miércoles, 24 de marzo de 2021
Pandenomics
lunes, 22 de marzo de 2021
Hasta aquí hemos llegado
(Este artículo se publicó originalmente el día 22 de marzo de 2021 en el diario 20 Minutos)
La noticia
saltó a la opinión pública esta semana. Un grupo de jóvenes analistas del banco
americano Goldman Sachs había demandado a su empleador por largas jornadas
laborales de hasta 95 horas semanales.
Todos los días, incluidos viernes y domingos salían de la oficina más
allá de la media noche. Históricamente los jóvenes más brillantes tras estudiar
en las mejores universidades comienzan su carrera profesional en este tipo de
entidades: grandes consultoras o banca privada. Era y sigue siendo el primer
escalón hacia el éxito, pero a cambio -como si vendieran su alma al diablo-
tienen que soportar dos o tres años de jornadas interminables, presión salvaje
por los resultados y niveles de desempeño más que exigentes. Bajo la
supervisión de profesionales del sector “dopados” por estratosféricas nóminas
que se multiplican en función de los éxitos anuales, aprenden que la mera
presencialidad y la total disponibilidad es tan importante como su capacitación.
Tres generaciones llevan soportando esta presión sin aparentes quejas, de
hecho, pasan los años y los directivos que en su día fueron analistas de primer
año explotados, acaban por reproducir esos mismos hábitos.
De vez en
cuando aparece un renglón torcido, nos escandalizamos, pero pronto se olvida y
todo vuelve a ser igual. En 2013, en Londres, un becario de Bank of America con
21 años perdió la vida tras trabajar 72 horas sin descanso. Clientes exigentes,
directivos implacables, jóvenes hipermotivados e incentivo económico
desorbitados han persistido hasta nuestros días. Este modelo de negocio
enfermizo no se ha debilitado por la covid19 sino al contrario, ya que las
peores perspectivas para el empleo juvenil han cebado la competencia entre los
recién egresados por llegar a estas posiciones.
Pero detrás
de esos jóvenes de Nueva York que han documentado las enfermizas prácticas
laborales de la banca de inversión, no solo está su valentía sino una
irreverencia que caracteriza a la generación nacida a partir de 1994. La
conocida como generación z (porque son el grupo etario posterior a los
millennials o generación y), son la primera generación en la historia que se ha
educado y socializado con internet en sus casas. Algo más de ocho millones de jóvenes
en España y 2.000 millones de personas en el mundo que han forjado su
personalidad con acceso libre de modo inmediato a un conocimiento casi
infinito. Precisamente por eso los z son
irreverentes por naturaleza y se lo cuestionan todo. El mayor reto que tienen
las empresas y las universidades es saber escucharlos. Un directivo no los
escuchó y hoy gracias a twitter pero también a Financial Times, este banco de
inversión tiene un problema. “Hasta aquí hemos llegado” han gritado esos
brillantes jóvenes desde sus oficinas en Manhattan.
Pero esto
no ha hecho más que empezar y como ha recordado el filósofo coreano Byung-Chul
Han en el teletrabajo y “zoom” está una de las más potentes explotaciones
contemporáneas. Esa es la siguiente batalla de los z. Al tiempo.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR
viernes, 19 de marzo de 2021
¿Los seniors emprenden por necesidad o por oportunidad?
Puede ver el contenido
completo de la Guía de Emprendimiento Senior en este enlace: https://ageingnomics.fundacionmapfre.org/publicaciones/guia-emprendimiento-senior/
Iñaki Ortega, director de Deusto Business School y
profesor de la UNIR
domingo, 14 de marzo de 2021
Economía Sénior. El reto de financiar la longevidad
(este artículo se publicó originalmente en la Revista Capital en el número de marzo de 2021)
Sénior se opone a júnior y su
origen es también romance, de iunior, más joven. Ambas palabras se han revitalizado por
influjo anglosajón, de hecho, en las ofertas de empleo es habitual esta
clasificación. Se añade júnior o sénior a un puesto para hacer referencia al nivel
de conocimiento o los años de experiencia de candidato. Un trabajador júnior es
un principiante con un nivel de autonomía bajo. Un empleo catalogado como sénior
es para un experto que anticipa problemas para resolverlos a tiempo.
