(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 9 de marzo de 2021)
Igual todavía te acuerdas de cuando estudiábamos la fuerza centrípeta. Las leyes de Newton demostraban que existía una fuerza hacía el centro en la trayectoria circular de un objeto. La pandemia no ha hecho más que consolidar una potente tendencia socioeconómica de situar todo el protagonismo en las cohortes centrales de edad, es decir entre los 25 y los 55 años. Una fuerza centrípeta imparable que deja fuera del foco a los jóvenes de la generación z y a los seniors. Me explicaré.
Acaban de conocerse los datos de
desempleo juvenil y España lidera esta estadística en Europa con más de un 40%,
casi triplicando la media de los países desarrollados (14% en la OCDE). Somos
el peor país de nuestro continente para encontrar trabajo entre los 16 y 24
años. Al mismo tiempo 2020 terminó como uno de los peores de la historia para
el talento senior. Trabajar y tener más de 55 años es casi ya una utopía en
nuestro país con la tasa de actividad en esta cohorte de edad más baja de
Europa.
La crisis social que ha traído la
covid19 también ha seguido fielmente esta fuerza centrípeta. La población que
está en la edad central, por debajo de los 50 años, asiste cómodamente al
espectáculo de criticar todos los fines de semana a los inconscientes jóvenes
que hacen lo que todos hicimos a su edad. De la misma forma que con un miope
paternalismo defienden medidas más estrictas para los que superan los 55 años y
así protegerles del virus. Simple y llanamente edadismo o discriminación por
edad lo han bautizado los expertos.
¿Cómo es posible que la mitad de
la población quede fuera de las prioridades de nuestras autoridades y de la
lógica de la economía? No se entiende, pero así es. Más de 25 millones de
españoles que no están en esa franja de edad central, de entre los 25 y los 55
años, y por tanto no diseñan las políticas públicas, no elaboran los
presupuestos ni tampoco las campañas de publicidad y por supuesto no participan
de las estrategias empresariales.
Junto a la fuerza centrípeta en
el colegio nos enseñaban la centrífuga. La fuerza centrífuga como su etimología
indica -huir del centro- es la tendencia a alejarse del eje sobre el cual gira.
Las aplicaciones de esta fuerza son muchas, pero la que más usamos es la
función de su mismo nombre en las lavadoras. Las rápidas vueltas del tambor
permiten eliminar la humedad y por tanto secar la ropa.
A la luz de los tristes datos
económicos y sociales de los más jóvenes y los adultos mayores, tenemos que
gritar que la centrifugadora en España no funciona. No hay planes, políticas ni
actuaciones público-privadas para luchar con esa fuerza que prioriza las edades
centrales y que discrimina a la generación z y a los conocidos como silvers. No
nos queda otra que arreglar la centrifugadora en nuestro país, lograr una
fuerza que nos saque de la inercia y así tener en cuenta a los jóvenes y los
seniors.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y
profesor de la UNIR
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