la continuidad vitoreando al nuevo. Nace en el idioma de la nobleza, el francés, Le roi est mort, vive le roi, para luego traducirse al inglés con The King is dead, Long Live the KIng y llegar a nuestros días en castellano con el popular Rey muerto, rey puesto. Su origen se remonta a la Francia del siglo XIII en la que al fallecer Enrique III se quiso evitar un periodo sin claro sucesor por la inestabilidad que ello podría causar.

La figura literaria usada en este ritual, epanadiplosis o repetición de una palabra al principio y final de una oración nos sirve para describir la situación actual de la economía española. Si las pequeñas y medianas empresas en nuestro país mueren supondrá -como con los reyes en la Francia de las Cruzadas- una amenaza real de inestabilidad. Es imprescindible recordar que las pymes representan el 99% del tejido productivo y el 66% del empleo en España. Son todas esas empresas con menos de 250 trabajadores y una facturación anual inferior a 50 millones de euros. Pero si ponemos la lupa veremos que algo más, 9 de cada 10 pymes son micropymes, es decir que tienen menos de nueve trabajadores. Es decir, casi todos los negocios que conocemos son de un tamaño mínimo.  España, de hecho, es uno de los países de la Unión Europea con menor dimensión empresarial, nuestro tejido está formada principalmente por microempresas como demuestra el dato que el empleo medio por empresas son dos trabajadores. Antes de que nos comencemos a fustigar por ello, hay que destacar que su contribución a la generación de empleo empresarial está en la línea de la media comunitaria. Las cifras económicas, tan frías, nos impiden ver que detrás de ellas hay una mujer o un hombre que vive de ello a la vez que forma parte del principal puntal del desarrollo económico español. En cualquier actividad que se desarrolle en nuestro país encontramos un pequeño empresario o un trabajador autónomo. Vertebran el país porque están en todos los sectores, en cada pueblo, ciudad y comunidad autónoma. Sin ellos nada hubiera sido posible en España y nada lo será en el futuro. Pero por alguna razón en el imaginario popular sigue estando que solo eres un gran país si tienes grandes empresas cuando la realidad es que la fuerza sistémica de cientos de miles de pymes ha construido y construirá las grandes economías del mundo.

2020, con la crisis de la covid19, ha sido el peor año que se recuerda en la historia reciente para un pequeño empresario. Por suerte desde marzo del año no han sido pocas las herramientas para salvar el tejido económico, desde el plan europeo SURE que ha hecho posible financiar los ERTEs y la financiación del ICO, pasando por las rebajas fiscales que han promovido administraciones con visión de futuro. Tras meses de peticiones agónicas y casi en la antesala de la muerte de muchas miles de empresas, el presidente del Gobierno ha anunciado estos días un plan de ayudas, que por desgracia no ha sabido concretar la vicepresidenta del ramo, Nadia Calviño.  En cualquier caso, se precisa un nuevo marco para que las pymes puedan sobrevivir y como recientemente ha afirmado el Rey Felipe VI en la entrega de los premios de la pyme española “serán más fuertes y sólidas, y con una mayor capacidad para crecer y ganar posiciones en mercados altamente competitivos, lo que a su vez permitirá crear empleo estable y de mayor cualificación. De este modo, también podrán aumentar sus exportaciones e invertir más en innovación, ser más productivas y estables y afrontar mejor las variaciones del ciclo económico. En definitiva, unas empresas que ganarán el futuro con los valores y el espíritu de superación que siempre las han caracterizado”

Con la frase ¡El Rey ha muerto! ¡Viva el Rey!  Se pretendía evitar la peligrosa situación política de los interregnos, pero también expresar la confianza en la continuidad del papel de esa institución. Por eso hoy debemos gritar lo mismo para las pymes. CEPYME en su barómetro nos alerte de que la mitad de las pequeñas empresas ve en riesgo su supervivencia fruto de la pandemia lo que nos llevaría a la peor de las catástrofes. A la vez hemos de dar vivas por ellas. Pedir todas las ayudas, los mejores planes, el mayor consenso para que las pymes vivan y de paso también sobreviva nuestra sociedad del bienestar.

 

Iñaki Ortega es director Deusto Business School y profesor de la UNIR

jueves, 4 de marzo de 2021

Empresas mutantes

 

(este artículo se publicó originalmente en la revista Actualidad Económica de El Mundo el día 28 de febrero de 2021)


La epigenética explica cómo afecta a los genes el ambiente que nos rodea hasta conseguir que muten. El término se atribuye a Conrad Waddington que en 1942 lo acuñó para analizar las interacciones causales entre los genes y su entorno dando lugar al fenotipo. Es decir que un fenotipo son los genes típicos de un determinado ambiente. Los rasgos fenotípicos no solo son físicos como grupo sanguíneo, estatura o pigmentación sino también conductuales. Popularmente se asocia fenotipo con raza o rasgos de los habitantes de un continente, pero la epigenética implica mucho más ya que se ocupa de las modificaciones químicas que sufre el ADN inducidas por mecanismos asociados a los hábitos de vida, tales como el ejercicio físico, la nutrición, el estrés o fármacos.