Fruto de lo anterior ha surgido
el concepto de economía sénior. El conjunto de las oportunidades que derivan
del impacto de las actividades realizadas y demandadas por las personas con
experiencia acumulada. Actualmente ya representa el 25% del PIB en territorios
como Europa, pero esto no ha hecho más que empezar, ya que en 2025 la previsión
es que el peso de las personas que superen los 55 años en la economía de la
Unión Europea sea del 31,5% del PIB y del 37,8% del empleo. En Francia, la
cohorte de edad por encima de los 55 años representa más de la mitad del
consumo nacional. En España, conforme el barómetro de consumo sénior, una
aplastante mayoría dispone de una casa en propiedad que además está ya pagada.
Si a ese dato se une que en gran parte de esos hogares hay dos fuentes de
ingresos, resulta coherente -siguiendo ese estudio- que los propios seniors son
optimistas con su futuro y creen que van a gastar y viajar más.
Hoy son más de quince millones
los españoles en ese segmento de edad. Esos séniors cada vez viven más y mejor.
Si hace un siglo en nuestro país apenas se sobrevivía unos pocos años a la
jubilación hoy se superan las dos décadas de esperanza de vida a partir de los
65 años. Pero tanta buena noticia no
puede ocultar que nuestro sistema de previsión social en breve será incapaz de
sostener las pensiones de un grupo tan amplio -20% de la población- y durante
tanto tiempo -más de 20 años-. Además, los gastos asociados a una larga vida no
disminuyen precisamente con la edad. Conforme nos acerquemos a los setenta y
cinco años (ver estadística del INE de esperanza de vida con buena salud) es
muy probable acabar siendo dependiente y por tanto necesitar (y pagar) cuidados
durante el resto de la vida.
Por eso, para financiar nuestra
longevidad tendremos que recurrir a pilares diferentes que la seguridad social.
Ahorrar será imprescindible para compensar la insuficiencia de las pensiones públicas,
bien sea con productos financieros (planes privados de pensiones) o propiciado
por las empresas que nos emplean (EPSV de empleo también llamados planes de
empleo) Pero por alguna razón, hacer líquido el ahorro inmobiliario de toda una
vida no se usa en España. Siendo un país de propietarios apenas se ha movilizado
la vivienda como complemento de la pensión. Siguiendo al profesor José Antonio Herce,
los activos inmobiliarios pueden ser la base de un flujo de rentas o servicios previsionales
vitalicios. Más allá de la hipoteca inversa (préstamo vitalicio que se otorga
al dueño de una casa utilizando como garantía de devolución el valor de mercado
de la vivienda) hay muchas otras figuras posibles. La renta vitalicia, la nuda
propiedad o el alquiler vitalicio (también conocido como vivienda inversa que
permite recibir una mayor renta ya que solo se descuenta el valor actualizado
de un alquiler vitalicio) son otras fórmulas que han de florecer en España en
beneficio de una mayor calidad de vida de las personas adultas mayores. De
nuevo la colaboración público-privada mediante un nuevo
marco que de garantías a la vez que incentive y con agentes valientes y
honestos que comiencen a operar, será la fórmula de éxito. Economía senior para
la economía de los seniors.
NOTA: Mi enhorabuena al directivo y emprendedor Benigno Lacort por haber sido pionero en promover la visibilidad del concepto de economía senior con sus encuentros de economía senior en Madrid.
Iñaki Ortega es profesor de la Universidad de Deusto y autor del libro “La Revolución de las Canas” (editorial Planeta, 2018)
martes, 9 de marzo de 2021
No funciona la centrifugadora
(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 9 de marzo de 2021)
Igual todavía te acuerdas de cuando estudiábamos la fuerza centrípeta. Las leyes de Newton demostraban que existía una fuerza hacía el centro en la trayectoria circular de un objeto. La pandemia no ha hecho más que consolidar una potente tendencia socioeconómica de situar todo el protagonismo en las cohortes centrales de edad, es decir entre los 25 y los 55 años. Una fuerza centrípeta imparable que deja fuera del foco a los jóvenes de la generación z y a los seniors. Me explicaré.
Acaban de conocerse los datos de
desempleo juvenil y España lidera esta estadística en Europa con más de un 40%,
casi triplicando la media de los países desarrollados (14% en la OCDE). Somos
el peor país de nuestro continente para encontrar trabajo entre los 16 y 24
años. Al mismo tiempo 2020 terminó como uno de los peores de la historia para
el talento senior. Trabajar y tener más de 55 años es casi ya una utopía en
nuestro país con la tasa de actividad en esta cohorte de edad más baja de
Europa.
La crisis social que ha traído la
covid19 también ha seguido fielmente esta fuerza centrípeta. La población que
está en la edad central, por debajo de los 50 años, asiste cómodamente al
espectáculo de criticar todos los fines de semana a los inconscientes jóvenes
que hacen lo que todos hicimos a su edad. De la misma forma que con un miope
paternalismo defienden medidas más estrictas para los que superan los 55 años y
así protegerles del virus. Simple y llanamente edadismo o discriminación por
edad lo han bautizado los expertos.
¿Cómo es posible que la mitad de
la población quede fuera de las prioridades de nuestras autoridades y de la
lógica de la economía? No se entiende, pero así es. Más de 25 millones de
españoles que no están en esa franja de edad central, de entre los 25 y los 55
años, y por tanto no diseñan las políticas públicas, no elaboran los
presupuestos ni tampoco las campañas de publicidad y por supuesto no participan
de las estrategias empresariales.
Junto a la fuerza centrípeta en
el colegio nos enseñaban la centrífuga. La fuerza centrífuga como su etimología
indica -huir del centro- es la tendencia a alejarse del eje sobre el cual gira.
Las aplicaciones de esta fuerza son muchas, pero la que más usamos es la
función de su mismo nombre en las lavadoras. Las rápidas vueltas del tambor
permiten eliminar la humedad y por tanto secar la ropa.
A la luz de los tristes datos
económicos y sociales de los más jóvenes y los adultos mayores, tenemos que
gritar que la centrifugadora en España no funciona. No hay planes, políticas ni
actuaciones público-privadas para luchar con esa fuerza que prioriza las edades
centrales y que discrimina a la generación z y a los conocidos como silvers. No
nos queda otra que arreglar la centrifugadora en nuestro país, lograr una
fuerza que nos saque de la inercia y así tener en cuenta a los jóvenes y los
seniors.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y
profesor de la UNIR
sábado, 6 de marzo de 2021
¡La pyme ha muerto! ¡Viva la pyme!
(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el día 28 de febrero de 2021)
La figura literaria usada en este
ritual, epanadiplosis o repetición de una palabra al principio y final de una oración
nos sirve para describir la situación actual de la economía española. Si las
pequeñas y medianas empresas en nuestro país mueren supondrá -como con los
reyes en la Francia de las Cruzadas- una amenaza real de inestabilidad. Es
imprescindible recordar que las pymes representan el 99% del tejido productivo
y el 66% del empleo en España. Son todas esas empresas con menos de 250
trabajadores y una facturación anual inferior a 50 millones de euros. Pero si
ponemos la lupa veremos que algo más, 9 de cada 10 pymes son micropymes, es
decir que tienen menos de nueve trabajadores. Es decir, casi todos los negocios
que conocemos son de un tamaño mínimo. España, de hecho, es uno de los países de la
Unión Europea con menor dimensión empresarial, nuestro tejido está formada
principalmente por microempresas como demuestra el dato que el empleo medio por
empresas son dos trabajadores. Antes de que nos comencemos a fustigar por ello,
hay que destacar que su contribución a la generación de empleo empresarial está
en la línea de la media comunitaria. Las cifras económicas, tan frías, nos
impiden ver que detrás de ellas hay una mujer o un hombre que vive de ello a la
vez que forma parte del principal puntal del desarrollo económico español. En
cualquier actividad que se desarrolle en nuestro país encontramos un pequeño
empresario o un trabajador autónomo. Vertebran el país porque están en todos
los sectores, en cada pueblo, ciudad y comunidad autónoma. Sin ellos nada
hubiera sido posible en España y nada lo será en el futuro. Pero por alguna
razón en el imaginario popular sigue estando que solo eres un gran país si
tienes grandes empresas cuando la realidad es que la fuerza sistémica de
cientos de miles de pymes ha construido y construirá las grandes economías del
mundo.