Por lo tanto, nuestro destino no solo depende del código genético con el que nacemos, sino que éste puede modificarse por el entorno. De hecho, muchas enfermedades graves se desarrollan por el efecto de una mala alimentación, el sedentarismo o la contaminación. La epigenética afirma que el nuevo fenotipo resultante de esos influjos externos no solo puede provocar la muerte sino también la de sus hijos ya que es hereditario.

Si eso pasa en el ser humano, qué puede suceder en una obra del hombre cómo son las empresas. Por ello se habla también de las empresas mutantes. De compañías que cambian su legado y su objetivo social fruto del ambiente en el que se desenvuelven. El investigador de Deusto Business School, Jon Mikel Zabala explica estas dinámicas del siguiente modo: “cuando las empresas están sometidas a entornos en los que los cambios ocurren con una frecuencia e intensidad cada vez mayor, su ADN tiene que mutar de una manera mucho más rápida para poder adaptarse». Ahora pensemos en la coyuntura que nos ha tocado vivir, con todas las certezas de antaño saltando por los aires. Los estándares de la deuda, las exportaciones, los mercados, los tipos de interés, la productividad y hasta la fiscalidad han cambiado radicalmente. La mortalidad de las empresas se ha disparado y ya no hay barrera que pueda parar la disrupción de los nuevos entrantes. La epigenética empresarial nos lleva a pensar que las deprimentes tasas de crecimiento, empleo y consumo acabarán impactando en el ADN de las compañías para hacerlas frágiles y moribundas. Por desgracia, esto no está tan lejos de la realidad que viven las pymes del sector turismo y hostelería en países como España.

Pero en biología la epigenética puede tener también consecuencias positivas sobre la salud del expuesto y en la de sus descendientes. Ésta es la idea que sostiene Jörg Blech, bioquímico, autor del libro El destino no está escrito en los genes, al afirmar que «cuando damos un paseo o salimos a caminar, no sólo quemamos calorías, también modificamos la actividad de los genes en el hipotálamo y desactivamos el efecto de aquel que nos abre el apetito». En 2005, el escritor americano Dan Buettner publicó en la revista National Geographic un reportaje titulado Los secretos de una vida larga. Con rapidez el número se convirtió en uno de los más vendidos de la historia del magazine. Identificó las llamadas «zonas azules» para referirse a aquellos lugares del mundo en los cuales las personas son más longevas. En estos lugares, en los que sus habitantes viven más que en el resto del mundo, las personas llegan a los 100 años a un ritmo diez veces mayor que, por ejemplo, en Estados Unidos. Y lo consiguen gracias a modificar su genética con hábitos saludables como hacer ejercicio, huir del estrés, cuidar la alimentación o tener un propósito de vida diario.

En la actividad económica también puede aprovecharse el entorno para bien. Jamás hemos vivido un momento en el que la tecnología sea tan accesible y potente. Nunca hasta hoy la transformación digital ha estado en todas las agendas públicas. Por primera vez la desintermediación y la competencia perfecta son sueños a nuestro alcance. Del auge de las criptomonedas y el nuevo activismo digital de los foreros de GameStop en la Bolsa puede aparecer una epigenética buena para las empresas. La clave, siguiendo al profesor Zabala, es la innovación, pero entendida como un proceso de búsqueda sistémica y sistemática. Sistémica porque las empresas tienen que analizar no solo su sector, sino otros que tienen una cierta distancia con respecto al suyo, pero que debido al uso de la tecnología pueden ser una amenaza en un futuro próximo. Y sistemática porque ha de ser continua, apoyada en herramientas como la prospectiva tecnológica, el emprendimiento corporativo o el benchmarking de patentes que ayudan a identificar hacia dónde se están moviendo los mercados. Empresas que mutarán con la innovación pero que lo harán para bien.

 

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

miércoles, 3 de marzo de 2021

La nueva aritmética vital

(este artículo fue publicado originalmente el día 25 de febrero de 2021 en el diario Cinco Días

Los recientes datos de la EPA han confirmado que el año de la pandemia, 2020, ha sido maldito, no sólo para la salud de los mayores de 55 años, sino también para su empleo. El número de desempleados de esta cohorte de edad ha crecido el año pasado hasta alcanzar la cifra total de 936.200 personas. Y, además, el 43% de ellos lleva sin ocupación dos o más años, según el INE.