2020, con la crisis de la covid19, ha sido el peor año que se recuerda en la historia reciente para un pequeño empresario. Por suerte desde marzo del año no han sido pocas las herramientas para salvar el tejido económico, desde el plan europeo SURE que ha hecho posible financiar los ERTEs y la financiación del ICO, pasando por las rebajas fiscales que han promovido administraciones con visión de futuro. Tras meses de peticiones agónicas y casi en la antesala de la muerte de muchas miles de empresas, el presidente del Gobierno ha anunciado estos días un plan de ayudas, que por desgracia no ha sabido concretar la vicepresidenta del ramo, Nadia Calviño. En cualquier caso, se precisa un nuevo marco para que las pymes puedan sobrevivir y como recientemente ha afirmado el Rey Felipe VI en la entrega de los premios de la pyme española “serán más fuertes y sólidas, y con una mayor capacidad para crecer y ganar posiciones en mercados altamente competitivos, lo que a su vez permitirá crear empleo estable y de mayor cualificación. De este modo, también podrán aumentar sus exportaciones e invertir más en innovación, ser más productivas y estables y afrontar mejor las variaciones del ciclo económico. En definitiva, unas empresas que ganarán el futuro con los valores y el espíritu de superación que siempre las han caracterizado”
Con la frase ¡El Rey ha muerto!
¡Viva el Rey! Se pretendía evitar la
peligrosa situación política de los interregnos, pero también expresar la
confianza en la continuidad del papel de esa institución. Por eso hoy debemos
gritar lo mismo para las pymes. CEPYME en su barómetro nos alerte de que la
mitad de las pequeñas empresas ve en riesgo su supervivencia fruto de la
pandemia lo que nos llevaría a la peor de las catástrofes. A la vez hemos de
dar vivas por ellas. Pedir todas las ayudas, los mejores planes, el mayor consenso
para que las pymes vivan y de paso también sobreviva nuestra sociedad del
bienestar.
Iñaki Ortega es director Deusto Business School y
profesor de la UNIR
jueves, 4 de marzo de 2021
Empresas mutantes
(este artículo se publicó originalmente en la revista Actualidad Económica de El Mundo el día 28 de febrero de 2021)
Por lo tanto, nuestro destino no
solo depende del código genético con el que nacemos, sino que éste puede
modificarse por el entorno. De hecho, muchas enfermedades graves se desarrollan
por el efecto de una mala alimentación, el sedentarismo o la contaminación. La
epigenética afirma que el nuevo fenotipo resultante de esos influjos externos
no solo puede provocar la muerte sino también la de sus hijos ya que es
hereditario.
Si eso pasa en el ser humano, qué
puede suceder en una obra del hombre cómo son las empresas. Por ello se habla
también de las empresas mutantes. De compañías que cambian su legado y su
objetivo social fruto del ambiente en el que se desenvuelven. El investigador
de Deusto Business School, Jon Mikel Zabala explica estas dinámicas del
siguiente modo: “cuando las empresas están sometidas a entornos en los que los
cambios ocurren con una frecuencia e intensidad cada vez mayor, su ADN tiene
que mutar de una manera mucho más rápida para poder adaptarse». Ahora pensemos
en la coyuntura que nos ha tocado vivir, con todas las certezas de antaño
saltando por los aires. Los estándares de la deuda, las exportaciones, los
mercados, los tipos de interés, la productividad y hasta la fiscalidad han
cambiado radicalmente. La mortalidad de las empresas se ha disparado y ya no
hay barrera que pueda parar la disrupción de los nuevos entrantes. La
epigenética empresarial nos lleva a pensar que las deprimentes tasas de crecimiento,
empleo y consumo acabarán impactando en el ADN de las compañías para hacerlas
frágiles y moribundas. Por desgracia, esto no está tan lejos de la realidad que
viven las pymes del sector turismo y hostelería en países como España.
Pero en biología la epigenética
puede tener también consecuencias positivas sobre la salud del expuesto y en la
de sus descendientes. Ésta es la idea que sostiene Jörg Blech, bioquímico,
autor del libro El destino no está escrito en los genes, al afirmar que
«cuando damos un paseo o salimos a caminar, no sólo quemamos calorías, también
modificamos la actividad de los genes en el hipotálamo y desactivamos el efecto
de aquel que nos abre el apetito». En 2005, el escritor americano Dan Buettner
publicó en la revista National Geographic un reportaje titulado Los secretos
de una vida larga. Con rapidez el número se convirtió en uno de los más
vendidos de la historia del magazine. Identificó las llamadas «zonas azules»
para referirse a aquellos lugares del mundo en los cuales las personas son más
longevas. En estos lugares, en los que sus habitantes viven más que en el resto
del mundo, las personas llegan a los 100 años a un ritmo diez veces mayor que,
por ejemplo, en Estados Unidos. Y lo consiguen gracias a modificar su genética
con hábitos saludables como hacer ejercicio, huir del estrés, cuidar la
alimentación o tener un propósito de vida diario.
En la actividad económica también
puede aprovecharse el entorno para bien. Jamás hemos vivido un momento en el
que la tecnología sea tan accesible y potente. Nunca hasta hoy la
transformación digital ha estado en todas las agendas públicas. Por primera vez
la desintermediación y la competencia perfecta son sueños a nuestro alcance.
Del auge de las criptomonedas y el nuevo activismo digital de los foreros de
GameStop en la Bolsa puede aparecer una epigenética buena para las empresas. La
clave, siguiendo al profesor Zabala, es la innovación, pero entendida como un
proceso de búsqueda sistémica y sistemática. Sistémica porque las empresas tienen
que analizar no solo su sector, sino otros que tienen una cierta distancia con
respecto al suyo, pero que debido al uso de la tecnología pueden ser una
amenaza en un futuro próximo. Y sistemática porque ha de ser continua, apoyada
en herramientas como la prospectiva tecnológica, el emprendimiento corporativo
o el benchmarking de patentes que ayudan a identificar hacia dónde se están
moviendo los mercados. Empresas que mutarán con la innovación pero que lo harán
para bien.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y
profesor de la UNIR
miércoles, 3 de marzo de 2021
La nueva aritmética vital
(este artículo fue publicado originalmente el día 25 de febrero de 2021 en el diario Cinco Días)
Los recientes datos de la EPA han confirmado que el año de la pandemia, 2020, ha sido maldito, no sólo para la salud de los mayores de 55 años, sino también para su empleo. El número de desempleados de esta cohorte de edad ha crecido el año pasado hasta alcanzar la cifra total de 936.200 personas. Y, además, el 43% de ellos lleva sin ocupación dos o más años, según el INE.No hay nada peor que triunfe una
idea sencilla pero falaz. Y parece que la vinculación de cambio tecnológico y
ausencia de preparación de las personas de más edad ha calado en la sociedad.
Sin embargo, la ciencia nos confirma que las neuronas no dejan de regenerarse a
lo largo de la vida. A su vez, economistas como Acemoglu y Restrepo defienden
hasta una relación positiva entre implantación de la robótica y trabajadores
longevos. Está demostrado que los seres humanos somos capaces de seguir
aprendiendo y creando durante la mayor parte de nuestra vida. Basta con repasar
la edad de los fundadores de empresas como Swatch o Natura Bissé o de las más
brillantes obras de Beethoven o Cervantes. Por lo tanto, las razones del
descrédito de las personas de más edad han de buscarse no en la naturaleza,
sino en los prejuicios (propios y ajenos).
Grandes empresas que aligeran plantillas mirando la fecha de nacimiento
y no el nivel de desempeño. O séniors que a medida que cumplen años –y perciben
la losa del ostracismo-ven la salida anticipada como una liberación.