No hay nada peor que triunfe una idea sencilla pero falaz. Y parece que la vinculación de cambio tecnológico y ausencia de preparación de las personas de más edad ha calado en la sociedad. Sin embargo, la ciencia nos confirma que las neuronas no dejan de regenerarse a lo largo de la vida. A su vez, economistas como Acemoglu y Restrepo defienden hasta una relación positiva entre implantación de la robótica y trabajadores longevos. Está demostrado que los seres humanos somos capaces de seguir aprendiendo y creando durante la mayor parte de nuestra vida. Basta con repasar la edad de los fundadores de empresas como Swatch o Natura Bissé o de las más brillantes obras de Beethoven o Cervantes. Por lo tanto, las razones del descrédito de las personas de más edad han de buscarse no en la naturaleza, sino en los prejuicios (propios y ajenos).  Grandes empresas que aligeran plantillas mirando la fecha de nacimiento y no el nivel de desempeño. O séniors que a medida que cumplen años –y perciben la losa del ostracismo-ven la salida anticipada como una liberación.

Frente a los sesgos engañosos nosotros defendemos aportar la luz de los datos de una nueva aritmética vital. Modigliani fue galardonado con el premio Nobel de Economía por su teoría del ciclo vital, escrita en 1966. Explicaba que los ingresos a lo largo de su vida tienen forma de campana, bajos al inicio, altos en la edad central y de nuevo bajos tras la jubilación. Por tanto, hay solo tres fases vitales: la previa al inicio la vida laboral, la etapa de actividad laboral y la del retiro. En la primera de ellas, el nivel de ingreso es inferior a las necesidades de consumo, las cuales se financian a través de crédito o transferencias familiares (des-ahorro). En la segunda, llamada de vida laboral, el ingreso permite cubrir las necesidades de consumo y mantener un excedente bajo la forma de ahorro. Y en la etapa de retiro se presenta un proceso de des-ahorro mediante el cual el individuo emplea el ahorro generado para satisfacer las necesidades de consumo que de otra forma sus nuevos niveles de ingreso le impedirían alcanzar.

La esperanza de vida se está acercando sin darnos cuenta a los 90 años (86 años las mujeres al día de hoy). Cuando el economista Modigliani empezó a escribir su teoría de los tres ciclos estaba por debajo de los 70 años. Más de quince años ganados a la vida lo que exige reajustar los diferentes hitos de esta nueva vida. Partiendo del cada vez más largo periodo de formación hasta los 25 años, se abrirá otro de vida profesional y recualificación hasta por lo menos los 70 años. Permaneceremos activos aproximadamente 45 años, es decir, la mitad de nuestra existencia. Estos 45 años de vida activa no se pueden considerar como uniformes, ya que atravesarán situaciones muy diversas del ciclo personal y profesional. Por ello tendremos que dividir, a su vez, en tres tercios la vida laboral total. A saber, de los 25 a los 40 años; de los 40 a los 55 y de los 55 a los 70. El primer tercio se caracteriza por ser un periodo de capacitación ligada al itinerario laboral escogido y a la acumulación de las experiencias laborales diversas. El segundo, de los 40 a los 55 abarca quizás el segmento más fructífero con hitos relevantes para una trayectoria profesional siempre ligada a la formación continua fruto de una inquietud permanente. El último tercio, comprendido entre los 55 y los 70, lejos de ser, como en la actualidad, el periodo de salida acelerada de la vida activa, se convertirá en una etapa fecunda en el que capitalizar la experiencia acumulada y la ambición por seguir siendo útil. Esta última etapa vital, a la que denominamos “activos de gran experiencia”, actualmente afecta solamente a unos pocos empleados y emprendedores, pero afirmamos con rotundidad que con el desarrollo de un marco legal adecuado y flexible, guiado por un imperativo cambio cultural, podría implicar a una gran mayoría.

Esta nueva aritmética vital exige una transformación radical de la manera de entender la vida laboral por parte de los individuos, pero también para las empresas. La buena noticia de la disrupción de la demografía nos impide seguir poniendo excusas, bien como empleadores, bien como empleados. Y por si fuera poco las evidencias se acumulan en todo el mundo sobre el dividendo económico que ello puede suponer, que se ha bautizado como economía plateada. Un futuro cercano en el que viviremos hasta alcanzar la centuria y además no será una maldición sino un regalo. Lynda Gratton y Andrew Scott, profesores de London Business School, nos recuerdan que “Quienquiera que seamos, dondequiera que vivamos y tengamos la edad que tengamos, necesitamos comenzar a pensar ahora sobre las decisiones que debemos tomar para poder sacar provecho de esta vida más larga. Lo mismo sucede a las empresas para las que trabajamos y a la sociedad en la que vivimos”. dibuja un futuro cercano en el que viviremos hasta alcanzar la centuria y además no será una maldición sino un regalo

Tomás Arrieta es presidente de la Fundación Activos de Gran Experiencia

Iñaki Ortega es profesor de Deusto Business School