Frente a los sesgos engañosos
nosotros defendemos aportar la luz de los datos de una nueva aritmética vital. Modigliani
fue galardonado con el premio Nobel de Economía por su teoría del ciclo vital,
escrita en 1966. Explicaba que los ingresos a lo largo de su vida tienen forma
de campana, bajos al inicio, altos en la edad central y de nuevo bajos tras la
jubilación. Por tanto, hay solo tres fases vitales: la previa al inicio la vida
laboral, la etapa de actividad laboral y la del retiro. En la primera de ellas,
el nivel de ingreso es inferior a las necesidades de consumo, las cuales se
financian a través de crédito o transferencias familiares (des-ahorro). En la
segunda, llamada de vida laboral, el ingreso permite cubrir las necesidades de
consumo y mantener un excedente bajo la forma de ahorro. Y en la etapa de
retiro se presenta un proceso de des-ahorro mediante el cual el individuo
emplea el ahorro generado para satisfacer las necesidades de consumo que de
otra forma sus nuevos niveles de ingreso le impedirían alcanzar.
La esperanza de vida se está
acercando sin darnos cuenta a los 90 años (86 años las mujeres al día de hoy).
Cuando el economista Modigliani empezó a escribir su teoría de los tres ciclos
estaba por debajo de los 70 años. Más de quince años ganados a la vida lo que
exige reajustar los diferentes hitos de esta nueva vida. Partiendo del cada vez
más largo periodo de formación hasta los 25 años, se abrirá otro de vida
profesional y recualificación hasta por lo menos los 70 años. Permaneceremos
activos aproximadamente 45 años, es decir, la mitad de nuestra existencia.
Estos 45 años de vida activa no se pueden considerar como uniformes, ya que
atravesarán situaciones muy diversas del ciclo personal y profesional. Por ello
tendremos que dividir, a su vez, en tres tercios la vida laboral total. A
saber, de los 25 a los 40 años; de los 40 a los 55 y de los 55 a los 70. El
primer tercio se caracteriza por ser un periodo de capacitación ligada al
itinerario laboral escogido y a la acumulación de las experiencias laborales
diversas. El segundo, de los 40 a los 55 abarca quizás el segmento más fructífero
con hitos relevantes para una trayectoria profesional siempre ligada a la
formación continua fruto de una inquietud permanente. El último tercio,
comprendido entre los 55 y los 70, lejos de ser, como en la actualidad, el
periodo de salida acelerada de la vida activa, se convertirá en una etapa
fecunda en el que capitalizar la experiencia acumulada y la ambición por seguir
siendo útil. Esta última etapa vital, a la que denominamos “activos de gran
experiencia”, actualmente afecta solamente a unos pocos empleados y
emprendedores, pero afirmamos con rotundidad que con el desarrollo de un marco
legal adecuado y flexible, guiado por un imperativo cambio cultural, podría
implicar a una gran mayoría.
Esta nueva aritmética vital exige
una transformación radical de la manera de entender la vida laboral por parte
de los individuos, pero también para las empresas. La buena noticia de la
disrupción de la demografía nos impide seguir poniendo excusas, bien como empleadores,
bien como empleados. Y por si fuera poco las evidencias se acumulan en todo el
mundo sobre el dividendo económico que ello puede suponer, que se ha bautizado
como economía plateada. Un futuro cercano en el que viviremos hasta alcanzar la
centuria y además no será una maldición sino un regalo. Lynda Gratton y Andrew
Scott, profesores de London Business School, nos recuerdan que “Quienquiera que
seamos, dondequiera que vivamos y tengamos la edad que tengamos, necesitamos
comenzar a pensar ahora sobre las decisiones que debemos tomar para poder sacar
provecho de esta vida más larga. Lo mismo sucede a las empresas para las que
trabajamos y a la sociedad en la que vivimos”. dibuja un futuro cercano en el
que viviremos hasta alcanzar la centuria y además no será una maldición sino un
regalo
Tomás Arrieta es presidente de la Fundación Activos de Gran Experiencia
Iñaki Ortega es profesor de Deusto Business School